San Ireneo Tratado: Jesús perfeccionó la Ley Tratado contra las herejías, Libro 4, cap. 6
«¿No estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado»
8,2. El Señor actuó en defensa de su descendencia, la liberó del cautiverio y la llamó a la salvación, (994) como dejó claro en la mujer curada (Lc 13,10-13), diciendo a quienes no tenían una fe semejante a la de Abraham: «¡Hipócritas! ¿Acaso alguno de vosotros no desata su buey o su asno en día de sábado y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, a quien Satanás tuvo atada durante 18 años, ¿no era conveniente librarla de sus ataduras en sábado?» (Lc 13,15-16). Queda, pues, claro que él libró y devolvió la vida a quienes creían con una fe semejante a la de Abraham, y nada hizo contra la Ley al curarla en sábado. La Ley, en efecto, no prohibía curar a los seres humanos, si incluso se les podía circuncidar en ese día (Jn 7,22-23); más aún, ordenaba a los sacerdotes realizar en ese día su ministerio, y ni siquiera vetaba que se curara a los animales.
La piscina de Siloé con frecuencia curó en sábado, y por eso muchos enfermos se sentaban en sus orillas. En cambio la ley sabática mandaba abstenerse de toda labor servil; es decir, de todo trabajo que se emprende por negocio y con deseo de lucro, o por otro fin terreno. En cambio exhortaba a llevar a cabo las obras del alma, que se realizan por el pensamiento o las buenas palabras para ayudar al prójimo. Por eso el Señor reprendió a quienes injustamente lo acusaban de curar en sábado. De este modo no rompía sino cumplía la Ley, actuando como Sumo Sacerdote que en favor de los seres humanos vuelve propicio a Dios, limpiando a los leprosos, curando a los enfermos y dando su vida, a fin de que el hombre exiliado escape de la condena y sin temor regrese a su heredad.

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