miércoles, 5 de mayo de 2021

EVANGELIO - 06 de Mayo - San Juan 15,9-11.


         Libro de los Hechos de los Apóstoles 15,7-21.

    Al cabo de una prolongada discusión, Pedro se levantó y dijo: "Hermanos, ustedes saben que Dios, desde los primeros días, me eligió entre todos ustedes para anunciar a los paganos la Palabra del Evangelio, a fin de que ellos abracen la fe.
    Y Dios, que conoce los corazones, dio testimonio en favor de ellos, enviándoles el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros.
    El no hizo ninguna distinción entre ellos y nosotros, y los purificó por medio de la fe.
    ¿Por qué ahora ustedes tientan a Dios, pretendiendo imponer a los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos soportar?
    Por el contrario, creemos que tanto ellos como nosotros somos salvados por la gracia del Señor Jesús".
    Después, toda la asamblea hizo silencio para oír a Bernabé y a Pablo, que comenzaron a relatar los signos y prodigios que Dios había realizado entre los paganos por intermedio de ellos.
    Cuando dejaron de hablar, Santiago tomó la palabra, diciendo: "Hermanos, les ruego que me escuchen: Simón les ha expuesto cómo Dios dispuso desde el principio elegir entre las naciones paganas, un Pueblo consagrado a su Nombre.
    Con esto concuerdan las palabras de los profetas que dicen: después de esto, yo volveré y levantaré la choza derruida de David; restauraré sus ruinas y la reconstruiré, para que el resto de los hombres busque al Señor, lo mismo que todas las naciones que llevan mi Nombre. Así dice el Señor, que da a conocer estas cosas desde la eternidad.
    Por eso considero que no se debe inquietar a los paganos que se convierten a Dios, sino que solamente se les debe escribir, pidiéndoles que se abstengan de lo que está contaminado por los ídolos, de las uniones ilegales, de la carne de animales muertos sin desangrar y de la sangre.
    Desde hace muchísimo tiempo, en efecto, Moisés tiene en cada ciudad sus predicadores que leen la Ley en la sinagoga todos los sábados".


Salmo 96(95),1-2a.2b-3.10.

Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre.

Día tras día, proclamen su victoria.
Anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos.

Digan entre las naciones: “¡El Señor reina!
el mundo está firme y no vacilará.
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud”.


    Evangelio según San Juan 15,9-11.

    Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.
    Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
    Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.»

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 06 de Mayo - “Permanezcan en mi amor”


San Alfonso María de Ligorio (1696-1787) obispo y doctor de la Iglesia Hablar a Dios con confianza y familiaridad (Manière de converser avec Dieu, Le Laurier, 1988), trad. sc©evangelizo.org

“Permanezcan en mi amor”

    Crean que no existe en el mundo ni amigo, ni hermano, ni padre, ni madre, ni esposo, ni novio que los ame más que su Dios. La gracia divina es ese tesoro de gran valor, ese tesoro infinito del que habla el Sabio. Del momento que nos valemos de ella, nos hace partícipes de la amistad con Dios (cf. Sb 7,14). Delante de Dios, somos sólo débiles creaturas, pobres servidores. Pero he aquí que devenimos los amigos, los amigos muy queridos de nuestro Creador. En vista de hacernos confiar en él, se anonadó (Flp 2,7), abajándose hasta hacerse hombre, para conversar familiarmente con los hombres (cf. Ba 3,38). No era suficiente: se hizo niño, se hizo pobre, por decreto de justicia se dejó poner a muerte delante de todo el pueblo, sobre una cruz. Más aún, va hasta situarse bajo las especies de pan para hacerse nuestro compañero de cada día y unirse, con unión íntima a cada uno de nosotros: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6,56). Se diría que tiene amor sólo por ustedes, tanto los ama. Por eso, deben amarlo a él y a nadie más. De él ustedes pueden y deben decir: “Mi Amado es a mí y yo soy a Él” (Ct 2,16). Mi Dios se ha dado sin reservas y sin reservas me doy a él. Fui elegido por él como objeto de su ternura. Él entre miles, entre todos, blanco y bermejo (Cf. Ct 5,10), amable y amante, elegido de mi corazón, el único que quiero amar.

SANTORAL - SAN PEDRO NOLASCO

 06 de Mayo



    «Este redentor de cautivos, fundador de la Orden de Santa María de la Merced consagró su vida a liberar a los cristianos y él mismo fue apresado en Argelia en una de las expediciones que llevaba a cabo con este objetivo»

    Natural de Barcelona, España nació hacia 1180. Sus padres debían poseer tierras en zonas colindantes a la capital. Y él crecería en ese privilegiado entorno junto a un monasterio románico, hasta que huérfano de padre a los 15 años, con la aquiescencia materna, repartió sus bienes. En edad de contraer matrimonio se arrodilló ante la Virgen de Montserrat y le ofreció su vida dando la espalda a mundanas vanidades. La época histórica en la que discurría su quehacer, con el dominio musulmán sobre las costas en todo su apogeo, trajo consigo el destierro de miles de cristianos a África. Eran personas cruelmente maltratadas y angustiadas por un yugo injusto que llevó a muchas a renegar de su fe pensando que Dios las había abandonado. Pedro tomó conciencia de la tragedia que encierra la esclavitud. Y en 1203 ya estaba implicado como benefactor de los pobres según consta en documento escrito que lo menciona como «responsable de la limosna de los cautivos». Precisamente ese año tuvo lugar en Valencia la primera «redención de cautivos». El santo rescató con sus propios medios a unos 300. Cuando se le agotó el dinero, formó grupos para recaudar la «limosna para los cautivos». Y al quedar clausurada esta vía de ayuda, pensó ingresar en alguna orden religiosa o trasladarse al desierto.

