domingo, 20 de marzo de 2016

DOMINGO DE RAMOS

Recibieron a Cristo mientras entraba a la ciudad con palmas y ramos en muestra de que era el Mesias


    El Domingo de Ramos abre solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de las Palmas y de la passión, de la entrada de Jesús en Jerusalén y la liturgia de la palabra que evoca la Pasión del Señor en elEvangelio de San Mateo.

    En este día, se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta celebración: la alegre, multitudinaria, festiva liturgia de la iglesia madre de la ciudad santa, que se convierte en mimesis, imitación de los que Jesús hizo en Jerusalén, y la austera memoria - anamnesis - de la pasión que marcaba la liturgia de Roma. Liturgia de Jerusalén y de Roma, juntas en nuestra celebración.   Con una evocación que no puede dejar de ser actualizada.

    Vamos con el pensamiento a Jerusalén, subimos al Monte de los olivos para recalar en la capilla de Betfagé, que nos recuerda el gesto de Jesús, gesto profético, que entra como Rey pacífico, Mesías aclamado primero y condenado después, para cumplir en todo las profecías. .

    Por un momento la gente revivió la esperanza de tener ya consigo, de forma abierta y sin subterfugios aquel que venía en el nombre del Señor. Al menos así lo entendieron los más sencillos, los discípulos y gente que acompañó a Jesús, como un Rey.

    San Lucas no habla de olivos ni palmas, sino de gente que iba alfombrando el camino con sus vestidos, como se recibe a un Rey, gente que gritaba: "Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en lo alto".

    Palabras con una extraña evocación de las mismas que anunciaron el nacimiento del Señor en Belén a los más humildes. Jerusalén, desde el siglo IV, en el esplendor de su vida litúrgica celebraba este momento con una procesión multitudinaria. Y la cosa gustó tanto a los peregrinos que occidente dejó plasmada en esta procesión de ramos una de las más bellas celebraciones de la Semana Santa.

    Con la liturgia de Roma, por otro lado, entramos en la Pasión y anticipamos la proclamación del misterio, con un gran contraste entre el camino triunfante del Cristo del Domingo de Ramos y el Via Crucis de los días santos.

    Sin embargo, son las últimas palabras de Jesús en el madero la nueva semilla que debe empujar el remo evangelizador de la Iglesia en el mundo.

    "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".   Este es el evangelio, esta la nueva noticia, el contenido de la nueva evangelización. Desde una paradoja este mundo que parece tan autónomo, necesita que se le anuncie el misterio de la debilidad de nuestro Dios en la que se demuestra el culmen de su amor. Como lo anunciaron los primeros cristianos con estas narraciones largas y detallistas de la pasión de Jesús.

    Era el anuncio del amor de un Dios que baja con nosotros hasta el abismo de lo que no tiene sentido, del pecado y de la muerte, del absurdo grito de Jesús en su abandono y en su confianza extrema. Era un anuncio al mundo pagano tanto más realista cuanto con él se podía medir la fuerza de la Resurrección.

    La liturgia de las palmas anticipa en este domingo, llamado pascua florida, el triunfo de la resurrección; mientras que la lectura de la Pasión nos invita a entrar conscientemente en la Semana Santa de la Pasión gloriosa y amorosa de Cristo el Señor.


Fuente : © ACI Prensa






    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 

San Crisóstomo.

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA ( CAP II )

LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO:
APUNTES HISTÓRICOS








    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene”. 

     San Crisóstomo.

REFLEXIÓN

TIEMPO DE CUARESMA

DOMINGO DE RAMOS
Propio del Tiempo
20 de marzo



De las Disertaciones de San Andrés de Creta, obispo(Disertación 9, Sobre el domingo de ramos: PG 97, 990-994)

BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR, EL REY DE ISRAEL.

    Venid, subamos juntos al monte de los Olivos y salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy desde Betania, y que se encamina por su propia voluntad hacia aquella venerable y bienaventurada pasión, para llevar a término el misterio de nuestra salvación.

