sábado, 9 de enero de 2021

EVANGELIO - 10 de Enero - San Marcos 1,7-11.

       Libro de Isaías 55,1-11.

    Así habla el Señor: ¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también!
    Coman gratuitamente su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche.
    ¿Por qué gastan dinero en algo que no alimenta y sus ganancias, en algo que no sacia?
    Háganme caso, y comerán buena comida, se deleitarán con sabrosos manjares.
    Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán.
    Yo haré con ustedes una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David.
    Yo lo he puesto como testigo para los pueblos, jefe y soberano de naciones.
    Tú llamarás a una nación que no conocías, y una nación que no te conocía correrá hacia ti, a causa del Señor, tu Dios, y por el Santo de Israel, que te glorifica.
    ¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca!
    Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva el Señor, y él le tendrá compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.
   Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor-.
    Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.
    Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé.


Libro de Isaías 12,2.4bcd.5-6.

Este es el Dios de mi salvación:
yo tengo confianza y no temo,
porque el Señor es mi fuerza y mi protección;
él fue mi salvación.

Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,
anuncien entre los pueblos sus proezas,
proclamen qué sublime es su Nombre.

Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso:
¡que sea conocido en toda la tierra!
¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión,
porque es grande en medio de ti
el Santo de Israel!


    Epístola I de San Juan 5,1-9.

    Queridos hermanos: El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él.
    La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
    El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe.
    ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
    Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad.
    Son tres los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres están de acuerdo.
    Si damos fe al testimonio de los hombres, con mayor razón tenemos que aceptar el testimonio de Dios. Y Dios ha dado testimonio de su Hijo.


    Evangelio según San Marcos 1,7-11.

    Juan predicaba, diciendo: "Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias.
    Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo".
    En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.
    Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 10 de Enero - “El os bautizará con Espíritu Santo.”


       San Máximo de Turín (¿-c. 420) obispo Sermón para la fiesta de Epifanía

“El os bautizará con Espíritu Santo.”

    Hoy, el Señor Jesús se ha acercado para ser bautizado. Quiso lavar su cuerpo en el agua del Jordán. Tal vez, alguien dirá: “Él era el Santo ¿por qué quiso ser bautizado? ¡Escucha, pues! Cristo fue bautizado no para ser consagrado por el agua, sino para consagrar él mismo las aguas y purificar las corrientes que tocaba. Se trata, entonces, de la santificación del agua que no de Cristo. Ya que, desde el momento en que el Salvador es lavado, todas las aguas se convierten en aguas puras en vista de su bautismo. La fuente queda purificada porque la gracia se derrame sobre los pueblos que nacerán después. Cristo se encamino, el primero, hacia el bautismo para que los pueblos cristianos le sigan sin tardar. Aquí descubro yo un misterio. ¿No fue la columna de fuego que precedía la travesía del Mar Rojo para animar a los hijos de Israel a seguir la marcha? La columna de fuego atravesó las aguas la primera para abrir camino a los que la siguieron. Este acontecimiento fue, según el testimonio de Pablo, un símbolo del bautismo. (cf 1Cor 10,1ss) Sin duda alguna era una especie de bautismo en donde los hombres quedaban cubiertos por la nube y conducidos a través de las aguas. Todo esto fue realizado por el mismo Señor Jesucristo que ahora precede en el bautismo a los pueblos cristianos en la columna de su cuerpo, como precedió a los hijos de Israel a atravesar el mar en la columna de fuego. Esta misma columna, antiguamente, iluminaba los ojos de los caminantes y ahora asegura nuestros pasos en la fe, gracias al bautismo.

FIESTA EL BAUTISMO DEL SEÑOR

10 de Enero


   El domingo que sigue a la fiesta de la Epifanía, dedicado a celebrar el bautismo de Cristo, señala la culminación de todo el ciclo natalicio o de la manifestación del Señor. Es también el domingo que da paso al tiempo durante el año, llamado también tiempo ordinario.

