jueves, 31 de octubre de 2024
EVANGELIO - 01 de Noviembre - San Mateo 5,1-12a
Yo, Juan, vi a otro Ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar:
"No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios".
Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144. 000 pertenecientes a todas las tribus de Israel.
Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente:
"¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!".
Y todos los Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Ancianos y de los cuatro Seres Vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: "¡Amén! ¡Alabanza, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!
Y uno de los Ancianos me preguntó: "¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?".
Yo le respondí: "Tú lo sabes, señor". Y él me dijo: "Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero".
Salmo 24(23),1-2.3-4ab.5-6.
Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
porque El la fundó sobre los mares,
Él la afirmó sobre las corrientes del océano.
¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias
y puro el corazón;
él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su Salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.
Epístola I de San Juan 3,1-3.
Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre!
Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente.
Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a Él.
Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él,
porque lo veremos tal cual es.
El que tiene esta esperanza en Él, se purifica, así como Él es puro.
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron."
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 01 de Noviembre - "Un cristiano debe ser santo"
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
Algunos la llaman también "Pascua de Otoño", la importante solemnidad que hoy celebramos como miembros activos de una Iglesia que una vez más no se mira a sí misma, sino que mira y aspira el cielo. La santidad, en efecto, es un camino que todos estamos llamados a seguir, siguiendo el ejemplo de nuestros hermanos mayores que nos son propuestos como modelos porque han aceptado dejarse encontrar por Jesús, hacia quien han ido con confianza trayendo sus deseos, sus debilidades y también sus sufrimientos.
La memoria litúrgica dedica un día especial a todos aquellos que están unidos a Cristo en la gloria y que no sólo son indicados como arquetipos, sino también invocados como protectores de nuestras acciones. Los Santos son los hijos de Dios que han alcanzado la meta de la salvación y que viven en la eternidad esa condición de bienaventuranza bien expresada por Jesús en el discurso de la montaña narrado en el Evangelio (Mt 5, 1-12). Los Santos son también los que nos acompañan en el camino de la imitación de Jesús, que nos conduce a ser la piedra angular en la construcción del Reino de Dios.
En nuestra Profesión de Fe afirmamos que creemos en la Comunión de los Santos: con esto queremos decir tanto la vida como la contemplación eterna de Dios, que es la razón y el propósito de esta comunión, pero también queremos decir la comunión con las "cosas" santas. Si, en efecto, los bienes terrenales, en cuanto son limitados, dividen a las personas en el espacio y en el tiempo, las gracias, los dones que Dios hace son infinitos y de ellos todos pueden participar. Especialmente el don de la Eucaristía nos permite vivir ya ahora la anticipación de esa liturgia que el Señor celebra en el santuario celestial con todos los santos. La grandeza de la redención se mide por el fruto, es decir, por los que han sido redimidos y han madurado en la santidad. La Iglesia contempla en sus rostros su vocación, la condición de humanidad transfigurada en el camino hacia el Reino.
Esta fiesta de la esperanza, que nos recuerda el objetivo de nuestra vida, tiene raíces antiguas: en el siglo IV comienza a celebrarse la conmemoración de los mártires, común a varias Iglesias. Los primeros vestigios de esta celebración se encontraron en Antioquía el domingo siguiente a Pentecostés y San Juan Crisóstomo ya hablaba de ello. Entre los siglos VIII y IX, la fiesta comenzó a extenderse por toda Europa, y en Roma específicamente en el siglo IX: aquí el Papa Gregorio III (731-741) eligió como fecha del 1 de noviembre para coincidir con la consagración de una capilla en San Pedro dedicada a las reliquias "de los santos apóstoles y de todos los santos mártires y confesores, y de todos los justos perfeccionados que descansan en paz en todo el mundo". En la época de Carlomagno, esta fiesta ya era ampliamente conocida como la ocasión en que la Iglesia, que todavía peregrina y sufre en la Tierra, miraba al cielo, donde residen sus hermanos y hermanas más gloriosos.
miércoles, 30 de octubre de 2024
EVANGELIO - 31 de Octubre - San Lucas 13,31-35
Hermanos, fortalézcanse en el Señor con la fuerza de su poder.
Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio.
Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio.
