miércoles, 18 de septiembre de 2024
EVANGELIO - 19 de Septiembre - San Lucas 7,36-50
Hermanos, les recuerdo la Buena Noticia que yo les he predicado, que ustedes han recibido y a la cual permanecen fieles.
Por ella son salvados, si la conservan tal como yo se la anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano.
Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura.
Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura.
Se apareció a Pedro y después a los Doce.
Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto.
Además, se apareció a Santiago y de nuevo a todos los Apóstoles.
Por último, se me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto.
Porque yo soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he perseguido a la Iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo.
En resumen, tanto ellos como yo, predicamos lo mismo, y esto es lo que ustedes han creído.
Salmo 118(117),1-2.16ab-17.28.
Por ella son salvados, si la conservan tal como yo se la anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano.
Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura.
Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura.
Se apareció a Pedro y después a los Doce.
Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto.
Además, se apareció a Santiago y de nuevo a todos los Apóstoles.
Por último, se me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto.
Porque yo soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he perseguido a la Iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo.
En resumen, tanto ellos como yo, predicamos lo mismo, y esto es lo que ustedes han creído.
Salmo 118(117),1-2.16ab-17.28.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!
La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.
Tú eres mi Dios, y yo te doy gracias;
Dios mío, yo te glorifico.
Evangelio según San Lucas 7,36-50.
porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!
La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.
Tú eres mi Dios, y yo te doy gracias;
Dios mío, yo te glorifico.
Evangelio según San Lucas 7,36-50.
Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa.
Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume.
Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!".
Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". "Di, Maestro!", respondió él.
"Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta.
Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?".
Simón contestó: "Pienso que aquel a quien perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado bien".
Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.
Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies.
Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies.
Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor".
Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados".
Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?".
Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz".
Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume.
Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!".
Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". "Di, Maestro!", respondió él.
"Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta.
Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?".
Simón contestó: "Pienso que aquel a quien perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado bien".
Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.
Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies.
Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies.
Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor".
Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados".
Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?".
Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz".
Palabra del Señor
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 19 de Septiembre - "¡Quiero responder eternamente a tu amor!"
Santa Faustina Kowalska (1905-1938) religiosa Pequeño diario (Petit journal, la Miséricorde divine dans mon âme, Parole et Dialogue, 2002)
"¡Quiero responder eternamente a tu amor!"
Mi Jesús, afirma las fuerzas de mi alma para que el enemigo nada gane. Sin Ti soy sólo debilidad, sin Tu gracia soy un abismo de miseria. La miseria es mi propiedad.
Oh herida de la Misericordia, Corazón de Jesús, escóndeme en Tu profundidad como una gota de Tu propia sangre y no me dejes salir por la eternidad. Enciérrame en Tus profundidades y enséñame tú mismo como amarte. Amor eterno, modela Tú mismo mi alma para que sea capaz d un amor recíproco por Ti. Oh amor vivo, hazme capaz de amarte siempre. Quiero responder eternamente a Tu amor con la reciprocidad. Oh Cristo, una sola de tus miradas me es más querida que millones de mundos, que el cielo entero.
Tu puedes, Señor, hacer que mi alma te comprenda en toda tu plenitud, tal como eres. Se y creo que puedes todo. Ya que has dignado darte a mí tan generosamente, se que puedes ser más generoso todavía. Hazme entrar en Tu intimidad tan lejos como pueda la naturaleza humana…
SANTORAL - NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE
19 de Septiembre
Era un 19 de septiembre de 1849. En los Alpes franceses, eran tiempos difíciles, las cosechas eran malas y la mortalidad infantil muy alta. Fue allí, en el corazón de las montañas, cerca del pueblo de La Salette, donde Maximin Giraud, de 11 años y Melanie Calvat, de 14 años, que pastoreaban sus vacas, vieron repentinamente en una luz resplandeciente, a una mujer muy bella que les llamó: “Acérquense, hijos míos, no tengan temor, estoy aquí para darles una gran noticia”. Era María quien se les apareció, aún cuando los niños, pobres y sin educación no se dieron cuenta. Hablando en francés y en la lengua regional, después de haber llorado delante de los pequeños, la bella mujer dio a los niños un mensaje de amor y de esperanza. Padre Agustín Giménez: “María lloraba porque decía que ellos no se daban cuenta que todo está en las manos de Dios, y que Dios es su Padre y que basta acercarse al Padre y orar humildemente para mejorar las cosechas”.
