martes, 5 de mayo de 2020

MAYO, MES DE MARÍA

El Mes de María se reza en Mayo, en el llamado “mes de las flores”, que se llama así, porque con la llegada del buen tiempo y tras las lluvias invernales, el campo y los jardines comienzan a cubrirse de un verde intenso y de los colores y aromas de las flores.


EVANGELIO - 06 de Mayo - San Juan 12,44-50


    Libro de los Hechos de los Apóstoles 12,24-25.13,1-5a.

    Mientras tanto, la Palabra de Dios se difundía incesantemente.
    Bernabé y Saulo, una vez cumplida su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía, llevando consigo a Juan, llamado Marcos.
    En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo.
    Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: "Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado".
    Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
    Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre.
    Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y Juan colaboraba con ellos.


Salmo 67(66),2-3.5.6.8.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
haga brillar su rostro sobre nosotros,
para que en la tierra se reconozca su dominio,
y su victoria entre las naciones.

Que canten de alegría las naciones,
porque gobiernas a los pueblos con justicia
y guías a las naciones de la tierra.

¡Que los pueblos te den gracias, Señor,
que todos los pueblos te den gracias!
Que Dios nos bendiga,
y lo teman todos los confines de la tierra.


    Evangelio según San Juan 12,44-50.

    Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió.
    Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas.
    Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo.
    El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día.
    Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 06 de Mayo - «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida»


       Simeón el Nuevo Teólogo -  Discurso Teológico: Si está Cristo todo es luminoso

«Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará a oscuras, 
sino que tendrá la luz de la vida»

    «Dios es luz.» (1Jn 1,5) una luz infinita e incomprensible. El Padre es luz, el Hijo es luz, el Espíritu es luz. Los tres son luz única, simple, sin compuesto, más allá del tiempo, en una eterna identidad de dignidad y de gloria.

    Luego, todo lo que viene de Dios es luz y se reparte sobre nosotros como venido de la luz: luz es la vida, luz es la inmortalidad, luz la fuente de la vida, luz el agua viva, la caridad, la paz, la verdad, la puerta del reino de los cielos. Luz el reino mismo de los cielos; luz es la alcoba nupcial, el lecho nupcial, el paraíso, las delicias del paraíso, la tierra de las dulzuras, la corona de la vida, luz los vestidos de los santos.

    Luz de Cristo Jesús, el salvador y el rey del universo, luz el pan de su carne inmaculada, luz el cáliz de su sangre preciosa, luz su resurrección, luz su rostro, luz su mano, su dedo, su boca, luz sus ojos. Luz el Señor, su voz, como luz de luz. Luz es el Consolador, la perla, el grano de mostaza, la viña auténtica, la levadura, la esperanza, la fe: todo es luz.

SANTORAL - SAN PEDRO NOLASCO

06 de Mayo


    «Este redentor de cautivos, fundador de la Orden de Santa María de la Merced consagró su vida a liberar a los cristianos y él mismo fue apresado en Argelia en una de las expediciones que llevaba a cabo con este objetivo»

    Natural de Barcelona, España nació hacia 1180. Sus padres debían poseer tierras en zonas colindantes a la capital. Y él crecería en ese privilegiado entorno junto a un monasterio románico, hasta que huérfano de padre a los 15 años, con la aquiescencia materna, repartió sus bienes. En edad de contraer matrimonio se arrodilló ante la Virgen de Montserrat y le ofreció su vida dando la espalda a mundanas vanidades. La época histórica en la que discurría su quehacer, con el dominio musulmán sobre las costas en todo su apogeo, trajo consigo el destierro de miles de cristianos a África. Eran personas cruelmente maltratadas y angustiadas por un yugo injusto que llevó a muchas a renegar de su fe pensando que Dios las había abandonado. Pedro tomó conciencia de la tragedia que encierra la esclavitud. Y en 1203 ya estaba implicado como benefactor de los pobres según consta en documento escrito que lo menciona como «responsable de la limosna de los cautivos». Precisamente ese año tuvo lugar en Valencia la primera «redención de cautivos». El santo rescató con sus propios medios a unos 300. Cuando se le agotó el dinero, formó grupos para recaudar la «limosna para los cautivos». Y al quedar clausurada esta vía de ayuda, pensó ingresar en alguna orden religiosa o trasladarse al desierto.

    Hubo dos hitos significativos de carácter sobrenatural que marcaron su trayectoria espiritual y apostólica. En 1203 en un sueño se vio transportado al atrio de un espléndido palacio donde existía un frondoso olivo. Dos venerables ancianos le encomendaron su tutela. A ellos siguieron los furibundos ataques de otros dos hombres que se cebaron en las ramas y el fruto. En medio de la lucha observó que de la rama cercenada brotaba otra más esplendorosa, y otro tanto acontecía con el fruto. Desvanecida la visión, quiso interpretarla. Esta experiencia, a decir de los cronistas, pudo ofrecer dos perspectivas. En la primera, el atrio sería el mundo; la oliva, la Iglesia, y los agresores, los enemigos de la fe representados en las cohortes de prisioneros que se asfixiaban bajo las cadenas de la cautividad. Al rescatarlos, él liberaría a la Iglesia de su opresión. En otra lectura se habrían invertido los símbolos; tendrían nueva y simple matización. El atrio sería la Iglesia y la oliva la Orden que iba a fundar: un alborear para los que se hallaban presos. A esta convicción le habría conducido la Santísima Virgen, a quien Pedro se encomendaba buscando luz para clarificar su devenir y la voluntad divina que pudiera encerrar este hecho.

    Así las cosas, y este fue el segundo hito, la noche del 1 al 2 de agosto de 1218 se le apareció la Virgen. Iba vestida con el hábito blanco característico de los mercedarios. Movido por Ella, el 10 del mismo mes y año creó la orden de Santa María de la Merced para la redención de cautivos en la catedral de Barcelona. Fue un acto emotivo, de honda significación, que tuvo lugar ante la presencia del monarca Jaime I de Aragón y del obispo Berenguer de Palou. Éste fue quien impuso al santo y a los doce primeros integrantes de la fundación la túnica blanca con todos sus elementos inspirada en la que llevó María. La nueva realidad eclesial, que anteriormente había sido laica, fue dotada con un cuarto voto, el de liberar esclavos, que se añadió a los clásicos de pobreza, castidad y obediencia. Les comprometía a entregar la propia vida a imagen del Redentor. En los inicios de la instauración de su obra Pedro no estuvo solo; contó con el inapreciable consejo y ayuda de san Raimundo de Peñafort. En ese momento, las circunstancias propiciaban la labor de estos nuevos redentores. El hospital barcelonés de Santa Eulalia era cobijo de indigentes y cautivos que regresaban de tierras moriscas sin medios para sobrevivir. Y en ese establecimiento, asignado a los mercedarios por el rey aragonés, comenzaron su excelsa labor. Cada rescatado tenía la obligación de participar durante un tiempo en la redención de nuevos cautivos. También reemplazar al esclavo ocupando su lugar, siempre que su fe estuviese en peligro y no tuviesen dinero para rescatarlo. En una de las expediciones realizadas por Pedro Nolasco a Argelia para liberar a cristianos fue hecho prisionero, pero finalmente consiguió la libertad.

    Fue un hombre de oración, humilde, generoso, lleno de fe y entrañas de misericordia, fiel observante de la regla, entregado, con gran visión y celo apostólico. A ello se unían sus ansias de morir por Cristo. Éste ímpetu, junto a su fe, propiciaron la existencia de la rama mercedaria femenina. La materializó con la anuencia de María de Cervelló, luego canonizada, joven natural de Barcelona a la que supo transmitir el espíritu que animaba la Orden instituida por él y de la que fue superior general. Diecisiete fundaciones extendidas por Cataluña, Aragón, Valencia, Mallorca y Carbona dan idea también de su amor a Cristo y a sus semejantes. Con el generoso grupo de seglares que se implicaron en la admirable tarea de auxiliar no solo a los cautivos sino de prestar asistencia a pobres, enfermos y peregrinos, creó una fraternidad. El rey Jaime I, al que acompañó en la conquista de Mallorca y Valencia, le donó el monasterio de El Puig. En 1235 Gregorio IX emitió la bula «Devotionis vestrae» confirmando su obra. Fue agraciado con éxtasis y dones de profecía y milagros. Cuenta la tradición que hubiera deseado venerar las reliquias de san Pedro en Roma, peregrinación que no pudo efectuar. En su desconsuelo, éste se le apareció en sueños durante tres noches consecutivas diciéndole: «vengo a verte porque tú no puedes ir a visitarme». En la última, mientras Pedro Nolasco oraba de rodillas, vio al apóstol crucificado, cabeza abajo. Le instó a no dejar España donde florecía su excelsa labor. Murió el 6 de mayo de 1245 pronunciando el Salmo 76: «Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos y con tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos y esclavizados». Urbano VIII lo canonizó el 30 de septiembre de 1628.

