miércoles, 22 de enero de 2020

CARTA ENCÍCLICA FIDES ET RATIO DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II SOBRE LAS RELACIONES ENTRE FE Y RAZÓN



CAPÍTULO II
CREDO UT INTELLEGAM




« Adquiere la sabiduría, adquiere la inteligencia » (Pr 4, 5)

23. La relación del cristiano con la filosofía, pues, requiere un discernimiento radical. En el Nuevo Testamento, especialmente en las Cartas de san Pablo, hay un dato que sobresale con mucha claridad: la contraposición entre « la sabiduría de este mundo » y la de Dios revelada en Jesucristo. La profundidad de la sabiduría revelada rompe nuestros esquemas habituales de reflexión, que no son capaces de expresarla de manera adecuada.

El comienzo de la Primera Carta a los Corintios presenta este dilema con radicalidad. El Hijo de Dios crucificado es el acontecimiento histórico contra el cual se estrella todo intento de la mente de construir sobre argumentaciones solamente humanas una justificación suficiente del sentido de la existencia. El verdadero punto central, que desafía toda filosofía, es la muerte de Jesucristo en la cruz. En este punto todo intento de reducir el plan salvador del Padre a pura lógica humana está destinado al fracaso. « ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el docto? ¿Dónde el sofista de este mundo? ¿Acaso no entonteció Dios la sabiduría del mundo? » (1 Co 1, 20) se pregunta con énfasis el Apóstol. Para lo que Dios quiere llevar a cabo ya no es posible la mera sabiduría del hombre sabio, sino que se requiere dar un paso decisivo para acoger una novedad radical: « Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios [...]. lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es » (1 Co 1, 27-28). La sabiduría del hombre rehúsa ver en la propia debilidad el presupuesto de su fuerza; pero san Pablo no duda en afirmar: « pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte » (2 Co 12, 10). El hombre no logra comprender cómo la muerte pueda ser fuente de vida y de amor, pero Dios ha elegido para revelar el misterio de su designio de salvación precisamente lo que la razón considera « locura » y « escándalo ». Hablando el lenguaje de los filósofos contemporáneos suyos, Pablo alcanza el culmen de su enseñanza y de la paradoja que quiere expresar: « Dios ha elegido en el mundo lo que es nada para convertir en nada las cosas que son » (1 Co 1, 28). Para poner de relieve la naturaleza de la gratuidad del amor revelado en la Cruz de Cristo, el Apóstol no tiene miedo de usar el lenguaje más radical que los filósofos empleaban en sus reflexiones sobre Dios. La razón no puede vaciar el misterio de amor que la Cruz representa, mientras que ésta puede dar a la razón la respuesta última que busca. No es la sabiduría de las palabras, sino la Palabra de la Sabiduría lo que san Pablo pone como criterio de verdad, y a la vez, de salvación.

La sabiduría de la Cruz, pues, supera todo límite cultural que se le quiera imponer y obliga a abrirse a la universalidad de la verdad, de la que es portadora. ¡Qué desafío más grande se le presenta a nuestra razón y qué provecho obtiene si no se rinde! La filosofía, que por sí misma es capaz de reconocer el incesante transcenderse del hombre hacia la verdad, ayudada por la fe puede abrirse a acoger en la « locura » de la Cruz la auténtica crítica de los que creen poseer la verdad, aprisionándola entre los recovecos de su sistema. La relación entre fe y filosofía encuentra en la predicación de Cristo crucificado y resucitado el escollo contra el cual puede naufragar, pero por encima del cual puede desembocar en el océano sin límites de la verdad. Aquí se evidencia la frontera entre la razón y la fe, pero se aclara también el espacio en el cual ambas pueden encontrarse.

LAS OBRAS DE MISERICORDIA

Hay catorce obras de misericordia - Siete corporales y Siete espirituales

I.- Obras de misericordia espirituales


    2447 Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (cf. Is 58, 6-7; Hb 13, 3). Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (cf Mt 25,31-46). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf Tb 4, 5-11; Si 17, 22) es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios (cf Mt 6, 2-4): «El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo mismo» (Lc 3, 11).

