viernes, 29 de enero de 2021

EVANGELIO - 30 de Enero - San Marcos 4,35-41.

 

    Carta a los Hebreos 11,1-2.8-19.

    Hermanos: La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven.
    Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación.
    Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba.
    Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa.
    Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
    También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía.
    Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar.
    Todos ellos murieron en la fe, sin alcanzar el cumplimiento de las promesas: las vieron y las saludaron de lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos en la tierra.
    Los que hablan así demuestran claramente que buscan una patria; y si hubieran pensado en aquella de la que habían salido, habrían tenido oportunidad de regresar.
    Pero aspiraban a una patria mejor, nada menos que la celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de llamarse "su Dios" y, de hecho, les ha preparado una Ciudad.
    Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas, a aquel de quien se había anunciado: De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre.
    Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.


Evangelio según San Lucas 1,69-70.71-72.73-75.

Nos ha dado un poderoso Salvador
en la casa de David, su servidor,
como lo había anunciado mucho tiempo antes
por boca de sus santos profetas.

Para salvarnos de nuestros enemigos
y de las manos de todos los que nos odian.
Así tuvo misericordia de nuestros padres
y se acordó de su santa Alianza,

Se acordó del juramento que hizo a nuestro padre Abraham
de concedernos que, libres de temor,
arrancados de las manos de nuestros enemigos,
lo sirvamos en santidad y justicia
bajo su mirada, durante toda nuestra vida.


    Evangelio según San Marcos 4,35-41.

    Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla".
    Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.
    Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.
    Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.
    Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
    Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?".
    Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 30 de Enero - "El viento cesó y vino una gran calma"


       San Agustín (354-430) obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia Sermón 63

El viento cesó y vino una gran calma

    Tu corazón esta sacudido por las olas; el ultraje ha suscitado en ti el deseo de venganza. Y ya está: te has vengado..., y has naufragado. ¿Por qué? Porque Cristo se durmió en ti, es decir, tú te has olvidado de Cristo. Despierta, pues, a Cristo, acuérdate de Cristo, que Cristo se despierte en ti... ¿Te has olvidado de la palabra que dijo estando en la cruz: «Padre, perdónalos porque no saben lo que se hacen»? (Lc 23,34). El que se durmió en tu corazón rechazó vengarse. Despierta, acuérdate de Él. Su recuerdo es su palabra, es su mandamiento. Y cuando habrás desvelado a Cristo en ti, te dirás a ti mismo: «¿Qué clase de hombre soy yo para quererme vengar?... El que ha dicho: 'Dad y recibiréis; perdonad y seréis perdonados' (Lc 6,37) no me acogerá si me vengo. Así es que, reprimiré mi cólera, y mi corazón hallará el descanso». Cristo mandó al mar y el mar se calmó... Despierta a Cristo, deja que te hable. «¿Quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!» ¿Quién es este que hasta el mar le obedece? «Suyo es el mar porque él lo hizo» (Sl 94,5); «todo ha sido creado por él» (Jn 1,3). Será mejor que imites a los vientos y al mar: obedece a tu Creador. El mar escucha la orden de Cristo ¿y tu serás sordo? El mar obedece, el viento se calma, y ¿tú seguirás soplando?... Habla, actúa, urde maquinaciones, ¿no es esto soplar y rechazar calmarte al mandato de Cristo? Cuando tu corazón está turbado, no dejes que las olas te sumerjan. Y si, sin embargo, el viento nos derriba –porque no somos más que hombres- y excita las pasiones malas de nuestro corazón, no nos desesperemos. Desvelemos a Cristo, para poder seguir nuestro viaje sobre un mar calmado y llegar a la patria.

SANTORAL - SAN MUCIANO MARÍA VIAUX

 30 de Enero


     En Malonne, población de Bélgica, san Muciano María (Luis) Viaux, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que dedicó toda su vida, con constancia y generosidad, a la formación de los jóvenes.


    Luis Wiaux, tercero de seis hijos, nace el 20 de marzo de 1841 en Mellet, un pueblecito de Bélgica francófona en el que casi todo el mundo es católico practicante. Su padre es herrero, y su madre ayuda a llevar un café en una sala de la casa familiar. El lenguaje grosero no se tolera allí y las tardes de cerveza y de juego de cartas se terminan siempre con el rezo del rosario. Luis no tiene las capacidades físicas ni el gusto por el oficio de su padre; está convencido de que el Señor le llama a otro tipo de trabajo. Apenas ve a los Hermanos en una escuela vecina decide entrar en el Noviciado de Namur. Después de haber enseñado 2 años en clases elementales, es destinado al pensionado de Malonne, donde pasará los 58 próximos años.

    Al comienzo tiene dificultades para enfrentarse al mismo tiempo a las exigencias de la enseñanza y de la vigilancia. El Hermano encargado de los cursos de música y arte, que entonces eran una parte importante del programa, se presta a ayudarle. A partir de ese momento el Hermano Muciano es no solamente un enseñante eficaz en estas asignaturas, vigilante cuidadoso en los cursos escolares, catequista en la parroquia cercana, sino que tiene una extraordinaria influencia en los alumnos por su paciencia y su piedad evidente. Se sabe que pasa todo el tiempo que puede ante el tabernáculo o la gruta de Nuestra Señora.