    Hay que felicitarse por esta fiesta, que ha venido a enriquecer notablemente el ya de por sí denso tiempo de Navidad-Epifanía. El significado del bautismo del Señor, múltiple y variado, pues mira no sólo al hecho en sí, sino también a su trascendencia para nosotros, se centra en lo que tiene de epifanía y manifestación:

    Señor, Dios nuestro, cuyo Hijo asumió la realidad de nuestra carne para manifestársenos, concédenos, te rogamos, poder transformarnos internamente a imagen de aquel que en su humanidad era igual a nosotros (col. 2).

    El bautismo de Jesús, proclamado cada año según un evangelista sinóptico, es revelación de la condición mesiánica del Siervo del Señor, sobre el que va a reposar el Espíritu Santo (cf. Is 42, 1-4.6-7: 1ª lect.) y que ha sido ungido con vistas a su misión redentora (cf. Hech 10,34-38: 2ªlect.). Ese Siervo, con su mansedumbre, demostrada en su manera de actuar, es <luz de las naciones> (cf. Is 42, 1-9; 49, 1-9 lect. bíbl. Of. Lect). <Cristo es iluminado, dejémonos iluminar junto a él> dice San Gregorio Nacianceno comentando la escena (lect. patr. Of. lect.).

    Pero el bautismo de Cristo es revelación también de los efectos de nuestro propio bautismo: <Porque en el bautismo de Cristo en el Jordán has realizado signos prodigiosos para manifestar el misterio del nuevo bautismo> (pref.). Jesús entró en el agua para santificarla y hacerla santificadora, < y, sin duda, para sepultar en ella a todo el viejo Adán, santificando el Jordán por nuestra causa; y así, el Señor, que era espíritu y carne, nos consagra mediante el Espíritu y el agua> (SAN GREGORIO N.: ibid.). Esta consagración es el nuevo nacimiento (cf. Jn 3,5), que nos hace hijos adoptivos de Dios (col.; cf. Rom 8,15). El fruto de esta celebración en nosotros es "escuchar con fe la palabra del Hijo de Dios para que podamos llamarnos y ser en verdad hijos suyos"(posc.; cf. 1 Jn 3,1-2)

Oremos

    Dios todopoderoso y eterno, que proclamaste solemnemente a Cristo como tu Hijo amado, cuando era bautizado en el Jordán y descendía el Espíritu Santo sobre él, concede a tus hijos de adopción, renacidos del agua y del Espíritu Santo, que se conserven siempre dignos de tu complacencia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

viernes, 8 de enero de 2021

EVANGELIO - 09 de Enero - San Marcos 6,45-52.


        Epístola I de San Juan 4,11-18.

    Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.
    Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros.
    La señal de que permanecemos en él y él permanece en nosotros, es que nos ha comunicado su Espíritu.
    Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo como Salvador del mundo.
    El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios permanece en él.
    Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él.
    La señal de que el amor ha llegado a su plenitud en nosotros, está en que tenemos plena confianza ante el día del Juicio, porque ya en este mundo somos semejantes a él.
    En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor.


Salmo 72(71),1-2.10-11.12-13.

Concede, Señor, tu justicia al rey
y tu rectitud al descendiente de reyes,
para que gobierne a tu pueblo con justicia
y a tus pobres con rectitud.

Que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas
le paguen tributo.
Que los reyes de Arabia y de Sebá
le traigan regalos;

que todos los reyes le rindan homenaje
y lo sirvan todas las naciones.
Porque él librará al pobre que suplica
y al humilde que está desamparado.

Tendrá compasión del débil y del pobre,
y salvará la vida de los indigentes.


    Evangelio según San Marcos 6,45-52.

    Después que los cinco mil hombres se saciaron, en seguida, Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras él despedía a la multitud.
    Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar.
    Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y él permanecía solo en tierra.
    Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo.
    Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero él les habló enseguida y les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman".
    Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó. Así llegaron al colmo de su estupor, porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 09 de Enero - «A eso de la cuarta vela de la noche, va hacia ellos»


        San Hilario de Poitiers, obispo y doctor de la Iglesia Comentario sobre el Evangelio de Mateo, 14, 13-14.