Para muchas personas, en estos tiempos tristes, la fe en Dios no era una prioridad, lo mismo que para estos niños. María les recuerda su importancia e insiste en la conversión. Estar con Dios se expresa sobre todo a través del respeto por los días de descanso, así como la participación en la misa. Mensaje de María: “Acérquense, hijos míos, no tengan temor, estoy aquí para darles una gran noticia. Si mi pueblo no quiere someterse, me veré forzada a dejar caer el brazo de mi Hijo. Es tan fuerte y tan pesado que no puedo sostenerlo más. ¡Hace tanto tiempo que sufro por ustedes!. Si deseo que mi Hijo no les abandone, estoy encargada de orar sin cesar por ustedes y ustedes no hacen caso. Por más que recen, por más que lo hagan, jamás podrán recompensar el dolor que he asumido por ustedes. Les he dado seis días para trabajar, me he reservado el séptimo, y no me lo quieren conceder. Esto es lo que hace tan pesado el brazo de mi Hijo. Y también aquellos que conducen los carros no saben jurar sin poner el nombre de mi Hijo en medio.
Estas son las dos cosas que hacen tan pesado el brazo de mi Hijo. Si la cosecha se pierde, esto es sólo por culpa de ustedes. Les hice ver el año pasado con las patatas y ustedes no hicieron caso. Al contrario, cuando encontraban las patatas podridas, juraban poniendo el nombre de mi Hijo en medio. Éstas seguirán pudriéndose, y este año, en Navidad, no habrán más". Pero María va más allá y les invita a rezar cada mañana y cada noche, diciendo “cuando no podáis hacer más, rezad un Padre Nuestro y un Ave María". Llevando las cadenas sobre los hombros, María les mostró también el crucifijo que ella llevaba en el pecho. Jesucristo, con sus brazos clavados en la cruz, se hizo impotente en este mundo por los rechazos de Dios y por el pecado. Ella les explicó, con ejemplos de la vida cotidiana, que sólo la conversión puede dar la gracia de Dios, de la cual también ella lleva una marca con un collar de rosas.
De regreso, Maximin y Melanie contaron su experiencia, y rápidamente, los habitantes comprendieron que era la Santa Virgen la que se les ha aparecido. Padre Agustín Giménez : “Finalmente, llenos de remordimientos, después del testimonio de María, fueron a misa y construyeron un santuario en las montañas de La Salette”.Luego de 5 años de investigación diocesana, Mons. Philibert de Bruillard, obispo de Grenoble, reconoció el relato de los niños como auténtico. En adelante, tal como dijo, Mons. Ginoulhiac, sucesor del obispo, “la misión de los pastores termina y comienza la de la Iglesia”. Oración a María: “Acuérdate, oh Virgen de La Salette, verdadera Madre de los dolores, de las lágrimas que has derramado por mí en el Calvario: Acuérdate también del cuidado que siempre tienes por mí, a fin de liberarme de la Justicia de Dios y mira si después de haber hecho tanto por tu hijo, puedes ahora abandonarlo. Reconfortado por tu consuelo, me postro a tus pies, a pesar de mis infidelidades e ingratitudes.
Oremos
Acuérdate, oh Virgen de la Salette, verdadera Madre de dolores, de las lágrimas que has derramado por nosotros en el calvario. Acuérdate también del cuidado que tienes siempre por tu pueblo para que, en nombre de Cristo, se deje reconciliar con Dios. Y ve, si después de haber hecho tanto por estos, tus hijos, puedes abandonarlos. Animados por tu ternura , míranos , Madre, suplicantes, a pesar de nuestras infidelidades e ingratitudes. Confiamos plenamente en ti. Oh Virgen Reconciliadora. Vuelve nuestros corazones hacia tu Hijo Jesús. Alcánzanos la gracia de amarlo sobre todas las cosas y de consolarte a ti con una vida santa, ofrecida para gloria de Dios y amor de los hermanos. No rechaces mi oración, oh Virgen Reconciliadora, sino conviérteme, dame la gracia de amar a Jesús por encima de todo y de consolarte a ti con una vida santa para que pueda verte un día en en el cielo . Así sea”. Amén
SANTORAL - SAN JENARO DE BENEVENTO
19 de Septiembre
Obispo y mártir(+ 305) Los Santos Jenaro, Festo, Desiderio, Sosso, Eutiques y Acucio, de los que tenemos Pasiones muy posteriores, parece que derramaron su sangre por Cristo al comienzo del siglo IV. En una breve nota hagiográfica de la Liturgia de las Horas se lee, efectivamente, que Jenaro "fue obispo de Benevento; durante la persecución de Diocleciano sufrió el martirio, juntamente con otros cristianos, en la ciudad de Nápoles, en donde se le tiene una especial veneración". Los obispos de Benevento con este nombre son por lo menos dos: San Jenaro, mártir en el 305, y San Jenaro 11, que en el 342 participó en el concilio de Sardes.
