domingo, 10 de abril de 2016

¿PUEDEN COMULGAR LOS DIVORCIADOS EN NUEVA UNIÓN? ¿Y LOS QUE CONVIVEN SIN ESTAR CASADOS?



    A raíz de la exhortación Amoris Laetitia (pronúnciese “Amóris letítsia”) del Papa Francisco muchos han sacado apresuradamente una respuesta positiva a las preguntas de arriba. Sin embargo es una respuesta equivocada y por eso me parece conveniente hacer estas aclaraciones para mis amigos.

    Admitir o no en la comunión sacramental no es algo que pueda decidir nadie, ni el Papa. Porque no estamos hablando de símbolos ni de meros nombres (la Eucaristía, la gracia, el estado de pecado, son realidades, no cosas que puedan cambiar a nuestro antojo). Del mismo modo que ninguna autoridad médica puede decretar que a partir de este momento –y sólo porque él lo diga, sin que medie tratamiento alguno– el ébola dejará de ser una enfermedad o la sangre circular en sentido contrario.

    La exhortación Amoris Laetitia de hecho afirma varias veces que no intenta modificar nada de la doctrina recibida por la Iglesia. ¿Recibida de quién? De Cristo y los apóstoles, se entiende. Por lo tanto no se puede interpretar ningún pasaje en ese sentido, a contramano de lo que recibimos en las Sagradas Escrituras y en las enseñanzas de los Papas y Concilios a lo largo de los siglos.

    Si aun así encontramos pasajes que puedan dar la impresión de contradecir el magisterio pontificio anterior (sobre todo la Veritatis Splendor de San Juan Pablo II) hay que estar seguros de que:

a) No debe ser la intención del Papa Francisco que los leamos en ese sentido.

b) Incluso si esa fuese su intención, hay que admitir que en eso incluso el Papa puede equivocarse.

¿CÓMO? ¿NO ES QUE ERA INFALIBLE? El Papa es infalible en muy pocas ocasiones (el tema es largo y no para tratar aquí) y ésta no es una de ellas. O sea que en esta exhortación no es infalible = es falible = puede equivocarse (¡en incluso se lo pude corregir!... ver Gálatas 2,11-14). Que haya que prestar obediencia a los documentos del Magisterio no significa que antes no nos aseguremos una sana interpretación (¡si hasta la Biblia necesita su exégesis!).

    El mismo documento Amoris Laetitia afirma que no hay que esperar que el Papa resuelva aquí estas cuestiones de modo universal y definitivo.

    Del mismo modo hay que leer las afirmaciones de la encíclica Laudato Sí, sobre el calentamiento global, es decir, no como verdades absolutas salidas de un oráculo divino, sino como afirmaciones más o menos acertadas, sabias o prudentes, dichas por el Obispo de Roma.

    Me doy cuenta de que algunas de las afirmaciones que más pueden prestarse a dudas están en las notas al pie de página. ¿Son parte del magisterio? Supongo que no. Y en todo caso sujetas a mayor necesidad de delicadeza en su interpretación y aplicación.

   
¿QUÉ HAY DE LA AFIRMACIÓN DE QUE LOS MATRIMONIOS IRREGULARES “NO ESTÁN EXCOMULGADOS”? ¿NO DICE ESO EL DOCUMENTO? ¿NO SIGNIFICA QUE PUEDEN COMULGAR?

    Estar excomulgado y no poder comulgar son dos cosas distintas. Siempre lo fueron. No hay cambios en la enseñanza de la Iglesia sobre eso. Estar excomulgado significa estar separado oficialmente del cuerpo de la Iglesia. La Esposa de Cristo afirma que ciertos hijos suyos (bautizados) se comportan como enemigos del Pueblo de Dios y de Cristo mismo. Esos son los excomulgados. No puedo desarrollar esto ahora, pero quisiera dejar en quede claro que nunca los divorciados en nueva unión han estado excomulgados. Forman parte de la Iglesia y por lo tanto pueden participar de muchas formas en la vida comunitaria.

    Otra cosa distinta es no poder comulgar. Todo cristiano que peca no puede comulgar hasta que se haya confesado y recibido la absolución. No significa que está excomulgado. Sino que la Iglesia le recomienda por su propia salud espiritual no acercarse a la Eucaristía en ese estado, y más bien preparar el corazón mediante la adoración y la penitencia.

    En cada caso es necesaria la acogida fraterna para los más heridos, el acompañamiento espiritual, el discernimiento («este discernimiento no podrá jamás prescindir de las exigencias de verdad y de caridad del Evangelio propuesto por la Iglesia» pf. 300), para ayudar a crecer en la santidad a cada cristiano en su condición, no igualando a todos sino tratando de obrar con justicia. Porque la justicia es dar a cada uno lo que le corresponde, admitiendo las diferencias de estados y condiciones (no todos los hijos necesitan de su madre los mismos alimentos, consejos, tareas, remedios). En el fondo, la verdadera Justicia se identifica con la Misericordia.

    Para ilustrar mejor esto copio a continuación el Párrafo 297 de Amoris Laetitia:

«Se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una misericordia “inmerecida, incondicional y gratuita”. Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio. No me refiero sólo a los divorciados en nueva unión sino a todos, en cualquier situación en que se encuentren. Obviamente, si alguien ostenta un pecado objetivo como si fuese parte del ideal cristiano, o quiere imponer algo diferente a lo que enseña la Iglesia, no puede pretender dar catequesis o predicar, y en ese sentido hay algo que lo separa de la comunidad (cf. Mt 18,17). Necesita volver a escuchar el anuncio del Evangelio y la invitación a la conversión. Pero aun para él puede haber alguna manera de participar en la vida de la comunidad, sea en tareas sociales, en reuniones de oración o de la manera que sugiera su propia iniciativa, junto con el discernimiento del pastor. Acerca del modo de tratar las diversas situaciones llamadas “irregulares”, los Padres sinodales alcanzaron un consenso general, que sostengo: “Respecto a un enfoque pastoral dirigido a las personas que han contraído matrimonio civil, que son divorciados y vueltos a casar, o que simplemente conviven, compete a la Iglesia revelarles la divina pedagogía de la gracia en sus vidas y ayudarles a alcanzar la plenitud del designio que Dios tiene para ellos”, siempre posible con la fuerza del Espíritu Santo.»

FINALMENTE, UNA SÚPLICA: Recemos por la Iglesia. Corre el riesgo de desgarrarse internamente a base de interpretaciones contrarias de este documento. ¿Debería el Papa aclarar algo más? Creo que no. Deberíamos nosotros ser más fieles al Evangelio que al Mundo, para que, a la hora de discernir e interpretar un texto magisterial no tengamos que sufrir estas perplejidades.


Pbro: Alexis Louvet

1 h 
 

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