«A eso de la cuarta vela de la noche, va hacia ellos»

    «Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se adelantaran a la otra orilla mientras él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo» (Mt 14,22-23). Para poder dar razón de estos hechos hay que distinguir los tiempos. Si de noche está solo, significa su soledad en la hora de la Pasión, cuando el pánico dispersó a todos. Si ordena a sus discípulos que suban a la barca y se vayan mar adentro mientras él despide a la multitud, y una vez despedida ésta, sube al monte, es que les ordena de estar en la Iglesia y navegar por el mar, es decir, este mundo, hasta que él vuelva en gloria y dé la salvación a todo el pueblo que será el resto de Israel (cf. Rm 11,5)… y éste pueblo de gracias a Dios su Padre y se establezca en su gloria y su majestad…

    «A eso de la cuarta vela de la noche, va hacia ellos». En esta expresión «la cuarta vela de la noche» se encuentra el número correspondiente a las marcas de su solicitud. En efecto, la primera vela fue la de la Ley, la segunda la de los Profetas, la tercera la de su venida corporal, la cuarta se sitúa en su venida gloriosa. Pero encontrará a la Iglesia en decaimiento y cercada por el espíritu del Anticristo y todas las inquietudes de este mundo; él vendrá en lo más fuerte de la ansiedad y tormentos… Los discípulos se encontrarán en un estado de pavor incluso antes de la venida del Señor, dudando de las imágenes de la realidad deformadas por el Anticristo y las ficciones que se insinúan en la mirada. Pero el Señor que es bueno, les hablará inmediatamente, echará fuera de ellos el miedo y les dirá: «Soy yo», disipando, por la fe en su venida, el temor del naufragio que les amenazaba.

SANTORAL - SAN ADRIANO DE CANTERBURY

09 de Enero


     En Canterbury, en Inglaterra, san Adriano, abad, el cual, nacido en África, desde Nápoles viajó a Inglaterra, donde, muy preparado en ciencias eclesiásticas y civiles, educó egregiamente a gran número de discípulos.

    San Adrián había nacido en África. Era abad de Nérida, cerca de Nápoles, cuando el papa san Vitaliano, a la muerte de san Adeodato, arzobispo de Canterbury, le escogió por su ciencia y virtud para instruir a la nación inglesa, aún joven en la fe. El humilde siervo de Dios trató de declinar la elección, recomendando a san Teodoro de Tarso para el cargo, pero se mostró dispuesto a compartir los trabajos de la misión. El Papa accedió a sus súplicas y le nombró asistente y consejero del nuevo obispo, en lo cual san Adriano convino gustosamente.

    San Teodoro le nombró abad del monasterio de San Pedro y San Pablo de Canterbury, que más tarde había de llamarse San Agustín, donde nuestro santo enseñó el griego, el latín, la ciencia de los Padres y, sobre todo, la virtud. Bajo Adrián y Teodoro, la influencia de la escuela monástica de Canterbury se extendió enormemente. San Aldelmo acudió a ella desde Wessex, Oftforo desde Whitby, y otros estudiantes desde Irlanda. Era una escuela de Derecho Romano y de Ciencias eclesiásticas. Beda refiere que los discípulos de san Adrián conocían bastante bien el griego y hablaban el latín como el inglés. San Adrián ilustró el país con su doctrina y el ejemplo de su vida, durante treinta y nueve años. Murió el 9 de enero del año 710.

    Goscelino de Canterbury nos ha dejado una narración muy interesante del descubrimiento en el 1091 de los restos de san Adrián, que se hallaban incorruptos y despedían una suave fragancia; las recientes excavaciones confirman ese relato.

Oremos

    Señor, Tú que llenaste de un celo apasionado a San Adrián por anunciar tu Amor, manifestado en el Corazón de tu Hijo Jesús y en el Corazón de María, su Madre y Madre nuestra. Le diste fortaleza tan grande que lo llevó a derramar su sangre como testigo de tu Amor. Te pedimos, por su intercesión, nos concedas también a nosotros contemplar, vivir, anunciar y ser testigos de tu Amor. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén

jueves, 7 de enero de 2021

EVANGELIO - 08 de Enero - San Marcos 6,34-44.


