domingo, 4 de abril de 2021

EVANGELIO - 05 de Abril - San Mateo 28,8-15.

 

       Libro de los Hechos de los Apóstoles 2,14.22-33.

    El día de Pentecostés, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: "Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido.
    Israelitas, escuchen: A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles.
    Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él.
    En efecto, refiriéndose a él, dijo David: Veía sin cesar al Señor delante de mí, porque él está a mi derecha para que yo no vacile.
    Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza, porque tú no entregarás mi alma al Abismo, ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción.
    Tú me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de gozo en tu presencia.
    Hermanos, permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy.
    Pero como él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se sentaría en su trono.
    Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías, cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción.
    A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos.
    Exaltado por el poder de Dios, él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen."


Salmo 16(15),1-2a.5.7-8.9-10.11.

Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor:
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,

¡tú decides mi suerte!
Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:

él está a mi lado, nunca vacilaré.
Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas
y todo mi ser descansa seguro:

porque no me entregarás a la Muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha.


    Evangelio según San Mateo 28,8-15.

    Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.
    De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.
    Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán".
    Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido.
    Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'.
    Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo".
    Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 05 de Abril - «Id a anunciar a mis hermanos que vayan a Galilea: allí me veréis»


        San Odilón de Cluny (961-1048) monje, abad 2º Sermón para la resurrección; PL 142, 1005

«Id a anunciar a mis hermanos que vayan a Galilea: allí me veréis»

    El evangelio nos muestra la carrera feliz de los discípulos: "ambos corrieron juntos, pero el otro discípulo iba delante, más rápido que Pedro y llegó primero a la tumba" (Jn 20,4). ¿Quién no quiere también encontrar a Cristo sentado a la derecha del Padre y para llegar a encontrarlo al final de su búsqueda, quién no buscará corriendo en espíritu, cuando recuerda con alegría la carrera de aquellos apóstoles? Para animarnos en este deseo, que cada uno de nosotros repitamos con ánimo cada verso del Cantar de los Cantares: «Entremos más adentro, corremos tras el olor tus perfumes» (3,4 LXX). Correr tras el olor de tus perfumes, es caminar sin descanso, al paso del Espíritu, al lado de nuestro Creador, reconfortado por el santo olor de las virtudes. Tal fue la carrera, digna de elogio, de estas santas mujeres que, de acuerdo con los Evangelios, habían seguido el Señor por la Galilea y permanecieron fieles en el momento de su Pasión, mientras que los discípulos huyeron (Mt 27.55); ellas han corrido al olor de los perfumes, en espíritu e incluso según lo escrito, porque compraron algunos perfumes para la unción de los miembros del Señor, como lo atestigua Marc (16,1). Hermanos, a ejemplo del solícito cuidado de los discípulos, hombres y mujeres, en la tumba de su Señor... proclamemos a nuestra manera la alegría de la resurrección del Señor. Sería una pena que una lengua humana silenciara la alabanza debida a nuestro Creador, en este día en que su carne ha resucitado. Esta magnífica resurrección nos lleva a proclamar la grandeza del autor de tanta alegría y anunciar la victoria contra nuestro antiguo enemigo...: a causa de su muerte, la muerte ha sido desplazada; Hoy, por Cristo, la vida es devuelta a los mortales. Hoy, las cadenas del demonio se rompen, la libertad del Señor se les da a los cristianos en este día.

SANTORAL - SAN VICENTE FERRER

05 de Abril


    Predicador. (año 1419). Nació en 1350 en Valencia, España. Se hizo religioso en la Comunidad de Padres Dominicos y, por su gran inteligencia, a los 21 años ya era profesor de filosofía en la universidad. Durante su juventud el demonio lo asaltó con violentas tentaciones. Siendo un simple diácono lo mandaron a predicar a Barcelona. La ciudad estaba pasando por un período de hambre y los barcos portadores de alimentos no llegaban. Entonces Vicente en un sermón anunció una tarde que esa misma noche llegarían los barcos con los alimentos tan deseados.

    Al volver a su convento, el superior lo regañó por dedicarse a hacer profecías de cosas que él no podía estar seguro de que iban a suceder. Pero esa noche llegaron los barcos, y al día siguiente el pueblo se dirigió hacia el convento a aclamar a Vicente, el predicador. Una noche se le apareció Nuestro Señor Jesucristo, acompañado de San Francisco y Santo Domingo de Guzmán y le dio la orden de dedicarse a predicar por ciudades, pueblos, campos y países. En adelante por 30 años, Vicente recorre el norte de España, y el sur de Francia, el norte de Italia, y el país de Suiza, predicando incansablemente, con enormes frutos espirituales. Los primeros convertidos fueron judíos y moros. Dicen que convirtió más de 10,000 judíos y otros tantos musulmanes o moros en España. Su voz sonora, poderosa y llena de agradables matices y modulaciones y su pronunciación sumamente cuidadosa, permitían oírle y entenderle a más de una cuadra de distancia.

    Sus sermones duraban casi siempre más de dos horas (un sermón suyo de las Siete Palabras en un Viernes Santo duró seis horas). En pleno sermón se oían gritos de pecadores pidiendo perdón a Dios, y a cada rato caían personas desmayadas de tanta emoción. Gentes que siempre habían odiado, hacían las paces y se abrazaban. Pecadores endurecidos en sus vicios pedían confesores. El santo tenía que llevar consigo una gran cantidad de sacerdotes para que confesaran a los penitentes arrepentidos. Vicente fustigaba sin miedo las malas costumbres, que son la causa de tantos males. Invitaba incesantemente a recibir los santos sacramentos de la confesión y de la comunión.

