jueves, 19 de agosto de 2021

-PROPÓSITO DEL DÍA-



 

Oremos.

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A Ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Amén.

EVANGELIO DEL DÍA - 20 de Agosto - San Mateo 22,34-40.



 
Libro de Rut 1,1-2a.3-6.14b-16.22.

Durante el tiempo de los Jueces hubo una gran sequía en el país, y un hombre de Belén de Judá emigró a los campos de Moab, con su mujer y sus dos hijos.
El hombre se llamaba Elimélec, su esposa Noemí, y sus dos hijos, Majlón y Quilión: eran efrateos, de Belén de Judá. Una vez llegados a los campos de Moab, se establecieron allí.
Al morir Elimélec, el esposo de Noemí, ella se quedó con sus hijos.
Estos se casaron con mujeres moabitas - una se llamaba Orpá y la otra Rut - y así vivieron unos diez años.
Pero también murieron Majlón y Quilión, y Noemí se quedó sola, sin hijos y sin esposo.
Entonces se decidió a volver junto con sus nueras, abandonando los campos de Moab, porque se enteró de que el Señor había visitado a su pueblo y le había proporcionado alimento.
Ellas volvieron a prorrumpir en sollozos, pero al fin Orpá despidió a su suegra con un beso, mientras que Rut se quedó a su lado.
Noemí le dijo: "Mira, tu cuñada regresa a su pueblo y a sus dioses; regresa tú también con ella".
Pero Rut le respondió: "No insistas en que te abandone y me vuelva, porque yo iré adonde tú vayas y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios.
Así regresó Noemí con su nuera, la moabita Rut, la que había venido de los campos de Moab. Cuando llegaron a Belén, comenzaba la cosecha de la cebada.

Palabra de Dios.


Salmo 146(145),5-6.7.8-9a.9bc-10.

Feliz el que se apoya en el Dios de Jacob
y pone su esperanza en el Señor, su Dios:
él hizo el cielo y la tierra,
el mar y todo lo que hay en ellos.
Él mantiene su fidelidad para siempre,
Hace justicia a los oprimidos

y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos,
Abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados,
el Señor ama a los justos
El Señor protege a los extranjeros

y sustenta al huérfano y a la viuda;
y entorpece el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión,
a lo largo de las generaciones.
¡Aleluya!

Evangelio según San Mateo 22,34-40.

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?".
Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.
Este es el más grande y el primer mandamiento.
El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas".

Palabra del Señor.


MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 20 de Agosto - «El grande y primer mandamiento» (Mt 22, 34-40)


 
San Alfonso María de Ligorio (1696-1787)
Octavo Discurso para la Novena de Navidad

«El grande y primer mandamiento» (Mt 22, 34-40)

Para poder amar mucho a Dios en el cielo, es necesario, en primer lugar, amarlo mucho en la tierra. El grado de nuestro amor a Dios, al final de nuestra vida, será la medida de nuestro amor de Dios durante la eternidad. ¿Queremos tener la certeza de no separarnos de este soberano Bien en la vida presente? Estrechémosle cada vez más por los vínculos de nuestro amor, diciéndole con la esposa del Cantar de los cantares: "Encontré al amor de mi alma: lo abracé y no lo solté"(3,4). ¿Cómo ha apresado la esposa sagrada a su amado? "Con el brazo de la caridad", responde Guillermo...; "es con el brazo de la caridad con lo que se apresa a Dios", afirma san Ambrosio. Dichoso aquel que podrá escribir con San Pablo: «Que los ricos posean sus riquezas, que los reyes posean sus reinos: pero para nosotros, ¡nuestra gloria, nuestra riqueza y nuestro reino, es Cristo!». Y con san Ignacio: «Dame sólo tu amor y tu gracia, eso me basta». Haz que te ame y que yo sea amado por Ti; no deseo ni desearé otra cosa.

SANTORAL DEL DÍA - 20 DE AGOSTO - SAN BERNARDO DE CLARAVAL



Memoria de san Bernardo, abad y doctor de la Iglesia, el cual, habiendo ingresado junto con treinta compañeros en el nuevo monasterio del Císter, fue después fundador y primer abad del monasterio de Clairvaux, donde dirigió sabiamente, con la vida, la doctrina y el ejemplo, a los monjes por el camino de los mandamientos del Señor. Recorrió una y otra vez Europa para restablecer la paz y la unidad e iluminó a toda la Iglesia con sus escritos y sus sabias exhortaciones, hasta que descansó en el Señor cerca de Langres, en Francia.

Queridos hermanos y hermanas hoy quisiera hablar sobre san Bernardo de Claraval, llamado el “último de los Padres” de la Iglesia, porque en el siglo XII, una vez más, renovó e hizo presente la gran teología de los padres. No conocemos en detalle los años de su juventud; sabemos con todo que él nació en 1090 en Fontaines, en Francia, en una familia numerosa y discretamente acomodada.

De jovencito, se prodigó en el estudio de las llamadas artes liberales – especialmente de la gramática, la retórica y la dialéctica – en la escuela de los Canónicos de la iglesia de Saint-Vorles, en Châtillon-sur-Seine, y maduró lentamente la decisión de entrar en la vida religiosa. En torno a los veinte años entró en Cîteaux (Císter, n.d.t.), una fundación monástica nueva, más ágil respecto de los antiguos y venerables monasterios de entonces y, al mismo tiempo, más rigurosa en la práctica de los consejos evangélicos.

Algunos años más tarde, en 1115, Bernardo fue enviado por san Esteban Harding, tercer Abad del Císter, a fundar el monasterio de Claraval (Clairvaux). El joven abad, tenía sólo 25 años, pudo aquí afinar su propia concepción de la vida monástica, y empeñarse en traducirla en la práctica. Mirando la disciplina de otros monasterios, Bernardo reclamó con decisión la necesidad de una vida sobria y mesurada, tanto en la mesa como en la indumentaria y en los edificios monásticos, recomendando la sustentación y el cuidado de los pobres. Entretanto la comunidad de Claraval era cada vez en más numerosa, y multiplicaba sus fundaciones.

En esos mismos años, antes de 1130, Bernardo emprendió una vasta correspondencia con muchas personas, tanto importantes como de modestas condiciones sociales. A las muchas Cartas de este periodo hay que añadir los numerosos Sermones, como también Sentencias y Tratados. Siempre a esta época asciende la gran amistad de Bernardo con Guillermo, abad de Saint-Thierry, y con Guillermo de Champeaux, una de las figuras más importantes del siglo XII. Desde 1130 en adelante empezó a ocuparse de no pocos y graves cuestiones de la Santa Sede y de la Iglesia.

Por este motivo tuvo que salir más a menudo de su monasterio, e incluso fuera de Francia. Fundó también algunos monasterios femeninos, y fue protagonista de un vivo epistolario con Pedro el Venerable, abad de Cluny, sobre el que hablé el pasado miércoles. Dirigió sobre todo sus escritos polémicos contra Abelardo, un gran pensador que inició una nueva forma de hacer teología, introduciendo sobre todo el método dialéctico-filosófico en la construcción del pensamiento teológico.

Otro frente contra el que Bernardo luchó fue la herejía de los Cátaros, que despreciaban la materia y el cuerpo humano, despreciando, en consecuencia, al Creador. Él, en cambio, se sintió en el deber de defender a los judíos, condenando los cada vez más difundidos rebrotes de antisemitismo. Por este último aspecto de su acción apostólica, algunas decenas de años más tarde, Ephraim, rabino de Bonn, dedicó a Bernardo un vibrante homenaje.

En ese mismo periodo el santo abad escribió sus obras más famosas, como los celebérrimos Sermones sobre el Cantar de los Cantares. En los últimos años de su vida – su muerte sobrevino en 1153 – Bernardo tuvo que limitar los viajes, aunque sin interrumpirlos del todo. Aprovechó para revisar definitivamente el conjunto de las Cartas, de los Sermones y de los Tratados. Merece mencionarse un libro bastante particular, que terminó precisamente en este periodo, en 1145, cuando un alumno suyo, Bernardo Pignatelli, fue elegido Papa con el nombre de Eugenio III.

En esta circunstancia, Bernardo, en calidad de Padre espiritual, escribió a este hijo espiritual el texto De Consideratione, que contiene enseñanzas para poder ser un buen Papa. En este libro, que sigue siendo una lectura conveniente para los Papas de todos los tiempos, Bernardo no indica sólo como ser un buen Papa, sino que expresa también una profunda visión del misterio de la Iglesia y del misterio de Cristo, que se resuelve, al final, con la contemplación del misterio de Dios trino y uno: “”Debería proseguir aún la búsqueda de este Dios, que aún no ha sido bastante buscado”, escribe el santo abad “pero quizás se puede buscar y encontrar más fácilmente con la oración que con la discusión. Pongamos por tanto aquí término al libro, pero no a la búsqueda” (XIV, 32: PL 182, 808), a estar en camino hacia Dios.

Quisiera detenerme sólo en dos aspectos centrales de la rica doctrina de Bernardo: estos se refieren a Jesucristo y a María Santísima, su Madre. Su solicitud por la íntima y vital participación del cristiano en el amor de Dios en Jesucristo no trae orientaciones nuevas en el estatus científico de la teología. Pero, de forma más decidida que nunca, el abad de Claraval configura al teólogo con el contemplativo y el místico.

Sólo Jesús – insiste Bernardo ante los complejos razonamientos dialécticos de su tiempo – solo Jesús es "miel en la boca, cántico en el oído, júbilo en el corazón (mel in ore, in aure melos, in corde iubilum)". De aquí proviene el título, que se le atribuye por tradición, de Doctor mellifluus: su alabanza de Jesucristo “se derrama como la miel”. En las extenuantes batallas entre nominalistas y realistas – dos corrientes filosóficas de la época – el abad de Claraval no se cansa de repetir que sólo hay un nombre que cuenta, el de Jesús Nazareno. "Árido es todo alimento del alma", confiesa, "si no es rociado con este aceite; es insípido, si no se sazona con esta sal. Lo que escribes no tiene sabor para mí, si no leo en ello Jesús”.

Y concluye: “Cuando discutes o hablas, nada tiene sabor para mí, si no siento resonar el nombre de Jesús” (Sermones en Cantica Canticorum XV, 6: PL 183,847). Para Bernardo, de hecho, el verdadero conocimiento de Dios consiste en la experiencia personal, profunda, de Jesucristo y de su amor. Y esto, queridos hermanos y hermanas, vale para todo cristiano: la fe es ante todo encuentro personal íntimo con Jesús, es hacer experiencia de su cercanía, de su amistad, de su amor, y sólo así se aprende a conocerle cada vez más, a amarlo y seguirlo cada vez más. ¡Que esto pueda sucedernos a cada uno de nosotros!

En otro célebre sermón del domingo dentro de la octava de la Asunción, el santo abad describió en términos apasionados la íntima participación de María en el sacrificio redentor de su Hijo. “¡Oh santa Madre, - exclama - verdaderamente una espada ha traspasado tu alma!... Hasta tal punto la violencia del dolor ha traspasado tu alma, que con razón te podemos llamar más que mártir, porque en ti la participación en la pasión del Hijo superó con mucho en su intensidad los sufrimientos físicos del martirio” (14: PL 183,437-438).

Bernardo no tiene dudas: "per Mariam ad Iesum", a través de María somos conducidos a Jesús. Él confirma con claridad la subordinación de María a Jesús, según los fundamentos de la mariología tradicional. Pero el cuerpo del Sermón documenta también el lugar privilegiado de la Virgen en la economía de la salvación, dada su particularísima participación como Madre (compassio) en el sacrificio del Hijo. No por casualidad, un siglo y medio después de la muerte de Bernardo, Dante Alighieri, en el último canto de la Divina Comedia, pondrá en los labios del Doctor melifluo la sublime oración a María: “Virgen Madre, hija de tu Hijo/ humilde y más alta criatura/ término fijo de eterno consejo,..." (Paraíso 33, vv. 1ss.).

Estas reflexiones, características de un enamorado de Jesús y de María como san Bernardo, provocan aún hoy de forma saludable no sólo a los teólogos, sino a todos los creyentes. A veces se pretende resolver las cuestiones fundamentales sobre Dios, sobre el hombre y sobre el mundo, con las únicas fuerzas de la razón. San Bernardo, en cambio, sólidamente fundado en la Biblia y en los Padres de la Iglesia, nos recuerda que sin una profunda fe en Dios, alimentada por la oración y por la contemplación, por una relación íntima con el Señor, nuestras reflexiones sobre los misterios divinos corren el riesgo de ser un vano ejercicio intelectual, y pierden su credibilidad.

La teología reenvía a la “ciencia de los santos”, a su intuición de los misterios del Dios vivo, a su sabiduría, don del Espíritu Santo, que son punto de referencia del pensamiento teológico. Junto a Bernardo de Claraval, también nosotros debemos reconocer que el hombre busca mejor y encuentra más fácilmente a Dios “con la oración que con la discusión”. Al final, la figura más verdadera del teólogo sigue siendo la del apóstol Juan, que apoyó su cabeza sobre el corazón del Maestro.

Quisiera concluir estas reflexiones sobre san Bernardo con las invocaciones a María, que leemos en su bella homilía: “En los peligros, en las angustias, en las incertidumbres – dice – piensa en María, invoca a María. Que Ella no se aparte nunca de tus labios, que no se aparte nunca de tu corazón; y para que obtengas la ayuda de su oración, no olvides nunca el ejemplo de su vida. Si tu la sigues, no puedes desviarte; si la rezas, no puedes desesperar; si piensas en ella, no puedes equivocarte. Si ella te sostiene, no caes; si ella te protege, no tienes que temer; si ella te guía, no te cansas; si ella te es propicia, llegarás a la meta...” (Hom. II super “Missus est”, 17: PL 183, 70-71).

Oremos

Señor, Dios nuestro, tú hiciste del abad San Bernardo, inflamado en el celo de tu casa, una lámpara ardiente y luminosa en medio de tu Iglesia; concédenos, por su intercesión, participar de su ferviente espíritu y caminar siempre como hijos de la luz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén

-FRASE DEL DÍA-



 

ELEMENTOS MATERIALES DE LA LITURGIA

 


El Templo y sus Partes 

    La sacristía estará ubicada en un lugar interior de la iglesia aunque distinto de la nave y del presbiterio, se guarda el ajuar sagrado. En ella el celebrante y los ministros se preparan para la celebración en los días feriales, y también en los días festivos o solemnidades .

La Sacristía tiene las siguientes funciones (cfr. CEA)

1- Lugar de guarda y custodia de vestimentas, ornamentos y objetos sagrados.

2- Depósito ordenado de los elementos más variados que hacen a las distintas celebraciones.

3- Cuarto donde los celebrantes se revisten y se recogen antes de salir al presbiterio.

4-
En él se realizan las abluciones y purificaciones que corresponde a la liturgia. La sacristía debe tener un ambiente decoroso, decorado adecuadamente para acoger a celebrantes y ministros, suficientemente amplio para contener los siguientes roperos, armarios, anaqueles y cajones, debidamente etiquetados.
  • a) Roperos: para el resguardo de los ornamentos y vestiduras sagradas (cfr. IGMR 337 - 341) del sacerdote, del diácono y de los otros ministros. Estos armarios deberán disponer de percheros especiales para la colocación de las casullas, de forma tal que no se arruguen o se dañen mientras están colgadas.

  • b) Armarios para guardar: objetos sagrados para la celebración: cálices, patenas, copones, cruz procesional, báculo, cirial, custodia, hisopos para aspersión (aspersorios), fuentes para abluciones, turíbulos, naveta, manteles, purificadores, manutergios, etc. insumos litúrgicos: hostias grandes y pequeñas, vino, velas, incienso, óleos, floreros, etc. mobiliario litúrgico: candelabros, floreros, estandartes, etc.

  • c) Bibliotecas con los libros sagrados: Misales, Leccionarios, Evangeliarios, Rituales, etc. El registro parroquial se conserva a menudo en la sacristía, por lo que deberá disponerse de un lugar apropiado y seguro para tal fin.

  • d) Una mesada amplia para ayudar a revestir a los ministros.

  • e) Un sagrario móvil para la reserva Eucarística temporal (conciertos en el templo, Triduo Sacro, etc.).

  • f) Un lavabo (sacrarium) cuyo desagüe no debe estar conectado al sistema cloacal, sino directamente a la tierra natural, donde el ministro celebrante se pueda lavar las manos, y para la purificación de objetos sagrados y otros usos litúrgicos.

  • g) Un reclinatorio y un espejo de cuerpo entero.

  • h) Un crucifijo o alguna imagen conveniente ante la que el ministro celebrante hace una reverencia antes de entrar al santuario o al regresar de él.

  • i) Es conveniente que esté dotada de servicios higiénicos.

  • j) Se acostumbra también tener en la puerta que lleva al santuario una fuente de agua bendita, y una campanilla para avisarle a la congregación de la llegada del celebrante. La puerta de entrada, a ser posible, ha de ser doble: una directamente hacia la zona del presbiterio y la otra hacia la nave, para facilitar el desarrollo de las procesiones de entrada y salida de la celebración. Por la importancia de los objetos, vestiduras e insumos que se resguardan en la sacristía, la misma deberá tener la conveniente seguridad contra eventuales intentos de robo y/o profanación. También su disposición deberá ser tal que impida el ingreso de personas no autorizadas, especialmente en los momentos previos al inicio de la celebración litúrgica. La sacristía no puede ser "lugar de paso". Junto a la sacristía –o en su misma entrada– se podría prever un lugar para el "coloquio" entre sacerdotes y fieles, a fin de favorecer la debida reserva. La sacristía también puede encontrarse en un anexo o en un edificio separado del templo (como en algunos monasterios), aunque por su función y para resguardar la seguridad de los objetos que contiene, se deberá evaluar con cautela este tipo de disposición espacial. El depósito para almacenamiento de otros objetos e instrumentos varios, que además puede servir para la preparación de los adornos florales, podrá ser diferente y separado de la sacristía.

miércoles, 18 de agosto de 2021

-PROPÓSITO DEL DÍA-



 

Oremos.

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A Ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Amén.

EVANGELIO DEL DÍA - 19 de Agosto - San Mateo 22,1-14.



 

Libro de los Jueces 11,29-39a.

El espíritu del Señor descendió sobre Jefté, y este recorrió Galaad y Manasés, pasó por Mispá de Galaad y desde allí avanzó hasta el país de los amonitas.
Entonces hizo al Señor el siguiente voto: "Si entregas a los amonitas en mis manos, el primero que salga de la puerta de mi casa a recibirme, cuando yo vuelva victorioso, pertenecerá al Señor y lo ofreceré en holocausto".
Luego atacó a los amonitas, y el Señor los entregó en sus manos.
Jefté los derrotó, desde Aroer hasta cerca de Minit - eran en total veinte ciudades - y hasta Abel Queramím. Les infligió una gran derrota, y así los amonitas quedaron sometidos a los israelitas.
Cuando Jefté regresó a su casa, en Mispá, le salió al encuentro su hija, bailando al son de panderetas. Era su única hija; fuera de ella, Jefté no tenía hijos ni hijas.
Al verla, rasgó sus vestiduras y exclamó: "¡Hija mía, me has destrozado! ¿Tenías que ser tú la causa de mi desgracia? Yo hice una promesa al Señor, y ahora no puedo retractarme".
Ella le respondió: "Padre, si has prometido algo al Señor, tienes que hacer conmigo lo que prometiste, ya que el Señor te ha permitido vengarte de tus enemigos, los amonitas".
Después añadió: "Sólo te pido un favor: dame un plazo de dos meses para ir por las montañas a llorar con mis amigas por no haber tenido hijos".
Su padre le respondió: "Puedes hacerlo". Ella se fue a las montañas con sus amigas, y se lamentó por haber quedado virgen.
Al cabo de los dos meses regresó, y su padre cumplió con ella el voto que había hecho. La joven no había tenido relaciones con ningún hombre. De allí procede una costumbre, que se hizo común en Israel.

Palabra de Dios.


Salmo 40(39),5.7-8a.8b-9.10.

¡Feliz el que pone en el Señor
toda su confianza,
y no se vuelve hacia los rebeldes
que se extravían tras la mentira!

Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: “Aquí estoy.

En el libro de la Ley está escrito
lo que tengo que hacer:
yo amo, Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón».

Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
Tú lo sabes, Señor.


Evangelio según San Mateo 22,1-14.

Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo.
Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir.
De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: 'Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas'.
Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.
Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad.
Luego dijo a sus servidores: 'El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él.
Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren'.
Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.
Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta.
'Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?'. El otro permaneció en silencio.
Entonces el rey dijo a los guardias: 'Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes'.
Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.

Palabra del Señor.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 19 de Agosto - «Parábola del banquete nupcial» (Mt 22,1-14).




San Jerónimo
Comentario sobre el pasaje del Evangelio por versículos

«Parábola del banquete nupcial» (Mt 22,1-14)


9. «Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda.» El pueblo gentil no estaba en los caminos, sino en las salidas de los caminos.

10a. «Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos…» También entre los gentiles hay una diversidad infinita, pues debemos conocer, que unos están más inclinados a lo malo, y otros practican las virtudes por sus buenas costumbres.

11b-12a. «Había allí uno que no tenía traje de boda…» El vestido nupcial es también la ley de Dios y las acciones que se practican en virtud de la ley y del Evangelio, y que constituyen el vestido del hombre nuevo. El cual si algún cristiano dejare de llevar en el día del juicio, será castigado inmediatamente; por esto sigue: «Le dice: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?” El se quedó callado.» Le llama amigo, porque había sido invitado a las bodas (y en realidad era su amigo por la fe), pero reprende su atrevimiento, porque había entrado a las bodas, afeándolas con su vestido sucio.


SANTORAL DEL DÍA - 19 DE AGOSTO - SAN EZEQUIEL MORENO

 


San Ezequiel Moreno Díaz, obispo de Pasto, en Colombia, de la Orden de Agustinos Recoletos, que dedicó toda su vida a anunciar el Evangelio, tanto en las Islas Filipinas como en América del Sur, y falleció en Monteagudo, lugar de Navarra, en España. San Ezequiel Moreno es considerado como el especial intercesor ante Dios por los enfermos del cáncer y uno de los más grandes apóstoles de la Evangelización de América. Natural de Alfaro, España, nació el 9 de abril de 1848. Era el segundo varón y tercero de los seis hijos del sastre Félix Moreno y de su esposa Josefa Díaz. En su infancia ya tenía claro que sería fraile, respuesta que dio a la conocida pregunta que acostumbra a formularse a los pequeños acerca de lo que desean ser de mayores. Ocurrente y simpático solventó en un segundo el comentario jocoso que hicieron en alusión a la estatura que entonces tenía, porque en su inocencia el despierto muchacho ya presuponía que no habría nada que le impidiese cumplir su sueño:«Me pondré un sombrero de copa para ser más alto». Acompañaba a su madre al rosario de la aurora y compartía la piedad del hogar; fue monaguillo y sacristán de las dominicas. Tenía buenas dotes para la música; se le daba bien el canto y el rasgueo de la guitarra. Sobre todo, anteponía a las suyas las necesidades del prójimo.

En 1864, muerto ya su padre y con una difícil situación económica, siguió los pasos de su hermano Eustaquio, ingresando en el convento de los agustinos recoletos de Monteagudo, Navarra; un año más tarde profesó. Después se dispuso a partir como misionero a Filipinas. La expedición formada por 18 religiosos llegó a Manila en 1870. Allí fue ordenado sacerdote en 1871. Recorrió Palawan, Mindoro y Luzón. A Mindoro había ido junto a Eustaquio engrosando el número de los que debían evangelizarla, desempeñando la misión de vicario provincial de la Orden. Desplegó todo su ardor apostólico, como hizo siempre, hasta que la malaria le obligó a regresar a Manila. En esa fecunda etapa filipina, alentado por su oración (se le ha considerado «gran orante»), la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y a María, una trayectoria llena de ayunos y mortificaciones, dando signos inequívocos de su obediencia y abnegación, ejerció su actividad con tal celo apostólico que las gentes sencillas que habían experimentado su cercanía, disponibilidad y edificante testimonio comenzaron a señalarle como un hombre santo. Amaba la vida comunitaria y cuidaba primorosamente todo lo que contribuía a realzarla, teniendo especial atención por la liturgia. En 1885 en el capítulo provincial fue designado prior del noviciado de Monteagudo y volvió a España. Los tres años que pasó allí, además de formar a los novicios en el espíritu que acostumbraba, y continuar predicando de forma incansable, socorrió a los pobres y afectados por sucesivas epidemias de cólera y viruela, muchas veces a costa de privaciones suyas y de sus hermanos.

En 1888 partió como voluntario a Colombia, integrando un nutrido grupo de religiosos, convencido de que Dios le elegía para esa nueva misión. Y jalonó con su virtud otros cinco fértiles años de vida entregada a Cristo. Iba con el empeño prioritario de restaurar los pilares de la observancia de las comunidades de su Orden. A ello se dedicó hasta 1894 sin dejar de enarbolar la bandera de la fe. Fue prelado de Pinara y vicario apostólico de Casanare, lugar inhóspito que evangelizó pasando por encima de dificultades climatológicas y enfermedades, sin escuchar las voces que trataban de disuadirle para que no llegase hasta allí con el fin de evitarle problemas. A falta de vocaciones, se desvivía multiplicándose, urgido por el amor. Dejó el lugar con la aflicción del apóstol, en obediencia a su nueva responsabilidad como obispo de Pasto en 1895: «Me retiran de Casanare, padre Manuel, donde tantos méritos para el cielo se pueden adquirir […] y me trasladan a Pasto. ¡Hágase la voluntad de Dios! Aquí, en Casanare estaba con vosotros y vivíamos como en comunidad, por lo que todo se me hacía como fácil y llevadero. ¡Pero allá, en Pasto, qué vida tan distinta se me presenta! Voy solito, y sin ninguno de mis hermanos tendré que vivir allí. Me echo en brazos de Nuestro Señor». Esta designación lo sumió en religiosa duda: «¿Me habré hecho indigno de sufrir por Dios, mi Señor?». Pero no era así. Allí apuró otro de los cálices de su dolor. Era un pastor que vertía en sus cartas pastorales, muy seguidas en esa época, la defensa de aquello en lo que creía, con el único fin de poner en claro los compromisos de un católico, por encima de afiliaciones políticas. Puede que su afirmación: «el liberalismo es pecado», haya sido la más controvertida. Desde luego, ha hecho correr ríos de tinta entre sus críticos y detractores. Fue calumniado, perseguido, humillado…, y hasta vivió el desamparo por parte de sus superiores. También Mons. Federico González Suárez, obispo de Ibarra, terció juzgando la injerencia de Ezequiel en asuntos de aquella diócesis.

El último escalón de su incruento martirio fue un terrible cáncer de nariz diagnosticado en 1905. Con ejemplar fe y entereza, confesó: «Me he puesto en manos de Dios. Él hará su santa voluntad. Hay que descansar en lo que Él quiera hacer. ¡Qué consolador es todo esto!». Por él hubiera seguido junto a sus fieles. Pero sus superiores le recomendaron regresar a España para ser intervenido. Sintió mucho separarse de su diócesis. Quiso unirse a Cristo en su Pasión, y tuvo ocasión de mostrarlo cuando incluso debió ser privado de la anestesia porque así parecía convenir en un momento dado a la cirugía. Las sucesivas operaciones a las que fue sometido, de alto riesgo y escalofriante explicación técnica, las sobrellevó de una forma tal que el personal médico quedó impresionado de tan heroica fortaleza. El último trecho de este calvario tuvo lugar en el convento de Monteagudo, donde eligió pasar el resto de sus días, junto a la Virgen del Camino. En medio de atroces dolores clavaba sus ojos en la cruz, y así murió el 19 de agosto de 1906. Fue beatificado por Pablo VI el 1 de noviembre de 1975, y canonizado en Santo Domingo el 11 de octubre de 1992 por Juan Pablo II, quien lo ensalzó como insigne misionero y pastor, modelo en el V Centenario de la evangelización de América que se celebraba.


(De una carta de San Ezequiel)
"¡Jesús de mi alma! ¿Que hago para amarte mucho? Dime, Bien mío, dime… ¿Qué hago? ¿Por que, buen Jesús, porque no obras el prodigio de matarme de amor hacia ti? ¡Ven, Jesús mío, ven y sacia mi pobre alma! ¡Ven y andemos juntos por estos montes y valles cantando amor!.... ¡Que yo oiga tu voz en el ruido de los ríos, de los torrentes, de las cascadas! ¡Que me llame hacia ti el suave roce de las hojas de los árboles agitadas por el viento!... ¡Que te vea Bien mío en la hermosura de las flores! ¡Que los ardientes rayos del sol de la costa sean fríos, muy fríos, comparados con los rayos de amor que me lance tu Corazón! ¡Que las gotas de agua que me han caído y me caigan sean pedacitos de tu amor que me hagan prorrumpir en otros tantos actos de ese amor! ¡Que mi sed y mi cansancio y mis privaciones y mis fatigas, sean.... ¿que amor mío, que han de ser? ¡Ah! Ya lo se y Tú me lo has inspirado!... ¡que sean suspiros de mi alma enamorada, cariños, amor mío, ternuras, afectos, rachas huracanadas de amor, pero loco… Jesús mío, amor loco!... ¡Te lo he pedido tantas veces!... ¿Cuándo, mi Jesús, cuando me oyes? ¡Ah! ¡Te amo de todos modos.... Si, Jesús mío, de todos modos te amo."



Oremos

Señor, tu concediste a San Ezequiel Moreno consagrar toda su vida como incansable misionero agustino recoleto en favor de los pobres, enfermos y necesitados. Te ruego, por su intercesión, que llenes de conformidad y fortaleza a quienes sufrimos su misma enfermedad. Danos tu salud y haznos sentir la paz de tu divina misericordia. Oh Padre amado, por los méritos e intercesión de San Ezequiel Moreno, concédeme su amparo y salud de alma y cuerpo.
Fortaléceme con tu Espíritu, dame paciencia en el dolor y cuida mi fe. Que me sienta consolado por ti, y me recupere plenamente, si es tu voluntad. Me encomiendo a San Ezequiel Moreno y a la misericordia de tu Hijo Jesucristo que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.

-FRASE DEL DÍA-



 

ELEMENTOS MATERIALES DE LA LITURGIA



 El Templo y sus Partes

    Es un asiento situado detrás o cerca del altar, en un lugar y altura idónea, para que el celebrante pueda ser visto como presidente de la Asamblea. Debe ser adecuada al estilo y tamaño de la iglesia, sin dar sensación de trono, porque la cátedra o sede de una catedral, sí que es un trono reservado a los obispos. Junto a la sede hay asientos para los diáconos. La sede puede ser de piedra o de madera, y debe tener dignidad. ¿Qué simboliza la cátedra o sede en la catedral?

    La cátedra o sede del obispo en la catedral es la silla eminente, el trono reservado al obispo cuando preside la comunidad cristiana, especialmente cuando celebra la Eucaristía. Es un trono y se sitúa sobre unos escalones. Simboliza la autoridad magisterial que posee el obispo en su iglesia particular.

¿La catedral donde está la cátedra del obispo es la más importante de todas las iglesias?

    Sí. "La catedral es la iglesia donde el obispo tiene su cátedra, símbolo de Magisterio y de la potestad del Pastor de la iglesia particular y signo de la unidad de la fe de los creyentes, que anuncia el obispo como Pastor de la grey".