    Hubo dos hitos significativos de carácter sobrenatural que marcaron su trayectoria espiritual y apostólica. En 1203 en un sueño se vio transportado al atrio de un espléndido palacio donde existía un frondoso olivo. Dos venerables ancianos le encomendaron su tutela. A ellos siguieron los furibundos ataques de otros dos hombres que se cebaron en las ramas y el fruto. En medio de la lucha observó que de la rama cercenada brotaba otra más esplendorosa, y otro tanto acontecía con el fruto. Desvanecida la visión, quiso interpretarla. Esta experiencia, a decir de los cronistas, pudo ofrecer dos perspectivas. En la primera, el atrio sería el mundo; la oliva, la Iglesia, y los agresores, los enemigos de la fe representados en las cohortes de prisioneros que se asfixiaban bajo las cadenas de la cautividad. Al rescatarlos, él liberaría a la Iglesia de su opresión. En otra lectura se habrían invertido los símbolos; tendrían nueva y simple matización. El atrio sería la Iglesia y la oliva la Orden que iba a fundar: un alborear para los que se hallaban presos. A esta convicción le habría conducido la Santísima Virgen, a quien Pedro se encomendaba buscando luz para clarificar su devenir y la voluntad divina que pudiera encerrar este hecho.

    Así las cosas, y este fue el segundo hito, la noche del 1 al 2 de agosto de 1218 se le apareció la Virgen. Iba vestida con el hábito blanco característico de los mercedarios. Movido por Ella, el 10 del mismo mes y año creó la orden de Santa María de la Merced para la redención de cautivos en la catedral de Barcelona. Fue un acto emotivo, de honda significación, que tuvo lugar ante la presencia del monarca Jaime I de Aragón y del obispo Berenguer de Palou. Éste fue quien impuso al santo y a los doce primeros integrantes de la fundación la túnica blanca con todos sus elementos inspirada en la que llevó María. La nueva realidad eclesial, que anteriormente había sido laica, fue dotada con un cuarto voto, el de liberar esclavos, que se añadió a los clásicos de pobreza, castidad y obediencia. Les comprometía a entregar la propia vida a imagen del Redentor. En los inicios de la instauración de su obra Pedro no estuvo solo; contó con el inapreciable consejo y ayuda de san Raimundo de Peñafort. En ese momento, las circunstancias propiciaban la labor de estos nuevos redentores. El hospital barcelonés de Santa Eulalia era cobijo de indigentes y cautivos que regresaban de tierras moriscas sin medios para sobrevivir. Y en ese establecimiento, asignado a los mercedarios por el rey aragonés, comenzaron su excelsa labor. Cada rescatado tenía la obligación de participar durante un tiempo en la redención de nuevos cautivos. También reemplazar al esclavo ocupando su lugar, siempre que su fe estuviese en peligro y no tuviesen dinero para rescatarlo. En una de las expediciones realizadas por Pedro Nolasco a Argelia para liberar a cristianos fue hecho prisionero, pero finalmente consiguió la libertad.

    Fue un hombre de oración, humilde, generoso, lleno de fe y entrañas de misericordia, fiel observante de la regla, entregado, con gran visión y celo apostólico. A ello se unían sus ansias de morir por Cristo. Éste ímpetu, junto a su fe, propiciaron la existencia de la rama mercedaria femenina. La materializó con la anuencia de María de Cervelló, luego canonizada, joven natural de Barcelona a la que supo transmitir el espíritu que animaba la Orden instituida por él y de la que fue superior general. Diecisiete fundaciones extendidas por Cataluña, Aragón, Valencia, Mallorca y Carbona dan idea también de su amor a Cristo y a sus semejantes. Con el generoso grupo de seglares que se implicaron en la admirable tarea de auxiliar no solo a los cautivos sino de prestar asistencia a pobres, enfermos y peregrinos, creó una fraternidad. El rey Jaime I, al que acompañó en la conquista de Mallorca y Valencia, le donó el monasterio de El Puig. En 1235 Gregorio IX emitió la bula «Devotionis vestrae» confirmando su obra. Fue agraciado con éxtasis y dones de profecía y milagros. Cuenta la tradición que hubiera deseado venerar las reliquias de san Pedro en Roma, peregrinación que no pudo efectuar. En su desconsuelo, éste se le apareció en sueños durante tres noches consecutivas diciéndole: «vengo a verte porque tú no puedes ir a visitarme». En la última, mientras Pedro Nolasco oraba de rodillas, vio al apóstol crucificado, cabeza abajo. Le instó a no dejar España donde florecía su excelsa labor. Murió el 6 de mayo de 1245 pronunciando el Salmo 76: «Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos y con tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos y esclavizados». Urbano VIII lo canonizó el 30 de septiembre de 1628.

