
« ¿Escucharéis hoy su palabra? »
Es importante leer la sagrada Escritura, por una parte, de manera muy personal y real, como dice san Pablo (1Tes 2,13), no como la palabra de un hombre o un documento pasado tal como leemos a Homero, o a Virgilio, sino como una palabra de Dios que siempre es actual y que me habla a mí. Aprender a escuchar un texto, históricamente del pasado, pero palabra viva de Dios, es decir, entrar en oración con ella, y hacer así de la lectura de la sagrada Escritura un diálogo con Dios. San Agustín, en sus homilías, dice a menudo: «He llamado repetidamente a la puerta de esta palabra hasta que he podido entender qué es lo que Dios me dice». Hay, por una parte, esta lectura muy personal, ese diálogo personal con Dios en el que busco qué es lo que el Señor me quiere decir. Pero además de esta lectura personal, es muy importante hacer una lectura comunitaria, porque el sujeto vivo de la Escritura es el Pueblo de Dios, es la Iglesia.
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