domingo, 3 de noviembre de 2024
EVANGELIO - 04 de Noviembre - San Lucas 14,12-14
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 04 de Noviembre - "Déjale el sitio a este”.... al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto"
"Déjale el sitio a este”.... al contrario, cuando seas convidado,
vete a sentarte en el último puesto"
«Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque ellos no te pueden corresponder» (vv. 13-14). Se trata de elegir la gratuidad en lugar del cálculo oportunista que intenta obtener una recompensa, que busca el interés y que intenta enriquecerse cada vez más. En efecto, los pobres, los sencillos, los que no cuentan, jamás podrán corresponder a una invitación para almorzar. Jesús demuestra de esta manera, su preferencia por los pobres y los excluidos, que son los privilegiados del Reino de Dios, y difunde el mensaje fundamental del Evangelio que es servir al prójimo por amor a Dios. Hoy, Jesús se hace portavoz de quien no tiene voz y dirige a cada uno de nosotros un llamamiento urgente para abrir el corazón y hacer nuestros los sufrimientos y las angustias de los pobres, de los hambrientos, de los marginados, de los refugiados, de los derrotados por la vida, de todos aquellos que son descartados por la sociedad y por la prepotencia de los más fuertes. Y estos descartados representan, en realidad, la mayor parte de la población.
En este momento, pienso con gratitud en los comedores donde tantos voluntarios ofrecen su servicio, dando de comer a personas solas, necesitadas, sin trabajo o sin casa. Estos comedores y otras obras de misericordia —como visitar a los enfermos, a los presos...— son gimnasios de caridad que difunden la cultura de la gratuidad, porque todos los que trabajan en ellas están impulsados por el amor de Dios e iluminados por la sabiduría del Evangelio. De esta manera el servicio a los hermanos se convierte en testimonio de amor, que hace creíble y visible el amor de Cristo.
SANTORAL - SAN CARLOS BORROMEO
Memoria de San Carlos Borromeo, obispo, que nombrado cardenal por su tío materno, el papa Pío IV, y elegido obispo de Milán, fue en esta sede un verdadero pastor fiel preocupado por las necesidades de la Iglesia de su tiempo. Para la formación del clero convocó sínodos y erigió seminarios, visitó muchas veces toda su diócesis con el fin de fomentar las costumbres cristianas y dio muchas normas para bien de los fieles. Pasó a la patria celeste en la fecha de ayer. San Carlos Borromeo, un santo que tomó muy en serio las palabras de Jesús; "Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que gasta su vida por Mí, la ganará". Era de familia muy rica. Su hermano mayor, a quien correspondía la mayor parte de la herencia, murió repentinamente al caer de un caballo. El consideró la muerte de su hermano como un aviso enviado por el cielo, para estar preparado porque el día menos pensado llega Dios por medio de la muerte a pedirnos cuentas. Renunció a sus riquezas y fue ordenado sacerdote y mas tarde Arzobispo de Milán. Aunque no faltan las acusaciones de que su elección fue por nepotismo (era sobrino del Papa), sus enormes frutos de santidad demuestran que fue una elección del Espíritu Santo.
Como obispo, su diócesis que reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria. Los atendía a todos. Su escudo llevaba una sola palabra: "Humilitas", humildad. El, siendo noble y riquísimo, vivía cerca del pueblo, privándose de lujos. Fue llamado con razón "padre de los pobres" Decía que un obispo demasiado cuidadoso de su salud no consigue llegar a ser santo y que a todo sacerdote y a todo apóstol deben sobrarle trabajos para hacer, en vez de tener tiempo de sobra para perder.
Para con los necesitados era supremamente comprensivo. Para con sus colaboradores era muy amigable y atento, pero exigente. Y para consigo mismo era exigentísimo y severo. Fue el primer secretario de Estado del Vaticano (en el sentido moderno).
Fue blanco de un vil atentado, mientras rezaba en su capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente al agresor. Fundó seminarios para formar sacerdotes bien preparados, y redactó para esos institutos unos reglamentos tan sabios, que muchos obispos los copiaron para organizar según ellos sus propios seminarios.
Fue amigo de San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Félix de Cantalicio y San Andrés Avelino y de varios santos más.
Murió joven y pobre, habiendo enriquecido enormemente a muchos con la gracia. ……murió diciendo: "Ya voy, Señor, ya voy". En Milán casi nadie durmió esa noche, ante la tremenda noticia de que su queridísimo Cardenal arzobispo, estaba agonizando.
sábado, 2 de noviembre de 2024
EVANGELIO - 03 de Noviembre - San Marcos 12,28b-34.
Este es el mandamiento, y estos son los preceptos y las leyes que el Señor, su Dios, ordenó que les enseñara a practicar en el país del que van a tomar posesión.
A fin de que temas al Señor, tu Dios, observando constantemente todos los preceptos y mandamientos que yo te prescribo, y así tengas una larga vida, lo mismo que tu hijo y tu nieto.
Por eso, escucha, Israel, y empéñate en cumplirlos. Así gozarás de bienestar y llegarás a ser muy numeroso en la tierra que mana leche y miel, como el Señor, tu Dios, te lo ha prometido.
Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor.
Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy.
Yo te amo, Señor, mi fuerza,
Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador.
Eres mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoqué al Señor, que es digno de alabanza
y quedé a salvo de mis enemigos.
¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
¡Glorificado sea el Dios de mi salvación !
El concede grandes victorias a su rey
y trata con fidelidad a su Ungido
Carta a los Hebreos 7,23-28.
Los otros sacerdotes tuvieron que ser muchos, porque la muerte les impedía permanecer; pero Jesús, como permanece para siempre, posee un sacerdocio inmutable.
De ahí que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos.
El es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo.
El no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento -que es posterior a la Ley- establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre.
Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?».
Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.
El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos".
El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios".
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 03 de Noviembre - «Amor de Dios y del prójimo»
SANTORAL - SAN MARTIN DE PORRES
San Martín de Porres, religioso de la Orden de Predicadores, hijo de un español y de una mujer de raza negra, quien, ya desde niño, a pesar de las limitaciones provenientes de su condición de hijo ilegítimo y mulato, aprendió la medicina que, después, siendo religioso, ejerció generosamente en Lima, ciudad del Perú, a favor de los pobres. Entregado al ayuno, a la penitencia y a la oración, vivió una existencia austera y humilde, pero irradiante de caridad. San Martín de Porres fue un mulato, nacido en Lima, capital del Perú, en 1579. Era hijo natural del caballero español Juan de Porres (o Porras según algunos) y de una india panameña libre, llamada Ana Velásquez. Martín heredó los rasgos y el color de la piel de su madre, lo cual vio don Juan de Porres como una humillación. Pero más tarde, tuvo el mérito de reconocer a Martín y a una hermana suya como hijos propios. A Martín lo dejó al cuidado de su madre, y el niño, que era despierto e inteligente, aprendió la profesión de barbero y adquirió conocimientos de medicina, mediante el trato con un cirujano. Durante algún tiempo, ejerció esta doble carrera, pero, sintiendo grandes deseos de perfección, pidió ser admitido como donado en el convento de los dominicos que había en Lima. Su misma madre apoyó la petición del santo y éste consiguió lo que deseaba cuando tenía unos quince años de edad.
En el convento su vida de heroica virtud fue pronto conocida de muchos, y su humildad era tan ejemplar, que se alegraba de las injurias que recibía, incluso alguna vez de parte de otros religiosos dominicos, como uno que, enfermo e irritado, lo trató de perro mulato. Otra vez, cuando el convento estaba en situación económica muy apurada, Fray Martín espontáneamente se ofreció al P. Prior para ser vendido como esclavo, ya que era mulato, a fin de remediar la situación.
Advirtiendo los superiores de Fray Martín su índole mansa y su mucha caridad, le confiaron, junto con otros oficios, el de enfermero, en una comunidad que solía contar con doscientos religiosos, sin tomar en consideración a los criados del convento ni a los religiosos de otras casas que, informados de la habilidad del hermano, acudían a curarse a Lima. Bastante trabajo tenía el joven hermano, pero no por eso limitaba su compasión a los de su orden, sino que atendía muchos enfermos pobres de la ciudad. El día 2 de junio de 1603, después de nueve años de servir a la orden como donado, le fue concedida la profesión religiosa y pronunció los votos de pobreza, obediencia y castidad.
Juntaba a su abnegada vida una penitencia austerísima: se llagaba con disciplinas crueles o se maltrataba con dormir debajo de una escalera unas cuantas horas y con apenas comer lo indispensable. Añadía a esto un espíritu de oración y unión con Dios que lo asemejaba a otros grandes contemplativos. Se le vio repetidas veces en éxtasis y, alguna levantado en el aire muy cerca de un gran crucifijo que había en el convento.
Se sabe que Fray Martín y santa Rosa de Lima, terciaria dominica, se conocieron y trataron algunas veces, aunque no se tienen detalles históricamente comprobados de sus entrevistas. Si es famoso el santo por sus virtudes, tal vez lo sea más por sus milagros y por la forma en que los hacía. Unas veces eran curaciones instantáneas, como la del novicio Fray Luis Gutiérrez, que se había cortado un dedo casi hasta desprendérselo; a los tres días tenía hinchados la mano y el brazo, por lo que acudió al hermano Martín, quien le puso unas hierbas machacadas en la herida. Al día siguiente, el dedo estaba unido de nuevo y el brazo enteramente sano. En cierta ocasión, el arzobispo Feliciano Vega, que iba a tomar posesión de la sede de México, enfermó de algo que parece haber sido pulmonía, y mandó llamar a Fray Martín. Al llegar éste a la presencia del prelado enfermo, se arrodilló, más él le dijo: «levántese y ponga su mano aquí, donde me duele». «¿Para qué quiere un príncipe la mano de un pobre mulato?», preguntó el santo. Sin embargo, durante un buen rato puso la mano donde lo indicó el enfermo y, poco después, el arzobispo estaba curado. Otras veces, a la curación añadía la prontitud con que acudía al enfermo, pues bastaba que éste tuviera deseo de que el santo llegara, para que éste se presentase a cualquier hora. Muchas veces, entraba por las puertas cerradas con llave, como pudo comprobarlo el maestro de novicios, quien personalmente guardaba la llave del noviciado, pues, habiendo estado Fray Martín atendiendo a un enfermo, salió del noviciado y volvió a entrar sin abrir las puertas. El asombrado maestro comprobó que estaban perfectamente cerradas. Alguien le preguntó:«¿Cómo ha podido entrar?» El santo respondió: «Yo tengo modo de entrar y salir».
Enfermero al mismo tiempo que hortelano herbolario, cultivaba las plantas medicinales de que se valía para sus obras de caridad y también desempeñaba el oficio de distribuidor de las limosnas que algunas veces recogía, en cantidades asombrosas, parte para socorrer a sus propios hermanos en religión y parte para los menesterosos de toda clase que había en la ciudad. Su amabilidad se extendía hasta los animales; hay en su biografía escenas semejantes a las que se narran de san Francisco y de san Antonio de Padua. Por ejemplo, cuando después de disciplinarse, los mosquitos lo atormentaban con sus picaduras, y fue a que Juan Vázquez lo curase, éste le dijo: «Vámonos a nuestro convento, que allí no hay mosquitos». Y Fray Martín respondió: «¿Cómo hemos de merecer, si no damos de comer al hambriento?» «¡Pero hermano, estos son mosquitos y no gentes!» «Sin embargo, se les debe dar de comer, que son criaturas de Dios», respondió el humilde fraile. Es típico el caso de los ratones que infestaban la ropería y dañaban el vestuario. El remedio no fue ponerles trampas, sino decirles: «Hermanos, idos a la huerta, que allí hallaréis comida». Los ratones obedecieron puntualmente, y Fray Martín cuidaba de echarles los desperdicios de la comida. Y sí alguno volvía a la ropería, el santo lo tomaba por la cola y lo echaba a la huerta, diciendo: «Vete adonde no hagas mal».
Sus conocimientos no eran pocos para su época y, cuando asistía a los enfermos, solía decirles: «Yo te curo y Dios te sana». A los sesenta años, después de haber pasado cuarenta y cinco en religión, Fray Martín se sintió enfermo y claramente dijo que de esa enfermedad moriría. La conmoción en Lima fue general y el mismo virrey, conde de Chinchón, se acercó al pobre lecho para besar la mano de aquél que se llamaba a sí mismo perro mulato. Mientras se le rezaba el Credo, Fray Martín, al oír las palabras «Et homo factus est», besando el crucifijo expiró plácidamente. Fue canonizado el 6 de mayo de 1962 por el Papa Juan XXIII, quien profesaba gran devoción por el santo.
viernes, 1 de noviembre de 2024
EVANGELIO - 02 de Noviembre - San Mateo 25,31-46
A los ojos de los insensatos parecían muertos; su partida de este mundo fue considerada una desgracia y su alejamiento de nosotros, una completa destrucción; pero ellos están en paz.
A los ojos de los hombres, ellos fueron castigados, pero su esperanza estaba colmada de inmortalidad.
Por una leve corrección, recibirán grandes beneficios, porque Dios los puso a prueba y los encontró dignos de él.
Los probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto.
Por eso brillarán cuando Dios los visite, y se extenderán como chispas por los rastrojos.
Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor será su rey para siempre.
Los que confían en él comprenderán la verdad y los que le son fieles permanecerán junto a él en el amor. Porque la gracia y la misericordia son para sus elegidos.
Salmo 27(26),1.4.7.8.9.13-14.
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?
Una sola cosa he pedido al Señor,
y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor
todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y contemplar su Templo.
¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!
Mi corazón sabe que dijiste:
“Busquen mi rostro”.
Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda;
no me dejes ni me abandones,
mi Dios y mi salvador.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.
Carta de San Pablo a los Romanos 6,3-9.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.
Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección.
Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado.
Porque el que está muerto, no debe nada al pecado.
Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él.
Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él.
Evangelio según San Mateo 25,31-46.
Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.
Los justos le responderán: 'Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.
Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.
Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.
Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.
Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".