domingo, 28 de marzo de 2021

EVANGELIO - 29 de Marzo - San Juan 12,1-11.

 

    Libro de Isaías 42,1-7.

    Así habla el Señor: Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones.
    El no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles.
    No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad; no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley.
    Así habla Dios, el Señor, el que creó el cielo y lo desplegó, el que extendió la tierra y lo que ella produce, el que da el aliento al pueblo que la habita y el espíritu a los que caminan por ella.
    Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.


Salmo 27(26),1.2.3.13-14.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?

Cuando se alzaron contra mí los malvados
para devorar mi carne,
fueron ellos, mis adversarios y enemigos,
los que tropezaron y cayeron.

Aunque acampe contra mí un ejército,
mi corazón no temerá;
aunque estalle una guerra contra mí,
no perderé la confianza.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.


    Evangelio según San Juan 12,1-11.

    Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado.
    Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.
    María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
    Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: "¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?".
    Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.
    Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.
    A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre".
    Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado.
    Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 29 de Marzo - “La casa se llenó de la fragancia del perfume”


        San Cromacio de Aquilea (¿-407) obispo Sermón 11

“La casa se llenó de la fragancia del perfume”

    Después de haber ungido los pies del Señor, esta mujer no se los secó con un lienzo sino con sus propios cabellos para mejor honrar al Señor… Como alguien muy sediento que bebe del agua que cae de una cascada, esta santa mujer ha bebido, de la fuente de santidad, una gracia llena de delicias para apagar la sed de su fe. Pero en un sentido alegórico o místico esta mujer prefigura la Iglesia, que ofrece a Cristo la devoción plena y total de su fe… Una libra son doce onzas. Es la medida del perfume que posee la Iglesia y que ha recibido de la enseñanza de los apóstoles como un perfume de gran valor. En efecto ¿hay algo más precioso que la enseñanza de los apóstoles, que contiene la fe en Cristo y la gloria del Reino de los cielos? Además, se nos narra que toda la casa se llenó de la fragancia de este perfume, porque al mundo entero se ha dado a conocer la enseñanza de los apóstoles. “A toda la tierra” como está escrito “alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje” (Sl 18,5). En el Cántico de los Cánticos leemos estas palabras que Salomón hace decir a la Iglesia: “Tu nombre es un perfume derramado” (1,2). No es sin razón que al nombre del Señor se le llama “perfume derramado”. Sabéis bien que un perfume, en tanto que se conserva en el interior del frasco, conserva toda la fuerza de su olor; pero cuando se vierte o se vacía, expande su perfume oloroso. De la misma manera, cuando Nuestro Señor y Salvador reinaba en el cielo con el Padre, se le ignoraba en el mundo, era desconocido aquí abajo. Pero cuando por nuestra salvación, se dignó rebajarse y descender del cielo para tomar cuerpo humano, entonces derramó sobre el mundo la dulzura y el perfume de su nombre.

SANTORAL - SAN JOSÉ DE ARIMATEA

29 de Marzo


    José de Arimatea aparece mencionado en los cuatro evangelios en el contexto de la pasión y muerte de Jesús. Era oriundo de Arimatea (Armathajim en hebreo), una población en Judá, la actual Rentis, a 10 km al nordeste de Lydda, probablemente el lugar de nacimiento de Samuel (1 S 1,1). Hombre rico (Mt 27,57) y miembro ilustre del sanedrín (Mc 15,43; Lc 23,50), tenía un sepulcro nuevo cavado en la roca, cerca del Gólgota, en Jerusalén. Era discípulo Jesús, pero, como Nicodemo, lo mantenía en oculto por temor a las autoridades judías (Jn 19,38). De él dice Lucas que esperaba el Reino de Dios y no había consentido en la condena de Jesús por parte del sanedrín (Lc 23,51). En los momentos crueles de la crucifixión no teme dar la cara y pide a Pilatos el cuerpo de Jesús (en el Evangelio de Pedro 2,1; 6,23-24, un apócrifo del siglo II, José lo solicita antes de la crucifixión). Concedido el permiso por el prefecto, descuelga al crucificado, lo envuelve en una sábana limpia y, con ayuda de Nicodemo, deposita a Jesús en el sepulcro de su propiedad, que todavía nadie había utilizado. Tras cerrarlo con una gran roca se marchan (Mt 27,57-60, Mc 15,42-46, Lc 23,50-53 y Jn 19,38-42). Hasta aquí los datos históricos.