       Epístola I de San Juan 4,7-10.

   Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
    El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
    Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él.
    Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.


Salmo 72(71),1-2.3-4ab.7-8.

Concede, Señor, tu justicia al rey
y tu rectitud al descendiente de reyes,
para que gobierne a tu pueblo con justicia
y a tus pobres con rectitud.

Que las montañas traigan al pueblo la paz,
y las colinas, la justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos de los pobres.

Que en sus días florezca la justicia
y abunde la paz, mientras dure la luna;
que domine de un mar hasta el otro,
y desde el Río hasta los confines de la tierra.


    Evangelio según San Marcos 6,34-44.

    Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
    Como se había hecho tarde, sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto, y ya es muy tarde.
    Despide a la gente, para que vaya a las poblaciones cercanas a comprar algo para comer".
    El respondió: "Denles de comer ustedes mismos". Ellos le dijeron: "Habría que comprar pan por valor de doscientos denarios para dar de comer a todos".
    Jesús preguntó: "¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver". Después de averiguarlo, dijeron: "Cinco panes y dos pescados".
    El les ordenó que hicieran sentar a todos en grupos, sobre la hierba verde, y la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta.
    Entonces él tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. También repartió los dos pescados entre la gente.
    Todos comieron hasta saciarse, y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado.
    Los que comieron eran cinco mil hombres.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 08 de Enero - "La multiplicación de los panes"


San Juan Crisóstomo (c. 345-407) presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia Homilía sobre el evangelio de Mateo, n° 49, 1-3

La multiplicación de los panes

    Observemos el abandono confiado de los discípulos a la providencia de Dios en las necesidades más grandes de la vida y su desprecio hacia una existencia lujosa: eran doce y tenían sólo cinco panes y dos peces. No se preocupaban de las cosas del cuerpo; se dedicaban con celo a las cosas del alma. Es más, no guardaron para ellos estas provisiones: se las dieron en seguida al Salvador cuando se las pidió. Aprendamos de este ejemplo, a compartir lo que nosotros tenemos con los que están necesitados, aunque tengamos poco. Cuando Jesús les pide los cinco panes, no dicen: "¿qué nos quedará para más tarde? ¿De dónde sacaremos lo que nos hace falta a nosotros?" Obedecen en seguida...

    Tomando pues los panes, el Señor los partió y les confió a los discípulos el honor de distribuirlos. No quería solo honrarlos con este santo servicio, sino que quería que participaran en el milagro, para que fueran testigos bien convencidos y no olvidaran lo que habían visto con sus ojos... Por ellos hace sentar a la gente y distribuye el pan, con el fin de que cada uno de ellos pueda dar testimonio del milagro que se realizó entre sus manos...

    Todo en este acontecimiento - el lugar desierto, la tierra desnuda, poco pan y pescado, la distribución de las cosas sin preferencia, cada uno que tiene tanto como su vecino - todo esto nos enseña la humildad, la frugalidad, y la caridad fraterna. También amarnos unos otros, tenerlo todo en común entre los que sirven al mismo Dios, es lo que nos enseña nuestro Salvador aquí.

SANTORAL - SAN LORENZO GIUSTINIANI, OBISPO

08 de Enero


    En la ciudad de Venecia, san Lorenzo Giustiniani, obispo, que ilustró a esta Iglesia con la doctrina de la sabiduría eterna. El beato Juan XXIII, que fue patriarca de Venecia al igual que Lorenzo, tomó a éste como ejemplo de buen gobierno y modelo para su pontificado. Nació en Venecia el 1 de julio de 1381 al inicio del Renacimiento. Sus padres pertenecían a la nobleza. Bernardo, su progenitor, falleció siendo Lorenzo un niño, y su madre se ocupó de la educación de él y de sus hermanos. Muy bien lo hizo Querina, llenando el acontecer de sus hijos con sumas muestras de piedad. En Lorenzo vio plasmados signos preclaros de virtud que eran ya atisbos de la santidad a la que tempranamente se sintió llamado. Con todo, la buena madre pensó en casarlo convenientemente, aunque los planes de Lorenzo eran diametralmente opuestos.

