jueves, 10 de marzo de 2016

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

TIEMPO DE CUARESMA
JUEVES DE LA SEMANA IV
10 de marzo




San Jerónimo (347-420), sacerdote, traductor de la Biblia, doctor de la Iglesia
Carta 53, a San Paulino, obispo de Nola




“Si creéis en Moisés, creeréis también en mí, porque de mí habló Moisés en las Escrituras.” (Jn 5,46)

    “Existe una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida que, desde antes de los siglos, Dios nos ha destinado” (cf 1Cor 2,7). Esta sabiduría de Dios es Cristo. Él es el poder de Dios y la sabiduría de Dios... En el Hijo “están todos los tesoros de la sabiduría y la ciencia” (cf Col 2,3) “escondidos en el misterio, destinado, de antemano, desde antes de los siglos, Cristo ha sido predestinado y prefigurado en la Ley y los profetas.

    Por esto, los profetas llevaban el nombre de “videntes”. Veían a aquel que estaba escondido y desconocido de los otros. Abrahán también “vio su día y se alegró” (cf Jn 8,56). A Ezequiel se le abrieron los cielos mientras que al pueblo pecador quedaron cerrados. “Levantad el velo que me cubre”, dice David, y contemplaré las maravillas de tu ley” (cf Sal 119,18). En efecto, la ley es algo espiritual y para comprenderla hace falta que se levanté el velo “que se pueda contemplar la gloria de Dios con el rostro descubierto” (cf 2Cor 3,18ss).

    En el Apocalipsis se muestra un libro sellado con siete sellos. ¡Cuántos hombre, hoy día, que se tienen por instruidos, tienen en sus manos un libro sellado! Son incapaces de abrirlo, a no ser que el que tiene la llave de David se lo abra. “Si él abre nadie cerrará y si cierra nadie podrá abrir” (cf Ap 3,7). En los Hechos de los apóstoles, el eunuco tiene en sus manos el libro de Isaías y venera lo que no conoce. Le sale al encuentro Felipe y le muestra a Jesús presente en el texto... ¡Comprende, pues, que tú no puedes meterte en las Sagradas Escrituras sin tener un guía que te enseñe el camino!





    "He aquí, pues, cuáles son los ejercicios y las actividades que deben servir como medios para curar nuestras potencias y devolverles su pureza perdida y su primitiva integridad: son los ayunos, los trabajos, las vigilias, la soledad, la huida del mundo, el dominio de los sentidos, la lectura de las Escrituras y de los Santos Padres, la participación en los servicios de la Iglesia, la confesión y la comunión frecuentes"        Teófano El Recluso sobre la práctica de la oración

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