    Entre los Hermanos, se comenta que no se le ha visto nunca transgredir el menor punto de la Regla de los Hermanos. Después de su muerte en Malonne, su fama se extiende por toda Bélgica y se le atribuyen numerosos milagros. Sus reliquias se veneran en Malonne, en el monumento construido en su honor después de su canonización. Falleció el 30 de enero de 1917, fue beatificado por SS Pablo VI en 1977, y canonizado por SS Juan Pablo II el 10 de diciembre de 1989.

jueves, 28 de enero de 2021

EVANGELIO - 29 de Enero - San Marcos 4,26-34


       Carta a los Hebreos 10,32-39.

    Hermanos: Recuerden los primeros tiempos: apenas habían sido iluminados y ya tuvieron que soportar un rudo y doloroso combate, unas veces expuestos públicamente a injurias y atropellos, y otras, solidarizándose con los que eran tratados de esa manera.
     Ustedes compartieron entonces los sufrimientos de los que estaban en la cárcel y aceptaron con alegría que los despojaran de sus bienes, sabiendo que tenían una riqueza mejor y permanente.
    No pierdan entonces la confianza, a la que está reservada una gran recompensa.
    Ustedes necesitan constancia para cumplir la voluntad de Dios y entrar en posesión de la promesa.
    Porque todavía falta un poco, muy poco tiempo, y el que debe venir vendrá sin tardar.
    El justo vivirá por la fe, pero si se vuelve atrás, dejaré de amarlo.
    Nosotros no somos de los que se vuelven atrás para su perdición, sino que vivimos en la fe para preservar nuestra alma.


Salmo 37(36),3-4.5-6.23-24.39-40.

Confía en el Señor y practica el bien;
habita en la tierra y vive tranquilo:
que el Señor sea tu único deleite,
y él colmará los deseos de tu corazón.

Encomienda tu suerte al Señor,
confía en él, y él hará su obra;
hará brillar tu justicia como el sol
y tu derecho, como la luz del mediodía.

El Señor asegura los pasos del hombre
en cuyo camino se complace:
aunque caiga no quedará postrado,
porque el Señor lo lleva de la mano.

La salvación de los justos viene del Señor,
él es su refugio en el momento del peligro;
el Señor los ayuda y los libera,
los salva porque confiaron en él.


    Evangelio según San Marcos 4,26-34.

    Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
    La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.
    Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".
    También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?
    Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".
    Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.
    No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 29 de Enero - "Dios vela sobre los que esperan"


San Claudio de la Colombière (1641-1682) jesuita Acto de confianza en Dios (Écrits spirituels, Christus n° 9, DDB, 1982), trad. sc©evangelizo.org

Dios vela sobre los que esperan

    Mi Dios, estoy tan persuadido que velas sobre los que en tí esperan, que nada nos puede faltar cuando esperamos todo de tí. Por eso he resuelto vivir en el futuro sin ninguna preocupación y descargar sobre tí todas mis inquietudes: "Me acuesto en paz y en seguida me duermo, porque sólo tú, Señor, aseguras mi descanso" (Sal 4,9). Los hombres pueden ser despojados de bienes y del honor, las enfermedades pueden sacarme las fuerzas y los medios para servirte, hasta puedo perder la gracia por el pecado. Pero jamás perderé mi esperanza. La conservaré hasta el último instante de mi vida. Todos los demonios harán en ese momento vanos esfuerzos para arrancármela, pero yo "me acuesto en paz y en seguida me duermo". Otros pueden esperar la felicidad de sus riquezas o de sus talentos. O se apoyan sobre la inocencia de sus vidas, el rigor de sus penitencias, la magnitud de su limosna o el fervor de sus oraciones. Pero "sólo tú, Señor, aseguras mi descanso". Señor, mi total Confianza, eres mi misma confianza. Esta confianza no engaña jamás. "¿Quién confió en el Señor y quedó confundido?" (Eclesiástico 2,11 Vg.)

SANTORAL - BEATA VILLANA DE BOTTIS

29 de Enero


    En Florencia, de la Toscana, beata Villana de Bottis, madre de familia, la cual, tras abandonar la vida mundana que llevaba, vistió el hábito de las Hermanas de la Orden de Penitencia de Santo Domingo y se distinguió por su asidua meditación de Cristo crucificado, por su austeridad de vida y por solicitar limosna en las calles a favor de los pobres.

    Nació en Florencia en 1322; su padre era un rico y conocido mercader. Vivió una adolescencia serena y religiosa, pero su matrimonio con Rosso Benintendi (1351) la puso en contacto con el fastuoso y frívolo ambiente florentino que pareció haberla hecho olvidarse de Dios.

    La portentosa visión del demonio, cuando se preparaba ante el espejo para participar en una fiesta mundana, fue el principio de una conversión ejemplar. Acudió a los frailes dominicos de Santa María Novella, movida por el arrepentimiento, a confesar sus pecados, para después buscar con una vida humilde y penitente expiar su vida pasada. Tomó el hábito de las hermanas de la Penitencia de santo Domingo e inició una nueva vida bajo la dirección de los frailes de santo Domingo, de quien, según su biógrafo fray Jerónimo di Giovanni, era "devotísima".