Oremos

    Oh, Señor, que has revestido de la caridad de Cristo a nuestro Padre San Pedro Nolasco, y por medio de la Virgen María lo has hecho mensajero de amor y de libertad para los cristianos cautivos, concédenos imitar su ejemplo para la liberación de todos los oprimidos y la edificación de tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

martes, 4 de mayo de 2021

EVANGELIO - 05 de Mayo - San Juan 15,1-8.


         Libro de los Hechos de los Apóstoles 15,1-6.

    Algunas personas venidas de Judea enseñaban a los hermanos que si no se hacían circuncidar según el rito establecido por Moisés, no podían salvarse.
    A raíz de esto, se produjo una agitación: Pablo y Bernabé discutieron vivamente con ellos, y por fin, se decidió que ambos, junto con algunos otros, subieran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los Apóstoles y los presbíteros.
    Los que habían sido enviados por la Iglesia partieron y atravesaron Fenicia y Samaría, contando detalladamente la conversión de los paganos. Esto causó una gran alegría a todos los hermanos.
     Cuando llegaron a Jerusalén, fueron bien recibidos por la Iglesia, por los Apóstoles y los presbíteros, y relataron todo lo que Dios había hecho con ellos.
    Pero se levantaron algunos miembros de la secta de los fariseos que habían abrazado la fe, y dijeron que era necesario circuncidar a los paganos convertidos y obligarlos a observar la Ley de Moisés.
    Los Apóstoles y los presbíteros se reunieron para deliberar sobre este asunto.


Salmo 122(121),1-2.3-4a.4b-5.

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la Casa del Señor!»
Nuestros pies ya están pisando
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén, que fuiste construida
como ciudad bien compacta y armoniosa.
Allí suben las tribus,
las tribus del Señor.

Porque allí está el trono de la justicia,
el trono de la casa de David.


    Evangelio según San Juan 15,1-8.

    Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador.
    El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.
    Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié.
    Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
    Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer.
    Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.
    Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.
    La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 05 de Mayo - “Permanezcan en mí, cómo yo permanezco en ustedes”


Beato Columba Marmion (1858-1923) abad Los medios de « las buenas obras » (Le Christ idéal du prêtre, Maredsous, 1951), trad. sc©evangelizo.org


“Permanezcan en mí, cómo yo permanezco en ustedes”

    En cualquier etapa que se encuentra el alma, su trabajo es únicamente un trabajo de cooperación. No está sola ya que Dios trabaja en ella. Es el primer Autor de su progreso. En los comienzos, cuando el alma está todavía avergonzada de sus vicios y malos hábitos, es necesario que se aplique ella misma con virilidad y ardor a sacar esos obstáculos que se oponen a la unión divina. La cooperación que Dios reclama en este período es particularmente grande y activa y se revela fuertemente a la conciencia. Durante este período Dios otorga gracias sensibles que restablecen y animan. Pero el alma experimenta conflictos, vicisitudes interiores. Cae y se levanta, pena y luego reposa, toma aliento y después reparte. A medida que el alma avanza, que ceden los obstáculos, su vida interior se hace más homogénea, más regular y unificada. La acción de Dios se hace sentir más poderosa porque es más libre de ejercer y encuentra en el alma menos resistencia, más docilidad. Entonces progresamos rápidamente en la vía de la perfección. (…) Nuestro Señor nos ha dado claramente esta doctrina fundamental: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer”. (Jn 15,5). (…) Sería una peligrosa ilusión imaginar que Cristo tomará sobre él todo el trabajo. Pero sería una ilusión igualmente peligrosa creer que podemos realizar algo sin él. Por eso debemos estar convencidos que es por nuestra unión con Jesús que nuestras obras tienen valor.

SANTORAL - SAN NUNZIO SULPRIZIO

05 de Mayo


    Su vida estuvo colmada de paciencia y bondad. Y eso que el trato que recibió de frialdad y dureza fue tal que recuerda a esos textos infantiles en los que un personaje vive atormentado por una especie de ogro que lo tiene maniatado. Por supuesto, la diferencia entre la ficción y la realidad es un hecho insalvable. Ante ambas cabe una comparación, nada más. Desgraciadamente, lo que acontece en ciertas ocasiones es infinitamente más doloroso que lo expuesto en un simple relato. Pablo VI, conmovido por las virtudes de Nunzio, el 1 de diciembre de 1963, en pleno Vaticano II, lo elevó a los altares llamando la atención de los padres conciliares. Les sugirió establecer una amistad con él, ya que su vida debía servir para reflexionar en el coloquio celestial que mantuvo y tomarlo como modelo a imitar en la trayectoria que llevó en la tierra. También el beato Gaetano Errico, que conoció al beato en los umbrales de su fundación --los misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y de María--, estuvo dispuesto a admitirle en ella, a pesar de sus pésimas condiciones de salud. Despachó enseguida las críticas malintencionadas de quienes juzgaron su decisión dejando claro lo esencial: «Este es un joven santo y a mí me interesa que el primero que entre en mi Congregación sea un santo, no importa si está enfermo».