    Viene, en efecto, voluntariamente hacia Jerusalén, el mismo que, por amor a nosotros, bajó del cielo para exaltarnos con él, como dice la Escritura, por encima de todo principado, potestad, virtud y dominación, y de todo ser que exista, a nosotros que yacíamos postrados.

    Él viene, pero no como quien toma posesión de su gloria, con fasto y ostentación. No gritará -dice la Escritura-, no clamará, no voceará por las calles, sino que será manso y humilde, con apariencia insignificante, aunque le ha sido preparada una entrada suntuosa.

    Corramos, pues, con el que se dirige con presteza a la pasión, e imitemos a los que salían a su encuentro. No para alfombrarle el camino con ramos de olivo, tapices, mantos y ramas de palmera, sino para poner bajo sus pies nuestras propias personas, con un espíritu humillado al máximo, con una mente y un propósito sinceros, para que podamos así recibir a la Palabra que viene a nosotros y dar cabida a Dios, a quien nadie puede contener.

    Alegrémonos, por tanto, de que se nos haya mostrado con tanta mansedumbre aquel que es manso y que sube sobre el ocaso de nuestra pequeñez, a tal extremo, que vino y convivió con nosotros, para elevarnos hasta sí mismo, haciéndose de nuestra familia.

    Dice el salmo: Subió a lo más alto de los cielos, hacia oriente (hacia su propia gloria y divinidad, interpreto yo), con las primicias de nuestra naturaleza, hasta la cual se había abajado Impregnándose de ella; sin embargo, no por ello abandona su inclinación hacia el género humano, sino que seguirá cuidando de él para irlo elevando de gloria en gloria, desde lo ínfimo de la tierra, hasta hacerlo partícipe de su propia sublimidad.

    Así, pues, en vez de unas túnicas o unos ramos inanimados, en vez de unas ramas de arbustos, que pronto pierden su verdor y que por poco tiempo recrean la mirada, pongámonos nosotros mismos bajo los pies de Cristo, revestidos de su gracia, mejor aún, de toda su persona, porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo; extendámonos tendidos a sus pies, a manera de túnicas.

    Nosotros, que antes éramos como escarlata por la inmundicia de nuestros pecados, pero que después nos hemos vuelto blancos como la nieve con el baño saludable del bautismo, ofrezcamos al vencedor de la muerte no ya ramas de palmera, sino el botín de su victoria, que somos nosotros mismos.

    Aclamémoslo también nosotros, como hacían los niños, agitando los ramos espirituales del alma y diciéndole un día y otro: Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel.




    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene”.

 San Crisóstomo.


LA FRASE DEL DÍA

Domingo 20 de marzo







    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene”.

 San Crisóstomo.

EVANGELIO

TIEMPO DE CUARESMA
DOMINGO DE RAMOS
20 de marzo



    Libro de Isaías 50,4-7. 

    El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.
    El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.
    Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.
    Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.



    Salmo 22(21),8-9.17-18a.19-20.23-24. 

Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que Él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto.»

Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies.
Yo puedo contar todos mis huesos.

Se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme.

Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
«Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.»



    Carta de San Pablo a los Filipenses 2,6-11. 

    Jesucristo, que era de condición divina,
no consideró esta igualdad con Dios
como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor
y haciéndose semejante a los hombres.
    Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte
y muerte de cruz.
    Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús,
se doble toda rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
"Jesucristo es el Señor".



   Evangelio según San Lucas 22,14-71.23,1-56.

    Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo:
"He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios".
    Y tomando una copa, dio gracias y dijo: "Tomen y compártanla entre ustedes.
    Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios".
    Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía".
Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes.
    La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mí.
    Porque el Hijo del hombre va por el camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a entregar!".
    Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso.
    Y surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande.
    Jesús les dijo: "Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores.
    Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor.
    Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.
    Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas.
    Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí.
    Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo, pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos".
    "Señor, le dijo Pedro, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte".
    Pero Jesús replicó: "Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces".
Después les dijo: "Cuando los envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?".
    "Nada", respondieron. El agregó: "Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una.
    Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura: Fue contado entre los malhechores. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí".
    "Señor, le dijeron, aquí hay dos espadas". El les respondió: "Basta".
    En seguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos.
    Cuando llegaron, les dijo: "Oren, para no caer en la tentación".
    Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba: "Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya".
    Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba.
    En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.
    Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza.
    Jesús les dijo: "¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación".
    Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo.
Jesús le dijo: "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?".
Los que estaban con Jesús, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron: "Señor, ¿usamos la espada?".
    Y uno de ellos hirió con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha.
    Pero Jesús dijo: "Dejen, ya está". Y tocándole la oreja, lo curó.
    Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: "¿Soy acaso un ladrón para que vengan con espadas y palos?
    Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero esta es la hora de ustedes y el poder de las tinieblas".
    Después de arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos.
    Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y Pedro se sentó entre ellos.
    Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: "Este también estaba con él".
    Pedro lo negó, diciendo: "Mujer, no lo conozco".
    Poco después, otro lo vio y dijo: "Tú también eres uno de aquellos". Pero     Pedro respondió: "No, hombre, no lo soy".
    Alrededor de una hora más tarde, otro insistió, diciendo: "No hay duda de que este hombre estaba con él; además, él también es galileo".
"Hombre, dijo Pedro, no sé lo que dices". En ese momento, cuando todavía estaba hablando, cantó el gallo.
    El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro. Este recordó las palabras que el Señor le había dicho: "Hoy, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces".
    Y saliendo afuera, lloró amargamente.
    Los hombres que custodiaban a Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban; y tapándole el rostro, le decían: "Profetiza, ¿quién te golpeó?".
Y proferían contra él toda clase de insultos.
    Cuando amaneció, se reunió el Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal
y le dijeron: "Dinos si eres el Mesías". El les dijo: "Si yo les respondo, ustedes no me creerán, y si los interrogo, no me responderán.
    Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso".
    Todos preguntaron: "¿Entonces eres el Hijo de Dios?". Jesús respondió:     "Tienen razón, yo lo soy".
    Ellos dijeron: "¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca".
    Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato.
    Y comenzaron a acusarlo, diciendo: "Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías".
    Pilato lo interrogó, diciendo: "¿Eres tú el rey de los judíos?". "Tú lo dices", le respondió Jesús.
    Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: "No encuentro en este hombre ningún motivo de condena".
    Pero ellos insistían: "Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea.   Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí".
    Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo.
    Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén.
Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia.
    Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada.
    Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia.
Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato.
    Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos.
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo,
    y les dijo: "Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan;
ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte.
Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad".

    Pero la multitud comenzó a gritar: "¡Qué muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!".
    A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús.
    Pero ellos seguían gritando: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!".
    Por tercera vez les dijo: "¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad".
    Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento.
    Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo.
    Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.
    Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús.
Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.
    Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: "¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.
    Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron!
Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos!
    Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?".
    Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados.
    Cuando llegaron al lugar llamado "del Cráneo", lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
    Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.
    El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!".
    También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre,
le decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!".
    Sobre su cabeza había una inscripción: "Este es el rey de los judíos".
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros".
    Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él?
    Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo".
    Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino".

    El le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
    Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde.
    El velo del Templo se rasgó por el medio.
    Jesús, con un grito, exclamó: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Y diciendo esto, expiró.
    Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando: "Realmente este hombre era un justo".
    Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho.
    Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.
    Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.
    Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
    Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado.
    Era el día de la Preparación, y ya comenzaba el sábado.
    Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado.
    Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que prescribía la Ley.



    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene”. 

     San Crisóstomo.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

TIEMPO DE CUARESMA
DOMINGO DE RAMOS
20 de marzo


San Andrés de Creta (660-740), monje y obispo
Homilía para el Domingo de Ramos, PG 97, 989-993


“He aquí que viene a ti tu rey.” (Za 9,9; Mt 21,5)

    Venid, y al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos, salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy de Betania y, por propia voluntad, se apresura hacia su venerable y dichosa pasión, para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres. Porque el que va libremente hacia Jerusalén es el mismo que por nosotros, los hombres, bajó del cielo, para levantar consigo a los que yacíamos en lo más profundo y colocarnos, como dice la Escritura, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido (cf Ef 1,21). Y viene, no como quien busca su gloria por medio de la fastuosidad y de la pompa. No porfiará, dice, no gritará, no voceará por las calles, sino que será manso y humilde, y se presentará sin espectacularidad alguna.

