jueves, 8 de mayo de 2025

CARTA ENCÍCLICA LUMEN FIDEI DEL SUMO PONTÍFICE FRANCISCO

  CAPÍTULO PRIMERO
HEMOS CREÍDO EN EL AMOR
(cf. 1 Jn 4,16)
La fe de Israel


    13. Por otro lado, la historia de Israel también nos permite ver cómo el pueblo ha caído tantas veces en la tentación de la incredulidad. Aquí, lo contrario de la fe se manifiesta como idolatría. Mientras Moisés habla con Dios en el Sinaí, el pueblo no soporta el misterio del rostro oculto de Dios, no aguanta el tiempo de espera. La fe, por su propia naturaleza, requiere renunciar a la posesión inmediata que parece ofrecer la visión, es una invitación a abrirse a la fuente de la luz, respetando el misterio propio de un Rostro, que quiere revelarse personalmente y en el momento oportuno. Martin Buber citaba esta definición de idolatría del rabino de Kock: se da idolatría cuando « un rostro se dirige reverentemente a un rostro que no es un rostro »[10]. En lugar de tener fe en Dios, se prefiere adorar al ídolo, cuyo rostro se puede mirar, cuyo origen es conocido, porque lo hemos hecho nosotros. Ante el ídolo, no hay riesgo de una llamada que haga salir de las propias seguridades, porque los ídolos « tienen boca y no hablan » (Sal 115,5). Vemos entonces que el ídolo es un pretexto para ponerse a sí mismo en el centro de la realidad, adorando la obra de las propias manos. Perdida la orientación fundamental que da unidad a su existencia, el hombre se disgrega en la multiplicidad de sus deseos; negándose a esperar el tiempo de la promesa, se desintegra en los múltiples instantes de su historia. Por eso, la idolatría es siempre politeísta, ir sin meta alguna de un señor a otro. La idolatría no presenta un camino, sino una multitud de senderos, que no llevan a ninguna parte, y forman más bien un laberinto. Quien no quiere fiarse de Dios se ve obligado a escuchar las voces de tantos ídolos que le gritan: « Fíate de mí ». La fe, en cuanto asociada a la conversión, es lo opuesto a la idolatría; es separación de los ídolos para volver al Dios vivo, mediante un encuentro personal. Creer significa confiarse a un amor misericordioso, que siempre acoge y perdona, que sostiene y orienta la existencia, que se manifiesta poderoso en su capacidad de enderezar lo torcido de nuestra historia. La fe consiste en la disponibilidad para dejarse transformar una y otra vez por la llamada de Dios. He aquí la paradoja: en el continuo volverse al Señor, el hombre encuentra un camino seguro, que lo libera de la dispersión a que le someten los ídolos.

[10] M. Buber, Die Erzählungen der Chassidim, Zürich 1949, 793.

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"

 


EVANGELIO - 09 de Mayo - San Juan 6,52-59


    Libro de los Hechos de los Apóstoles 9,1-20.

    Saulo, que todavía respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de traer encadenados a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres o mujeres.
    Y mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, una luz que venía del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor.
    Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?".
    El preguntó: "¿Quién eres tú, Señor?". "Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió la voz. Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer".
    Los que lo acompañaban quedaron sin palabra, porque oían la voz, pero no veían a nadie.
    Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco.
    Allí estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber.
    Vivía entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en una visión: "¡Ananías!". El respondió: "Aquí estoy, Señor".
    El Señor le dijo: "Ve a la calle llamada Recta, y busca en casa de Judas a un tal Saulo de Tarso.
    El está orando y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para devolverle la vista".
    Ananías respondió: "Señor, oí decir a muchos que este hombre hizo un gran daño a tus santos en Jerusalén.
    Y ahora está aquí con plenos poderes de los jefes de los sacerdotes para llevar presos a todos los que invocan tu Nombre".
    El Señor le respondió: "Ve a buscarlo, porque es un instrumento elegido por mí para llevar mi Nombre a todas las naciones, a los reyes y al pueblo de Israel.
    Yo le haré ver cuánto tendrá que padecer por mi Nombre".
    Ananías fue a la casa, le impuso las manos y le dijo: "Saulo, hermano mío, el Señor Jesús -el mismo que se te apareció en el camino- me envió a ti para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo".
    En ese momento, cayeron de sus ojos una especie de escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado.
    Después comió algo y recobró sus fuerzas. Saulo permaneció algunos días con los discípulos que vivían en Damasco, y luego comenzó a predicar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios.