    Nació en Pescosansonesco, Italia, al pie de los Apeninos, el 13 de abril de 1817. Su padre era zapatero. Murió en agosto de 1820 y aunque su madre trató de afrontar la situación en soledad, la precariedad pudo con ella. Dos años más tarde contrajo nuevas nupcias con un vecino de la localidad de Corvara, quien desde el primer momento no ocultó su inquina por el pequeño. Éste, ajeno a su animadversión, era feliz en la escuela regida por el párroco. Se familiarizaba con las verdades de la fe y recibía nociones de lectura y escritura. Pero, sobre todo, aprendía a contemplar el rostro de Cristo crucificado, muerto para expiar los pecados de la Humanidad. Aborrecía todo mal, y quería asemejarse a Él. Además, se aficionó a orar y a imitar a los santos. En 1823 falleció su madre y quedó al cuidado de su abuela Rosaria, prolongando un poco más ese periodo amable de su vida, aunque teñido por el dolor de la pérdida sufrida. Ella continuó animándole y acompañándole en el camino de la virtud hasta su muerte que se produjo en abril de 1826. A sus 9 años Nunzio quedó a merced de un tío materno, Domenico, herrero de profesión, que le abrió las puertas de la eternidad. Vetó por completo su educación, y le puso a trabajar a su servicio en condiciones infrahumanas. Sin apenas descanso, y en numerosas ocasiones sin alimento que llevarse a la boca, con escasas prendas de vestir portaba pesadas cargas en su menudo cuerpecito sorteando distancias, inclemencias meteorológicas, y riesgos diversos que podían salirse al paso. Al regresar le recibían los exabruptos. Obligado a golpear el yunque casi sin respiración ofrecía todo a Cristo. Quería obtener el paraíso con sus muchos sufrimientos. Tan solo los domingos tenía un pequeño momento de asueto que le permitía ir a misa.

    Un invierno transitaba por las laderas de Rocca Tagliata con el insoportable fardo en medio de gélida temperatura. Comenzó a notar el pie con gran calentura que se extendió por la pierna como la pólvora. Se acostó sin decir nada. Al día siguiente no era capaz de sostenerse. Su tío no tuvo en cuenta ni inflamación, ni fiebre. Le obligó a trabajar, como siempre, bajo amenaza. Los vecinos se apiadaron alguna vez de él y le daban algo de comer. Nunzio no se quejaba ante ellos de la conducta de su familia. Antes bien, la disculpaba. Cuando podía, acudía a misa y oraba ante el Santísimo. La lesión le corroía, y Domenico solo permitió que dejara el yunque y se ocupara del fuelle. Nuevo suplicio. Para tratar de calmar los atroces dolores y la supurante llaga acudía a una fuente pública, de la que fue arrojado para evitar el posible contagio. Así que halló otra corriente de agua en Riparossa donde solía rezar rosarios a la Virgen, a la que tenía gran devoción. En 1831 ingresó en el hospital de L’Aquila, pero le dieron el alta como enfermo incurable. Allí había vivido de la caridad consolado por la oración. Al volver a casa de su tío, éste no lo admitió. Y se dedicó a mendigar. Pensaba para sí:«Es muy poco lo que sufro, siempre que pueda salvar mi alma amando a Dios».

    Un viajante que supo de él, informó a su tío paterno Francesco, militar en Nápoles, de la situación que atravesaba. Nunzio tenía 15 años. Su tío se lo llevó y le presentó al coronel Felice Wochinger, un hombre bueno que auxiliaba a los pobres, estableciéndose entre ambos una bellísima relación paterno filial. Felice se ocupó de que recibiera toda la asistencia posible en el hospital de Incurables con el mejor tratamiento. El personal del centro y los enfermos se percataron de la grandeza del muchacho. Allí hizo su primera comunión y confió a un sacerdote el sentimiento de que todo lo que le sucedía era providencia de Dios. Durante dos años hubo momentos de ligera mejoría, resultado de los excelentes cuidados recibidos en las termas de Ischia. Se sostenía con un palo, impartía catecismo y ayudaba a los que sufrían en su entorno. Dedicaba la mayor parte del tiempo a rezar al Santísimo y a la Virgen Dolorosa. En 1834 comunicó su deseo de consagrarse a Dios en el momento conveniente para él. Entretanto, viviría con el sentimiento de quien ya ha hecho de su entrega algo efectivo: oración, estudio, meditación… El coronel le apoyó. Pero en marzo de 1836 empeoró. La pierna estaba afectada de gangrena. Gozoso, confiado, agradeciendo a Dios su dolor, lo ofreció por los pecadores con el mismo afán: si padecía, iría al paraíso. «Jesús sufrió mucho por mí. ¿Por qué no puedo sufrir por Él?». Estaba dispuesto a morir con tal de convertir a un solo pecador. El 5 de mayo rogó a Felice que viviese con alegría, asegurándole que nunca le faltaría su ayuda desde el cielo. Luego falleció. Gaetano Errico lo consideró un dilecto hijo, el primero que ingresaba en la vida eterna.

    Nunzio es el «santo joven, valiente y humilde, que ha sabido encontrar a Jesús en el sufrimiento, en el silencio y en la ofrenda de sí mismo», ha dicho el Papa Francisco en la homilía de la Eucaristía de Canonización, el 14 de octubre de 2018. Fue necesario el reconocimiento de un milagro para la canonización del joven Nunzio, quien murió a los 19 años (1817-1836).

Oremos

    Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San  Nunzio Sulprizio para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a Ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro Maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén

lunes, 3 de mayo de 2021

EVANGELIO - 04 de Mayo - San Juan 14,27-31a.