    Alrededor de sus 20 años perseguía con celo todo lo que condujera a la ciencia y amor de Dios. Gran penitente se caracterizaba por sus severas mortificaciones efectuadas en un estado de oración continua, al punto que su madre temía por su salud. Lorenzo se trasladó a san Giorgio in Alga, donde un tío suyo era canónigo, y sus sabios consejos le dieron luz para discernir entre la oferta del mundo y su renuncia al mismo por amor a Dios. Afrontó valientemente la propuesta que le hizo su tío de sopesar ambas opciones: «¿Tengo el valor de despreciar estos deleites para aceptar una vida de penitencia y mortificación?». Mirando al crucifijo, no tuvo dudas: «Tú, ¡oh Señor! eres mi esperanza. En Ti encontraré el árbol de la fortaleza y el consuelo».

    En Alga tuvo la fortuna de hallar a otros jóvenes, pertenecientes también a la nobleza, con los que compartió sus ideales y forma ejemplar de vida. Uno de ellos sería el futuro pontífice Eugenio IV. En 1404 fundaron la Congregación de san Giorgio de canónigos seculares. El joven, nacido en buena cuna, tomó el hatillo y se dispuso a recorrer de punta a punta la ciudad, pidiendo limosna para los pobres, sin excluir las puertas de su casa materna. Puso todo su esfuerzo en derrocar sus hábitos como el de la auto justificación y disculpa cuando era reconvenido por algo que juzgaba injusto; para ello se mordía los labios, hasta que venció su tendencia. Sería modélico también por su humildad. Fue un gran predicador y confesor. Entre otros favores, como el éxtasis, tuvo el don de lágrimas que no podía contener cuando oficiaba la Santa Misa. Sabedor de sus virtudes, Gregorio XII le encomendó el priorato de san Agustín de Vicenza a cuyo frente estuvo hasta 1409 fecha en la que fue elegido prior de la Congregación que había fundado. En 1423 dio heroico testimonio prestando auxilio y consuelo a los damnificados por la epidemia de peste. Al año siguiente fue designado general de su Orden.

    En 1443 fue nombrado arzobispo de Castello por el papa Eugenio IV y continuó dando ejemplo de piedad y de caridad, asistiendo de forma particular a los pobres, amén de emprender una fecunda reforma. En 1451 Nicolás V lo nombró patriarca de Venecia (a su pesar, porque hubiese deseado no ejercer un cargo para el que no se sentía dotado) y en su ejercicio pastoral prosiguió con la misma característica: austeridad de vida sellada por la caridad, paciencia, sabiduría y celo apostólico. Ni se arredró por las acusaciones y críticas que recibió, ni aceptó halagos de ningún tipo. La gente en masa iba a escucharle, a pedirle consejo, y él dispensaba a manos llenas bienes materiales (más bien en especies, para que no malgastaran el dinero), y espirituales.

    Fueron años intensos de oración, trabajo y estudio. Escribió diversos tratados de ascesis, el último «Los grados de perfección» a sus 74 años. Al concluirlo le asaltó una grave enfermedad, y se negó a admitir un trato especial: «¿Disponéis ese lecho de plumas para mí?». Y al saber que así era, replicó: «¡No! Eso no debe ser así ... Mi Señor fue recostado sobre un madero duro y basto. ¿No recordáis que san Martín, en sus últimos momentos, afirmó que un cristiano debe morir envuelto en telas burdas y sobre un lecho de cenizas?». Y tendido sobre un jergón de paja, bendijo a la multitud que se acercó a visitarle. Falleció el 8 de enero de 1456. Fue canonizado por Alejandro VIII el 16 de octubre de 1690.

Oremos

    Señor, tú que colocaste a San Lorenzo en el número de los santos pastores y lo hiciste brillar por el ardor de la caridad, y de aquella fe que vence al mundo, haz que también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados en el amor y merezcamos así participar de su gloria. Por Jesucristo Nuestro Señor Amen.

miércoles, 6 de enero de 2021

EVANGELIO - 07 de Enero - San Mateo 4,12-17.23-25


        Epístola I de San Juan 3,22-24.4,1-6.

