lunes, 10 de marzo de 2025

MES DE SAN JOSÉ

DÉCIMO PRIMER DÍA: HUÍDA A EGIPTO


 Huída a Egipto

    El Ángel del Señor apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al Niño y a su madre y huyan a Egipto (Mateo II). El rey Herodes, temiendo al Rey de los Judíos que los magos vinieron a adorar, dicto sentencia de muerte contra todos los niños pequeños, que se encontraban en las inmediaciones de Belén; el Ángel advirtió al santo Padre nutricio que llevara a Egipto a ese sagrado Rey, que reinará sobre las naciones a través del madero de la Cruz. San José obedeció al punto, y se puso en camino con su santa Esposa que llevaba su tesoro en sus brazos. Están sin guía, sin apoyo, temerosos de los soldados de Herodes; el corazón consagrado de San José tiembla por Jesús y se enternece por las fatigas de María; sólo su inquebrantable confianza en Dios lo sostiene, y camina hacia ese país desconocido, inhospitalario, ocupado siempre del doble tesoro confiado a su vigilancia. Una antigua pintura encontrada en las Catacumbas de Roma representa a la sagrada familia huyendo a Egipto. Jesús reposa sobre el seno de María, se apoya sobre el santo anciano José. ¡Si pudiésemos, a lo largo de nuestra vida, bajo el ojo de Dios! ¡Confiando en el cuidado de su Providencia, con María por Madre y San José por guía y por protector! Así evitaríamos el pecado, y las tentaciones del demonio, más peligroso que los satélites, y llegaremos felizmente al término del viaje, no Egipto sino e cielo.


Oración

    Oh Dios, admirable en tus santos, que has querido mostrarte más admirable en san José, estableciéndole como dispensador de los dones celestes sobre tu sagrada familia, concédenos alcanzar felizmente a puerto de salvación, ayudados por los mérito y las oraciones de ese gran santo cuyo nombre invocamos con confianza, por Jesucristo Nuestro señor. ¡Qué el nombre de José sea bendito, ahora y siempre!

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 11 de Marzo - San Mateo 6,7-15.


    Libro de Isaías 55,10-11.

    Así habla el Señor: Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé.


Salmo 34(33),4-5.6-7.16-17.18-19.

El Señor libra a los justos de todas sus angustias.

Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: El me respondió
y me libró de todos mis temores.

Miren hacia El y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
El lo escuchó y lo salvó de sus angustias.

Los ojos del Señor miran al justo
y sus oídos escuchan su clamor;
pero el Señor rechaza a los que hacen el mal
para borrar su recuerdo de la tierra.

Cuando ellos claman, el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.
El Señor está cerca del que sufre
y salva a los que están abatidos.


    Evangelio según San Mateo 6,7-15.


    Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.
    No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
    Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
    Danos hoy nuestro pan de cada día.
    Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
    No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.
    Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.
    Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 11 de Marzo - “¡Qué su voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo!”


San Juan Casiano (c. 360-435) fundador de la Abadía de Marsella Conferencias, De la oración, XX (SC 54. Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958)


“¡Qué su voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo!”
           
     [En la oración del Padre Nuestro] la tercer demanda de los hijos es “¡Qué su voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo!” Que la tierra merite de ser igualada al cielo es llevar a lo más alto la oración. Decir “¡Qué su voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo!” es como pedir que los hombres sean semejantes a los ángeles. Como esos espíritus bienaventurados hacen en el cielo la voluntad divina, sobre la tierra los hombres también la harán.

    Podrá hacer una oración del fondo de corazón solamente el que cree que Dios dispone todo en este mundo, alegrías y penas, para nuestra ventaja. Vela con más solicitud para la salvación e intereses de los que son a él, que lo que podemos nosotros mismos.

    Podemos también comprender esta demanda, en el sentido que la voluntad de Dios es “que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tm 2,4). El profeta Isaías habla de esta misma divina voluntad, cuando en el nombre de Dios Padre, expresó “Mi designio se cumplirá y haré todo lo que me agrade” (Is 46,10). Demandar “¡Qué su voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo!” es, con otros términos, formular esta oración: “Igual que los que están en el cielo, que los que están sobre la tierra, oh Padre, sean salvados por el conocimiento de su Nombre”. 

SANTORAL - SAN EULOGIO DE CÓRDOBA

11 de Marzo


   Es uno de los grandes hombres que han enriquecido la historia de la Iglesia. Era brillante y audaz; un valeroso defensor de Cristo hasta el final. Vivió en Córdoba en el siglo IX. Su familia permaneció fiel a la fe católica a pesar del dominio musulmán que penalizaba con severos impuestos la asistencia al templo, y daban muerte a quien hablase de Cristo fuera de él. Con estas presiones y el miedo al martirio muchos católicos abandonaban la ciudad.

    Eulogio renovó el fervor de sus conciudadanos dentro de la capital y en sus aledaños. Su abuelo le enseñó siendo niño a que cada vez que el reloj señalase las horas, dijera una pequeña oración y así lo hacía, recitando, por ejemplo: «Dios mío, ven en mi auxilio, Señor, ven aprisa a socorrerme». Se formó en el colegio anexo a la iglesia de San Zoilo. Y también influyó en su educación el abad y escritor Speraindeo. Recibió una esmerada formación en filosofía y en otras ciencias. Su biógrafo, amigo y compañero suyo de estudios, Álvaro de Córdoba (Paulo Álvaro), reflejó su juventud diciendo que: «Era muy piadoso y muy mortificado. Sobresalía en todas las ciencias, pero especialmente en el conocimiento de la Sagrada Escritura. Su rostro se conservaba siempre amable y alegre. Era tan humilde que casi nunca discutía y siempre se mostraba muy respetuoso con las opiniones de los otros, y lo que no fuera contra la ley de Dios o la moral, no lo contradecía jamás. Su trato era tan agradable que se ganaba la simpatía de todos los que charlaban con él. Su descanso preferido era ir a visitar templos, casas de religiosos y hospitales. Los monjes le tenían tan grande estima que lo llamaban como consultor cuando tenían que redactar los reglamentos de sus conventos. Esto le dio ocasión de visitar y conocer muy bien un gran número de casas religiosas en España». Álvaro añade que: «tenía gracia para sacar a los hombres de su miseria y sublimarlos al reino de la luz». Siendo sacerdote, era un predicador excelente. Su anhelo fue agradar a Dios y se ejercitaba en el amor viviendo una rigurosa vida ascética. Confidenció a sus íntimos: «Tengo miedo a mis malas obras. Mis pecados me atormentan. Veo su monstruosidad. Medito frecuentemente en el juicio que me espera, y me siento merecedor de fuertes castigos. Apenas me atrevo a mirar el cielo, abrumado por el peso de mi conciencia». Este sentimiento de indignidad que acompaña a los santos, le instaba a emprender un camino de peregrinación para expiación de sus culpas. Roma era su objetivo, pero su idea de llegar a pie era casi un imposible. De modo que pospuso este proyecto.

    Hombre de vasta cultura, inquieto como las personas inteligentes que no pasan por la vida ajenas a las raíces de la historia, después de ver frustrados sus intentos de penetrar en el país galo, que estaba sumido en guerras, y donde se trasladaba con la idea de averiguar el paradero de dos de sus hermanos, vivió durante un tiempo en Navarra, en Aragón y en Toledo. En Leire tuvo ocasión de conocer la Vida de Mahoma así como clásicos de la literatura griega y latina, y otras obras relevantes entre las que se incluía La ciudad de Dios de san Agustín. Y después de contribuir a acrecentar el patrimonio espiritual de los monasterios sembrados por el Pirinieo, cuando ya había hecho acopio de una importante formación intelectual, regresó a Córdoba llevando con él un importante legado bibiográfico que nutriría los centros académicos de la capital. Poco a poco fue naciendo una especie de círculo en torno a él integrado por sacerdotes y religiosos.

    Pero en el año 850 los cristianos cordobeses quedaron estremecidos ante la cruenta persecución que se desató contra ellos. Muchos regaron con su sangre el amor que profesaban a Cristo, negándose a abjurar de su fe y a colocar en el centro de sus vidas a Mahoma. Eulogio fue apresado; junto a él se hallaba el prelado Saulo. El artífice de su detención fue otro obispo, Recaredo, que junto a un grupo de clérigos se puso de parte de los musulmanes. En la cárcel redactó su obra «Memorial de los mártires». A finales del año 851 fue liberado. Con Muhammad I, sucesor de Abderramán, la situación de los cristianos se hizo aún más insostenible. Y Eulogio no estaba seguro en ningún lugar. De modo que durante un tiempo el santo fue de un lado a otro buscando proteger su vida.

    El año 858 fue elegido arzobispo de Toledo, pero su glorioso martirio estaba próximo. La joven Lucrecia, hija de mahometanos, anhelaba ser católica. Como la obligaban a ser musulmana, ayudada por Eulogio huyó de su casa y se refugió en la de unos católicos. Apresados ambos el año 859, fueron condenados a muerte. La notoriedad pública de Eulogio era altísima. Los ojos de los fieles estaban clavados en él. De modo que si los captores lograban que abjurase de la fe, el éxito estaba más que asegurado. Muchos seguirían sus pasos. No lograron sus propósitos, a pesar de que astutamente le propusieron simular su retractación. Solo tenía que hacer creer a todos que abandonaba su fe, pero después podía actuar a conveniencia. Naturalmente, el santo respondió con el Evangelio en la mano, renovando los pilares esenciales de su vida ante el emir que presidía el tribunal. Uno de los fiscales que juzgaba su caso y el de Lucrecia montó en cólera: "Que el pueblo ignorante se deje matar por proclamar su fe, lo comprendemos. Pero tú, el más sabio y apreciado de todos los cristianos de la ciudad, no debes ir así a la muerte. Te aconsejo que te retractes de tu religión, y así salvarás tu vida». La pena capital era por decapitación. Pero Eulogio no se inmutó. Respondió: «Ah, si supieses los inmensos premios que nos esperan a los que proclamamos nuestra fe en Cristo, no solo no me dirías que debo dejar mi religión, sino que tu dejarías a Mahoma y empezarías a creer en Jesús. Yo proclamo aquí solemnemente que hasta el último momento quiero ser amador y adorador de Nuestro Señor Jesucristo», palabras que coronó derramando su sangre junto a la de Lucrecia el 11 de marzo del año 859.

Oremos

    Señor y Dios nuestro: tú que, en la difícil situación de la Iglesia mozárabe, suscitaste en San Eulogio un espíritu heroico para la confesión intrépida de la fe, concédenos superar con gozo y energía, fortalecidos por ese mismo espíritu, todas nuestras situaciones adversas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén 

-FRASE DEL DÍA-



 

domingo, 9 de marzo de 2025

MES DE SAN JOSÉ

DÉCIMO DÍA: PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO


 Presentación de Jesús en el Templo

    Sigamos con los ojos del alma al santo Niño, llevado en los brazos de la Santísima Virgen Madre, acompañada por San José entrando a ese templo donde los sacrificios y las oblaciones no sino la figura del Calvario. La verdadera víctima, y penetra bajo las molduras de cedro, es ofrecida en el altar, y san José, para rescatar al divino primogénito, presenta la ofrenda de los pobres: dos tortolitas. ¡Qué sentimiento de temor, de compasión habría n embargado al corazón de María y de José, consagrando así a su celeste tesoro a todos los sufrimientos predichos por los profetas! Su alma fue atravesada por una espada, tal como se lo predijo en ese momento el anciano Simeón a María, vieron los suplicios y la cruz y adoraron el inefable amor que se consagraba, y se entregaba así por sus creaturas. Un rayo de alegría se mezcla con esos pensamientos severos; Simeón y Ana exaltan al Salvador, al Redentor de Israel, nacido para la salvación de muchos, y pensando el la cifra innombrable de las almas salvadas por Jesús, María y José, tan celosos y tan generosos se alegran. Ofrezcámonos también a Dios: supliquémosle que nos indique la vie de salvación y unámonos fielmente a Jesús, con el fin de tener parte ben las gracias de la redención.

Oración

    Dios todo pedroso y misericordioso, que has dado por esposo a la Virgen María, tu Santísima Madre, al hombre justo, el bienaventurado José. Hijo de David y lo has elegido por padre nutricio, concédenos, por los méritos y oraciones de ese gran santo, la tranquilidad y la paz, y alcánzanos gozar un día el gozo de verte eternamente en el cielo, tu que siendo Dios vives y reinas con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo (Santa Teresa de Avila).

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 10 de Marzo - San Mateo 25,31-46.


    Libro del Levítico 19,1-2.11-18.

    El Señor dijo a Moisés:
    Habla en estos términos a toda la comunidad de Israel: Ustedes serán santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo.
    Ustedes no robarán, no mentirán ni se engañarán unos a otros.
    No jurarán en falso por mi Nombre, porque profanarían el nombre de su Dios. Yo soy el Señor.
    No oprimirás a tu prójimo ni lo despojarás; y no retendrás hasta la mañana siguiente el salario del jornalero.
    No insultarás a un ciego, sino que temerás a tu Dios. Yo soy el Señor.
    No cometerás ninguna injusticia en los juicios. No favorecerás arbitrariamente al pobre ni te mostrarás complaciente con el rico: juzgarás a tu prójimo con justicia.
    No difamarás a tus compatriotas, ni pondrás en peligro la vida de tu prójimo. Yo soy el señor.
    No odiarás a tu hermano en tu corazón: deberás reprenderlo convenientemente, para no cargar con un pecado a causa de él.
    No serás vengativo con tus compatriotas ni les guardarás rencor.    Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.


Salmo 19(18),8.9.10.15.

Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida.

La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da sabiduría al simple.

Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos.

La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos.

¡Ojalá sean de tu agrado
las palabras de mi boca,
y lleguen hasta ti mis pensamientos,
Señor, mi Roca y mi redentor!


    Evangelio según San Mateo 25,31-46.

    Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.
    Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,
y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
    Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.
    Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?
    ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?
    ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.
    Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.
    Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,
porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.
    Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.
    Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.
    Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 10 de Marzo - «Es a mí a quien lo habéis hecho»


 Simeón el Nuevo Teólogo Capítulos teológicos, gnósticos y prácticos: El amor de Cristo nos apremia nn. 92-93

«Es a mí a quien lo habéis hecho» 

    Si alguien da una limosna a noventa y nueve pobres, y después injuria, maltrata o envía con las manos vacías al único que queda ¿sobre quién cae ese trato sino sobre aquél que dice, no cesa de decir y dirá un día: «Cada vez que lo hicisteis a uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis»?... En efecto, está en todos esos pobres aquél que es alimentado por nosotros en cada uno de los más pequeños. De la misma manera, si alguno da a todos lo necesario para hoy, y mañana, pudiéndolo hacer, no se acuerda de sus hermanos y les deja morir de hambre, de sed y de frío, es como si hubiera dejado morir y despreciado a aquél que dijo: «Cada vez que lo hicisteis a uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis»...

    Si Cristo se ha dignado tomar el rostro de cada pobre, si se ha identificado con todos los pobres, es para que ninguno de los que creen en él se eleve por encima de su hermano..., sino que lo acoja como a Cristo que ha derramado toda su sangre por nuestra salvación... Es posible que todo esto parezca penoso a muchos y les parezca razonable decirse: «¿Quién puede hacer todo esto, cuidar y alimentar a todos los que tienen necesidad y no olvidar a nadie?». Pero que escuchen a San Pablo que declara: «Nos apremia el amor el Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron» (2Co 5,14). 

SANTORAL - SANTOS MÁRTIRES DE SEBASTE

10 de Marzo


    Los 40 mártires de Sebaste (a. 320) La Legión XII Fulminata se hizo célebre entre los cristianos del siglo IV por el martirio de 40 de sus soldados. Junto a la Legión XV Apollinaris tenía a su cargo la defensa de Asia Menor. En el año 312 Constantino y Licinio publicaron un edicto favorable a los cristianos. Majencio había sido derrotado el 28 de Abril de ese año junto al puente Milvio y quedaba Constantino como único emperador de Occidente.

    En Oriente, vencido Maximiano Daia, es Licinio el único dueño. Constantino y Licinio son emperadores asociados. Por ese momento hay abundantes cristianos enrolados en las filas del ejército por la tranquilidad que por años los fieles cristianos van disfrutando al amparo del edicto imperial. En lenguaje de Eusebio, el ambicioso Licinio se quita la máscara e inicia en Oriente una cruenta persecución contra los cristianos. La verdad histórica del martirio, con sus detalles más nimios, no llega uniformemente a nuestros tiempos. La predicación viva de su entrega hasta la muerte -propuesta una y otra vez como paradigma a los fieles- está necesariamente adaptada a la necesidad interior de los diferentes auditorios; esto hace que se resalten más unos aspectos que otros, según lo requiera el mayor provecho espiritual, a los distintos oyentes y probablemente ahí radique la diferencia de las memorias.

    San Gregorio de Nisa, apologista acérrimo de los soldados mártires, sitúa el lugar del martirio en Armenia, cerca de la actual Sivas, en la ciudad de Sebaste. Fue en el año 320 y en un estanque helado. (San Efrén, al comentarlo, debió imaginarlo tan grande que lo llamó “lago”) Dice que de la XII Fulminata, cuarenta hombres aguerridos prefirieron la muerte gélida a renunciar a su fe cristiana. Sobre el hielo y hundiéndose en el rigor del agua fría, los soldados, con sus miembros yertos, se animan mutuamente orando: “Cuarenta, Señor, bajamos al estadio; haz que los cuarenta seamos coronados”. Quieren ser fieles hasta la muerte... pero uno de ellos flaquea y se escapa; el encargado de su custodia , asombrado por la entereza de los que mueren y aborreciendo la cobardía del que huye, entra en el frío congelador y completa el número de los que, enteros, mantienen su ideal con perseverancia.

    Los sepultaron, también juntos, en el Ponto, dato difícil de interpretar por ser armenios los mártires. Pronto comenzó el culto a los soldados y se propagó por Constantinopla, Palestina -donde santa Melania la Joven construyó un monasterio poniéndolo bajo su protección-, Roma y de allí a toda la cristiandad. La antigüedad cristiana vibraba con la celebración del heroísmo de sus soldados, admiró la valentía, la constancia, el desprendimiento, la renuncia a una vida larga y privilegiada. Deseaban las iglesias particulares conseguir alguna de sus reliquias tanto que san Gaudencio afirma se valoraban más que el oro y san Gregorio Niseno las apreciaba hasta el punto de colocarlas junto a los cuerpos de sus padres para que en la resurrección última lo hicieran junto a sus valientes intercesores.

Oremos

    Te rogamos, Señor Dios omnipotente, que los que honramos a los bienaventurados mártires, que perseveraron tan firmes en la confesión de la fe, experimentemos su piadosa intercesión en el acatamiento de tu soberana Majestad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

-FRASE DEL DÍA-