Oremos

    Oh, Señor, que has revestido de la caridad de Cristo a nuestro Padre San Pedro Nolasco, y por medio de la Virgen María lo has hecho mensajero de amor y de libertad para los cristianos cautivos, concédenos imitar su ejemplo para la liberación de todos los oprimidos y la edificación de tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

TEOLOGÍA DEL CUERPO

Visión del Papa Juan Pablo II sobre el amor humano

EL MATRIMONIO COMO ANALOGÍA DEL AMOR NUPCIAL 
ENTRE CRISTO Y LA IGLESIA
Audiencia General 29 de septiembre de 1982

1. En la Carta a los Efesios (5, 22-33) -igual que en los Profetas del Antiguo Testamento (por ejemplo, en Isaías)- encontramos la gran analogía del matrimonio o del amor nupcial entre Cristo y la Iglesia.

¿Qué función tiene esta analogía con relación al misterio revelado en la Antigua y en la Nueva Alianza? A esta pregunta hay que responder gradualmente. Ante todo, la analogía del amor conyugal o nupcial ayuda a penetrar en la esencia misma del misterio. Ayuda a comprenderlo hasta cierto punto -se entiende que de modo analógico-. Es obvio que la analogía del amor terreno, humano, del marido a la mujer, del amor humano nupcial, no puede ofrecer una comprensión adecuada y completa de esa realidad absolutamente trascendente, que es el misterio divino, tanto en su ocultamiento desde los siglos en Dios, como en su realización «histórica» en el tiempo, cuando «Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella» (Ef 5, 25). El misterio sigue siendo trascendente con relación a esta analogía, como respecto a cualquier otra analogía, con la que tratamos de expresarlo en lenguaje humano. Sin embargo, al mismo tiempo, esta analogía ofrece la posibilidad de cierta «penetración» cognoscitiva en la esencia misma del misterio.

2. La analogía del amor nupcial nos permite comprender en cierto modo el misterio que desde los siglos está escondido en Dios, y que en el tiempo es realizado por Cristo, precisamente como el amor de un total e irrevocable don de sí por parte de Dios al hombre en Cristo. Se trata del «hombre» en la dimensión personal y, a la vez, comunitaria (esta dimensión comunitaria se expresa en el libro de Isaías y en los Profetas como «Israel», en la Carta a los Efesios como «Iglesia»: se puede decir: Pueblo de Dios de la Antigua y de la Nueva Alianza). Añadamos que en ambas concepciones la dimensión comunitaria está situada de algún modo, en primer plano, pero no tanto que vele totalmente la dimensión personal que, por otra parte, pertenece sencillamente a la esencia misma del amor nupcial. En ambos casos nos encontramos más bien con una significativa «reducción de la comunidad a la persona» (1): Israel y la Iglesia son considerados como esposa-persona por parte del esposo-persona («Yahvé» y «Cristo»). Cada «yo» concreto debe encontrarse a sí mismo en ese bíblico «nosotros».

3. Así, pues, la analogía de la que tratamos permite comprender, en cierto grado, el misterio revelado del Dios vivo, que es Creador y Redentor (y en cuanto tal es, al mismo tiempo, Dios de la Alianza); nos permite comprender este misterio a la manera de un amor nupcial, así como permite comprenderlo también a la manera de un amor «misericordioso» (según el texto del libro de Isaías), o también al modo de un amor «paterno» (según la Carta a los Efesios, principalmente el cap. I). Estos modos de comprender el misterio son también, sin duda, analógicos. La analogía del amor nupcial contiene en sí una característica del misterio que no se pone directamente de relieve ni por la analogía del amor misericordioso ni por la analogía del amor paterno (o por cualquiera otra analogía utilizada en la Biblia, a la que hubiéramos podido referirnos).