    Hablaba de la sublimidad de la Santa Misa. Insistía en la grave obligación de cumplir el mandamiento de Santificar las fiestas. Insistía en la gravedad del pecado, en la proximidad de la muerte, en la severidad del Juicio de Dios, y del cielo y del infierno que nos esperan. Los milagros acompañaron a San Vicente en toda su predicación. Y uno de ellos era el hacerse entender en otros idiomas, siendo que él solamente hablaba el español y el latín. Y sucedía frecuentemente que las gentes de otros países le entendían perfectamente como si les estuviera hablando en su propio idioma. Decía: "Mi cuerpo y mi alma no son sino una pura llaga de pecados. Todo en mí tiene la fetidez de mis culpas". Los últimos años, ya lleno de enfermedades, lo tenían que ayudar a subir al sitio donde iba a predicar. Pero apenas empezaba la predicación se transformaba, se le olvidaban sus enfermedades y predicaba con el fervor y la emoción de sus primeros años. Murió en plena actividad misionera, el Miércoles de Ceniza, 5 de abril del año 1419. Fueron tantos sus milagros y tan grande su fama, que el Papa lo declaró santo a los 36 años de haber muerto, en 1455.

    El santo regalaba a las señoras que peleaban mucho con su marido, un frasquito con agua bendita y les recomendaba: "Cuando su esposo empiece a insultarle, échese un poco de esta agua a la boca y no se la pase mientras el otro no deje de ofenderla". Y esta famosa "agua de Fray Vicente" producía efectos maravillosos porque como la mujer no le podía contestar al marido, no había peleas. Porque lo que produce la pelea no es la palabra ofensiva que se oye, si no la palabra ofensiva que se responde.

Oremos

    ¡Amantísimo Padre y Protector mío, San Vicente Ferrer! Alcánzame una fe viva y sincera para valorar debidamente las cosas divinas, rectitud y pureza de costumbres como la que tú predicabas, y caridad ardiente para amar a Dios y al prójimo. Tú, que nunca dejaste sin consuelo a los que confían en ti, no me olvides en mis tribulaciones. Dame la salud del alma y la salud del cuerpo. Remedia todos mis males. Y dame la perseverancia en el bien para que pueda acompañarte en la gloria por toda la eternidad. Amén.

sábado, 3 de abril de 2021

RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR

La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, 
son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles


    El Domingo de Resurrección o Vigilia Pascual es el día en que incluso la iglesia más pobre se reviste de sus mejores ornamentos, es la cima del año litúrgico. Es el aniversario del triunfo de Cristo. Es la feliz conclusión del drama de la Pasión y la alegría inmensa que sigue al dolor. Y un dolor y gozo que se funden pues se refieren en la historia al acontecimiento más importante de la humanidad: la redención y liberación del pecado de la humanidad por el Hijo de Dios.

    Nos dice San Pablo: "Aquel que ha resucitado a Jesucristo devolverá asimismo la vida a nuestros cuerpos mortales". No se puede comprender ni explicar la grandeza de las Pascuas cristianas sin evocar la Pascua Judía, que Israel festejaba, y que los judíos festejan todavía, como lo festejaron los hebreos hace tres mil años, la víspera de su partida de Egipto, por orden de Moisés. El mismo Jesús celebró la Pascua todos los años durante su vida terrena, según el ritual en vigor entre el pueblo de Dios, hasta el último año de su vida, en cuya Pascua tuvo efecto la cena y la institución de la Eucaristía.

    Cristo, al celebrar la Pascua en la Cena, dio a la conmemoración tradicional de la liberación del pueblo judío un sentido nuevo y mucho más amplio. No es a un pueblo, una nación aislada a quien Él libera sino al mundo entero, al que prepara para el Reino de los Cielos. Las pascuas cristianas -llenas de profundas simbologías- celebran la protección que Cristo no ha cesado ni cesará de dispensar a la Iglesia hasta que Él abra las puertas de la Jerusalén celestial. La fiesta de Pascua es, ante todo la representación del acontecimiento clave de la humanidad, la Resurrección de Jesús después de su muerte consentida por Él para el rescate y la rehabilitación del hombre caído. Este acontecimiento es un hecho histórico innegable. Además de que todos los evangelistas lo han referido, San Pablo lo confirma como el historiador que se apoya, no solamente en pruebas, sino en testimonios.

    Pascua es victoria, es el hombre llamado a su dignidad más grande. ¿Cómo no alegrarse por la victoria de Aquel que tan injustamente fue condenado a la pasión más terrible y a la muerte en la cruz?, ¿por la victoria de Aquel que anteriormente fue flagelado, abofeteado, ensuciado con salivazos, con tanta inhumana crueldad?

    Este es el día de la esperanza universal, el día en que en torno al resucitado, se unen y se asocian todos los sufrimientos humanos, las desilusiones, las humillaciones, las cruces, la dignidad humana violada, la vida humana no respetada.

    La Resurrección nos descubre nuestra vocación cristiana y nuestra misión: acercarla a todos los hombres. El hombre no puede perder jamás la esperanza en la victoria del bien sobre el mal. ¿Creo en la Resurrección?, ¿la proclamo?; ¿creo en mi vocación y misión cristiana?, ¿la vivo?; ¿creo en la resurrección futura?, ¿me alienta en esta vida?, son preguntas que cabe preguntarse.

    El mensaje redentor de la Pascua no es otra cosa que la purificación total del hombre, la liberación de sus egoísmos, de su sensualidad, de sus complejos; purificación que , aunque implica una fase de limpieza y saneamiento interior, sin embargo se realiza de manera positiva con dones de plenitud, como es la iluminación del Espíritu , la vitalización del ser por una vida nueva, que desborda gozo y paz -suma de todos los bienes mesiánicos-, en una palabra, la presencia del Señor resucitado. San Pablo lo expresó con incontenible emoción en este texto : "Si habéis resucitado con Cristo vuestra vida, entonces os manifestaréis gloriosos con Él" (Col. 3 1-4).

Fuente: © ACI Prensa

EVANGELIO - 04 de Abril - San Juan 20,1-9.


       Libro de los Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43.

    Pedro, tomando la palabra, dijo: "Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él.
    Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo.
    Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.
    Y nos envió a predicar al pueblo, y atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos.
    Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre".


Salmo 118(117),1-2.16-17.22-23.

¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!

La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.»
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.

La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos.


    Carta de San Pablo a los Colosenses 3,1-4.

    Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
    Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.
    Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios.
    Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.


    Evangelio según San Juan 20,1-9.


    El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
    Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
    Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
    Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
    Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
    Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
    Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
    Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 04 de Abril - «Día de gozo y de alegría»


        San Proclo de Constantinopla (c. 390-446) obispo Sermón 14; PG 65, 796


«Día de gozo y de alegría»

    ¡Qué fiesta más bella la de Pascua! ¡Qué bella la asamblea! ¡Esta fiesta contiene en sí tantos misterios antiguos y nuevos! En esta semana de fiesta, o mejor de alegría, por toda la tierra los hombres se alegran e incluso las potestades del cielo se unen a nosotros para celebrar con gozo la resurrección del Señor. Exultan los ángeles y los arcángeles que esperan que el rey de los cielos, Cristo nuestro Dios, vuelva de la tierra vencedor; exultan los coros de los santos que proclaman a Cristo «el que fue engendrado antes de la aurora» (Sl 109,3). Exulta la tierra: la sangre de un Dios la ha lavado. Exulta el mar: el paso del Señor lo ha honrado. Que exulte todo hombre renacido del agua y del Espíritu; que exulte Adán, el primer hombre, liberado de la antigua maldición... La resurrección de Cristo no sólo ha instaurado este día de fiesta, sino que en lugar del sufrimiento nos procura la salvación, en lugar de la muerte la inmortalidad, en lugar de las heridas la sanación, en lugar de la degradación la resurrección. En otro tiempo el misterio de Pascua se realizaba en Egipto según los ritos señalados por la Ley; el sacrificio del cordero no era más que un signo. Pero hoy celebramos, según el Evangelio, una pascua espiritual que es el día de la resurrección. Allí se inmolaba un cordero del rebaño...; aquí es Cristo en persona el que se ofrece como cordero de Dios. Allí, un animal del aprisco; aquí, no un cordero, sino el pastor, él mismo, el que da su vida por sus ovejas (Jn 10,11)… Allí, los hebreos atravesaron el mar Rojo y entonaron un himno de victoria en honor de su defensor: «Cantemos al Señor, sublime es su victoria» (Ex 15,1). Aquí, los que han sido considerados dignos del bautismo, cantan en su corazón el himno de victoria: «Uno solo es santo, un solo Dios, Jesucristo en la gloria de Dios Padre. Amén». Y el profeta exclama: «El Señor reina vestido de majestad» (Sl 92,1). Los hebreos atravesaron el desierto y comieron el maná. Hoy, al salir de las fuentes bautismales comen el pan bajado del cielo (Jn 6,51).

SANTORAL - SAN ISIDORO DE SEVILLA

04 de Abril


     Queridos hermanos y hermanas: Hoy quisiera hablar de san Isidoro de Sevilla: era hermano menor de Leandro, obispo de Sevilla, y gran amigo del Papa Gregorio Magno. Esta observación es importante, pues constituye un elemento cultural y espiritual indispensable para comprender la personalidad de Isidoro. En efecto, le debe mucho a Leandro, persona muy exigente, estudiosa y austera, que había creado en torno a su hermano menor un contexto familiar caracterizado por las exigencias ascéticas propias de un monje y por los ritmos de trabajo exigidos por una seria entrega al estudio.

    Además, Leandro se había preocupado por disponer lo necesario para afrontar la situación político-social del momento: en aquellas décadas los visigodos, bárbaros y arianos, habían invadido la península ibérica y se habían adueñado de los territorios que pertenecían al Imperio Romano.

    Era necesario conquistarlos a la romanidad y al catolicismo. La casa de Leandro y de Isidoro contaba con una biblioteca sumamente rica de obras clásicas, paganas y cristianas. Isidoro, que sentía la atracción tanto de unas como de otras, aprendió bajo la responsabilidad de su hermano mayor una disciplina férrea para dedicarse a su estudio, con discernimiento. En la sede episcopal de Sevilla se vivía, por tanto, en un clima sereno y abierto.

    Lo podemos deducir a partir de los intereses culturales y espirituales de Isidoro, tal y como emergen de sus mismas obras, que comprenden un conocimiento enciclopédico de la cultura clásica pagana y un conocimiento profundo de la cultura cristiana. De este modo se explica el eclecticismo que caracteriza la producción literaria de Isidoro, el cual pasa con suma facilidad de Marcial a Agustín, de Cicerón a Gregorio Magno.

    La lucha interior que tuvo que afrontar el joven Isidoro, que se convirtió en sucesor del hermano Leandro en la cátedra episcopal de Sevilla, en el año 599, no fue ni mucho menos fácil. Quizá se debe a esta lucha constante consigo mismo la impresión de un exceso de voluntarismo que se percibe leyendo las obras de este gran autor, considerado como el último de los padres cristianos de la antigüedad.

    Pocos años después de su muerte, que tuvo lugar en el año 636, el Concilio de Toledo (653) le definió: "Ilustre maestro de nuestra época, y gloria de la Iglesia católica". Isidoro fue, sin duda, un hombre de contraposiciones dialécticas acentuadas. E incluso, en su vida personal, experimentó un conflicto interior permanente, sumamente parecido al que ya habían vivido san Gregorio Magno y san Agustín, entre el deseo de soledad, para dedicarse únicamente a la meditación de la Palabra de Dios, y las exigencias de la caridad hacia los hermanos de cuya salvación se sentía encargado, como obispo.

    Por ejemplo, sobre los responsables de la Iglesia escribe: "El responsable de una Iglesia (vir ecclesiasticus) por una parte tiene que dejarse crucificar al mundo con la mortificación de la carne, y por otra, tiene que aceptar la decisión del orden eclesiástico, cuando procede de la voluntad de Dios, de dedicarse al gobierno con humildad, aunque no quisiera hacerlo" (Libro de las Sentencias III, 33, 1: PL 83, col. 705 B).

    Y añade un párrafo después: "Los hombres de Dios (sancti viri) no desean ni mucho menos dedicarse a las cosas seculares y gimen cuando, por un misterioso designio divino, se les encargan ciertas responsabilidades... Hacen todo lo posible para evitarlas, pero aceptan aquello que no quisieran y hacen lo que habrían querido evitar. Entran así en el secreto del corazón y allí, adentro, tratan de comprender qué es lo que les pide la misteriosa voluntad de Dios.

    Y cuando se dan cuenta de que tienen que someterse a los designios de Dios, agachan la cabeza del corazón bajo el yugo de la decisión divina" (Libro de las Sentencias III, 33, 3: PL 83, col. 705-706). Para comprender mejor a Isidoro es necesario recordar, ante todo, la complejidad de las situaciones políticas de su tiempo, que antes mencionaba: durante los años de la niñez había tenido que experimentar la amargura del exilio.

    A pesar de ello, estaba lleno de entusiasmo: experimentaba la pasión de contribuir a la formación de un pueblo que encontraba finalmente su unidad, tanto a nivel político como religioso, con la conversión providencial del heredero al trono, el visigodo Ermenegildo, del arrianismo a la fe católica. Sin embargo, no hay que minusvalorar la enorme dificultad que supone afrontar de manera adecuada los problemas sumamente graves, como los de las relaciones con los herejes y con los judíos.

    Toda una serie de problemas que resultan también hoy muy concretos, si pensamos en lo que sucede en algunas regiones donde parecen replantearse situaciones muy parecidas a las de la península ibérica del siglo VI. La riqueza de los conocimientos culturales de que disponía Isidoro le permitía confrontar continuamente la novedad cristiana con la herencia clásica grecorromana. Más que el don precioso de la síntesis, parece que tenía el de la collatio, es decir, la recopilación, que se expresaba en una extraordinaria erudición personal, no siempre tan ordenada como se hubiera podido desear. En todo caso, hay que admirar su preocupación por no dejar de lado nada de lo que la experiencia humana produjo en la historia de su patria y del mundo. No hubiera querido perder nada de lo que el ser humano aprendió en las épocas antiguas, ya fueran éstas paganas, judías o cristianas.

    Por tanto, no debe sorprender el que, al perseguir este objetivo, no lograra transmitir adecuadamente, como él hubiera querido, los conocimientos que poseía, a través de las aguas purificadoras de la fe cristiana. Sin embargo, según las intenciones de Isidoro, las propuestas que presenta siempre están en sintonía con la fe católica, defendida por él con firmeza. Percibe la complejidad en la discusión de los problemas teológicos y propone a menudo, con agudeza, soluciones que recogen y expresan la verdad cristiana completa. Esto ha permitido a creyentes a través de los siglos hasta nuestros días servirse con gratitud de sus definiciones. Un ejemplo significativo en este sentido es la enseñanza de Isidoro sobre las relaciones entre vida activa y vida contemplativa.

    Escribe: "Quienes tratan de lograr el descanso de la contemplación tienen que entrenarse antes en el estadio de la vida activa; de este modo, liberados de los residuos del pecado, serán capaces de presentar ese corazón puro que permite ver a Dios" (Diferencias II, 34, 133: PL 83, col 91A). El realismo de auténtico pastor le convence del riesgo que corren los fieles de vivir una vida reducida a una sola dimensión. Por este motivo, añade: "El camino intermedio, compuesto por una y otra forma de vida, resulta normalmente el más útil para resolver esas cuestiones, que con frecuencia se agudizan con la opción por un sólo tipo de vida; sin embargo, son mejor moderadas por una alternancia de las dos formas" (o.c., 134: ivi, col 91B). Isidoro busca la confirmación definitiva de una orientación adecuada de vida en el ejemplo de Cristo y dice: "El Salvador Jesús nos ofreció el ejemplo de la vida activa, cuando durante el día se dedicaba a ofrecer signos y milagros en la ciudad, pero mostró la vida contemplativa cuando se retiraba a la montaña y pasaba la noche dedicado a la oración" (o.c. 134: ivi).

    A la luz de este ejemplo del divino Maestro, Isidoro ofrece esta precisa enseñanza moral: "Por este motivo, el siervo de Dios, imitando a Cristo, debe dedicarse a la contemplación, sin negarse a la vida activa. Comportarse de otra manera no sería justo. De hecho, así como hay que amar a Dios con la contemplación, también hay que amar al prójimo con la acción. Es imposible, por tanto, vivir sin una ni otra forma de vida, ni es posible amar si no se hace la experiencia tanto de una como de otra" (o.c., 135: ivi, col 91C). Considero que esta es la síntesis de una vida que busca la contemplación de Dios, el diálogo con Dios en la oración y en la lectura de la Sagrada Escritura, así como la acción al servicio de la comunidad humana y del prójimo. Esta síntesis es la lección que nos deja el gran obispo de Sevilla a los cristianos de hoy, llamados a testimoniar a Cristo al inicio del nuevo milenio.

Benedicto XVI; San Isidoro de Sevilla

Oremos

    Señor, Dios todopoderoso, tú elegiste a San Isidoro, obispo y doctor de la Iglesia, para que fuese testimonio y fuente del humano saber; concédenos, por su intercesión, una búsqueda atenta y una aceptación generosa de tu eterna verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén

viernes, 2 de abril de 2021

SÁBADO SANTO

Jesús está sepultado
Es un día de reflexión y silencio


   "Durante el Sábado santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en oración y ayuno su resurrección (Circ 73).

    Es el día del silencio: la comunidad cristiana vela junto al sepulcro.Callan las campanas y los instrumentos. Se ensaya el aleluya, pero en voz baja. Es día para profundizar. Para contemplar. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío.

    La Cruz sigue entronizada desde ayer. Central, iluminada, con un paño rojo, con un laurel de victoria. Dios ha muerto. Ha querido vencer con su propio dolor el mal de la humanidad.

    Es el día de la ausencia. El Esposo nos ha sido arrebatado. Día de dolor, de reposo, de esperanza, de soledad. El mismo Cristo está callado. Él, que es el Verbo, la Palabra, está callado. Después de su último grito de la cruz "¿por qué me has abandonado"?- ahora él calla en el sepulcro.Descansa: "consummatum est", "todo se ha cumplido".

    Pero este silencio se puede llamar plenitud de la palabra. El anonadamiento, es elocuente. "Fulget crucis mysterium": "resplandece el misterio de la Cruz."

    El Sábado es el día en que experimentamos el vacío. Si la fe, ungida de esperanza, no viera el horizonte último de esta realidad, caeríamos en el desaliento: "nosotros esperábamos... ", decían los discípulos de Emaús.

    Es un día de meditación y silencio. Algo parecido a la escena que nos describe el libro de Job, cuando los amigos que fueron a visitarlo, al ver su estado, se quedaron mudos, atónitos ante su inmenso dolor: "se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande" (Job. 2, 13).

    Eso sí, no es un día vacío en el que "no pasa nada". Ni un duplicado del Viernes. La gran lección es ésta: Cristo está en el sepulcro, ha bajado al lugar de los muertos, a lo más profundo a donde puede bajar una persona. Y junto a Él, como su Madre María, está la Iglesia, la esposa. Callada, como él.

    El Sábado está en el corazón mismo del Triduo Pascual. Entre la muerte del Viernes y la resurrección del Domingo nos detenemos en el sepulcro. Un día puente, pero con personalidad. Son tres aspectos - no tanto momentos cronológicos - de un mismo y único misterio, el misterio de la Pascua de Jesús: muerto, sepultado, resucitado:

    "...se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo...se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, es decir conociese el estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en la cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres, que establece en la paz al universo entero".

La Vigilia Pascual


    El sábado santo es un día de oración junto a la tumba esperando la resurrección. Es día de reflexión y silencio. Es la preparación para la celebración de la Vigilia Pascual.
    Por la noche se lleva a cabo la celebración de la Vigilia Pascual. Dicha celebración tiene tres partes importantes que terminan con la Liturgia Eucarística:
  • 1. Celebración del fuego nuevo.
  • 2. Liturgia de la Palabra.
  • 3. Liturgia Bautismal.
    Era costumbre, durante los primeros siglos de la Iglesia, bautizar por la noche del Sábado Santo, a los que querían ser cristianos. Ellos se preparaban durante los cuarenta días de Cuaresma y acompañados por sus padrinos, ese día se presentaban para recibir el Bautismo.

    También, ese día los que hacían penitencia pública por sus faltas y pecados eran admitidos como miembros de la asamblea. Actualmente, la Vigilia Pascual conserva ese sentido y nos permite renovar nuestras promesas bautismales y acercarnos a la Iglesia con un espíritu renovado.

Celebración del fuego nuevo

    Al iniciar la celebración, el sacerdote apaga todas las luces de la Iglesia, enciende un fuego nuevo y con el que prende el cirio pascual, que representa a Jesús. Sobre el cirio, marca el año y las letras griegas "Alfa" y "Omega", que significan que Jesús es el principio y el fin del tiempo y que este año le pertenece.

    El sacerdote llevará a cabo la bendición del fuego. Luego de la procesión, en la que se van encendiendo las velas y las luces de la Iglesia, el sacerdote canta el Pregón Pascual.

    El Pregón Pascual es un poema muy antiguo (escrito alrededor del año 300) que proclama a Jesús como el fuego nuevo.

Liturgia de la Palabra

    Después de la Celebración del fuego nuevo, se sigue con la lectura de la Palabra de Dios. Se acostumbra leer siete lecturas, empezando con la Creación hasta llegar a la Resurrección.

    Una las lecturas más importantes es la del libro del Éxodo, en la que se relata el paso por el Mar Rojo, cómo Dios salvó a los israelitas de las tropas egipcias que los perseguían. Se recuerda que esta noche Dios nos salva por Jesús.

Liturgia Bautismal

    Suelen haber bautizos este día, pero aunque no los haya, se bendice la Pila bautismal o un recipiente que la represente y se recita la Letanía de los Santos. Esta letanía nos recuerda la comunión de intercesión que existe entre toda la familia de Dios. Las letanías nos permiten unirnos a la oración de toda la Iglesia en la tierra y la Iglesia triunfante, de los ángeles y santos del Cielo.

    El agua bendita es el símbolo que nos recuerda nuestro Bautismo. Es un símbolo que nos recuerda que con el agua del bautismo pasamos a formar parte de la familia de Dios.

    A todos los que ya estamos bautizados, esta liturgia nos invita a renovar nuestras promesas y compromisos bautismales: renunciar a Satanás, a sus seducciones y a sus obras. También, de confirmar nuestra entrega a Jesucristo. Hay quienes acostumbran este día encender sus velas del bautismo y llevar un cirio pascual a la iglesia o agua bendita, para tener en sus hogares.

EVANGELIO - 03 de Abril - San Marcos 16,1-8.

 

       Libro del Exodo 14,15-31.15,1a.

    Después el Señor dijo a Moisés: "¿Por qué me invocas con esos gritos? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha.
    Y tú, con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie.
    Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, y ellos entrarán en el mar detrás de los israelitas. Así me cubriré de gloria a expensas del Faraón y de su ejército, de sus carros y de sus guerreros.
    Los egipcios sabrán que soy el Señor, cuando yo me cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de sus guerreros".
    El Ángel de Dios, que avanzaba al frente del campamento de Israel, retrocedió hasta colocarse detrás de ellos; y la columna de nube se desplazó también de delante hacia atrás, interponiéndose entre el campamento egipcio y el de Israel. La nube era tenebrosa para unos, mientras que para los otros iluminaba la noche, de manera que en toda la noche no pudieron acercarse los unos a los otros.
    Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron, y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda.
    Los egipcios los persiguieron, y toda la caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en medio del mar.
    Cuando estaba por despuntar el alba, el Señor observó las tropas egipcias desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre ellos.
    Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran con dificultad. Los egipcios exclamaron: "Huyamos de Israel, porque el Señor combate en favor de ellos contra Egipto".
    El Señor dijo a Moisés: "Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus carros y sus guerreros".
    Moisés extendió su mano sobre el mar y, al amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida, pero se encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar.
    Las aguas envolvieron totalmente a los carros y a los guerreros de todo el ejército del Faraón que habían entrado en medio del mar para perseguir a los israelitas. Ni uno solo se salvó.
    Los israelitas, en cambio, fueron caminando por el cauce seco del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda.
    Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de los egipcios. Israel vio los cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del mar, y fue testigo de la hazaña que el Señor realizó contra Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en él y en Moisés, su servidor.
    Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor.


Libro del Exodo 15,1b-2.3-4.5-6.17-18.

«Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria:
él hundió en el mar los caballos y los carros.
El Señor es mi fuerza y mi protección,
él me salvó.
El es mi Dios y yo lo glorifico,
es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza.

El Señor es un guerrero,
su nombre es "Señor".
El arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército,
lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo.

El abismo los cubrió,
cayeron como una piedra en lo profundo del mar.
Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza,
tu mano, Señor, aniquila al enemigo.

Tú lo llevas y lo plantas en la montaña de tu herencia,
en el lugar que preparaste para tu morada,
en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos.
¡El Señor reina eternamente!»


    Carta de San Pablo a los Romanos 6,3-11.

    Hermanos: ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte?
    Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.
    Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección.
    Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado.
    Porque el que está muerto, no debe nada al pecado.
    Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él.
    Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él.
    Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios.
    Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.


    Evangelio según San Marcos 16,1-8.

    Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús.
    A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro.
    Y decían entre ellas: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?".
    Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande.
    Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: "No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto.
    Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho".
    Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 03 de Abril - «Este es el día en actuó el Señor»


        Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157) abad cisterciense Tercer sermón sobre la Resurrección


«Este es el día en actuó el Señor»

    «Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo» (Sl 117,24). Hermanos, esperemos al Señor exultando de gozo a fin de poderle ver y alegrarnos con su luz. Abraham exultó con sólo pensar que vería el día de Cristo, y así mereció verle y alegrase de ello (Jn 8,56). También a ti te es necesario velar cada día junto a las puertas de la Sabiduría (Pr 8,34)…, con María Magdalena hacer guardia a la puerta del sepulcro de Cristo. Entonces, estoy seguro, con ella experimentarás cuán verdad es lo que dice la Escritura referente a la Sabiduría en persona que es Cristo: «Fácilmente la contemplan los que la aman y la encuentran los que la buscan» (Sb 6,12)… Él mismo lo ha prometido: «Yo amo a los que me aman y los que me buscan me encontrarán» (Pr 8,17). Es así como María ha encontrado a Jesús en carne, velando al ir al sepulcro cuando todavía era oscuro. Es verdad, tú ya no debes conocerle según la carne (2C 5,16) sino según el espíritu. Pero lo encontrarás si lo buscas con un deseo semejante al de María... «Mi alma te ansía de noche, mi espíritu madruga por ti» (Is 26,9). Di con el salmista: «Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti» (Sl 62,2)… ¡Velad, pues, hermanos y orad intensamente!... ¡Velad cuanto podáis porque ya apunta la aurora del día sin ocaso... Sí, «es ya hora de dejar el sueño, porque la noche está ya avanzada y el día se echa encima» (Rm 13,12). Velad pues para que el Lucero de la mañana, Cristo, se alce sobre vosotros, él cuya «aurora es cierta como lo es su salida» (Os 6,3) porque está a punto para renovar a menudo el misterio de su resurrección matinal en favor de los velan por él. Entonces, con el corazón jubiloso, podrás cantar: «El Señor nos ilumina. Éste es el día en que actuó el Señor, alegrémonos y gocémonos en él»

SANTORAL - SAN JUAN BRITTOS

03 de Abril


    Siendo muy joven, pidió ser admitido en la Comunidad de los Padres Jesuitas. En los estudios del seminario brilló por su gran inteligencia y por su dedicación total a la preparación para el sacerdocio, y luego de su ordenación, recibió del rey y, de muy altas personalidades, la petición de quedarse en Portugal.

    Sin embargo, el santo deseando imitar a San Francisco Javier pidió y obtuvo ser enviado como misionero a la India, y con 16 compañeros emprendió el larguísimo viaje por mar. Desde 1673 hasta 1693, por veinte años estuvo misionando incansablemente en la India. Y fue tanto el entusiasmo con el cual se dedicó a las actividades misioneras que lo nombraron superior de las Misiones de la India. Logró ganarse la simpatía de todas las clases sociales, y obtuvo notables éxitos espirituales en toda clase de personas.

    Los sacerdotes paganos de estas tierras eran muy fanáticos y atacaban sin piedad a San Juan y a sus cristianos; muchas veces lo echaron a la cárcel y le hicieron padecer feroces torturas. El 4 de febrero de 1693 un gran gentío se reunió para ver la ejecución del santo misionero, a quien se le acusaba de enseñar doctrinas que no eran las de los sacerdotes de los dioses de ese país. El gobernador estuvo varias horas demorando la sentencia porque sentía miedo de ordenar semejante crimen. Pero al fin movido por los fanáticos enemigos del cristianismo mandó que le cortaran la cabeza.

Oremos

    Proclamamos, Señor, tu poder y humildemente te pedimos que, así como concediste a San Juan Brittos ser fiel imitador de la pasión de Cristo, así nos otorgues a nosotros que la fortaleza que manifestó en su martirio sea sostén de nuestra debilidad. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén

jueves, 1 de abril de 2021

VIERNES SANTO

Día en que crucificaron a Cristo en el Calvario.


     En este día recordamos cuando Jesús muere en la cruz para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. El sacerdote lee la pasión de Cristo en la liturgia de la Adoración a la cruz. Ese día no se celebra la Santa Misa.
    En las iglesias, las imágenes se cubren con una tela morada al igual que el crucifijo y el sagrario está abierto en señal de que Jesús no está.
    El color morado en la liturgia de la Iglesia significa luto. Se viste de negro la imagen de la Virgen en señal de luto por la muerte de su Hijo.

¿Cómo podemos vivir este día?

    Este día manda la Iglesia guardar el ayuno y la abstinencia.
    Se acostumbra rezar el Vía Crucis y meditar en las Siete Palabras de Jesús en la cruz.
    Se participa en la Liturgia de Adoración a la Cruz con mucho amor, respeto y devoción.
    Se trata de acompañar a Jesús en su sufrimiento.
    A las tres de la tarde, recordamos la crucifixión de Jesús rezando el Credo.

¿Cómo se reza un Vía Crucis?

    Esta costumbre viene desde finales del siglo V, cuando los cristianos en Jerusalén, se reunían por la mañana del Viernes Santo a venerar la cruz de Jesús. Volvían a reunirse al empezar la tarde para escuchar la lectura de la Pasión.

    El Vía Crucis es una manera de recordar la pasión de Jesús y de revivir con Él y acompañarlo en los sufrimientos que tuvo en el camino al Calvario.

    Se divide en catorce estaciones que narran, paso a paso, la Pasión de Cristo desde que es condenado a muerte hasta que es colocado en el sepulcro.

    El Vía Crucis se reza caminando en procesión, como simbolismo del camino que tuvo que recorrer Jesús hasta el Monte Calvario. Hasta adelante, alguno de los participantes lleva una cruz grande y es el que preside la procesión. Se hacen paradas a lo largo del camino para reflexionar en cada una de las estaciones, mediante alguna lectura específica.

    Si se desea, después de escuchar con atención la estación que se medita y al final de cada una, se puede rezar un Padrenuestro, mientras se camina hasta la siguiente estación. El que lleva la cruz, se la puede pasar a otra persona.

Vía Crucis 

1.- Jesús es condenado a muerte

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


Mi buen Jesús, te han condenado a muerte. ¿Estás triste? ¿ Estás asustado?
En tu lugar yo me sentiría así. Yo quiero quedarme junto a ti para que no te sientas sólo.
Ayúdame, Jesús, a tener fuerzas para quedarme junto a ti.

2.- Jesús es cargado con la cruz

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


Jesús mío, te han cargado con la cruz. La veo muy grande y seguramente te pesa mucho. Yo quiero ayudarte.

Dios mío, ayúdame a portarme muy bien y así ayudar a Jesús, tu Hijo, para que la cruz le pese un poco menos este Viernes Santo.

3.- Jesús cae por primera vez

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


Te has lastimado, mi buen Jesús, pero te vuelves a levantar. Sabes que debes seguir adelante. Yo quiero seguir contigo.
Dios mío, dame fuerzas para levantarme cuando me caiga y así seguir adelante, como lo hizo Jesús.

4.- Jesús encuentra a María.

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


María, ves pasar a tu Hijo y te duele mucho verlo así. Te duele más que a todos nosotros. Pero tú confías en Dios y Él te hace fuerte y mantiene viva tu esperanza en la resurrección.

María, déjame estar contigo acompañándote y ayúdame a parecerme cada día más a ti.

5.- Jesús es ayudado por el Cireneo


Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


El Cireneo te ayuda a cargar la cruz. Yo también quiero ayudarte cada vez que te vea cansado.
Dios mío, ayúdame a ser generoso y servicial. En mi casa, en la escuela y en todo lugar para así parecerme al Cireneo y ayudar a tu Hijo a cargar la cruz.

6.- La Verónica enjuga el rostro de Jesús

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


Una mujer se ha acercado a ti, mi buen Jesús y te ha limpiado la cara. Tú la miras con mucho amor. Así quieres que tratemos a nuestros semejantes.

Dios mío, así como la Verónica se acercó con tu Hijo, yo también quiero hacerlo con mis hermanos.

7.- Jesús cae por segunda vez

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


Otra vez te has caído, mi buen Jesús. Es que el camino es muy largo y difícil. Pero nuevamente tú te has levantado. Tú sabes que es necesario levantarse y seguir adelante hasta el final.

Jesús, ayúdame a levantarme igual que tú, para poder seguir adelante en mi camino hacia ti.

8.- Jesús consuela a las santas mujeres

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


Hay unas mujeres en el camino del calvario y tú te has detenido a saludarlas. Es tan grande tu corazón que las consuelas, en lugar de recibirlo. Quieres darles la esperanza de la Resurrección.

Dios mío, ayúdame a tener el corazón tan grande como el de tu Hijo Jesús, para ayudar siempre a mis hermanos.

9.- Jesús cae por tercera vez

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


Una vez más, mi buen Jesús, una vez más has caído. Y una vez más te has levantado. Tú sabes que es necesario llegar hasta el final para así poder salvarnos del pecado.

Gracias, mi buen Jesús, porque te levantaste y así me salvaste. Ayúdame a mí a levantarme cada vez que me caiga.

10.- Jesús es despojado de sus vestidura


Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Mi buen Jesús. Te quitan la única túnica que tienes y los soldados la juegan a los dados. Vas a morir pobre, como también naciste pobre. Pero tú nos dijiste una vez que tu Reino no es de éste mundo, y son las puertas del cielo las que quieres abrir para nosotros.

Gracias, mi buen Jesús, gracias por querer salvarme.

11.- Jesús es clavado en la cruz

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


Has llegado a la parte alta del monte, mi buen Jesús. Y te clavaron en la cruz como si fueras el peor de los ladrones. Pero tú sabes perdonar a quienes lo hicieron. Y también nos perdonas nuestras faltas.

Jesús mío, también perdóname a mí. Yo te quiero mucho y no me gusta verte así.

12.- Jesús muere la cruz

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


Mi buen Jesús, viniste al mundo a salvarnos y ahora lo has logrado. Con tu muerte en la cruz, con tu obediencia a tu Padre nos has abierto las puertas del cielo.

Gracias, mi buen Jesús, gracias. Ahora ayúdame para que yo me gane el Cielo.

13.- Jesús es bajado de la cruz

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


María, tu Madre, te detiene entre sus brazos. Está muy triste, pero sigue confiando en Dios. Ella sabe que este no es el final.

María, tú te convertiste en mi Madre desde la cruz. Jesús nos ha querido hacer ese regalo.Ayúdame a estar muy cerca de ti y de tu hijo toda mi vida.

14.- Jesús es colocado en el sepulcro

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


Ahora todo ha terminado. La gente vuelve a su casa. Pero a nosotros nos queda la esperanza de la resurrección.

Sabemos que tú vivirás siempre. En el Cielo, en el Sagrario y también en nuestro corazón.
Ayúdame, mi buen Jesús, ayúdame a resucitar contigo cada día, y a vivir con la alegría de la resurrección.


La Virgen de la Soledad


    Bajo el título de la Virgen de la Soledad, se venera a María en muchos lugares y se celebra el viernes santo.

    El Viernes Santo se acompaña a María en la experiencia de recibir en brazos a su Hijo muerto con un sentido de condolencia. Se dice que se le va a dar el pésame a la Virgen, cuya imagen se viste de negro ese día, como señal de luto.

    Acompañamos a María en su dolor profundo, el dolor de una madre que pierde a su Hijo amado. Ha presenciado la muerte más atroz e injusta que se haya realizado jamás, pero al mismo tiempo le alienta una gran esperanza sostenida por la fe. María vio a su hijo abandonado por los apóstoles temerosos, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos. María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no lo comprendamos.

    Es Ella quien con su compañía, su fortaleza y su fe nos da fuerza en los momentos del dolor, en los sufrimientos diarios y pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de ella y comprendamos que en el dolor, somos más parecidos a Cristo y capaces de amarlo con mayor intensidad.

    La imagen de la Virgen dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida. Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufrimientos.

Se le puede cantar a la Virgen la siguiente canción

    En el sufrimiento supiste callar, y junto a tu hijo enseñas a amar. Un Viernes Santo, con gran dolor, sufre en silencio junto al redentor; desde esa hora, hora de cruz, es nuestra Madre, nos la dio Jesús.