        Libro de los Hechos de los Apóstoles 14,19-28.

    Vinieron de Antioquía y de Iconio algunos judíos que lograron convencer a la multitud. Entonces apedrearon a Pablo y, creyéndolo muerto, lo arrastraron fuera de la ciudad.
    Pero él se levantó y, rodeado de sus discípulos, regresó a la ciudad. Al día siguiente, partió con Bernabé rumbo a Derbe.
    Después de haber evangelizado esta ciudad y haber hecho numerosos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía de Pisidia.
    Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.
    En cada comunidad establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído.
    Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia.
    Luego anunciaron la Palabra en Perge y descendieron a Atalía.
    Allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir.
    A su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos.
    Después permanecieron largo tiempo con los discípulos.


Salmo 145(144),10-11.12-13ab.21.

Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.

Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre.

Mi boca proclamará la alabanza del Señor:
que todos los vivientes bendigan su santo Nombre,
desde ahora y para siempre.


    Evangelio según San Juan 14,27-31a.

    Jesús dijo a sus discípulos: «Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡ No se inquieten ni teman !
    Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
    Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
    Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.»

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 04 de Mayo - «La paz os dejo, mi paz os doy»


       San Juan XXIII (1881-1963) papa Encíclica «Pacem in Terris»

«La paz os dejo, mi paz os doy»

    Pertenece a todo creyente ser, en el mundo de hoy, un destello luminoso, un foco de amor y fermento para toda la masa (Mt 5,14; 13,33). Cada uno lo será según la medida de su unión con Dios. La paz no reinará entre los hombres si no reina primero en cada uno de ellos, si cada uno no guarda en sí mismo el orden querido por Dios... En efecto, se trata de una empresa demasiado sublime y demasiado elevada para que su realización dependa del poder del hombre dejado a sus solas fuerzas, aunque, por otra parte, tenga la más laudable buena voluntad. Para que la sociedad humana pueda llegar a ser la imagen más perfecta del reino de Dios, es absolutamente necesario el auxilio de lo alto... Cristo, por su Pasión y por su muerte venció el pecado –fuente y principio de todas las divisiones, de todas las miserias y de todos los desequilibrios... «Porque él es nuestra paz... Él, que vino a anunciaros la paz a vosotros que estabais lejos, y la paz a los que estaban cerca» (Ef 2,14s). En la sagrada liturgia de estos días resuena este mismo anuncio: «Cristo resucitado presentándose en medio de sus discípulos, los saludó diciendo: La paz sea con vosotros. Aleluya. Y los discípulos se gozaron al ver al Señor» (cf Jn 20, 19s). Cristo nos ha traído la paz, nos ha dejado la paz: «La paz os dejo, mi paz os doy. No la doy como la da el mundo». Pidamos, pues, con instantes súplicas al Redentor, esta paz que él mismo nos trajo. Que él borre de los hombres todo lo que pueda poner en peligro esta paz y transforme a todos en testigos de la verdad, de la justicia y del amor fraterno. Que ilumine con su luz la mente de los que gobiernan las naciones... Que Cristo encienda las voluntades de todos para echar por tierra las barreras que dividen a los unos de los otros, para estrechar los vínculos de la mutua caridad, para fomentar la mutua comprensión, en fin para perdonar los agravios. Así, bajo su acción y amparo, todos los pueblos se aúnen como hermanos y florezca entre ellos y reine siempre la anhelada paz.

SANTORAL - SAN GREGORIO ILUMINADOR

04 de Mayo


     Fundador y santo patrón de la Iglesia Apostólica Armenia, llamado el segundo Iluminador de Armenia, tras los apóstoles Judas Tadeo y Bartolomé.

    Martirologio Romano: En Armenia, san Gregorio, apellidado el Iluminador, obispo, que, después de sobrellevar muchos trabajos, se retiró a una cueva cerca de la confluencia del Éufrates ramificado y allí descansó en paz. Es considerado apóstol de los armenios (c. 326).

    Pertenecía a la línea real de la Dinastía arsácida, siendo el hijo de un parto de nombre Anak, que asesinó a Chosrov I rey de Armenia, y por lo tanto, trajo la ruina sobre sí mismo y su familia. Su madre se llamaba Okohe, y los biógrafos armenios afirman que la primera influencia cristiana que recibió fue en el momento de su concepción, que tuvo lugar cerca del monumento elevado a la memoria del santo apóstol Tadeo.

    Educado en Cesarea de Capadocia por un cristiano noble llamado Euthalius, Gregorio solicitó, al llegar a la mayoría de edad, ser el encargado de evangelizar en la doctrina cristiana su tierra natal. A los 22 años se casó con una cristiana de nombre Mariam, de cuyo matrimonio nacen dos hijos, Vartanés y Aristakés. Tras siete años de enlace, interrumpen su vida matrimonial de común acuerdo, siguiendo las enseñanzas de san Pablo. Gregorio se va de Cesarea y Mariam se retira a un convento, para llevar una vida retirada, pero sin ser religiosa.

    En ese momento reina el Armenia Tiridates III, hijo del rey Chosroes. Influido en parte por el hecho de que Gregorio era el hijo del enemigo de su padre, capturó a Gregorio y le sometió a un cruel encarcelamiento de catorce años en un agujero en la llanura de Ararat. En ese mismo lugar se levanta hoy en día la iglesia de Khor Virap, cerca de la histórica ciudad de Artashat.

