martes, 8 de octubre de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 09 de Octubre - San Lucas 11,1-4


   Carta de San Pablo a los Gálatas 2,1-2.7-14.

    Hermanos: Al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo a Tito.
    Lo hice en virtud de una revelación divina, y les expuse el Evangelio que predico entre los paganos, en particular a los dirigentes para asegurarme que no corría o no había corrido en vano.
    Al contrario, aceptaron que me había sido confiado el anuncio del Evangelio a los paganos, así como fue confiado a Pedro el anuncio a los judíos.
    Porque el que constituyó a Pedro Apóstol de los judíos, me hizo también a mí Apóstol de los paganos.
    Por eso, Santiago, Cefas y Juan -considerados como columnas de la Iglesia- reconociendo el don que me había sido acordado, nos estrecharon la mano a mí y a Bernabé, en señal de comunión, para que nosotros nos encargáramos de los paganos y ellos de los judíos.
    Solamente nos recomendaron que nos acordáramos de los pobres, lo que siempre he tratado de hacer.
    Pero cuando Cefas llegó a Antioquía, yo le hice frente porque su conducta era reprensible.
    En efecto, antes que llegaran algunos enviados de Santiago, él comía con los paganos, pero cuando estos llegaron, se alejó de ellos y permanecía apartado, por temor a los partidarios de la circuncisión.
    Los demás judíos lo imitaron, y hasta el mismo Bernabé se dejó arrastrar por su simulación.
    Cuando yo vi que no procedían rectamente, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas delante de todos: "Si tú, que eres judío, vives como los paganos y no como los judíos, ¿por qué obligas a los paganos a que vivan como los judíos?".


Salmo 117(116),1.2.

¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!

Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.

¡Aleluya!


    Evangelio según San Lucas 11,1-4.

    Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos".
    El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 09 de Octubre - "Cuando recen, digan “Padre Nuestro…"


Beato María-Eugenio del Niño Jesús (1894-1967) carmelita, fundador de Nuestra Señora de Vida Quiero ver a Dios, Primeras oraciones (Je veux voir Dieu, éd. du Carmel, 1949)


"Cuando recen, digan “Padre Nuestro…" 
            
    Debutantes con el alma ardiente y generosa, llenos de grandes deseos (…) en el seguimiento de Cristo: he aquí los apóstoles en el comienzo de la vida pública. Vieron a su Maestro sumergido largas horas en oración silenciosa, completamente absorbido por ella. Quisieran poder imitar su actitud, seguir al Maestro hasta esas profundidades apacibles y misteriosas.  

    Releamos la escena evangélica.  “Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a rezar, así como Juan enseñó a sus discípulos”. El les dijo entonces: “Cuando recen, digan: Padre, santificado sea tu Nombre,…” (Lc11,1-2). Preguntaban sobre la ciencia de la oración y Jesús les enseña una oración vocal. Pero ¡qué oración vocal! Sencilla y sublime que en fórmulas concisas precisa la actitud filial del cristiano delante de Dios, enumera los votos y preguntas que debe presentarle. El Padre Nuestro es la oración perfecta que la Iglesia pone sobre los labios en el instante más solemne del sacrificio. Es la oración de los pequeños que no saben nada más, la oración de los santos que recitan las  plegarias más plenas. (…)
            
    Frecuentemente, entonces, en las diversas etapas de la vida espiritual que  podamos estar, en los más diversos estados de fervor o sequedad, para aprender a rezar, humildemente, reposadamente, recitemos el Padre Nuestro. Es la oración que Jesús ha compuesto para nosotros.  Enseñándonos el Padre Nuestro, Jesús ha consagrado la excelencia de esta oración vocal.

SANTORAL - SAN JOHN HENRY NEWMAN

09 de Octubre


    Cada 9 de octubre la Iglesia Católica celebra a San John Henry Newman (1801-1890), figura prominente del catolicismo británico, brillante teólogo y uno de los más celebrados conversos al catolicismo de los últimos siglos.

