miércoles, 12 de junio de 2024
EVANGELIO - 13 de Junio - San Mateo 5,20-26.
Primer Libro de los Reyes 18,41-46.
Elías dijo a Ajab: "Sube a comer y a beber, porque ya se percibe el ruido de la lluvia".
Ajab subió a comer y a beber, mientras Elías subía a la cumbre del Carmelo. Allí se postró en tierra, con el rostro entre las rodillas.
Y dijo a su servidor: "Sube y mira hacia el mar". El subió, miró y dijo: "No hay nada". Elías añadió: "Vuelve a hacerlo siete veces".
La séptima vez, el servidor dijo: "Se eleva del mar una nube, pequeña como la palma de una mano". Elías dijo: "Ve a decir a Ajab: Engancha el carro y baja, para que la lluvia no te lo impida".
El cielo se oscureció cada vez más por las nubes y el viento, y empezó a llover copiosamente. Ajab subió a su carro y partió para Izreel.
La mano del Señor se posó sobre Elías; él se ató el cinturón y corrió delante de Ajab hasta la entrada de Izreel.
Salmo 65(64),10abcd.10e-11.12-13.
Visitas la tierra, la haces fértil
y la colmas de riquezas;
los canales de Dios desbordan de agua,
y así preparas sus trigales.
Riegas los surcos de la tierra,
emparejas sus terrones;
la ablandas con aguaceros
y bendices sus brotes.
Tú coronas el año con tus bienes,
y a tu paso rebosa la abundancia;
rebosan los pastos del desierto
y las colinas se ciñen de alegría.
Evangelio según San Mateo 5,20-26.
Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal.
Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Palabra del Señor
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 13 de Junio - “Si te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti...”
“Si te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti...”
“Dios haces salir el sol sobre buenos y malos, hace llover sobre justos e injustos” (Mt 5,45) Dios muestra su paciencia; no manifiesta todavía todo su poder. Tú también... renuncia a la provocación, no aumentes el malestar a los ojos hinchados. ¿Eres amigo de la paz? ¡Mantente tranquilo dentro de ti!...¡Deja de lado las querellas y vuélvete a la oración! No te pongas a discutir con nadie, ni siquiera sobre nuestra fe con el blasfema. No respondas a la injuria injuriando, sino ora por esta persona.
Querrías hablarle contra él mismo: habla más bien a Dios de él. No digo que te calles: escoge el lugar que conviene y mira a Aquel a quien hablas, en silencio, por un grito salido del corazón. Allí donde tu adversario no te ve, sé bueno para con él. A esta adversario de la paz, a este amigo de la disputa, responde, tú, amigo de paz. “¡Di todo lo que quieras, sea la que fuere tu enemistad, eres mi hermano!”
“Ya puedes odiarme y rechazarme, eres mi hermano. Reconoce en ti el signo de mi Padre. Esta es la palabra de nuestro Padre. Hermano, tú que buscas la querella, eres mi hermano, porque tú dices igual que yo: “Padrenuestro que estás en el cielo.” Nuestro lenguaje es el mismo, ¿porqué no nos unimos como el lenguaje que es uno? Te ruego, reconoce lo que tú dices conmigo y rechaza lo que haces contra mí... No tenemos más que una voz delante del Padre. ¿Porqué no vamos a tener una sola paz juntos?
SANTORAL - SAN ANTONIO DE PADUA
13 de Junio
Memoria de San Antonio, presbítero y doctor de la Iglesia, que, nacido en Portugal, primero fue canónigo regular y después entró en la Orden recién fundada de los Hermanos Menores, para propagar la fe entre los pueblos de África, pero se dedicó a predicar por Italia y Francia, donde atrajo a muchos a la verdadera fe. Escribió sermones notables por su doctrina y estilo, y por mandato de san Francisco enseñó teología a los hermanos, hasta que en Padua descansó en el Señor. A pesar de que Antonio era de nacionalidad portuguesa y había nacido en Lisboa, adquirió el apellido por el que lo conoce el mundo, de la ciudad italiana de Padua, donde vivió hasta su muerte y donde todavía se veneran sus reliquias.
Vino al mundo en 1195 y en la pila bautismal se le llamó Fernando, nombre éste que cambió por el de Antonio al ingresar en la Orden de Frailes Menores, por devoción al gran patriarca de los monjes y patrono titular de la capilla en que recibió el hábito franciscano. Sus padres, jóvenes miembros de la nobleza de Portugal, dejaron que los clérigos de la Catedral de Lisboa se encargaran de impartir los primeros conocimientos al niño, pero cuando éste llegó a la edad de quince años, fue puesto al cuidado de los canónigos regulares de San Agustín, que tenían su casa cerca de la ciudad. Dos años después, obtuvo permiso para ser trasladado al priorato de Coimbra, por entonces capital de Portugal, a fin de evitar las distracciones que le causaban las constantes visitas de sus amistades. Una vez en Coimbra, se dedicó por entero a la plegaria y el estudio; gracias a su extraordinaria memoria retentiva, llegó a adquirir, en poco tiempo, los más amplios conocimientos sobre la Biblia. En el año de 1220, el rey Don Pedro de Portugal regresó de una expedición a Marruecos y trajo consigo las reliquias de los santos frailes franciscanos que, poco tiempo antes, habían obtenido allá un glorioso martirio. Fernando, que por entonces había pasado ocho años en Coimbra, se sintió profundamente conmovido a la vista de aquellos despojos y, al mismo tiempo, nació en lo íntimo de su corazón el anhelo de dar la vida por Cristo. Comprendió al punto que, como canónigo regular, nunca llegaría a realizar su aspiración y, desde aquel momento, buscó ansiosamente una oportunidad de poner en práctica sus deseos. La ocasión se presentó poco después, cuando algunos frailes franciscanos llegaron a hospedarse en el convento de la Santa Cruz, donde estaba Fernando; éste les abrió su corazón y fue tan empeñosa su insistencia, que a principios de 1221, se le admitió en la orden.
Casi inmediatamente después, se le autorizó para embarcar hacia Marruecos a fin de predicar el Evangelio a los moros. Pero no bien llegó a aquellas tierras donde pensaba conquistar la gloria, cuando fue atacado por una grave enfermedad que le dejó postrado e incapacitado durante varios meses y, a fin de cuentas, fue necesario devolverlo a Europa. La nave en que se embarcó, empujada por vientos contrarios, se desvió de la ruta y Fray Antonio se encontró en Messina, la capital de Sicilia. Con grandes penalidades, viajó desde la isla a la ciudad de Asís donde, según le habían informado sus hermanos en Sicilia, iba a llevarse a cabo un capítulo general. Aquella fue la gran asamblea de 1221, el último de los capítulos que admitió la participación de todos los miembros de la orden; estuvo presidido por el hermano Elías como vicario general y san Francisco, sentado a sus pies, estaba presente. Indudablemente que aquella reunión impresionó hondamente al joven fraile portugués.
Tras la clausura, los hermanos regresaron a los puestos que se les habían señalado, y Antonio fue a hacerse cargo de la solitaria ermita de San Paolo, cerca de Forli. Hasta ahora se discute el punto de si, por aquel entonces, Antonio era o no era sacerdote; pero lo positivo es que nadie ha puesto en tela de juicio los extraordinarios dones intelectuales y espirituales del joven y enfermizo fraile que nunca hablaba de sí mismo. Cuando no se le veía entregado a la oración en la capilla o en la cueva donde vivía, estaba al servicio de los otros frailes, ocupado sobre todo en la limpieza de los platos y cacharros, después del almuerzo comunal.
Mas no estaban destinadas a permanecer ocultas las claras luces de su intelecto. Sucedió que al celebrarse una ordenación en Forli, los candidatos franciscanos y dominicos se reunieron en el convento de los Frailes Menores de aquella ciudad. Seguramente a causa de algún malentendido, ninguno de los dominicos había acudido ya preparado a pronunciar la acostumbrada locución durante la ceremonia y, como ninguno de los franciscanos se sentía capaz de llenar la brecha, se ordenó a san Antonio, ahí presente, que fuese a hablar y que dijese lo que el Espíritu Santo le inspirara. El joven obedeció sin chistar y, desde que abrió la boca hasta que terminó su improvisado discurso, todos los presentes le escucharon como arrobados, embargados por la emoción y por el asombro, a causa de la elocuencia, el fervor y la sabiduría de que hizo gala el orador. En cuanto el ministro provincial tuvo noticias sobre los talentos desplegados por el joven fraile portugués, lo mandó llamar a su solitaria ermita y lo envió a predicar en varias partes de la Romagna, una región que, por entonces, abarcaba toda la Lombardía.
En un momento, Antonio pasó de la oscuridad a la luz de la fama y obtuvo, sobre todo, resonantes éxitos en la conversión de los herejes, que abundaban en el norte de Italia, y que, en muchos casos, eran hombres de cierta posición y educación, a los que se podía llegar con argumentos razonables y ejemplos tomados de las Sagradas Escrituras. Además de la misión de predicador, se le dio el cargo de lector en teología entre sus hermanos. Aquella fue la primera vez que un miembro de la Orden Franciscana cumplía con aquella función. En una carta que, por lo general, se considera como perteneciente a san Francisco, se confirma este nombramiento con las siguientes palabras: «Al muy amado hermano Antonio, el hermano Francisco le saluda en Jesucristo. Me complace en extremo que seas tú el que lea la sagrada teología a los frailes, siempre que esos estudios no afecten al santo espíritu de plegaria y devoción que está de acuerdo con nuestra regla». Sin embargo, se advirtió cada vez con mayor claridad que, la verdadera misión del hermano Antonio estaba en el púlpito. Por cierto que poseía todas las cualidades del predicador: ciencia, elocuencia, un gran poder de persuasión, un ardiente celo por el bien de las almas y una voz sonora y bien timbrada que llegaba muy lejos. Por otra parte, se afirmaba que estaba dotado con el poder de obrar milagros y, a pesar de que era de corta estatura y con cierta inclinación a la corpulencia, poseía una personalidad extraordinariamente atractiva, casi magnética. A veces, bastaba su presencia para que los pecadores cayesen de rodillas a sus pies; parecía que de su persona irradiaba la santidad. A donde quiera que iba, las gentes le seguían en tropel para escucharle, y con eso había para que los criminales empedernidos, los indiferentes y los herejes, pidiesen confesión. Las gentes cerraban sus tiendas, oficinas y talleres para asistir a sus sermones; muchas veces sucedió que algunas mujeres salieron antes del alba o permanecieron toda la noche en la iglesia, para conseguir un lugar cerca del púlpito. Con frecuencia, las iglesias eran insuficientes para contener a los enormes auditorios y, para que nadie dejara de oírle, a menudo predicaba en las plazas públicas y en los mercados.
Poco después de la muerte de san Francisco, el hermano Antonio fue llamado, probablemente con la intención de nombrarle ministro provincial de la Emilia o la Romagna. En relación con la actitud que asumió el santo en las disensiones que surgieron en el seno de la orden, los modernos historiadores no dan crédito a la leyenda de que fue Antonio quien encabezó el movimiento de oposición al hermano Elías y a cualquier desviación de la regla original; esos historiadores señalan que el propio puesto de lector en teología, creado para él, era ya una innovación. Más bien parece que, en aquella ocasión, el santo actuó como un enviado del capítulo general del 1226 ante el Papa, Gregorio IX, para exponerle las cuestiones que hubiesen surgido, a fin de que el Pontífice manifestara su decisión. En aquella oportunidad, Antonio obtuvo del Papa la autorización para dejar su puesto de lector y dedicarse exclusivamente a la predicación. El Pontífice tenía una elevada opinión sobre el hermano Antonio, a quien cierta vez llamó «el Arca de los Testamentos», por los extraordinarios conocimientos que tenía de las Sagradas Escrituras.