Por lo tanto, tomen la armadura de Dios, para que puedan resistir en el día malo y mantenerse firmes después de haber superado todos los obstáculos.
Permanezcan de pie, ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza.
Calcen sus pies con el celo para propagar la Buena Noticia de la paz.
Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, con el que podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno.
Tomen el casco de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.
Eleven constantemente toda clase de oraciones y súplicas, animados por el Espíritu. Dedíquense con perseverancia incansable a interceder por todos los hermanos, y también por mí, a fin de que encuentre palabras adecuadas para anunciar resueltamente el misterio del Evangelio, del cual yo soy embajador en medio de mis cadenas ¡Así podré hablar libremente de él, como debo hacerlo!
Salmo 144(143),1.2.9-10.
Bendito sea el Señor, mi Roca,
el que adiestra mis brazos para el combate
y mis manos para la lucha.
El es mi bienhechor y mi fortaleza,
mi baluarte y mi libertador;
él es el escudo con que me resguardo,
y el que somete los pueblos a mis pies.
Dios mío, yo quiero cantarte un canto nuevo
y tocar para ti con el arpa de diez cuerdas,
porque tú das la victoria a los reyes
y libras a David, tu servidor.
Evangelio según San Lucas 13,31-35.
En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: "Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte".
El les respondió: "Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado.
Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste!
Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!".
Palabra del Señor
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 31 de Octubre - “Dios quiere que todos los hombres se salven”
SANTORAL - SAN WOLFGANGO DE RATISBONA
En Ratisbona, en el territorio de Baviera, san Wolfgango, obispo, que, después de ser maestro de escuela y haber profesado como monje, fue elevado a la sede episcopal, desde donde reinstauró la disciplina del clero, y mientras visitaba la región de Pupping descansó en el Señor. San Wolfgang, que pertenecía a una familia suaba, nació hacia el año 930. Sus padres le enviaron muy joven a la abadía de Reichenau, en una isla del Lago de Constanza, que era entonces un floreciente centro del saber. Allí se hizo amigo de un joven de la nobleza, llamado Enrique, hermano de Poppón, el obispo de Wurzburg. Este último había fundado una escuela en su ciudad episcopal, y Enrique convenció a Wolfgang de que se trasladase con él a dicha escuela. La inteligencia de que dio muestras el joven suabo, despertó entre sus compañeros la admiración y la envidia. El año 956, Enrique fue elegido arzobispo de Tréveris. Se llevó a Wolfgang a su arquidiócesis y le nombró profesor en la escuela de su catedral. En Tréveris Wolfgang cayó bajo la influencia de un monje muy dinámico, llamado Romualdo, y secundó con gran entusiasmo los esfuerzos de Enrique por promover la religión en la arquidiócesis. Enrique murió el año 964. Wolfgang se hizo entonces benedictino en un monasterio de Einsiedeln, cuyo abad era un inglés llamado Gregorio. El abad cayó pronto en la cuenta de que las cualidades de Wolfgang eran todavía mayores que su fama y le nombró director de la escuela del monasterio. San Ulrico, obispo de Augsburgo, le confirió la ordenación sacerdotal. Ello despertó el celo misionero de Wolfgang, quien partió a evangelizar a los magiares de Panonia. La empresa no tuvo el éxito que merecía. Por entonces, el emperador Otón II se enteró de que el santo era una persona idónea para ocupar la sede de Regensburg (Ratisbona), que estaba vacante. Inmediatamente le mandó llamar a Frankfurt y le confirió el beneficio temporal, por más que Wolfgang le rogó que le dejase volver a su monasterio. La consagración episcopal tuvo lugar en Regensburg, en la Navidad del año 972. San Wolfgang no abandonó jamás el hábito monacal y en la práctica de su ministerio episcopal mantuvo las austeridades de la vida conventual. Lo primero que hizo, una vez que se estableció en su diócesis, fue emprender la reforma del clero y de los monasterios, especialmente de dos conventos de monjas poco edificantes. Una de las principales rentas de la sede procedía de la abadía de San Emmeram de Regensburg. Hasta entonces había dependido del obispo, y los resultados habían sido tan malos como en otros casos análogos. Wolfgang le devolvió la autonomía y confió su gobierno a Ramuoldo, a quien mandó llamar de Tréveris. El santo era incansable en la predicación, y su intenso espíritu de oración confería una eficacia especial a su palabra. Cumplió con gran fidelidad y vigilancia todas sus obligaciones episcopales durante los veintidós años que ocupó la sede. Se refieren varios milagros obrados por él y su generosidad con los pobres llegó a ser proverbial. En una ocasión en que escaseaba el vino, ciertos sacerdotes ignorantes empezaron a emplear agua en vez de vino en la misa; naturalmente, eso horrorizó al santo obispo, quien distribuyó el vino de su propia bodega por toda la diócesis.