Este último, perseguido ,por los arrianos por su adhesión a la fe de Nicea, se lo habría venerado como mártir. Pero la mayoría de los historiadores se inclinan a identificar al patrono de Nápoles con el primero, o mejor con un mártir napolitano de Pozzuoli. Condenado "ad bestias" en el anfiteatro de Pozzuoli, junto con los compañeros de fe, a causa del atraso de un juez, fue decapitado en vez de ser echado en pasto a las fieras para la gratuita y macabra diversión de los paganos. Más de un siglo después, en el 432, con ocasión del traslado de las reliquias de Pozzuoli a Nápoles, una mujer le habría entregado al obispo Juan dos ampollas pequeñas con la sangre coagulada de San Jenaro.
Casi como garantía de la afirmación de la mujer la sangre se volvió líquida ante los ojos del obispo y de una gran muchedumbre de fieles. Ese acontecimiento extraordinario se repite constantemente todos los años en determinados días, es decir, el sábado anterior al primer domingo de mayo y en los ocho días siguientes; el 16 de diciembre y el 19 de septiembre y durante toda la octava de las celebraciones en su honor. El fenómeno se realiza también en fechas variables, y de ahí deducen los devotos del santo acontecimientos faustos o infaustos.
Los testimonios de este fenómeno comienzan desde 1329 y son tan numerosos y concordantes que no se pueden tener dudas. El prodigio, porque así lo considera hasta la ciencia, merece la afectuosa admiración con que lo sigue el pueblo. La sincera devoción de los napolitanos por este mártir, históricamente poco identificable, ha hecho que la memoria de San Jenaro, celebrada litúrgicamente desde 1586, se haya conservado en el nuevo calendario.
Puesto que el fenómeno no tiene ninguna explicación natural, pues no depende ni de la temperatura ni del ambiente, podemos atribuirle el significado simbólico de vivo testimonio de la sangre de todos los mártires en la vida de la Iglesia, que nació de la sangre de la primera víctima, Cristo crucificado.
Entre los elementos positivamente ciertos en relación con esta reliquia,
figuran los siguientes:
1 -La substancia oscura que se dice ser la sangre de San Genaro (la que, desde hace más de 300 años permanece herméticamente encerrada dentro del recipiente de cristal que está sujeta y sellada por el armazón metálico del relicario) no ocupa siempre el mismo volumen dentro del recipiente que la contiene. Algunas veces, la masa dura y negra ha llenado casi por completo el recipiente y, en otras ocasiones, ha dejado vacío un espacio equivalente a más de una tercera parte de su tamaño.
2 -Al mismo tiempo que se produce esta variación en el volumen, se registra una variante en el peso que, en los últimos años, ha sido verificada en una balanza rigurosamente precisa. Entre el peso máximo y el mínimo se ha llegado a registrar una diferencia de hasta 27 gramos.
3 -El tiempo más o menos rápido en que se produce la licuefacción, no parece estar vinculado con la temperatura ambiente. Hubo ocasiones en que la atmósfera tenía una temperatura media de más de 30º centígrados y transcurrieron dos horas antes de que se observaran signos de licuefacción. Por otra parte, en temperaturas de 5º a 8º centígrados más bajas, la completa licuefacción se produjo en un lapso de 10 a 15 minutos.
4 -No siempre tiene lugar la licuefacción de la misma manera. Se han registrado casos en que el contenido líquido burbujea, se agita y adquiere un color carmesí muy vivo, en otras oportunidades, su color es opaco y su consistencia pastosa. Aunque no se ha podido descubrir razón natural para el fenómeno, la Iglesia no descarta que pueda haberlo. La Iglesia no se opone a la investigación porque ella busca la verdad. La fe católica enseña que Dios es todopoderoso y que todo cuanto existe es fruto de su creación. Pero la Iglesia es cuidadosa en determinar si un particular fenómeno es, en efecto, de origen sobrenatural .
La Iglesia pide prudencia para no asentir ni rechazar prematuramente los fenómenos. Reconoce la competencia de la ciencia para hacer investigación en la búsqueda de la verdad, cuenta con el conocimiento de los expertos. Una vez que la investigación establece la certeza de un milagro fuera de toda duda posible, da motivo para animar nuestra fe e invitarnos a la alabanza. En el caso de los santos, el milagro también tienen por fin exaltar la gloria de Dios que nos da pruebas de su elección y las maravillas que El hace en los humildes.
