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domingo, 23 de junio de 2019

CONOCIENDO NUESTRA FE


    (Griego doulia; Latín servitus)

   En la teología católica, la dulía es la veneración hacia los santos no hacia sus imágenes.​ Según Tomás de Aquino, la dulía no es comparable con la latría o veneración a Dios en el sentido que una va dirigida hacia un par y la otra hacia un ser superior.

   El llamado culto a los santos en nada se opone ni menoscaba el culto de latría a Dios. En efecto, el culto a los santos no termina en ellos, sino en Dios mismo. Dicho en términos sencillos, se venera a los santos por lo que tienen de Dios, por la gracia de Dios presente en ellos.

  En el catolicismo, la veneración a los santos se concibe como el respeto que se les debe por su dignidad, grandes virtudes, y su bienaventuranza en Dios, y recibe el nombre de dulía. Al venerarse a los santos por lo que tienen de Dios.

La intercesión

  La doctrina de la Iglesia también nos presenta a los santos, beatos y siervos de Dios como hombres y mujeres que deben ser imitados, venerados y también ser invocados para que nos ayuden a alcanzar todas las gracias y bendiciones de Dios. Su papel es únicamente de intercesión; es decir, interceden por la persona ante Dios para que Él obre el milagro. Por ello se debe evitar decir “San Judas Tadeo me hizo el milagro” o “la Virgen de Guadalupe me hizo el milagro”. Lo correcto es decir: “Dios me concedió el milagro por intercesión de San Judas Tadeo” o “Gracias a la Virgen de Guadalupe, Dios obró el milagro”