Salmo 117(116),1.2.

¡Vayan por todo el mundo, y anuncien el Evangelio!

¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!

Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.

¡Aleluya!


    Evangelio según San Juan 6,52-59.

    Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?".
    Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.
    El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
    Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.
    El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
    Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
    Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".
    Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 09 de Mayo - «El que me come vivirá por mí»


San Francisco de Sales, obispo Sermón (21-11-1617): El Señor nos conduce de dos maneras IX, 134  martes 21 de noviembre de 1617


«El que me come vivirá por mí» 

    A lo largo de la peregrinación de esta vida, nuestro Señor nos conduce de dos maneras; o bien nos lleva de la mano, haciéndonos caminar con Él, o nos lleva en sus brazos. Quiero decir que nos toma de la mano y nos hace caminar ejercitando las virtudes, pues si no nos sostuviera no estaría en nuestro poder el andar por esta senda de bendición.

    ¿No vemos con frecuencia que los que han soltado esa mano paternal no dan un solo paso sin tropezar, cayendo de bruces? Su Bondad quiere conducirnos, pero también quiere que vayamos nosotros dando pasitos, haciendo lo que de nuestra parte podamos.

    Y lo mismo la santa Iglesia, tierna y solícita del bien de sus hijos, nos enseña a decir todos los días una oración en la que se pide a Dios que tenga a bien acompañarnos en nuestro peregrinar.

    Primero, nuestro Señor nos lleva de la mano y hace, junto con nosotros, obras para las cuales pide nuestra cooperación; luego, Él nos lleva y hace otras obras como más elaboradas, quiero decir, obras en las que parece que nosotros no hacemos nada. Esos son los sacramentos.

    Porque, decidme, ¿qué nos cuesta recibir el santísimo Sacramento, que contiene toda la suavidad del cielo y de la tierra? ¿No es eso llevarnos en brazos y permitirnos unirnos a ÉL?

    ¡Qué felices son las almas que hacen así su viaje sin dejar los brazos de la divina Majestad, sino para hacer ellas, por su parte, todo lo que pueden en el ejercicio de las virtudes y de las buenas obras, pero conservando siempre su mano entre las de nuestro Señor!.

SANTORAL - SAN ISAÍAS

09 de Mayo


    No todos los Profetas nos dejaron sus visiones en forma de escritos. De Elías y Eliseo, por ejemplo, sólo sabemos lo que nos narran los libros históricos del Antiguo Testamento, principalmente los libros de Samuel y de los Reyes.

    Entre los vates cuyos escritos poseemos es, sin duda, el mayor Isaías, hijo de Amós, de la tierra de Judá, quien fue llamado al duro cargo de profeta en el año 738 a.C., y cuya muerte ocurrió probablemente bajo el rey Manasés (693-639). Según una antigua tradición judía, murió aserrado por la mitad, a manos de verdugos de este impío rey. En 442 d. C. su restos fueron transportados a Constantinopla. La Iglesia celebre su memoria el 6 de julio.

    Isaías es el primero de los Profetas del Antiguo Testamento, desde luego por lo acabado de su lenguaje que representa el siglo de oro de la literatura hebrea, más sobre todo por la importancia de los vaticinios que se refieren al pueblo de Israel, a los pueblos paganos y a los tiempos mesiánicos y escatológicos. Ningún otro profeta vio con tanta claridad al futuro Redentor, y nadie, como él, recibió tantas ilustraciones acerca de la salud mesiánica, de manera que San Jerónimo no vacila en llamarlo "el Evangelista entre los Profetas".