    Hijos míos: Dios nos concederá todo cuanto le pidamos, porque  cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.
    Su mandamiento es este: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como él nos ordenó.
    El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
    Queridos míos, no crean a cualquiera que se considere inspirado: pongan a prueba su inspiración, para ver si procede de Dios, porque han aparecido en el mundo muchos falsos profetas.
    En esto reconocerán al que está inspirado por Dios: todo el que confiesa a Jesucristo manifestado en la carne, procede de Dios.
    Y todo el que niega a Jesús, no procede de Dios, sino que está inspirado por el Anticristo, por el que ustedes oyeron decir que vendría y ya está en el mundo.
    Hijos míos, ustedes son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque aquel que está en ustedes es más grande que el que está en el mundo.
    Ellos son del mundo, por eso hablan el lenguaje del mundo y el mundo los escucha.
    Nosotros, en cambio, somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha, pero el que no es de Dios no nos escucha. Y en esto distinguiremos la verdadera de la falsa inspiración.


Salmo 2,7-8.10-12a.

Voy a proclamar el decreto del Señor:
Él me ha dicho: “Tú eres mi hijo,
Yo te he engendrado hoy.
«Pídeme, y te daré las naciones como herencia,

y como propiedad, los confines de la tierra."
Por eso, reyes, sean prudentes;
aprendan, gobernantes de la tierra.
Sirvan al Señor con temor
temblando, ríndanle homenaje.


    Evangelio según San Mateo 4,12-17.23-25.

    Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea.
    Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: ¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones!
    El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz.
    A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca".
    Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.
    Su fama se extendió por toda la Siria, y le llevaban a todos los enfermos, afligidos por diversas enfermedades y sufrimientos: endemoniados, epilépticos y paralíticos, y él los curaba.
    Lo seguían grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 07 de Enero - «Convertíos»


        San Juan Pablo II, papa Catequesis (30-08-2000): Audiencia General, 30 de Agosto del 2000.

«Convertíos» 

    […] Dios busca con particular insistencia y amor al hijo rebelde que huye lejos de su mirada. Se ha introducido en las sendas tortuosas de los pecadores a través de su Hijo, Jesucristo, que precisamente al irrumpir en el escenario de la historia se presentó como «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Las primeras palabras que pronuncia en público son estas: «Convertíos, porque el reino de los cielos está cerca» (Mt 4,17). En ese texto aparece un término importante que Jesús ilustrará repetidamente con palabras y obras: «Convertíos», en griego metanoete, es decir, llevad a cabo una metanoia, un cambio radical de la mente y del corazón. Es preciso cortar con el mal y entrar en el reino de justicia, amor y verdad, que se está inaugurando.

    […] Así pues, todos los pecadores tienen siempre abierta una puerta de esperanza. «El hombre no se queda solo para intentar, de mil modos a menudo frustrados, una imposible ascensión al cielo: hay un tabernáculo de gloria, que es la persona santísima de Jesús el Señor, donde lo humano y lo divino se encuentran en un abrazo que nunca podrá deshacerse: el Verbo se hizo carne, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado. Él derrama la divinidad en el corazón enfermo de la humanidad e, infundiéndole el Espíritu del Padre, la hace capaz de llegar a ser Dios por la gracia» (Orientale lumen, 15).

SANTORAL - SAN RAIMUNDO DE PEÑAFORT

07 de Enero


   San Raimundo de Peñafort, presbítero de la Orden de Predicadores, eximio maestro en derecho canónico, que escribió de modo muy acertado sobre el sacramento de la Penitencia. Elegido maestro general de la Orden, preparó la redacción de las nuevas Constituciones, y tras llegar a edad muy avanzada, se durmió en el Señor en la ciudad de Barcelona, en España.

     Vivió entre sabios y santos. Tuvo la dicha de estar rodeado de hombres tan santos y sabios como San Alberto Magno, que fue su profesor, y San Pedro Nolasco el que dirigió su conciencia... En su tiempo vivían hombres que marcarán época como San Francisco de Asís, Domingo de Guzmán, Tomás de Aquino, Antonio de Padua...

