miércoles, 10 de marzo de 2021

EVANGELIO - 11 de Marzo - Lucas 11, 14-23


    Del Libro del Profeta Jeremías 7, 23-28

    Esto dice el Señor: «Esta fue la orden que di a mi pueblo: “Escuchad mi voz, Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo.  Seguid el camino que os señalo, y todo os irá bien”.
    Pero no escucharon ni hicieron caso. Al contrario, caminaron según sus ideas, según la maldad de su obstinado corazón. Me dieron la espalda y no la cara.
    Desde que salieron vuestros padres de Egipto hasta hoy, os envié a mis siervos, los profetas, un día tras otro; pero no me escucharon ni me hicieron caso. Al contrario, endurecieron la cerviz y fueron peores que sus padres.
    Ya puedes repetirles este discurso, seguro que no te escucharán; ya puedes gritarles, seguro que no te responderán. Aun así les dirás: “Esta es la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar. Ha desaparecido la sinceridad, se la han arrancado de la boca”».


Salmo 95(94),1-2.6-7.8-9

Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
No endurezcáis vuestro corazón.»
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. 

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. 

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras».


    Evangelio según Lucas 11, 14-23

    En aquel tiempo, estaba Jesús echando un demonio que era mudo.
    Sucedió que, apenas salió el demonio, empezó a hablar el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron: «Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».
    Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
    Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín.
    El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama».

    Palabra del Señor.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 11 de Marzo - «El que no recoge conmigo, desparrama»


       Simeón el Nuevo Teólogo Catequesis: Recoger con Cristo es vivir como Él vivió  27 : SC 113,116-118

«El que no recoge conmigo, desparrama»

    Los que son amigos de Dios y le aman, los que lo poseen en su interior como un tesoro inviolable, acogen los insultos y las humillaciones con una alegría y una felicidad indecibles (Mt 5,10-12). Rebosan amor y un amor sincero hacia los que les hacen sufrir todo esto, como bienhechores... El que no conoció caída alguna, el Señor Jesús nuestro Dios, fue golpeado, para que los pecadores que le imitan no sólo reciban el perdón sino que lleguen a participar de su divinidad por su obediencia. El que no acepta las afrentas con humildad de corazón, el que se avergüenza de imitar los sufrimientos de su Maestro, entonces, también Cristo se avergonzará de él, en presencia de los ángeles (Lc 9,26) 

    Fue abofeteado, cubierto de escupitajos, crucificado: estremeceos, hombres, temblad, y soportad también vosotros con alegría los insultos que Dios sufrió por nuestra salvación. Dios recibe una bofetada del último de sus siervos (Jn 18,22) para darte un ejemplo de victoria; ¿y tú no aceptas el mismo tratamiento por parte de uno de tus semejantes? Si te avergüenzas de llegar a ser imitador de Dios, ¿cómo reinarás con él? Si, esperándolo, no eres paciente en las vejaciones, ¿cómo serás glorificado con él en el Reino de los cielos?

SANTORAL - SAN EULOGIO DE CÓRDOBA

11 de Marzo


     Es uno de los grandes hombres que han enriquecido la historia de la Iglesia. Era brillante y audaz; un valeroso defensor de Cristo hasta el final. Vivió en Córdoba en el siglo IX. Su familia permaneció fiel a la fe católica a pesar del dominio musulmán que penalizaba con severos impuestos la asistencia al templo, y daban muerte a quien hablase de Cristo fuera de él. Con estas presiones y el miedo al martirio muchos católicos abandonaban la ciudad.

    Eulogio renovó el fervor de sus conciudadanos dentro de la capital y en sus aledaños. Su abuelo le enseñó siendo niño a que cada vez que el reloj señalase las horas, dijera una pequeña oración y así lo hacía, recitando, por ejemplo: «Dios mío, ven en mi auxilio, Señor, ven aprisa a socorrerme». Se formó en el colegio anexo a la iglesia de San Zoilo. Y también influyó en su educación el abad y escritor Speraindeo. Recibió una esmerada formación en filosofía y en otras ciencias. Su biógrafo, amigo y compañero suyo de estudios, Álvaro de Córdoba (Paulo Álvaro), reflejó su juventud diciendo que: «Era muy piadoso y muy mortificado. Sobresalía en todas las ciencias, pero especialmente en el conocimiento de la Sagrada Escritura. Su rostro se conservaba siempre amable y alegre. Era tan humilde que casi nunca discutía y siempre se mostraba muy respetuoso con las opiniones de los otros, y lo que no fuera contra la ley de Dios o la moral, no lo contradecía jamás. Su trato era tan agradable que se ganaba la simpatía de todos los que charlaban con él. Su descanso preferido era ir a visitar templos, casas de religiosos y hospitales. Los monjes le tenían tan grande estima que lo llamaban como consultor cuando tenían que redactar los reglamentos de sus conventos. Esto le dio ocasión de visitar y conocer muy bien un gran número de casas religiosas en España». Álvaro añade que: «tenía gracia para sacar a los hombres de su miseria y sublimarlos al reino de la luz». Siendo sacerdote, era un predicador excelente. Su anhelo fue agradar a Dios y se ejercitaba en el amor viviendo una rigurosa vida ascética. Confidenció a sus íntimos: «Tengo miedo a mis malas obras. Mis pecados me atormentan. Veo su monstruosidad. Medito frecuentemente en el juicio que me espera, y me siento merecedor de fuertes castigos. Apenas me atrevo a mirar el cielo, abrumado por el peso de mi conciencia». Este sentimiento de indignidad que acompaña a los santos, le instaba a emprender un camino de peregrinación para expiación de sus culpas. Roma era su objetivo, pero su idea de llegar a pie era casi un imposible. De modo que pospuso este proyecto.

    Hombre de vasta cultura, inquieto como las personas inteligentes que no pasan por la vida ajenas a las raíces de la historia, después de ver frustrados sus intentos de penetrar en el país galo, que estaba sumido en guerras, y donde se trasladaba con la idea de averiguar el paradero de dos de sus hermanos, vivió durante un tiempo en Navarra, en Aragón y en Toledo. En Leire tuvo ocasión de conocer la Vida de Mahoma así como clásicos de la literatura griega y latina, y otras obras relevantes entre las que se incluía La ciudad de Dios de san Agustín. Y después de contribuir a acrecentar el patrimonio espiritual de los monasterios sembrados por el Pirinieo, cuando ya había hecho acopio de una importante formación intelectual, regresó a Córdoba llevando con él un importante legado bibiográfico que nutriría los centros académicos de la capital. Poco a poco fue naciendo una especie de círculo en torno a él integrado por sacerdotes y religiosos.

    Pero en el año 850 los cristianos cordobeses quedaron estremecidos ante la cruenta persecución que se desató contra ellos. Muchos regaron con su sangre el amor que profesaban a Cristo, negándose a abjurar de su fe y a colocar en el centro de sus vidas a Mahoma. Eulogio fue apresado; junto a él se hallaba el prelado Saulo. El artífice de su detención fue otro obispo, Recaredo, que junto a un grupo de clérigos se puso de parte de los musulmanes. En la cárcel redactó su obra «Memorial de los mártires». A finales del año 851 fue liberado. Con Muhammad I, sucesor de Abderramán, la situación de los cristianos se hizo aún más insostenible. Y Eulogio no estaba seguro en ningún lugar. De modo que durante un tiempo el santo fue de un lado a otro buscando proteger su vida.

    El año 858 fue elegido arzobispo de Toledo, pero su glorioso martirio estaba próximo. La joven Lucrecia, hija de mahometanos, anhelaba ser católica. Como la obligaban a ser musulmana, ayudada por Eulogio huyó de su casa y se refugió en la de unos católicos. Apresados ambos el año 859, fueron condenados a muerte. La notoriedad pública de Eulogio era altísima. Los ojos de los fieles estaban clavados en él. De modo que si los captores lograban que abjurase de la fe, el éxito estaba más que asegurado. Muchos seguirían sus pasos. No lograron sus propósitos, a pesar de que astutamente le propusieron simular su retractación. Solo tenía que hacer creer a todos que abandonaba su fe, pero después podía actuar a conveniencia. Naturalmente, el santo respondió con el Evangelio en la mano, renovando los pilares esenciales de su vida ante el emir que presidía el tribunal. Uno de los fiscales que juzgaba su caso y el de Lucrecia montó en cólera: "Que el pueblo ignorante se deje matar por proclamar su fe, lo comprendemos. Pero tú, el más sabio y apreciado de todos los cristianos de la ciudad, no debes ir así a la muerte. Te aconsejo que te retractes de tu religión, y así salvarás tu vida». La pena capital era por decapitación. Pero Eulogio no se inmutó. Respondió: «Ah, si supieses los inmensos premios que nos esperan a los que proclamamos nuestra fe en Cristo, no solo no me dirías que debo dejar mi religión, sino que tu dejarías a Mahoma y empezarías a creer en Jesús. Yo proclamo aquí solemnemente que hasta el último momento quiero ser amador y adorador de Nuestro Señor Jesucristo», palabras que coronó derramando su sangre junto a la de Lucrecia el 11 de marzo del año 859.

Oremos

    Señor y Dios nuestro: tú que, en la difícil situación de la Iglesia mozárabe, suscitaste en San Eulogio un espíritu heroico para la confesión intrépida de la fe, concédenos superar con gozo y energía, fortalecidos por ese mismo espíritu, todas nuestras situaciones adversas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén 

martes, 9 de marzo de 2021

EVANGELIO - 10 de Marzo - San Mateo 5,17-19.


         Deuteronomio 4,1.5-9.

    Moisés habló al pueblo, diciendo: "Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres.
    Tengan bien presente que ha sido el Señor, mi Dios, el que me ordenó enseñarles los preceptos y las leyes que ustedes deberán cumplir en la tierra de la que van a tomar posesión.
    Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oír todas estas leyes, dirán: "¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!".
    ¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos?.
    ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?.
    Pero presta atención y ten cuidado, para no olvidar las cosas que has visto con tus propios ojos, ni dejar que se aparten de tu corazón un sólo instante. Enséñalas a tus hijos y a tus nietos."


Salmo 147,12-13.15-16.19-20.

¡Glorifica al Señor, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión!
El reforzó los cerrojos de tus puertas
y bendijo a tus hijos dentro de ti.

Envía su mensaje a la tierra,
su palabra corre velozmente;
reparte la nieve como lana
y esparce la escarcha como ceniza.

Revela su palabra a Jacob,
sus preceptos y mandatos a Israel:
a ningún otro pueblo trató así
ni le dio a conocer sus mandamientos.


    Evangelio según San Mateo 5,17-19.

    Jesús dijo a sus discípulos: «No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
    Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
    El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 10 de Marzo - «No he venido a abolir, sino a dar plenitud»


San Jerónimo Sobre el Evangelio de san Marcos: Cristo, el cumplimiento de la Ley y los profetas 9-8: SC 494

«No he venido a abolir, sino a dar plenitud»

    Cuando leo el evangelio y encuentro testimonios de la Ley y de los profetas, no considero en ello otra cosa que a Cristo. Cuando contemplo a Moisés, cuando leo a los profetas es para comprender lo que dicen de Cristo. El día que habré llegado a entrar en el resplandor de la luz de Cristo y brille en mis ojos como la luz del sol, ya no seré capaz de mirar la luz de una lámpara. Si alguien enciende una lámpara en pleno día, la luz de la lámpara se desvanece. Del mismo modo, cuando uno goza de la presencia de Cristo, la Ley y los profetas desaparecen. No quito nada a la gloria de la Ley y de los profetas; al contrario, los enaltezco como mensajeros de Cristo. Porque cuando leo la Ley y los profetas, mi meta no es la Ley y los profetas sino, por la Ley y los profetas quiero llegar a Cristo.

SANTORAL - SANTOS MÁRTIRES DE SEBASTE

10 de Marzo


    Los 40 mártires de Sebaste (a. 320) La Legión XII Fulminata se hizo célebre entre los cristianos del siglo IV por el martirio de 40 de sus soldados. Junto a la Legión XV Apollinaris tenía a su cargo la defensa de Asia Menor. En el año 312 Constantino y Licinio publicaron un edicto favorable a los cristianos. Majencio había sido derrotado el 28 de Abril de ese año junto al puente Milvio y quedaba Constantino como único emperador de Occidente.

    En Oriente, vencido Maximiano Daia, es Licinio el único dueño. Constantino y Licinio son emperadores asociados. Por ese momento hay abundantes cristianos enrolados en las filas del ejército por la tranquilidad que por años los fieles cristianos van disfrutando al amparo del edicto imperial. En lenguaje de Eusebio, el ambicioso Licinio se quita la máscara e inicia en Oriente una cruenta persecución contra los cristianos. La verdad histórica del martirio, con sus detalles más nimios, no llega uniformemente a nuestros tiempos. La predicación viva de su entrega hasta la muerte -propuesta una y otra vez como paradigma a los fieles- está necesariamente adaptada a la necesidad interior de los diferentes auditorios; esto hace que se resalten más unos aspectos que otros, según lo requiera el mayor provecho espiritual, a los distintos oyentes y probablemente ahí radique la diferencia de las memorias.

    San Gregorio de Nisa, apologista acérrimo de los soldados mártires, sitúa el lugar del martirio en Armenia, cerca de la actual Sivas, en la ciudad de Sebaste. Fue en el año 320 y en un estanque helado. (San Efrén, al comentarlo, debió imaginarlo tan grande que lo llamó “lago”) Dice que de la XII Fulminata, cuarenta hombres aguerridos prefirieron la muerte gélida a renunciar a su fe cristiana. Sobre el hielo y hundiéndose en el rigor del agua fría, los soldados, con sus miembros yertos, se animan mutuamente orando: “Cuarenta, Señor, bajamos al estadio; haz que los cuarenta seamos coronados”. Quieren ser fieles hasta la muerte... pero uno de ellos flaquea y se escapa; el encargado de su custodia , asombrado por la entereza de los que mueren y aborreciendo la cobardía del que huye, entra en el frío congelador y completa el número de los que, enteros, mantienen su ideal con perseverancia.

    Los sepultaron, también juntos, en el Ponto, dato difícil de interpretar por ser armenios los mártires. Pronto comenzó el culto a los soldados y se propagó por Constantinopla, Palestina -donde santa Melania la Joven construyó un monasterio poniéndolo bajo su protección-, Roma y de allí a toda la cristiandad. La antigüedad cristiana vibraba con la celebración del heroísmo de sus soldados, admiró la valentía, la constancia, el desprendimiento, la renuncia a una vida larga y privilegiada. Deseaban las iglesias particulares conseguir alguna de sus reliquias tanto que san Gaudencio afirma se valoraban más que el oro y san Gregorio Niseno las apreciaba hasta el punto de colocarlas junto a los cuerpos de sus padres para que en la resurrección última lo hicieran junto a sus valientes intercesores.

Oremos

    Te rogamos, Señor Dios omnipotente, que los que honramos a los bienaventurados mártires, que perseveraron tan firmes en la confesión de la fe, experimentemos su piadosa intercesión en el acatamiento de tu soberana Majestad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

lunes, 8 de marzo de 2021

EVANGELIO - 09 de Marzo - San Mateo 18,21-35.

 

        Libro de Daniel 3,25.34-43.

    Azarías, de pie en medio del fuego, tomó la palabra y oró así: No nos abandones para siempre a causa de tu Nombre, no anules tu Alianza, no apartes tu misericordia de nosotros, por amor a Abraham, tu amigo, a Isaac, tu servidor, y a Israel, tu santo, a quienes prometiste una descendencia numerosa como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar.
    Señor, hemos llegado a ser más pequeños que todas las naciones, y hoy somos humillados en toda la tierra a causa de nuestros pecados.
    Ya no hay más en este tiempo, ni jefe, ni profeta, ni príncipe, ni holocausto, ni sacrificio, ni oblación, ni incienso, ni lugar donde ofrecer las primicias, y así, alcanzar tu favor.
    Pero que nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humillado nos hagan aceptables como los holocaustos de carneros y de toros, y los millares de corderos cebados; que así sea hoy nuestro sacrificio delante de ti, y que nosotros te sigamos plenamente, porque no quedan confundidos los que confían en ti.
    Y ahora te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos tu rostro.
    No nos cubras de vergüenza, sino trátanos según tu benignidad y la abundancia de tu misericordia.
    Líbranos conforme a tus obras maravillosas, y da gloria a tu Nombre, Señor.


Salmo 25(24),4bc-5ab.6-7bc.8-9.

Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador.

Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor,
porque son eternos.
Por tu bondad, Señor,
acuérdate de mi según tu fidelidad.

El Señor es bondadoso y recto:
por eso muestra el camino a los extraviados;
él guía a los humildes para que obren rectamente
y enseña su camino a los pobres.


    Evangelio según San Mateo 18,21-35.

    Se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?".
    Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
    Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.
    Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.
    Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
    El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo".
    El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
    Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'.
    El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'.
    Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
    Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
    Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda.
    ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?'.
    E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
    Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 09 de Marzo - «¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?»


        Santa Faustina Kowalska (1905-1938) religiosa Pequeño diario, § 1570

«¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?»

    Oh Dios de gran misericordia, Bondad infinita, mira como hoy la humanidad entera clama desde el abismo de su miseria a tu misericordia, a tu compasión, oh Dios; clama con la poderosa voz de la miseria. Dios bondadoso, no rechaces las plegarias de los exiliados de esta tierra. Oh Señor, bondad inconcebible, conoces nuestra miseria hasta el fondo y sabes que no podríamos, con nuestras solas fuerzas, elevarnos hasta ti. Por eso te suplicamos, adelántate con tu gracia y sin cesar aumenta en nosotros tu misericordia, a fin de que cumplamos fielmente tu santa voluntad durante toda la vida, como también en la hora de nuestra muerte. Que el poder infinito de tu misericordia nos proteja de las asechanzas del enemigo de nuestra salvación, para que esperemos confiadamente, como a hijos tuyos, tu última venida, cuyo día sólo tú conoces. Y nosotros, a pesar de nuestra miseria, esperamos recibir todo lo que nos prometió Jesús porque él es nuestra esperanza; pasamos por su corazón misericordioso como por las puertas abiertas del cielo.

SANTORAL - SANTO DOMINGO SAVIO

09 de Marzo


 SANTO DOMINGO SAVIO 

TAN PEQUEÑO Y TAN SANTO

    Domingo nació el 2 de abril de 1842 en la provincia de Turín, en el norte de Italia, en una familia humilde pero al mismo tiempo muy fervorosa. Ya desde tierna edad decidió imitar fielmente a Jesús, alejándose de cuanto lo pudiera alejar de El. A los 7 años hizo su primera comunión y a los 12 entró en el Oratorio de San Juan Bosco. Bajo la dirección personal del gran santo salesiano se convirtió en tabernáculo del Señor y en modelo y ejemplo de amor a Dio para los demás. Fue un verdadero apóstol y misionero de Jesús, con la simple presencia de su vida.

    Los que lo conocieron en vida dicen que no era pequeño de estatura, pero si delgado, casi débil. Prefería escuchar que hablar. Era humilde y respetuoso de todos y tenía una habilidad natural para apaciguar las discusiones y peleas, que en aquella edad entre sus compañeros, a veces brotaban casi naturalmente.

    Su único interés era Dios y como hacer que los demás concentrasen sus energías en servirle mejor a El. Lo que le faltaba en fuerza física la recuperaba en alteza moral, en fortaleza de corazón y en aceptación de la voluntad de Dios cualquiera que esta fuese.

    La primera biografía de la vida de Domingo fue escrita por su maestro San Juan Bosco, y de entre esas páginas han surgido tantas vocaciones. Inclusa la vocación del futuro Papa Benedicto XVI, que con tanta ternura ha mirado a la Obra de la Infancia Misionera

    Domingo murió a tan sólo 15 años de edad. Era el 9 de marzo de 1857. Su Santidad Pío XII lo canonizó en el 1954. Exactamente 50 años atrás.

“Como santo Domingo Savio, sed todos misioneros con el buen ejemplo, con las buenas palabras y con las buenas acciones en casa, entre los vecinos y entre los compañeros de trabajo. En todas las edades se puede y se debe testimoniar a Cristo. El compromiso del testimonio cristiano es permanente y diario”

(S.S. Juan Pablo II, Homilía del 7 de diciembre de 1997)

Fuente: Vaticano


Oremos

    Angelical Domingo Savio, que en la escuela de Don Bosco aprendiste a recorrer los caminos de la santidad juvenil, ayúdanos a imitar tu amor a Jesús, tu devoción a María, tu celo por las almas; y hace que, proponiendo también nosotros de querer la muerte antes que pecar, obtenemos nuestra salvación eterna. Amén

domingo, 7 de marzo de 2021

EVANGELIO - 08 de Marzo - San Lucas 4,24-30.


        Segundo Libro de los Reyes 5,1-15.

    Naamán, general del ejército del rey de Arám, era un hombre prestigioso y altamente estimado por su señor, porque gracias a él, el Señor había dado la victoria a Arám. Pero este hombre, guerrero valeroso, padecía de una enfermedad en la piel.
    En una de sus incursiones, los arameos se habían llevado cautiva del país de Israel a una niña, que fue puesta al servicio de la mujer de Naamán.
    Ella dijo entonces a su patrona: "¡Ojalá mi señor se presentara ante el profeta que está en Samaría! Seguramente, él lo libraría de su enfermedad".
    Naamán fue y le contó a su señor: "La niña del país de Israel ha dicho esto y esto".
    El rey de Arám respondió: "Está bien, ve, y yo enviaré una carta al rey de Israel". Naamán partió llevando consigo diez talentos de plata, seis mil siclos de oro y diez trajes de gala, y presentó al rey de Israel la carta que decía: "Al mismo tiempo que te llega esta carta, te envío a Naamán, mi servidor, para que lo libres de su enfermedad".
    Apenas el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras y dijo: "¿Acaso yo soy Dios, capaz de hacer morir y vivir, para que este me mande librar a un hombre de su enfermedad? Fíjense bien y verán que él está buscando un pretexto contra mí".
    Cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras, mandó a decir al rey: "¿Por qué has rasgado tus vestiduras? Que él venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel".
    Naamán llegó entonces con sus caballos y su carruaje, y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo.
    Eliseo mandó un mensajero para que le dijera: "Ve a bañarte siete veces en el Jordán; tu carne se restablecerá y quedarás limpio".
    Pero Naamán, muy irritado, se fue diciendo: "Yo me había imaginado que saldría él personalmente, se pondría de pie e invocaría el nombre del Señor, su Dios; luego pasaría su mano sobre la parte afectada y curaría al enfermo de la piel.
    ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Parpar, no valen más que todas las aguas de Israel? ¿No podía yo bañarme en ellos y quedar limpio?". Y dando media vuelta, se fue muy enojado.
    Pero sus servidores se acercaron para decirle: "Padre, si el profeta te hubiera mandado una cosa extraordinaria ¿no la habrías dicho? ¡Cuánto más si él te dice simplemente: Báñate y quedarás limpio!".
    Entonces bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó limpio.
    Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el hombre de Dios. Al llegar, se presentó delante de él y le dijo: "Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un presente de tu servidor".


Salmo 42(41),2-3.43(42),3-4.

Como la cierva sedienta
busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira
por ti, mi Dios.

Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar
el rostro de Dios?

Envíame tu luz y tu verdad:
que ellas me encaminen
y me guíen a tu santa Montaña,
hasta el lugar donde habitas.

Y llegaré al altar de Dios,
el Dios que es la alegría de mi vida;
y te daré gracias con la cítara,
Señor, Dios mío.


    Evangelio según San Lucas 4,24-30.

    Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
    Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.
    Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
    También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".
    Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
    Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 08 de Marzo - «Elías fue enviado a una mujer viuda de Sarepta de Sidón»


      San Agustín de Hipona Sermón: Harina de la eternidad  (cf. Lc 4,26) 11, 2-3, sobre la viuda de Sarepta

«Elías fue enviado a una mujer viuda de Sarepta de Sidón»

    La viuda sin recursos salió para recoger dos pedazos de leña para cocer pan, y fue en ese momento que la encontró Elías. Esta mujer era el símbolo de la Iglesia porque una cruz está formada por dos pedazos de leña, y la que iba a morir buscaba de qué vivir eternamente. Hay ahí un misterio escondido... Elías le dice: «Ves, primero aliméntame de tu pobreza, y tus riquezas no se agotarán». ¡Dichosa pobreza! Si la viuda recibió aquí abajo un salario tal ¡qué recompensa no va a tener derecho a esperar en la otra vida!

    Insisto sobre este pensamiento: no pensemos recoger el fruto de nuestra siembra en este mismo tiempo en que sembramos. Aquí abajo, sembramos con fatiga lo que será la cosecha de las buenas obras, pero es más tarde que con gozo recogeremos el fruto, según lo que está escrito: «Al ir, iban llorando, llevando la semilla. Al volver, vuelven cantando trayendo sus gavillas» (Sal 125,6). El gesto de Elías hacia esta mujer era, en efecto, un símbolo y no su recompensa. Porque si esta viuda hubiera sido recompensada aquí abajo por haber alimentado al hombre de Dios, ¡qué siembra más pobre, qué pobre cosecha! Recibió solamente un bien temporal: la harina que no se acabó, y el aceite que no disminuyó hasta el día en que el Señor regó la tierra con su lluvia. Este signo que Dios le concedió por unos pocos días, era símbolo de la vida futura en la que nuestra recompensa no podrá disminuir. ¡Nuestra harina será Dios! Así como la harina de esta mujer no se acabó a lo largo de sus días, Dios no nos va a faltar nunca durante toda la eternidad... Siembra confiadamente y tu cosecha será cierta; vendrá más tarde, pero cuando vendrá, recogerás sin fin.

SANTORAL - SAN JUAN DE DIOS

08 de Marzo


    Fundador (1495-1550) Juan Ciudad Duarte nació de padres humildes en Montemayor el Nuevo (Portugal), el año 1495. Eran años de efervescencia, al reclamo de los nuevos descubrimientos. Juan partió de su pueblo cuando sólo tenía ocho años. Entró en España y se quedó en Oropesa. Más tarde seguiría su aventura.

    Entra a servir en casa de un rico propietario. El dueño le propone un ventajoso matrimonio con su hija. Juan no quiere atarse y desaparece. Se alista en el ejército. Lucha como San Ignacio en Fuenterrabía. Sufre muchas peripecias. Por un descuido es expulsado y regresa a Oropesa. Vuelve al ejército contra los turcos y llega hasta Viena. A la vuelta pasa por su pueblo. Luego reside en Sevilla, Ceuta, Gibraltar y Algeciras, siempre con ocupaciones diversas.

    Su vida es una perpetua aventura. A los 42 años llega a Granada. Allí se realizó su conversión. «Granada será tu cruz», le dice el Señor. Desde ahora se llamará Juan de Dios. Predicaba en Granada San Juan de Ávila, y con tales colores y tonos predicó sobre la belleza de la virtud y sobre la fealdad del pecado, con tantos ardores habló sobre el amor de Dios, que Juan se sintió como herido por un rayo. Se tiraba por el suelo, mientras repetía: «Misericordia, Señor, misericordia». Quemó los libros que vendía de caballería, repartió los piadosos, lo dio todo, y corrió por las calles de la ciudad descalzo y gritando sus pecados y su arrepentimiento como uno que ha perdido el juicio.

    Sólo Juan de Ávila que le animó a encauzar aquellos arrebatos en alguna obra permanente de caridad. Y Juan concentró ahora todo su entusiasmo en una nueva Orden: La Orden de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios. «Haceos el bien, hermanos», repetía sin cesar. Sus primeros compañeros los reclutó el fundador entre la gente más desarrapada: un alcahuete, un asesino, un espía y un usurero. Esa es la fuerza del amor. Un converso que saca del fango a cuatro truhanes y los hace héroes cristianos. Sobre estas cuatro columnas apoyará su obra. Peregrina a Guadalupe. Vuelve a Granada y recoge los primeros enfermos.

    Es el precursor de la beneficencia moderna. Acoge a los enfermos, los cura, los limpia, los consuela, les da de comer. Todo es limpieza, orden y paz en la casa. Por la noche mendiga por la ciudad para los enfermos. Todos se le abren. Todos le ayudan. Es muy expresivo el cuadro de Murillo: va el Santo con el cesto lleno por la ciudad, carga con un enfermo ulceroso que representa a Jesucristo y un ángel le sostiene y le guía. Un día se declaró un incendio en el Hospital.

    Había peligro de que todos los enfermos quedaran abrasados. Juan de Dios, desoyendo a los prudentes, se metió en el fuego, dispuesto a dar la vida, cogió uno a uno sobre sus espaldas y los salvó a todos. A él únicamente se le chamuscaron los vestidos. Las llamas de su amor fueron más fuertes que el fuego. Murió en Granada el año 1550.

Oremos

    ¡Glorioso San Juan de Dios, caritativo protector de los enfermos y desvalidos! Mientras vivisteis en la tierra no hubo quien se apartase de vos desconsolado: el pobre halló amparo y refugio; los afligidos consuelo y alegría; confianza los desesperados y alivio en sus penas y dolores todos los enfermos. Si tan copiosos fueron los frutos de vuestra caridad estando aún en el mundo, ¿qué no podremos esperar de vos ahora que vivís íntimamente unido a Dios en el Cielo? Animados con este pensamiento, esperamos nos alcancéis del Señor la gracia de… si es para mayor gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.