Durante algún tiempo, san Wolfgang abandonó el gobierno de su diócesis y se retiró a la soledad; pero unos cazadores descubrieron su retiro y le obligaron a volver a Regensburg. Como quiera que fuese, la vocación monacal del santo no le impidió cumplir con sus obligaciones seculares, ya que asistió a varias dietas imperiales y acompañó al emperador en una campaña a Francia. San Wolfgang cedió una parte de Bohemia, que pertenecía a su diócesis, para que se fundase una nueva, cuya sede se estableció en Praga. El duque Enrique de Baviera tenía gran veneración por el santo y le confió la educación de su hijo Enrique, quien fue más tarde emperador y santo canonizado. En el curso de un viaje por el Danubio, rumbo a Austria, San Wolfgang cayó enfermo y falleció en la pequeña población de Puppingen, no lejos de Linz. Fue canonizado en 1052. Su fiesta se celebra en muchas diócesis de Europa Central y en las casas de los canónigos regulares de Letrán, ya que San Wolfgang restableció entre su clero la vida canonical.
martes, 29 de octubre de 2024
EVANGELIO - 30 de Octubre - San Lucas 13,22-30
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 30 de Octubre - "Traten de entrar por la puerta estrecha"
SANTORAL - BEATO ALEJO ZARYCKY
En la localidad de Dolinka, cerca de Karaganda, en el Kazajstán, beato Alejo Zaryckyj, presbítero y mártir, que en un régimen contrario a Dios fue deportado a un campo de concentración, y en el combate por la fe alcanzó la vida eterna. Sacerdote de la archieparquia de Lvov de los ucranios (1912-1963). Nació el 17 de octubre de 1912 en Bilche (región de Lvov). Recibió la ordenación sacerdotal en la archieparquia de Lvov el 7 de junio de 1936.Fue párroco en Strutyn y en Zarvanytsia.El año 1948 las autoridades lo detuvieron en Riasna Ruska (Lvov), ciudad adonde se había trasladado durante la segunda guerra mundial. Lo condenaron a ocho años de exilio en Karaganda (Kazajstán). Excarcelado el 10 de abril de 1956 gracias a una amnistía general, volvió primero a Halychyna y después a Karaganda, con el propósito de organizar las comunidades católicas clandestinas. El 9 de mayo de 1962 lo arrestaron de nuevo y lo condenaron por "vagabundo" a dos años de cárcel. Tenía 51 años cuando murió en el hospital del campo de concentración de Dolinka, el 30 de octubre de 1963.
lunes, 28 de octubre de 2024
EVANGELIO - 29 de Octubre - San Lucas 13,18-21
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 29 de Octubre - «Dichoso el que participará del banquete en el Reino de Dios»
SANTORAL - SAN NARCISO DE JERUSALÉN
Conmemoración de San Narciso, obispo de Jerusalén, merecedor de alabanzas por su santidad, paciencia y fe. Acerca de cuándo debía celebrarse la Pascua cristiana, manifestó estar de acuerdo con el papa san Víctor, y que no había otro día que el domingo para celebrar el misterio de la Resurrección de Jesucristo. Descansó en el Señor a la edad de ciento dieciséis años. San Narciso nació hacia el año 100, y vivió, como veremos, unos 116 años. Además de ser obispo de Jerusalén, fue testigo privilegiado del gran cambio que se obró en la cristiandad de la Ciudad Santa, cuando, por la política de Adriano, se pasó de población judía a población gentil, de obispos de origen judío a obispos de origen gentil, al primero de los cuales, san Marcos de Jerusalén, hemos celebrado hace pocos días. Al igual que con éste, también con san Narciso nuestra fuente privilegiada es Eusebio de Cesarea, pero, sea por un especial gusto que Eusebio tuviera en las noticias de la vida de Narciso, sea que por su longevidad había mucho para contar, le dedica, además de los pequeños fragmentos en las listas cronológicas, una pequeña narración continuada, que transcribiré.