    A partir del siglo IV surgieron tradiciones legendarias de carácter fantástico en las que se ensalzaba la figura de José. En un apócrifo del siglo V, las Actas de Pilato, también llamado Evangelio de Nicodemo, se narra que los judíos reprueban el comportamiento de José y Nicodemo a favor de Jesús y que, por este motivo, José es enviado a prisión. Liberado milagrosamente aparece en Arimatea. De allí regresa a Jerusalén y cuenta cómo fue liberado por Jesús. Más fabulosa todavía es la obra Vindicta Salvatoris (siglo IV?), que tuvo una gran difusión en Inglaterra y Aquitania. En este libro se narra la marcha de Tito al frente de sus legiones para vengar la muerte de Jesús. Al conquistar Jerusalén, encuentra en una torre a José, donde había sido encerrado para que muriera de hambre. Sin embargo, fue alimentado por un manjar celestial.

    En los siglos XI-XIII, la leyenda sobre José de Arimatea fue coloreándose de nuevos detalles en las islas británicas y en Francia, insertándose en el ciclo del santo Grial y del rey Arturo. Según una de estas leyendas, José lavó el cuerpo de Jesús y recogió el agua y la sangre en un recipiente. Después, José y Nicodemo dividieron su contenido (ver la pregunta ¿Qué es el santo Grial?). Otras leyendas dicen que José, llevando este relicario, evangelizó Francia (algunos relatos dicen que habría desembarcado en Marsella con Marta, María y Lázaro), España (donde Santiago lo habría consagrado obispo), Portugal e Inglaterra. En esta última región, la figura de José se hizo muy popular. La leyenda le hace el primer fundador de la primera iglesia en suelo británico, en Glastonbury Tor, donde mientras estaba dormido su báculo echó raíces y floreció. Glastonbury Abbey se convirtió en un importante lugar de peregrinación hasta que ésta fue disuelta con la Reforma en 1539. En Francia, una leyenda del siglo IX refiere que el patriarca Fortunato de Jerusalén, en tiempos de Carlomagno, huyo a occidente llevándose los huesos de José de Arimatea, hasta llegar al monasterio de Moyenmoutier, donde llegó a ser abad.

    Todas estas leyendas, sin ningún fundamento histórico, muestran la importancia que se daba a los primeros discípulos de Jesús. El desarrollo de estos relatos puede estar vinculado a polémicas circunstanciales de algunas regiones (como Inglaterra o Francia) con Roma. Se trataría de querer mostrar que determinadas regiones habían sido evangelizadas por discípulos de Jesús y no por misioneros enviados desde Roma. En cualquier caso, nada tienen que ver con la verdad histórica.

    Cristo ha constituido a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los fieles, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Ef 4, 11-13

Oremos

    Confesamos, Señor, que sólo Tú eres santo y que sin Ti nadie es bueno, humildemente te pedimos que la intercesión de San José de Arimatea venga en nuestra ayuda para que, de tal forma vivamos en el mundo, que merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén

sábado, 27 de marzo de 2021

DOMINGO DE RAMOS

Recibieron a Cristo mientras entraba a la ciudad con palmas y ramos
en muestra de que era el Mesías


    El Domingo de Ramos abre solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de las Palmas y de la pasión, de la entrada de Jesús en Jerusalén y la liturgia de la palabra que evoca la Pasión del Señor en el Evangelio de San Mateo.

    En este día, se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta celebración: la alegre, multitudinaria, festiva liturgia de la iglesia madre de la ciudad santa, que se convierte en mimesis, imitación de los que Jesús hizo en Jerusalén, y la austera memoria - anamnesis - de la pasión que marcaba la liturgia de Roma. Liturgia de Jerusalén y de Roma, juntas en nuestra celebración. Con una evocación que no puede dejar de ser actualizada.

    Vamos con el pensamiento a Jerusalén, subimos al Monte de los olivos para recalar en la capilla de Betfagé, que nos recuerda el gesto de Jesús, gesto profético, que entra como Rey pacífico, Mesías aclamado primero y condenado después, para cumplir en todo las profecías. .

    Por un momento la gente revivió la esperanza de tener ya consigo, de forma abierta y sin subterfugios aquel que venía en el nombre del Señor. Al menos así lo entendieron los más sencillos, los discípulos y gente que acompañó a Jesús, como un Rey.

    San Lucas no habla de olivos ni palmas, sino de gente que iba alfombrando el camino con sus vestidos, como se recibe a un Rey, gente que gritaba: "Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en lo alto".

    Palabras con una extraña evocación de las mismas que anunciaron el nacimiento del Señor en Belén a los más humildes. Jerusalén, desde el siglo IV, en el esplendor de su vida litúrgica celebraba este momento con una procesión multitudinaria. Y la cosa gustó tanto a los peregrinos que occidente dejó plasmada en esta procesión de ramos una de las más bellas celebraciones de la Semana Santa.

    Con la liturgia de Roma, por otro lado, entramos en la Pasión y anticipamos la proclamación del misterio, con un gran contraste entre el camino triunfante del Cristo del Domingo de Ramos y el Vía Crucis de los días santos.

    Sin embargo, son las últimas palabras de Jesús en el madero la nueva semilla que debe empujar el remo evangelizador de la Iglesia en el mundo.

    "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Este es el evangelio, esta la nueva noticia, el contenido de la nueva evangelización. Desde una paradoja este mundo que parece tan autónomo, necesita que se le anuncie el misterio de la debilidad de nuestro Dios en la que se demuestra el culmen de su amor. Como lo anunciaron los primeros cristianos con estas narraciones largas y detallistas de la pasión de Jesús.

    Era el anuncio del amor de un Dios que baja con nosotros hasta el abismo de lo que no tiene sentido, del pecado y de la muerte, del absurdo grito de Jesús en su abandono y en su confianza extrema. Era un anuncio al mundo pagano tanto más realista cuanto con él se podía medir la fuerza de la Resurrección.

    La liturgia de las palmas anticipa en este domingo, llamado pascua florida, el triunfo de la resurrección; mientras que la lectura de la Pasión nos invita a entrar conscientemente en la Semana Santa de la Pasión gloriosa y amorosa de Cristo el Señor.

EVANGELIO - 28 de Marzo - San Marcos 14,1-72.15,1-47.



        Libro de Isaías 50,4-7.

    El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.
    El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.
    Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.
    Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.


Salmo 22(21),8-9.17-18a.19-20.23-24.

Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que Él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto.»

Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies.
Yo puedo contar todos mis huesos.

Se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme.

Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
«Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.»


    Carta de San Pablo a los Filipenses 2,6-11.

    Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres.
    Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
    Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: "Jesucristo es el Señor".


    Evangelio según San Marcos 14,1-72.15,1-47.

    Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte.
    Porque decían: "No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo".
    Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.
    Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí: "¿Para qué este derroche de perfume?
    Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres". Y la criticaban.
    Pero Jesús dijo: "Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo.
    A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre.
    Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura.
    Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo".
    Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús.
    Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para entregarlo.
    El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?".
    El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'.
    El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario".
    Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
    Al atardecer, Jesús llegó con los Doce.
    Y mientras estaban comiendo, dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo".
    Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro: "¿Seré yo?".
    El les respondió: "Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo.
    El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!".
    Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo".
    Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella.
    Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos.
    Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".
    Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
    Y Jesús les dijo: "Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.
    Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea".
    Pedro le dijo: "Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré".
    Jesús le respondió: "Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces".
    Pero él insistía: "Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré". Y todos decían lo mismo.
    Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: "Quédense aquí, mientras yo voy a orar".
    Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse.
    Entonces les dijo: "Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando".
    Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora.
    Y decía: "Abba -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya".
    Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: "Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?
    Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil".
    Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras.
    Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle.
    Volvió por tercera vez y les dijo: "Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
    ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar".
    Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos.
    El traidor les había dado esta señal: "Es aquel a quien voy a besar.  Deténganlo y llévenlo bien custodiado".
    Apenas llegó, se le acercó y le dijo: "Maestro", y lo besó.
    Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron.
    Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja.
    Jesús les dijo: "Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos.
    Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras".
    Entonces todos lo abandonaron y huyeron.
    Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo.
    Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas.
    Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego.
    Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban.
    Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban.
    Algunos declaraban falsamente contra Jesús: "Nosotros lo hemos oído decir: 'Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre'".
    Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones.
    El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús: "¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?".
    El permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente: "¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?".
    Jesús respondió: "Sí, yo lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo".
    Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
    Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?". Y todos sentenciaron que merecía la muerte.
    Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le decían: "¡Profetiza!". Y también los servidores le daban bofetadas.
    Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo: "Tú también estabas con Jesús, el Nazareno".
    El lo negó, diciendo: "No sé nada; no entiendo de qué estás hablando". Luego salió al vestíbulo.
    La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes: "Este es uno de ellos".
    Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron a Pedro: "Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo".
    Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando.
    En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: "Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces". Y se puso a llorar.
    En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
    Este lo interrogó: "¿Tú eres el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "Tú lo dices".
    Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él.
    Pilato lo interrogó nuevamente: "¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!".
    Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato.
    En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo.
    Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición.
    La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado.
    Pilato les dijo: "¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?".
    El sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia.
    Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás.
    Pilato continuó diciendo: "¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?".
    Ellos gritaron de nuevo: "¡Crucifícalo!".
    Pilato les dijo: "¿Qué mal ha hecho?". Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: "¡Crucifícalo!".
    Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
    Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia.
    Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron.
    Y comenzaron a saludarlo: "¡Salud, rey de los judíos!".
    Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje.
    Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.
    Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.
    Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: "lugar del Cráneo".
    Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.
    Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno.
    Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron.
    La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: "El rey de los judíos".
    Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
    Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían: "¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!".
    De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí: "¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo!
    Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!". También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.
    Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: "Eloi, Eloi, lamá sabactani", que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".
    Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías".
    Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo: "Vamos a ver si Elías viene a bajarlo".
    Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.
    El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
    Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó: "¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!".
    Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.
    Era día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
    Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto.
    Informado por el centurión, entregó el cadáver a José.
    Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después, hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
    María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 28 de Marzo - "He aquí nuestro Rey"


San Buenaventura (1221-1274) franciscano, doctor de la Iglesia El Árbol de vida (Œuvres spirituelles, III, Sté S. François d'Assise, 1932), trad. sc©evangelizo.org

He aquí nuestro Rey

    El buen Jesús, fuente de toda misericordia, para testimoniarnos la ternura de su extrema bondad, no lloró sólo una vez sobre nuestra miseria sino muchas veces. La primera vez sobre Lázaro, luego sobre la Ciudad y, desde la cruz, sus ojos misericordiosos vertieron torrentes de lágrimas por la expiación de todos los pecados. (…) Oh corazón duro, (…) mira tu médico en lágrimas y “llora como por un hijo único” (Jr 6,26). (…) Después de la resurrección de Lázaro (Jn 11,1-43), después que el frasco de perfume fue versado sobre la cabeza de Jesús (Jn 12,1-8), el ruido del renombre de Jesús se propagó en el pueblo. Previendo que la multitud iría delante de él, Jesús montó sobre un asno, dando un admirable ejemplo de humildad en medio de los aplausos del pueblo (Jn 12,12-15). Pero mientras la multitud cortaba ramos, extendía sus vestimentas a lo largo del camino y entonaba un cántico de alabanza, él no olvidaba sus miserias y entonaba su lamentación por la destrucción de la ciudad (cf. Lc 19,41-44). Levántate entonces, servidora del Salvador, para contemplar como una hija de Jerusalén a “tu rey Salomón” (Ct 3,11), con los honores que con veneración le ofrece su Madre la Sinagoga, en este misterio de la Iglesia naciente. Acompaña fielmente al Maestro del cielo y de la tierra sentado sobre la cría de un asno. Acompáñalo con las ramas de olivo y palmas de tus obras de piedad y triunfos de tus virtudes.

SANTORAL - BEATO VENTURINO DE BÉRGAMO

28 de Marzo


    Nació en Bérgamo, en el seno de la familia de los Artifoni di Almeno, su padre era el célebre maestro Lorenzo de Apibus doctor en Gramática y Lógica. Con 14 años ingresó en el convento dominico de San Esteban de Bérgamo; terminó sus estudios en Génova, donde fue ordenado sacerdote y elegido maestro de novicios. Se inscribió, después, en la Sociedad de los hermanos peregrinos, instituida por la Orden dominicana para las misiones de Oriente. Llegó a Venecia para embarcarse, en cambio, fue enviado a los conventos de Chioggia, Vicenza y Bolonia, donde destacó como un excelente orador, obligado bastantes veces a predicar en campo abierto por la multitud de gente que iba a escucharlo. Sus sermones tenían tintes terribles, su temperamento era apasionado, la vida espiritual intensa, un ardiente misticismo y un acentuado profetismo. Convirtió a un bandido llamado Gasperini.

    En Bolonia predicó el culto a santa Marta y construyó un convento y una iglesia dedicada a la santa; en 1334 predicó en Bérgamo y también edificó un monasterio y una iglesia para las dominicas bajo el patrocinio de santa Marta. En 1335 organizó una numerosa peregrinación de penitencia de Bérgamo a Roma, con el fin de lograr la paz entre los güelfos y gibelinos y de reconciliar con el Papa a los numerosos excomulgados bergamascos. Fundó una asociación de fieles, cuya misión era la pacificación de las ciudades en discordia, y cuyo lema era "Paz, misericordia y penitencia".

    Con su hermano Jacopo Domenico, partió hacia Aviñón para presentarse ante el Papa, Benedicto XII, que desconfió del temperamento entusiasta de Venturino y de su apariencia de agitador. En un interrogatorio le hicieron 39 preguntas; después vino la suspensión de la facultad de predicar y de confesar y el exilio a Aubenas en Francia; parece que una calumnia le había acusado de dudar de la legitimidad de los papas de Aviñón. Durante los 8 años de exilio, Venturino escribió cartas y tratados espirituales como "De Spiritu Sancto", "In Psalterio decacordo", "De humilitate" (fragmento), "De Profectu spirituali", "De remediis contra tentationes spirituales".

    En 1343 fue liberado por el papa Clemente VI, que en público consistorio lo rehabilitó, restituyéndole la facultad de predicar y confesar y lo envió a Italia a predicar la Cruzada en la archidiócesis de Milán. De regreso a Aviñón, en el 1344, acompañó a los cruzados de Marsella a Oriente, rodeado de extraordinario entusiasmo. Apenas llegó a Esmirna, cansado de las fatigas apostólicas y de las penitencias, Venturino murió con 42 años.

Oremos

    Dios y Señor nuestro, que con tu amor hacia los hombres quisiste que el Beato Venturino de Bérgamo se caracterizara por la vehemencia de sus palabras en defensa de la paz, concédenos, por su intercesión, crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y vivir siempre según las enseñanzas del Evangelio, fructificando con toda clase de buenas obras. Por Jesucristo, tu Hijo. Amén

viernes, 26 de marzo de 2021

EVANGELIO - 27 de Marzo - San Juan 11,45-57.

 


        Libro de Ezequiel 37,21-28.

    Así habla el Señor: Yo voy a tomar a los israelitas de entre las naciones adonde habían ido; los reuniré de todas partes y los llevaré a su propio suelo.
    Haré de ellos una sola nación en la tierra, en las montañas de Israel, y todos tendrán un solo rey: ya no formarán dos naciones ni estarán más divididos en dos reinos.
    Ya no volverán a contaminarse con sus ídolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeldías. Los salvaré de sus pecados de apostasía y los purificaré: ellos serán mi Pueblo y yo seré su Dios.
    Mi servidor David reinará sobre ellos y todos ellos tendrán un solo pastor. Observarán mis leyes, cumplirán mis preceptos y los pondrán en práctica.
    Habitarán en la tierra que di a mi servidor Jacob, donde habitaron sus padres. Allí habitarán para siempre, ellos, sus hijos y sus nietos; y mi servidor David será su príncipe eternamente.
    Estableceré para ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna. Los instalaré, los multiplicaré y pondré mi Santuario en medio de ellos para siempre.
    Mi morada estará junto a ellos: yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo.
    Y cuando mi Santuario esté en medio de ellos para siempre, las naciones sabrán que yo soy el Señor, el que santifico a Israel.


Libro de Jeremías 31,10.11-12ab.13.

¡Escuchen, naciones, la palabra del Señor,
anúncienla en las costas más lejanas!
Digan: «El que dispersó a Israel lo reunirá,
y lo cuidará como un pastor a su rebaño.»

Porque el Señor ha rescatado a Jacob,
lo redimió de una mano más fuerte que él.
Llegarán gritando de alegría a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor.

Entonces la joven danzará alegremente,
los jóvenes y los viejos se regocijarán;
yo cambiaré su duelo en alegría,
los alegraré y los consolaré de su aflicción.


    Evangelio según San Juan 11,45-57.

    Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.
    Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.
    Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: "¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos.
    Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación".
    Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: "Ustedes no comprenden nada.
    ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?".
    No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos.
    A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús.
    Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos.
    Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse.
    Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: "¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?".
    Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 27 de Marzo - «Desde este día, decidieron darle muerte.»


San Roberto Belarmino, Subida del alma hacia Dios Homilías, comentarios, meditaciones desde la Tradición de la Iglesia

«Desde este día, decidieron darle muerte.» 

    Señor, todo esto que tu nos enseñas puede parecernos muy difícil, demasiado pesado, si tu hubieras hablado desde otra tribuna; pero desde que nos enseñas más por el ejemplo que por palabra, Tú que eres «Señor y Maestro» (Jn 13,14), ¿cómo nos atreveremos a decir lo contrario, nosotros que somos los siervos y los aprendices? Lo que dices es perfectamente cierto, lo que ordenas perfectamente justo. Esta Cruz desde donde hablas da testimonio. Esta sangre fluyendo también da testimonio; Gritó con todas sus fuerzas (Gn 4,10). Y, finalmente, incluso la muerte: si ha podido rasgar el velo del templo a distancia y la separación de las piedras más consistentes (Mt 27,51), ¿qué no hará por ella misma y más aún por el corazón de los creyentes?…

    Señor, queremos devolverte amor por amor; y si el deseo de seguirte no procede todavía de nuestro amor por ti, porque es muy débil, por lo menos que nuestro amor provenga de tu amor. Si nos atraes hacia ti, «nosotros correremos tras el olor de tus perfumes» (Ct 1,4 LXX): Nosotros no deseamos solamente amarte, te seguimos, y estamos decididos a despreciar este mundo… puesto que vemos que Tú, nuestro líder, no te has dejado capturar por los placeres de esta vida. Te hemos visto enfrentar la muerte, no en una cama, sino sobre el madero de ajusticiado; y aunque eres rey, no quisiste tener otro trono que este patíbulo… Atraídos por tu ejemplo de rey sabio, rechazamos la llamada de este mundo y sus lujos, y tomando tu cruz sobre nuestros hombros, proponemos seguirte, sólo a Ti…Danos la ayuda necesaria; Haz que seamos lo suficientemente fuertes para seguirte.

SANTORAL - SAN JUAN DE EGIPTO

27 de Marzo


     Eremita (304-394) Nació en Licópolis, hoy Asiut, en los comienzos del siglo IV y pasó la mayor parte de su vida en la Tebaida, dedicado a la oración y a la penitencia. Parece ser que nació en el seno de una familia pobre y que tuvo en la juventud la profesión de carpintero. Muy joven marcha a buscar la soledad del desierto; se pone bajo el amparo de santo monje que le orienta en las difíciles sendas de la imitación de Jesucristo, siguiéndole en la soledad. Come hierbas y raíces; bebe agua abundante; es de poco dormir, hace mucha oración y extremada penitencia.

    Exceptuando a San Antonio, ningún ermitaño del desierto adquirió; tan amplia fama como San Juan de Egipto, que fue consultado por emperadores y cuyas alabanzas fueron cantadas por San Jerónimo, Paladio, Casiano, San Agustín y muchos otros. Nació; en la bajada Tebaida, en Licópolis, siendo educado en el oficio de carpintero.

    A la edad de 25 años decidió; abandonar el mundo y se puso bajo la guía de un anciano anacoreta, quien durante diez años, lo ejercitó en la obediencia y abnegación de sí mismo. El santo obedeció con humildad y sin replicar, por irracional que fuera la tarea que se le imponía, y continuó con este ejercicio hasta la muerte del anciano.

    Se retiró a una cumbre de una escarpada colina, donde construyó tres celdas contiguas. Ahí permaneció hasta el final de sus días. Durante cinco días de la semana, hablaba con Dios, pero los sábados y domingos, las personas podían acercarse para oír sus instrucciones y consejos espirituales.

    San Juan no fundó ninguna congregación, pero se le considera como el Padre de todos los ascetas, y cuando sus visitantes llegaron a ser tan numerosos, fue necesario construir mas celdas para recibirlos.

    También fue especialmente famoso por sus profecías, milagros, su poder de leer los pensamientos y de descubrir los pecados secretos de aquellos que lo visitaban.

    Falleció a la edad de 90 años, mientras estaba de rodillas orando con el Padre Celestial.

Oremos

    Tú, Señor, que concediste a san Juan, el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tú Hijo. Que vive y reina contigo. Amén

jueves, 25 de marzo de 2021

EVANGELIO - 26 de Marzo - San Juan 10,31-42.


        Libro de Jeremías 20,10-13.

    Oía los rumores de la gente: "¡Terror por todas partes! ¡Denúncienlo! ¡Sí, lo denunciaremos!". Hasta mis amigos más íntimos acechaban mi caída: "Tal vez se lo pueda seducir; prevaleceremos sobre él y nos tomaremos nuestra venganza".
    Pero el Señor está conmigo como un guerrero temible: por eso mis perseguidores tropezarán y no podrán prevalecer; se avergonzarán de su fracaso, será una confusión eterna, inolvidable.
    Señor de los ejércitos, que examinas al justo, que ves las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos!, porque a ti he encomendado mi causa.
    ¡Canten al Señor, alaben al Señor, porque él libró la vida del indigente del poder de los malhechores!


Salmo 18(17),2-3a.3bc-4.5-6.7.

Yo te amo, Señor, mi fuerza,
Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador.

Eres mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoqué al Señor, que es digno de alabanza
y quedé a salvo de mis enemigos.

Las olas de la Muerte me envolvieron,
me aterraron los torrentes devastadores,
me cercaron los lazos del Abismo,
las redes de la Muerte llegaron hasta mí.

Pero en mi angustia invoqué al Señor,
grité a mi Dios pidiendo auxilio,
y él escuchó mi voz desde su Templo,
mi grito llegó hasta sus oídos.


    Evangelio según San Juan 10,31-42.

    Los judíos tomaron piedras para apedrearlo.
    Entonces Jesús dijo: "Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?".
    Los judíos le respondieron: "No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios".
    Jesús les respondió: "¿No está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses?
    Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada- ¿Cómo dicen: 'Tú blasfemas', a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: "Yo soy Hijo de Dios"?
    Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre".
    Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos.
    Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí.
    Muchos fueron a verlo, y la gente decía: "Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad".
    Y en ese lugar muchos creyeron en él.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 26 de Marzo - «¿Por cuál de las obras buenas me queréis apedrear?


        San Pedro Crisólogo (c. 406-450) obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia Sermón 108; PL 52, 499

«¿Por cuál de las obras buenas me queréis apedrear?

    «Os exhorto por la misericordia de Dios» (Rm 12,1). Pablo pide, o mejor dicho, Dios nos exhorta por medio de él. El Señor se presenta como quien ruega porque prefiere ser amado que temido, y le agrada más mostrase como Padre que aparecer como Señor... Escucha lo que pide el Señor: «Alargué mis manos todo el día» (Is 65,2). ¿No es alargando las manos que habitualmente uno pide? «He alargado las manos». ¿Hacia quién? « Hacia el pueblo» ¿Qué pueblo? Un pueblo no sólo que no cree sino «rebelde». «He alargado las manos»: abre sus brazos, dilata su corazón, presenta su pecho, ofrece su seno, hace de todo su cuerpo un refugio, para mostrar a través de esta súplica hasta qué punto es padre. En otra parte escucha a Dios que pide: «Pueblo mío, ¿qué te he hecho, en qué te he entristecido?» (Mi 6,3). ¿No ha dicho: «Si mi divinidad os es desconocida, ¿no reconoceréis mi carne? ¡Mirad, mirad en mí vuestro cuerpo, vuestro miembros, vuestras entrañas, vuestra sangre! Si teméis lo que es de Dios ¿por qué no amáis lo que es vuestro? Si huis del Señor, ¿por qué no corréis hacia el Padre? Pero quizá sea la inmensidad de mi pasión, cuyos responsables fuisteis vosotros, lo que os confunde. ¡No temáis! Esta cruz no es mi aguijón, sino el aguijón de la muerte. Estos clavos no me infligen dolor, lo que hacen es acrecentar en mí el amor por vosotros. Estas llagas no provocan mis gemidos, lo que hacen es introduciros más en mis entrañas. Mi cuerpo al ser extendido en la cruz os acoge con un seno más dilatado pero no aumenta mi sufrimiento. Mi sangre no la pierdo, la derramo por vosotros. "Venid, pues, retornad, y comprobaréis que soy un padre, que devuelvo bien por mal, amor por injurias, inmensa ternura por tales heridas."