4. La analogía del amor de los esposos (o amor nupcial) parece poner de relieve sobre todo la importancia del don de sí mismo por parte de Dios al hombre, elegido «desde los siglos» en Cristo (literalmente: a «Israel», a la «Iglesia»), don total (o mejor, «radical») e irrevocable en su carácter esencial, o sea, como don. Este don es ciertamente «radical» y, por esto «total». No se puede hablar aquí de la «totalidad» en sentido metafísico. Efectivamente, el hombre, como criatura, no es capaz de «recibir» el don de Dios en la plenitud trascendental de su divinidad. Este «don total» (no creado ) sólo es participado por Dios mismo en la «trinitaria comunión de las Personas». En cambio, el don de sí mismo por parte de Dios al hombre, del que habla la analogía del amor nupcial, sólo puede tener la forma de la participación en la naturaleza divina (cf. 2 Pe 1, 4), como lo ha esclarecido con gran precisión la teología. No obstante, según esta medida, el don hecho al hombre por parte de Dios en Cristo es un don «total», o sea, «radical», como indica precisamente la analogía del amor nupcial: en cierto sentido, es «todo» lo que Dios «ha podido» dar de sí mismo al hombre, teniendo en cuenta las facultades limitadas del hombre-criatura. De este modo, la analogía del amor nupcial indica el carácter «radical» de la gracia: de todo el orden de la gracia creada.

5. Parece que todo lo anterior se puede decir con referencia a la primera función de nuestra gran analogía, que pasó de los escritos de los Profetas del Antiguo Testamento a la Carta a los Efesios, en la que, como ya hemos notado, sufrió una significativa transformación. La analogía del matrimonio, como realidad humana, en el que se encarna el amor nupcial ayuda, en cierto grado y en cierto modo, a comprender el misterio de la gracia como realidad eterna en Dios y como fruto «histórico» de la redención de la humanidad en Cristo. Sin embargo, hemos dicho antes que esta analogía bíblica no sólo «explica» el misterio, sino que también, por otra parte, el misterio define y determina el modo adecuado de comprender la analogía, y precisamente este elemento suyo, en el que los autores bíblicos ven «la imagen y semejanza» del misterio divino. Así, pues, la comparación del matrimonio (a causa del amor nupcial) con la relación de «Yahvé-Israel» en la Antigua Alianza y de «Cristo-Iglesia» en la Nueva Alianza, decide a la vez acerca del modo de comprender el matrimonio mismo y determina este modo.

6. Esta es la segunda función de nuestra gran analogía. Y, en la perspectiva de esta función, nos acercamos de hecho al problema «sacramento y misterio», o sea, en sentido general y fundamental, al problema de la sacramentalidad del matrimonio. Esto parece particularmente motivado a la luz del análisis de la Carta a los Efesios (5, 22-33). En efecto, al presentar la relación de Cristo con la Iglesia a imagen de la unión nupcial del marido y de la mujer, el autor de esta Carta habla, del modo más general y, a la vez, fundamental, no sólo de la realización del eterno misterio divino, sino también del modo en que ese misterio se ha expresado en el orden visible, del modo en que se ha hecho visible, y, por esto, ha entrado en la esfera del Signo.

7. Con el término «signo» entendemos aquí sencillamente la «visibilidad del Invisible». El misterio escondido desde los siglos en Dios -o sea, invisible- se ha hecho visible ante todo en el mismo acontecimiento histórico de Cristo. Y la relación de Cristo con la Iglesia, que en la Carta a los Efesios se define «mysterium magnum», constituye la realización y lo concreto de la visibilidad del mismo misterio. Con todo, el hecho de que el autor de la Carta a los Efesios compare la relación indisoluble de Cristo con la Iglesia, con la relación entre el marido y la mujer, esto es, con el matrimonio -haciendo al mismo tiempo referencia a las palabras del Génesis (2, 24), que con el acto creador de Dios instituyen originariamente el matrimonio-, dirige nuestra reflexión hacia lo que se ha presentado ya antes -en el contexto del misterio mismo de la creación- como «visibilidad del Invisible», hacia el «origen» mismo de la historia teológica del hombre.