     Distínguense en el Libro de Isaías un Prólogo (cap. 1) y dos partes principales. La primera (cap. 2 a 35) es una colección de profecías, exhortaciones y amonestaciones, que tienen como punto de partida el peligro asirio, y contiene vaticinios sobre Judá e Israel (2, 1 a 12, 6), oráculos contra las naciones paganas (13, 1 a 23, 18); profecías escatológicas (24, 1 a 27, 13); amenazas contra la falsa seguridad (28, 1 a 33, 24), y la promesa de salvación de Israel (34, 1 a 35, 10). Entre los profetas descuellan las consignadas en los capítulos 7 a 12. Fueron pronunciadas en tiempo de Acaz y tienen por tema la encarnación del Hijo de Dios, por lo cual son también llamadas El Libro de Emmanuel.

    Entre la primera y segunda parte media un trozo de cuatro capítulos (36 - 39), que forma algo así como un bosquejo histórico. El capítulo 40 da comienzo a la parte segunda del libro (cap. 40 a 66), que trae veintisiete discursos, cuyo fin inmediato es consolar con las promesas divinas a los que iban a ser desterrados a Babilonia, como expresa El Eclesiástico (48, 27 s.).

    Fuera de eso, su objeto principal es anunciar el misterio de la Redención y de la salud mesiánica, a la cual precede la pasión del siervo de Dios, que se describe proféticamente con la más sorprendente claridad. No es de extrañar que la crítica racionalista haya atacado la autenticidad de esta segunda parte, atribuyéndole a otro autor posterior al cautiverio babilónico. Contra tal teoría, que se apoya casi exclusivamente en criterios internos y lingüísticos, se levanta no sólo la tradición judía, cuyo primer testigo es Jesús, hijo de Sirac, (Ecli. 48, 25 ss.), sino también toda la tradición cristiana.

    Para la interpretación del profeta Isaías y de todos los profetas hay que tener presente el decreto de la Pontificia Comisión Bíblica, del 29 de junio de 1908, que establece los siguientes principios:

1. No es lícito considerar las profecías como productos de la historiografíapost eventum, es decir, compuestos después de los acontecimientos que se pretende vaticinar.

2. La opinión de que Isaías y los demás Profetas sólo anunciaron cosas fáciles de conjeturar, no se compagina con las profecías, especialmente con las mesiánicas y escatológicas; ni con la opinión general de los Santos Padres.

3. No se puede admitir que los Profetas debieran hablar siempre en forma inteligible, y que por esto la segunda parte del libro, en la cual el profeta consuela a las futuras generaciones, como si viviese en medio de ellas, no pueda tener por autor a Isaías.

4. La prueba filológica, sacada del lenguaje y estilo, para combatir la identidad del autor del libro de Isaías, no es de tal índole que obligue a reconocer la pluralidad de autores.

    El creyente que lea este divino libro con espíritu de oración, no tardará en descubrir que las profecías no son simples anuncios, sino que contienen ricas enseñanzas de vida espiritual, preciosas para anunciar nuestra fe y esperanzas. Cristo ha constituído a unos, apóstoles; a otros profetas, a otros, evangelistas; a otros pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los fieles, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. (Ef. 4, 11-13 )

Oremos

    ¡Columnas de la Iglesia, piedras vivas! ¡Profetas de Dios, grito del Verbo! Benditos vuestros pies, porque han llegado para anunciar la paz al mundo entero. De pié en la encrucijada de la vida, del hombre peregrino y de los pueblos, lleváis agua de Dios a los cansados, hambre de Dios lleváis a los hambrientos. De puerta en puerta va vuestro mensaje, que es verdad y es amor y es Evangelio. No temáis, pecadores, que sus manos son caricias de paz y consuelo. Gracias, Señor, que el pan de tu palabra nos llega por tu amor, pan verdadero; gracias, Señor, que el pan de vida nueva nos llega por tu amor, partido y tierno. Amén