Preparación

    "Las grandes obras llevan su tiempo", escribió John Henry Newman, que a los treinta años era ya uno de los predicadores más estimados de la Iglesia de Inglaterra. También las obras de Dios se realizan a menudo tras una larga y oculta preparación. Este fue el "viaje", como luego lo llamaría Newman, que condujo a ese profesor de Oxford, un gigante moral y literario de su tiempo, a la Iglesia Católica.

    Nacido en Londres en 1801 en el seno de una familia de clase media, John Henry Newman tuvo su primera experiencia real de Dios a los quince años. Se convirtió al cristianismo y comenzó sus estudios universitarios en Oxford. Era un estudiante más que capaz, y podría haber tomado muchos caminos hacia el éxito mundano, pero en lugar de ello optó por el sacerdocio en la Iglesia de Inglaterra. Newman decidió incluso permanecer célibe, algo inusual en un clérigo anglicano. Se convirtió en un pastor muy querido, al tiempo que daba clases y era tutor en el Oriel College de Oxford.

    En Oriel, Newman comenzó a estudiar a los Padres de la Iglesia, esas grandes figuras de la Iglesia de los primeros siglos que articularon los fundamentos de la fe cristiana. Algo se agitó en su interior. Los Padres tenían una visión de la Iglesia viva en su fe, unificada y en crecimiento. "Algunas partes de sus enseñanzas -escribió Newman- llegaron como música a mi oído interior".


"...un trabajo que hacer en Inglaterra"

    La semilla de una misión había sido plantada. En un viaje por el sur de Europa en 1833, Newman cayó gravemente enfermo en Sicilia y casi murió. En medio de una crisis de la enfermedad, dijo a su sirviente: “No moriré… Tengo un trabajo que hacer en Inglaterra”. Cuando se recuperó, regresó a su país. El viaje exterior había concluido, pero el viaje interior, duro y ardiente, se intensificó.

    Newman quiso vivir en esa Iglesia de los Padres. Así que, junto a sus amigos -era un hombre de profundas amistades-, se embarcó en lo que llegaría a conocerse como el Movimiento de Oxford. Dicho movimiento fue un intento de renovar la Iglesia de Inglaterra desde dentro, recuperando elementos de la liturgia, la mentalidad y el celo de la antigua Iglesia. Dio frutos entre sus compatriotas; sin embargo, el propio Newman seguía inquieto mientas leía y ponderaba lo que los Padres habían escrito. Esta inquietud se reflejó en sus obras, que atrajeron la atención de las autoridades de Oxford por ser “poco protestantes”. Newman dejó la universidad.


“Todo el hombre se mueve”

    En 1842, se retiró al pueblo de Littlemore, orando y luchando con sus prejuicios contra la Iglesia Católica. ¿Por qué enseña cosas que parecen no estar presentes en la Iglesia primitiva? Razonaba, pero no de modo abstracto, porque quería que cualquier cambio en sus opiniones estuviese basado en algo más fuerte que la razón abstracta. “Es el ser concreto quien razona”. Y “todo el hombre se mueve”, lo cual lleva tiempo. Durante tres años, se dedicó a la oración y al estudio.

    En 1845, publicó el “Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana”, que se convertiría en un clásico cristiano. En esta obra, muestra cómo la Iglesia desarrolla su comprensión y articulación del dogma a lo largo del tiempo. El dogma “cambia… para permanecer el mismo”, ya que lo que los cristianos creen sobre el Dios trino, Jesucristo y la Iglesia es algo vivo y que da la vida, y lo que vive crece.

    Ese mismo año, John Henry Newman, el brillante profesor y renombrado predicador, pidió a un pobre misionero italiano que escuchase su confesión, y entró en la Iglesia Católica. También él estaba vivo, y para permanecer fiel a su conciencia, cambió.

    Los amigos se alejaron de él, acusándolo de traición. Tuvo que abandonar su amada Oxford definitivamente. Fue, escribió, como “salir hacia el mar abierto”.


“El corazón habla al corazón”

    Dos años después, en Roma, Newman fue ordenado sacerdote católico. Entró en el Oratorio de San Felipe Neri, y un año después llevó la forma de vida sacerdotal de esta sociedad a Inglaterra. De 1854 a 1858, trabajó en Dublín para responder a la petición de los obispos irlandeses de que iniciase una universidad allí. A su regreso a Inglaterra, se dedicó a su servicio sacerdotal atendiendo a los inmigrantes pobres y a los obreros de las fábricas que acudían al Oratorio para participar en el culto.

    En 1862, respondiendo a un ataque público que cuestionaba su conversión, Newman publicó una autobiografía que sigue siendo una obra maestra de la lengua inglesa: Apologia Pro Vita Sua, “una defensa de mi vida”. Entendió que solo podía responder a algunas acusaciones con el testimonio de su vida, un “argumento” encarnado.

    En 1879, este converso de tan obvia integridad atrajo la mirada del Papa León XIII, que nombró a Newman cardenal, y le concedió su petición de no ser consagrado obispo. “Cor ad cor loquitur,” “el corazón habla al corazón” fue el lema escogido por el cardenal Newman. El cristianismo llegó a él de una forma personal a los 15 años, cuando Dios habló a su corazón, y algo de este carácter personal marcó su predicación, sus amistades más profundas y su pensamiento durante toda su vida.


“Guíame, Luz amable… ¡guíame!”

    Las grandes obras llevan tiempo, y en 1890, Dios terminó de modelar a su siervo. “Guíame, Luz amable”, había rezado el joven Newman. Dios lo guió: hacia fuera de los lugares, ideas y relaciones en los que se había sentido cómodo hasta que, según las palabras grabadas en su tumba, John Henry Newman salió “de las sombras y de las imágenes hacia la verdad”. El Papa Francisco lo canonizó en 2019.

Oremos


Jesús mío: ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya;
inunda mi alma con tu espíritu y tu vida;
llena todo mi ser y toma de él posesión
de tal manera que mi vida no sea en adelante
sino una irradiación de la tuya.

Quédate en mi corazón en una unión tan íntima
que quienes tengan contacto conmigo
puedan sentir en mí tu presencia;
y que al mirarme olviden que yo existo
y no piensen sino en Ti.

Quédate conmigo.
Así podré convertirme en luz para los otros.
Esa luz, oh Jesús, vendrá toda de Ti;
ni uno solo de sus rayos será mío.

Te serviré apenas de instrumento
para que Tú ilumines a las almas a través de mí.

Déjame alabarte en la forma que te es más agradable:
llevando mi lámpara encendida para disipar las sombras
en el camino de otras almas.

Déjame predicar tu nombre sin palabras…
Con mi ejemplo, con mi fuerza de atracción
con la sobrenatural influencia de mis obras,
con la fuerza evidente del amor que mi corazón siente por Ti. Amén.

SANTORAL - SAN DIONISIO DE PARÍS Y COMPAÑEROS MÁRTIRES

09 de Octubre


    Santos Dionisio, obispo, y compañeros, mártires. Según la tradición, Dionisio, enviado por el Romano Pontífice a la Galia, fue el primer obispo de París, y allí, junto con el presbítero Rústico y el diácono Eleuterio, padecieron todos en las afueras de la ciudad,
San Gregorio de Tours, que escribió en el siglo VI, cuenta que san Dionisio de París nació en Italia. El año 250 fue enviado con otros obispos misioneros a las Galias, donde sufrió el martirio. El Hieronymianum menciona a san Dionisio el 9 de octubre, junto con los santos Rústico y Eleuterio. Ciertos autores posteriores afirman que Rústico y Eleuterio eran respectivamente el sacerdote y el diácono de san Dionisio, que se establecieron con él en Lutetia Parisiorum e introdujeron el Evangelio en la isla del Sena. Debido a las numerosas conversiones que obraban con su predicación, fueron arrestados; al cabo de largo tiempo de prisión, los tres murieron decapitados. Los cuerpos de los mártires fueron arrojados al Sena, pero los cristianos consiguieron rescatarlos y les dieron honrosa sepultura. Más tarde se construyó sobre su sepulcro una capilla, junto a la cual se erigió la gran abadía de Saint-Denis.

    Dicha abadía fue fundada por el rey Dagoberto I, quien murió el año 638. Probablemente un siglo más tarde, empezó a introducirse la identificación de san Dionisio Areopagita con el obispo de París o, por lo menos, la idea de que san Dionisio de París había sido enviado por el papa Clemente I en el primer siglo. Pero tal idea no se popularizó sino hasta la época de Hilduino, abad de Saint-Denis. El año 827, el emperador Miguel II regaló al emperador de Occidente, Luis el Piadoso, la copia de unos escritos que se atribuían a san Dionisio Areopagita. Por desgracia, dichos escritos llegaron a la abadía de Saint-Denis precisamente la víspera de la fiesta del santo. Hilduino los tradujo al latín y, algunos años más tarde, cuando el rey le pidió una biografía de san Dionisio de París, el abad escribió un libro que llegó a convencer a la cristiandad de que el obispo de París y el Areopagita eran una sola persona. En su obra titulada «Areopagitica», el abad Hilduino empleó muchos materiales falsos o de poco valor, y resulta difícil creer que haya procedido así de buena fe. La biografía que escribió es un tejido de fábulas. El Areopagita va a Roma, donde el Papa San Clemente I le recibe personalmente y le envía a evangelizar París. Los habitantes de París intentan en vano darle muerte, arrojándole a las fieras, echándole al fuego y crucificándole, hasta que por fin, Dionisio muere decapitado en Montmartre, junto con Rústico y Eleuterio. El cuerpo decapitado de San Diniosio, guiado por un ángel, caminó, tres kilómetros, desde Montmartre hasta la abadía que lleva su nombre, portando en las manos su propia cabeza y rodeado de coros de ángeles; por ello fue sepultado en Saint-Denis.

    El culto de San Dionisio fue muy popular en la Edad Media. Ya en el siglo VI, Venancio Fortunato le reconocía como el patrono de París ("Carmina", VIII, 3, 159) y el pueblo le considera como el protector de Francia, además de ser uno de los «Catorce santos auxiliadores». El elogio del martirologio actual no descarta que haya sido enviado a París por el Sumo Pontífice -como afirma el relato tradicional-, pero evita dar nombres, ya que no se sabe con certeza los años en que vivió.

Oremos

    Dios nuestro, que enviaste a San Dionisio y a sus compañeros a anunciar el Evangelio a pueblos que no te conocían y les concediste una gran fortaleza en su martirio, haz que también nosotros, siguiendo su ejemplo, tengamos en menos los favores de este mundo y no temamos nunca sus desprecios. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén

-FRASE DEL DÍA-



 

lunes, 7 de octubre de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 08 de Octubre - San Lucas 10,38-42


   Carta de San Pablo a los Gálatas 1,13-24.

    Hermanos: Seguramente ustedes oyeron hablar de mi conducta anterior en el Judaísmo: cómo perseguía con furor a la Iglesia de Dios y la arrasaba, y cómo aventajaba en el Judaísmo a muchos compatriotas de mi edad, en mi exceso de celo por las tradiciones paternas.
    Pero cuando Dios, que me eligió desde el seno de mi madre y me llamó por medio de su gracia, se complació en revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos, de inmediato, sin consultar a ningún hombre y sin subir a Jerusalén para ver a los que eran Apóstoles antes que yo, me fui a Arabia y después regresé a Damasco.
    Tres años más tarde, fui desde allí a Jerusalén para visitar a Pedro, y estuve con él quince días.
    No vi a ningún otro Apóstol, sino solamente a Santiago, el hermano del Señor.
    En esto que les escribo, Dios es testigo de que no miento.
    Después pasé a las regiones de Siria y Cilicia.
    Las Iglesias de Judea que creen en Cristo no me conocían personalmente, sino sólo por lo que habían oído decir de mí: "El que en otro tiempo nos perseguía, ahora anuncia la fe que antes quería destruir".
    Y glorificaban a Dios a causa de mí.


Salmo 139(138),1-3.13-14ab.14c-15.


Señor, tú me sondeas y me conoces,
tú sabes si me siento o me levanto;
de lejos percibes lo que pienso,
te das cuenta si camino o si descanso,

y todos mis pasos te son familiares.
Tú creaste mis entrañas,
me plasmaste en el seno de mi madre:
te doy gracias porque fui formado

de manera tan admirable.
¡Qué maravillosas son tus obras!
y nada de mi ser se te ocultaba,
cuando yo era formado en lo secreto,
cuando era tejido en lo profundo de la tierra.


    Evangelio según San Lucas 10,38-42.

    Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa.
    Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.
    Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude".
    Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 08 de Octubre - “María eligió la mejor parte”


    San Agustín (354-430) obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia Sermón 103 (Sainte Marie Madeleine Textes, Prières, Miracles, Bénédictines, 2017)


“María eligió la mejor parte” 
           
    Las palabras de Jesucristo Nuestro Señor que leemos en el Evangelio, nos recuerdan que existe una misteriosa unidad hacia la que debemos tender, mientras nos fatigamos en medio de la multiplicidad que presenta este siglo. Caminando y antes de reposar, debemos tender durante el camino, no habiendo todavía llegado a la patria. Época aún de deseos y no tiempo de gozos. Tendamos, sin embargo, pero tendamos sin dejadez, sin interrupciones, de forma de poder finalmente llegar. (…)

    Para preparar una comida al Salvador, Marta se ocupaba de numerosos cuidados. María, su hermana prefería ser alimentada por él, así que dejó a Marta las ocupaciones múltiples del servicio. En cuanto a María, se sentó a los pies del Señor y escuchaba tranquilamente su palabra. Dócil y fiel, había escuchado este versículo: “Ríndanse y reconozcan que yo soy Dios” (Sal 46, 11). Una de las dos hermanas se agitaba y la otra sólo visaba una cosa. (…)

    ¿Qué dijo el Señor a Marta? “María eligió la mejor parte”. La tuya no es mala, pero la suya es mejor. ¿Por qué mejor? “Porque no le será quitada” (Lc 10,42). Te quitarán un día toda carga por el servicio de otros, en cambio las delicias de la Verdad son eternas. No le quitarán la elección que ha hecho, no se la quitarán sino que agregarán. Se agrega en esta vida, en la otra vida será la plenitud y jamás le será quitada.

SANTORAL - SAN JUAN CALABRIA

08 de Octubre


    Juan Calabria (1873-1954) presbítero, Fundador de las Congregaciones de los Pobres Siervos y de las Pobres Siervas de la Divina Providencia. Juan Calabria nació en Verona el 8 de octubre de 1873, séptimo y último hijo de Luis, zapatero, y de Angela Foschio, empleada al servicio doméstico, mujer de grande fe, educada por el Siervo de Dios Padre Nicolás Mazza en su escuela de niñas pobres. Desde el nacimiento, para el niño Juan, la pobreza fue su maestra de vida. Cuando murió su papá, tuvo que interrumpir el cuarto año de escuela primaria para buscar un trabajo como ayudante.

    Descubriendo las virtudes del joven, el rector de San Lorenzo, Padre Pedro Scapini, lo preparó en privado para los exámenes de ingreso al seminario. Una vez superados, fue admitido y frecuentó el liceo como alumno externo. Al tercer año tuvo que interrumpirlo para hacer el servicio militar.

La caridad fue la característica de toda su vida

    Ya joven se distinguió sobre todo por su gran caridad. De hecho, se puso al servicio de todos haciendo los trabajos más humillantes y peligrosos. Se ganó la admiración de sus compañeros y superiores, llevando a muchos de ellos a la conversión y a la práctica de la fe.

    Cuando terminó el servicio militar, retomó los estudios. Una fría noche de noviembre de 1897, cuando hacía su primer año de teología, volviendo de visitar a los enfermos en el hospital, encontró un niño acurrucado delante de su puerta; era fugitivo de los gitanos. Lo recogió y lo llevó en casa. Estuvo con él y al final lo acomodó en su pequeño dormitorio. Fue el principio de sus obras a favor de los huérfanos y abandonados.

    Algunos meses más tarde, fundó la "Pía Unión para la asistencia de los enfermos pobres", reuniendo en torno a sí un buen grupo de seminaristas y de laicos.

    Eran éstos los inicios de una vida totalmente caracterizada por la caridad. "Cada instante de su vida fue la personificación del maravilloso cántico de San Pablo sobre la caridad", escribe en una carta postulatoria a Pablo VI una doctora hebrea salvada por el Padre Calabria de la persecución nazi y fascista, escondiéndola vestida de hermana, entre las religiosas de su Instituto.

Sacerdote y Fundador de dos Congregaciones

    Ordenado sacerdote el 11 de agosto de 1901, fue nombrado ayudante vicario en la parroquia de San Esteban y confesor en el seminario. Se dedicó con un particular celo a la confesión y al ejercicio de la caridad privilegiando sobre todo a los más pobres y marginados.

    En el 1907, nombrado Vicario de la Rectoría de S. Benito del Monte, comenzó también a recibir y cuidar espiritualmente a los soldados. El 26 de noviembre de aquel año, en "Vicolo Case Rotte", dio inicio oficial al Instituto "Casa Buoni Fanciulli", que el año siguiente encontró la estabilidad definitiva en la calle San Zeno in Monte, en la actual Casa Madre.

    Junto a los jóvenes el Señor le mandó laicos deseosos de compartir con él la propia donación al Señor. Con este puñado de hombres donados totalmente al Señor en el servicio a los pobres, con una vida radicalmente evangélica, hizo vivir a la Iglesia de Verona el clima de la Iglesia Apostólica. Y aquel primer núcleo de hombres fue la base de la "Congregación de los Pobres Siervos de la Divina Providencia" que será aprobada por el Obispo el 11 de febrero de 1932 y obtendrá la Aprobación Pontificia el 25 de abril de 1949.

    Inmediatamente después de la aprobación diocesana, la Congregación se extendió en varias partes de Italia, siempre al servicio de los pobres, de los abandonados y marginados. Prolongó su acción a los ancianos y a los enfermos dando vida para ellos a la "Cittadella della caritá ". El corazón apostólico del Padre Calabria pensó además en los Parias de la India, mandando en el 1934 cuatro Hermanos a Vijayavada.

    En el 1910 fundó también la rama femenina, las "Hermanas", que fue aprobada como Congregación de derecho diocesano el 25 de marzo de 1952 con el nombre de " Pobres Siervas de la Divina Providencia " y el 25 de diciembre de 1981 obtuvieron la Aprobación Pontificia. Profeta de la paternidad de Dios y de la búsqueda de su reino A las dos Congregaciones, el Padre Calabria, confió la misma misión que el Señor le había inspirado cuando joven sacerdote: "Mostrar al mundo que la Divina Providencia existe, que Dios no es extranjero, sino Padre, y piensa en nosotros, siempre que nosotros pensemos en Él y le correspondamos buscando en primer lugar el Santo Reino de Dios y su justicia" (cf. Mt6, 25-34). Y para testimoniar todo esto, acogió gratuitamente en sus casas, jóvenes, material y moralmente necesitados. Hizo hospitales y casas de acogida para asistir en el cuerpo y en el espíritu a enfermos y ancianos. Abrió casas de formación para jóvenes y adultos pobres, a fin de ayudarlos a alcanzar la propia vocación sacerdotal o religiosa. Los asistió gratuitamente hasta la teología o a la definitiva decisión por la vida religiosa. Después los dejaba libres para elegir aquella diócesis o congregación que el Señor les hubiera inspirado. Estableció que sus religiosos ejercieran el apostolado en las zonas más pobres, "donde nada hay, humanamente, para recibir".

"Resplandeció como un faro luminoso en la Iglesia de Dios"

    Son exactamente éstas las palabras que el Card. Schuster hizo esculpir sobre su tumba. De hecho al comenzar desde el 1939-40 hasta la muerte, en contraste con su innato deseo de anonimato, alargó sus horizontes hasta alcanzar las fronteras de la Iglesia, "gritando" a todos que el mundo se puede salvar sólo si se retorna a Cristo y a su Evangelio.

    Fue así que se convirtió en una voz profética, un punto de referencia. Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos vieron en él un guía seguro para ellos mismos y para sus iniciativas. Por eso los Obispos de la Conferencia Episcopal del Trivéneto, en la propia carta postulatoria al Papa Juan Pablo II, pudieron escribir: «El Padre Calabria, justo para preparar la Iglesia del Dos Mil -expresión a él familiar- hizo de su vida un continuo sufrir y una cuidadosa llamada a la conversión, a la renovación, a la hora de Jesús, con tonos impresionantes de perentoria urgencia... Nos parece que la vida del Padre Calabria y su misma persona constituyen una " profecía " de vuestro apasionado grito a todo el mundo: "Aperite portas Christo Redemptori!"».

    Comprendió que en esta radical y profunda renovación espiritual del mundo tenían que ser comprometidos también los laicos. Para esto, en el 1944 fundó la "Familia de los Hermanos Externos", integrada, en efecto, por laicos. Rezó, escribió, actuó y sufrió por la unidad de los cristianos. Por eso, mantuvo fraternas relaciones con protestantes, ortodoxos y hebreos. Escribió, habló, amó, nunca discutió. Conquistó con el amor. El mismo pastor luterano Sune Wiman de Eskilstuna (Suiza) que tuvo con él un copioso intercambio epistolar, dirigió el 6 de marzo de 1964 una carta postulatoria al Santo Padre Pablo VI para pedirle la glorificación de su venerado amigo.

    Fue este período el más misteriosamente doloroso de su vida. Parecía que Cristo lo hubiera asociado a la angustia del Getsemaní y del Calvario, aceptando su ofrecimiento como "víctima" para la santificación de la Iglesia y para la salvación del mundo. El beato card. Schuster lo comparó al Siervo de Jahvé.

    Murió el 4 de diciembre del 1954. En la vigilia, hizo su último gesto de caridad ofreciendo su vida al Señor por el Papa Pío XII, que agonizaba. El Señor había aceptado su oferta y, mientras él moría, el Papa, misteriosa e improvisamente recuperaba la salud viviendo con eficiencia otros cuatro años.

    El mismo Pontífice, sin saber del último gesto del Padre Calabria pero conocedor profundo de toda su vida, cuando recibió la noticia de su muerte, en un telegrama de condolencia a la Congregación, definió "campeón de evangélica caridad".

    Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 17 de abril de 1988 y él mismo lo canonizó el 18 de abril de 1999.

Oremos

    “¡Oh Dios, Padre providente!, que sea siempre fuente de alegría para tu Iglesia el hecho de que nosotros honremos la memoria de San Juan Calabria, tu santo sacerdote. Que su ayuda espiritual nos haga fuertes, y su asistencia nos ayude a ganar el premio eterno. Pedimos esto a través de Jesucristo, nuestro señor. Amén”.

-FRASE DEL DÍA-