Desde aquel momento, el lugar de residencia de San Antonio fue Padua, una ciudad donde anteriormente había trabajado, donde todos le amaban y veneraban y donde, en mayor grado que en cualquier otra parte, tuvo el privilegio de ver los abundantísimos frutos de su ministerio. Porque no solamente escuchaban sus sermones multitudes enormes, sino que éstos obtuvieron una muy amplia y general reforma de conducta. Las ancestrales disputas familiares se arreglaron definitivamente, los prisioneros quedaron en libertad y muchos de los que habían obtenido ganancias ilícitas las restituyeron, a veces en público, dejando títulos y dineros a los pies de san Antonio, para que éste los devolviera a sus legítimos dueños. Para beneficio de los pobres, denunció y combatió el muy ampliamente practicado vicio de la usura y luchó para que las autoridades aprobasen la ley que eximía de la pena de prisión a los deudores que se manifestasen dispuestos a desprenderse de sus posesiones para pagar a sus acreedores. Se dice que también se enfrentó abiertamente con el violento duque Eccelino para exigirle que dejase en libertad a ciertos ciudadanos de Verona que el duque había encarcelado. A pesar de que no consiguió realizar sus propósitos en favor de los presos, su actitud nos demuestra el respeto y la veneración de que gozaba, ya que se afirma que el duque le escuchó con paciencia y se le permitió partir, sin que nadie le molestara.
Después de predicar una serie de sermones durante la primavera de 1231, la salud de san Antonio comenzó a resentirse y se retiró a descansar, con otros dos frailes, a los bosques de Camposampiero. Bien pronto se dio cuenta de que sus días estaban contados y entonces pidió que le llevasen a Padua. No llegó vivo más que a los aledaños de la ciudad. El 13 de junio de 1231, en la habitación particular del capellán de las Clarisas Pobres de Arcella recibió los últimos sacramentos y pasó a recibir su recompensa en la vida eterna. Al morir tenía tan sólo treinta y cinco años de edad. Durante sus funerales se produjeron extraordinarias demostraciones de la honda veneración que se le tenía. Los paduanos han considerado siempre sus reliquias como el tesoro más preciado. San Antonio fue canonizado antes de que hubiese transcurrido un año desde su muerte; en esa ocasión, el Papa Gregorio IX pronunció la antífona «O doctor optime» en su honor y, de esta manera, se anticipó en siete siglos a la fecha del año 1946, cuando el Papa Pío XII declaró a san Antonio «Doctor de la Iglesia».
En este relato tan suscinto ha sido imposible describir o discutir algunos de los muchos milagros atribuidos al santo; pero ya sea que los hiciera o no, durante su vida en este mundo, lo que verdaderamente le ha otorgado el título de "milagroso san Antonio" es la interminable lista de favores y beneficios que ha obtenido del cielo para sus devotos, desde el momento de su muerte. Por regla general, a partir del siglo XVII, se ha representado a san Antonio con el Niño Jesús en los brazos; ello se debe a un suceso que tuvo mucha difusión y que ocurrió cuando san Antonio estaba de visita en la casa de un amigo. En un momento dado, éste se asomó por la ventana y vio al santo que contemplaba, arrobado, a un niño hermosísimo y resplandeciente que sostenía en sus brazos. En las representaciones anteriores al siglo XVII aparece san Antonio sin otro distintivo que un libro, símbolo de su sabiduría respecto a las Sagradas Escrituras. En ocasiones se le representó con un lirio en las manos y también junto a una mula que, según la leyenda, se arrodilló ante el Santísimo Sacramento que mostraba el santo; la actitud de la mula fue el motivo para que su dueño, un campesino escéptico, creyese en la presencia real. San Antonio es el patrón de los pobres y, ciertas limosnas especiales que se dan para obtener su intercesión se llaman «pan de san Antonio»; esta tradición comenzó a practicarse en 1890. No hay ninguna explicación satisfactoria sobre el motivo por el que se le invoca para encontrar los objetos perdidos, pero es muy posible que esa devoción esté relacionada con un suceso que se relata entre los milagros, en la "Chronica XXIV Generalium" (No. 21): un novicio huyó del convento y se llevó un valioso salterio que utilizaba san Antonio; el santo oró para que fuese recuperado su libro y, al instante, el novicio fugitivo se vio ante una aparición terrible y amenazante que le obligó a regresar al convento y devolver el libro.
Oremos
Acordaos ¡oh, glorioso San Antonio! amigo del Niño Jesús e hijo querido de María Inmaculada, que jamás se oyó decir que alguno de cuantos han recurrido a vos, implorando vuestra protección, haya sido abandonado. Animado de igual confianza, vengo a vos, ¡oh fiel consolador de los afligidos! y gimiendo bajo el peso de mis pecados me postro a vuestros pies y pecador como soy me atrevo a comparecer delante de vos. No desechéis, pues, mis súplicas, vos que sois tan poderosos cerca del Corazón de Jesús, antes bien, escuchadla favorablemente y dignaos acceder a ella. Amén.
martes, 11 de junio de 2024
EVANGELIO - 12 de Junio - San Mateo 5,17-19.
Ajab mandó buscar a todos los israelitas y reunió a los profetas sobre el monte Carmelo.
Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: "¿Hasta cuándo van a andar rengueando de las dos piernas? Si el Señor es Dios, síganlo; si es Baal, síganlo a él". Pero el pueblo no le respondió ni una palabra.
Luego Elías dijo al pueblo: "Como profeta del Señor, he quedado yo solo, mientras que los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta.
Traigamos dos novillos; que ellos se elijan uno, que lo despedacen y lo pongan sobre la leña, pero sin prender fuego. Yo haré lo mismo con el otro novillo: lo pondré sobre la leña y tampoco prenderé fuego.
Ustedes invocarán el nombre de su dios y yo invocaré el nombre del Señor: el dios que responda enviando fuego, ese es Dios". Todo el pueblo respondió diciendo: "¡Está bien!".
Elías dijo a los profetas de Baal: "Elíjanse un novillo y prepárenlo ustedes primero, ya que son los más numerosos; luego invoquen el nombre de su dios, pero no prendan fuego".
Ellos tomaron el novillo que se les había dado, lo prepararon e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: "¡Respóndenos, Baal!". Pero no se oyó ninguna voz ni nadie que respondiera. Mientras tanto, danzaban junto al altar que habían hecho.
Al mediodía, Elías empezó a burlarse de ellos, diciendo: "¡Griten bien fuerte, porque es un dios! Pero estará ocupado, o ausente, o se habrá ido de viaje. A lo mejor está dormido y se despierta".
Ellos gritaron a voz en cuello y, según su costumbre, se hacían incisiones con cuchillos y punzones, hasta chorrear sangre.
Y una vez pasado el mediodía, se entregaron al delirio profético hasta la hora en que se ofrece la oblación. Pero no se oyó ninguna voz, ni hubo nadie que respondiera o prestara atención.
Entonces Elías dijo a todo el pueblo: "¡Acérquense a mí!". Todo el pueblo se acercó a él, y él restauró el altar del Señor que había sido demolido: tomó doce piedras, conforme al número de los hijos de Jacob, a quien el Señor había dirigido su palabra, diciéndole: "Te llamarás Israel", y con esas piedras erigió un altar al nombre del Señor. Alrededor del altar hizo una zanja, como un surco para dos medidas de semilla.
Luego dispuso la leña, despedazó el novillo y lo colocó sobre la leña.
Después dijo: "Llenen de agua cuatro cántaros y derrámenla sobre el holocausto y sobre la leña". Así lo hicieron. El añadió: "Otra vez". Lo hicieron por segunda vez, y él insistió: "Una vez más". Lo hicieron por tercera vez.
El agua corrió alrededor del altar, y hasta la zanja se llenó de agua.
A la hora en que se ofrece la oblación, el profeta Elías se adelantó y dijo: "¡Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel! Que hoy se sepa que tú eres Dios en Israel, que yo soy tu servidor y que por orden tuya hice todas estas cosas.
Respóndeme, Señor, respóndeme, para que este pueblo reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que eres tú el que les ha cambiado el corazón".
Entonces cayó el fuego del Señor: Abrazó el holocausto, la leña, las piedras y la tierra, y secó el agua de la zanja.
Al ver esto, todo el pueblo cayó con el rostro en tierra y dijo: "¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!".
Salmo 16(15),1-2a.4.5.8.11.
Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: "¿Hasta cuándo van a andar rengueando de las dos piernas? Si el Señor es Dios, síganlo; si es Baal, síganlo a él". Pero el pueblo no le respondió ni una palabra.
Luego Elías dijo al pueblo: "Como profeta del Señor, he quedado yo solo, mientras que los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta.
Traigamos dos novillos; que ellos se elijan uno, que lo despedacen y lo pongan sobre la leña, pero sin prender fuego. Yo haré lo mismo con el otro novillo: lo pondré sobre la leña y tampoco prenderé fuego.
Ustedes invocarán el nombre de su dios y yo invocaré el nombre del Señor: el dios que responda enviando fuego, ese es Dios". Todo el pueblo respondió diciendo: "¡Está bien!".
Elías dijo a los profetas de Baal: "Elíjanse un novillo y prepárenlo ustedes primero, ya que son los más numerosos; luego invoquen el nombre de su dios, pero no prendan fuego".
Ellos tomaron el novillo que se les había dado, lo prepararon e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: "¡Respóndenos, Baal!". Pero no se oyó ninguna voz ni nadie que respondiera. Mientras tanto, danzaban junto al altar que habían hecho.
Al mediodía, Elías empezó a burlarse de ellos, diciendo: "¡Griten bien fuerte, porque es un dios! Pero estará ocupado, o ausente, o se habrá ido de viaje. A lo mejor está dormido y se despierta".
Ellos gritaron a voz en cuello y, según su costumbre, se hacían incisiones con cuchillos y punzones, hasta chorrear sangre.
Y una vez pasado el mediodía, se entregaron al delirio profético hasta la hora en que se ofrece la oblación. Pero no se oyó ninguna voz, ni hubo nadie que respondiera o prestara atención.
Entonces Elías dijo a todo el pueblo: "¡Acérquense a mí!". Todo el pueblo se acercó a él, y él restauró el altar del Señor que había sido demolido: tomó doce piedras, conforme al número de los hijos de Jacob, a quien el Señor había dirigido su palabra, diciéndole: "Te llamarás Israel", y con esas piedras erigió un altar al nombre del Señor. Alrededor del altar hizo una zanja, como un surco para dos medidas de semilla.
Luego dispuso la leña, despedazó el novillo y lo colocó sobre la leña.
Después dijo: "Llenen de agua cuatro cántaros y derrámenla sobre el holocausto y sobre la leña". Así lo hicieron. El añadió: "Otra vez". Lo hicieron por segunda vez, y él insistió: "Una vez más". Lo hicieron por tercera vez.
El agua corrió alrededor del altar, y hasta la zanja se llenó de agua.
A la hora en que se ofrece la oblación, el profeta Elías se adelantó y dijo: "¡Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel! Que hoy se sepa que tú eres Dios en Israel, que yo soy tu servidor y que por orden tuya hice todas estas cosas.
Respóndeme, Señor, respóndeme, para que este pueblo reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que eres tú el que les ha cambiado el corazón".
Entonces cayó el fuego del Señor: Abrazó el holocausto, la leña, las piedras y la tierra, y secó el agua de la zanja.
Al ver esto, todo el pueblo cayó con el rostro en tierra y dijo: "¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!".
Salmo 16(15),1-2a.4.5.8.11.
Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor:
Multiplican sus ídolos y corren tras ellos,
pero yo no les ofreceré libaciones de sangre,
ni mis labios pronunciarán sus nombres.
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!
Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor:
Multiplican sus ídolos y corren tras ellos,
pero yo no les ofreceré libaciones de sangre,
ni mis labios pronunciarán sus nombres.
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!
Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha.
Evangelio según San Mateo 5,17-19.
Evangelio según San Mateo 5,17-19.
Jesús dijo a sus discípulos: «No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»
Palabra del Señor
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 12 de Junio - «He venido a dar cumplimiento»
«He venido a dar cumplimiento»
«Jesús subió a un monte; se le acercaron sus discípulos y les dijo: Antes pasarán el cielo y la tierra que falte una jota o una tilde de la Ley hasta que todo se cumpla.» El deseo de Dios de que cumplamos sus mandamientos es muy grande...
Un mandato, por suave que sea, se convierte en duro cuando lo impone un corazón tirano y cruel, pero se hace fácil cuando es el amor quien lo ordena...
Hay muchos que guardan los mandamientos como quien traga un medicamento, más por miedo a condenarse que por el gozo de vivir dando gusto al Salvador. Pero lo mismo que hay personas que por agradable que sea un medicamento lo toman con disgusto solamente por el nombre que tiene de medicamento, también hay almas que sienten horror a hacer lo que se les manda, únicamente por el hecho de que se les mande hacerlas.
Por el contrario, los corazones amantes aman los mandamientos y cuanto más difíciles, más dulces y agradables los encuentran porque complacen más al Amado y le dan más honor... El amante encuentra tanta suavidad en cumplirlos, que en nada encuentra más aliento que en la cruz, en la mortificación...
La ley del Salvador es una carga que alivia, que da descanso, que recrea los corazones que aman a su divina Majestad... Un trabajo, cuando va mezclado al santo amor, es más agradable al gusto que si fuera una pura dulzura.
El amor divino nos hace así conformes con la voluntad de Dios y nos hace observar exactamente sus mandamientos de modo que coinciden absolutamente con nuestros deseos. Convierte en nosotros esa necesidad de obedecer, que la ley nos impone en virtud de dilección, y torna en deleite toda dificultad.
SANTORAL - BEATA MERCEDES DE JESÚS MOLINA Y AYALA
12 de Junio
No se parecían en nada. María tenía criterios mundanos que la beata terminaría por no compartir, aunque durante un corto periodo de tiempo, en cierto modo se dejó llevar de sus costumbres. Aquélla era singularmente rumbosa y agasajaba a sus muchos amigos, y a Mercedes le atraían lujo y comodidades. Huérfana, adinerada y de buen parecer, fue cortejada por un insistente caballero que logró arrancarle su consentimiento. Pero no estaba convencida. Dos caminos opuestos rondaban su mente, aunque el matrimonio no lograba imponerse al ardoroso afán de entrega a Dios que brotaba de su interior. Mientras determinaba qué hacer, en la espléndida hacienda de su hermana practicando equitación tuvo una caída y se fracturó el brazo. En la convalecencia leyó la biografía de Mariana de Jesús. Y reparando de otro modo en la presencia del crucifijo que heredó de sus padres, y que tenía junto a la cama, quedó profundamente conmovida. Una noche sintió que era invitada a ofrecerse a sí misma a Dios, y canceló el compromiso. Tomó el hábito mercedario introduciendo en su vida la oración, la mortificación, el ayuno y obras de caridad. Era el inicio de un irreversible itinerario espiritual. En 1850 conoció a los jesuitas que acababan de instalarse en la ciudad. El P. Luis Segura fue su confesor. A partir de entonces intensificó notablemente sus penitencias. Gran parte del día estaba dedicado a la oración, y las escasas horas restantes las destinaba a asistir a misa, rezar el rosario y trabajar en algunas manualidades. Imitando a Mariana de Jesús adoptó para sí disciplinas extremas, sin temor a castigar su cuerpo. Su confesor el P. Carbó se percató del estrago físico que acarreaban para ella, y decidió autorizarlas con carácter puntual. Más adelante, otro confesor le permitió seguir realizándolas, y su salud empeoró. El año 1862 marcó el inicio de experiencias místicas: éxtasis diversos con frecuente pérdida de los sentidos que, en ocasiones, se producían a la vista de los demás. Por esta época a través de un rosal en flor entendió que Dios le anunciaba la fundación de un colegio religioso. Amaba tanto a Jesús que quiso llevarlo junto a su nombre, y como Mercedes de Jesús sería conocida para siempre.
Vivía cerca de la catedral y recorría la distancia entre su casa y el tempo yendo de rodillas. Lo hacía tratando de ser discreta, eligiendo las claras del día. Sin embargo este gesto no pasó desapercibido para el vecindario, y suscitó numerosos comentarios que la dejaron malparada. Entre otros calificativos fue tildada de beata, apreciación que en 1863 se extendió por Guayaquil. Ese año conoció al P. Millán, que tenía fama de santo; fue su confesor y le puso en contacto con Narcisa de Jesús Martillo Morán, canonizada por Benedicto XVI en 2008. Ambas llevaron caminos parejos en su amor a la cruz, mortificaciones y penitencias. El domicilio de Mercedes, conocido por la gente como «casa de las beatas», estaba en boca de todos, aunque las habladurías pasaron por su lado sin perturbarla. Cuando enfermó el P. Millán, eligió como confesor al P. Bovo. Le dio gran parte de su herencia para la construcción de la iglesia de San José, y el resto lo repartió entre los necesitados.
Profesó y eligió un hábito negro que vistió hasta el fin de sus días. Dejó a su hermana María, que llevaba una vida poco recomendable, y se trasladó a un orfanato impulsado por su tía ayudándola en su generosa labor. En 1870 acompañó al P. Bovo a Gualaquiza. Y allí evangelizó a los indios aborígenes (jíbaros); hizo de enfermera y profesora. Maduró la idea de poner en marcha una congregación dedicada a la enseñanza de las niñas, pero hubo una epidemia de viruela y regresó a Cuenca. En 1872 fundó el «Beaterio Mariana de Jesús», un orfanato para niñas pobres. Al año siguiente se trasladó a Riobamba decidida a emprender la fundación de las «Marianitas».
Un jesuita se opuso frontalmente, pero firme en lo que entendía era voluntad divina, en "estación seca y estación lluviosa que se llaman verano invierno" instituyó la obra junto a tres amigas. El obispo Ordóñez, que dio su visto bueno, se sentía cofundador, y juzgó que no era apta para dirigir la Orden, de modo que se la encomendó a otra religiosa y a ella la relegó. Con todo fue maestra de novicias, asistenta, directora de huérfanas, enfermera y portera, siempre con signos heroicos de su amor. Envejecida prematuramente por disciplinas y sufrimientos, murió el 12 de junio de 1883. Juan Pablo II la beatificó el 1 de febrero de 1985. Es conocida como «La rosa del Guayas».
Oremos
Por intercesión de la Beata Mercedes de Jesús pido al Padre bueno y misericordioso que se irradie su bondad, especialmente en los más pobres y necesitados, para que todos juntos en el banquete de la reconciliación y de la comunión fraterna podamos de veras cantar, como en este día: «Gustad y ved qué bueno es el Señor».
lunes, 10 de junio de 2024
EVANGELIO - 11 de Junio - San Mateo 10,7-13
En aquellos días, muchos creyeron y se convirtieron.
Al enterarse de esto, la Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía.
Cuando llegó y vio la gracia que Dios les había concedido, él se alegró mucho y exhortaba a todos a permanecer fieles al Señor con un corazón firme.
Bernabé era un hombre bondadoso, lleno del Espíritu Santo y de mucha fe. Y una gran multitud adhirió al Señor.
Entonces partió hacia Tarso en busca de Saulo, y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Ambos vivieron todo un año en esa Iglesia y enseñaron a mucha gente. Y fue en Antioquía, donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de "cristianos".
En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo.
Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: "Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado".
Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
Salmo 98(97),1.2-3ab.3c-4.5-6.
Al enterarse de esto, la Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía.
Cuando llegó y vio la gracia que Dios les había concedido, él se alegró mucho y exhortaba a todos a permanecer fieles al Señor con un corazón firme.
Bernabé era un hombre bondadoso, lleno del Espíritu Santo y de mucha fe. Y una gran multitud adhirió al Señor.
Entonces partió hacia Tarso en busca de Saulo, y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Ambos vivieron todo un año en esa Iglesia y enseñaron a mucha gente. Y fue en Antioquía, donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de "cristianos".
En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo.
Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: "Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado".
Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
Salmo 98(97),1.2-3ab.3c-4.5-6.
Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.
El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.
Canten al Señor con el arpa
y al son de instrumentos musicales;
con clarines y sonidos de trompeta
aclamen al Señor, que es Rey.
Evangelio según San Mateo 10,7-13.
Jesús dijo a sus apóstoles: por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.
Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente."
No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir.
Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella.
Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.
Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente."
No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir.
Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella.
Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.
Palabra del Señor
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