domingo, 24 de octubre de 2021
EVANGELIO DEL DÍA - 25 DE OCTUBRE - San Lucas 13,10-17.
Carta de San Pablo a los Romanos 8,12-17.
Hermanos, nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera carnal.
Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán.
Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre!
El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.
Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.
Palabra de Dios.
Salmo 68(67),2.4.6-7ab.20-21.
¡Se alza Dios!
Sus enemigos se dispersan
y sus adversarios huyen delante de él.
Pero los justos se regocijan,
gritan de gozo delante de Dios
y se llenan de alegría.
Dios en su santa Morada
es padre de los huérfanos y defensor de las viudas:
él instala en un hogar a los solitarios
y hace salir con felicidad a los cautivos.
¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación!
El carga con nosotros día tras día;
él es el Dios que nos salva
y nos hace escapar de la muerte.
¡Se alza Dios!
Sus enemigos se dispersan
y sus adversarios huyen delante de él.
Pero los justos se regocijan,
gritan de gozo delante de Dios
y se llenan de alegría.
Dios en su santa Morada
es padre de los huérfanos y defensor de las viudas:
él instala en un hogar a los solitarios
y hace salir con felicidad a los cautivos.
¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación!
El carga con nosotros día tras día;
él es el Dios que nos salva
y nos hace escapar de la muerte.
Evangelio según San Lucas 13,10-17.
Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga.
Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera.
Jesús, al verla, la llamó y le dijo: "Mujer, estás curada de tu enfermedad", y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: "Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado".
El Señor le respondió: "¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber?
Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?".
Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.
Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga.
Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera.
Jesús, al verla, la llamó y le dijo: "Mujer, estás curada de tu enfermedad", y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: "Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado".
El Señor le respondió: "¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber?
Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?".
Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 25 de Octubre - «Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios» (Lc 13, 10-17)
San Juan Pablo II, papa
Catequesis, Audiencia general (03-08-1988): Liberación del pecado
«Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios» (Lc 13, 10-17)
8. Se ve claro en qué consiste la liberación realizada por Cristo: para qué libertad El nos ha liberado. La liberación realizada por Cristo se distingue de la que esperaban sus coetáneos en Israel. Efectivamente, todavía antes de ir de forma definitiva al Padre, Cristo era interrogado por aquellos que eran sus más íntimos: «Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el reino de Israel?» (Act 1, 6). Y así todavía entonces ―después de la experiencia de los acontecimientos pascuales― ellos seguían pensando en la liberación en sentido político: bajo este aspecto se esperaba el mesías, descendiente de David.
9. Pero la liberación realizada por Cristo al precio de su pasión y muerte en la cruz, tiene un significado esencialmente diverso: es la liberación de lo que en lo más profundo del hombre obstaculiza su relación con Dios. A ese nivel, el pecado significa esclavitud; y Cristo ha vencido el pecado para injertar nuevamente en el hombre la gracia de la filiación divina, la gracia liberadora. «Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!» (Rom 8, 15).
8. Se ve claro en qué consiste la liberación realizada por Cristo: para qué libertad El nos ha liberado. La liberación realizada por Cristo se distingue de la que esperaban sus coetáneos en Israel. Efectivamente, todavía antes de ir de forma definitiva al Padre, Cristo era interrogado por aquellos que eran sus más íntimos: «Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el reino de Israel?» (Act 1, 6). Y así todavía entonces ―después de la experiencia de los acontecimientos pascuales― ellos seguían pensando en la liberación en sentido político: bajo este aspecto se esperaba el mesías, descendiente de David.
9. Pero la liberación realizada por Cristo al precio de su pasión y muerte en la cruz, tiene un significado esencialmente diverso: es la liberación de lo que en lo más profundo del hombre obstaculiza su relación con Dios. A ese nivel, el pecado significa esclavitud; y Cristo ha vencido el pecado para injertar nuevamente en el hombre la gracia de la filiación divina, la gracia liberadora. «Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!» (Rom 8, 15).
Esta liberación espiritual, esto es, «la libertad en el Espíritu Santo», es pues el fruto de la misión salvífica de Cristo: «Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad» (2 Cor 3, 17). En este sentido hemos «sido llamados a la libertad» (Gál 5, 13) en Cristo y por medio de Cristo. «La fe que actúa por la caridad» (Gal 5, 6), es la expresión de esta libertad.
SANTORAL DEL DÍA - 25 DE OCTUBRE - SANTOS CRISPÍN Y CRISPINIANO
Estos dos mártires fueron muy famosos en el norte de Europa durante la Edad Media. Shakespeare exalta el día de estos santos en el famoso monólogo en el que Enrique V llama al combate la víspera de la batalla de Agincourt. Desgraciadamente el relato del martirio, que es muy posterior a los hechos, no merece crédito alguno. Según dicho relato, Crispín y Crispiniano fueron de Roma a la Galia a predicar el Evangelio a mediados del siglo III, junto con san Quintín y otros misioneros. Se establecieron en Soissons, donde instruyeron a muchos en la fe de Cristo. Predicaban durante el día, pero en la noche, de acuerdo con el ejemplo de san Pablo, se ganaban la vida remendando zapatos, a pesar de que eran de noble cuna. Los dos hermanos vivieron así varios años y más tarde, cuando el emperador Maximiano fue a la Galia, fueron acusados ante él. Maximiano, probablemente más por complacer a los acusadores que por satisfacer su propia crueldad y superstición, mandó que Crispín y Crispiniano compareciesen ante Ricciovaro, que era un enemigo irreconciliable del cristianismo (si es que existió en realidad). Ricciovaro los sometió a diversas torturas y trató en vano de ahogarlos y cocerlos vivos. Ese fracaso le encolerizó tanto, que se arrojó en la hoguera preparada para los mártires, a fin de quitarse la vida. Entonces, Maximiano mandó decapitar a los dos hermanos. Se cuenta que Crispín y Crispiniano sólo aceptaban por su trabajo lo que sus clientes les ofrecían buenamente, cosa que predispuso a los paganos en favor del cristianismo. Más tarde se construyó una iglesia sobre el sepulcro de los mártires, y san Eligio el Orfebre se encargó de embellecerla.
En realidad, no sabemos nada acerca de estos mártires y es muy posible que hayan muerto en Roma y que sus reliquias hayan sido posteriormente trasladadas a Soissons, donde empezó a tributárseles culto. Hay una tradición local, de Kent, en Inglaterra, que relaciona a estos mártires con el pequeño puerto de Faversham. Debía ser muy conocida en su tiempo, puesto que todavía existe: cuenta que los dos hermanos se refugiaron en dicho puerto para huir de la persecución y que abrieron una zapatería en el extremo de la calle Preston, «cerca del Pozo de la Cruz». Un tal Mr. Southouse, que escribió alrededor del año 1670, dice que, en su época, «muchas personas extranjeras que practicaban el noble oficio de zapateros solían visitar el lugar», de suerte que la tradición debía ser conocida fuera de Inglaterra. En la parroquia de Santa María de la Caridad había un altar dedicado a san Crispín y san Crispiniano.
El ejemplo de estos santos muestra que se equivocan por completo los cristianos que se consideran dispensados de aspirar a la perfección a causa de la atención que exige el cuidado de la familia y del oficio. Si tales cristianos no alcanzan la perfección, se debe a su negligencia y debilidad. Muchas personas se han santificado trabajando en una finca o regenteando un comercio. San Pablo fabricaba tiendas, Crispín y Crispiniano eran zapateros, la Santísima Virgen se ocupaba del cuidado de su casa, el propio Jesús trabajaba con su padre adoptivo, y aun los monjes que se apartaban totalmente del mundo para dedicarse a la contemplación de las cosas divinas, tejían esteras y cestos, labraban la tierra o copiaban y empastaban libros. Todos los estados de vida ofrecen numerosas ocasiones de ejercitar las buenas obras y de santificarse.
Este día es el de la fiesta de San Crispín; el que sobreviva a este día volverá sano y salvo a sus lares, se izará sobre las puntas de los pies cuando se mencione esta fecha, y se crecerá por encima de sí mismo ante el nombre de San Crispín. El que sobreviva a este día y llegue a la vejez, cada año, en la víspera de esta fiesta, invitará a sus amigos y les dirá: «Mañana es San Crispín». Entonces se subirá las mangas, y al mostrar sus cicatrices, dirá: «He recibido estas heridas el día de San Crispín.» Los ancianos olvidan; empero el que lo haya olvidado todo, se acordará todavía con satisfacción de las proezas que llevó a cabo en aquel día. Y entonces nuestros nombres serán tan familiares en sus bocas como los nombres de sus parientes: el rey Henry, Bedford, Exeter, Warwick y Talbot, Salisbury y Glóucester serán resucitados con copas rebosantes por su saludable y viviente recuerdo. Esta historia la enseñará el buen hombre a su hijo, y desde este día hasta el fin del mundo la fiesta de San Crispín y Crispiniano nunca llegará sin que a ella vaya asociado nuestro recuerdo, el recuerdo de nuestro pequeño ejército, de nuestro feliz pequeño ejército, de nuestro bando de hermanos; porque el que vierte hoy su sangre conmigo será mi hermano; por muy vil que sea, esta jornada ennoblecerá su condición, y los caballeros que permanecen ahora en el lecho en Inglaterra se considerarán como malditos por no haberse hallado aquí, y tendrán su nobleza en bajo precio cuando escuchen hablar a uno de los que han combatido con nosotros el día de San Crispín. (Shakespeare, «Enrique V», acto IV, esc. 3)
Oremos
San Crispín y San Crispiniano les pido que por su intercesión alcance gran amor en los trabajos que realizo, encontrando el de la alegría de ser apóstol de Cristo, y así con un corazón inflamado de amor por Dios, pueda santificarme y ganar almas para el cielo. Denme el coraje de llevar su palabra sin importarme las amenazas de este mundo, más bien que desprendiéndome por completo de este, en cada cosa que haga, en cada palabra que diga, y todo lo que de mí salga sea para dar Gloria de Dios. San Crispín y San Crispiniano, rueguen por nosotros! Amén.
OCTUBRE, MES DE LAS MISIONES - «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20)
Papa Francisco
Extracto, mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2014 (pto.5)
“¡No dejemos que nos roben la alegría de la evangelización! Os invito a sumergiros en la alegría del Evangelio y a nutrir un amor que ilumine vuestra vocación y misión. Os exhorto a recordar, como en una peregrinación interior, el “primer amor” con el que el Señor Jesucristo ha encendido los corazones de cada uno, no por un sentimiento de nostalgia, sino para perseverar en la alegría. El discípulo del Señor persevera con alegría cuando está con Él, cuando hace su voluntad, cuando comparte la fe, la esperanza y la caridad evangélica.”
sábado, 23 de octubre de 2021
EVANGELIO DEL DÍA - 24 DE OCTUBRE - San Marcos 10,46-52.
Porque así habla el Señor: ¡Griten jubilosos por Jacob, aclamen a la primera de las naciones! Háganse oír, alaben y digan: "¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel!".
Yo los hago venir del país del Norte y los reúno desde los extremos de la tierra; hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la que vuelve aquí!
Habían partido llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo; los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano, donde ellos no tropezarán. Porque yo soy un padre para Israel y Efraím es mi primogénito.
Palabra de Dios.
Salmo 126(125),1-2ab.2cd-3.4-5.6.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas
y nuestros labios, de canciones.
Hasta los mismos paganos decían:
“¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!”.
¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría!
¡Cambia, Señor, nuestra suerte
como los torrentes del Négueb!
Los que siembran entre lágrimas
cosecharán entre canciones.
El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas.
Carta a los Hebreos 5,1-6.
Hermanos: Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados.
El puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana.
Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino también por los propios pecados.
Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón.
Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy.
Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.
El puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana.
Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino también por los propios pecados.
Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón.
Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy.
Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.
Palabra de Dios.
Evangelio según San Marcos 10,46-52.
Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino.
Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!".
Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!".
Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Animo, levántate! El te llama".
Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". El le respondió: "Maestro, que yo pueda ver".
Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 24 de Octubre - «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» (Mc 10, 46-52)
San Juan Crisóstomo
Homilía 66, Obras de San Juan Crisóstomo, tomo II, B.A.C., Madrid, 1956, pp. 354-357.
«¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» (Mc 10, 46-52)
1. Mirad desde dónde se dirige a Jerusalén y dónde había pasado antes el tiempo. Es un punto, a mi parecer, muy digno de averiguarse. ¿Y por qué anteriormente no fue desde allí a Galilea sino pasando por Samaria? Mas esto lo dejaremos para los curiosos de saber, y el que quiera puntualmente investigarlo, en Juan hallará que se explica muy bien y allí pone el evangelista la causa. Nosotros atengámonos a nuestro propósito y escuchemos a estos ciegos, mejores indudablemente que muchos que gozan de buena vista. Porque fue así que, sin guía que los llevara al Señor y sin poderle ver cuando lo tenían delante, ellos se empeñaron en llegar hasta Él y empezaron a gritar a voz en cuello, Y cuando se les mandaba callar, ellos levantaban más la voz.
Tal es, en efecto, un alma constante: las mismas dificultades la exaltan. Cristo, por su parte, consintió que se les mandara callar, a fin de que así apareciera mejor su fervor y vieran todos que eran dignos de la curación. De ahí que ni siquiera les pregunta si tienen fe, como solía hacer otras veces, pues sus gritos y su romper por entre la gente ponían bien de manifiesto su fe a los ojos de todos. Aprende de ahí, carísimo, que, por despreciables y desechados que seamos, si con fervor nos acercamos a Dios, aun por nosotros mismos podremos alcanzar cuanto le pidamos. Mira, si no, cómo estos ciegos, sin tener por abogado a ningún apóstol, teniendo más bien a muchos que les mandaban callar, lograron superar todas las dificultades y llegar a la presencia de Jesús mismo. Realmente, el evangelista no atestigua que por su vida tuvieran estos ciegos motivo especial de confianza con el Señor, Todo lo suplió su fervor, Buen modelo para nuestra imitación. Aun cuando Dios dilate el escucharnos, aun cuando hubiere muchos que traten de apartarnos de orar, no abandonemos nosotros la oración, pues así señaladamente nos atraemos a Dios. Mira, si no, cómo en el caso presente ni la pobreza, ni la ceguera, ni que el Señor no los oyera, ni las reprensiones de la gente; ni otra cosa alguna pudo contener impetuoso fervor de estos ciegos. Tal es por naturaleza el alma ardiente y esforzada.
¿Qué hace, pues, Cristo? Llámalos a sí y les dice ¿Qué queréis que haga con vosotros? Y ellos le responden: Señor; que se abran nuestros ojos. ¿Por qué les pregunta el Señor? Para que nadie pensara que querían ellos una cosa y Él les daba otra. Y es que el Señor tiene siempre costumbre de poner antes patente y descubrir a todos la virtud de los que va a curar, y sólo entonces realiza la curación. Lo uno, para mover a los otros a que los imiten; y luego por que vean todos que merecen la gracia les hace. Así por lo menos lo hizo con la mujer cananea, así con el centurión, así con la hemorroísa: o, mejor dicho; esta admirable mujer se adelantó a la pregunta del Señor. Y, sin embargo, tampoco a ésta la pasó de largo, sino que, aun después de la curación, la descubrió, a todos. Así se ve el interés que tenía siempre el Señor en proclamar los méritos de quienes se acercaban a Él. Que es puntualmente lo que aquí hace. Seguidamente, ya que le habían dicho que querían, movido a compasión, los tocó. Porque ésta-la compasión- es la causa única de a curación; la misma, por cierto, por la que vino al mundo. Sin embargo, aun cuando todo era compasión y gracia, Él busca a los son dignos. Y que estos ciegos eran dignos de la curación, bien lo mostraron, primero por sus gritos y porque, después de recibida la gracia, no se apartaran del Señor, que es lo que hacen muchos, ingratos después de recibir los beneficios. No así estos ciegos. Ellos antes de la dádiva se muestran constantes, y después de la dádiva, agradecidos, pues fueron siguiendo al Señor.
¿Qué hace, pues, Cristo? Llámalos a sí y les dice ¿Qué queréis que haga con vosotros? Y ellos le responden: Señor; que se abran nuestros ojos. ¿Por qué les pregunta el Señor? Para que nadie pensara que querían ellos una cosa y Él les daba otra. Y es que el Señor tiene siempre costumbre de poner antes patente y descubrir a todos la virtud de los que va a curar, y sólo entonces realiza la curación. Lo uno, para mover a los otros a que los imiten; y luego por que vean todos que merecen la gracia les hace. Así por lo menos lo hizo con la mujer cananea, así con el centurión, así con la hemorroísa: o, mejor dicho; esta admirable mujer se adelantó a la pregunta del Señor. Y, sin embargo, tampoco a ésta la pasó de largo, sino que, aun después de la curación, la descubrió, a todos. Así se ve el interés que tenía siempre el Señor en proclamar los méritos de quienes se acercaban a Él. Que es puntualmente lo que aquí hace. Seguidamente, ya que le habían dicho que querían, movido a compasión, los tocó. Porque ésta-la compasión- es la causa única de a curación; la misma, por cierto, por la que vino al mundo. Sin embargo, aun cuando todo era compasión y gracia, Él busca a los son dignos. Y que estos ciegos eran dignos de la curación, bien lo mostraron, primero por sus gritos y porque, después de recibida la gracia, no se apartaran del Señor, que es lo que hacen muchos, ingratos después de recibir los beneficios. No así estos ciegos. Ellos antes de la dádiva se muestran constantes, y después de la dádiva, agradecidos, pues fueron siguiendo al Señor.
SANTORAL DEL DÍA - 24 DE OCTUBRE - SAN LUIS GUANELLA
En la ciudad de Como, en Italia, san Luis Guanella, presbítero, que fundó la Congregación de los Siervos de la Caridad y también la de las Hijas de Santa María de la Providencia, para atender a las necesidades de los desamparados y afligidos, y procurarles la salvación eterna. Luis Guanella nació en Fraciscio, Sondrio, el 19 de diciembre de 1842, el noveno de trece hijos. Desde niño aprendió una fe viva y operante, un constante amor al trabajo y una gran caridad para con los pobres.
Pasada su niñez entre sus montes siempre nostálgicamente amados, fue alumno del Colegio Gallio de Como, frecuentó después, para los estudios eclesiásticos, los seminarios diocesanos, distinguiéndose por la angélica piedad, amabilidad de carácter y aprovechamiento en las disciplinas escolares. Ordenado sacerdote el 26 de mayo de 1868, estuvo encargado de cura de almas en Prosto y en Savogno, en Val Chiavena, donde construyó una escuela elemental, y enseñó en las escuelas, por cuanto tenía un diploma de maestro. Multiplicó las iniciativas benéficas a favor de los pobres y con entusiasmo organizó la acción Católica juvenil, fundada en 1867 por Juan Acquaderni y Mario Fani. En 1875 fue a Turín, a donde Juan Bosco, de quien aprendió el camino de la santidad y el método pedagógico. Se vinculó con los votos religiosos a la sociedad salesiana. Pero en 1878 fue llamado por su obispo a la diócesis, fue nuevamente párroco en Traona, Olmo y Pianello Lario, donde en 1885 sonó la hora de la misericordia con la primera fundación de las obras soñadas de tiempo atrás a favor de los pobres abandonados.
Este sacerdote valteliense, en la escuela de los santos de su tiempo: Juan Bosco, José Cafasso, José Benito Cottolengo, Leonardo Murialdo, Luis Orione, Madre Francisca Javier Cabrini, también él fue iniciador de numerosas obras de beneficencia, que florecerían rápidamente gracias a su espíritu de dedicación, y a su capacidad de comunicar entusiasmo y valor a sus colaboradores.
Devoto y admirador de San Francisco de Asís, ingresó en su Tercera Orden. De la vida del Pobrecillo asumió el espíritu de pobreza y de perfecta alegría, de gran confianza en Dios y de amor por los hermanos más pobres: los huérfanos, los deficientes, los ancianos y los enfermos. Para continuar la institución fundó dos congregaciones religiosas: los siervos de la Caridad (Guanelianos) y las Hijas de Santa María de la Providencia (Guanellianas). La obra se desarrolló admirablemente en Italia y en el exterior. La pía unión del tránsito de San José, iniciada por él en Roma, cuenta hoy con más de diez millones de miembros. En años de encendido anticlericalismo, fue mirado con sospecha por las autoridades laicas y fue blanco de injusticias y persecuciones, pero las superó con la fuerza de su fe y el fuego de la caridad. Fue a América siguiendo a los emigrantes, trabajó mucho por la asistencia religiosa a los mismos. Para instruir a la juventud abrió escuelas de iniciación, y oratorios. Para asistir a las víctimas del terremoto de Calabria, en Marsica y en Mesina, no economizó energías ni medios.
En Como el 24 de octubre de 1915, a los 73 años concluyó su activa jornada este héroe de la caridad. Su cuerpo se venera en el Santuario del Sagrado Corazón en Como. Fue beatificado por Pablo VI el 25 de octubre de 1964 y canonizado por Benedicto XVI el 23 de octubre de 2011.
Oremos
Señor Jesús, Tú viniste a la Tierra para ofrecer a todos el amor del Padre, y ser apoyo y consuelo de los pequeños y de los que sufren. Te damos gracias por habernos dado a tu siervo fiel, don Luis Guanella, como signo maravilloso del amor de Dios. Haz que el ejemplo de su vida pueda resplandecer en todo el mundo, para gloria de Dios Padre y para beneficio del pueblo cristiano. Concédenos, por su intercesión, la gracia que ahora te pedimos y haz que podemos imitar sus virtudes: el ardiente amor hacia la Eucaristía, la confianza serena en la Providencia, la tierna caridad para con los más pobres, la pasión pastoral por tu pueblo, para que -junto con él- podemos recibir el premio de gloria que nos preparaste en la casa del Padre. Amén.
Señor Jesús, Tú viniste a la Tierra para ofrecer a todos el amor del Padre, y ser apoyo y consuelo de los pequeños y de los que sufren. Te damos gracias por habernos dado a tu siervo fiel, don Luis Guanella, como signo maravilloso del amor de Dios. Haz que el ejemplo de su vida pueda resplandecer en todo el mundo, para gloria de Dios Padre y para beneficio del pueblo cristiano. Concédenos, por su intercesión, la gracia que ahora te pedimos y haz que podemos imitar sus virtudes: el ardiente amor hacia la Eucaristía, la confianza serena en la Providencia, la tierna caridad para con los más pobres, la pasión pastoral por tu pueblo, para que -junto con él- podemos recibir el premio de gloria que nos preparaste en la casa del Padre. Amén.
OCTUBRE, MES DE LAS MISIONES - «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20)
Papa Francisco
Extracto, mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2014
(pto.4)
"Donde hay alegría, fervor, deseo de llevar a Cristo a los demás, surgen las verdaderas vocaciones. Entre éstas no deben olvidarse las vocaciones laicales a la misión. Hace tiempo que se ha tomado conciencia de la identidad y de la misión de los fieles laicos en la Iglesia, así como del papel cada vez más importante que ellos están llamados a desempeñar en la difusión del Evangelio. Por esta razón, es importante proporcionarles la formación adecuada, con vistas a una acción apostólica eficaz."
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