    Nació por el 1180, muy cerquita de Villafranca del Panadés -Cataluña-, y hechos los estudios en su pueblo, marchó a Barcelona para graduarse en leyes. A la vez que aprendía, enseñaba la moral y las virtudes a los demás y así, casi sin darse cuenta, formó escuela que después sería famosa en toda la ciudad Condal.

    Marchó a Bolonia para ampliar estudios y se dedicó de lleno al estudio de las leyes en las que será un gran maestro. Ya había echado raíces en esta hermosa ciudad italiana cuando apareció su Obispo de Barcelona, D. Berenguer de Palou, para decirle: "Os necesito en Barcelona. Por favor, venid a ayudarme en la dirección de la diócesis y en la corrección de sus defectos. Quiero y necesito vuestra ayuda". Viendo que era la voluntad del Señor volvió a su tierra y pronto su fama se extendió como en Bolonia.

    Todos acudían a él con sus dificultades y a todas partes llegaba su acción iluminadora y caritativa. Pero él se veía un tanto vacío y buscaba más tiempo para entregarse a la oración y a su trato íntimo con el Señor. Por ello cierto día apareció ante el P. Prior de los Dominicanos y le dijo "Padre, he visto en Bolonia el maravilloso ejemplo que me ha dado vuestro fundador el P. Domingo. Quiero seguir su vida. Admitidme y vestidme el hábito de vuestra Orden"... Era el Viernes Santo de 1222 cuando vestía el hábito dominicano.

    Un día le llegó un joven con acento provenzal y le abrió su alma. Le vino a decir: "Padre mío, ya hace días que vengo siguiendo sus clases y tratando de imitar su vida pero necesito algo más. Vendí cuanto tenía y abandoné mi patria para entregarme a Dios, y desde Francia llegué hasta aquí buscando a los pobres y necesitados... pero aún quiero algo más. Quiero descubrir la voluntad del Señor respecto a mí. Necesito que usted me ayude a descubrirla...". Era el joven Pedro Nolasco quien venía de tan lejos. De aquel maravilloso encuentro saldría una gran amistad y una obra común: La fundación de la Orden de la Merced...

    A sus 47 años dice un día al P. Provincial que se llamaba Sugerio: "Padre, écheme, por favor una buena penitencia por mis muchos pecados, sobre todo por los que cometí en Bolonia por mi soberbia". Y el P. Provincial le impuso el escribir una SUMA sobre Teología moral que aún hoy es una maravilla de precisión y seguridad y que tantos juristas durante siglos se aprovecharon de ella.

    El Señor quería favorecer en aquellos momentos el gran apostolado de la redención de cautivos que tanto abundaban, inspiró a tres grandes hombres lo misma idea: Fundar la Orden de la Merced. Para ello se manifestó al rey Jaime I, a Pedro Nolasco y a nuestro Raimundo de Peñafort. A cada uno le manifestó lo que de ellos esperaba. Cada uno tuvo una gran misión en el nacimiento y desarrollo de esta Orden...

    Raimundo, a pesar de huir de puestos honoríficos, fue encargado por los reyes y Papas de grandes misiones y embajadas y en todas salió airoso y con gran fruto. Huyó desde Palma hacia Barcelona, porque el rey no quería oír sus consejos, sobre su propio manto haciendo de barquichuela... Fue elegido Superior General de su Orden en la que tanto y tan bien trabajó... Recorrió varias naciones y países para predicar, con ardiente caridad, la fe en Jesucristo a judíos y moros... Fue el consejero de miles de personas y gran director de conciencias... Ya centenario murió el 6 de enero de 1275 y se le hicieron funerales como de persona regia.

Oremos 

    Amorosísimo Padre mío San Raimundo, vos sabéis la necesidad que padece mi alma y el consuelo que necesito, aplicad vuestra intercesión delante de Dios, para que por vuestros méritos, alcance la gracia que pretendo, si ha de ser para mayor gloria de Dios para más servirle y amarle. Amén.