Pero antes de eso, algunos pocos datos que pueden ayudar a ubicarnos: san Narciso fue elegido obispo cuando ya era septagenario; su figura era respetada, y también, por qué no, también un poco envidiada. Así que no le faltaron pruebas, como la difamación que nos mencionará Eusebio, sin decirnos propiamente en qué consistió. Del relato de Eusebio surge que a causa de esa difamación se alejó algún tiempo del episcopado, sin embargo debemos tener presente que las causas pueden ser más complejas, y Eusebio escribe cien años más tarde de los hechos. Aclaro esto porque no se ve del todo bien por qué, pasando tres episcopados en medio (que plantean problemas de cronología aun no resueltos), Narciso reaparece como si nada hubiera pasado, y le restituyen su cargo. Allí se produce el acontecimiento que Eusebio, siguiendo sus fuentes, pone todo en manos directas de la Providencia: que va revelando a unos y a otros lo que quiere que ocurra, pero que, seguramente ocurrió de alguna manera un poco más compleja: san Alejandro viene de Capadocia a Jerusalén para visitar los lugares santos, y es elegido obispo de Jerusalén para ayudar a san Narciso, que era ya muy anciano: es el primer caso perfectamente registrado de un obispo coadjutor, algo tan común en las enormes diócesis de la actualidad.
San Narciso tuvo fama de gran taumaturgo, de lo cual nos queda el milagro de la lámpara que nos contará Eusebio, también con él tenemos testimonio de que la Iglesia de Jerusalén, como la de Alejandría, adhiere a la celebración de la Pascua en domingo, a diferencia de las iglesias de Asia, que seguían celebrando la Pascua en la fecha judía, es decir, el 14 Nisán (los llamados «cuartodecimanos»). A cien años por delante, el relato de Eusebio es, como siempre, tan vivo, que nos deja con ganas de más:
Muchos, pues, y diversos son los milagros que los ciudadanos de aquella iglesia recuerdan de Narciso, transmitidos por tradición de los hermanos que se han sucedido. Entre ellos refieren también el siguiente prodigio realizado por él: Dicen que una vez, durante la gran vigilia de Pascua, faltó el aceite a los diáconos, por lo cual se apoderó de toda la muchedumbre un gran desánimo. Narciso mandó entonces a los que preparaban las luces que sacasen agua y se la llevaran a él. Hecho esto, oró sobre el agua y con toda la sinceridad de su fe en el Señor ordenó echarla en las lámparas. Ejecutado que se hubo también esto, por un poder maravilloso y divino y contra todo razonamiento, la naturaleza del agua cambió su cualidad en la del aceite, y muchos de los hermanos que allí estaban conservaron largo tiempo, desde entonces hasta nuestros días, un poquito de aquel aceite como prueba del milagro de entonces.
Muchas otras cosas dignas de mención se cuentan de la vida de este hombre, entre ellas también la siguiente. Unos pobres hombrecillos, incapaces de soportar el vigor de aquél y la constancia de su vida, temerosos de ser arrestados y sometidos a castigo, pues eran conscientes de sus delitos innumerables, tomaron la delantera y urdieron y esparcieron una calumnia terrible contra él. Luego, con el fin de asegurarse la confianza de los oyentes, confirmaban con juramento sus acusaciones: uno juraba porque el fuego le destruyese; otro porque una enfermedad funesta consumiera su cuerpo, y un tercero, porque sus ojos cegaran. Pero ni aun así, ni siquiera jurando, un solo fiel les prestó atención, por la templanza de Narciso, que de siempre brilló ante todos y por su conducta virtuosa en todo. Él, sin embargo, no pudiendo sobrellevar en modo alguno la maldad de estas calumnias, y por otra parte, estando desde hacía largo tiempo en busca de una vida filosófica, huyó de la muchedumbre entera de la iglesia y pasó muchos años oculto en regiones desiertas y recónditas. Pero el gran ojo de la justicia tampoco permaneció quieto ante tales desmanes, sino que a toda prisa se dio a la persecución de aquellos impíos con las mismas desgracias con que se habían ligado perjurando contra sí mismos, pues el primero, sin motivo ninguno, simplemente así, habiendo caído una chispita en la casa en que él moraba, la incendió por completo durante la noche, y pereció abrasado con toda su familia; el otro se vio de repente con el cuerpo, desde la planta de los pies hasta la cabeza, lleno de aquella enfermedad con que él mismo se castigó de antemano; y el tercero, así que vio el final de los primeros, temblando ante la ineludible justicia de Dios que lo ve todo, hizo confesión pública de lo que habían tramado en común los tres. En su arrepentimiento, se agotaba de tanto gemir y no cesaba de llorar, tanto que llegó a perder sus dos ojos. Tales fueron los castigos que sufrieron éstos por sus mentiras.