    «Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros» (Lc 11, 41). «Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, calentaos o hartaos”, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?» (St 2, 15-16; cf Jn 3, 17).

EVANGELIO - 23 de Enero - San Marcos 3,7-12


    Evangelio según San Marcos 3,7-12.

    Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea.
    Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón.
    Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara.
    Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo.
    Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!".
    Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 23 de Enero - "Muchos seguían acudiendo a él de todas partes"


       San Efrén (c. 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia Diatessaron, oración final; SC 12, 404ss

“Muchos seguían acudiendo a él de todas partes.”

    ¡Oh misericordias, enviadas y derramadas sobre todos los hombres! Vienen de ti, Señor, tú que en tu compasión por todos los hombres has salido a su encuentro. Por tu muerte les has abierto los tesoros de tu misericordia... Tu ser profundo queda escondido a la mirada de los hombres, pero es anunciado en los movimientos más insignificantes. Tus obras nos dan las pistas para conocer al autor y las criaturas nos hablan de su creador (Sb 13,1; Rm 1,20), para que podamos tocar a aquel que se sustrae a la búsqueda intelectual, pero que se da a conocer en sus dones. Es difícil llegar a estar delante de él cara a cara, pero es fácil acercarse a él.

    Nuestro agradecimiento es insuficiente, pero te adoramos en todas las cosas por tu amor hacia todos los hombres. Tú nos distingues a cada uno de nosotros por el fondo de nuestro ser invisible, nosotros, que estamos todos unidos fundamentalmente por la única naturaleza de Adán... Te adoramos, tú que nos has puesto en este mundo a cada uno de nosotros, que nos has confiado todo lo que hay en él y nos sacarás de él en el momento que ignoramos. Te adoramos, tú que has puesto tu palabra en nuestros labios para que pudiéramos presentarte nuestras peticiones. Adán te aclama, él que descansa en la paz, y nosotros, su posteridad, con él, ya que todos somos beneficiarios de tu gracia. Los vientos te alaban,... la tierra te canta..., los mares te bendicen..., los árboles te aclaman, las plantas y las flores te enaltecen.. Que todo lo que existe se una en una voz para alabarte, darte gracias por todas las bondades y te bendiga en la paz.

    A nosotros nos conviene enaltecerte en todo momento, con toda nuestra voluntad y tú derramas sobre nosotros algo de tu plenitud, para que tu verdad nos convierta y que así desaparezca nuestra debilidad que, sin tu gracia, no puede llegar hasta ti, tú el Dador de todo don.

SANTORAL - SAN ILDEFONSO DE TOLEDO

23 de Enero


    En la ciudad de Toledo, en la Hispania Tarraconense, san Ildefonso, que fue monje y rector de su cenobio, y después elegido obispo. Autor fecundo de libros y de textos litúrgicos, se distinguió por su gran devoción hacia la santísima Virgen María, Madre de Dios.

    El nombre de Ildefonso parece ser la forma original de la que se desprenden las variantes Alfonso y Alonso. Después de san Isidoro de Sevilla, san Ildefonso (al que una fuente no muy de fiar hace discípulo del primero), ha sido siempre considerado como una de las mayores glorias de la Iglesia de España, la cual le honra como doctor de la Iglesia. Ildefonso era sobrino de san Eugenio, arzobispo de Toledo, a quien debía suceder en el cargo. A pesar de la oposición paternal, Ildefonso se hizo monje a temprana edad, en el convento de Agalia, cerca de Toledo, del que fue más tarde abad. Sabemos que fue ordenado diácono hacia el año 630, y que, aunque no era entonces más que un simple monje, fundó un convento de religiosas en los alrededores. Siendo abad, asistió al séptimo y octavo Concilio de Toledo, en 653 y 655, respectivamente. Su elevación a la dignidad de arzobispo parece haber ocurrido el año 657. Los ardientes encomios que le prodiga Julián, su contemporáneo y sucesor en la sede, así como el testimonio de otros eminentes eclesiásticos y el fervor de sus propios escritos, prueban que la elección recayó sobre un hombre que poseía todas las virtudes exigidas por esa elevada dignidad. Ildefonso gobernó la sede de Toledo algo más de nueve años, y murió el 23 de enero del año 667.