     Ea, pues, corramos a una con quien se apresura a su pasión, e imitemos a quienes salieron a su encuentro. Y no para extender por el suelo, a su paso, ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para prosternarnos nosotros mismos, con la disposición más humillada de que seamos capaces y con el más limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene, y así logremos captar a aquel Dios que nunca puede ser totalmente captado por nosotros.

Alegrémonos, pues, porque se nos ha presentado mansamente el que es manso y que asciende sobre el ocaso de nuestra ínfima vileza, para venir hasta nosotros y convivir con nosotros, de modo que pueda, por su parte, llevarnos hasta la familiaridad con él.




     Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene”. 

     San Crisóstomo.

HIMNO

TIEMPO DE CUARESMA

DOMINGO DE RAMOS
Propio del Tiempo
20 de marzo





    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene”. 

   San Crisóstomo.

SANTORAL

TIEMPO DE CUARESMA
DOMINGO DE RAMOS
20 de marzo



    María Josefa Sancho de Guerra dedicó su vida entera a cuidar a los enfermos y a asistir a los pobres, inclinación característica de su infancia junto a la devoción por la Eucaristía y por la Virgen María. Como es propio de los santos, la clave de su acción fue el amor a Cristo, a quien veía en su prójimo. Desde esta cátedra inigualable de la caridad dispensó a cada uno el trato preciso. Supo acoger y comprender a todos en sus limitaciones sin exclusión. Porque solo Él, «Varón de dolores», puede mostrar cómo ha de procederse cuando más descarnada se muestra la fragilidad del ser humano que yace atrapado por la enfermedad, y tal vez estremecido por la angustia ante la muerte. En un momento dado, esta fundadora advirtió a sus hijas: «La asistencia no consiste solo en dar las medicinas y los alimentos al enfermo; hay otra clase de asistencia, y es la del corazón, procurando acomodarse a la persona que sufre».

    Natural de Vitoria, España, nació el 7 de septiembre de 1842. Perdió a su padre cuando tenía 6 años. Era la mayor de tres hermanas. A los 15 años se trasladó a Madrid con objeto de completar la educación que venía recibiendo. Y a los 18, teniendo clara vocación, no dudó de que su futuro debía transcurrir al abrigo de un claustro, algo que realmente le atraía. Años más tarde, mirando atrás retrospectivamente, diría: «Nací con la vocación religiosa». El convento de las concepcionistas de Aranjuez fue el lugar en el que pensó ingresar en 1860. Entonces contrajo el tifus y se frustraron sus sueños de convertirse en contemplativa. El trasfondo de la enfermedad, más allá del ámbito físico, era netamente espiritual. Ella, como le ha sucedido a tantos otros, tenía trazada de antemano una misión para la que había sido elegida por Dios. Y la inoportuna lesión no hacía más que señalarle otro camino. Naturalmente, desconocía este extremo, aunque pronto se le iba a desvelar. Urgida por religioso empeño, acudió al instituto de las Siervas de María. A punto de profesar, se presentaron las dudas. Tenía 22 años cuando surgió el recelo: ¿debía comprometerse con una Orden de vida activa?

    Abrió su corazón sucesivamente a la maestra de novicias santa Soledad Torres Acosta, y a san Antonio María Claret. Ambos la ayudaron a dilucidar su camino, juzgando que hasta entonces había errado en el que debía materializar su vocación. Llevada de la mano del santo, después de haberlo meditado durante tres días ofreciendo la Eucaristía al Espíritu Santo por indicación suya, no necesitó más. Comprendió que, efectivamente, tal como este fundador le había advertido, estaba llamada a poner en marcha otra Obra. Aunque los temores volvieron a asaltarla en otros momentos, con la venia del cardenal arzobispo de Toledo, que la alentó, en 1871 dejó a las Siervas de María y se dispuso a fundar en Bilbao el Instituto de las Hermanas Siervas de Jesús dedicado a la asistencia de los enfermos. Espiritualmente, el viaje, cuyo destino primero había sido Barcelona, constituyó para ella una dura prueba. Echando mano de la confianza en medio de la oscuridad que se cernió sobre su espíritu, junto al consuelo de las cuatro religiosas que le acompañaban, consiguió proseguir adelante y fortalecerse para nuevas dificultades. Tuvo que vencer suspicacias desde el primer momento hasta de personas que después iban a serle de gran ayuda, como le sucedió inicialmente con el bondadoso sacerdote Mariano José de Ibargoingotia. Las vocaciones florecían. Y el Instituto, que instituyó no sin ciertas penalidades y sacrificios, se fue extendiendo dentro y fuera de España. Recibió aprobación diocesana en 1874 y obtuvo la pontificia en 1886.

    Al profesar María Josefa tomó el nombre de sor Corazón de Jesús. Fue superiora de la congregación de forma ininterrumpida durante cuarenta y dos años, poniendo de relieve la autenticidad de sus palabras: «Mi vida está en Dios y es para Dios». En esas décadas tuvo que lidiar con las guerras carlistas y diversos asedios sufridos por la ciudad de Bilbao. Después de intricados viajes para visitar las diversas comunidades, un grave problema cardíaco, que luego se complicó con una lesión pulmonar, en 1911 la dejó completamente mermada. Solo podía permanecer acostada o sentada en una butaca. Así fue siguiendo el devenir de las fundaciones, atrapada físicamente, pero lúcida y capaz de escribir a sus hijas numerosas cartas. En ellas plasmó su rica espiritualidad concretada en su gran amor a la Eucaristía y al Sagrado Corazón, la vocación a abrazarse a la cruz participando en el dolor Redentor de Cristo, y la plena dedicación al servicio de los enfermos encarnada en un espíritu contemplativo. Hizo notar: «La caridad y el amor mutuo, forman aún en esta vida el cielo de las comunidades. Sin cruz no hemos de estar, dondequiera que vayamos, la vida religiosa es vida de sacrificio y de abnegación. El fundamento de la mayor perfección es la caridad fraterna». Encomendaba a sus hijas: «Sean compasivas con los enfermos, en el lecho del dolor, todos son igualmente necesitados». Al final, postrada, como se hallaban tantos en los que pensó al poner en marcha la fundación y a los que había dedicado su vida, al sentir el afecto y delicadeza de sus hermanas pedía que no le dispensaran un trato deferente:«Dejadme morir como una pobre religiosa… Tratadme como a los pobres, quiero morir como he vivido…». Falleció en Bilbao el 20 de marzo de 1912 diciendo: «Ya está todo».El carisma que había amasado sobre el «amor y sacrificio» era una espléndida realidad.Dejaba 42 casas abiertas y más de un millar de religiosas. Juan Pablo II la beatificó el 27 de septiembre de 1992. Él mismo la canonizó el 1 de octubre del año 2000.





"LA PASCUA NOS RECUERDA QUE LA MISERICORDIA DE DIOS SE OFRECE A LA HUMANIDAD SEDIENTA DE PERDÓN"
    
LA PASTORAL DE LAS COMUNICACIONES DESEA A TODOS UNA SANTA PASCUA DE RESURRECCIÓN.

sábado, 19 de marzo de 2016

Bastan diez justos para salvar a toda la ciudad por Joseph Ratzinger

EL MISTERIO DEL MAL Y EL ANTÍDOTO DE LA MISERICORDIA


    Respecto al tiempo de Lutero y a la perspectiva clásica de la fe cristiana, para el hombre de hoy las cosas, en cierto modo, se han invertido; es decir, ya no es el hombre quien cree que necesita la justificación en presencia de Dios, sino que es Dios el que debe justificarse por todas las cosas horribles que hay en el mundo y por la miseria del ser humano. Cosas, todas ellas, que en última instancia dependerían de él.

    A este respecto, creo que es indicativo el hecho de que un teólogo católico asuma, incluso de una manera directa y formal, dicha inversión: Cristo no habría sufrido por los pecados de los hombres, sino que más bien, por decirlo de algún modo, habría borrado las culpas de Dios. Aunque ahora la mayor parte de los cristianos no comparta una inversión tan drástica de nuestra fe, se puede decir que todo esto hace surgir una tendencia de fondo de nuestro tiempo. […]

    Sin embargo, en mi opinión sigue existiendo, aunque de otra manera, la percepción de que necesitamos de la gracia y el perdón. Para mí, es un “signo de los tiempos” el hecho de que la idea de la misericordia de Dios esté en el centro y domine cada vez más. […] El Papa Juan Pablo II estaba profundamente impregnado de este impulso, aunque tal vez no emergiera de manera explícita. […] Sólo donde hay misericordia acaban la crueldad, el mal y la violencia.

    El Papa Francisco está completamente de acuerdo con esta línea. Su praxis pastoral se expresa, precisamente, en el hecho de que él habla continuamente de la misericordia de Dios.

    Es la misericordia la que nos mueve hacia Dios, mientras que la justicia, en su presencia, nos da miedo. En mi opinión, esto evidencia que bajo la pátina de seguridad en sí mismo y en su propia justicia, el hombre de hoy conoce profundamente sus heridas y su indignidad ante Dios. Y espera la misericordia. Ciertamente, no es casualidad que para los contemporáneos la parábola del buen samaritano sea la más atractiva.


TAMBIÉN DIOS PADRE SUFRE, POR AMOR

    La contraposición entre el Padre, que insiste absolutamente en la justicia, y el Hijo, que obedece al Padre y que al obedecer acepta la cruel exigencia de la justicia, no sólo es incomprensible hoy, sino que a partir de la teología trinitaria es, en sí, del todo equivocada.

     El Padre y el Hijo son una sola cosa y, por lo tanto, su voluntad es, “ab intrinseco”, una sola. Cuando el Hijo, en el huerto de los olivos, lucha con la voluntad del Padre no es porque deba aceptar para sí una disposición cruel de Dios, sino por el deseo de atraer a la humanidad al interior de la voluntad de Dios. […]

    Pero entonces, ¿por qué la cruz y la expiación? […] Pongámonos ante la increíble y sucia cantidad de mal, de violencia, de mentira, de odio, de crueldad y de soberbia que infectan y destruyen el mundo entero. Todo este mal no puede, simplemente, ser declarado inexistente; ni siquiera por parte de Dios. Debe ser depurado, reelaborado y superado.

    Israel, en la antigüedad, estaba convencido de que el sacrificio diario por los pecados y, sobre todo, la gran liturgia del día de la expiación –el yom kippur– eran necesarios como contrapeso a todo el mal presente en el mundo y que únicamente mediante dicho reequilibrio el mundo podía, por expresarlo de algún modo, ser soportable. Pero cuando en el templo desaparecieron los sacrificios tuvieron que preguntarse qué contraponer a los poderes del mal, que eran muy superiores, y cómo podían encontrar, de alguna manera, el contrapeso. Los cristianos sabían que el templo había sido sustituido por el cuerpo resucitado del Señor crucificado y que su amor radical e inconmensurable era el contrapeso a la inconmensurable presencia del mal. Sabían que Cristo crucificado y resucitado es un poder que puede contrastar el del mal, y que salva el mundo. Sobre este fundamento pudieron también entender el sentido de sus propios sufrimientos, incluidos en el amor de Cristo que sufre y que son parte del poder redentor de dicho amor.

    Antes citaba a ese teólogo para quien Dios ha debido sufrir a causa de sus culpas respecto al mundo. Ahora bien, dado el cambio de perspectiva, emerge esta verdad: Dios, sencillamente, no puede dejar como está todo este mal que deriva de la libertad que Él mismo ha concedido. Sólo Él, que ha venido a formar parte del sufrimiento del mundo, puede redimirlo.

    Sobre esta base, la relación entre el Padre y el Hijo es más perspicua. Reproduzco aquí un pasaje del libro de Henri de Lubac sobre Orígenes que, en mi opinión, es muy claro respecto a este tema:

    “El Redentor ha entrado en el mundo por compasión hacia el género humano. Ha tomado sobre sí nuestras ‘passiones’ antes incluso de ser crucificado… Pero, ¿cuál fue el sufrimiento que Él soportó anticipadamente por nosotros? Fue la pasión del amor. Pero el Padre mismo, el Dios del universo, el que es la sobreabundancia de la longanimidad, la paciencia, la misericordia y la compasión, en un cierto sentido ¿no sufre también?… ¡El Padre mismo no está exento de pasiones! Si lo invocamos Él siente misericordia y compasión, percibe un sufrimiento de amor”.

    En algunas zonas de Alemania había un devoción muy conmovedora que contemplaba la “die Not Gottes”, la indigencia de Dios. Y también la imagen del “trono de gracia” forma parte de esta devoción: el Padre sostiene la cruz y el crucificado y se inclina amorosamente sobre él para, de esta manera, estar juntos en la cruz.

    Así, de un modo grandioso y puro se percibe allí qué significan la misericordia de Dios y la participación de Dios en el sufrimiento del hombre. No se trata de una justicia cruel, del fanatismo del Padre, sino de la verdad y de la realidad de la Creación: de la verdadera e íntima superación del mal que, en última instancia, sólo puede suceder en el sufrimiento del amor.




FE CRISTIANA Y SALVACIÓN DE LOS INFIELES


    Es indudable que, en lo que respecta a este punto, estamos ante una profunda evolución del dogma. […] Si es verdad que los grandes misioneros del siglo XVI estaban convencidos de que quien no estaba bautizado estaba perdido para siempre –y esto explica su compromiso misionero–, después del concilio Vaticano II dicha convicción ha sido abandonada definitivamente en la Iglesia católica.

    De esto deriva una doble y profunda crisis. Por una parte, esto parece eliminar cualquier tipo de motivación por un futuro compromiso misionero. ¿Por qué se debería intentar convencer a las personas de que acepten la fe cristiana cuando pueden salvarse también sin ella?

    Pero también a los cristianos se les planteó una cuestión: la obligatoriedad de la fe y su forma de vida pasó a ser incierta y problemática. Al fin y al cabo, si hay quien se puede salvar también de otros modos ya no está tan claro por qué el cristiano tiene que estar vinculado a las exigencias de la fe cristiana y a su moral. Si la fe y la salvación ya no son interdependientes, también la fe pierde su motivación.

    En los últimos tiempos se han llevado a cabo diversos intentos con el fin de conciliar la necesidad universal de la fe cristiana con la posibilidad de salvarse sin ella.

   Recuerdo dos: ante todo, la conocida tesis de los cristianos anónimos de Karl Rahner. […] Es cierto que esta teoría es fascinante, pero reduce el cristianismo a una pura y consciente presentación de lo que el ser humano es en sí y, por lo tanto, descuida el drama del cambio y de la renovación, fundamental en el cristianismo.

    Aún menos aceptable es la solución propuesta por las teorías pluralistas de la religión, según las cuales todas las religiones, cada una a su manera, serían vías de salvación y, en este sentido, equivalentes entre sí. La crítica de la religión tal como es ejercida por el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y la Iglesia primitiva es esencialmente más realista, más concreta y más verdadera en su análisis de las distintas religiones. Un aceptación tan simplista no es proporcional a la grandeza de la cuestión.

    Recordamos sobre todo a Henri de Lubac, y con él a otros teólogos, que insistieron sobre el concepto de sustitución vicaria. […] Cristo, al ser único, era y es para todos: y los cristianos, que en la grandiosa imagen de Pablo constituyen su cuerpo en este mundo, participan de dicho “ser para”. Por decirlo de algún modo, cristianos no se es por sí mismos, sino con Cristo, para los otros.

    Esto no significa poseer una especie de billete especial para entrar en la bienaventuranza eterna, sino la vocación a costruir el conjunto, el todo. Lo que la persona humana necesita en orden a la salvación es la íntima apertura hacia Dios, la íntima expectativa y adhesión a Él y esto, viceversa, significa que nosotros, junto al Señor que hemos conocido, vamos hacia los otros e intentamos hacer visible para ellos el acontecimiento de Dios en Cristo. […]

    Pienso que en la situación actual es, para nosotros, cada vez más evidente y comprensible lo que el Señor le dice a Abraham, es decir, que diez justos habrían bastado para que la ciudad sobreviviera, pero que ésta se destruye a sí misma si no se alcanza este número tan pequeño. Está claro que debemos reflexionar ulteriormente sobre toda esta cuestión.



ROMA, 18 de marzo de 2016 – El texto de Joseph Ratzinger del que más arriba se reproducen los pasajes más relevantes no es inédito. Había sido leído por su secretario, Georg Gänswein, durante un congreso organizado en Roma por los jesuitas de la Rectoría de la iglesia del Gesù, entre el 8 y el 10 de octubre de 2015, mientras en el Vaticano se celebraba el sínodo sobre la familia.
    Pero hasta hace dos días poquísimos conocían este texto, con forma de entrevista. Ahora está a punto de salir un libro que recoge las intervenciones de ese congreso. El miércoles 16 de marzo, el periódico “Avvenire” anticipó amplios pasajes, revelando también el nombre del entrevistador. Pocas horas después, “L’Osservatore Romano” lo publicó íntegro.

    Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España.




Fuente:  Blog Grupo Universitario San Ignacio de Loyola



DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA ( CAP II )

LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO:
APUNTES HISTÓRICOS










       Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene.

 San Crisóstomo.

REFLEXIÓN

TIEMPO DE CUARESMA
SÁBADO DE LA SEMANA V
De la Solemnidad.
 Salmos del Común de santos varones.
19 de marzo


De los Sermones de san Bernardino de Siena, presbítero
(Sermón 2, Sobre san José: Opera 7, 16. 27-30)

FIEL CUIDADOR Y GUARDIÁN

    Es norma general de todas las gracias especiales comunicadas a cualquier creatura racional que, cuando la gracia divina elige a alguien para algún oficio especial o algún estado muy elevado, otorga todos los carismas que son necesarios a aquella persona así elegida, y que la adornan con profusión.


    Ello se realizó de un modo eminente en la persona de san José, que hizo las veces de padre de nuestro Señor Jesucristo y que fue verdadero esposo de la Reina del mundo y Señora de los ángeles, que fue elegido por el Padre eterno como fiel cuidador y guardián de sus más preciados tesoros, a saber, de su Hijo y de su esposa; cargo que él cumplió con absoluta fidelidad. Por esto el Señor le dice: Bien, siervo bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor.

    Si miramos la relación que tiene José con toda la Iglesia, ¿no es éste el hombre especialmente elegido, por el cual y bajo el cual Cristo fue introducido en el mundo de un modo regular y honesto? Por tanto, si toda la Iglesia está en deuda con la Virgen Madre, ya que por medio de ella recibió a Cristo, de modo semejante le debe a san José, después de ella, una especial gratitud y reverencia.

    Él, en efecto, cierra el antiguo Testamento, ya que en él la dignidad patriarcal y profética alcanza el fruto prometido. Además, él es el único que poseyó corporalmente lo que la condescendencia divina había prometido a los patriarcas y a los profetas.

    Hemos de suponer, sin duda alguna, que aquella misma familiaridad, respeto y altísima dignidad que Cristo tributó a José mientras vivía aquí en la tierra, como un hijo con su padre, no se la ha negado en el cielo; al contrario, la ha colmado y consumado.

    Por esto, no sin razón añade el Señor: Pasa al banquete de tu Señor. Pues, aunque el gozo festivo de la felicidad eterna entra en el corazón del hombre, el Señor prefirió decirle: Pasa al banquete, para insinuar de un modo misterioso que este gozo festivo no sólo se halla dentro de él, sino que lo rodea y absorbe por todas partes, y que está sumergido en él como en un abismo infinito.

    Acuérdate, pues, de nosotros, bienaventurado José, e intercede con tus oraciones ante tu Hijo; haz también que sea propicia a nosotros la santísima Virgen, tu esposa, que es madre de aquel que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por siglos infinitos. Amén.




    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 

San Crisóstomo.

LA FRASE DEL DÍA

Sábado 19 de marzo






    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 

San Crisóstomo.