domingo, 24 de marzo de 2024

SANTORAL - SAN DIMAS, EL BUEN LADRÓN

 25 de Marzo


    Sólo poseemos noticias ciertas acerca de su muerte y de su solemne  canonización -por parte del mismo Jesucristo-, no repetida en la  historia de la Santidad. En Marcos 15, 27s. y Lucas 23, 39-43 podemos  leer: "Y con Él crucificaron dos ladrones, uno a la derecha y  otro a la izquierda de Él. Y fue cumplida la Escritura que dice: Y fue  contado entre los inicuos. Uno de los malhechores le insultaba diciendo: ¿No eres Tú el Mesías?  Sálvate a Ti mismo y a nosotros. Mas el otro, respondiendo, le reconvenía diciendo: ¿Ni siquiera temes tú  a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros, la verdad, lo estamos  justamente, pues recibimos el justo pago de lo que hicimos; mas Éste  nada ha hecho; y decía a Jesús Acuérdate de mí cuando vinieres en la  gloria de tu realeza. Díjole: En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el Paraíso".

    Como hemos indicado al principio, nada más sabemos de San Dimas con  certeza histórica, pues son unas actas, aunque muy antiguas, apócrifas  las que iniciaron la leyenda sobre el mismo, que todos hemos oído  relatar alguna vez.

    La Sagrada Familia, según nos narra la Biblia, se vio obligada a huir a  Egipto, debido al peligro que corría la vida de Jesús, por la  persecución de los niños menores de dos años que Herodes el Grande había  decretado. En cierta ocasión en que los soldados del rey -y empieza aquí la  narración apócrifa- estaban sobre la pista de la Familia Santa, y cuando  ya les andaban muy cerca, José y María encontraron una casa en la que  fácilmente se podrían esconder, si les dejaban entrar.

    Esta casa era la que habitaba Dimas con los suyos. José les pide que  los escondan, pues los soldados del rey con sus caballos, mucho más  veloces que el sencillo borrico que montan, ya casi les dan alcance.  Pero los habitantes de aquella casa se niegan a ello. En este momento sale el joven Dimas, que seguramente por su carácter y  decisión gozaba entre sus camaradas de gran autoridad, y dispone que se  queden y les esconde en un lugar tan oculto que la policía romana no  consigue descubrirlos, ni puede detenerlos. Jesús promete a Dimas,  agradecido, que su acto no quedará sin recompensa, y le anuncia que  volverán a verse en otra ocasión y aún en peores condiciones, y entonces  será Él, Cristo, quien ayudará a su benigno protector.

    De este modo terminan su narración las actas apócrifas. Explicación  suficiente, sin embargo, para observar en ella una diferencia total  entre las leyendas atribuidas a Jesús, y la sobriedad evangélica, aun en  los momentos más sublimes en que para confirmar su doctrina, Jesucristo  obra algunos de sus milagros. Por esta razón nos ceñiremos a  continuación al relato evangélico, Palabra Viva, que nos conduce a  importantes enseñanzas. ¿A qué fue debida la conversión de Dimas, un ladrón, un malhechor,  que seguramente en toda su vida no había visto a Jesús, aunque hubiera  oído hablar de Él, como de alguien grande, misteriosamente poderoso y  enigmático para muchos?

    Porque en la cruz, Dimas se nos presenta ya convertido, como creyente  en la divinidad de Cristo: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el  mismo suplicio?». Un autor moderno atribuye la conversión de Dimas a la mirada de  Jesucristo, la mirada clara de Cristo; en su cara abofeteada, escupida y  demacrada, la mirada que había obrado tantos prodigios y que convertía  al que se adentraba en ella con corazón limpio, en seguidor y discípulo...

    Y el corazón de Dimas debía ser limpio, a pesar de todos sus delitos.  Inclinado al robo quizá por circunstancias externas, circunstancias tal  vez de tipo social, había sabido conservar, empero, cierto cariño a los  que le rodeaban, y un respeto sincero a sus padres y a las vidas de los  demás.

    Y Dios, por la Sangre de su Hijo que estaba a punto de derramarse, le  premiaba lo bueno que había hecho y le perdonaba lo malo. Y en su Amor  insondable -Dios es Amor- le había concedido las gracias suficientes y  necesarias para aquel acto profundo de fe. Y a continuación el gran acto de sometimiento a la Voluntad de Dios y  a la justicia de los hombres: «Nosotros, la verdad, lo estamos  justamente, pues recibimos el justo pago de lo que hicimos»; y después,  en aquellos momentos solemnes, alrededor de los cuales gira toda la  Historia, quiera el hombre reconocerlo o no, la petición confiada,  anhelante a su Dios, que por él, con él y también por nosotros moría en  una cruz: «Acuérdate de mí, cuando vinieres en la gloria de tu realeza». Y de labios del mismo Cristo oye Dimas las palabras santificadoras:  «En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso».

    He aquí un Santo original: hasta poco antes de morir, un ladrón, un  malhechor, de familia seguramente innoble, sin ningún milagro en su  haber, que puede ser, para nosotros, un magnífico tema de profunda  meditación.

    En la Iglesia Ortodoxa Rusa, tanto las cruces como los crucifijos se  representan con tres barras horizontales, la más alta es el titulus crucis (la inscripción que Poncio Pilatos mandó poner sobre la  cabeza de Cristo en latín, griego y hebreo: "Jesús de Nazaret, Rey de  los Judíos"), la segunda más larga representa el madero sobre el que  fueron clavados las manos de Jesús y la más baja, oblicua, señala hacia  arriba al Buen Ladrón y hacia abajo al Mal Ladrón.


Oremos

    Oh bienaventurado ladrón, que recibiste la gracia de compartir los sufrimientos de mi Salvador. Junto a Jesús clavado en su cruz estabas tú, donde hubiera querido estar yo: pecador arrepentido, y compasivo. Tu cabeza inclinada hacia el divino crucificado es también la imagen de la mía. La mayoría de los hombres han amado a Cristo en sus milagros y en su gloria. Pero tú le has amado en su abandono, en sus dolores, en su agonía. Obtenme a mí, que también soy ladrón, que a la hora de mi muerte reciba piedad, y ternura, y que los últimos latidos de mi pobre corazón sean como el tuyo, en unión de amor con el de Cristo Jesús muriendo por nosotros. Amén.

-FRASE DEL DÍA-



 

sábado, 23 de marzo de 2024

GAUDETE ET EXSULTATE

CAPÍTULO CUARTO
ALGUNAS NOTAS DE LA SANTIDAD EN EL MUNDO ACTUAL
En comunidad


    145. La comunidad que preserva los pequeños detalles del amor[107], donde los miembros se cuidan unos a otros y constituyen un espacio abierto y evangelizador, es lugar de la presencia del Resucitado que la va santificando según el proyecto del Padre. A veces, por un don del amor del Señor, en medio de esos pequeños detalles se nos regalan consoladoras experiencias de Dios: «Una tarde de invierno estaba yo cumpliendo, como de costumbre, mi dulce tarea […]. De pronto, oí a lo lejos el sonido armonioso de un instrumento musical. Entonces me imaginé un salón muy bien iluminado, todo resplandeciente de ricos dorados; y en él, señoritas elegantemente vestidas, prodigándose mutuamente cumplidos y cortesías mundanas. Luego posé la mirada en la pobre enferma, a quien sostenía. En lugar de una melodía, escuchaba de vez en cuando sus gemidos lastimeros […]. No puedo expresar lo que pasó por mi alma. Lo único que sé es que el Señor la iluminó con los rayos de la verdad, los cuales sobrepasaban de tal modo el brillo tenebroso de las fiestas de la tierra, que no podía creer en mi felicidad»[108].

[107] Especialmente recuerdo las tres palabras clave «permiso, gracias, perdón», porque «las palabras adecuadas, dichas en el momento justo, protegen y alimentan el amor día tras día»: Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia (19 marzo 2016), 133: AAS108 (2016), 363.

[108] Sta. Teresa de Lisieux, Manuscrito C, 29v-30r.


-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"

 


EVANGELIO - 24 de Marzo - San Marcos 14,1-72.15,1-47.


    Libro de Isaías 50,4-7.

    El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.
    El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.
    Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.
    Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.


Salmo 22(21),8-9.17-18a.19-20.23-24.

Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que Él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto.»

Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies.
Yo puedo contar todos mis huesos.

Se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme.

Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
«Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.»


    Carta de San Pablo a los Filipenses 2,6-11.

    Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres.
    Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
    Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: "Jesucristo es el Señor".


    Evangelio según San Marcos 14,1-72.15,1-47.

    Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte.
    Porque decían: "No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo".
    Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.
    Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí: "¿Para qué este derroche de perfume?
    Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres". Y la criticaban.
    Pero Jesús dijo: "Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo.
    A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre.
    Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura.
    Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo".
    Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús.
    Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para entregarlo.
    El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?".
    El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'.
    El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario".
    Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
    Al atardecer, Jesús llegó con los Doce.
    Y mientras estaban comiendo, dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo".
    Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro: "¿Seré yo?".
    El les respondió: "Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo.
    El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!".
    Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo".
    Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella.
    Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos.
    Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".
    Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
    Y Jesús les dijo: "Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.
    Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea".
    Pedro le dijo: "Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré".
    Jesús le respondió: "Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces".
    Pero él insistía: "Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré". Y todos decían lo mismo.
    Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: "Quédense aquí, mientras yo voy a orar".
    Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse.
    Entonces les dijo: "Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando".
    Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora.
    Y decía: "Abba -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya".
    Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: "Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?
    Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil".
    Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras.
    Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle.
    Volvió por tercera vez y les dijo: "Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
    ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar".
    Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos.
    El traidor les había dado esta señal: "Es aquel a quien voy a besar.  Deténganlo y llévenlo bien custodiado".
    Apenas llegó, se le acercó y le dijo: "Maestro", y lo besó.
    Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron.
    Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja.
    Jesús les dijo: "Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos.
    Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras".
    Entonces todos lo abandonaron y huyeron.
    Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo.
    Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas.
    Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego.
    Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban.
    Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban.
    Algunos declaraban falsamente contra Jesús: "Nosotros lo hemos oído decir: 'Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre'".
    Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones.
    El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús: "¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?".
    El permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente: "¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?".
    Jesús respondió: "Sí, yo lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo".
    Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
    Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?". Y todos sentenciaron que merecía la muerte.
    Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le decían: "¡Profetiza!". Y también los servidores le daban bofetadas.
    Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo: "Tú también estabas con Jesús, el Nazareno".
    El lo negó, diciendo: "No sé nada; no entiendo de qué estás hablando". Luego salió al vestíbulo.
    La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes: "Este es uno de ellos".
    Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron a Pedro: "Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo".
    Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando.
    En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: "Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces". Y se puso a llorar.
    En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
    Este lo interrogó: "¿Tú eres el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "Tú lo dices".
    Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él.
    Pilato lo interrogó nuevamente: "¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!".
    Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato.
    En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo.
    Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición.
    La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado.
    Pilato les dijo: "¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?".
    El sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia.
    Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás.
    Pilato continuó diciendo: "¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?".
    Ellos gritaron de nuevo: "¡Crucifícalo!".
    Pilato les dijo: "¿Qué mal ha hecho?". Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: "¡Crucifícalo!".
    Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
    Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia.
    Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron.
    Y comenzaron a saludarlo: "¡Salud, rey de los judíos!".
    Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje.
    Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.
    Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.
    Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: "lugar del Cráneo".
    Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.
    Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno.
    Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron.
    La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: "El rey de los judíos".
    Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
    Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían: "¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!".
    De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí: "¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo!
    Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!". También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.
    Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: "Eloi, Eloi, lamá sabactani", que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".
    Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías".
    Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo: "Vamos a ver si Elías viene a bajarlo".
    Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.
    El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
    Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó: "¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!".
    Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.
    Era día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
    Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto.
    Informado por el centurión, entregó el cadáver a José.
    Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después, hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
    María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 24 de Marzo - "¡Te alabamos por tu abajamiento!"


San Teodoro el Estudita (759-826) monje en ConstantinoplaCatequesis 53 (Les Grandes Catéchèses, coll. Spiritualité orientale 79, Bellefontaine, 2002)


¡Te alabamos por tu abajamiento!

    Aquí estamos, llegados a la santa Gran Semana del cumplimiento de los sufrimientos de Cristo. Contemplemos nuevamente en qué situaciones, cuántas veces, cuándo y hasta dónde, el Señor de gloria se abajó por nosotros (1 Cor 2,8), nuestro Dios y Creador. Somos realmente iluminados al profundizarlo una vez más.

    ¿Qué alma de piedra no sería tomada por la compunción y no se dejaría doblegar, al saber que el Señor fue librado por un discípulo entre las manos de los impíos (Hech 2,23)? Fue atado por las manos de los soldados y llevado ante un tribunal. El que es la Verdad, escucha llamarse impostor y charlatán (cf. Mt 27,63). Al Salvador de todos, le pegan en el rostro y lo soporta. Lo cubren de escupidas y no se defiende. Para burlarse, lo ciñen con la corona de espinas y él no reduce a cenizas a los que osan esos ultrajes. Es revestido con un manto de púrpura como un rey y como un malhechor golpeado a puños. Es crucificado, traspasado con una lanza. Prueba la muerte, siendo la vida de todos. Enseguida resucita, levantándonos de nuestra caída, nos pone de pie para una inalterable inmortalidad. (…)

    ¿Qué podemos ofrecerte, ya que en tu infinita bondad, nos has considerado de un tan gran precio que, lejos de despreciar a tu criatura perdida, has venido a salvarnos con el extremo de un indecible abajamiento? Sin embargo, nos has hecho fuertes y nos has salvado. De nuestros labios pecadores e indignos, te ofrecemos toda la alabanza y acción de gracias de la que somos capaces. Se nos pide de tratar de imitar este ejemplo y conformarnos a él en las cosas grandes e importantes, tomándolo como modelo en las cosas pequeñas y humildes. De esta forma damos gracias dignamente.

SANTORAL - SANTA CATALINA DE SUECIA

 24 de Marzo


    Abadesa (c.a. 1331-1381) A Catalina de Suecia o de Vadstena nació alrededor del año1331 del matrimonio formado por el príncipe Ulf Gudmarsson y Brigitta Birgesdotter; fue la cuarta de ocho hermanos. La educaron, como era frecuente en la época, al calor del monasterio; en este caso lo hicieron las monjas de Riseberga.

    Contrajo matrimonio con el buen conde Egar Lyderson van Kyren y ambos influyeron muy positivamente en los ambientes nobles plagados de costumbres frívolas y profanas. En el año 1373, muere en Roma Brígida y Catalina da sepultura provisional en la Ciudad Eterna al cadáver de su madre en la iglesia de San Lorenzo. El traslado del cuerpo en cortejo fúnebre hasta Suecia es una continua actividad misionera por donde pasa. Catalina habla de la misericordia de Dios que espera siempre la conversión de los pecadores; va contando las revelaciones y predicciones que Dios hizo a su santa madre.

    Söderkoping es el lugar patrio que recibe la procesión en 1374 como si fuera un acto triunfal. Se relatan conversiones y milagros que se suceden hasta depositar los restos en el monasterio de Vadstena, donde entra y se queda Catalina, practicando la regla que vivió durante veinticinco años con su madre. Un segundo viaje a Roma durará cinco años; tendrá como meta la puesta en marcha del proceso de canonización de la futura Santa Brígida y la aprobación de la Orden del Santísimo Salvador. A su regreso a Vadstena, muere el 24 de marzo de 1381.

Oremos

    Santa Catalina, Dios te dio la gracia de poder predecir sobrenaturalmente muchas cosas. Tu alma inmaculada estuvo siempre dispuesta en el ejercicio de la confesión diaria y permitiste gracias a tus obras, la confesión de aquellos que arrepentidos en la hora de su muerte recurrieron a ti, para que los ayudaras a conseguir la confesión. Intercede por nosotros ante el Señor para que nuestras almas recurran al sacramento de la confesión con más frecuencia y seamos dignos hijos de Dios que llevan la buena noticia del Evangelio a todos aquellos que nos rodean. Queremos ser fieles a Cristo, ayúdanos, te lo pedimos, ora por nosotros, que podamos vivir fielmente nuestra vocación y tendamos siempre a la perfección de nuestro Señor Jesucristo. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

-FRASE DEL DÍA-

 


viernes, 22 de marzo de 2024

GAUDETE ET EXSULTATE

CAPÍTULO CUARTO
ALGUNAS NOTAS DE LA SANTIDAD EN EL MUNDO ACTUAL
En comunidad


    144. Recordemos cómo Jesús invitaba a sus discípulos a prestar atención a los detalles.

  • El pequeño detalle de que se estaba acabando el vino en una fiesta.
  • El pequeño detalle de que faltaba una oveja.
  • El pequeño detalle de la viuda que ofreció sus dos moneditas.
  • El pequeño detalle de tener aceite de repuesto para las lámparas por si el novio se demora.
  • El pequeño detalle de pedir a sus discípulos que vieran cuántos panes tenían.
  • El pequeño detalle de tener un fueguito preparado y un pescado en la parrilla mientras esperaba a los discípulos de madrugada.

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 23 de Marzo - San Juan 11,45-56.


    Libro de Ezequiel 37,21-28.

    Así habla el Señor: Yo voy a tomar a los israelitas de entre las naciones adonde habían ido; los reuniré de todas partes y los llevaré a su propio suelo.
    Haré de ellos una sola nación en la tierra, en las montañas de Israel, y todos tendrán un solo rey: ya no formarán dos naciones ni estarán más divididos en dos reinos.
    Ya no volverán a contaminarse con sus ídolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeldías. Los salvaré de sus pecados de apostasía y los purificaré: ellos serán mi Pueblo y yo seré su Dios.
    Mi servidor David reinará sobre ellos y todos ellos tendrán un solo pastor. Observarán mis leyes, cumplirán mis preceptos y los pondrán en práctica.
    Habitarán en la tierra que di a mi servidor Jacob, donde habitaron sus padres. Allí habitarán para siempre, ellos, sus hijos y sus nietos; y mi servidor David será su príncipe eternamente.
    Estableceré para ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna. Los instalaré, los multiplicaré y pondré mi Santuario en medio de ellos para siempre.
    Mi morada estará junto a ellos: yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo.
    Y cuando mi Santuario esté en medio de ellos para siempre, las naciones sabrán que yo soy el Señor, el que santifico a Israel.


Libro de Jeremías 31,10.11-12ab.13.

¡Escuchen, naciones, la palabra del Señor,
anúncienla en las costas más lejanas!
Digan: «El que dispersó a Israel lo reunirá,
y lo cuidará como un pastor a su rebaño.»

Porque el Señor ha rescatado a Jacob,
lo redimió de una mano más fuerte que él.
Llegarán gritando de alegría a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor.

Entonces la joven danzará alegremente,
los jóvenes y los viejos se regocijarán;
yo cambiaré su duelo en alegría,
los alegraré y los consolaré de su aflicción.


   
Evangelio según San Juan 11,45-56.

    Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.
    Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.
    Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: "¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos.
    Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación".
    Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: "Ustedes no comprenden nada.
    ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?".
    No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos.
    A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús.
    Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos.
    Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse.
    Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: "¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?".
   
    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 23 de Marzo - "A partir de entonces, decidieron darle muerte"


San Roberto Belarmino (1542-1621) jesuita, obispo de Capua, doctor de la Iglesia Subida del alma hacia Dios.


"A partir de entonces, decidieron darle muerte"

    Señor, queremos devolverte amor por amor; y si el deseo de seguirte no procede todavía deSeñor, todo esto que tu nos enseñas puede parecernos muy difícil, demasiado pesado, si tu hubieras hablado desde otra tribuna; pero desde que nos enseñas más por el ejemplo que por palabra, Tú que eres "Señor y Maestro" (Jn 13,14), ¿cómo nos atreveremos a decir lo contrario, nosotros que somos los siervos y los aprendices? Lo que dices es perfectamente cierto, lo que ordenas perfectamente justo. Esta Cruz desde donde hablas da testimonio. Esta sangre fluyendo también da testimonio; gritó con todas sus fuerzas (Gn 4.10). Y, finalmente, incluso la muerte: si ha podido rasgar el velo del templo a distancia y la separación de las piedras más consistentes (Mt 27,51), ¿qué no hará por ella misma y más aún por el corazón de los creyentes?...

    Señor, queremos devolverte amor por amor; y si el deseo de seguirte no procede todavía de nuestro amor por ti, porque es muy débil, por lo menos que nuestro amor provenga de tu amor. Si nos atraes hacia ti, "nosotros correremos tras el olor de tus perfumes"(Ct 1,4 LXX): Nosotros no deseamos solamente amarte, te seguimos, y estamos decididos a despreciar este mundo, puesto que vemos que Tú, nuestro líder, no te has dejado capturar por los placeres de esta vida. Te hemos visto enfrentar la muerte, no en una cama, sino sobre el madero de ajusticiado; y aunque eres rey, no quisiste tener otro trono que este patíbulo... Atraídos por tu ejemplo de rey sabio, rechazamos la llamada de este mundo y sus lujos, y tomando tu cruz sobre nuestros hombros, proponemos seguirte, sólo a TI...Danos la ayuda necesaria; Haz que seamos lo suficientemente fuertes para seguirte.