    Uno de los rasgos más característicos de la obra literaria de San Ildefonso, y particularmente de su tratado «De virginitate perpetua sanctae Mariae», es el entusiasmo casi exagerado con que el santo habla de la Santísima Virgen. Edmund Bishop pone de relieve este rasgo en sus valiosos estudios («Spanish Symptoms»). Se trata en realidad de una nota típica, tanto de la devoción personal del santo como del medio en que vivía. Nada tiene, pues, de extraño que, un siglo después de su muerte, hayan surgido dos leyendas sobre la privilegiada posición de san Ildefonso respecto de la Madre de Dios. Según la primera de dichas leyendas, la mártir santa Leocadia, patrona de Toledo, se levantó de su tumba cuando san Ildefonso se hallaba orando ahí, para agradecerle, en nombre de Nuestra Señora, las alabanzas que le había prodigado. La otra leyenda pretende que la Santísima Virgen se apareció en persona a san Ildefonso para mostrarle su gratitud y que le regaló una casulla. Esta última leyenda aparece, con muchos retoques, en casi todas las grandes colecciones de Marienlegenden, que tan de moda estuvieron en los siglos XII y XIII. En todo caso, hay razones para creer que el lenguaje mariano que se impuso en Toledo en tiempos de san Ildefonso, influyó profundamente en el tono de los documentos litúrgicos españoles.

Oremos
    
    Dios todopoderoso, que hiciste a san Ildefonso insigne defensor de la virginidad de María, concede a los que creemos en este privilegio de la Madre de tu Hijo sentirnos amparados por su poderosa y materna intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén

EL CANON DE LAS ESCRITURAS

ANTIGUO TESTAMENTO 
PENTATEUCO


    El Éxodo, segundo libro del Pentateuco, es el libro de la liberación y de la Alianza, de los primeros pasos por el desierto y de la fabricación del instrumental cúltico. Libro heterogéneo por tema y origen. La división temática se da por bloques bastante diferenciados, la división por origen impone muchas veces destrenzar lo trenzado por el autor del libro actual.

Salida de Egipto 

    Éste es el gran libro épico de la liberación. El Señor irrumpe en la historia poniéndose al lado de un pueblo de esclavos, oprimido por Egipto, una de las potencias de aquel entonces. El faraón resiste al actuar divino por razón de Estado: razón política, porque la minoría extranjera se está haciendo mayoría; razón militar, porque podrían convertirse en peligroso apoyo del enemigo; razón económica, porque suministran mano de obra gratis.
    Es inevitable el choque de fuerzas. En diez encuentros el Señor descarga sus golpes. Los dos primeros encuentros quedan indecisos; al tercero, el Señor se impone; al séptimo, el faraón reconoce su culpa; al décimo, los israelitas son empujados a salir del país de la opresión. El autor último, utilizando textos diversos, compone un cuadro estilizado y grandioso.
    El Señor actúa, en parte, por medio de Moisés, el gran liberador humano, que repite por adelantado la experiencia del pueblo, se solidariza con él, lo moviliza. Se enfrenta tenazmente con el faraón y va creciendo en estatura hasta hacerse figura legendaria.
    El último acto se desenvuelve en un escenario cósmico: un desierto hostil que se dilata a la espalda, un agua amenazadora que cierra el paso al frente, un viento aliado que cumple las órdenes de Dios. En la batalla cósmica se consuma la derrota de un ejército prepotente y la salvación de un pueblo desarmado.
    Estos capítulos se clavan en la memoria del pueblo, convirtiéndose en modelo o patrón de sucesivas liberaciones; con la misma función penetran en el Nuevo Testamento y extienden su influjo e inspiración incluso a gente que no cree en ese Dios liberador. El Señor será para siempre en Israel «el que nos sacó de Egipto, de la esclavitud».

Historicidad

    ¿Quiso el autor escribir historia, o sea, relatar hechos sucedidos? En caso afirmativo, ¿qué criterios y técnicas narrativas empleó? Partiendo del texto, ¿podemos reconstruir un proceso histórico? Y si esto es posible, ¿podemos rastrear sus huellas?
    El libro no nos ayuda mucho a responder a estas preguntas, pues es muy vago en detalles significativos, y contiene grandes silencios y lagunas al respecto, p. ej. ¿Cómo se llama el faraón? –En otros libros se suministran nombres: Necó, Nabucodonosor, Ciro, etc.–. No se aducen fechas. Casi todo es anónimo e indiferenciado.
    Fuera del libro no encontramos en la literatura circundante referencias precisas a los hechos narrados. La arqueología de Palestina ofrece un testimonio ambiguo. Evidencia movimientos de población y cambios culturales hacia el 1200 a.C. al pasar de la edad de bronce a la del hierro; pero en muchos detalles no concuerda con el relato bíblico. No cabe duda, sin embargo, que el autor está narrando hechos que sucedieron y que marcaron para siempre la identidad del pueblo de Israel. Y es este sentido de su propia trayectoria histórica lo que quiere dejar constancia escrita.
    A favor de la historicidad básica del libro del Éxodo, se aduce la exactitud del color egipcio y muchos detalles: nombres, prácticas, fenómenos. Y sobre todo, un argumento de coherencia: sin una experiencia egipcia y una salida con un guía, es muy difícil explicar la historia sucesiva y los textos bíblicos.
    Se señala como fecha más probable para los acontecimientos el reinado en Egipto de Ramsés II, nieto de Ramsés I, fundador de la dinastía XVIII, e hijo de Seti I, quien restableció el dominio egipcio sobre Palestina y Fenicia. Firmado el tratado de paz con el monarca hitita Hatusilis III, el faraón sucumbió a una fiebre constructora; ciudades, monumentos, estatuas.

Mensaje religioso 

    Pero por encima de todo, el Éxodo es el testimonio de la revelación de Dios como liberador, sensible al dolor y al clamor de un pueblo que sufre la opresión y que, por tanto, decide inclinar su fuerza en favor del débil.
    Esta auto-revelación de un Dios que no tolera la opresión ni la injusticia, es la clave para entender la forma cómo la fe israelita describe las acciones que dieron como resultado su liberación del poderío egipcio. Pero también sigue siendo la clave permanente para que todo pueblo oprimido, de hoy y de mañana, se sacuda de la opresión de toda esclavitud, contando siempre no sólo con la aprobación de Dios, sino lo que es más importante, con el poder y el aliento de su presencia liberadora.

    Fuente: La BIBLIA de NUESTRO PUEBLO
    Texto: LUIS ALONSO SCHÖKEL

martes, 21 de enero de 2020

CARTA ENCÍCLICA FIDES ET RATIO DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II SOBRE LAS RELACIONES ENTRE FE Y RAZÓN



CAPÍTULO II
CREDO UT INTELLEGAM




« Adquiere la sabiduría, adquiere la inteligencia » (Pr 4, 5)

22. San Pablo, en el primer capítulo de su Carta a los Romanos nos ayuda a apreciar mejor lo incisiva que es la reflexión de los Libros Sapienciales. Desarrollando una argumentación filosófica con lenguaje popular, el Apóstol expresa una profunda verdad: a través de la creación los « ojos de la mente » pueden llegar a conocer a Dios. En efecto, mediante las criaturas Él hace que la razón intuya su « potencia » y su « divinidad » (cf. Rm 1, 20). Así pues, se reconoce a la razón del hombre una capacidad que parece superar casi sus mismos límites naturales: no sólo no está limitada al conocimiento sensorial, desde el momento que puede reflexionar críticamente sobre ello, sino que argumentando sobre los datos de los sentidos puede incluso alcanzar la causa que da lugar a toda realidad sensible. Con terminología filosófica podríamos decir que en este importante texto paulino se afirma la capacidad metafísica del hombre.

Según el Apóstol, en el proyecto originario de la creación, la razón tenía la capacidad de superar fácilmente el dato sensible para alcanzar el origen mismo de todo: el Creador. Debido a la desobediencia con la cual el hombre eligió situarse en plena y absoluta autonomía respecto a Aquel que lo había creado, quedó mermada esta facilidad de acceso a Dios creador.

El Libro del Génesis describe de modo plástico esta condición del hombre cuando narra que Dios lo puso en el jardín del Edén, en cuyo centro estaba situado el « árbol de la ciencia del bien y del mal » (2, 17). El símbolo es claro: el hombre no era capaz de discernir y decidir por sí mismo lo que era bueno y lo que era malo, sino que debía apelarse a un principio superior. La ceguera del orgullo hizo creer a nuestros primeros padres que eran soberanos y autónomos, y que podían prescindir del conocimiento que deriva de Dios. En su desobediencia originaria ellos involucraron a cada hombre y a cada mujer, produciendo en la razón heridas que a partir de entonces obstaculizarían el camino hacia la plena verdad. La capacidad humana de conocer la verdad quedó ofuscada por la aversión hacia Aquel que es fuente y origen de la verdad. El Apóstol sigue mostrando cómo los pensamientos de los hombres, a causa del pecado, fueron « vanos » y los razonamientos distorsionados y orientados hacia lo falso (cf. Rm 1, 21-22). Los ojos de la mente no eran ya capaces de ver con claridad: progresivamente la razón se ha quedado prisionera de sí misma. La venida de Cristo ha sido el acontecimiento de salvación que ha redimido a la razón de su debilidad, librándola de los cepos en los que ella misma se había encadenado.

LAS OBRAS DE MISERICORDIA

Hay catorce obras de misericordia - Siete corporales y Siete espirituales

I.- Obras de misericordia espirituales


    2447 Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (cf. Is 58, 6-7; Hb 13, 3). Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (cf Mt 25,31-46). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf Tb 4, 5-11; Si 17, 22) es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios (cf Mt 6, 2-4): «El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo mismo» (Lc 3, 11).

    «Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros» (Lc 11, 41). «Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, calentaos o hartaos”, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?» (St 2, 15-16; cf Jn 3, 17).

EVANGELIO - 22 de Enero - San Marcos 3,1-6


    Evangelio según San Marcos 3,1-6.

    Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada.
    Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo.
    Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: "Ven y colócate aquí delante".
    Y les dijo: "¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?". Pero ellos callaron.
    Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó curada.
    Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 22 de Enero - "Observaban a Jesús... para acusarlo"


      Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301), monja benedictina  Ejercicios, n° 7; SC 127

«Observaban a Jesús... para acusarlo»

    A la hora de la oración, ponte en presencia de la paz y del amor: ¡Oh paz de Dios que sobrepasas todo sentimiento! (Fl 4,7), paciente y agradable, dulce y preferible a todo, por donde penetras, reina una seguridad imperturbable. Sólo tú, tienes el poder de frenar la cólera del soberano; adornas el trono del rey con clemencia; iluminas el reino de la gloria con piedad y misericordia. Por favor, encárgate de mi causa, yo, el culpable y el indigente... Que el acreedor está ya a la puerta... no es prudente hablarle, ya que no tengo con qué pagar mi deuda. ¿Dulce Jesús, mi paz, cuánto tiempo estarás en silencio?... Por favor, ahora, por lo menos, habla por mí, diciendo esta palabra caritativa: " Yo, la rescataré". Tú, tu eres ciertamente el refugio de todos los pobres. No pasas cerca de nadie sin salvarlo. Tú, jamás dejaste irse al que se había refugiado cerca de tuyo, sin que fuera reconciliado...

    Por favor, mi amor, mi Jesús, a esta hora del día, fuiste flagelado por mí, coronado de espinas, abrevado lamentablemente por sufrimientos. Eres mi verdadero rey, fuera de ti no conozco otro. Te hiciste el oprobio de los hombres, despreciado y rechazado como un leproso (Is 53,3), hasta en Judea se niegan a reconocerte como su rey (Jn 19,14-15). ¡Por tu gracia, que yo, por lo menos, te reconozca como mi rey! Dios mío, dame esta inocencia, tan tiernamente deseada, mi Jesús, que "pagaste" tan plenamente por mí, «lo que no habías robado " (Sal. 68,5); dámelo para que sea el apoyo de mi alma. Qué la reciba en mi corazón; qué por la amargura de sus dolores y de su Pasión reconforte mi espíritu... Y tú, paz de Dios, eres el amado lazo que me encadena para siempre a Jesús. Eres el apoyo de mi fuerza..., a fin de que sea "un solo corazón y una sola alma" con Jesús (Hch. 4,32)... Por ti, permaneceré atado para siempre a mi Jesús.

SANTORAL - BEATA LAURA VICUÑA

22 de Enero


  
Al comienzo de estos tiempos, tribus Mapuches y Tehuelches compartían los inmensos espacios naturales de Argentina (sur). Doce años después de la fundación de la ciudad (1883), el padre salesiano Domingo Milanesio se instaló fundando la casa salesiana con dos colegios, con el propósito de evangelizar a los indígenas, y alimentar y educar a sus niños.

    El resto de la población estaba constituida en su mayoría, por militares que venían con sus familias. Es así como Junín de los Andes creció fundamentada entre los parámetros de la iglesia, la familia, privilegiando a todos los grupos familiares, aborígenes o cualquier otro grupo de contención que permita el crecimiento sobre el amor y el sano desarrollo de sus integrantes.

    Hoy es una ciudad a la que llegan muchos turistas motivados por la fe, quienes se interesan por conocer la historia de la beata Laura Vicuña, una joven que ofreció su vida y su juventud por la rendición de su madre. Esta joven chilena vino con su madre y su hermana a nuestra zona en 1899, huyendo de la guerra civil de su país y del hambre en que las había sumido la muerte de su padre.

    La familia fue a vivir a la estancia Quilquihué en Junín de los Andes, pasando su madre con el tiempo a convivir con el dueño de la estancia, Don Manuel Mora. Las hermanas se educaron en el Colegio Salesiano María Auxiliadora como pupilas.

    Ya adolescente en visita a la estancia es abordada por su padrastro y al ser rechazado decide hacerla dormir a la intemperie y dejar de pagar la escuela, Laura decide ofrecer la vida por la conversión de su madre. Ese invierno se enferma, para acompañarla la madre decide mudarse a Junín y Mora indignado por perder a ambas mujeres golpea a Laura quien le dice a su madre en su lecho de muerte que ella ofreció su vida a Jesús para que ella abandone a Mora y se convierta. La madre promete cumplir su deseo, muriendo la niña antes de sus trece años.

    Al Desde 1937 hasta 1958, sus restos descansaron en el cementerio ubicado sobre Avenida Necochea. Luego fueron trasladados a Bahía Blanca, donde se encuentran actualmente.
Después de su fallecimiento ha sido enorme la fe católica que ha despertado la vida ejemplar y el buen accionar de Laura Vicuña. Tan es así, que se han producido algunos milagros. Sor Ofelia Lobos Arellano, religiosa del instituto de las Hijas de María Auxiliadora, comenzó a padecer una enfermedad incurable. Durante diez años recibió todo tipo de tratamiento médico, incluso se le realizaron tres intervenciones quirúrgicas, hasta que le diagnosticaron pocos meses de vida.

    En esas condiciones fue invitada a pedir su curación a Laura Vicuña, una noche sintió que Dios la escucharía a través de esta jovencita, y que atendería sus ruegos. Entonces se retiró el oxígeno que debía usar permanentemente y descansó. A la mañana siguiente se despertó curada, ya no sentía ningún malestar.

    Dicho milagro ha sido estudiado y aprobado por la Iglesia, y Laura logró, finalmente, la beatificación; lo que significa, para los católicos, una concreción del Evangelio que ilumina el camino de la reflexión. Al visitar la tierra que vio crecer a Laura Vicuña resulta inevitable sentir el deseo profundo de reflejarse en el cristalino río de su bondad, amor y donación heroica.

Oremos

    ¡Oh Beata Laura Vicuña! Tú que seguiste heroicamente el camino de Cristo, acoge nuestra confiada plegaria. Alcánzanos de Dios las gracias que necesitamos... Y ayúdanos a cumplir con corazón puro y dócil la voluntad del Padre. Otorga a nuestras familias la paz y la felicidad. Haz que también en nuestra vida como en la tuya resplandezca una fe firme, una pureza intrépida, y la caridad atenta y solícita para el bien de los hermanos Amén.

TEOLOGÍA DEL CUERPO

Visión del Papa Juan Pablo II sobre el amor humano

"DOCTRINA PAULINA SOBRE VIRGINIDAD Y MATRIMONIO"
Audiencia General 23 de mayo de 1982

1. Después de haber analizado las palabras de Cristo, referidas en el Evangelio según Mateo (Mt 19, 11-12), conviene pasar a la interpretación paulina del tema: virginidad y matrimonio.

El enunciado de Cristo sobre la continencia por el reino de los cielos es conciso y fundamental. En la enseñanza de Pablo, como nos convenceremos dentro de poco, podemos individuar un relato paralelo de las palabras del Maestro; sin embargo, el significado de su enunciación (1 Cor 7) en su con junto debe ser valorado de modo diverso. La grandeza de la enseñanza de Pablo consiste en el hecho de que él, al presentar la verdad proclamada por Cristo en toda su autenticidad e identidad, le da un timbre propio, en cierto sentido su propia interpretación «personal» pero que brota sobre todo de las experiencias de su actividad apostólico-misionera, y tal vez incluso de la necesidad de responder a las preguntas concretas de los hombres, a los cuales iba dirigida dicha actividad. Y así encontramos en Pablo la cuestión de la relación recíproca entre el matrimonio y el celibato o la virginidad, como tema que atormentaba los espíritus de la primera generación de los confesores de Cristo, la generación de los discípulos de los Apóstoles, de las primeras comunidades cristianas. Esto ocurría en los convertidos del helenismo, por lo tanto del paganismo, más que en los convertidos del judaísmo; y esto puede explicar el hecho de que el tema se halle precisamente en una carta dirigida a la comunidad de Corinto, en la primera.

2. El tono de todo el enunciado es sin duda magisterial; sin embargo, tanto el tono como el lenguaje es también pastoral. Pablo enseña la doctrina transmitida por el Maestro a los Apóstoles y, al mismo tiempo, entabla como un continuo coloquio con los destinatarios de su Carta sobre este tema. Habla como un clásico maestro de moral, afrontando y resolviendo problemas de conciencia; por eso, a los moralistas les gusta dirigirse con preferencia a las aclaraciones y a las deliberaciones de esta primera Carta a los Corintios (capítulo 7) Hay que recordar, no obstante, que la base última de tales deliberaciones debe buscarse en la vida y en la enseñanza de Cristo mismo.

3. El Apóstol subraya, con gran claridad, que la virginidad, o sea, la continencia voluntaria, deriva exclusivamente de un consejo y no de un mandamiento: «Acerca de las vírgenes no tengo precepto del Señor; pero puedo daros consejo» Pablo da este consejo «como quien ha obtenido del Señor la gracia de ser fiel» (1 Cor 7, 25). Como se ve por las palabras citadas, el Apóstol distingue, lo mismo que el Evangelio (cf. Mt 19, 11-12), entre consejo y mandamiento. El, sobre la base de la regla «doctrinal» de la comprensión de la enseñanza proclamada, quiere aconsejar, desea dar consejos personales a los hombres que se dirigen a él. Así, pues, en la primera Carta a los Corintios (cap. 7), el «consejo» tiene claramente dos significados diversos. El autor afirma que la virginidad es un consejo y no un mandamiento, y da consejos al mismo tiempo tanto a las personas casadas como a quienes han de tomar una decisión al respecto y, en fin, a los que se hallan en estado de viudez. La problemática es sustancialmente igual a la que encontramos en el enunciado de Cristo transmitido por San Mateo (19. 2-12), primero sobre el matrimonio y su indisolubilidad, y luego sobre la continencia voluntaria por el reino de los cielos. Sin embargo, el estilo de esta problemática es completamente suyo, es de Pablo.

4. «Si alguno estima indecoroso para su hija doncella dejar pasar la flor de la edad y que debe casarla, haga lo que quiera; no peca, que la case. Pero el que, firme en su corazón, no necesitado sino libre y de voluntad, determina guardar virgen a su hija, hace mejor. Quien, pues, casa a su hija doncella hace bien, y quien no la casa hace mejor» (1 Cor 7, 36-38).

5. La persona que le había pedido consejo pudo ser un joven que se encontraba ante la decisión de casarse, o quizá un recién casado que, ante corrientes ascéticas existentes en Corinto, reflexionaba sobre la línea a seguir en su matrimonio; pudo ser también un padre o el tutor de una muchacha que le había planteado el problema del matrimonio de ésta. En este caso, se trataría directamente de la decisión que deriva de sus derechos tutelares. Pues Pablo escribe en unos tiempos en que decisiones de esta índole pertenecían más a los padres o tutores que a los mismos jóvenes. Por tanto, al responder a la pregunta planteada de este modo, Pablo trata de explicar con suma precisión que la decisión sobre la continencia o sea, sobre la vida en virginidad, debe ser voluntaria y que sólo una continencia así es mejor que el matrimonio. Las expresiones «hace bien» y «hace mejor» son completamente unívocas en este contexto.

6. Ahora bien, el Apóstol enseña que la virginidad, es decir, la continencia voluntaria, el que una joven se abstenga del matrimonio, deriva exclusivamente de un consejo y es «mejor» que el matrimonio si se dan las oportunas condiciones. En cambio, con ello no tiene que ver en modo alguno la cuestión del pecado: «¿Estás ligado a mujer? No busques la separación. ¿Estás libre de mujer? No busques mujer. Si te casares, no pecas; y si la doncella se casa, no peca» (1Cor 7, 27-28). A base sólo de estas palabras, no podemos ciertamente formular juicio alguno sobre lo que pensaba y enseñaba el Apóstol acerca del matrimonio. Este tema quedará explicado en parte en el contexto de la Carta a los Corintios (cap. 7) y con más plenitud en la Carta a los Efesios (5, 21-33). En nuestro caso, se trata probablemente de la respuesta a la pregunta sobre si el matrimonio es pecado; y podría pensarse incluso que esta pregunta refleje el influjo de corrientes dualistas pregnósticas que se transformaron más tarde en encratismo y maniqueísmo. Pablo responde que de ninguna manera entra en juego aquí la cuestión del pecado. No se trata del discernimiento entre «bien»- y «mal», sino solamente entre «bien» y «mejor». A continuación pasa a motivar por qué quien elige el matrimonio «hace bien» y quien elige la virginidad, o sea, la continencia voluntaria, «hace mejor».