Oremos
Tú que nos concedes, Señor, venerar la memoria de tu mártir san Jenaro, otórganos también la gracia de gozar de su compañía en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén
martes, 17 de septiembre de 2024
EVANGELIO - 18 de Septiembre - San Lucas 7,31-35
Hermanos: Aspiren a los dones más perfectos. Y ahora voy a mostrarles un camino más perfecto todavía.
Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.
Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.
Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.
El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas.
Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto.
Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí.
En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.
Salmo 33(32),2-3.4-5.12.22.
Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.
Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.
Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.
El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas.
Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto.
Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí.
En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.
Salmo 33(32),2-3.4-5.12.22.
Alaben al Señor con la cítara,
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas;
entonen para él un canto nuevo,
toquen con arte, profiriendo aclamaciones.
Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.
¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se eligió como herencia!
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.
Evangelio según San Lucas 7,31-35.
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas;
entonen para él un canto nuevo,
toquen con arte, profiriendo aclamaciones.
Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.
¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se eligió como herencia!
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.
Evangelio según San Lucas 7,31-35.
Dijo el Señor: «¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen?
Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos: '¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!'.
Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: '¡Ha perdido la cabeza!'.
Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: '¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!'.
Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos.»
Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos: '¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!'.
Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: '¡Ha perdido la cabeza!'.
Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: '¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!'.
Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos.»
Palabra del Señor
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 18 de Septiembre - "En la Iglesia Cristo nos llama a la conversión"
San Juan Pablo II (1920-2005) papa Carta encíclica "Dives in Misericordia", § 13 -
"En la Iglesia Cristo nos llama a la conversión"
La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia—el atributo más estupendo del Creador y del Redentor—y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora. En este ámbito tiene un gran significado la meditación constante de la palabra de Dios, y sobre todo la participación consciente y madura en la Eucaristía y en el sacramento de la penitencia o reconciliación.
La Eucaristía nos acerca siempre a aquel amor que es más fuerte que la muerte (Ct 8,6): en efecto, « cada vez que comemos de este pan o bebemos de este cáliz », no sólo anunciamos la muerte del Redentor, sino que además proclamamos su resurrección, mientras esperamos su venida en la gloria (Cfr. 1 Cor 11, 26; aclamación en el «Misal Romano»). El mismo rito eucarístico, celebrado en memoria de quien en su misión mesiánica nos ha revelado al Padre, por medio de la palabra y de la cruz, atestigua el amor inagotable, en virtud del cual desea siempre El unirse e identificarse con nosotros, saliendo al encuentro de todos los corazones humanos.
Es el sacramento de la penitencia o reconciliación el que allana el camino (Lc 3,3; Is 40,3) a cada uno, incluso cuando se siente bajo el peso de grandes culpas. En este sacramento cada hombre puede experimentar de manera singular la misericordia, es decir, el amor que es más fuerte que el pecado.
SANTORAL - SAN JOSÉ DE CUPERTINO
18 de Septiembre
En Osimo, en el Piceno, san José de Cupertino, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, célebre, en circunstancias difíciles, por su pobreza, humildad y caridad para con los necesitados de Dios.
La capacidad de "volar con la mente y con el cuerpo" fue el rasgo característico de la vida de San José de Cupertino. A pesar de las dificultades en sus estudios, de hecho, recibió carismáticamente el don de la ciencia infusa y vivió intensos momentos de contemplación de los misterios divinos con éxtasis y levitaciones. Sin embargo, leyéndola sobre el papel, su historia parecería indicar lo contrario. Cuando José María Desa nació el 17 de junio de 1603 en la pequeña ciudad de Cupertino, en la provincia de Lecce, Italia, su familia atravesaba por un difícil momento: su padre, Félix, se vio envuelto en el desastre económico de un conocido al que le había prestado su dinero, y terminó en la miseria. Así que José vino al mundo en un establo como Jesús y desde niño tuvo que colaborar en casa para contribuir a la economía doméstica, trabajando como un simple sirviente.
Los prodigios de los exámenes para el diaconado y el sacerdocio
Para solventar la bancarrota paterna, el Tribunal Supremo de Nápoles estableció que, habiendo alcanzado la mayoría de edad, José estaría obligado a trabajar sin remuneración, hasta que terminara de pagar la deuda de su padre, ya fallecido. Ante esta condena - de hecho, una verdadera esclavitud - el joven volvió a pedir la admisión en el Convento de la "Grottella". Los frailes se tomaron su situación a pecho y le ayudaron a emprender un verdadero camino de estudio. En medio de mil dificultades, y gracias a una gran fuerza de voluntad, el joven se enfrentó al examen para el diaconado. Fue allí donde ocurrió un milagro: José había estudiado en profundidad un solo pasaje del Evangelio y fue precisamente ese texto el que, por casualidad, el obispo examinador le pidió que comentara. Un acontecimiento extraordinario similar tuvo lugar tres años más tarde, durante el examen para ser ordenado sacerdote: el obispo interrogó a algunos de los candidatos y, al encontrarlos particularmente bien preparados, extendió la admisión al sacerdocio a todos los demás candidatos, sin interrogarlos y uno de ellos era justamente José. Finalmente, en 1628, José fue ordenado sacerdote.