    Se dedicó al estudio de la Sagrada Escritura y a la contemplación de Cristo crucificado, a quien Vilana invocaba frecuentemente como: "Cristo Jesús, amor mío crucificado". Su austeridad de vida influyó entre las demás mujeres de su ambiente y muchas se decidieron a imitarla. Fervorosa con Dios y generosa con los necesitados, distribuyó todos sus bienes para los pobres y pidió limosna para ellos por las calles de Florencia.

    Adornada de méritos murió con solo veintinueve años el 29 de enero de 1361. Su cuerpo fue expuesto a la veneración pública durante muchos días en la iglesia dominicana de Santa María Novella y allí fue sepultada, amortajada según su voluntad con el hábito dominicano, en un hermoso sepulcro marmóreo obra de Bernardo Rossellino. León XII confirmó su culto el 27 de marzo de 1824.

miércoles, 27 de enero de 2021

EVANGELIO - 28 de Enero - San Marcos 4,21-25.


       Carta a los Hebreos 10,19-25.

    Hermanos: Tenemos plena seguridad de que podemos entrar en el Santuario por la sangre de Jesús, siguiendo el camino nuevo y viviente que él nos abrió a través del velo del Templo, que es su carne.
    También tenemos un Sumo Sacerdote insigne al frente de la casa de Dios.
    Acerquémonos, entonces, con un corazón sincero y llenos de fe, purificados interiormente de toda mala conciencia y con el cuerpo lavado por el agua pura.
    Mantengamos firmemente la confesión de nuestra esperanza, porque aquel que ha hecho la promesa es fiel.
    Velemos los unos por los otros, para estimularnos en el amor y en las buenas obras.
    No desertemos de nuestras asambleas, como suelen hacerlo algunos; al contrario, animémonos mutuamente, tanto más cuanto que vemos acercarse el Día.


Salmo 24(23),1-2.3-4ab.5-6.

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
porque El la fundó sobre los mares,
Él la afirmó sobre las corrientes del océano.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias
y puro el corazón;

él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su Salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.


    Evangelio según San Marcos 4,21-25.

    Jesús les decía: "¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero?
    Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse.
    ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!".
    Y les decía: "¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía.
    Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 28 de Enero - "Al que tiene se le dará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene"


San Francisco de Asís (1182-1226) fundador de los Hermanos menores Admoniciones, 18.2- 19.1.2.3-20.1.2.-21.1.3- 28

"Al que tiene se le dará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene"

    Bienaventurado el siervo que devuelve todos los bienes al Señor Dios, porque quien retiene algo para sí, esconde en sí el dinero de su Señor Dios (Mt 25,18), y lo que creía tener se le quitará (Lc 8,18). Bienaventurado el siervo que no se tiene por mejor cuando es engrandecido y exaltado por los hombres, que cuando es tenido por vil, simple y despreciado, porque cuanto es el hombre delante de Dios, tanto es y no más. Bienaventurado aquel religioso que no encuentra placer y alegría sino en las santísimas palabras y obras del Señor, y con ellas conduce a los hombres al amor de Dios con gozo y alegría (cf. Sal 50,10)… Bienaventurado el siervo que, cuando habla, no manifiesta todas sus cosas con miras a la recompensa, y no es ligero para hablar (cf. Prov 29,20), sino que prevé sabiamente lo que debe hablar y responder. ¡Ay de aquel religioso que no guarda en su corazón los bienes que el Señor le muestra (cf. Lc 2,19.51) y no los muestra a los otros con obras, sino que, con miras a la recompensa, ansía más bien mostrarlos a los hombres con palabras! Él recibe su recompensa (cf. Mt 6,2.16), y los oyentes sacan poco fruto… Bienaventurado el siervo que atesora en el cielo (cf. Mt 6,20) los bienes que el Señor le muestra, y no ansía manifestarlos a los hombres con la mira puesta en la recompensa, porque el Altísimo en persona manifestará sus obras a todos aquellos a quienes le plazca. Bienaventurado el siervo que guarda en su corazón los secretos del Señor (cf. Lc 2,19.51).

SANTORAL - SANTO TOMÁS DE AQUINO

28 de Enero


    Memoria de santo Tomás de Aquino, presbítero de la Orden de Predicadores y doctor de la Iglesia, que, dotado de gran inteligencia, con sus discursos y escritos comunicó a los demás una extraordinaria sabiduría. Llamado a participar en el II Concilio Ecuménico de Lyon por el papa beato Gregorio X, falleció durante el viaje en el monasterio de Fossanova, en el Lacio, el día siete de marzo, fecha en la que, años después, se trasladaron sus restos a la ciudad de Toulouse, en Francia.

    La familia de los condes de Aquino descendía en línea directa de los lombardos. Landulfo, el padre de Tomás, era caballero; su madre, Teodora, era de ascendencia normanda. Por su físico, Tomás era más nórdico que meridional: estatura imponente, anchas espaldas y tez clara. No conocemos con exactitud el año de su nacimiento (debió ser hacia 1225), en el castillo de Rocca Secca, cuyas ruinas dominan todavía, desde un alto acantilado, la llanura de Campania Felice y el pueblecito de Aquino. Tomás era el más joven de los cuatro hijos. Tenía también algunas hermanas, la más joven de las cuales murió fulminada por un rayo en la misma habitación que ocupaba el santo; éste escapó ileso. Se dice que tuvo durante toda su vida mucho miedo a las tempestades y que acostumbraba refugiarse en alguna iglesia cuando caían rayos. De ahí nació la costumbre popular de venerar a santo Tomás como abogado contra las tempestades y la muerte repentina.

    A unos cuantos kilómetros al sur de Rocca Secca, se yergue sobre una llanura, la abadía de Monte Cassino, cuna de la vida monástica y uno de los sitios más venerables de Europa. Allí estuvo santo Tomás como oblato, desde los cinco hasta los doce años (cf. cap. LIX de la Regla de San Benito), cuando era abad un pariente suyo, Landulfo Sinbaldo, y allí recibió la primera instrucción. Sus padres le sacaron de la abadía, probablemente debido a la turbulencia del momento, y le enviaron a la Universidad de Nápoles, donde estudió durante cinco años e hizo sus primeros discípulos. En Nápoles se sintió atraído por la Orden de Predicadores, a cuya iglesia iba con frecuencia. Sus amigos, los frailes, le vieron con frecuencia absorto en oración, con el rostro resplandeciente; uno de ellos, el P. de San Julián, exclamó en cierta ocasión: «El Señor te tiene reservado para nuestra orden». Santo Tomás confió al prior que tenía ardientes deseos de ingresar en el convento. Teniendo en cuenta la oposición de su familia, el prior le aconsejó que cultivase su vocación y esperase tres años. El tiempo no hizo más que confirmar la vocación de Tomás, quien tomó el hábito de Santo Domingo hacia los diecinueve años de edad.

    La noticia causó gran indignación en Rocca Secca. Su madre no se habría opuesto a que entrase en la Orden de San Benito, pues probablemente le imaginaba ya abad de Monte Cassino, pero no podía aceptar que hubiese abrazado una orden de mendicantes. Así pues, partió hacia Nápoles con la intención de disuadir a su hijo, pero los frailes enviaron rápidamente a Tomás al convento de Santa Sabina de Roma y, cuando Teodora llegó, ya no encontró allí a su hijo. El superior general de la orden decidió que Tomás le acompañase a Bolonia junto con otros religiosos, pero Teodora no estaba dispuesta a verse burlada de ese modo y avisó a sus hijos mayores, que servían en el ejército del emperador en Toscana, para que impidieran la partida de Tomás. Cuando el joven religioso se hallaba descansando a la vera del camino de Aquapendente, cerca de Siena, sus hermanos se presentaron con un pelotón de soldados. En vano intentaron arrancarle el hábito, pero sí lo llevaron prisionero a Rocca Secca y después al castillo de Monte San Giovanni, a cuatro kilómetros de distancia, donde le encerraron, sin permitir más visitas que las de su hermana Marotta, que no era precisamente devota. Al principio, trataron de hacerle cambiar de ideas por todos los medios de convicción posibles; después, empezaron a mitigar poco a poco la severidad de la prisión. Santo Tomás aprovechó el cautiverio para estudiar las «Sentencias» de Pedro Lombardo y aprender de memoria gran parte de la Sagrada Escritura. Se dice que fue entonces cuando escribió un tratado sobre los sofismas de Aristóteles. Al ver fracasados todos sus intentos, los hermanos de Tomás concibieron el infame proyecto de introducir en su habitación a una mujer de mala vida. Pero el santo tomó una tea ardiente para echarla fuera. Se dice que inmediatamente después, se durmió y tuvo un sueño en el que vio a dos ángeles que le ciñeron el pecho con una cuerda que simbolizaba la castidad.

    El cautiverio duró dos años, hasta 1245, cuando pudo volver al convento. Sus superiores determinaron enviarle a estudiar bajo la dirección de san Alberto Magno. Tomás partió con el superior general, Juan el Teutón, que iba a París y de ahí prosiguió el viaje a Colonia. Las universidades estaban entonces llenas de clérigos jóvenes, ansiosos de aprender y discutir. Ni los profesores, ni los otros estudiantes apreciaron al principio, en su justo valor, al humilde y tímido religioso. Su silencio en las discusiones y su gigantesca estatura, le valieron el apodo de «el buey silencioso». Un compañero bien intencionado, compadecido de la aparente estulticia de Tomás, le ofreció preparar con él las lecciones de cada día, lo que el santo aceptó con humildad y agradecimiento; pero, cuando se toparon con un pasaje difícil que el condiscípulo de Tomás no entendía, éste se lo explicó con una claridad que lo dejó atónito. Poco después, otro condiscípulo de Tomás mostró al maestro una hoja de los apuntes del santo y aquél no pudo menos de admirar su profundidad. Al día siguiente, San Alberto examinó públicamente a Santo Tomás y al fin exclamó: «Hasta ahora hemos llamado al hermano Tomás 'el buey silencioso'; pues bien, yo os aseguro que sus mugidos se oirán en todo el mundo». Pero todavía más grande que su ciencia era su piedad. La ordenación sacerdotal no hizo sino aumentar su unión con Dios. Su discípulo y biógrafo, Guillermo de Tocco, nos dice que pasaba horas enteras en oración, de día y de noche. «Al llegar en la misa al momento de la consagración, observó que Tomás, absorto en los divinos misterios y alimentado con sus frutos, se deshacía en lágrimas».

    Es bastante incierta la cronología de la vida de santo Tomás en esta época. Sólo se sabe positivamente que en 1252, cuando no era todavía más que bachiller, enseñaba en la Universidad de París, a instancias de san Alberto y del cardenal Hugo de Saintcher. Se hace notar que el sistema de los grados académicos no era entonces el mismo que ahora; generalmente se conferían según los méritos alcanzados en la enseñanza. Santo Tomás comentó en París la Sagrada Escritura y el Líber Sententiarum de Pedro Lombardo. A este propósito escribió sus comentarios sobre el «Libro de las Sentencias», sobre Isaías y sobre el Evangelio de San Mateo. Cuatro años más tarde, se le confió la cátedra de doctor, encargado de enseñar, discutir y predicar. Hacia el fin de este período, empezó a escribir la Summa contra Gentiles. De 1259 a 1268, el santo, que era ya el profesor más popular de París, estuvo en Italia, donde se le nombró predicador general y profesor de la escuela de la corte pontifical para alumnos selectos. Santo Tomás recorrió toda Italia y tuvo ocasión de enseñar y predicar en muchas ciudades. Hacia 1266, empezó a escribir la más famosa de sus obras: la «Summa Theologiae» (Suma Teológica).

    En 1269 volvió a París. San Luis de Francia le profesaba tanta estima, que le consultaba todos los asuntos de importancia. Pero nada puede darnos una idea más precisa de la fama del santo, que la decisión de la Universidad de atenerse a su opinión, sobre una cuestión muy debatida hasta entonces: si en el Santísimo Sacramento los accidentes permanecían realmente o sólo en apariencia. Santo Tomás, tras una ferviente oración, escribió su respuesta en forma de tratado y lo depositó sobre el altar, antes de darlo a la luz pública. La Universidad aceptó su decisión, que la Iglesia adoptó más tarde, y el tratado se conserva todavía. A lo que sabemos, ésta fue la primera ocasión en que el Señor manifestó sensiblemente a santo Tomás su aprobación por lo que había escrito, diciéndole en una aparición: «Has hablado bien del Sacramento de mi Cuerpo». Al oír esto, el santo entró en un éxtasis tan largo, que los frailes tuvieron tiempo de reunirse para verlo elevado sobre el suelo. Entonces se oyó una voz que venía del crucifijo y repetía: «Has hablado bien de mí, Tomás. ¿Qué quieres en premio de ello?» El santo respondió: «No quiero ningún otro premio fuera de Ti, Señor». Se cuenta también una historia muy diferente acaecida un día en que el santo fue invitado a comer con el rey san Luis. Durante la comida tuvo una inspiración repentina acerca de una cuestión sobre la que estaba escribiendo y, dando un puñetazo sobre la mesa, exclamó en voz alta: «¡Este es el fin de la herejía maniquea!» Al ver al santo absorto, el prior le tiró de la capa y le recordó que estaba comiendo con el rey; Tomás volvió en sí de su distracción y pidió perdón al monarca.

    Durante los dos períodos de su enseñanza en París, la Universidad estuvo sacudida por diversas agitaciones. En 1272, estalló una especie de «huelga general» en las facultades. Justamente en ese momento, santo Tomás fue llamado a Italia y nombrado rector de la casa de estudios de Nápoles. Ese fue el último cargo que ocupó. Al año siguiente, cuando celebraba la misa de la fiesta de san Nicolás, tuvo una visión que le afectó tan profundamente, que cesó de escribir y enseñar, sin acabar siquiera la Summa Theologiae. A los ruegos del hermano Reginaldo, replicó el santo: «Ya no es tiempo de escribir. Todo lo que he escrito me parece que no es sino paja, en comparación de lo que se me ha revelado». Se hallaba ya enfermo cuando el papa Gregorio X le pidió que asistiese al Concilio ecuménico de Lyon para la reunión de las Iglesias griega y latina y que llevase consigo su tratado «Contra los errores de los griegos». Su enfermedad se agravó tanto durante el viaje, que sus acompañantes le transladaron a la abadía cisterciense de Fossa Nuova, cerca de Terracina, donde el abad le cedió su propia celda y los monjes se pusieron a su servicio. Cediendo a los ruegos de los religiosos, el santo empezó a explicarles el «Cantar de los Cantares», pero la muerte le sorprendió antes de terminar. Hizo la última confesión con el P. Reginaldo de Priverno y, al recibir de manos del abad el Santo Viático, pronunció las famosas palabras: «Ahora voy a recibirte a Ti, que eres el precio de la redención de mi alma. Todos mis estudios, vigilias y trabajos han sido por tu amor. He enseñado y escrito mucho sobre el Sagrado Cuerpo de Jesucristo. Todas las enseñanzas que escribí manifiestan mi fe en Jesucristo y en la Santa Iglesia Católica, a cuyo juicio las ofrezco y someto todas». Dos días después entregó el alma a Dios, en la madrugada del 7 de marzo de 1274, cuando no tenía más de cincuenta y cinco años de edad. A san Alberto, que se hallaba en Colonia en ese momento, se le saltaron las lágrimas ante toda la comunidad y dijo: «El hermano Tomás de Aquino, mi hijo en Cristo, la lumbrera de la Iglesia, ha muerto. Dios me lo ha revelado».

    Santo Tomás fue canonizado en 1323, pero su cuerpo no volvió a poder de los frailes de Santo Domingo, sino hasta 1368. Fue trasladado con gran pompa a la catedral de Toulouse, donde descansa hasta hoy, aunque hubo un nuevo traslado de reliquias, dentro mismo de Toulouse, el 22 de octubre de 1974. San Pío V confirió a santo Tomás el título de Doctor de la Iglesia en 1567, y en 1880 León XIII le declaró patrono de las universidades, colegios y escuelas. No podemos hablar aquí, en detalle, de los escritos filosóficos y teológicos del santo, que comprenden veinte gruesos volúmenes. Gran parte de su obra está formada por los comentarios de Aristóteles, de cuyos escritos se valió para construir una síntesis cristiana de la filosofía. Se ha dicho que su método consistía en aplicar la geometría a la teología, ya que primero expone el problema o teorema y después las dificultades. Abundan en sus escritos las citas de pasajes de la Sagrada Escritura, de la Tradición de la Iglesia, de las principales obras teológicas y la conclusión consiste siempre en una respuesta categórica a cada una de las objeciones enunciadas al principio. Santo Tomás escribió también disertaciones sobre el Padrenuestro, el Ave María y el Símbolo de los Apóstoles, además de los comentarios sobre numerosos libros de la Sagrada Escritura y de los tratados sobre las cuestiones que se le consultaban. La más importante de sus obras es la Summa Theologiae, que es una exposición muy completa de la doctrina teológica de su tiempo. Se trata indudablemente de uno de los monumentos teológicos más grandes de su época. De las tres obras que había sobre la mesa en el Concilio de Trento, una era la «Summa» de santo Tomás y las otras dos, la Biblia y los Decretos de los Papas. El tiempo que ha pasado hace muy difícil comprender la influencia que santo Tomás ejerció sobre la mentalidad teológica de sus contemporáneos y sus sucesores inmediatos. Por lo demás, los trabajos del santo no se limitaron solamente al dogma, la apologética y la filosofía. Cuando el papa Urbano IV decidió establecer la fiesta de Corpus Christi, movido por las visiones de la beata Juliana de Lieja, pidió a Santo Tomás que compusiera el oficio litúrgico y la misa del día. En ellos muestra el santo su extraordinario dominio de la lengua, no menos que su exactitud doctrinal y su ternura de sentimientos. Casi todos los católicos conocen los himnos «Verbum Supernum» y «Pange lingua» con sus estrofas finales, «0 Salutaris» y «Tantum ergo», que se cantan durante la bendición con el Santísimo Sacramento. También otros himnos del santo, particularmente el «Lauda Sion» y el «Adoro te devote», son muy conocidos.

    Entre las cualidades sobresalientes de santo Tomás hay que mencionar el espíritu de oración y la humildad. Como él lo afirmaba constantemente, había aprendido más al pie del crucifijo que estudiando en los libros. El hermano Reginaldo escribe: «Su maravillosa ciencia provenía menos de su genio que de la eficacia de sus oraciones. Tomás oraba con muchas lágrimas para obtener de Dios la luz sobre Sus misterios y el Señor se la daba a raudales». La modestia con que santo Tomás consideraba su genio era extraordinaria. En cierta ocasión en que le preguntaron si tenía tentaciones de orgullo y vanagloria, replicó: «no». En seguida añadió que, las raras veces en que le venían tales pensamientos, el sentido común le demostraba inmediatamente cuán vanos eran. Por lo demás, tenía tendencia a considerar que los otros eran mejores que él. Exponía sus opiniones con increíble modestia; jamás se dejó llevar por la cólera en las discusiones, por mucho que le provocasen y nunca se le oyó decir alguna cosa que hubiese podido herir a un tercero.

Oremos

    Angélico doctor Santo Tomás, gloria inmortal de la religión, columna firmísima de la Iglesia, varón santísimo y sapientísimo, que por los admirables ejemplos de tu inocente vida fuiste elevado a la cumbre de una perfección consumada, y con tus prodigiosos escritos eres martillo de los herejes, luz de maestros y doctores, y milagro estupendo de sabiduría; ¡Oh! quien acertara, Santo mío, a ser en virtud y letras verdadero discípulo, aprendiendo en el libro de vuestras virtudes y en las obras que con tanto acierto escribiste la ciencia de los santos, que es la verdadera y única sabiduría ¡Quién supiera hermanar, como vos, la doctrina con la modestia, y la alta inteligencia con la profunda humildad! Alcanzadme del Señor esta gracia, junto con el inestimable don de la pureza y haced que, practicando tu doctrina y siguiendo tus ejemplos, consiga la eterna bienaventuranza. Amén.

martes, 26 de enero de 2021

EVANGELIO - 27 de Enero - San Marcos 4,1-20.


       Carta a los Hebreos 10,11-18. 

    Hermanos: Los sacerdotes del culto antiguo se presentan diariamente para cumplir su ministerio y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios, que son totalmente ineficaces para quitar el pecado.
    Cristo, en cambio, después de haber ofrecido por los pecados un único Sacrificio, se sentó para siempre a la derecha de Dios, donde espera que sus enemigos sean puestos debajo de sus pies.
    Y así, mediante una sola oblación, él ha perfeccionado para siempre a los que santifica.
    El Espíritu Santo atestigua todo esto, porque después de haber anunciado: Esta es la Alianza que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Yo pondré mis leyes en su corazón y las grabaré en su conciencia, y no me acordaré más de sus pecados ni de sus iniquidades.
    Y si los pecados están perdonados, ya no hay necesidad de ofrecer por ellos ninguna oblación.


Salmo 110(109),1.2.3.4.

Dijo el Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
mientras yo pongo a tus enemigos
como estrado de tus pies».

El Señor extenderá el poder de tu cetro:
«¡Domina desde Sión,
en medio de tus enemigos!

Tú eres príncipe desde tu nacimiento,
con esplendor de santidad;
yo mismo te engendré como rocío,
desde el seno de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se retractará:
«Tú eres sacerdote para siempre,
a la manera de Melquisedec.»


    Evangelio según San Marcos 4,1-20.

    Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla.
    El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba: "¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar.
    Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron.
    Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó.
    Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto.
    Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno".
    Y decía: "¡El que tenga oídos para oír, que oiga!".
    Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le preguntaban por el sentido de las parábolas.
    Y Jesús les decía: "A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola, a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón".
    Jesús les dijo: "¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás?
    El sembrador siembra la Palabra.
    Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos.
    Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría; pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben.
    Hay otros que reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y los demás deseos penetran en ellos y ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa.
    Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 27 de Enero - «Los otros son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto»


       Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157) abad cisterciense 5º Sermón para la Navidad

«Los otros son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto»

    ¡Con toda certeza, no hay «una palabra segura y que merece ser acogida sin reservas» (1Tes 1,15) si no es tu Palabra todopoderosa, Señor! Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía y la noche se encontraba en la mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente saltó desde las estancias del Padre (Sab 18,14s) hasta un pesebre para animales, que de momento nos habla mejor a través de su silencio. «El que tenga oídos para oír, que oiga» lo que nos dice este santo y misterioso silencio del Verbo eterno. (...) ¿Acaso hay algo que inculque la regla del silencio con tanto peso y autoridad, nada que reprima el inquieto mal de la lengua y las tempestades de la palabra (...), que la silenciosa Palabra de Dios entre los hombres? «No ha llegado la palabra a mi lengua» (Sl 138,4) parece proclamar la Palabra todopoderosa cuando se somete a su madre. Y nosotros ¿con qué insensatez decimos: «La lengua es nuestra fuerza, nuestros labios nos defienden, quién será nuestro amo? (Sl 11,5). ¡Qué dulce sería para mí poder guardar silencio, desaparecer y callarme, incluso para el bien, a fin de poder poner mayor atención, estar más recogido, y poder escuchar las palabras y el significado sagrado de este divino silencio! ¡Cuán bueno sería para mí entrar en la escuela del Verbo la misma cantidad de tiempo que el mismo Verbo ha guardado silencio en la escuela de su madre (…)! «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). Pongamos, hermanos, toda nuestra devoción en meditar a Cristo envuelto en los pañales con que su madre le cubrió, a fin de ver en el gozo eterno del Reino, la gloria y la belleza con la que su Padre le habrá revestido.

SANTORAL - SANTA ÁNGELA MERÍCI

27 de Enero


   Santa Ángela Merici, virgen, que vistió primero el hábito de la Tercera Orden Regular de San Francisco y reunió a varias jóvenes para instruirlas en obras de caridad. Más tarde, instituyó una orden de mujeres llamada de Santa Úrsula, con la finalidad de vivir una vida de perfección en el mundo y enseñar los caminos del Señor a las adolescentes. Murió en Brescia, ciudad de Lombardia.

    La fundadora de las Ursulinas, primera congregación femenina dedicada a la enseñanza, nació el 21 de marzo de 1470 o de 1474, en el pueblecito de Desenzano, a orillas del Lago de Garda, en Lombardía. Los padres de la santa, más piadosos que ricos, la educaron cristianamente. Ambos murieron cuando Ángela tenía diez años y dejaron a sus dos hijas y a su hijo al cuidado de un tío acomodado que vivía en Saló. Cuando Ángela tenía trece años, murió su hermana mayor, lo cual constituyó un rudo golpe; a la pena de verse separada de quien era para ella como una segunda madre, se añadía la incertidumbre acerca de su suerte eterna, ya que su hermana, una buena mujer, piadosa y de sólidos principios, no había podido recibir los últimos sacramentos. Ángela tuvo, por entonces, la primera de sus numerosas visiones, y en ella le fue revelado que su hermana se había salvado. Llena de gratitud, Ángela se consagró, con mayor ahínco que antes, al servicio de Dios y, poco después, tomó el hábito de terciaria franciscana. Llevaba una vida extremadamente austera. A imitación de san Francisco, no quería poseer nada, ni siquiera una cama y se alimentaba exclusivamente de pan, agua y algunas verduras. Ángela volvió a Desenzano después de la muerte de su tío, hacia los veintidós años de edad. En sus visitas a los vecinos, quedó sorprendida por la total ignorancia de los niños, a quienes sus padres no podían o no querían enseñar ni siquiera lo más elemental del catecismo. Poco a poco se sintió llamada a remediar ese estado de cosas y habló de ello con algunas amigas. La mayoría de ellas eran terciarias franciscanas o jóvenes de la clase social de Ángela, con poco dinero y menos influencia, pero dispuestas a seguir generosamente a la santa.