Retirado Narciso, y como nadie sabía dónde podía hallarse, los obispos que presidían las iglesias limítrofes resolvieron imponer las manos a un nuevo obispo. Díos se llamaba éste. Después de presidir no mucho tiempo, le sucedió Germanión, y a éste, Gordio, bajo el cual reapareció Narciso, de alguna parte, como un resucitado. Los hermanos le llamaron de nuevo para ocupar la presidencia. Todos le admiraban todavía más, por causa de su retiro, de su filosofía y, sobre todo, por la venganza que Dios había obrado en su favor. Como quiera que Narciso no estaba ya en condiciones de ejercer el ministerio por causa de su extrema vejez, la providencia de Dios llamó a Alejandro, que era obispo de otra iglesia, para ejercer las funciones episcopales junto con Narciso, conforme a una revelación que tuvo éste en sueños por la noche. Ocurrió, pues, que Alejandro, como obedeciendo a un oráculo, emprendió un viaje desde Capadocia, donde por primera vez fue investido del episcopado, a Jerusalén, por motivos de oración y de estudio de los lugares. La gente de allí le recibió con los mejores sentimientos y ya no le permitieron regresar a su país, conforme a otra revelación que también ellos habían tenido durante la noche y según una voz que se dejó oír clarísima a los más celosos de entre ellos, pues les indicaba que se adelantasen fuera de las puertas de la ciudad y recibiesen al obispo que Dios les había predestinado. Después de obrar así, con el común parecer de los obispos que regían las iglesias circundantes, obligaron a Alejandro a permanecer allí forzosamente.
El mismo Alejandro, en carta privada a los antinoítas, que todavía hoy se conserva entre nosotros, menciona el episcopado de Narciso, compartido con él, cuando escribe textualmente al final de la carta: «Os saluda Narciso, el que rigió antes que yo la sede episcopal de aquí, y ahora, a sus ciento dieciséis años cumplidos, ocupa su lugar junto a mí en las oraciones y os exhorta, lo mismo que yo, a tener un mismo sentir».
domingo, 27 de octubre de 2024
EVANGELIO - 28 de Octubre - San Lucas 6,12-19
Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo.
En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor.
En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.
Salmo 19(18),2-3.4-5.
y el firmamento anuncia la obra de sus manos;
un día transmite al otro este mensaje
y las noches se van dando la noticia.
Sin hablar, sin pronunciar palabras,
sin que se escuche su voz,
resuena su eco por toda la tierra
y su lenguaje, hasta los confines del mundo.
Allí puso una carpa para el sol
Evangelio según San Lucas 6,12-19.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 28 de Octubre - «Eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles»
FIESTA DE SANTOS SIMÓN Y JUDAS, APÓSTOLES
Fiesta de San Simón y San Judas, apóstoles, el primero llamado Cananeo o Zelotas, y el segundo, hijo de Santiago, llamado también Tadeo, el cual, en la última Cena preguntó al Señor acerca de su manifestación, recibiendo esta respuesta: «El que me ame, observará mi palabra, y el Padre mío le amará, y vendremos a él y haremos nuestra mansión en él». Al igual que nos pasa con los demás Apóstoles, no tenemos sobre Simón y Judas Tadeo más que noticias imprecisas. Es natural: la Iglesia de los primeros años aguardaba la llegada del Reino con tanta inminencia, que no se ocupó de guardar memoria de los más cotidiano e insignificante -el día a día- de quienes la hacían; así que, paradójicamente, conservó con extremada fidelidad doctrina, espiritualidad, predicación, fe, todo lo más difícil de conservar... porque todo ello debía perdurar hasta el Reino; pero esos detalles mínimos que nos hacen «palpable» a cualquier personaje, no se conservaron: ¿tenían esposa? ¿hijos? ¿cuántos? ¿dónde nacieron? ¿dónde y cómo vivían? ¿dónde predicaron? ¿cómo murieron? Pasadas una o dos generaciones la Iglesia tuvo que comprender que la promesa de Jesús de una vuelta inmediata no se medía en la escala del tiempo humano, y naturalmente se volvió más cuidadosa al detalle de la memoria cotidiana; pero los datos concretos de los principales «héroes humanos» de su propia historia, los Apóstoles y la Virgen, se habían perdido ya. Sin embargo la memoria popular no soporta vacíos: la memoria cotidiana de esos primeros años se comenzó a rellenar con datos recopilados aquí y allá. Muchos de esos datos seguramente se basan en un boca a boca cierto, sin embargo todos tienen algo en común: no pueden ser verificados ni falsificados, porque carecemos de fuentes externas para contrastarlos. No son pues -según el criterio que aplicamos a todo lo demás, y corresponde también aplicar al conocimiento histórico de la Iglesia- datos «históricos». Algunos autores tienen por costumbre confundir al pueblo cristiano enseñándole que todos esos datos son «tradición» de la Iglesia, y que por ello deben ser aceptados. No es verdad: la Tradición que debe ser admitida como revelación es la Tradición de la fe, es decir «aquello que los apóstoles creyeron y nos transmitieron en la vida de la Iglesia como parte del depósito de la fe, aunque no esté escrito en la Biblia». Es Tradición de la fe la Inmaculada Concepción, la Asunción de la Virgen, el culto de los santos, la economía sacramental de la salvación... es Tradición de la fe todo aquello que, siendo esencial a la identidad de la fe católica, no está explícito en la Biblia pero podemos saber, por testimonios indirectos, que formaba parte de las creencias de la generación apostólica. No es Tradición de la fe un montón de detalles simpáticos, anecdóticos y cotidianos sobre la primera Iglesia, que carecen de relevancia para la fe y cuya fuente histórica nos es desconocida.
Dicho esto, y aunque sea una auténtica lástima no poder cubrir la curiosidad mínima de cualquier persona, lo que sabemos con certeza sobre los Doce en conjunto no llega a ocupar lo mínimo que sabemos sobre uno sólo de los cristianos de la siguiente generación.
De lo poco que conocemos de los apóstoles, casi nada más que su nombre es lo que sabemos de Simón, llamado por Mateo y Marcos «el cananeo», mientras que por Lucas/Hechos, «el zelote». Puede ser que con ese apodo se refiere a los «zelotes» (que podría traducirse como «llenos de celo»), un grupo radical dentro de los tantos que conformaban el polifacético judaísmo de la época; estos zelotes se oponían a la dominación romana, y al sincretismo cultural que ello traía aparejado. Se comprende que Jesús -que hablaba de una inminente instauración del Reino de Dios- atrajera la atención de estas corrientes. Aunque algunos autores afirman que los zelotes, como grupo de resistencia, nacieron algunas décadas después, así que este adjetivo indicaría más bien el hecho de que era un celoso cumplidor de la Ley, que más que un problema con la dominación romana, lo tenía con los judíos de mentalidad más relajada. No parece claro qué podía atraer de Jesús, que comía con publicanos y pecadores, a alguien que mereciera el apodo de «legalista celoso»; sin embargo, el mismo Jesús que comía con publicanos y pecadores dijo que no caería ni una «iod» de la Ley. Sin duda que Jesús se supo atraer a todas las sensibilidades, a un recaudador de impuestos como Leví y a un celoso cumplidor como Simón, y a cada uno le enseñó, y le exigió -y le exige- renunciar a sus criterios exclusivistas para abrazar los criterios de inclusividad del Reino.
El apelativo «cananeo» podría corresponder al gentilicio de «nacido en Caná» (aldea que conocemos por las bodas narradas por Juan), sin embargo podría ser también -y en general la crítica actual toma este partido- la forma aramea original (qan'ana) del nombre «zelote», que es griego y que, por tanto, no es la forma original del apelativo.