"Hermano Burro"
Consciente que sus propias limitaciones culturales no eran un peso, sino un don espiritual que lo identificaban con Cristo humilde y pobre, José se dedicó a los más simples trabajos manuales y a servir a los más pobres. Incluso se llamó a sí mismo "Hermano Burro". José tambièn vivió su amor a la Iglesia de manera incondicional, poniendo a Cristo pobre en el centro de su existencia y sintiendo una profunda devoción por María, la Madre de Dios. Sin embargo, quien escuchaba sus discursos podía reconocer que en él brillaba la luz de una teología madura, capaz de comprender en profundidad temas doctrinales muy difíciles: se trataba del Don de ciencia infusa, que lo había hecho muy sabio sin haber frecuentado las universidades.
Los éxtasis y las levitaciones
La contemplación amorosa de los misterios divinos tambièn acentuó en José los fenómenos de éxtasis y de levitación, sobre todo cuando contemplaba y dialogaba con Jesús y María. A un cofrade le explicaba la razón de estos éxtasis: "Cuando la pólvora se enciende en el disparo del fusil y envía ese ruido estruendoso, el corazón se enamora de Dios y va fuera de sí". Tales episodios extraordinarios no escaparon a la Inquisición de Nápoles, que lo convocó para tratar de comprender si el joven de Cupertino abusaba de la credibilidad popular o no. Justo delante de los jueces alineados en el Monasterio de San Gregorio Armeno, José tuvo una levitación. Por lo tanto, fue absuelto de todos los cargos, pero el Santo Oficio lo confinó en aislamiento, lejos de las multitudes. El futuro santo pasó, por lo tanto, de un convento a otro -Roma, Asís, Pietrarubbia, Fossombrone- hasta Osimo, cerca de Ancona. Aquí, finalmente, llegó en 1656, a instancias del Papa Alejandro VII, donde encontró la paz. Permaneció allí ininterrumpidamente hasta su muerte, llevando siempre una vida humilde al servicio del prójimo, y en conversación amorosa con Dios en el cúlmen de la celebración eucarística: "Esto es lo que debemos hacer -explicó a un cohermano-, dejar el mundo, continuar nuestra oración y predisponer la 'gruta' de nuestro corazón para ofrecer a Jesucristo el intelecto, la memoria y la voluntad".
Su muerte y la oración del estudiante
La muerte lo sorprendió el 18 de septiembre de 1663, a la edad de 60 años. Benedicto XIV lo beatificó en 1753, mientras que Clemente XIII lo proclamó santo el 16 de julio de 1767. Hoy, las reliquias de sus restos descansan dentro de una urna de bronce dorado, en la cripta de la Iglesia de Osimo, dedicada a él. También se ha erigido un santuario en su honor en Cupertino, sobre el establo donde nació.
Los estudiantes con dificultades se dirigen a él, recitando esta oración:
Oh, san José de Cupertino,
amigo de los estudiantes
y protector de los examinadores,
te vengo a invocar para que me des tu ayuda.
Ya sabes, por tu propia experiencia,
cuánta ansiedad y dificultad
acompaña al esfuerzo del estudio
y también lo fácil que es caer
en los peligros del cansancio intelectual y del desánimo.
Tú, que fuiste asistido prodigiosamente
por Dios en estudios y exámenes
para la admisión a las órdenes sagradas,
pídele al Señor su luz para mi mente
y su fuerza para mi voluntad.
Tú que experimentaste tan concretamente
la ayuda maternal de Nuestra Señora,
Madre de la Esperanza,
intercede por mí,
para que pueda superar fácilmente
todas las dificultades en los estudios y exámenes.
Amén.
Oremos
Oh Dios, que dispusiste atraerlo todo a tu unigénito Hijo, elevado sobre la tierra en la Cruz, concédenos qué, por los méritos y ejemplos de tu Seráfico Confesor Jose, sobreponiéndonos a todas las terrenas concupiscencias, merezcamos llegar a El, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
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