SANTORAL - BEATA TERESA DE JESÚS

09 de Mayo


    Carolina nació en Regensburg-Stadtamhof, Alemania el 20 de junio de 1797. Fue hija única. Su padre era capitán de barco. Ambos progenitores le proporcionaron la formación precisa para hacer frente a las circunstancias sociales, políticas y religiosas generadas por la Revolución francesa. Dosificaron sabiamente su tiempo educándola en el hogar, sensibilizando su espíritu con la atención constante a los pobres, y ensanchando su mente con travesías sobre el Danubio rumbo a Viena. Durante un tiempo estudió con las canonesas de Notre Dame, fundación de san Pedro Fourier, hasta que en 1809 el gobierno clausuró esta institución y el centro académico regido por ellas. El P. George Michael Wittmann, párroco de la catedral y después obispo de Regensburg, tuvo la visión de los grandes pastores. Seleccionó a tres de las alumnas más brillantes y se propuso seguir adelante con la tarea educativa. Una de ellas era Carolina. Wittmann le infundió la idea de ser maestra y le ayudó a culminar la formación. Tenía 12 años cuando comenzó a impartir clases. Desde un principio se caracterizó por su gracia y carisma en la enseñanza. Era muy competente humana y profesionalmente, una persona que no temía al esfuerzo. Además, y eso era lo esencial, vivía amparada en la penitencia y en la oración. Durante más de veinte años hizo de la escuela de Stadtamhof, dirigida a niños sin recursos, un modelo a imitar. Impulsó la educación integral atendiendo a todas las necesidades de la persona. Introdujo disciplinas versátiles de suma utilidad para la vida: economía doméstica, idiomas, música, capacitación para los negocios, gimnasia, arte dramático… En todo momento fue consciente del influjo social que tienen las mujeres y madres, y del papel que ejercen si reciben una adecuada formación cristiana. Y dedicó su vida a paliar esta importante carencia que sufren los que viven en la pobreza, colectivo con el que se ensaña la falta de escolarización. Hizo posible que niñas y jóvenes pudieran optar a oportunidades, que de otro modo les habrían sido vedadas, accediendo en igualdad de condiciones a estratos sociales y políticos reservados a clases pudientes.

    En 1816 se vinculó a dos maestras compañeras de trabajo que compartían sus ideales de estricta penitencia y oración. Fue una época que le sirvió para afianzar su anhelo de consagrarse en la vida religiosa. El prelado Wittmann vio en ello una señal del cielo para poner en marcha una comunidad dirigida a la educación cristiana de niñas y jóvenes. Con el restablecimiento de las libertades religiosas en 1828 el panorama había cambiado y podía afrontarse abiertamente una nueva fundación. De modo que indujo a Carolina a realizar esta empresa, asesorándola, aunque murió en 1833 sin ver culminado este sueño. Surgieron diversos contratiempos que hubieran hecho desistir a muchas personas de este empeño, pero no a una beata como ella que hacía de la oración y de su entrega la estela que le conduciría al cielo. En octubre de ese año de 1833 inició vida comunitaria en Neunburg vorm Wald junto a dos jóvenes y estableció la primera escuela de las Hermanas de Notre Dame. Dedicada a María, el fundamento estaba en la Eucaristía y en el espíritu de pobreza. Contó con el apoyo del monarca Luis I de Baviera. En medio de las vicisitudes un sacerdote amigo de Wittmann, Franz Sebastian Job, lo secundó en la tarea de auxiliar a la fundadora. No le faltó su asistencia en el ámbito espiritual así como en el financiero hasta que se produjo su muerte en 1834.

