Benedicto XVI papa 2005-2013 Discurso a los seminaristas 17/02/07
¿Cómo poder discernir la voz de Dios de entre las miles de voces que escuchamos cada día en nuestro mundo? Yo diría que Dios nos habla de muchas maneras. Nos habla por medio de otras personas, a través de nuestros amigos, nuestros padres, el párroco, los sacerdotes... Nos habla a través de los acontecimientos de nuestra vida en los cuales podemos discernir un gesto de Dios. Nos habla igualmente a través de la naturaleza, de la creación, nos habla, desde luego y sobre todo, en su palabra, en la sagrada Escritura, leída en común en la Iglesia y leída de manera personal en diálogo con Dios.
« ¿Escucharéis hoy su palabra? »
Es importante leer la sagrada Escritura, por una parte, de manera muy personal y real, como dice san Pablo (1Tes 2,13), no como la palabra de un hombre o un documento pasado tal como leemos a Homero, o a Virgilio, sino como una palabra de Dios que siempre es actual y que me habla a mí. Aprender a escuchar un texto, históricamente del pasado, pero palabra viva de Dios, es decir, entrar en oración con ella, y hacer así de la lectura de la sagrada Escritura un diálogo con Dios. San Agustín, en sus homilías, dice a menudo: «He llamado repetidamente a la puerta de esta palabra hasta que he podido entender qué es lo que Dios me dice». Hay, por una parte, esta lectura muy personal, ese diálogo personal con Dios en el que busco qué es lo que el Señor me quiere decir. Pero además de esta lectura personal, es muy importante hacer una lectura comunitaria, porque el sujeto vivo de la Escritura es el Pueblo de Dios, es la Iglesia.
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