    Las crónicas ortodoxas describen numerosas y variadas formas de tortura sufridas por el santo, hasta llegar a ser juzgado y condenado a muerte en doce ocasiones, penas a las que sobrevivió, ayudado, según la tradición, por una mujer creyente que le llevaba cada día un trozo de pan.

    Tirídates cayó en profunda tristeza, rozando con la locura y durante un día de caza, comienza una vida errante en el bosque, padeciendo un síndrome similar a la licantropía, ante el que nadie podía acercársele ni llevarlo al palacio. La hermana del rey tiene, según la leyenda, una visión, en la cual Dios le revela que solamente Gregorio, que está en la mazmorra de Artashat, puede curar a su hermano. Gregorio fue requerido para restaurar la razón del rey, en base a su reconocida santidad. Una vez en la corte, predica la religión cristiana y hace oración a Dios para curar al rey Tirídates. Cuando éste sana, pide el bautismo y en 301, Armenia se convirtió en el primer país que adoptó el cristianismo como religión del estado.

    La causa del cristianismo parecía garantizada: el Rey, los príncipes y el pueblo compitieron entre sí en la obediencia a Gregorio. Como resultado, se establecieron numerosos monasterios, iglesias y escuelas. En 302, Gregorio recibió su consagración como Patriarca de Armenia de parte de Leontius de Cesarea. En 318 Gregorio nombró a su hijo Aristaces como su sucesor.

    Hacia el año 331 se retiró a una cueva y vivió como un ermitaño en el Monte Sebuh, en la provincia de Daranalia en la Alta Armenia, y allí falleció pocos años después sin que nadie le acompañase. Cuando se descubrió que había muerto, su cadáver fue trasladado a la aldea de Thodanum (o Tharotan). Los restos del santo fueron repartidos por varios países a modo de reliquias. Se cree que su cabeza se encuentra en Italia, su mano derecha en Echmiadzin, Armenia, y su izquierda en la Santa Sede de Cilicia, en Antelias, Líbano.

    A su muerte la Iglesia armenia se convirtió en extremadamente rica, pues además de los antiguos templos que el rey había confiscado para los católicos, se le otorgaron grandes extensiones de tierra. La iglesia se convirtió en la dueña de aproximadamente 10000 explotaciones ganaderas, que fueron utilizadas igual por el clero que por los príncipes. Era tal la importancia económica de la institución que durante las épocas de guerras la iglesia estaba obligada a ayudar al rey con soldados e impuestos. Se sabe que la iglesia, en un caso de necesidad, se vio obligada a proporcionar al rey 5.000 caballeros y 4.000 soldados de infantería.

    La fuente más autorizada de la vida de Gregorio es Agathangelos, secretario del rey, cuya Historia de Tiridates fue publicado por el Mekhitarists en 1835. También aparece ampliamente en la Historiae Armenicae de Moisés de Chorene y en la obra de Simeon Metaphrastes. en 1749 se publicó en Venecia una biogrfía de Gregorio compuesta por el Vartabed Mateo, publicado en armenio, obra se tradujo al inglés por el reverendo S.C. Malan en 1868.

    Gregorio es venerado en la Iglesia Católica Apostólica Romana, Iglesia Católica Armenia, Iglesia Apostólica Armenia, Iglesia Ortodoxa, Antiguas Iglesias Orientales y por las Iglesias Orientales Católicas.

Oremos
    
    San Gregorio Iluminador, intercede ante nuestro Señor  para aliviar los dolores y curar las enfermedades de este, tu siervo, y con la siempre vencedora señal de la cruz danos la gracia de la perfecta salud. ¡Oh, Dios bondadoso y caritativo! Tú eres nuestra vida y nuestra salvación. Tú eres quien puede perdonar nuestros pecados y alejar la impureza y la enfermedad de nosotros ¡Oh, tú, que concedes bienes, otorga abundante misericordia a tus criaturas, para las cuales todos los días alabamos glorificando tu Santísima Trinidad; ahora y siempre. Por los siglos de los siglos. Amén.

domingo, 2 de mayo de 2021

EVANGELIO - 03 de Mayo - San Juan 14,6-14.


        Carta I de San Pablo a los Corintios 15,1-8.

    Hermanos, les recuerdo la Buena Noticia que yo les he predicado, que ustedes han recibido y a la cual permanecen fieles.
    Por ella son salvados, si la conservan tal como yo se la anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano.
    Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura.
    Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Pedro y después a los Doce.
    Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto.
    Además, se apareció a Santiago y de nuevo a todos los Apóstoles.
    Por último, se me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto.


Salmo 19(18),2-3.4-5.

El cielo proclama la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos;
un día transmite al otro este mensaje

y las noches se van dando la noticia.
Sin hablar, sin pronunciar palabras,
sin que se escuche su voz,

resuena su eco por toda la tierra
y su lenguaje, hasta los confines del mundo.
Allí puso una carpa para el sol


    Evangelio según San Juan 14,6-14.