    Carolina profesó en noviembre de 1835 tomando el nombre de María Teresa de Jesús, en memoria de la santa de Ávila por la que sentía especial admiración. Y fundó la congregación de las Pobres Hermanas Escolásticas de Nuestra Señora. Las expectativas de muchas jóvenes hallaron respuesta en esta nueva institución vinculándose a la pequeña comunidad. De dos en dos, como Cristo sugirió, recorrían lugares donde el progreso no había hecho acto de presencia. Diversas localidades y aldeas de difícil acceso vieron renacer su esperanza con el florecimiento de jardines de infancia, escuelas, hogares para ancianos y centros de atención. La congregación se extendió prontamente por Europa y Estados Unidos. Carolina viajó a este país el año 1847 contribuyendo a la expansión de su obra. Se trasladó de un lado a otro en difíciles condiciones, recorriendo miles de kilómetros en carretas tiradas por bueyes para visitar las escuelas que sus hijas habían establecido allí para educación de hijas de emigrantes alemanes. En este viaje, junto al beato Juan Neumann, fundó un orfanato en Baltimore. Al regresar a su país surgieron importantes problemas con el arzobispo de Munich-Freising, Graf von Reisach fundamentalmente por el borrador de la regla, origen del litigio. Éste no compartía la idea de que existiera un gobierno central en la congregación regida a través de una superiora general; quería que dependiesen de él. En un momento dado, la beata estuvo amenazada de excomunión. Y compareció ante el arzobispo musitando en voz baja, mientras se hallaba arrodillada ante él, su deseo de someterse a sus indicaciones en la medida en que no vulneraran la voluntad de Dios y su conciencia. Siguió adelante, sin ver quebrarse ni un ápice su confianza en la divina providencia, con espíritu perseverante, sosteniendo con su oración y entrega la misión recibida. Dio muestra de ser una mujer de gran fortaleza y empuje. En 1865 Pío IX autorizó los estatutos y la confirmó como superiora general, oficio reservado hasta ese momento a los varones. Fue probada también al final de sus días ya que las guerras desatadas en Europa y América conllevaron el cierre de algunas de las misiones que abrió. El 9 de mayo de 1879 fallecía en Munich. Comenzó a cumplirse su anhelo de: «adorar y amar eternamente; regocijarse eternamente en la gloria de Dios y de sus santos», que había manifestado en vida. Juan Pablo II la beatificó el 17 de noviembre de 1985.

Oremos

    «Dios como centro de la vida y de la educación, ese fue el signo de esta fundadora de las Pobres Hermanas Escolásticas de Nuestra Señora, apóstol intrépido que soñó con regocijarse eternamente en la gloria de Dios y de sus santos»

-FRASE DEL DÍA-



 

miércoles, 7 de mayo de 2025

CARTA ENCÍCLICA LUMEN FIDEI DEL SUMO PONTÍFICE FRANCISCO

 CAPÍTULO PRIMERO
HEMOS CREÍDO EN EL AMOR
(cf. 1 Jn 4,16)
La fe de Israel


    12. En el libro del Éxodo, la historia del pueblo de Israel sigue la estela de la fe de Abrahán. La fe nace de nuevo de un don originario: Israel se abre a la intervención de Dios, que quiere librarlo de su miseria. La fe es la llamada a un largo camino para adorar al Señor en el Sinaí y heredar la tierra prometida. El amor divino se describe con los rasgos de un padre que lleva de la mano a su hijo por el camino (cf. Dt 1,31). La confesión de fe de Israel se formula como narración de los beneficios de Dios, de su intervención para liberar y guiar al pueblo (cf. Dt 26,5-11), narración que el pueblo transmite de generación en generación. Para Israel, la luz de Dios brilla a través de la memoria de las obras realizadas por el Señor, conmemoradas y confesadas en el culto, transmitidas de padres a hijos. Aprendemos así que la luz de la fe está vinculada al relato concreto de la vida, al recuerdo agradecido de los beneficios de Dios y al cumplimiento progresivo de sus promesas. La arquitectura gótica lo ha expresado muy bien: en las grandes catedrales, la luz llega del cielo a través de las vidrieras en las que está representada la historia sagrada. La luz de Dios nos llega a través de la narración de su revelación y, de este modo, puede iluminar nuestro camino en el tiempo, recordando los beneficios divinos, mostrando cómo se cumplen sus promesas.

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"

 


EVANGELIO - 08 de Mayo - San Juan 19,25-27.


    Libro de Isaías 35,1-6a.10.

    ¡Regocíjese el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa!
    ¡Sí, florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios.
    Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes;
digan a los que están desalentados: "¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos!".
    Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; volverán los rescatados por el Señor; y entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán.


Evangelio según San Lucas 1,46-55.

María dijo entonces:
"Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".

    Libro de los Hechos de los Apóstoles 1,12-14.2,1-4.

    Los Apóstoles regresaron entonces del monte de los Olivos a Jerusalén: la distancia entre ambos sitios es la que está permitida recorrer en día sábado.
    Cuando llegaron a la ciudad, subieron a la sala donde solían reunirse. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago.
    Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.
    Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar.
    De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban.
    Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos.
    Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.

    Evangelio según San Juan 19,25-27.

    Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
    Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo".
    Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

    Palabra del Señor.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 08 de Mayo - “Su madre conservaba estas cosas en su corazón”


     Benedicto XVI papa 2005-2013 Discurso del 30/05/2009 


“Su madre conservaba estas cosas en su corazón”
    
    En el Nuevo Testamento vemos que la fe de María, por decirlo así, "atrajo" el don del Espíritu Santo. Ante todo en la concepción del Hijo de Dios, misterio que el mismo arcángel Gabriel explicó así: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1, 35)… El corazón de María, en perfecta sintonía con su Hijo divino, es templo del Espíritu de verdad (Jn 14,17), donde cada palabra y cada acontecimiento son conservados en la fe, en la esperanza y en la caridad.

    Así podemos tener la certeza de que el corazón santísimo de Jesús en todo el arco de su vida oculta en Nazaret encontró en el corazón inmaculado de su Madre un "hogar" siempre encendido de oración y de atención constante a la voz del Espíritu. Un testimonio de esta singular sintonía entre la Madre y el Hijo, buscando la voluntad de Dios, es lo que aconteció en las bodas de Caná (Jn 2,1s). En una situación llena de símbolos de la alianza, como es el banquete nupcial, la Virgen Madre intercede y provoca, por decirlo así, un signo de gracia sobreabundante: el "vino bueno" que hace referencia al misterio de la Sangre de Cristo. Esto nos remite directamente al Calvario, donde María está al pie de la cruz junto con las demás mujeres y con el apóstol san Juan. La Madre y el discípulo recogen espiritualmente el testamento de Jesús: sus últimas palabras y su último aliento, en el que comienza a derramar el Espíritu; y recogen el grito silencioso de su Sangre, derramada totalmente por nosotros (cf. Jn 19,25-34). María sabía de dónde venía esa sangre (cf Jn 2,9), pues se había formado en ella por obra del Espíritu Santo, y sabía que ese mismo "poder" creador resucitaría a Jesús, como él mismo había prometido.

    Así, la fe de María sostuvo la de los discípulos hasta el encuentro con el Señor resucitado, y siguió acompañándolos incluso después de su Ascensión al cielo, a la espera del "bautismo en el Espíritu Santo" (cf. Hch 1,5)… Precisamente por eso María es para todas las generaciones imagen y modelo de la Iglesia, que juntamente con el Espíritu camina en el tiempo invocando la vuelta gloriosa de Cristo: "¡Ven, Señor Jesús!" (cf. Ap 22, 17.20). 

SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN, PATRONA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA

 08 de Mayo


 El Milagro de la Imagen

    Corría el mes de mayo de 1630 cuando la milagrosa imagen de la Virgen de Luján llegó a la Argentina. Antonio Farías Sáa, era un hacendado radicado en Sumampa (Santiago del Estero) que quería colocar en su estancia una capilla para la Virgen. Este hombre le pidió a un amigo que vivía en Brasil que le enviara una imagen que representara la Inmaculada Concepción de María. El amigo le envió dos, la que le había encargado y otra de la Virgen con el Niño Jesús. Cuando llegaron, fueron colocadas en una carreta y partieron en una caravana rumbo a Sumampa. La caravana se detuvo a orillas del río Luján a 67 kilómetros de Buenos Aires, en una hacienda, conocida como la estancia de Rosendo. Al llegar el otro día los carreteros iban a proseguir con el viaje, pero la carreta que llevaba la imagen no se movía, intentaron de todas las formas posibles que caminara, bajaron la mercadería, colocaron más bueyes, pero todo fue inútil, las dos imágenes estaban en el fondo de la carreta en dos pequeños cajones. Los carreteros retiraron una imagen y no se movió, la subieron y bajaron la otra, y la carreta marcho normalmente. En ese instante los hombres comprendieron que estaba ocurriendo algo milagroso. Al ver que la Virgen no quería marcharse se dirigieron a la casa más cercana, la de don Rosendo.

    La familia se emocionó al ver la imagen y la colocaron el su casa, la noticia corrió por toda la región, y se enteraron hasta en Buenos Aires. Las personas empezaron a viajar al lugar, entonces don Rosendo construyó una pequeña capilla, entre los pajonales de la pampa, en este lugar permaneció la virgencita desde 1630 hasta 1674.

El Negro Manuel

    Este hombre dedicó toda su vida, desde que llegó a la Argentina, a cuidar a la Virgen de Luján. Fue traído de África y vendido como esclavo en Brasil. Llegó al Río de la Plata a los 20 años de edad, en la embarcación en donde venia la bendita imagen, presenció el milagro en la estancia de don Rosendo. Se desconoce quien era su dueño, pero Manuel permaneció en la estancia al cuidado de la imagen, consagrando su vida al atención de la santísima Virgen.
La tradición nos dice que Manuel, realizaba curas milagrosas con el sebo de las velas de la capilla y relataba a los peregrinos los viajes de la Santa Virgen, que salía de noche para dar consuelo a los afligidos. Manuel guardaba de los viajes de la Señora los abrojos se desprendían del vestido de la Virgen. Con los años, don Rosendo falleció y el lugar quedo casi abandonado, pero éste hombre fue siempre fiel y continuó al servicio de la Virgen.

Doña Ana Mattos

    Doña Ana Mattos, viuda de Siqueyras era una señora que tenía gran cantidad de tierras a orillas del río Luján, ella quería llevar la imagen a su casa y realizarle una capilla, para ello en el año 1674, habló con el Cura Juan de Oramas, administrador de los bienes de don Rosendo y la colocó en su casa, pero la Santa Virgen desapareció y la encontraron en su antigua ermita (capilla), doña Ana volvió a llevar la imagen a su casa y por segunda vez regresó a la estancia de don Rosendo.

    La dama consultó entonces a las autoridades eclesiásticas y civiles, quienes viajaron al lugar y examinaron lo sucedido, esta vez la Virgen fue trasladada en una devota peregrinación y en compañía de Manuel. Desde ese momento la imagen no retornó más a su antigua capilla.

    Luego de confirmar la veracidad de lo sucedido la Autoridad Eclesiástica, autorizó oficialmente el culto público a la "Pura y Limpia Concepción del Río Luján". Doña Ana donó el terreno para la realización del nuevo templo en el año 1677 lugar en donde actualmente se encuentra la hermosa Basílica de Luján.

Don Pedro de Montalbo

    El clérigo don Pedro de Montalbo estaba muy enfermo y desahuciado, en 1684 viajó a Luján, casi moribundo fue llevado a la capilla. El Negro Manuel le ungió el pecho con el sebo de la lámpara que ardía en el altar y le dio de beber una infusión con abrojos de los que solía desprender del vestido de la Virgen. Don Pedro sanó milagrosamente y agradecido se quedó como primer capellán.

El pueblo de Luján

    El lugar empezó a poblarse con los devotos de la Virgen. De esta forma el paraje se convirtió en una aldea que se llamó Pueblo de Nuestra Sra. de Luján, en 1755 se le otorgó el título de Villa.

    La devoción por la Virgen fue creciendo año tras año, así como los milagros que ocurrían y el 23 de octubre de 1730, Luján era instituida Parroquia. El cura párroco don José de Andújar deseaba ampliar el templo y junto al Obispo Fray Juan de Arregui, iniciaron la construcción, pero esta no llegó a buen término porque después de grandes contratiempos terminó por desplomarse.

Don Juan de Lezica y Torrezuri

    Este hombre nacido en Vizcaya, España, estaba muy enfermo y fue curado milagrosamente por la Santísima Virgen de Luján. Don Juan, en agradecimiento se entregó por completo a la creación del nuevo templo y a fines de 1754 se inició la construcción, en 1763 se terminó felizmente la obra y los cabildantes de Luján eligieron y juraron a Nuestra Señora por celestial Reina y Patrona.

El Padre Salvaire

    Hacia el año 1872, el Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Federico Aneiros, entregó la custodia del templo a los sacerdotes de la congregación de la Misión, conocidos como Padres Lazaristas. En aquel entonces el teniente Cura Jorge María Salvaire fue herido en un viaje por los indios y estuvo al borde de la muerte, en ese momento realizó una promesa a la Santísima Virgen y milagrosamente fue sanado.

    La promesa del Padre Salvaire fue, "Publicaré tus milagros..., engrandeceré tu Iglesia" En cumplimiento de este voto, publicó en 1885 la "Historia de Nuestra Sra. de Luján". En 1889 fue nombrado Cura Párroco de Luján y dedicó su vida y esfuerzos para edificar la gran Basílica, con el apoyo de Monseñor Aneiros y la colaboración de sus compañeros de Congregación, inició la construcción de la actual Basílica Nacional.

    Cuando falleció en 1899, la obra continuó en las manos del Padre Dávani, quien murió en 1922, para ese entonces el Santuario ya estaba terminado en su estructura fundamental.

La Solemne Coronación de la Virgen de Luján

    EL Padre Salvaire, en 1886, presentó al Papa León XIII, la petición del Episcopado y de los fieles del Río de la Plata para la coronación de la Virgen, el Pontífice bendijo la corona y le otorgó Oficio y Misa propios para su festividad, que quedó establecida en el sábado anterior al IV domingo después de Pascua. La Coronación se realizó en mayo de 1887.

La Basílica de Luján

    El Santuario de Luján es de estilo gótico ojival del siglo XIII. Sus dimensiones son: anchura en el crucero, 68,50 m.; longitud, 104 metros; anchura de frente, 42 m.; altura en las dos torres mayores, 106 m. El 8 de diciembre de 1930, el Papa Pío XII, le otorgó oficialmente el título de Basílica.

La Imagen de la Virgen de Luján

    La imagen es pequeña (38 centímetros), está modelada en arcilla cocida (terracota), su rostro es ovalado, de color moreno. Los pies de la Santa Imagen se apoyan sobre nubes, desde las cuales surge una media luna y cuatro cabezas de querubines, con sus pequeñas alas desplegadas. Está cubierta con vestiduras: túnica blanca y manto azul-celeste. Tiene las manos juntas en el pecho.

    El Padre Salvaire hizo recubrir la Santa imagen con una coraza de plata para impedir su deterioro. Antes de esta operación se sacaron moldes que permitieron su reproducción auténtica.
En 1887, el Padre colocó la Imagen sobre una base de Bronce, le adosó la rayera gótica con la inscripción: "Es la Virgen de Luján la primera Fundadora de esta Villa" y una aureola de doce estrellas. Ornamentada en esta forma, fue coronada con la corona Imperial bendecida por León XIII.

    El 3 de diciembre de 1871 se realizó la primera peregrinación general al Santuario de Luján, desde entonces millones de personas concurren cada año. Es uno de los centros de peregrinación más importantes de Latinoamérica. Actualmente, la fiesta principal se celebra el 8 de mayo.


Oremos

    ¡Oh Santísima Virgen!¡Coronada Reina de Luján! Dios me ha creado para la gloria eterna. ¡A! ¿Quién me diera alas de paloma para volar a esta morada de felicidad? ¿Quién me abriera las puertas del cielo, y me ayudara a subir hasta el pie del trono del Altísimo? Conceded, ¡Oh Santísima Virgen de Luján! vuestra protección a este siervo vuestro que gime en medio de este valle de lágrimas y sólo recibe consuelo celebrando vuestras glorias; ayudadle, a fin de que después de haberos honrado en la tierra, merezca alabaros en el cielo, por los siglos de los siglos. Así sea.