Se puede decir que el signo visible del matrimonio «en principio», en cuanto que esta vinculado al signo visible de Cristo y de la Iglesia en el vértice de la economía salvífica de Dios, transpone el plano eterno de amor a la dimensión «histórica» y hace de él el fundamento de todo el orden sacramental. Mérito particular del autor de la Carta a los Efesios es haber acercado estos dos signos, haciendo de ellos el único gran signo, esto es, un sacramento grande (sacramentum magnum).


Notas

(1) No se trata sólo de la personificación de la sociedad humana, que constituye un fenómeno bastante común en la literatura mundial, sino de una «corporate personality» específica de la Biblia, marcada por una continua relación recíproca del individuo con el grupo. (Cf. H. Wheeler Robinson, «The Hebrew Conception of Corporate Personality» BZAW 66, 1936, págs. 49-62; cf. también J. L. McKenzie, «Aspects of Old Testament Thought», en: The Jerome Biblical Commentary, vol. 2, Londres, 1970, pág. 748).

lunes, 4 de mayo de 2020

MAYO, MES DE MARÍA

El Mes de María se reza en Mayo, en el llamado “mes de las flores”, que se llama así, porque con la llegada del buen tiempo y tras las lluvias invernales, el campo y los jardines comienzan a cubrirse de un verde intenso y de los colores y aromas de las flores.


EVANGELIO - 05 de Mayo - San Juan 10,22-30.


    Libro de los Hechos de los Apóstoles 11,19-26.

    Los que se habían dispersado durante la persecución que se desató a causa de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, y anunciaban la Palabra únicamente a los judíos.
    Sin embargo, había entre ellos algunos hombres originarios de Chipre y de Cirene que, al llegar a Antioquía, también anunciaron a los paganos la Buena Noticia del Señor Jesús.
    La mano del Señor los acompañaba y muchos creyeron y se convirtieron.
    Al enterarse de esto, la Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía.
    Cuando llegó y vio la gracia que Dios les había concedido, él se alegró mucho y exhortaba a todos a permanecer fieles al Señor con un corazón firme.
    Bernabé era un hombre bondadoso, lleno del Espíritu Santo y de mucha fe. Y una gran multitud adhirió al Señor.
    Entonces partió hacia Tarso en busca de Saulo y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Ambos vivieron todo un año en esa Iglesia y enseñaron a mucha gente. Y fue en Antioquía, donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de "cristianos".


Salmo 87(86),1-3.4-5.6-7.

¡Esta es la ciudad que fundó el Señor
sobre las santas Montañas!
El ama las puertas de Sión
más que a todas las moradas de Jacob.
Cosas admirables se dicen de ti,

Ciudad de Dios.
«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre aquellos que me conocen;
filisteos, tirios y etíopes han nacido en ella.»
Así se hablará de Sión:
«Este, y también aquél,
han nacido en ella,

y el Altísimo en persona la ha fundado.»
Al registrar a los pueblos, el Señor escribirá:
«Este ha nacido en ella.»
Y todos cantarán, mientras danzan:
«Todas mis fuentes de vida están en ti.»


    Evangelio según San Juan 10,22-30.


    Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón.
    Los judíos lo rodearon y le preguntaron: "¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente".
    Jesús les respondió: "Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas.
    Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.
    Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.
    Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre.
    El Padre y yo somos una sola cosa".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 05 de Mayo - «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso?»


        San Agustín de Hipona - De Trinitate: La vida eterna es conocerle I, 13, 30-3

«¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso?»

    Como es igual al Padre, el Hijo de Dios no recibe el poder de juzgar, ya que lo posee con el Padre. Lo recibe para que buenos y malos lo vean juzgar, porque es el Hijo del hombre. Ver al Hijo del hombre se les dará a los malvados por sí mismos, pero la visión de su divinidad sólo se dará a los limpios de corazón, porque son ellos los que verán a Dios (Mt 5,8). ¿Qué es la vida eterna, sino esta visión, que será denegada a los impíos? "Que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo» (Jn 17,3). ¿Cómo conocerán a Jesucristo, si no como el verdadero Dios, el que se muestra a sí mismo a ellos? Él se mostrará lleno de bondad en la visión que descubrirá a los limpios de corazón. "Qué bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón" (Sal 72,1). Sólo Dios es bueno.

    He aquí por qué aquel que llamó al Señor «maestro bueno» , y le pidió consejo para llegar a la vida eterna, recibe esta respuesta: "¿por qué me preguntas sobre lo que es bueno?". "Nadie es bueno salvo el mismo Dios" (Mc 10, 17-18). Este hombre que le ha interrogado no sabe a quién se ha acercado y lo ha tomado por un simple hijo del hombre... "El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia" (Flp 2, 6-7). Este es Él, el único Dios, Padre, Hijo, Espíritu Santo, que aparecerá tan solo para alegría inalterable de los justos.

SANTORAL - SAN NUNZIO SULPRIZIO

05 de Mayo


    Su vida estuvo colmada de paciencia y bondad. Y eso que el trato que recibió de frialdad y dureza fue tal que recuerda a esos textos infantiles en los que un personaje vive atormentado por una especie de ogro que lo tiene maniatado. Por supuesto, la diferencia entre la ficción y la realidad es un hecho insalvable. Ante ambas cabe una comparación, nada más. Desgraciadamente, lo que acontece en ciertas ocasiones es infinitamente más doloroso que lo expuesto en un simple relato. Pablo VI, conmovido por las virtudes de Nunzio, el 1 de diciembre de 1963, en pleno Vaticano II, lo elevó a los altares llamando la atención de los padres conciliares. Les sugirió establecer una amistad con él, ya que su vida debía servir para reflexionar en el coloquio celestial que mantuvo y tomarlo como modelo a imitar en la trayectoria que llevó en la tierra. También el beato Gaetano Errico, que conoció al beato en los umbrales de su fundación --los misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y de María--, estuvo dispuesto a admitirle en ella, a pesar de sus pésimas condiciones de salud. Despachó enseguida las críticas malintencionadas de quienes juzgaron su decisión dejando claro lo esencial: «Este es un joven santo y a mí me interesa que el primero que entre en mi Congregación sea un santo, no importa si está enfermo».

    Nació en Pescosansonesco, Italia, al pie de los Apeninos, el 13 de abril de 1817. Su padre era zapatero. Murió en agosto de 1820 y aunque su madre trató de afrontar la situación en soledad, la precariedad pudo con ella. Dos años más tarde contrajo nuevas nupcias con un vecino de la localidad de Corvara, quien desde el primer momento no ocultó su inquina por el pequeño. Éste, ajeno a su animadversión, era feliz en la escuela regida por el párroco. Se familiarizaba con las verdades de la fe y recibía nociones de lectura y escritura. Pero, sobre todo, aprendía a contemplar el rostro de Cristo crucificado, muerto para expiar los pecados de la Humanidad. Aborrecía todo mal, y quería asemejarse a Él. Además, se aficionó a orar y a imitar a los santos. En 1823 falleció su madre y quedó al cuidado de su abuela Rosaria, prolongando un poco más ese periodo amable de su vida, aunque teñido por el dolor de la pérdida sufrida. Ella continuó animándole y acompañándole en el camino de la virtud hasta su muerte que se produjo en abril de 1826. A sus 9 años Nunzio quedó a merced de un tío materno, Domenico, herrero de profesión, que le abrió las puertas de la eternidad. Vetó por completo su educación, y le puso a trabajar a su servicio en condiciones infrahumanas. Sin apenas descanso, y en numerosas ocasiones sin alimento que llevarse a la boca, con escasas prendas de vestir portaba pesadas cargas en su menudo cuerpecito sorteando distancias, inclemencias meteorológicas, y riesgos diversos que podían salirse al paso. Al regresar le recibían los exabruptos. Obligado a golpear el yunque casi sin respiración ofrecía todo a Cristo. Quería obtener el paraíso con sus muchos sufrimientos. Tan solo los domingos tenía un pequeño momento de asueto que le permitía ir a misa.

    Un invierno transitaba por las laderas de Rocca Tagliata con el insoportable fardo en medio de gélida temperatura. Comenzó a notar el pie con gran calentura que se extendió por la pierna como la pólvora. Se acostó sin decir nada. Al día siguiente no era capaz de sostenerse. Su tío no tuvo en cuenta ni inflamación, ni fiebre. Le obligó a trabajar, como siempre, bajo amenaza. Los vecinos se apiadaron alguna vez de él y le daban algo de comer. Nunzio no se quejaba ante ellos de la conducta de su familia. Antes bien, la disculpaba. Cuando podía, acudía a misa y oraba ante el Santísimo. La lesión le corroía, y Domenico solo permitió que dejara el yunque y se ocupara del fuelle. Nuevo suplicio. Para tratar de calmar los atroces dolores y la supurante llaga acudía a una fuente pública, de la que fue arrojado para evitar el posible contagio. Así que halló otra corriente de agua en Riparossa donde solía rezar rosarios a la Virgen, a la que tenía gran devoción. En 1831 ingresó en el hospital de L’Aquila, pero le dieron el alta como enfermo incurable. Allí había vivido de la caridad consolado por la oración. Al volver a casa de su tío, éste no lo admitió. Y se dedicó a mendigar. Pensaba para sí:«Es muy poco lo que sufro, siempre que pueda salvar mi alma amando a Dios».

    Un viajante que supo de él, informó a su tío paterno Francesco, militar en Nápoles, de la situación que atravesaba. Nunzio tenía 15 años. Su tío se lo llevó y le presentó al coronel Felice Wochinger, un hombre bueno que auxiliaba a los pobres, estableciéndose entre ambos una bellísima relación paterno filial. Felice se ocupó de que recibiera toda la asistencia posible en el hospital de Incurables con el mejor tratamiento. El personal del centro y los enfermos se percataron de la grandeza del muchacho. Allí hizo su primera comunión y confió a un sacerdote el sentimiento de que todo lo que le sucedía era providencia de Dios. Durante dos años hubo momentos de ligera mejoría, resultado de los excelentes cuidados recibidos en las termas de Ischia. Se sostenía con un palo, impartía catecismo y ayudaba a los que sufrían en su entorno. Dedicaba la mayor parte del tiempo a rezar al Santísimo y a la Virgen Dolorosa. En 1834 comunicó su deseo de consagrarse a Dios en el momento conveniente para él. Entretanto, viviría con el sentimiento de quien ya ha hecho de su entrega algo efectivo: oración, estudio, meditación… El coronel le apoyó. Pero en marzo de 1836 empeoró. La pierna estaba afectada de gangrena. Gozoso, confiado, agradeciendo a Dios su dolor, lo ofreció por los pecadores con el mismo afán: si padecía, iría al paraíso. «Jesús sufrió mucho por mí. ¿Por qué no puedo sufrir por Él?». Estaba dispuesto a morir con tal de convertir a un solo pecador. El 5 de mayo rogó a Felice que viviese con alegría, asegurándole que nunca le faltaría su ayuda desde el cielo. Luego falleció. Gaetano Errico lo consideró un dilecto hijo, el primero que ingresaba en la vida eterna.

    Nunzio es el «santo joven, valiente y humilde, que ha sabido encontrar a Jesús en el sufrimiento, en el silencio y en la ofrenda de sí mismo», ha dicho el Papa Francisco en la homilía de la Eucaristía de Canonización, el 14 de octubre de 2018. Fue necesario el reconocimiento de un milagro para la canonización del joven Nunzio, quien murió a los 19 años (1817-1836).

Oremos

    Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste al beato Nunzio Sulprizio para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a Ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro Maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA


CAPÍTULO QUINTO
LA FAMILIA CÉLULA VITAL DE LA SOCIEDAD

III. LA SUBJETIVIDAD SOCIAL DE LA FAMILIA



a) El amor y la formación de la comunidad de personas

221 La familia se presenta como espacio de comunión —tan necesaria en una sociedad cada vez más individualista—, que debe desarrollarse como una auténtica comunidad de personas gracias al incesante dinamismo del amor, dimensión fundamental de la experiencia humana, cuyo lugar privilegiado para manifestarse es precisamente la familia: « El amor hace que el hombre se realice mediante la entrega sincera de sí mismo. Amar significa dar y recibir lo que no se puede comprar ni vender, sino sólo regalar libre y recíprocamente ».

Gracias al amor, realidad esencial para definir el matrimonio y la familia, cada persona, hombre y mujer, es reconocida, aceptada y respetada en su dignidad. Del amor nacen relaciones vividas como entrega gratuita, que « respetando y favoreciendo en todos y cada uno la dignidad personal como único título de valor, se hace acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda ». La existencia de familias que viven con este espíritu pone al descubierto las carencias y contradicciones de una sociedad que tiende a privilegiar relaciones basadas principalmente, cuando no exclusivamente, en criterios de eficiencia y funcionalidad. La familia que vive construyendo cada día una red de relaciones interpersonales, internas y externas, se convierte en la « primera e insustituible escuela de socialidad, ejemplo y estímulo para las relaciones comunitarias más amplias en un clima de respeto, justicia, diálogo y amor ».

domingo, 3 de mayo de 2020

MAYO, MES DE MARÍA

El Mes de María se reza en Mayo, en el llamado “mes de las flores”, que se llama así, porque con la llegada del buen tiempo y tras las lluvias invernales, el campo y los jardines comienzan a cubrirse de un verde intenso y de los colores y aromas de las flores.

EVANGELIO - 04 de Mayo - San Juan 10,11-18.


    Libro de los Hechos de los Apóstoles 11,1-18.

    En aquellos días: Los Apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los paganos habían recibido la Palabra de Dios.
    Y cuando Pedro regresó a Jerusalén, los creyentes de origen judío lo interpelaron, diciéndole: "¿Cómo entraste en la casa de gente no judía y comiste con ellos?".
    Pedro comenzó a contarles detalladamente lo que había sucedido: "Yo estaba orando en la ciudad de Jope, cuando caí en éxtasis y tuve una visión. Vi que bajaba del cielo algo parecido a un gran mantel, sostenido de sus cuatro puntas, que vino hasta mí.
    Lo miré atentamente y vi que había en él cuadrúpedos, animales salvajes, reptiles y aves.
    Y oí una voz que me dijo: 'Vamos, Pedro, mata y come'.
    'De ninguna manera, Señor, respondí, yo nunca he comido nada manchado ni impuro'.
    Por segunda vez, oí la voz del cielo que me dijo: "No consideres manchado lo que Dios purificó".
    Esto se repitió tres veces, y luego, todo fue llevado otra vez al cielo.
    En ese momento, se presentaron en la casa donde estábamos tres hombres que habían sido enviados desde Cesarea para buscarme.
    El Espíritu Santo me ordenó que fuera con ellos sin dudar. Me acompañaron también los seis hermanos aquí presentes y llegamos a la casa de aquel hombre.
    Este nos contó en qué forma se le había aparecido un ángel, diciéndole: 'Envía a alguien a Jope, a buscar a Simón, llamado Pedro.
    El te anunciará un mensaje de salvación para ti y para toda tu familia'.
    Apenas comencé a hablar, el Espíritu Santo descendió sobre ellos, como lo hizo al principio sobre nosotros.
    Me acordé entonces de la palabra del Señor: 'Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo'.
    Por lo tanto, si Dios les dio a ellos la misma gracia que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿cómo podía yo oponerme a Dios?".
    Después de escuchar estas palabras se tranquilizaron y alabaron a Dios, diciendo: "También a los paganos Dios les ha concedido el don de la conversión que conduce a la Vida".


Salmo 42(41),2-3.43(42),3.4.

Como la cierva sedienta
busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira
por ti, mi Dios.
Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar

el rostro de Dios?
Envíame tu luz y tu verdad:
que ellas me encaminen
y me guíen a tu santa Montaña,

hasta el lugar donde habitas.
Y llegaré al altar de Dios,
el Dios que es la alegría de mi vida;
y te daré gracias con la cítara,
Señor, Dios mío.


    Evangelio según San Juan 10,11-18.

    Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas.  El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa.
    Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.
    Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.
    Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.
    El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.
    Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre".

    Palabra del Señor