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jueves, 23 de mayo de 2024

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 24 de Mayo - "El matrimonio es el más hermoso signo del amor de Dios"


Venerable Madeleine Delbrêl (1904-1964) laica, misionera en la ciudad.Comunidad según el Evangelio, Comunidad y soledad (Communautés selon l’Évangile, Seuil, 1973)


"El matrimonio es el más hermoso signo del amor de Dios"
            
    El amor y la vida no suben de la tierra hacia Dios, sino que descienden de Dios hacia la tierra. “Todo lo que es bueno y perfecto, es un don de lo Alto y desciende del Padre” (Sant 1,17). “Dios es Amor” (1 Jn 4,8), es amor porque es Trinidad. En la Trinidad el amor es la unidad y la fecundidad, todo parte de ella. Sobre la tierra arde un crisol de amor, que nos puede dar vértigo. Esta circulación de amor envuelve todo. Llegando a los seres humanos, también las flores, los animales. Para no sentirnos más extranjeros, como en disonancia con la misma vida, tenemos que partir de la Santa Trinidad. En ella está el Amor, el amor verdadero. De ella descienden como en cascada todos los amores del mundo, mucho menos perfectos, pero que tienen su razón de ser, porque son signo del amor que existe en Dios.

    Desde el amor del hombre y la mujer, hasta el de los animales, hasta en la misteriosa unión de elementos y metales, de manera diversamente bella, todo es signo del amor que está en Dios. Esto cambia el problema. Mismo la unidad del Verbo y el hombre, mismo la unión de Cristo y la Iglesia, son únicamente los más bellos signos del amor que es Dios. En el matrimonio existe una vocación al amor particularmente rica. En la cúspide de la creación visible, es el más hermoso signo del amor de Dios. Es grande porque, según expresa San Pablo, es signo del amor de Cristo y su Iglesia.

jueves, 17 de agosto de 2023

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 18 de Agosto - “Otros decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos”


Venerable Madeleine Delbrêl (1904-1964) laica, misionera en la ciudad. Comunidades según el Evangelio (Communautés selon l’Évangile, Seuil, 1973)


“Otros decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos” 

    Los célibes a causa del Reino, son una pequeñísima parte de la humanidad, que renuncia a algo propio para dejarse tomar por Dios, sin división. “El que tiene mujer se preocupa de las cosas de este mundo,… y así su corazón está dividido” (1 Cor 7,33-34), dice San Pablo. Si esa pequeñísima parte de la humanidad tiene esa iniciativa con el Señor, es sólo para vivir el Amor con el que Él ama a la humanidad. Reducirlo a una historia personal lo disminuye a algo insignificante. El celibato por el Reino es una misión de amor vivida de parte del mundo entero. Esto lleva a los que son llamados a él, a aceptar la elección de soledad que el Señor hizo por ellos. Un celibato que no tuviera una parte de soledad sería un sucedáneo. La aceptación de esta soledad faz a Dios es como el precio, la medida de nuestra disponibilidad para el amor.

    El matrimonio es el encuentro de dos vocaciones en un mismo hogar. Estos dos seres se condicionan, se influencian y se ayudan. En el celibato se está faz a Dios y Cristo deviene el cónyuge. Es su Reino que se transforma en el hogar y la humanidad tiene lugar de hijos. (…) Esta disponibilidad es la expresión de una misma opción: por el desarraigo de la tierra y por la implantación en Cristo. “Otros decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos” (Mt 19,12), dice el Evangelio. “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37-39), es el mandamiento del Señor que el célibe a causa del Reino toma en su estado más puro y directo.