Por lo demás a Simón a no se le atribuye ninguna anécdota dentro de los evangelios; es uno de los Doce, y sólo lo podemos imaginar actuando como coro, ya que cuanto se habla de Simón en el NT se refiere a Simón Pedro. No sabemos, por tanto, tampoco cómo continuó el curso de su vida ni cómo murió, más allá de la suposición general de que los Doce sufrieron la misma suerte martirial que el Maestro.
A partir de esta falta de datos, la imaginación ha hecho el resto, y lo ha hecho así: -Puesto que se dice de él que es «de Santiago», algunos lo identifican como «hermano de Santiago» y no -como es más natural- como «hijo de [algún] Santiago», por lo tanto deducen que tiene que ser el Simón que es pariente de Jesús, según Mt 13,55 (y paralelos). Como al Santiago pariente del Señor la tradición posterior lo ha identificado (también sin demasiada base) con uno de los Santiago Apóstol (el llamado menor), entonces Simón resultaría ser, según cuenta Hegesipo en el siglo II, el sucesor de Santiago el Menor como obispo de Jerusalén, hasta el 107, cuando sufrió el martirio en Pella.
-También se lo ha identificado con Natanael de Caná y ¡con el maestresala de las Bodas de Caná!, apoyadas estas identificaciones en la solidísima base del supuesto gentilicio «cananeo».
-en Armenia se lo identifica como apóstol de los armenios, y habría sufrido allí el martirio.
-San Fortunato de Poitiers transmite que evangelizó Persia con Judas Tadeo, y sufrió allí el martirio y fue enterrado, aunque otras tradiciones sitúan la tumba en el Cáucaso...
Los atributos del apóstol en la iconografía son variables: hasta el siglo XIII, pero retomado en el XVI, suele estar representado con un rollo o libro, sin símbolos de martirio, mientras que en los siglos intermedios a los mencionados aparece con distintos atributos martiriales, acorde con las mil leyendas sobre su muerte (serrado en dos, decapitado, etc).
En cuanto a Judas Tadeo, poco más de lo mismo: le cupo la escasa suerte de llamarse con un nombre precioso en la tradición bíblica («el judío», que es lo que significa Judas), pero lamentablemente infamante para los cristianos, por el otro Judas, el traidor; con una mano en el corazón, por mucha devoción que se le tenga a Judas Tadeo, ¿quién le pondría a su hijo de nombre Judas?
Tadeo (Thaddaios) es un apelativo, cuyo significado quedó incierto para nosotros; algunos lo hacen significar «de pecho amplio», es decir, «magnánimo». A este Judas se le atribuye una única intervención individual en el Evangelio, en Juan 14,22: «Le dice Judas -no el Iscariote-: 'Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?' "Lo que mereció de Jesús esa hermosa respuesta: "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.»
A Judas Tadeo se le atribuye una epístola muy breve -apenas 25 versículos- del NT, la llamada, precisamente, Epístola de San Judas, última del grupo de las siete «católicas» (es decir, sin destinatario conocido, y por tanto universales). La epístola depende estrechamente del libro apócrifo de Henoc, y a su vez es citada casi literalmente por Pedro ; es sin duda una epístola-puente en un problema que acució a la primera iglesia: ¿por qué Jesús, que dijo que volvía enseguida, se retrasa? El hecho de que subyaga precisamente esta pregunta, junto a otros datos de crítica interna del texto hacen casi seguro afirmar hoy que la epístola es escasísimamente probable que provenga de mano directa de uno de los apóstoles.
Las tradiciones posteriores hacen de Tadeo el evangelizador de Mesopotamia o de Libia, y sufrido el martirio, su cuerpo estaría, junto con Simón Zelote, en Persia, según la tradición ya mencionada de Fortunato de Poitiers. En la iconografía tradicional se lo representa con una alabarda o lanza, dato que proviene de algunas leyendas sobre su martirio. Debe señalarse que no todos los autores están de acuerdo con que Judas «no el Iscariote» y Judas «Tadeo» sean la misma persona, en cuyo caso lo poco que afirmábamos antes, se reduce a mucho menos. Es el patrono de las «causas perdidas», dentro de las cuales se encuentran los intentos por conocerlo históricamente un poco mejor...