    Ángela era de baja estatura, pero tenía todas las cualidades de un jefe y no carecía de belleza y encanto. Encabezadas por Ángela, las buenas mujeres empezaron a reunir a las niñas de la vecindad y a educarlas sistemáticamente. La obra, que había tenido comienzos tan humildes, prosperó rápidamente, y se invitó a Ángela a fundar, en Brescia, una escuela semejante. La santa aceptó y recibió cordial hospitalidad en la casa de un noble matrimonio al que había consolado en un momento de tribulación. Por medio de sus huéspedes, entró en contacto con las principales familias de Brescia y se convirtió en la inspiradora de un devoto círculo de hombres y mujeres. De cuando en cuando, hacía una peregrinación a algún santuario. Se hallaba en Mántua, a donde había ido para visitar la tumba de la beata Osanna, cuando aprovechó la oportunidad que se le ofreció para acompañar a Tierra Santa a una joven pariente. Antonio de Romanis, un mercader ya anciano, sufragó los gastos de Ángela. En Creta, la santa sufrió un ataque de ceguera. Sus compañeros le propusieron volver a Italia, pero ella se negó a hacerlo y visitó los Santos Lugares de Palestina con tanta devoción, como si los viese con los ojos del cuerpo. En el viaje de vuelta, cuando se hallaba orando exactamente en el mismo sitio en que había sido atacada por la enfermedad, recobró la vista.

    El Año Santo de 1525, Ángela fue a Roma para ganar la indulgencia del jubileo y tuvo el privilegio de obtener una audiencia privada con el Papa. Clemente VII hubiese querido que se quedara en Roma a dirigir una congregación de religiosas hospitalarias, pero la santa declinó respetuosamente el honor, por humildad y por fidelidad a su verdadera vocación. Volvió, pues, a Brescia. Sin embargo, tuvo que abandonar pronto la ciudad, porque, cuando las tropas de Carlos V estaban a punto de tomarla, pareció conveniente evacuar el mayor número posible de civiles. Ángela se trasladó a Cremona con algunas de sus amigas y allí permaneció, hasta que se firmó la paz. Los habitantes de Brescia la recibieron jubilosamente a su regreso, pues admiraban su caridad, su don de profecía y su santidad. Se cuenta que, poco después, mientras asistía a la misa, fue arrebatada en éxtasis y estuvo largo tiempo suspendida en el aire, a la vista de numerosos testigos.

    Algunos años antes, en Desenzano, santa Ángela había tenido una visión de un grupo de doncellas que subían al cielo por una escala luminosa y había oído una voz que le decía: «Ten buen ánimo, Ángela, porque antes de morir vas a fundar una compañía de doncellas como las que acabas de ver». Ahora había llegado el tiempo del cumplimiento de esa profecía. Según parece, hacia el año 1533 la santa empezó a formar a varias jóvenes selectas en una especie de noviciado informal. Doce de esas jóvenes se fueron a vivir con ella en una casa de las cercanías de la iglesia de Santa Afra, pero la mayor parte siguió en la casa de sus padres o de sus parientes. Dos años después, veintiocho jóvenes se consagraron al servicio de Dios. Ángela las puso bajo la protección de santa Ursula, la patrona de las universidades medievales, a la que el pueblo veneraba como guía del sexo femenino. Por ello, las hijas de santa Ángela han conservado hasta nuestros días el nombre de «Ursulinas». El 25 de noviembre de 1535 fue la fecha oficial de la fundación de la Orden de las Ursulinas. Sin embargo, en la época de la fundadora, se trataba más bien de una asociación piadosa, ya que sus miembros no llevaban hábito (aunque se les recomendaban los vestidos negros), no hacían votos y no vivían en comunidad. Las Ursulinas se reunían para la enseñanza y la oración, ejecutaban trabajos que se les encomendaban y procuraban llevar vida de perfección en la casa paterna. La idea de una orden femenina de enseñanza era tan nueva, que hacía falta tiempo para que la cristiandad se acostumbrase a ella.

    Sin embargo, pese a los cambios y modificaciones que han sufrido, las Ursulinas conservan, hasta el día de hoy, la finalidad para la que fueron creadas: la educación de las niñas, sobre todo de las niñas pobres. En las primeras elecciones, santa Ángela fue nombrada superiora y ejerció ese cargo durante los cinco últimos años de su vida. A principios de enero de 1540, cayó enferma y murió el 27 del mismo mes. En 1544, una bula de Paulo III confirmó la Compañía de Santa Ursula y la reconoció como congregación. La fundadora fue canonizada en 1807.

Oremos

    Oh Señor, nos encomendarnos a tu divina misericordia por intercesión de santa Ángela de Mérici, para que, siguiendo sus ejemplos de caridad y prudencia, sepamos guardar tu doctrina y llevarla a la práctica en esta vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén