lunes, 19 de julio de 2021

EVANGELIO - 20 de Julio - San Mateo 12,46-50.


        Libro del Éxodo 14,21-41.15,1.

    Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron, y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda.
    Los egipcios los persiguieron, y toda la caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en medio del mar.
    Cuando estaba por despuntar el alba, el Señor observó las tropas egipcias desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre ellos.
    Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran con dificultad. Los egipcios exclamaron: "Huyamos de Israel, porque el Señor combate en favor de ellos contra Egipto".
    El Señor dijo a Moisés: "Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus carros y sus guerreros".
    Moisés extendió su mano sobre el mar y, al amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida, pero se encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar.
    Las aguas envolvieron totalmente a los carros y a los guerreros de todo el ejército del Faraón que habían entrado en medio del mar para perseguir a los israelitas. Ni uno solo se salvó.
    Los israelitas, en cambio, fueron caminando por el cauce seco del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda.
    Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de los egipcios. Israel vio los cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del mar, y fue testigo de la hazaña que el Señor realizó contra Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en él y en Moisés, su servidor.
    Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor: "Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros.


Libro del Éxodo 15,8-9.10.12.17.

Al soplo de tu ira se agolparon las aguas,
las olas se levantaron como un dique,
se hicieron compactos los abismos del mar.
El enemigo decía:
‘Los perseguiré,
los alcanzaré,
repartiré sus despojos,
saciaré mi avidez,
desenvainaré la espada,
mi mano los destruirá’.
Tú soplaste con tu aliento,
y el mar los envolvió;
se hundieron como plomo en las aguas formidables.
Extendiste tu mano y los tragó la tierra.
Tú lo llevas y lo plantas en la montaña de tu herencia,
en el lugar que preparaste para tu morada,
en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos.


    Evangelio según San Mateo 12,46-50.

    Todavía estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con él.
    Alguien le dijo: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte".
    Jesús le respondió: "¿Quién es mí madre y quiénes son mis hermanos?".
    Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: "Estos son mi madre y mis hermanos.
    Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 20 de Julio - «El que hace la voluntad de mi Padre, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre»


       Santa Teresa del Niño Jesús Cartas: La verdadera perfección Carta 121


«El que hace la voluntad de mi Padre, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» 

    «Mis pensamientos no son vuestros pensamientos», dice el Señor(Is 55,8). El mérito, no consiste en hacer mucho o en mucho dar, sino en recibir, en amar mucho. Se ha dicho, que «es mucho más dulce dar que recibir»(Hch 20,35), y es verdad; pero cuando Jesús quiere reservarse para sí la dulzura de dar, no sería delicado negarse. Dejémosle tomar y dar todo lo que quiera, la perfección consiste en hacer su voluntad, y el alma que se entrega enteramente a él es llamada por Jesús mismo «su madre, su hermana» y toda su familia. Y en otra parte: «Si alguno me ama, guardará mi palabra» (es decir, hará mi voluntad) y «mi Padre le amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada» (Jn 14,23).

    ¡Oh, qué fácil es complacer a Jesús, cautivarle el corazón! No hay que hacer más que amarle, sin mirarse una a sí misma, sin examinar demasiado los propios defectos… Los directores hacen progresar en la perfección, imponiendo un gran número de actos de virtud, y llevan razón; pero mi director, que es Jesús, no me enseña a contar mis actos, me enseña a hacerlo todo por amor, a no negarle nada, a estar contenta cuando él me ofrece una ocasión de probarle que le amo; pero esto se hace en la paz, en el abandono, es Jesús quién lo hace todo, y yo no hago nada.

SANTORAL - BEATO LUIGI NOVARESE

20 de Julio


    Nació en Casale Monferrato, Italia, el 29 de Julio de 1914. No había cumplido 9 meses, cuando su padre murió a consecuencia de una neumonía que no se trató de forma adecuada. Teresa, su madre, tenía 30 años y nueve hijos que atender; Luigi era el benjamín. Los bienes que poseían poco a poco se fueron diezmando. La piedad y el espíritu mariano que presidía el hogar, alentado por Teresa, suscitaba en el pequeño un cúmulo de emociones que le instaron a recibir la Primera Comunión por su cuenta, haciendo creer al párroco del lugar que la había tomado mucho antes, cuando éste quiso asegurarse de que no era un neófito. La picaresca del niño, envuelta en un inocente anhelo de apresurarse a obtener esa gracia, causó gran disgusto a su madre cuando le vio en el altar. Pero el buen sacerdote, después de plantearle algunas cuestiones del catecismo, muy satisfecho de las respuestas tranquilizó a Teresa diciéndole: «Su hijo, señora, conoce mejor el catecismo que nosotros. Déjelo que de ahora en adelante comulgue». El año 1923 una caída con funestas consecuencias dio un vuelco a su vida. Tenía 9 años, un crudo diagnóstico: coxitis tuberculosa con una larga veintena de abscesos abiertos y una pesada escayola que le mantuvo apresado en el lecho. Comenzaba a comprender una de las páginas de la vida que tarde o temprano llega a todos: el dolor. Mientras sus amigos jugaban, su escenario eran los hospitales, todos a los que su madre acudió negándose a aceptar lo que decían era irremediable. Así transcurrió su adolescencia y juventud. La oración, la Eucaristía y su devoción a María le convirtieron en un apóstol entre los hospitalizados de su edad. Siempre ejemplar, se esforzaba por enderezarles en la vía del bien y les enseñaba el catecismo. Los médicos no fueron capaces de cortar la infección que generaba casi un litro diario de emponzoñado líquido. Aconsejaban a Teresa que se rindiera; para qué proseguir con tanto gasto si Luigi iba a morir. Éste la ayudaba a costear tratamiento y hospitales cosiendo botones y ojales. Pero fue más lejos. Escribió al salesiano P. Rinaldi y se encomendó a sus oraciones. Solicitaba una cadena engarzada con la fe de los muchos que suplicarían su curación a la Virgen. Y en mayo de 1931, cuando tenía 17 años, se produjo el milagro, aunque la pierna afectada quedó 15 cm. más corta que la sana. Él supo que se obraría la gracia que solicitó porque vio en sueños a María Auxiliadora. Ella le aseguró, siempre en ese estado de vigilia, que se restablecería en el mes dedicado a su celebración y que sería sacerdote, dando respuesta a estas dos preguntas que Luigi formuló. También quiso saber si iría al cielo, pero la Madre simplemente sonrió. Le prometió que dedicaría su vida entera a socorrer a las personas que sufrían y a evitar que los enfermos recibieran el trato deficiente que él mismo padeció. Don Bosco, Luís María Grignion de Monfort y José Cottolengo tuvieron gran peso en su vida.

    En 1938 fue ordenado sacerdote. Pasó por varias parroquias y en 1942 dio el salto al ámbito diplomático de manos del futuro Pablo VI, que le introdujo en la Secretaría de Estado del Vaticano. Tenía tantas virtudes y cualidades que lo eligieron Camarero secreto supernumerario en 1952, y prelado doméstico de Pío XII en 1957. Antes, en 1943 creó la Liga Sacerdotal Mariana (LSM), y a partir de ese año inició el apostolado de los voluntarios del sufrimiento, impulsó la publicación «El áncora», emitió semanalmente a través de la radio Vaticana un programa infundiendo esperanza a los enfermos, y en 1950 creó los Silenciosos Operarios de la Cruz. Encabezó peregrinaciones con discapacitados y enfermos, congregó a varios miles recibidos en audiencia por Pío XII, abrió talleres, etc. En 1964 se ocupó de la oficina para asistencia espiritual hospitalaria de la Conferencia Episcopal Italiana. Ello le permitió conocer de primera mano la situación y necesidades de enfermos, sanatorios y hospitales que solía visitar. Su experiencia e implicación en la subsanación de las deficiencias influyó en la legislación italiana que tomó conciencia de los problemas. Paralelamente, impulsó acciones de gran calado dentro de la pastoral del sufrimiento.

    Atendiendo al carácter integral de la persona ponía el acento no solo en el aspecto físico, sino en el espiritual. Sabía que sin este ámbito, que enseña a encontrar un sentido al sinsentido del dolor, no cabía esperar óptimos resultados. Fue consciente del potencial que tienen en su mano los enfermos que pueden poner a los pies de Cristo su sufrimiento. Luchó para que se restableciera su dignidad y logró que no se abandonara a los discapacitados. Quiso llevar a todos a Cristo y a María. Hacía notar: «Conocer, amar y servir a Jesús: conociendo bien a Jesús se ama más; amándolo más se sirve mejor; sirviendo mejor se lleva con más impulso hacia los demás hermanos enfermos». Amaba la cruz y se propuso implicar a enfermos y discapacitados en un apostolado que sabía sería fecundísimo si se abrazaban a ella. Murió el 20 de julio de 1984 en Rocca Priora. El cardenal Bertone, como Delegado de Benedicto XVI, lo beatificó el 11 de mayo de 2013.

Oremos

    Mira el mundo como lo ha mirado Jesús desde lo alto: hay quien lo maldice, quien soporta, pero está el bien enorme que parte de vuestra cruz y se desborda sobre el mundo. Está al lado de vuestra cruz, de modo particular, María Santísima, nuestra Madre, que bella, es Reina que nos ama, porque ve en nosotros a Jesús que ilumina su Calvario. ¡Con fuerza mis queridos hermanos! Breve es el sufrimiento...eterno el premio. Amén

domingo, 18 de julio de 2021

EVANGELIO - 19 de Julio - San Mateo 12,38-42.

 

        Libro del Éxodo 14,5-18.

    Cuando informaron al rey de Egipto que el pueblo había huido, el Faraón y sus servidores cambiaron de idea con respecto al pueblo, y exclamaron: "¿Qué hemos hecho? Dejando partir a Israel, nos veremos privados de sus servicios".
    Entonces el Faraón hizo enganchar su carro de guerra y alistó sus tropas.
    Tomó seiscientos carros escogidos y todos los carros de Egipto, con tres hombres en cada uno.
    El Señor endureció el corazón del Faraón, el rey de Egipto, y este se lanzó en persecución de los israelitas, mientras ellos salían triunfalmente.
    Los egipcios los persiguieron con los caballos y los carros de guerra del Faraón, los conductores de los carros y todo su ejército; y los alcanzaron cuando estaban acampados junto al mar, cerca de Pihajirot, frente a Baal Sefón.
    Cuando el Faraón ya estaba cerca, los israelitas levantaron los ojos y, al ver que los egipcios avanzaban detrás de ellos, se llenaron de pánico e invocaron a gritos al Señor.
    Y dijeron a Moisés: "¿No había tumbas en Egipto para que nos trajeras a morir en el desierto? ¿Qué favor nos has hecho sacándonos de allí?
    Ya te lo decíamos cuando estábamos en Egipto: "¡Déjanos tranquilos! Queremos servir a los egipcios, porque más vale estar al servicio de ellos que morir en el desierto".
    Moisés respondió al pueblo: "¡No teman! Manténganse firmes, porque hoy mismo ustedes van a ver lo que hará el Señor para salvarlos. A esos egipcios que están viendo hoy, nunca más los volverán a ver.
    El Señor combatirá por ustedes, sin que ustedes tengan que preocuparse por nada.
    Después el Señor dijo a Moisés: "¿Por qué me invocas con esos gritos? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha.
    Y tú, con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie.
    Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, y ellos entrarán en el mar detrás de los israelitas. Así me cubriré de gloria a expensas del Faraón y de su ejército, de sus carros y de sus guerreros.
    Los egipcios sabrán que soy el Señor, cuando yo me cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de sus guerreros".


Libro del Éxodo 15,1b-2.3-4.5-6.


«Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria:
él hundió en el mar los caballos y los carros.
El Señor es mi fuerza y mi protección,
él me salvó.
El es mi Dios y yo lo glorifico,
es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza.
El Señor es un guerrero,
su nombre es "Señor".
El arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército,
lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo.
El abismo los cubrió,
cayeron como una piedra en lo profundo del mar.
Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza,
tu mano, Señor, aniquila al enemigo.


    Evangelio según San Mateo 12,38-42.


    Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: "Maestro, queremos que nos hagas ver un signo".
    El les respondió: "Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás.
    Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches.
    El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás.
    El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 19 de Julio - "El signo de Jonás"


San Cirilo de Jerusalén, obispo Catequesis: Sepultados con Cristo para resucitar con Él Catequesis n. 20, 2 [mistagógica]

El signo de Jonás

    Habéis sido conducidos por la mano a la piscina bautismal, tal como Cristo que tenéis delante de vosotros [en esta iglesia del Santo Sepulcro] fue conducido de la cruz al sepulcro. Después de haber confesado vuestra fe en el Padre, en el Hijo y en el Santo Espíritu, tres veces habéis sido sumergidos en el agua y habéis salido de ella: ha sido el símbolo de los tres días de Cristo en el sepulcro. De la misma manera que nuestro Salvador pasó tres días y tres noches en el corazón de la tierra, igualmente vosotros, al salir del agua después de la inmersión, habéis imitado a Cristo… Cuando habéis sido sumergidos estabais en la noche, no veíais nada; pero al salir del agua os habéis encontrado como en pleno día. En un mismo movimiento habéis muerto y habéis nacido; esta agua que salva ha sido al mismo tiempo vuestro sepulcro y vuestra madre…

    ¡Extraña paradoja! No estamos verdaderamente muertos, no hemos sido sepultados verdaderamente, no hemos sido realmente crucificados y resucitados; pero si bien nuestra imitación no es más que una imagen, la salvación, es una verdadera realidad. Cristo ha sido realmente crucificado, realmente sepultado y ha resucitado verdaderamente, y toda esta gracia se nos da a fin de que, participando e imitando sus sufrimientos, ganemos realmente la salvación. ¡Qué inmenso amor a los hombres! Cristo ha recibido los clavos sobre sus manos puras y le han sido causa de sufrimiento; y yo, sin sufrimiento ni esfuerzo, por esta participación me concede la gracia de la salvación…

    Lo sabemos bien: si el bautismo nos purifica de nuestros pecados y nos da el Espíritu Santo, él es también la réplica de la Pasión de Cristo. Por eso Pablo proclama: «No lo sabéis: todos nosotros que hemos sido bautizados en Cristo, es en su muerte que hemos sido bautizados. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte»… Todo lo que Cristo ha sufrido, es por nosotros y nuestra salvación, en realidad y no en apariencia… Y nosotros debemos participar en sus sufrimientos. Por esto Pablo continua proclamando: «Si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya» (Rm 6, 3-5).

SANTORAL - SAN SÍMACO

 19 de Julio


    Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San Pedro, san Símaco, papa, a quien los cismáticos amargaron durante largo tiempo la vida y murió finalmente como un auténtico confesor de la fe. († 514) El Líber Pontificalis afirma que san Símaco era hijo de un tal Fortunato y que nació en Cerdeña. Recibió el bautismo en Roma, donde llegó a ser archidiácono del papa Anastasio II, a quien sucedió en el pontificado el año 490. Pero el día mismo de la elección de san Símaco, una minoría del clero, que simpatizaba con Bizancio, se reunió en Santa María la Mayor y eligió papa a Lorenzo, arcipreste de Santa Práxedes. En la empresa les ayudó, con dinero, un senador llamado Festo, a quien Anastasio, el emperador de Constantinopla que debía proteger más tarde a los monofisitas, había pagado para que procurase que el nuevo papa confirmase el documento imperial conocido con el nombre de «Nenótikon de Zenón», condenado por su predecesor. Tanto san Símaco como Lorenzo apelaron al arriano Teodorico, rey de Ravena, quien zanjó la cuestión en favor de san Símaco, porque éste había sido elegido antes que Lorenzo y por un número mayor de miembros del clero. Teodorico aprovechó la ocasión para afirmar que Símaco «amaba al clero y al pueblo y era bueno, prudente, amable y gracioso». Sin embargo, la sentencia de Teodorico no puso fin a las dificultades que habían de perturbar la primera mitad del pontificado de san Símaco.

    El nombre del santo no figura en los martirologios más antiguos, y apenas sabemos algo sobre su vida. Cuando Trasimundo, el rey arriano, desterró a Cerdeña a muchos obispos del África, San Símaco les envió dinero y vestidos para ellos y sus fieles. Todavía se conserva la carta que les escribió para consolarlos y que les envió junto con algunas reliquias de mártires. San Símaco fundó tres posadas para los pobres, socorrió a las víctimas de las incursiones de los bárbaros en el norte de Italia y rescató a numerosos cautivos. También decoró o restauró varias iglesias de Roma y construyó las basílicas de San Andrés, de San Pancracio extramuros y de Santa Inés, en la Vía Aurelia.

    Según la costumbre de la época, todos estos hechos se conmemoraron en inscripciones. En una de ellas, refiriéndose al fin de las dificultades con el antipapa Lorenzo, san Símaco dice: «Los lobos han cesado de mordernos». El santo Pontífice murió el 19 de julio de 514 y fue sepultado en San Pedro.

Oremos

    Oh, Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados para que puedan volver al camino, concede por intercesión de San Símaco que todos los que se profesan cristianos rechazar lo que es contrario a este nombre y cumplir cuanto en él se significa. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén

sábado, 17 de julio de 2021

EVANGELIO - 18 de Julio - San Marcos 6,30-34.


         Libro de Jeremías 23,1-6.

    ¡Ay de los pastores que pierden y dispersan el rebaño de mi pastizal! -oráculo del Señor-.
    Por eso, así habla el Señor, Dios de Israel, contra los pastores que apacientan a mi pueblo: ustedes han dispersado mis ovejas, las han expulsado y no se han ocupado de ellas. Yo, en cambio, voy a ocuparme de ustedes, para castigar sus malas acciones -oráculo del Señor-.
    Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los países adonde las había expulsado, y las haré volver a sus praderas, donde serán fecundas y se multiplicarán.
    Yo suscitaré para ellas pastores que las apacentarán; y ya no temerán ni se espantarán, y no se echará de menos a ninguna -oráculo del Señor-.
    Llegarán los días -oráculo del Señor- en que suscitaré para David un germen justo; él reinará como rey y será prudente, practicará la justicia y el derecho en el país.
    En sus días, Judá estará a salvo e Israel habitará seguro. Y se lo llamará con este nombre: "El Señor es nuestra justicia".


Salmo 23(22),1-3a.3b-4.5.6.

El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el recto sendero,
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque Tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.

Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.


    Carta de San Pablo a los Efesios 2,13-18.

    Pero ahora, en Cristo Jesús, ustedes, los que antes estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo.
    Porque Cristo es nuestra paz; él ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba, y aboliendo en su propia carne la Ley con sus mandamientos y prescripciones. Así creó con los dos pueblos un solo Hombre nuevo en su propia persona, restableciendo la paz, y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona.
    Y él vino a proclamar la Buena Noticia de la paz, paz para ustedes, que estaban lejos, paz también para aquellos que estaban cerca.
    Porque por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu.


    Evangelio según San Marcos 6,30-34.

    Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
    El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.
    Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.
    Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
    Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 18 de Julio - «Desembarcando, Jesús vio una gran multitud. Tuvo piedad de ellos»


        San Cesáreo de Arlés, y obispo Sermón 25,1; CCL 103,11-112.


«Desembarcando, Jesús vio una gran multitud. Tuvo piedad de ellos» 

    “Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt. 5,7). Dulce es el nombre de misericordia, hermanos muy amados; y si el nombre es tan dulce, ¿cuánto más no lo será la cosa misma?… Hermanos míos, ya que todos deseamos la misericordia actuemos de manera que ella llegue a ser nuestro abogado en este mundo, para que nos libre después en el futuro. Hay en el cielo una misericordia, a la cual se llega a través de la misericordia terrena: Dice, en efecto, la Escritura: “Señor, tu misericordia llega al cielo”. (Sal 35,6 Vulg)

    Existe, pues, una misericordia terrena y humana, otra celestial y divina. ¿Cuál es la misericordia humana? La que consiste en atender a las miserias de los pobres. ¿Cuál es la misericordia divina? Sin duda, la que consiste en el perdón de los pecados. Todo lo que da la misericordia humana en este tiempo de peregrinación se lo devuelve después la misericordia divina en la patria definitiva. Dios, en este mundo, padece frió y hambre en la persona de todos los pobres como dijo él mismo: “Cada vez que lo hicisteis con unos de éstos, mis humildes hermanos conmigo lo hicisteis”(Mt. 25,40). El mismo Dios que se digna dar en el cielo quiere recibir en la tierra.

SANTORAL - SAN FEDERICO DE UTRECHT

 18 de Julio

  

    En Utrecht, ciudad de Güeldres, en Austrasia, san Federico, obispo, que, ilustre por sus conocimientos sobre las Sagradas Escrituras, se dedicó incansablemente a la evangelización de los frisones. Federico se educó en la piedad y las ciencias sagradas con los clérigos de la ciudad de Utrecht. Una vez ordenado sacerdote, recibió del obispo Ricfrido la misión de instruir a los convertidos. Hacia el año 825 fue a su vez, elegido obispo de Utrecht. Inmediatamente empezó a establecer la disciplina, envió a san Odulfo y otros celosos misioneros al norte del país a disipar las tinieblas del paganismo.

    Según la tradición, el santo se vio envuelto en las luchas que enfrentaron a los hijos del emperador contra su padre, Luis el Piadoso. Los príncipes acusaban a su madrastra, la emperatriz Judit, de graves inmoralidades. Cualquiera que haya sido la veracidad de tales acusaciones, el hecho es que san Federico amonestó a la emperatriz con gran caridad, lo cual no obstó para atraerle la cólera y el resentimiento de Judit. También se creó enemigos en otros terrenos. Los habitantes de Walcheren, que eran bárbaros, se habían mostrado muy hostiles al cristianismo. Por ello, san Federico se reservó para evangelizar él mismo el territorio más peligroso y difícil de su diócesis, y envió a los misioneros a las regiones del norte. Entre las inmoralidades que era necesario combatir y que requirieron los mayores esfuerzos por parte del obispo, figuraban los matrimonios ilícitos entre parientes próximos y la frecuente separación de los cónyuges (se llegó a afirmar incluso que la unión de Luis el Piadoso con Judit era incestuosa, pero seguramente que sólo se trata de una sospecha de los hagiógrafos, dadas las costumbres de aquellos tiempos).

    El 18 de julio de 838, según cuenta la tradición, san Federico fue apuñalado por dos asesinos cuando daba gracias al pie del altar, por haber celebrado la misa. Expiró pocos minutos más tarde, recitando el salmo 114: «Alabaré al Señor en la tierra de los vivos». El autor de la biografía de San Federico, en el siglo XI, afirma que la emperatriz Judit pagó a los asesinos, incitada por su esposo, ya que ninguno de los dos había perdonado al santo obispo la libertad con que reprendió a la soberana. Guillermo de Malmesbury y otros cronistas repiten la acusación, pero los autores posteriores, como Baronio y Mabillon, se inclinan a pensar que los asesinos fueron enviados por los habitantes de Walcheren. Tal opinión es más verosímil, ya que ninguno de los contemporáneos acusó del crimen a la emperatriz y, por otra parte, el hecho cuadra mal con la actitud cristiana de Luis el Piadoso y con el respeto que profesaba a la autoridad episcopal.

    San Federico compuso una oración a la Santísima Trinidad, que se rezó durante mucho tiempo en los Países Bajos. Una prueba de la fama de santidad de que gozaba, es el poema que su contemporáneo, Rabano Mauro, consagró a sus virtudes.

La oración a la Trinidad 

    En las actas que transcriben los Bolandistas se hace referencia a la oración a la Santísima Trinidad compuesta por el santo; sin embargo, los propios estudiosos no están del todo seguros de cuál es el texto de esa oración. Dan como posible el siguiente:

    Aeternus est Pater, aeternus est Filius, aeternus est Spiritus Sanctus; distinctio enim in personis, unitas cognoscitur in natura. Omnipotens Pater, omnipotens Filius , omnipotens et Spiritus Sanctus. Trinum quidem nomen , sed una virtus, et potentia. Filius a Patre incomprehensibiliter genitus, Spiritus Sanctus a Patre et Filio ineffabiliter procedens, potestas non accidens, sed perpetua et individua manens, summitas sociabiliter, regnum sine fine, gloria sempiterna, quae sola creat, sola peccata dimittit, et caelorum regna concedit. Amen

Una traducción tentativa aunque hay alguna que otra expresión 
difícil de volcar en español 


    El Padre es eterno, el Hijo es eterno, el Espíritu Santo es eterno; la distinción en las personas, la unidad es reconocida en la naturaleza.
    El Padre es omnipotente, el Hijo es omnipotente, el Espíritu Santo es omnipotente; Tres en el nombre, pero una sola fuerza y poder.
    El Hijo es inaprehensiblemente engendrado desde el Padre, mientras el Espíritu Santo inefablemente procede del Padre y del Hijo, la potestad no disminuye, sino que permanece perpetua e indivisa, grandeza comunicada, reino sin fin, gloria sempiterna, que sola crea, sola perdona los pecados, y el reino de los cielos concede. Amén.

    

    Quisiera observar que, aunque no es imposible (porque la expresión comenzó a circular por Occidente ya en el siglo V), la época del santo es un poco temprana como para que se use de manera natural la expresión teológica "procede del Padre y del Hijo", que Roma adoptó recién en el siglo XI. También puede ser que la oración tal como la tenemos adoptara más tarde esa formulación, aunque el conjunto de la oración tuviera en su mayor parte origen en el santo.

    Hay gente que dice que está tan ocupada que no encuentra tiempo para encontrarse con Dios. Lo primero es la actividad y si queda algún momento libre, entonces se reza a Dios. Desde luego no fueron estas ideas las que guiaron las sendas santas de san Federico.

    La vida de este obispo de Utrecht tiene dos partes. La primera es la biografía que escribió sobre él, en el siglo XI, un tal Otberto. No aporta muchos datos. La otra parte es la de su vida pastoral como obispo de esta bella ciudad. Con seguridad se sabe que tomó parte en el concilio de Maguncia en el año 833. Evangelizó a Frisones.

    El provenía –según fuentes fidedignas – de una familia inglesa. A la muerte de su antecesor en el episcopado, fue elegido para sucederle entre los años 825-828. Encontró apoyo en el emperador Lotario. Su primera tarea apostólica consistió en una lucha a muerte contra los paganos que todavía poblaban aquel lugar.

    Se había puesto en plan de dominadores después de la invasión de los Normandos. Federico, con su oración, buen ejemplo y palabra vibrante, consiguió aplacar su furia y su rebeldía.
Otro tema muy importante en su vida, aunque más dolorosa que la primera, fue la denuncia de los matrimonios incestuosos y de los divorcios.

    Cuando denunció al emperador Ludovico Pío que no podía casarse con otra mujer, mientras viviese la primera, dicen que lo mandó asesinar para quitárselo de en medio. Otros dicen que fue en mercenario el que lo mató el 18 de julio del año 838. Está enterrado en la cripta de la catedral de Utrecht.

Oremos
    
    Dios y Señor nuestro, que con tu amor hacia los hombres quisiste que San Federico anunciara a los pueblos la riqueza insondable que es Cristo, concédenos, por su intercesión, crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y vivir siempre según las enseñanzas del Evangelio, fructificando con toda clase de buenas obras. Por Jesucristo, tu Hijo. Amén

viernes, 16 de julio de 2021

EVANGELIO - 17 de Julio - San Mateo 12,14-21.


        Libro del Éxodo 12,37-42.

    Los israelitas partieron de Ramsés en dirección a Sucot. Eran unos seiscientos mil hombres de a pie, sin contar sus familias.
    Con ellos iba también una multitud heterogénea, y una gran cantidad de ganado mayor y menor.
    Como la pasta que habían traído de Egipto no había fermentado, hicieron con ella galletas ácimas. Al ser expulsados de Egipto no pudieron demorarse ni preparar provisiones para el camino.
    Los israelitas estuvieron en Egipto cuatrocientos treinta años.
    Y el día en que se cumplían esos cuatrocientos treinta años, todos los ejércitos de Israel salieron de Egipto.
    El Señor veló durante aquella noche, para hacerlos salir de Egipto. Por eso, todos los israelitas deberán velar esa misma noche en honor del Señor, a lo largo de las generaciones.


Salmo 136(135),1.23-24.10-12.13-15.

¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
al que en nuestra humillación
se acordó de nosotros,

¡porque es eterno su amor!
y nos libró de nuestros opresores,
¡porque es eterno su amor!
Al que hirió a los primogénitos de Egipto,

¡porque es eterno su amor!
y sacó de allí a su pueblo,
¡porque es eterno su amor!
con mano fuerte y brazo poderoso,

¡porque es eterno su amor!
Al que abrió en dos partes el Mar Rojo,
¡porque es eterno su amor!
al que hizo pasar por el medio a Israel,

¡porque es eterno su amor!
y hundió en el Mar Rojo
al Faraón con sus tropas,
¡porque es eterno su amor!


    Evangelio según San Mateo 12,14-21.

    En seguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él.
    Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos.
    Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías: Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones.
    No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas.
    No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 17 de Julio - «No protestará, no gritará»


       Filomeno de Mabbug, obispo en Siria Homilía: Cristo Siervo Hom. n° 5, sobre la sencillez, 137-139


«No protestará, no gritará»

    Escucha al profeta anunciar a nuestro Señor. Lo compara a un cordero, a una oveja, la más inocente de los animales: «Fue llevado al matadero como un cordero, como una oveja ante el esquilador» (Is 53,7)… Nuestro Señor no fue comparado con un león cuando fue conducido a la muerte… Como un cordero, como una oveja, se mantenía en silencio cuando fue llevado a la Pasión y a la muerte: «Como oveja ante el esquilador; no ha abierto la boca» en su humillación.

    Confirmando la palabra de la profecía con su conducta, se mantuvo en silencio cuando se lo llevaron, no dijo nada cuando lo juzgaron, no se quejó cuando lo azotaron, no discutió cuando lo condenaron, no se irritó cuando lo apresaron (Mt 27,2). No murmuró cuando le golpearon en la mejilla, no gritó cuando fue despojado de sus vestiduras, como a una oveja cuando la esquilan. No les maldijo, cuando le dieron hiel y vinagre; no se irritó contra ellos cuando le clavaron en el madero.

SANTORAL - BEATA TERESA DE SAN AGUSTÍN Y COMPAÑERAS MÁRTIRES

17 de Julio


    En París, en Francia, beatas Teresa de San Agustín (María Magdalena Claudina) Lindoine y quince compañeras, vírgenes del Carmelo de Compiègne y mártires, que durante la Revolución Francesa se mantuvieron fieles a la observancia monástica, y ante el patíbulo renovaron las promesas bautismales y los votos religiosos. Sus nombes son: beatas María Ana Francisca de San Luis Brideau, María Ana de Jesús Crucificado Piedcourt, Carlota de la Resurrección (Ana María Magdalena) Thouret, Eufrasia de la Inmaculada Concepción (María Claudia Cipriana) Brard, Enriqueta de Jesús (María Gabriela) de Croissy, Teresa del Corazón de María (María Ana) Hanisset, Teresa de San Ignacio (María Gabriela) Trézelle, Julia Luisa de Jesús (Rosa) Chrétien de Neufville, María Enriqueta de la Providencia (Ana) Pelras, Constancia (María Genoveva) Meunier, María del Espíritu Santo (Angélica) Roussel, María de Santa Marta Dufour, Isabel Julia de San Francisco Vérolot, Catalina y Teresa Soiron. La reforma teresiana del Carmelo se aceptó en Francia en 1604. En 1641 la señora de Louvancourt fundó en dicho país el quincuagésimo tercer convento de la orden, en Compiégne, y aquella casa se distinguió, desde el primer momento, por su estricta observancia.

    La Revolución Francesa estalló en 1789. A principios del año siguiente, las comunidades religiosas fueron suprimidas, excepto las que estaban dedicadas a la enseñanza o al cuidado de los enfermos. En agosto, se llevó a cabo la «visita» del convento de las carmelitas de Compiégne, cuyos bienes fueron confiscados y las religiosas, con vestimentas civiles, fueron expulsadas del lugar. Fuera del claustro, se dividieron en cuatro grupos al mando, respectivamente, de la superiora, la vice superiora, la maestra de novicias y una religiosa profesa. Los grupos se separaron y cada uno se hospedó en una casa diferente, cerca de la iglesia de San Antonio. En cuanto era posible en aquellas circunstancias, las religiosas observaron la regla y llevaron vida de comunidad. Los grupos estaban en contacto constante unos y otros, con la discreción necesaria para evitar que las sorprendiesen. A pesar de todas las precauciones, en junio de 1794 las autoridades hicieron una visita de inspección a las cuatro casas y detuvieron a todas las monjas bajo la acusación de que continuaban, ilegalmente, su vida de comunidad, lo cual constituía una conspiración contra la República. Con ellas fue arrestado Moulot de la Ménardiére por haberles prestado auxilio. Las religiosas fueron encarceladas en el antiguo convento de la Visitación de Compiégne. En el otro extremo del mismo edificio habían sido encarceladas, desde octubre del año anterior, las benedictinas inglesas de Cambrai. En 1795 se permitió que éstas regresaran a Inglaterra y se llevaran las ropas que las carmelitas habían usado en Compiégne. Por esa razón se conservan muchas reliquias (como las de Stanbrook, Darlington, Lanherne, Chichester, Culton, Nueva Subiaco y Nueva Gales del Sur) y además, los datos sobre ellas registrados en los archivos de la abadía de Stanbrook, que fueron de extraordinaria utilidad cuando se ofrecieron como testimonio en el proceso de beatificación de las carmelitas.

    En 1790 las monjas de Compiégne habían prestado el juramento cuya legitimidad se discutía tanto en aquella época, de defender la Constitución, la libertad y la igualdad. Pero, durante el período de prisión, la superiora mandó llamar al alcalde y todas las religiosas se retractaron ante el notario del juramento que habían prestado, pues tal práctica había sido condenada por el obispo de Soissons, entre otros. Tres semanas más tarde, las prisioneras fueron trasladadas, entre insultos y malos tratos, a la Conciergerie de París. Iban vestidas con el hábito religioso, porque habían dejado «a lavar» sus vestidos de civiles. Durante el breve tiempo que estuvieron encarceladas en la Conciergerie, observaron sus reglas en la medida de lo posible; recitaban el oficio divino a las horas prescritas y su conducta era una fuente de fortaleza para los otros prisioneros. Tres jueces se encargaron de juzgarlas. Fouquier-Tinville asumió la acusación pero no se designó defensor para las acusadas. Los cargos y pruebas que se adujeron contra ellas eran triviales o infundados, pero Fouquier- Tinville insistió sobre todo en el fanatismo de las religiosas. La hermana María Enriqueta se encaró con él y le preguntó qué entendía por ese término, El fiscal respondió: «Por ese término entiendo vuestras creencias infantiles y vuestro estúpido apego a las prácticas religiosas». La monja se volvió entonces hacia sus hermanas y les dijo: «Como veis, nos condenan por nuestra religión. Tendremos la felicidad de morir por Dios». Todas fueron condenadas a muerte, lo mismo que Moulot de la Ménardiére, por haberse «enemistado con el pueblo al conspirar contra la Constitución».

    Las carmelitas fueron transportadas en carretas a la «Place du Trone Renversé» (Plaza del Trono Derribado, actualmente Plaza de la Nación). El viaje duró más de una hora que las religiosas emplearon en cantar el «Miserere», la «Salve» y el «Te Deum» y en recitar las oraciones por los moribundos. Cada una de las víctimas, al subir al cadalso, cantaba el «Laudate Dominum omnes gentes», lo que impresionó profundamente a la multitud y a los guardias. Entre las dieciséis religiosas ejecutadas había diez profesas de coro, una novicia, tres hermanas legas y dos «torneras». La ejecución de la novicia, que era la más joven, fue la primera; a la superiora la guillotinaron al último. Los cuerpos de las mártires fueron arrojados en la fosa donde yacían los cadáveres de otras 1282 víctimas del Terror. El martirio tuvo lugar el 17 de julio de 1794.

    La superiora, beata Teresa (Magdalena Ledoine) tenía cuarenta y dos años y había sido novicia en Saint-Denis, bajo el gobierno de Luisa de Francia. El proceso de beatificación demostró que merecía el honor de los altares, aunque no hubiese alcanzado el martirio. Era una mujer vivaz, encantadora, bien educada e inteligente. La vice superiora, beata San Luis (María Ana Brideau), era muy diferente de la anterior, taciturna y meticulosa en la observancia de la regla y del orden. La beata Carlota (Ana María Thouret) no había pensado en entrar al convento, pero al cumplir veinte años, ocurrió en su vida algo que la hizo cambiar de idea e hizo los votos de carmelita al cabo de un noviciado largo y difícil. La beata Eufrasia (María Claudia Brard) era una religiosa muy vivaracha, cuyo temperamento extremoso la llevaba lo mismo a exagerar en la penitencia que a gastar bromas a los visitadores. Era muy dada a escribir cartas (su correspondencia con su primo La Ménardiére fue, en parte, la causa de la detención de las religiosas) y todavía se conservan algunas cartas suyas y de sus correspondientes. La beata Enriqueta (Gabriela De Croissy) era sobrina-nieta de Colbert. La beata Julia Luisa era viuda de Cristián de Neufville. Su esposo había muerto al cabo de algunos años de felicidad conyugal, y Julia había caído en un estado de gran postración. Cuando ingresó en el convento, no parecía que estuviese dispuesta a perseverar. Un dicho suyo puede aplicarse a muchas almas que sufren, aunque no sea el martirio por la fe: «Somos víctimas del estado de nuestra época y debemos sacrificarnos por qué nuestra época vuelva a Dios». La beata María Enriqueta (Anette Peleas) fue la que se enfrentó con el abogado de la acusación e hizo constar que la ejecución se debía a motivos religiosos. Las dos «torneras» se llamaban Catalina Y Teresa Soiron; la beata Teresa, que era muy hermosa, se había negado a aceptar el ofrecimiento de la princesa de Lamballe, quien le proponía que trabajase en el convento de las carmelitas de su ciudad natal. Sólo una de las víctimas tenía menos de treinta años. La más anciana tenía setenta y ocho. Las mártires fueron beatificadas en 1906. Fueron las primeras víctimas de la Revolución que alcanzaron el honor de los altares.

    Durante el proceso, el tribunal se trasladó dos veces a la abadía de Stanbrook, en el distrito de Worcester, donde las benedictinas inglesas de Cambrai se habían establecido en 1838. La obrita de V. Fierre en la colección Les Saints está muy bien escrita. Véase el libro de C. de Grandmaison (1906), y los artículos de H. Chérot en Etudes (1904 y 1905). La madre Josefina (Francisca Philippe), que había sido anteriormente superiora, abandonó la comunidad en la primavera de 1794. En 1823, fue nuevamente admitida en el Carmelo, y escribió un valioso relato, que fue publicado en 1836, después de su muerte.

Oremos

    Señor, Padre Santo, que elegiste a la Beata Teresa y a sus hermanas carmelitas para que, fortalecidas con la gracia de tu Espíritu Santo, llegaran desde la soledad del Carmelo hasta la palma del martirio; concédenos amarte con fidelidad, hasta llegar a la contemplación de tu gloria en eí cielo. Amén.