    Jesús dijo a Tomás: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.
    Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto".
    Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta".
    Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: 'Muéstranos al Padre'?
    ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
    Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
    Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre."
    Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
    Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 03 de Mayo - «Os daré pastores»


        San Pablo VI papa 1963-1978 Mensaje para la Jornada de las vocaciones 1971 (trad. DC, t.68, p. 405)

«Os daré pastores» 

    Los apóstoles, fieles a la memoria de Jesús, se alegraban de la conversión de nuevos creyentes porque habían encontrado en Él, no solamente el Pastor de sus almas, sino más aún, el Jefe de los pastores. Cuando a Jesús le llegó la hora de volver al Padre y dejar este mundo, quiso escoger y llamar otros «pastores según su corazón» (Jr 3,15). Los escogió libremente con la finalidad de que continuaran su misma misión por el mundo entero, hasta el fin de los tiempos. Serán sus enviados, sus mensajeros, sus apóstoles. No serán pastores más que en su nombre, para el bien del rebaño y por la fuerza de su Espíritu, al cual deberán permanecer fieles. El primero de todos, Pedro, después de la triple profesión de amor a Jesús, es nombrado pastor de sus ovejas y de sus corderos (Jn 21,15). Después todos los apóstoles. Y después de ellos, todavía otros, y todos en el mismo Espíritu. Y todos y en todo tiempo, deberán conducir el rebaño del Señor que les ha sido confiado, no como dominadores, sino como modelos del rebaño (1P 5,3), con total desinterés y con todo el impulso de su corazón. Tan sólo así podrán un día recibir la recompensa merecida, cuando el Jefe de los pastores aparecerá nuevamente.

FIESTA DE LOS SANTOS FELIPE Y SANTIAGO, APÓSTOLES

03 de Mayo


   Fiesta de san Felipe y Santiago, apóstoles. Felipe, que, al igual que Pedro y Andrés, había nacido en Betsaida, era discípulo de Juan Bautista y fue llamado por el Señor para que le siguiera. Por su parte, Santiago, de sobrenombre «Justo», hijo de Alfeo y considerado en Occidente como el pariente del Señor, fue el primero que rigió la Iglesia de Jerusalén. Al suscitarse la controversia sobre la circuncisión, se apartó del criterio de Pedro, a fin de que no se impusiese a los discípulos venidos de la gentilidad aquel antiguo yugo. Muy pronto coronó su apostolado con el martirio. Santiago el menor y/o Santiago el pariente del Señor

    Santiago, como es sabido, es la forma aglutinada de San Jacobo o San Jaime, que son el mismo nombre latinizado del muy bíblico, y muy frecuente, Iaacov, que a través de su transcripción Yago da Sant'Yago, y de allí Santiago. Como en la España levantina abundan los Vicentes, en Palestina abundaban los Iaacov. Sólo entre los apóstoles tenemos dos que se llaman así, y que para distinguirlos los señalamos como "el mayor" y "el menor". Pero hay más Santiagos en el Nuevo Testamento:
-Mateo 13,55 nos dice que los «hermanos» de Jesús (es decir, hermanastros o primos quizás) se llamaban Santiago, José, Simón y Judas;
-Mt 27,56 menciona a una María «madre de Santiago y de José»;
-en Marcos 16,1 se habla de «María la de Santiago», que vuelve a mencionarse igual en Lucas 24,10;
-en Lucas 6,16 y Hechos 1,13 se habla de un «Judas de Santiago», a quien habitualmente identificamos con Judas Tadeo; ese «de Santiago» es más probable que se refiera a «hijo de Santiago» y no a «hermano de Santiago», como arbitrariamente se ha leído a veces;
-naturalmente las menciones de Hechos a «Santiago y los hermanos [de Jesús]» (12,17);
-una de las epístolas del NT se atribuye a un Santiago, aunque es difícil saber a cuál.

    Ya he señalado otras veces la tradición armonizadora que se pone en movimiento a fines del siglo I, pero que se intensifica sobre todo con la crisis gnóstica, en el siglo II (ver, por ejemplo, Santas María de Cleofás y Salomé, San Simón, obispo (pariente del Señor), San Bartolomé, apóstol), y que trata de suplir con una supuesta equivalencia de personajes, basados en evidencias por completo secundarias, el desconocimiento -que ya a esa altura era semejante al nuestro- con respecto a situaciones y personas que habían sido, o tan cotidianas que los Evangelios no necesitaron explicarlos a sus contemporáneos, o tan poco relevantes, que se ahorraron las digresiones. Así, y en especial respecto de los Santiagos, todos los que se mencionan en el NT, que a lo mejor fueron tres o más, quedaron reducidos a dos: los dos apóstoles. Naturalmente, hubo que forzar un poco el panorama, porque con una lectura atenta de Hechos de los Apóstoles poco puede sostenerse que los «hermanos de Jesús» hayan sido apóstoles, cuando más bien los evangelios dicen que en vida de Jesús no creyeron en él (cfr. Mc 3,21.31; y sobre todo Jn 7,5, que lo afirma rotundamente).

    Hoy ya es imposible sostener que no hay, por lo menos, tres Santiagos:
-El llamado Mayor, Apóstol del grupo de tres más cercanos a Jesús, testigo de la transfiguración y Getsemaní, según afirma la tradición (la terna «Pedro, Santiago y Juan» que se menciona en los evangelios estaría formada por este Santiago), cuya fiesta celebramos el 25 de julio, y que es a la vez el Apóstol de España y el que murió en martirio hacia el 44, el primero de los Doce, dos hechos que no parecen del todo compatibles...
-El que Hechos llama «el hermano del Señor», que es, según parece, el único de los hermanos que tuvo gran importancia en la iglesia primitiva, a pesar de que se mencionen cuatro en Mateo (aunque Simón también fue luego Obispos de Jerusalén, y la tradición lo identifica con otro de los hermanos). Este hermanastro está asímilado en la tradición armonizadora al que hoy nos ocupa, es decir, al «Menor», y por lo tanto no tiene fecha de celebración propia, aunque es dudoso que deba ser considerado apóstol. Este Santiago es quizás el integrante de la terna «Pedro, Juan y Santiago» de Hechos, es decir, las «Columnas de la Iglesia», que lo más probable es que no sea la misma terna de los evangelios, donde claramente se mencionaba a tres apóstoles.
-Finalmente el que celebramos hoy, el «Menor», del que muy cautamente el elogio del Martirologio Romano aclara: «considerado en Occidente como el pariente del Señor».

    Lamentablemente, si el pariente del Señor no es el Apóstol -y esto es más que probable: es dato que puede afirmarse con certeza razonable-, sobre Santiago el menor no poseemos casi datos, ya que la tradición se ha limitado a transferirle a este apóstol lo que posiblemente deba decirse del pariente del Señor: que fue el primer obispo de Jerusalén, que fue columna de la Iglesia, que tuvo muchísima influencia en los primeros años de la Iglesia, y que quizás deba atribuirse a él la epístola que lleva su nombre.

    El Martirologio se encuentra tironeado por dos lados, por una parte, el santoral no es ni debe ser una caja de resonancia de leyendas y tradiciones espurias; desde el principio, ya con el Cardenal Baronio en el siglo XVI, se procuró que lo que entrara al santoral -en cada época con los medios disponibles- tuviera no sólo la plausibilidad de lo bien narrado, sino la solidez del dato históricamente cierto, o al menos probable. El planteo teórico del Martirologio actual mantiene y acrecienta esta línea de rigurosidad. Por otra parte, en lo que hace a los primeros siglos de la Iglesia, y en especial al primero, en muchos casos las tradiciones legendarias están tan firmemente arraigadas que hasta hay creyentes que creen que todos esos «datos» (la cantidad de Marías, de Santiagos, las listas de apóstoles, etc.) son parte del depósito de la fe, cuando son sólo expresión de recuerdos necesariamente imprecisos del momento en que sólo devinieron importantes cuando ya no quedaba nadie a quien preguntarle. El Butler-Guinea, edición castellana del 64 que se basa en la inglesa de 1954, dice, por ejemplo: «Ordinariamente se considera al Apóstol Santiago el Menor (o el joven), a quien la liturgia asocia con san Felipe, como el personaje designado con los nombres de «Santiago, el hijo de Alfeo» (Mat. 10,3 ; Hechos 1,13) y «Santiago, el hermano del Señor» (Mat. 13,55; Gal. 1,19). Tal vez se identifica también con Santiago, hijo de María y hermano de José (Marc. 15,40). Pero no vamos a discutir aquí el complicado problema de los "hermanos del Señor", ni las cuestiones que se relacionan con él»; de parecido tenor nos encontramos en otras publicaciones prestigiosas; prácticamente lo que se refiere a divulgar estas cuestiones, se despacha con «no vamos a discutir aquí», lo que todos saben que es, no sólo discutible, sino casi incuestionable: que la tradición armonizadora ha achicado la tradición para dar un panorama de conocimiento y certeza que no es tal; ha reemplazado auténtica tradición por seguridad.

    Aunque por desgracia no contemos por el momento con tres fiestas de Santiago, correspondientes a los tres Santiagos que fueron relevantes en la Iglesia inicial, contentémonos con saber que hoy celebramos no sólo al Santiago Apóstol, segundo mencionado en las listas de apóstoles, llamado «Menor», sino también a un personaje prominente de Jerusalén, indispensable para entender cómo la Iglesia de Cristo fue dejando de ser una secta judía para pasar, a ser, no sabemos exactamente cuándo, pero rondando las décadas del 70 u 80, una comunidad creyente con una identidad completamente propia. En ese largo proceso, el Santiago que gobernó la Iglesia de Jerusalén, fuera el pariente del Señor, fuera el Apóstol, fue determinante, como fue determinante su actuación en el llamado «Concilio de Jerusalén» (Hechos 15), como lo recuerda el elogio de la celebración: «Al suscitarse la controversia sobre la circuncisión, se apartó del criterio de Pedro, a fin de que no se impusiese a los discípulos venidos de la gentilidad aquel antiguo yugo.» este Santiago obispo de Jerusalén murió mártir, y, a creer al relato de Josefo (pero el hecho está atestiguado en distintas tradiciones), apedreado hacia el año 62, aunque otros dicen que arrojado desde lo alto del templo.


Oremos

    Señor, Dios nuestro, que nos alegras todos los años con la fiesta de los santos apóstoles Felipe y Santiago, concédenos, por su intercesión, participar en la muerte y resurrección de tu Hijo, para que merezcamos llegar a contemplar en el cielo el esplendor de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén