miércoles, 12 de mayo de 2021

EVANGELIO - 13 de Mayo - San Juan 16,16-20.


       Libro de los Hechos de los Apóstoles 18,1-8.

    Pablo dejó Atenas y fue a Corinto. Allí encontró a un judío llamado Aquila, originario del Ponto, que acababa de llegar de Italia con su mujer Priscila, a raíz de un edicto de Claudio que obligaba a todos los judíos a salir de Roma. Pablo fue a verlos, y como ejercía el mismo oficio, se alojó en su casa y trabajaba con ellos haciendo tiendas de campaña.
    Todos los sábados, Pablo discutía en la sinagoga y trataba de persuadir tanto a los judíos como a los paganos.
    Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicó por entero a la predicación de la Palabra, dando testimonio a los judíos de que Jesús es el Mesías.
    Pero como ellos lo contradecían y lo injuriaban, sacudió su manto en señal de protesta, diciendo: "Que la sangre de ustedes caiga sobre sus cabezas. Yo soy inocente de eso; en adelante me dedicaré a los paganos".
    Entonces, alejándose de allí, fue a lo de un tal Ticio Justo, uno de los que adoraban a Dios y cuya casa lindaba con la sinagoga.
    Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor, junto con toda su familia. También muchos habitantes de Corinto, que habían escuchado a Pablo, abrazaron la fe y se hicieron bautizar.


Salmo 98(97),1.2-3ab.3cd-4.

Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.

El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.


    Evangelio según San Juan 16,16-20.

    Jesús dijo a sus discípulos: "Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver".
    Entonces algunos de sus discípulos comentaban entre sí: "¿Qué significa esto que nos dice: 'Dentro de poco ya no me verán, y poco después, me volverán a ver'?. ¿Y que significa: 'Yo me voy al Padre'?".
    Decían: "¿Qué es este poco de tiempo? No entendemos lo que quiere decir".
    Jesús se dio cuenta de que deseaban interrogarlo y les dijo: "Ustedes se preguntan entre sí qué significan mis palabras: 'Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver'.
    Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 13 de Mayo - «Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría»


San Francisco de Sales Carta (17-06-1606): Nada hay que temer mientras Él nos tenga de su mano A la Baronesa de Chantal

«Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría» 

   Querida hija: Poseo vuestra carta del 6 de junio, y dentro de breves momentos montaré a caballo para la visita que durará unos cinco meses. Pensad si estaré dispuesto a ir a Borgoña, pues, querida hija, esta acción de la visita me es necesaria y es de las principales de mi cargo. La emprendo con gran ánimo, y desde esta mañana experimento un consuelo especial en emprenderla, aunque antes, durante varios días, haya tenido por ello mil vanas aprensiones y tristezas, las cuales, sin embargo, no llegaban más que a la epidermis de mi corazón y no al interior: eran como esos estremecimientos que acompañan a la primera impresión de algo frío. Pero, como os he dicho muchas veces, nuestro amoroso Dios me trata como a un tierno niño, pues no me expone a rudas sacudidas; conoce mi enfermedad y sabe que no estoy para soportar grandes agitaciones. Os cuento aquí mis pequeñas cuitas porque ello me hace mucho bien.

    Me complace el que soportéis con resignación las fiebres tercianas. Tengo para mí que si tuviéramos el olfato un poco afinado, percibiríamos las aflicciones como perfumadas de mil buenos olores; pues aunque de sí mismas sean de olor desagradable, no obstante, por salir de la mano, o más bien, del seno y del corazón del Esposo, que en sí mismo es todo bálsamo y perfume, nos llegan de igual modo llenas de toda suavidad.

    Mostrad, hija mía, mostrad vuestro corazón alegre ante Dios; vayamos siempre con júbilo ante su presencia; El nos ama, nos quiere; este dulce Jesús es todo nuestro; seamos del todo suyos solamente, amémosle, querámosle, y que las tinieblas, que las tempestades nos rodeen, que nos lleguen al cuello las aguas de la amargura, mientras El nos tenga de su mano, nada hay que temer.

    Os escribiré a menudo, querida hija mía, y mil veces os bendeciré con las bendiciones que me ha confiado Dios. Vivid alegre, ya sana o ya enferma, y apretad bien firme a vuestro Esposo contra vuestro corazón, querida hija, mi muy querida hija, de quien soy lo que su divina Majestad quiere que sea y que no puede explicarse con palabras. ¡Viva para siempre Jesús! Amén.

SANTORAL - NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA

 13 de Mayo

La Santísima Virgen María se manifestó a tres niños campesinos

    En 1917, en el momento de las apariciones, Fátima era una ciudad desconocida de 2.500 habitantes, situada a 800 metros de altura y a 130 kilómetros al norte de Lisboa, casi en el centro de Portugal. Hoy Fátima es famosa en todo el mundo y su santuario lo visitan innumerables devotos.  Allí, la Virgen se manifestó a niños de corta edad: Lucía, de diez años, Francisco, su primo, de nueve años, un jovencito tranquilo y reflexivo, y Jacinta, hermana menor de Francisco, muy vivaz y afectuosa. Tres niños campesinos muy normales, que no sabían ni leer ni escribir, acostumbrados a llevar a pastar a las ovejas todos los días. Niños buenos, equilibrados, serenos, valientes, con familias atentas y premurosas. Los tres habían recibido en casa una primera instrucción religiosa, pero sólo Lucía había hecho ya la primera comunión. Las apariciones estuvieron precedidas por un "preludio angélico": un episodio amable, ciertamente destinado a preparar a los pequeños para lo que vendría.

    Lucía misma, en el libro Lucia racconta Fátima (Editrice Queriniana, Brescia 1977 y 1987) relató el orden de los hechos, que al comienzo sólo la tuvieron a ella como testigo. Era la primavera de 1915, dos años antes de las apariciones, y Lucía estaba en el campo junto a tres amigas. Y esta fue la primera manifestación del ángel: sería más o menos mediodía, cuando estábamos tomando la merienda. Luego, invité a mis compañeras a recitar conmigo el rosario, cosa que aceptaron gustosas. Habíamos apenas comenzado, cuando vimos ante nosotros, como suspendida en el aire, sobre el bosque, una figura, como una estatua de nieve, que los rayos del sol hacían un poco transparente. "¿Qué es eso?", preguntaron mis compañeras, un poco atemorizadas. "No lo sé". Continuamos nuestra oración, siempre con los ojos fijos en aquella figura, que desapareció justo cuando terminábamos (ibíd., p. 45).

    El hecho se repitió tres veces, siempre, más o menos, en los mismos términos, entre 1915 y 1916. Llegó 1917, y Francisco y Jacinta obtuvieron de sus padres el permiso de llevar también ellos ovejas a pastar; así cada mañana los tres primos se encontraban con su pequeño rebaño y pasaban el día juntos en campo abierto. Una mañana fueron sorprendidos por una ligera lluvia, y para no mojarse se refugiaron en una gruta que se encontraba en medio de un olivar. Allí comieron, recitaron el rosario y se quedaron a jugar hasta que salió de nuevo el sol. Con las palabras de Lucía, los hechos sucedieron así: ... entonces un viento fuerte sacudió los árboles y nos hizo levantar los ojos... Vimos entonces que sobre el olivar venía hacia nosotros aquella figura de la que ya he hablado. Jacinta y Francisco no la habían visto nunca y yo no les había hablado de ella. A medida que se acercaba, podíamos ver sus rasgos: era un joven de catorce o quince años, más blanco que si fuera de nieve, el sol lo hacía transparente como de cristal, y era de una gran belleza. Al llegar junto a nosotros dijo: "No tengan miedo. Soy el ángel de la paz. Oren conmigo". Y arrodillado en la tierra, inclinó la cabeza hasta el suelo y nos hizo repetir tres veces estas palabras: "Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman". Luego, levantándose, dijo: "Oren así. Los corazones de Jesús y María están atentos a la voz de sus súplicas". Sus palabras se grabaron de tal manera en nuestro espíritu, que jamás las olvidamos y, desde entonces, pasábamos largos períodos de tiempo prosternados, repitiéndolas hasta el cansancio (ibíd, p. 47).

    En el prefacio al libro de Lucía, el padre Antonio María Martins anota con mucha razón que la oración del ángel "es de una densidad teológica tal" que no pudo haber sido inventada por unos niños carentes de instrucción. "Ha sido ciertamente enseñada por un mensajero del Altísimo", continúa el estudioso. "Expresa actos de fe, adoración, esperanza y amor a Dios Uno y Trino". Durante el verano el ángel se presentó una vez más a los niños, invitándolos a ofrecer sacrificios al Señor por la conversión de los pecadores y explicándoles que era el ángel custodio de su patria, Portugal. Pasó el tiempo y los tres niños fueron de nuevo a orar a la gruta donde por primera vez habían visto al ángel. De rodillas, con la cara hacia la tierra, los pequeños repiten la oración que se les enseñó, cuando sucede algo que llama su atención: una luz desconocida brilla sobre ellos. Lucía lo cuenta así:nos levantamos para ver qué sucedía, y vimos al ángel, que tenía en la mano izquierda un cáliz, sobre el que estaba suspendida la hostia, de la que caían algunas gotas de sangre adentro del cáliz.

    El ángel dejó suspendido el cáliz en el aire, se acercó a nosotros y nos hizo repetir tres veces: "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo...". Luego se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia; me dio la hostia santa y el cáliz lo repartió entre Jacinta y Francisco... (ibíd., p. 48). El ángel no volvió más: su tarea había sido evidentemente la de preparar a los niños para los hechos grandiosos que les esperaban y que tuvieron inicio en la primavera de 1917, cuarto año de la guerra, que vio también la revolución bolchevique.

    El 13 de mayo era domingo anterior a la Ascensión. Lucía, Jacinta y Francisco habían ido con sus padres a misa, luego habían reunido sus ovejas y se habían dirigido a Cova da Iria, un pequeño valle a casi tres kilómetros de Fátima, donde los padres de Lucía tenían un cortijo con algunas encinas y olivos. Aquí, mientras jugaban, fueron asustados por un rayo que surcó el cielo azul: temiendo que estallara un temporal, decidieron volver, pero en el camino de regreso, otro rayo los sorprendió, aún más fulgurante que el primero. Dijo Lucía:a los pocos pasos, vimos sobre una encina a una Señora, toda vestida de blanco, más brillante que el sol, que irradiaba una luz más clara e intensa que la de un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesada por los rayos del sol más ardiente. Sorprendidos por la aparición, nos detuvimos. Estábamos tan cerca que nos vimos dentro de la luz que la rodeaba o que ella difundía. Tal vez a un metro o medio de distancia, más o menos... (ibíd., p. 118).

    La Señora habló con voz amable y pidió a los niños que no tuvieran miedo, porque no les haría ningún daño. Luego los invitó a venir al mismo sitio durante seis meses consecutivos, el día 13 a la misma hora, y antes de desaparecer elevándose hacia Oriente añadió: "Reciten la corona todos los días para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra". Los tres habían visto a la Señora, pero sólo Lucía había hablado con ella; Jacinta había escuchado todo, pero Francisco había oído sólo la voz de Lucía. Lucía precisó después que las apariciones de la Virgen no infundían miedo o temor, sino sólo "sorpresa": se habían asustado más con la visión del ángel. En casa, naturalmente, no les creyeron y, al contrario, fueron tomados por mentirosos; así que prefirieron no hablar más de lo que habían visto y esperaron con ansia, pero con el corazón lleno de alegría, que llegara el 13 de junio.

    Ese día los pequeños llegaron a la encina acompañados de una cincuentena de curiosos. La aparición se repitió y la Señora renovó la invitación a volver al mes siguiente y a orar mucho. Les anunció que se llevaría pronto al cielo a Jacinta y Francisco, mientras Lucía se quedaría para hacer conocer y amar su Corazón Inmaculado. A Lucía, que le preguntaba si de verdad se quedaría sola, la Virgen respondió: "No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios". Luego escribió Lucía en su libro: en el instante en que dijo estas últimas palabras, abrió las manos y nos comunicó el reflejo de aquella luz inmensa. En ella nos veíamos como inmersos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al cielo y yo en la que se difundía sobre la tierra. En la palma de la mano derecha de la Virgen había un corazón rodeado de espinas, que parecían clavarse en él. Comprendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que pedía reparación (ibíd., p. 121).

    Cuando la Virgen desapareció hacia Oriente, todos los presentes notaron que las hojas de las encinas se habían doblado en esa dirección; también habían visto el reflejo de la luz que irradiaba la Virgen sobre el rostro de los videntes y cómo los transfiguraba. El hecho no pudo ser ignorado: en el pueblo no se hablaba de otra cosa, naturalmente, con una mezcla de maravilla e incredulidad. La mañana del 13 de julio, cuando los tres niños llegaron a Cova da Iria, encontraron que los esperaban al menos dos mil personas. La Virgen se apareció a mediodía y repitió su invitación a la penitencia y a la oración. Solicitada por sus padres, Lucía tuvo el valor de preguntarle a la Señora quién era; y se atrevió a pedirle que hiciera un milagro que todos pudieran ver. Y la Señora prometió que en octubre diría quién era y lo que quería y añadió que haría un milagro que todos pudieran ver y que los haría creer.

    Antes de alejarse, la Virgen mostró a los niños los horrores del infierno (esto, sin embargo, se supo muchos años después, en 1941, cuando Lucía, por orden de sus superiores escribió las memorias recogidas en el libro ya citado. En ese momento, Lucía y sus primos no hablaron de esta visión en cuanto hacía parte de los secretos confiados a ellos por la Virgen, cuya tercera parte aún se ignora) y dijo que la guerra estaba por terminar, pero que si los hombres no llegaban a ofender a Dios, bajo el pontificado de Pío XII estallaría una peor. Cuando vean una noche iluminada por una luz desconocida, sabrán que es el gran signo que Dios les da de que está por castigar al mundo a causa de sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de la persecución a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, quiero pedirles la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora los primeros sábados. Si cumplen mi petición, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Si no, se difundirán en el mundo sus horrores, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia... Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y se le concederá al mundo un período de paz... (ibíd., p. 122).

    Después de esta aparición, Lucía fue interrogada de modo muy severo por el alcalde, pero no reveló a ninguno los secretos confiados por la Virgen. El 13 de agosto, la multitud en Cova era innumerable: los niños, sin embargo, no llegaron. A mediodía en punto, sobre la encina, todos pudieron ver el relámpago y la pequeña nube luminosa. ¡La Virgen no había faltado a su cita! ¿Qué había sucedido? Los tres pastorcitos habían sido retenidos lejos del lugar de las apariciones por el alcalde, que con el pretexto de acercarlos en auto, los había llevado a otro lado, a la casa comunal, y los había amenazado con tenerlos prisioneros si no le revelaban el secreto. Ellos callaron, y permanecieron encerrados. Al día siguiente hubo un interrogatorio con todas las de la ley, y con otras amenazas, pero todo fue inútil, los niños no abandonaron su silencio. Finalmente liberados, los tres pequeños fueron con sus ovejas a Cova da Iria el 19 de agosto, cuando, de repente, la luz del día disminuyó, oyeron el relámpago y la Virgen apareció: pidió a los niños que recitaran el rosario y se sacrificaran para redimir a los pecadores. Pidió también que se construyera una capilla en el lugar.

    Los tres pequeños videntes, profundamente golpeados por la aparición de la Virgen, cambiaron gradualmente de carácter: no más juegos, sino oración y ayuno. Además, para ofrecer un sacrificio al Señor se prepararon con un cordel tres cilicios rudimentarios, que llevaban debajo de los vestidos y los hacían sufrir mucho. Pero estaban felices, porque ofrecían sus sufrimientos por la conversión de los pecadores.

    El 13 de septiembre, Cova estaba atestada de personas arrodilladas en oración: más de veinte mil. A mediodía el sol se veló y la Virgen se apareció acompañada de un globo luminoso: invitó a los niños a orar, a no dormir con los cilicios, y repitió que en octubre se daría un milagro. Todos vieron que una nube cándida cubría a la encina y a los videntes. Luego reapareció el globo y la Virgen desapareció hacia Oriente, acompañada de una lluvia, vista por todos, de pétalos blancos que se desvanecieron antes de tocar tierra. En medio de la enorme emoción general, nadie dudaba que la Virgen en verdad se había aparecido. El 13 de octubre es el día del anunciado milagro. En el momento de la aparición se llega a un clima de gran tensión. Llueve desde la tarde anterior. Cova da Iria es un enorme charco, pero no obstante miles de personas pernoctan en el campo abierto para asegurar un buen puesto. Justo al mediodía, la Virgen aparece y pide una vez más una capilla y predice que la guerra terminará pronto. Luego alza las manos, y Lucía siente el impulso de gritar que todos miren al sol. Todos vieron entonces que la lluvia cesó de golpe, las nubes se abrieron y el sol se vio girar vertiginosamente sobre sí mismo proyectando haces de luz de todos los colores y en todas direcciones: una maravillosa danza de luz que se repitió tres veces.

    La impresión general, acompañada de enorme estupor y preocupación, era que el sol se había desprendido del cielo y se precipitaba a la tierra. Pero todo vuelve a la normalidad y la gente se da cuenta de que los vestidos, poco antes empapados por el agua, ahora están perfectamente secos. Mientras tanto la Virgen sube lentamente al cielo en la luz solar, y junto a ella los tres pequeños videntes ven a san José con el Niño. Sigue un enorme entusiasmo: las 60.000 personas presentes en Cova da Iria tienen un ánimo delirante, muchos se quedan a orar hasta bien entrada la noche. Las apariciones se concluyen y los niños retoman su vida de siempre, a pesar de que son asediados por la curiosidad y el interés de un número siempre mayor de personas: la fama de Fátima se difunde por el mundo.

    Entre tanto las predicciones de la Virgen se cumplen: al final de 1918 una epidemia golpea a Fátima y mina el organismo de Francisco y Jacinta. Francisco muere santamente en abril del año siguiente como consecuencia del mal, y Jacinta en 1920, después de muchos sufrimientos y de una dolorosísima operación. En 1921, Lucía entra en un convento y en 1928 pronuncia los votos. Será sor María Lucía de Jesús. Se sabe que, luego de concluir el ciclo de Fátima, Lucía tuvo otras apariciones de la Virgen (en 1923, 1925 y 1929), que le pidió la devoción de los primeros sábados y la consagración de Rusia. En Fátima las peticiones de la Virgen han sido atendidas: ya en 1919 fue erigida por el pueblo una primera modesta capilla. En 1922 se abrió el proceso canónico de las apariciones y el 13 de octubre de 1930 se hizo pública la sentencia de los juicios encargados de valorar los hechos: "Las manifestaciones ocurridas en Cova da Iria son dignas de fe y, en consecuencia, se permite el culto público a la Virgen de Fátima".

   También los papas, de Pío XII a Juan Pablo II, estimaron mucho a Fátima y su mensaje. Movido por una carta de sor Lucía, Pío XII consagraba el mundo al Corazón Inmaculado de María el 31 de octubre de 1942. Pablo VI hizo referencia explícita a Fátima con ocasión de la clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II. Juan Pablo II fue personalmente a Fátima el 12 de mayo de 1982: en su discurso agradeció a la Madre de Dios por su protección justamente un año antes, cuando se atentó contra su vida en la plaza de San Pedro. Con el tiempo, se han construido en Fátima una grandiosa basílica, un hospital y una casa para ejercicios espirituales. Junto a Lourdes, Fátima es uno de los santuarios marianos más importantes y visitados del mundo.

Oremos

    Oh Virgen Santísima, Vos os aparecisteis repetidas veces a los niños; yo también quisiera veros, oír vuestra voz y deciros: Madre mía, llevadme al Cielo. Confiando en vuestro amor, os pido me alcancéis de vuestro Hijo Jesús una fe viva, inteligencia para conocerle y amarle, paciencia y gracia para servirle a Él a mis hermanos, y un día poder unirnos con Vos allí en el Cielo. Os pido de un modo especial por la conversión de los pecadores y la paz del mundo; por los niños, para que nunca les falten los auxilios divinos y lo necesario para sus cuerpos, y un día conseguir la vida eterna. Oh Madre mía, sé que escucharás, y me conseguirás estas y cuantas gracias te pida, pues las pido por el amor que tienes de tu Hijo Jesús. Amén.¡Madre mía, aquí tienes a tu hijo, sé tu mi Madre! ¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

martes, 11 de mayo de 2021

EVANGELIO - 12 de Mayo - San Juan 16,12-15.


        Libro de los Hechos de los Apóstoles 17,15.22-34.18,1.

    Los que acompañaban a Pablo lo condujeron hasta Atenas, y luego volvieron con la orden de que Silas y Timoteo se reunieran con él lo más pronto posible.
    Pablo, de pie, en medio del Aréopago, dijo: Atenienses, veo que ustedes son, desde todo punto de vista, los más religiosos de todos los hombres.
    En efecto, mientras me paseaba mirando los monumentos sagrados que ustedes tienen, encontré entre otras cosas un altar con esta inscripción: 'Al dios desconocido'. Ahora, yo vengo a anunciarles eso que ustedes adoran sin conocer.
    El Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él no habita en templos hechos por manos de hombre, porque es el Señor del cielo y de la tierra.
    Tampoco puede ser servido por manos humanas como si tuviera necesidad de algo, ya que él da a todos la vida, el aliento y todas las cosas.
    El hizo salir de un solo principio a todo el género humano para que habite sobre toda la tierra, y señaló de antemano a cada pueblo sus épocas y sus fronteras, para que ellos busquen a Dios, aunque sea a tientas, y puedan encontrarlo. Porque en realidad, él no está lejos de cada uno de nosotros.
    En efecto, en él vivimos, nos movemos y existimos, como muy bien lo dijeron algunos poetas de ustedes: 'Nosotros somos también de su raza'.
    Y si nosotros somos de la raza de Dios, no debemos creer que la divinidad es semejante al oro, la plata o la piedra, trabajados por el arte y el genio del hombre.
    Pero ha llegado el momento en que Dios, pasando por alto el tiempo de la ignorancia, manda a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan.
    Porque él ha establecido un día para juzgar al universo con justicia, por medio de un Hombre que él ha destinado y acreditado delante de todos, haciéndolo resucitar de entre los muertos".
    Al oír las palabras "resurrección de los muertos", unos se burlaban y otros decían: "Otro día te oiremos hablar sobre esto".
    Así fue cómo Pablo se alejó de ellos.
    Sin embargo, algunos lo siguieron y abrazaron la fe. Entre ellos, estaban Dionisio el Areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos otros.
    Después de esto, Pablo dejó Atenas y fue a Corinto.


Salmo 148(147),1-2.11-12ab.12c-14a.14bcd.

Alaben al Señor desde el cielo,
alábenlo en las alturas;
alábenlo, todos sus ángeles,
alábenlo, todos sus ejércitos.

Los reyes de la tierra y todas las naciones,
los príncipes y los gobernantes de la tierra;
los ancianos,
los jóvenes
y los niños.

Alaben el nombre del Señor.
Porque sólo su Nombre es sublime;
su majestad está sobre el cielo y la tierra,
y él exalta la fuerza de su pueblo.

¡A él, la alabanza de todos sus fieles,
y de Israel, el pueblo de sus amigos!
¡Aleluya!


    Evangelio según San Juan 16,12-15.

    En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.
    Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.
    El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.
    Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 12 de Mayo - «Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena»


       Simeón el Nuevo Teólogo, monje griego Catequesis n. 33: SC 113

´
«Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena»

    La «llave del conocimiento»(Lc 11,52) no es otra cosa que la gracia del Espíritu Santo. Se da por la fe. Por la iluminación, produce realmente el conocimiento y hasta el conocimiento pleno. Despierta nuestro espíritu encerrado y oscurecido, a menudo con parábolas y símbolos, pero también con afirmaciones más claras… hechas atención en el sentido espiritual de la palabra. Si la llave no es buena, la puerta no se abre. Porque, dice el Buen Pastor, » es a él a quien el portero abre » (Jn 10,3). Pero si la puerta no se abre, nadie entra en la casa del Padre, porque Cristo dijo: «Nadie va al Padre sin pasar por mí» (Jn 14,6).

    Por tanto, es el Espíritu Santo, el primero, que despierta nuestro espíritu y nos enseña lo que concierne al Padre y el Hijo. Cristo nos dice esto también: «Cuando venga, él, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, dará testimonio en mi favor, y os guiará hacia la verdad plena» (Jn 15,26; 16,13). Ved cómo, por el Espíritu o más bien en el Espíritu, el Padre y el Hijo se dan a conocer, inseparablemente…

    Si se llama llave al Espíritu Santo, es porque, por él y en él primero, tenemos el espíritu iluminado. Una vez purificados, somos iluminados por la luz del conocimiento. Somos bautizados desde lo alto, recibimos un nuevo nacimiento y llegamos a ser hijos de Dios, como dice san Pablo: «El Espíritu Santo clama por nosotros con gemidos inefables» (Rm 8,26). Y todavía más: «Dios derramó su Espíritu en nuestros corazones que grita: ‘ Abba, Padre'» (Ga 4,6). Es pues él quien nos muestra la puerta, puerta que es luz, y la puerta nos enseña que, aquel que habita en la casa ,es él también luz inaccesible.

SANTORAL - SAN PANCRACIO

12 de Mayo

 
    Es un jovencito romano de sólo 14 años, que fue martirizado por declararse creyente y partidario de Nuestro Señor Jesucristo. Dicen que su padre murió martirizado y que la mamá recogió en unos algodones un poco de la sangre del mártir y la guardó en un relicario de oro, y le dijo al niño: "Este relicario lo llevarás colgado al cuello, cuando demuestres que eres tan valiente como lo fue tu padre". Un día Pancracio volvió de la escuela muy golpeado pero muy contento. La mamá le preguntó la causa de aquellas heridas y de la alegría que mostraba, y el jovencito le respondió: "Es que en la escuela me declaré seguidor de Jesucristo y todos esos paganos me golpearon para que abandonara mi religión. Pero yo deseo que de mí se pueda decir lo que el Libro Santo afirma de los apóstoles: "En su corazón había una gran alegría, por haber podido sufrir humillaciones por amor a Jesucristo". (Hechos 6,41). Al oír esto la buena mamá tomó en sus manos el relicario con la sangre del padre martirizado, y colgándolo al cuello de su hijo exclamó emocionada: "Muy bien: ya eres digno seguidor de tu valiente padre". Como Pancracio continuaba afirmando que él creía en la divinidad de Cristo y que deseaba ser siempre su seguidor y amigo, las autoridades paganas lo llevaron a la cárcel y lo condenaron y decretaron pena de muerte contra él. Cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio (en la vía Aurelia, a dos kilómetros de Roma) varios enviados del gobierno llegaron a ofrecerle grandes premios y muchas ayudas para el futuro si dejaba de decir que Cristo es Dios. El valiente joven proclamó con toda la valentía que él quería ser creyente en Cristo hasta el último momento de su vida. Entonces para obligarlo a desistir de sus creencias empezaron a azotarlo ferozmente mientras lo llevaban hacia el lugar donde lo iban a martirizar, pero mientras más lo azotaban, más fuertemente proclamaba él que Jesús es el Redentor del mundo. Varias personas al contemplar este maravilloso ejemplo de valentía se convirtieron al cristianismo. Al llegar al sitio determinado, Pancracio dio las gracias a los verdugos porque le permitían ir tan pronto a encontrarse con Nuestro Señor Jesucristo, en el cielo, e invitó a todos los allí presentes a creer siempre en Jesucristo a pesar de todas las contrariedades y de todos los peligros. De muy buena voluntad se arrodilló y colocó su cabeza en el sitio donde iba a recibir el hachazo del verdugo y más parecía sentirse contento que temeroso al ofrecer su sangre y su vida por proclamar su fidelidad a la verdadera religión. Allí en Roma se levantó un templo en honor de San Pancracio y por muchos siglos las muchedumbres han ido a venerar y admirar en ese templo el glorioso ejemplo de un valeroso muchacho de 14 años, que supo ofrecer su sangre y su vida por demostrar su fe en Dios y su amor por Jesucristo. San Pancracio: ruégale a Dios por nuestra juventud que tiene tantos peligros de perder su fe y sus buenas costumbres.

Oremos

    Señor Dios misericordioso, con vuestra gracia y para vuestra mayor gloria, y bien de mi alma, acudo a la intercesión de vuestro glorioso mártir, el niño San Pancracio, para alcanzar de vuestra bondad la gracia que especialmente le pido, y con ella y todos los bienes que me convienen para vivir y morir santamente. Así sea. Amén.

lunes, 10 de mayo de 2021

EVANGELIO - 11 de Mayo - San Juan 16,5-11.

 

       Libro de los Hechos de los Apóstoles 16,22-34.

    La multitud se amotinó en contra de ellos, y los magistrados les hicieron arrancar la ropa y ordenaron que los azotaran.
    Después de haberlos golpeado despiadadamente, los encerraron en la prisión, ordenando al carcelero que los vigilara con mucho cuidado.
    Habiendo recibido esta orden, el carcelero los encerró en una celda interior y les sujetó los pies en el cepo.
    Cerca de la medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban las alabanzas de Dios, mientras los otros prisioneros los escuchaban.
    De pronto, la tierra comenzó a temblar tan violentamente que se conmovieron los cimientos de la cárcel, y en un instante, todas las puertas se abrieron y las cadenas de los prisioneros se soltaron.
    El carcelero se despertó sobresaltado y, al ver abiertas las puertas de la prisión, desenvainó su espada con la intención de matarse, creyendo que los prisioneros se habían escapado.
    Pero Pablo le gritó: "No te hagas ningún mal, estamos todos aquí". El carcelero pidió unas antorchas, entró precipitadamente en la celda y, temblando, se echó a los pies de Pablo y de Silas.
    Luego los hizo salir y les preguntó: "Señores, ¿qué debo hacer para alcanzar la salvación?".
    Ellos le respondieron: "Cree en el Señor Jesús y te salvarás, tú y toda tu familia".
    En seguida le anunciaron la Palabra del Señor, a él y a todos los de su casa.
    A esa misma hora de la noche, el carcelero los atendió y curó sus llagas. Inmediatamente después, fue bautizado junto con toda su familia.
    Luego los hizo subir a su casa y preparó la mesa para festejar con los suyos la alegría de haber creído en Dios.


Salmo 138(137),1-2a.2bc-3.7c-8.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
te cantaré en presencia de los ángeles.
Me postraré ante tu santo Templo.

y daré gracias a tu Nombre
por tu amor y tu fidelidad.
Me respondiste cada vez que te invoqué
y aumentaste la fuerza de mi alma.

y tu derecha me salva.
El Señor lo hará todo por mí.
Tu amor es eterno, Señor,
¡no abandones la obra de tus manos!


    Evangelio según San Juan 16,5-11.

    En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: '¿A dónde vas?'.
    Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido.
    Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré.
    Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio.
    El pecado está en no haber creído en mí.
    La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán.
    Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 11 de Mayo - "La voz divina de la conciencia"


San Claudio de la Colombière (1641-1682) jesuitaReflexiones cristianas (Écrits spirituels, Christus n° 9, DDB, 1982), trad. sc©evangelizo.org

La voz divina de la conciencia

    Para las personas de bien, la conciencia es una amiga que hace los placeres más sensibles y los bienes más tiernos. Sobretodo, es de gran auxilio en la adversidad. Por eso dice el salmo “¿A quién sino a ti tengo yo en el cielo? Si estoy contigo no deseo nada en la tierra” (Sal 73 (72) ,25). (…)La conciencia es un juez. Algunos rechazan obedecer a ese juez, otros lo corrompen o hacen morir. Como la voz fue dada al hombre para ser intérprete de sus sentimientos y deseos, con la conciencia Dios nos enseña que él juzga todo y nos dice lo que espera de nosotros. Esta voz divina forma palabras interiores para expresar diversas lecciones y órdenes que place a Dios dar a su criatura. Ella es el lugar del intercambio que el Señor quiere tener con nosotros y el órgano más frecuente del que se sirve para tocar nuestros corazones y abrirnos el suyo. (…) Nada mejor que la conciencia, que Dios ha dado como guía, para hacer ver el ardiente deseo que él tiene de conducir los hombres a la felicidad soberana. Nada tan esclarecedor para discernir el bien y el mal ni tan fiel para mostrarlo, ni tan apremiante para llevarnos a abrazar el bien y huir del mal. Pero si ella es un efecto del amor de Dios, es también efecto de su celo por la justicia. Es muy cuidadosa para hacernos abandonar el mal, pero extremadamente severa para castigarnos.

SANTORAL - SAN FRANCISCO DE JERONIMO

 11 de Mayo


    Nació el 17 de diciembre de 1642, y murió el 11 de mayo de 1716. El lugar en que nació fue Crottaglie, un pequeño pueblo en Apulia, situado a unas 5 ó 6 leguas de Taranto. A la edad de 16 años entró en el colegio de Taranto, en el cual estuvo bajo el cuidado de la Sociedad de Jesús. Allí estudió humanidades y filosofía, y tanto éxito, que un obispo lo envió a Nápoles para que asistiera a conferencias en Teología Canónica en el famoso colegio, Gesu Vecchio, el cual, en ese tiempo rivalizaba con las más grandes universidades en Europa. Se ordenó sacerdote allí el 18 de marzo de 1666. Luego estuvo por cuatro años a cargo de los estudiantes del colegio de nobles en Nápoles, donde los alumnos le dieron el sobrenombre de “San Prefecto”. Entró en el noviciado de la Sociedad de Jesús, el 1 de julio de 1670. Al final de su primer año de prueba, fue enviado como misionero, a fin de tomar sus primeras lecciones en el arte de la prédica, en un lugar cercado a Otranto.

    Un nuevo período de cuatro años lo dedicó trabajando en pueblos y villas en un trabajo misionero, demostrando mediante el mismo, a sus superiores, su maravilloso don de prédica. Por esa razón, una vez que completó sus estudios teológicos, sus superiores determinaron que debía dedicarse a trabajar como predicador, y lo enviaron a residir a Gesu Nuovo, la residencia de los padres de Nápoles.

    Francisco habría ido y trabajado mucho, incluso habría dado su vida, como él frecuentemente lo dijo, entre las naciones bárbaras e idólatras del lejano oriente. Frecuentemente escribió a sus superiores rogándoles que le concedieran ese gran favor. Finalmente ellos le dijeron que abandonara la idea y que concentrara su esfuerzo y energía en la ciudad y en el reino de Nápoles. Francisco entendió que esto debía ser la voluntad de Dios y no insistió en otros planes. Nápoles por tanto, y durante los siguientes y restantes cuarenta años de su vida, de 1676 hasta su muerte, fue el centro de su labor apostólica.

    Primero se dedicó a desarrollar el entusiasmo religioso de una congregación de trabajadores, llamado el “Oratio della Missione”, la cual fue establecida en una casa de Nápoles. El principal objetivo de esta asociación fue proporcionar asistentes a los padres misioneros, quienes ayudarían en las muchas dificultades que de pronto pueden aparecer en el curso de las misiones. Animados por los sermones de entusiasmo del director, esta gente llegó a ser un conjunto de cooperadores muy celosos de su trabajo. Una característica sobresaliente de esas actividades fue el hecho de que trajeron una multitud de pecadores a los pies de Francisco.

    En las notas que él envía a sus superiores en lo relativo a su trabajo misionero, el santo aparece como teniendo gran placer en hablar del fervor que animaba a los miembros de su querido “Oratorio”. También el director supervisó o se encargó de las necesidades materiales de aquellos que le asistían. En el “Oratorio” estableció un fondo de piedad. El capital de este fondo se incrementó por los regalos de los asociados. Gracias a esta institución, él pudo contar cada día, en caso de enfermedad, de una suma de unos cuatro carlines, cerca de unos 33 centavos de dólar. En caso de muerte de alguno de los miembros, un respetable funeral podía establecerse, costándole a la institución unos 18 ducados. Ellos también tenían el privilegio de poder ser enterrados en la Iglesia de Gesu Nuovo (véase Brevi notizie, pp. 131-136).

    Francisco también estableció en Gesu, uno de los más importantes y beneficiosos trabajos de la casa de Nápoles, la comunión general en el tercer domingo de cada mes (Brevi notizie, 126). Francisco fue un infatigable predicador y frecuentemente habló cuarenta veces en un solo día, escogiendo para ello las calles que él sabía, eran el centro de algún escándalo secreto. Sus sermones elocuentes, breves y energéticos, llegaron a conmover las conciencias culpables de quienes le escuchaban y por medio de ello se llevaron a cabo milagrosas conversiones. El resto de la semana, cuando no estaba trabajando en la ciudad, él estaba visitando los lugares alrededor de Nápoles.

    En algunas ocasiones, pasó en no menos de 50 aldeas por día, predicando en las calles, en las plazas públicas y en las iglesias. El siguiente domingo, él tenía el consuelo de ver en la misa hasta multitudes de 12 ó 13 mil personas. De acuerdo a sus biógrafos, ordinariamente se podían contarse unos 15 mil hombres presentes en la comunión general mensual.

    Sin embargo su trabajo por excelencia fue el desarrollar misiones al aire libre y en la ciudad de Nápoles. Su figura alta, sus grandes ojos oscuros, su nariz aguileña, sus mejillas hundidas, y su tez pálida, le daban la apariencia de ser un austero ascético y producía una maravillosa impresión. La gente se conglomeraba alrededor de él a fin de verlo, encontrarlo, de poder besar sus manos y tocar su vestimenta. Cuando él exhortaba a los pecadores a arrepentirse, parecía adquirir un poder que era más que natural y su voz llegaba a ser resonante e inspiradora. “El es el cordero cuando él habla” decía la gente, “pero es un león cuando predica”.

    Siendo un predicador idealmente popular como él lo fue, en presencia de una audiencia impresionable como la de los napolitanos, Francisco no dejó de abordar cosas que pudiesen animar sus imaginaciones. Una vez él trajo un cráneo al púlpito y lo mostró a la audiencia, impartiendo los conocimientos que deseaba. En otra ocasión intempestivamente detuvo su discurso, descubrió sus hombros, y se castigó así mismo con una cadena de hierro hasta que llegó a sangrar. El efecto fue irresistible, y jóvenes que tenían vidas de maldad, llegaron a seguir el ejemplo del predicador, confesando sus pecados en voz alta. Mujeres abandonadas llegaron a colocarse delante del crucifijo, cortando sus largos cabellos y dando expresión de su amargo dolor y arrepentimiento.

    En su trabajo apostólico, unido a su espíritu de penitencia, y a su ardiente ánimo de oración, hizo que el santo lograra maravillosos resultados entre los esclavos del pecado y del crimen. Por tanto, los dos refugios de Nápoles, llegaron a tener cada uno, hasta 250 penitentes. En el Asilo del Santo Espíritu, llegó a tener en el refugio hasta 190 niños infortunados, preservándolos a ellos en cuanto a no seguir la tradición vergonzosa de sus madres. El tuvo el consuelo de ver a 22 de ellos dedicarse a la vida religiosa. También él cambió barcos de convictos que se habían hundido en la iniquidad, en refugios de paz cristiana y resignación.

    El también llegó a lograr que muchos esclavos turcos y moros, llegaran a encontrar la verdadera fe, e hizo uso de pomposas ceremonias en sus bautizos con tal de conmover el corazón y la imaginación de los espectadores (Breve notizie, 121-126).

    En cualquier tiempo que él no estaba ocupado en la ciudad, se dedicaba a actividades en el medio rural, en misiones de aldeas de cuatro, ocho o hasta diez días. Aquí y allá, dio retiros a comunidades religiosas, pero a fin de ahorrar tiempo, él no escuchaba confesiones (cf. Recueil de letters per le Nozze Malvezzi Hercolani (1876), p. 28). Con el fin de consolidar su trabajo, trato de establecer en todos los lugares, una asociación de San Francisco Xavier, su patrono y modelo, o bien una congregación de la Santísima Virgen.

    Durante veintidós años, predicó y realizó alabanzas cada martes en la iglesia napolitana conocida como Santa María de Constantinopla. Aunque participaba en un activo trabajo exterior, San Francisco tenía un alma mística. Frecuentemente se le vio caminando por las calles de Nápoles con una apariencia de éxtasis en su rostro y lágrimas en sus ojos. El deseo de que la gente quería acompañarle y llamar su atención, hizo que el santo decidiera caminar como encapuchado o incógnito, cuando estaba en esas ocasiones, en público. Tenía la reputación en Nápoles de ser un hombre capaz de realizar milagros, y sus biógrafos, quienes testificaron durante el proceso de su canonización, no dudaron en atribuirle un conjunto de curas maravillosas de todo tipo.

    Fue motivo de grandes procesiones para los napolitanos, y de no haber sido por la intervención de la guardia suiza, sus seguidores habrían expuesto sus restos, aún con el riesgos de que los mismos hubieran sido desacrados. En todas las calles y plazas de Nápoles, en todos los suburbios, incluso en las pequeñas villas, todos hablaban de la santidad, la elocuencia y la caridad infinita del misionero cuando había muerto. Las autoridades eclesiásticas rápidamente reconocieron que la causa de su beatificación debía dar inicio. El 2 de mayo de 1758, Benedicto XIV declaró que Francisco de Gerónimo había practicado las virtudes teológicas y cardinales, hasta un grado heroico.

    Habría sido beatificado de una manera más rápido, a no ser por la tormenta que ocurrió en la Compañía de Jesús, en ese tiempo y que terminó con la supresión de la orden. Pio VII no pudo proceder con la beatificación, sino hasta el 2 de mayo de 1806, y Gregorio XVI canonizó solemnemente al santo el 26 de mayo de 1839.

Oremos

    Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San Francisco Jerónimo para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a Ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro Maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén

domingo, 9 de mayo de 2021

EVANGELIO - 10 de Mayo - San Juan 15,26-27.16,1-4a.


       Libro de los Hechos de los Apóstoles 16,11-15.

    En aquellos días, nos embarcamos en Tróade y fuimos derecho a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis.
    De allí fuimos a Filipos, ciudad importante de esta región de Macedonia y colonia romana. Pasamos algunos días en esta ciudad, y el sábado nos dirigimos a las afueras de la misma, a un lugar que estaba a orillas del río, donde se acostumbraba a hacer oración. Nos sentamos y dirigimos la palabra a las mujeres que se habían reunido allí.
    Había entre ellas una, llamada Lidia, negociante en púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios. El Señor le tocó el corazón para que aceptara las palabras de Pablo.
    Después de bautizarse, junto con su familia, nos pidió: "Si ustedes consideran que he creído verdaderamente en el Señor, vengan a alojarse en mi casa"; y nos obligó a hacerlo.


Salmo 149(148),1-2.3-4.5-6a.9b.

Canten al Señor un canto nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que Israel se alegre por su Creador
y los hijos de Sión se regocijen por su Rey.

Celebren su Nombre con danzas,
cántenle con el tambor y la cítara,
porque el Señor tiene predilección por su pueblo
y corona con el triunfo a los humildes.

Que los fieles se alegren por su gloria
y canten jubilosos en sus fiestas.
Glorifiquen a Dios con sus gargantas;
ésta es la victoria de todos sus fieles.


    Evangelio según San Juan 15,26-27.16,1-4a.

    En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí.
    Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio.
    Les he dicho esto para que no se escandalicen.
    Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios.
    Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
    Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho.»

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 10 de Mayo - “El Espíritu de la Verdad dará testimonio… Y ustedes también dan testimonio”


San Juan Pablo II (1920-2005) papa Discurso a los jóvenes el Sábado 19 de agosto de 1989; 4,3 (IV Jornada Mundial de la juventud en Santiago de Compostela; trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)


“El Espíritu de la Verdad dará testimonio… Y ustedes también dan testimonio”

    Mis queridos jóvenes, Cristo os llama no sólo a caminar con El en esta peregrinación de la vida. El os envía en su lugar para ser mensajeros de la verdad, para ser sus testigos en el mundo, concretamente, ante los demás jóvenes como vosotros, porque muchos de ellos hoy, en el mundo entero, están buscando el camino, la verdad y la vida, pero no saben a dónde ir. «Ha llegado la hora de emprender una nueva evangelización» (Christifideles laici n. 34), y vosotros no podéis faltar a esta llamada urgente. En este lugar dedicado a Santiago, el primero de los Apóstoles que dio testimonio de la fe con el martirio, comprometámonos a acoger el mandato de Cristo: «seréis mis testigos... hasta los confines de la tierra» (Hch 1, 8). ¿Qué significa dar testimonio de Cristo? Significa sencillamente vivir según el Evangelio: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente... Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22, 37.39). El cristiano está llamado a servir a los hermanos y a la sociedad, a promover y sostener la dignidad de cada ser humano, a respetar, defender y favorecer los derechos de la persona, a ser constructor de una paz duradera y auténtica, basada en la fraternidad, la libertad, la justicia y la verdad. A pesar de las sorprendentes posibilidades ofrecidas a la humanidad por la tecnología moderna, existe todavía tanta pobreza y miseria en la sociedad. En muchas partes del mundo las personas viven amenazadas por la violencia, el terrorismo e incluso la guerra. […] Es urgente la necesidad de contar con enviados de Cristo, mensajeros cristianos. Vosotros y vosotras, queridos jóvenes, sois estos enviados y mensajeros para el futuro.

SANTORAL - SAN JUAN DE ÁVILA

 10 de Mayo



    Nació en Almodóvar del Campo, Ciudad Real, España, el 6 de enero de 1499 o 1500. Sus padres eran propietarios de unas minas de plata en Sierra Morena, pero el pequeño Juan no estimaba en nada los recursos que poseía. Formado por ellos en la abnegación y el amor al prójimo, se desprendía de sus pertenencias fácilmente. Así, se deshizo de su sayo nuevo que ofreció a un niño pobre. Fue enviado a estudiar a Salamanca cuando tenía 14 años. Y a los 18 regresó al domicilio paterno después de haber cursado leyes, con el reducto espiritual que le dejó una experiencia de conversión. Vivió en oración y penitencia hasta que en 1520, alentado por un franciscano, partió a Alcalá de Henares para seguir estudios. Tomó contacto con el que luego sería arzobispo de Granada, Pedro Guerrero, y con el venerable Fernando de Contreras. Seguramente conoció allí a san Ignacio de Loyola. Entretanto, perdió a sus padres. En honor a ellos, cuando en 1526 fue ordenado sacerdote eligió su ciudad natal para decir su primera misa poniendo el signo de invitar a doce pobres a comer a su mesa, entre los cuales repartió sus bienes; comenzó la evangelización en su propio pueblo.

    Su siguiente etapa fue Sevilla, desde cuyo puerto pensaba embarcar rumbo a América junto al recién elegido obispo de Tlaxcala, Nueva España. Los planes de la providencia eran otros. En el compás de espera compartió sus ansias de pobreza, oración y sacrificio con el P. Contreras. Ambos asistían a los pobres y les instruían en la fe. A través de este compañero, la brújula marcó al santo otro destino para su vida. Contreras le habló de él a Mons. Manrique, arzobispo de Sevilla, y éste pidió a Juan que predicara en su presencia. Estuvo toda la noche orando ante el crucifijo, lleno de gran timidez. Según confesó después, en esos momentos pensaba en la vergüenza que Cristo pasó desnudo en la cruz. El sermón causó tal impresión que le llenaron de alabanzas, y él respondió: «Eso mismo me decía el demonio al subir al púlpito». De allí partió a Écija, Sevilla y Cádiz, lugares en los que su predicación y labor como director espiritual siguieron siendo excepcionales. Sus acciones le acarrearon persecuciones y enemistades. En 1531 fue procesado por la Inquisición siendo acusado de graves hechos que no cometió. Pasó un año en la cárcel sin aceptar defensa alguna porque –así lo reconocía–, estaba en las mejores manos: las de Dios. La celda fue lugar de celestiales consuelos. En el juicio respondió a los cargos que se le imputaban dando testimonio de su fe, sin reprobar a los cinco testigos de la acusación. De pronto aparecieron 55 que testificaron a favor suyo. En prisión escribió Audi, Filia. Este periodo le enseñó mucho más que los libros y experiencias anteriores. Fue liberado, pero la injusta sentencia señalaba «haber proferido en sus sermones y fuera de ellos algunas proposiciones que no parecieron bien sonantes». Y le impusieron, bajo pena de excomunión, que las declarase convenientemente donde las hubiera expuesto.

    En 1535 partió a Córdoba llamado por el obispo Álvarez de Toledo. Entonces conoció a fray Luis de Granada. Creó los colegios de san Pelagio y de la Asunción, y un año más tarde se fue a Granada para ayudar al arzobispo en la fundación de la universidad. Allí le oyeron predicar san Juan de Dios y san Francisco de Borja; el influjo de sus palabras cambió radicalmente sus vidas. Tenía gran devoción por el Santísimo Sacramento y por la Virgen. Y sabiendo de su capacidad persuasiva, un día le pidieron que abogase a favor de un templo dedicado a María que se estaba construyendo. Se ofreció él mismo de inmediato: «Yo iré allí, y tomaré una piedra sobre mis hombros para ponerla en la casa que se edifica a honra de la Madre de Dios». Desde luego, como esperaban, movió la generosidad de la gente. Hasta los pobres respondieron a sus peticiones con sus mermadas pertenencias. La clave de su fuerza en los sermones se hallaba en el«amar mucho a Dios». Oración, sacrificio y estudio eran sus pilares. A su espíritu de pobreza unía paciencia, modestia, prudencia, abnegación, discreción; hacía de la frugalidad virtud ejemplar dando testimonio con su propia vida de lo que predicaba. Renunció a dignidades cardenalicias y episcopales. Formó en Granada un grupo sacerdotal en 1537, que tuvo bajo su amparo, y en 1539 ayudó a la fundación de la universidad de Baeza, Jaén. Gran escritor y predicador, su amor por el sacerdocio le llevó a pedir la creación de seminarios para una verdadera reforma de la Iglesia y del clero. En 1551 enfermó y tuvo que permanecer en la localidad cordobesa de Montilla. Durante quince años siguió escribiendo y aconsejando a personas de toda clase, edad, condición y procedencia. Estuvo relacionado con san Ignacio de Loyola y santa Teresa de Jesús, quien le dio a examinar el «Libro de su vida», y causó gran influjo en san Antonio María Claret. En mayo de 1569 su salud, que ya venía lesionada de atrás, empeoró. En medio del dolor, exclamaba: «Señor mío, crezca el dolor, y crezca el amor, que yo me deleito en el padecer por Vos» o «¡Señor, más mal, y más paciencia!». Esa era su disposición. Pero cuando le vencía le debilidad, manifestaba: «¡Ah, Señor, que no puedo!». Incluso una noche en la que arreciaron los dolores pidió a Dios que los erradicara, y así sucedió. A la mañana siguiente reconoció: «¡Qué bofetada me ha dado Nuestro Señor esta noche!». Pronto a partir de este mundo, no hallaba mayor consuelo que la recepción de la Eucaristía. «¡Denme a mi Señor, denme a mi Señor!», suplicaba. En los postreros instantes, en medio de intensísimo dolor y fatiga que le hacía proferir: «Bueno está ya, Señor, bueno está», no cesaba de recitar esta jaculatoria: «Jesús, María; Jesús, María». Murió el 10 de mayo de 1569. León XIII lo beatificó el 4 de abril de 1894. Pío XII lo designó patrono del clero secular español el 2 de julio de 1946. Pablo VI lo canonizó el 31 de mayo de 1970. Y el 7 de octubre de 2012 Benedicto XVI lo declaró doctor de la Iglesia.

Oremos

    Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San Juan de Ávila para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén