domingo, 21 de julio de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 22 de Julio - San Juan 20,1-2.11-18


    Cantar de los Cantares 3,1-4a.

    Así habla la esposa: En mi lecho, durante la noche, busqué al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré!
    Me levantaré y recorreré la ciudad; por las calles y las plazas, buscaré al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré!
    Me encontraron los centinelas que hacen la ronda por la ciudad: "¿Han visto al amado de mi alma?".
    Apenas los había pasado, encontré al amado de mi alma.


Salmo 63(62),2.3-4.5-6.8-9.

Señor, tú eres mi Dios,
yo te busco ardientemente;
mi alma tiene sed de ti,
por ti suspira mi carne
como tierra sedienta, reseca y sin agua.

Sí, yo te contemplé en el Santuario
para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán.

Así te bendeciré mientras viva
y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada
como con un manjar delicioso,
y mi boca te alabará
con júbilo en los labios.

Veo que has sido mi ayuda
y soy feliz a la sombra de tus alas.
Mi alma está unida a ti,
tu mano me sostiene.


    Evangelio según San Juan 20,1-2.11-18.

    El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
    Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
    María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
    Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto".
    Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
    Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo".
    Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!".
    Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'".
    María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 22 de Julio - «Subo al Padre mío y Padre vuestro...»


San Agustín, obispo Sermón: Tocar a Cristo de verdad Primer Sermón para el Jueves Santo, Morin Guelferbytanus 13 : PLS 2, 572


«Subo al Padre mío y Padre vuestro...» 

    ¿Qué es lo que dice? Que se palpa mejor a Cristo a través de la fe que a través de la carne. Tocar a Cristo por la fe, es tocarle en toda verdad. Es lo que le sucedió a la mujer que sufría pérdidas de sangre: se acercó a Cristo, llena de fe, y tocó su vestidura… Y el Señor, apretujado por la multitud, no es tocado más que por esta mujer… porque creyó (Mc 5,25s).

    Hoy, hermanos, Jesús está en el cielo. Cuando estaba entre sus discípulos, revestido de una carne visible y poseyendo un cuerpo palpable, se le podía ver, se le podía tocar. Pero hoy que está sentado a la derecha del Padre ¿quién de entre nosotros le puede tocar? Y sin embargo, somos unos desgraciados si no le tocamos. Todos los que creemos, le tocamos. Está en el cielo, está lejos, y las distancias que le separan de nosotros no son mesurables. Pero si crees, le tocas. ¿Qué digo? ¿Eres tú quien le toca? Si crees, tienes junto a ti a aquel en quien crees…

    ¿Queréis saber cómo es que María quería tocarle? Le buscaba muerto y no creía que debía resucitar: «¡Se han llevado a mi Señor del sepulcro!» (Jn 20,2). Llora a un hombre… «Suéltame, que todavía no he subido al Padre y en mí no ves más que un hombre. ¿Qué te da esta fe? Déjame subir al Padre. Nunca lo he dejado, pero subiré para ti si me crees igual al Padre». Nuestro Señor Jesucristo no dejó de estar con su Padre cuando descendió de junto a él. Y cuando desde nosotros subió a él nunca nos abandonó. Porque en el momento de subir y sentarse a derecha del Padre, tan lejos, dijo a sus discípulos: «Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

SANTORAL - SANTA MARÍA MAGDALENA

22 de Julio


   Memoria de Santa María Magdalena, que, liberada por el Señor de siete demonios, se convirtió en su discípula, siguiéndole hasta el monte Calvario, y en la mañana de Pascua mereció ser la primera en ver al Salvador retornado de la muerte y llevar a los otros discípulos el anuncio de la resurrección. Catequesis, historia y leyenda se entremezclan en este personaje de María Magdalena, e incluso quien nunca ha oído hablar del Evangelio, ha escuchado su nombre. Aunque es un personaje relevante dentro de los evangelios, si alguien pretendiera trazar hoy una semblanza de la Magdalena, no podría dar la espalda a las muchas leyendas, porque son ellas las que más han configurado la lectura del personaje, comenzando por las dificultades para definir a quién estamos verdaderamente celebrando, o, dicho de otro modo: cuántas María Magdalena hay. Hay tres personajes a los que le caben rasgos de la que celebramos hoy como María Magdalena:

    En Lucas 7,37-50 se habla de una «pecadora pública» que unge a Jesús con perfume, lava sus pies con lágrimas y los seca con sus cabellos. Es, me atrevería a decir, una de las parábolas del perdón más conmovedoras de cuantas trae San Lucas, si es que es posible establecer un «ranking». De esta pecadora no se dice el nombre en ningún momento, y la escena no está localizada sino «en casa de un fariseo», sin que se especifique de ninguna manera dónde ocurre; es verdad que la última localización fue la ciudad de Naín, pero entre esa escena y la de la pecadora parece haber pasado tiempo, el suficiente para que Jesús utilice la resurrección de un muerto como signo del reino en la respuesta a los mensajeros de Juan.

    En el mismo Lucas, 8,2, se menciona por primera vez a María Magdalena -a la que se supone conocida- como una mujer de la que Jesús hizo salir siete demonios. «Magdalena» la identifica como del poblado de Magdala, actual Mejdal, una aldea en la costa del Mar de Galilea, no mencionada en otras partes de la Biblia. Forma parte también del grupo de mujeres (en número indeterminado, aunque identifica a tres) que anuncia a los apóstoles y discípulos la resurrección (Lc 24,10). Esta misma María Magdalena aparece mencionada en los otros tres evangelios: en Mateo 27-28 también como testigo de la muerte y resurrección, junto con otras mujeres; lo mismo en Marcos 15-16; también en Juan aparece asociada al anuncio de la resurrección, pero con la importante variación de que es la única que está allí, no entre otras mujeres, además de que sostiene el impactante diálogo con Jesús resucitado, a quien confunde con el jardinero (Jn 20,1-18).

    María (aunque nunca llamada Magdalena) es también el nombre de una de las hermanas de Lázaro, de quien la otra es Marta. Es la hermana «contemplativa», a tenor de la escena de Lucas 10,38-42 (si es que estas dos hermanas son las mismas Marta y María hermanas de Lázaro, que es lo que se considera habitualmente). Está María, en Juan 12,3, unge los pies de Jesús y los seca con sus cabellos. Esta escena se considera normalmente la misma que la llamada «unción en Betania» (Mt 26,6-13; Mc 14,3-9), aunque debe tenerse presente que en la escena tal como la cuentan los sinópticos la mujer que unge a Jesús no se supone conocida.

    Con estos tres referentes la tradición interpretativa ha hecho distintas combinaciones:en las iglesias orientales (incluyendo la católica), no se considera que las tres sean la misma, sino que en la fecha de hoy se celebra a María «la del jarrón de alabastro», es decir, la anónima primera de la lista, a la que eventualmente se identifica, pero no siempre, con María Magdalena, mientras que «María de Betania» (es decir, la hermana de Lázaro y Marta) se celebra en otras fechas (4 de octubre los ortodoxos, 22 de octubre los armenios); también el nuevo Martirologio Romano distingue a esta María de Betania de las otras dos (es decir, la Magdalena y la anónima) y la celebra el 29 de julio, junto con Lázaro y Marta, fecha en la que antes celebrábamos sólo a Marta. En Occidente, san Gregorio Magno identificó a las tres mujeres en una sola, y ésa es la tradición que ha primado durante siglos entre nosotros. Sin embargo no todos los Padres estuvieron de acuerdo con eso, san Agustín y san Jerónimo, por ejemplo, no indican que se trate de la misma mujer; sin embargo san Agustín opina (en «La concordancia de los Evangelios», cap 2) que María de Betania y la pecadora anónima de Lucas 7 sí son la misma mujer.

    En la actualidad es preferible admitir -desde el punto de vista del relato bíblico- que se trata de tres personas distintas: a dos de ellas las celebramos en el santoral, y una tercera queda sin celebración: a María de Betania, como ya he dicho, el 29 de julio, y a María de Magdala, hoy. Claramente el elogio del Martirologio Romano de hoy explicita no más que lo que puede atribuirse a María la de Magdala: de ella el Señor expulsó siete demonios, y fue la que anunció la resurrección a los apóstoles y discípulos. La anónima pecadora pública de Lucas 7 -que bien puede ser un personaje parabólico- ha quedado sin entrada en el Martirologio actual.

    Debe tenerse presente, de todos modos, que la iconografía y la leyenda no tienen distinguidos a los personajes, y por tanto presentarán a una con los rasgos de la otra. Así, lo primero que «sabemos» sobre la Magdalena es que era prostituta. La verdad es que de ninguna de todas estas mujeres mencionadas se dice que haya sido prostituta, pero si a alguna le cabe el mote es a la anónima «pecadora pública» de Lucas 7, más que a la Magdalena; siempre teniendo en cuenta que la prostitución no es el único pecado público posible, podría haber estado casada con un publicano, por ejemplo, o ser rea de cualquier otro pecado público...

    La «leyenda áurea» se hace eco de una tradición medieval completamente espuria, pero que sin embargo la encontraremos reflejada en la literatura y en el cine hasta la actualidad: María Magdalena habría sido la prometida de Juan; cuando éste sigue a Jesús, ella, «...despechada al verse abandonada por su prometido, se entregó a todos los vicios. Pero, como no convenía que la vocación de san Juan fuese la ocasión de la condenación de María Magdalena, Nuestro Señor la movió misericordiosamente a la penitencia. Y, dado que María Magdalena había hecho de la carne su mayor deleite, Cristo le concedió sobre todos los dones el don del amor a Dios, que es el mayor deleite espiritual» (Leyenda áurea, fragmento citado en Butler).

    La alegoría, prolífico método de interpretación bíblica que consigue armonizar todo con todo, fue ampliamente utilizada para poder compaginar los tres personajes en uno solo, así, para san Gregorio Magno (y para otros autores): «¿Qué se entiende por siete demonios, sino todos los vicios? Pues como en siete días se presenta todo el tiempo, así el número siete representa la universalidad. María tuvo siete demonios, porque había cometido toda clase de pecados.» (Homilía sobre los evangelios, 33, citada en Catena Aurea a Lc 8,3), con lo cual, como se ve, se termina pudiendo convertir una endemoniada en una pecadora pública...

    De María Magdalena sólo sabemos que había estado endemoniada y Jesús le practicó exorcismo, escena que no se nos cuenta; el hecho, claro, no tiene nada de especial: Jesús practicó, según leemos en los evangelios, muchos exorcismos, e incluso en algún caso echó muchos demonios al mismo tiempo (ver el caso de «Legión», en Mc 5, uno de los más curiosos exorcismos de Jesús); si preferimos una interpretación más «naturalista», hablar de que «expulsó de ella siete demonios» supone que era víctima de una enfermedad muy grave. En todo caso su papel en los evangelios no está centrado en su época anterior al discipulado -como en la tradición posterior, que desplaza el centro de interés hacia su estado de pecado o de prostitución, en la versión identificada tradicional, claro-, sino en el especial papel que cumple como discípula: anunciar la resurrección. Es verdad que en los tres sinópticos esa función no es exclusiva de ella, pero de ella puede decirse, al menos, que es identificada fehacientemente: -Mateo 28.1: «Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro.» -Marcos 16,1: «Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle.» (bien es verdad que, como veremos, Marcos conoce una tradición ligada de manera exclusiva a la Magdalena -Lucas 24,1.10: «El primer día de la semana, muy de mañana, fueron [las mujeres] al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. [...] Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas.».

    Juan, en cambio, se ciñe a una tradición que tiene a María Magdalena como centro de la escena: «El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro.» (20,1). No es todavía ésta la escena en la que Jesús dialoga con ella, sino que ella anuncia a los discípulos la tumba vacía (no todavía la resurrección), Juan 20,2; luego Pedro y Juan verifican ese anuncio y comprenden que se trata de la resurrección (20,9), y recién después se produce la aparición de Jesús resucitado a María Magdalena (Jn 20,11ss). Como se ve, el orden de la información sigue un cuidadoso plan catequético: evidencia de la tumba vacía (signo); penetración espiritual en la resurrección (significado), de la mano de los apóstoles; búsqueda del Señor, revelación (por parte de Jesús), reconocimiento (por parte de María). Estas etapas no pueden mezclarse, ni están dispuestas al azar. San Marcos también conoce la tradición de la aparición exclusiva a María Magdalena, y la consigna en 16,9 («Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios.») pero no elabora la escena con la profundidad catequística y el detalle con que lo hace Juan.

    Cabría preguntarse por qué María Magdalena tiene tanta importancia en el evangelio de San Juan. Quizás fue un personaje prominente de la comunidad que rodeó al surgimiento de ese evangelio. De hecho alguna tradición (pero hay que tomar esas tradiciones siempre con pinzas) asegura que fue a vivir a Éfeso con Juan y la Virgen, siempre dando por supuesto, como ocurre con todas las tradiciones de los siglos II y III, que el autor del evangelio de Juan es el mismo que el apóstol Juan y que el Discípulo Amado y que por lo tanto la Virgen fue a vivir como «madre donada en la cruz» del apóstol Juan. Aunque no puedan tomarse estas tradiciones como recuerdos exactos de hechos históricos, posiblemente la localización en Éfeso ayude a entender al especial vinculación de María Magdalena y el evangelio Joánico, una de cuyas etapas tuvo, según afirman los estudiosos, su centro en la ciudad de Éfeso. Según la tradición oriental, allí habría muerto la santa.

    La escena del reconocimiento del resucitado, protagonizada por María Magdalena y que sólo detalla extensamente Juan, es especialmente bella, difícil resistirse a leerla una vez más: «Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: "Mujer, ¿por qué lloras?" Ella les respondió: "Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto." Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?" Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré." Jesús le dice: "María." Ella se vuelve y le dice en hebreo: "Rabbuní" - que quiere decir: "Maestro" -. Dícele Jesús: "No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios." Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.» (20,11-18) El «no me toques» es una de las frases que más tinta ha hecho correr en los comentarios, desde interpretaciones literarias, a alegóricas y moralizantes; el sentido literal más obvio parece que es el que expresa san Juan Crisóstomo: «Esta mujer quería tratar todavía al Señor como antes de su pasión, y preocupada con el gozo no comprendía el admirable cambio operado en la humanidad de Jesús resucitado»; sin embargo, algún otro sentido menos obvio debe esconder la escena, puesto que, ni siquiera en el contexto del evangelio de Juan, se niega a los discípulos que lo puedan tocar resucitado, e incluso Jesús invita a Tomás a que lo haga para verificar su identidad . He aventurado en algunas ocasiones la hipótesis de lectura (pero debe tomarse exclusivamente como eso, como una hipótesis de lectura que debe ser desarrollada con cuidado, para no imponerle a Juan sentidos que no haya pretendido), que el «no me toques» puede relacionarse tipológicamente con el «ni lo toquéis» que agrega la mujer del Génesis al mandato de Dios (Gn 3,3). Podría tratarse de una inversión irónica: así como con el «ni lo toquéis» la mujer se distancia de la captación profunda del mandato divino y convierte al fruto en un objeto tabú, así en esta escena es el propio Dios quien «agrega» el «no toques», hasta que se consume la totalidad del camino de salvación abierto en Génesis. Vuelvo a repetir que no hay en esto más que la indicación de una hipótesis de lectura, sugerida además por la ubicación de las dos escenas en un huerto. María Magdalena se constituiría así en una de las «contrafiguras» (antitypoi) de Eva.

    Para finalizar, aunque no merezca el más mínimo crédito, no puede dejar de mencionarse la tradición que hace a María Magdalena (junto con Marta y Lázaro, supuesta la identificación de la que hablaba al inicio) evangelizadora del sur de la Galia (Provenza), donde pasó los últimos treinta años de su vida, y donde habría finalmente muerto, no sin antes ser trasladada milagrosamente desde la caverna de Sainte Baume, donde vivía, a la capilla de San Maximino para recibir los últimos sacramentos. En palabras de Butler: «La primera mención del viaje de María Magdalena a la Provenza data del siglo XI, a propósito de las pretendidas reliquias de la santa que se hallaban en la abadía de Vézelay, en Borgoña. Pero la leyenda no tomó su forma definitiva sino hasta el siglo XIII, en la Provenza. A partir de 1279, empezó a afirmarse que las reliquias de Santa María Magdalena se hallaban en Vézelay, en el convento dominicano de Saint-Maximin. Todavía en la actualidad es muy popular la peregrinación a dicho convento y a La Sainte Baume. Pero las investigaciones modernas, especialmente las que llevó a cabo Mons. Duchesne, han demostrado que no se pueden considerar como auténticos ni las reliquias, ni el viaje de los amigos del Señor a Marsella. Así pues, a pesar de los clamores de la tradición local francesa, hay que confesar que se trata de una fábula.» (Butler-Guinea, tomo III, pág. 170).

Oremos

    Señor, Dios nuestro, Cristo, tu unigénito, confió, antes que a nadie, a María Magdalena la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual; concédenos a nosotros, por la intercesión y el ejemplo de aquella cuya fiesta celebramos, anunciar siempre a Cristo resucitado y verle un día glorioso en el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

-FRASE DEL DÍA-



 

sábado, 20 de julio de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 21 de Julio - San Marcos 6,30-34.


     Libro de Jeremías 23,1-6.

    ¡Ay de los pastores que pierden y dispersan el rebaño de mi pastizal! -oráculo del Señor-.
    Por eso, así habla el Señor, Dios de Israel, contra los pastores que apacientan a mi pueblo: ustedes han dispersado mis ovejas, las han expulsado y no se han ocupado de ellas. Yo, en cambio, voy a ocuparme de ustedes, para castigar sus malas acciones -oráculo del Señor-.
    Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los países adonde las había expulsado, y las haré volver a sus praderas, donde serán fecundas y se multiplicarán.
    Yo suscitaré para ellas pastores que las apacentarán; y ya no temerán ni se espantarán, y no se echará de menos a ninguna -oráculo del Señor-.
    Llegarán los días -oráculo del Señor- en que suscitaré para David un germen justo; él reinará como rey y será prudente, practicará la justicia y el derecho en el país.
    En sus días, Judá estará a salvo e Israel habitará seguro. Y se lo llamará con este nombre: "El Señor es nuestra justicia".


Salmo 23(22),1-3a.3b-4.5.6.

El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el recto sendero,
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque Tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.

Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.


    Carta de San Pablo a los Efesios 2,13-18.

    Pero ahora, en Cristo Jesús, ustedes, los que antes estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo.
    Porque Cristo es nuestra paz; él ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba, y aboliendo en su propia carne la Ley con sus mandamientos y prescripciones. Así creó con los dos pueblos un solo Hombre nuevo en su propia persona, restableciendo la paz, y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona.
    Y él vino a proclamar la Buena Noticia de la paz, paz para ustedes, que estaban lejos, paz también para aquellos que estaban cerca.
    Porque por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu.


    Evangelio según San Marcos 6,30-34.

    Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
    El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.
    Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.
    Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
    Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 21 de Julio - «Venid vosotros solos a un lugar desierto, para descansar un poco»

 

      Papa Francisco Ángelus Plaza de San Pedro Domingo, 18 de julio de 2021


«Venid vosotros solos a un lugar desierto, para descansar un poco»

    Haciendo esto, Jesús nos da una valiosa enseñanza. A pesar de que se alegra de ver a sus discípulos contentos por los prodigios de su predicación, no se alarga en felicitaciones y preguntas, sino que se preocupa de su cansancio físico e interior. ¿Y por qué hace esto? Porque quiere ponerles en guardia contra un peligro que está siempre al acecho, también para nosotros: el peligro de dejarse llevar por el frenesí del hacer, de caer en la trampa del activismo, en el que lo más importante son los resultados que obtenemos y el sentirnos protagonistas absolutos. Cuántas veces sucede también en la Iglesia: estamos atareados, vamos deprisa, pensamos que todo depende de nosotros y, al final, corremos el riesgo de descuidar a Jesús y ponernos siempre nosotros en el centro. Por eso Él invita a los suyos a reposar un poco en otro lugar, con Él. No se trata solo de descanso físico, sino también de descanso del corazón. Porque no basta “desconectar”, es necesario descansar de verdad. ¿Y esto cómo se hace? Para hacerlo, es preciso regresar al corazón de las cosas: detenerse, estar en silencio, rezar, para no pasar de las prisas del trabajo a las de las vacaciones. Jesús no se sustraía a las necesidades de la multitud, pero cada día, antes que nada, se retiraba en oración, en silencio, en la intimidad con el Padre. Su tierna invitación —descansad un poco— debería acompañarnos: guardémonos, hermanos y hermanas, del eficientismo, paremos la carrera frenética que dicta nuestras agendas. Aprendamos a detenernos, a apagar el teléfono móvil, a contemplar la naturaleza, a regenerarnos en el diálogo con Dios.

    Sin embargo, el Evangelio narra que Jesús y los discípulos no pueden descansar como querían. La gente los encuentra y acude desde todas partes. Entonces el Señor se compadece. He aquí el segundo aspecto: la compasión, que es el estilo de Dios. El estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura. Cuántas veces, en el Evangelio, en la Biblia, encontramos esta frase: “Tuvo compasión”.

    Conmovido, Jesús se dedica a la gente y comienza a enseñar (cfr. vv. 33-34). Parece una contradicción, pero en realidad no lo es. De hecho, solo el corazón que no se deja secuestrar por la prisa es capaz de conmoverse, es decir, de no dejarse llevar por sí mismo y por las cosas que tiene que hacer, y de darse cuenta de los demás, de sus heridas, de sus necesidades. La compasión nace de la contemplación. Si aprendemos a descansar de verdad, nos hacemos capaces de compasión verdadera; si cultivamos una mirada contemplativa, llevaremos adelante nuestras actividades sin la actitud rapaz de quien quiere poseer y consumir todo; si nos mantenemos en contacto con el Señor y no anestesiamos la parte más profunda de nuestro ser, las cosas que hemos de hacer no tendrán el poder de dejarnos sin aliento y devorarnos. Necesitamos —escuchad esto—, necesitamos una “ecología del corazón” compuesta de descanso, contemplación y compasión. ¡Aprovechemos el tiempo estivo para ello! Nos ayuda mucho.

    Y ahora, recemos a la Virgen, que cultivó el silencio, la oración y la contemplación, y que se conmueve siempre con ternura por nosotros, sus hijos.

SANTORAL - PROFETA DANIEL (A.T.)

21 de Julio


    Daniel a quien la Biblia cita como prototipo de santidad (EZ.14, 14 y 20) y de sabiduría (Ez. 28, 3) vivió, como Ezequiel, en Babilonia durante el cautiverio, que presenció hasta el fin, mas no fue sacerdote que adoctrinase al pueblo, como aquél, y como Jeremías en Jerusalén, sino un alto personaje en la corte del rey pagano, como fue José en Egipto y Ester y Mardoqueo en Persia; de dónde resultó de gran alivio y consuelo para los judíos en el cautiverio y en los trabajos que padecían en Babilonia. De ahí, sin duda, que la Biblia Hebrea lo colocase más bien entre los hagiógrafos (aunque no siempre) y que el Talmud viese en él una figura del Mesías por su fidelidad en las persecuciones. Su libro, último de los cuatro profetas mayores en el orden cronológico y también por su menor extensión, reviste, sin embargo, una importancia extraordinario debido al carácter mesiánico y escatológico de sus revelaciones, "como que en él se contienen admirable y especialísimo vaticinio del estado político del mundo, y así mismo del de la Iglesia, desde su tiempo hasta la encarnación del Verbo eterno, y después, hasta la consumación del siglo, según el pensamiento de San Jerónimo" (Sio ).

    Precisamente por ello, el Libro de Daniel es uno de los más misteriosos del Antiguo Testamento, el primer Apocalipsis, cuya visiones quedarían en gran parte incomprensible, si no estuviéramos en el Nuevo Testamento un libro paralelo, el Apocalipsis de San Juan. Es, por lo tanto, muy provecho leer los dos juntos, para no perder ni una gota de su admirable doctrina. Algunas de las revelaciones sólo se entenderán en los últimos tiempos, dice el mismo Daniel en 10, 14; y esos tiempos bien pueden ser los que vivimos nosotros.

    Oriundo de una noble familia de Judá, y tal vez de sangre real, como sostienen Flavio Josefo y San Jerónimo (Cfr. 1, 3), Daniel fue llevado a Babilonia en la primera deportación, que tuvo lugar en el tercer año del rey Joakim, o sea, en 606 - 605 a.C. Siendo todavía de tierna edad, fue educado en el palacio del rey de Babilonia, dónde se distinguió de tal manera, que fue ascendido a los más altos cargos y honores. Su servicio en la corte, si bien de vez en cuando interrumpido, duró desde el comienzo del reinado de Nabucodonosor (604 - 561) hasta el tercer año de Ciro, rey de los Persas, que conquistó Babilonia el año 538.

    Entre los catorce y diez y seis años de edad, según el testimonio de San Ignacio mártir, obispo de Antioquía, pronunció aquella célebre sentencia en favor de Susana, mujer de Joaquín y contra los dos perversos viejos, que pretendieron oprimirla con calumnias, por haberse resistido varonilmente a condescender con sus infames deseos. Desde este lance comenzó a hacerse célebre y ganarse la admiración de todos los babilonios y judíos; y aunque no ejercitó públicamente el encargo de profeta, para predicar al pueblo y declararle en sus sagradas juntas las revelaciones de lo que Dios le hacía conocer y le inspiraba, esto, no obstante, su libro ha sido puesto en el número de los otros Profetas.

    El libro de Daniel se divide en dos partes principales. La primera (cap. 1 a 6) se refiere a acontecimientos relacionados principalmente con el profeta y sus compañeros, menos el cap. 2 que, como observa Nácar - Columga, es una visión profética dentro de la parte histórica. La segunda (cap. 7 a 12) contiene exclusivamente visiones proféticas. "Anuncia, en cuatro visiones notables, los destinos sucesivos de los grandes imperios paganos, contemplados, sea en ellos mismos, sea en sus relaciones con el pueblo de Dios: 1°, las cuatro bestias, que simbolizan la sucesión de las monarquías paganas y el advenimiento del reino de Dios (cap. 7); 2°, el carnero y el macho cabrío (cap. 8); 3°, las setenta semanas de años (cap. 9); 4°, las calamidades que el pueblo de Jehová deberá sufrir por parte hasta su glorioso restablecimiento (cap. 10 a 12). El orden seguido en cada una de estas dos partes es el cronológico" (Fillion).

    Un Apéndice de dos capítulos (13 y 14) cierra el libro, que está escrito como lo fue el de Esdras, en dos idiomas entremezclados: parte en hebreo (1, 1 a 2, 4 a; cap. 8 a 12) y parte en arameo (2, 4 b a 7, 28) y cuya traducción por los Setenta ofrece tan notable divergencia con el texto masorético, que ha sido adoptada en su lugar para la Biblia griega la de Teodoción; de la que San Jerónimo tomó los fragmentos Deuterocanónicos (3, 24 - 90 y los cap. 13 y 14) para su versión latina; el empleo de dos lenguas se explica por las diferencias de los temas y destinatarios. Los capítulos escritos en arameo, que en aquel tiempo era el idioma de los principales reinos orientales, se dirigen a éstos (véase 2, 4) mientras que los escritos en hebreo, que era el idioma sagrado de los judíos, contienen lo tocante al pueblo escogido, y en sus últimas consecuencia a nosotros.

    Muchos se preguntan si los sucesos históricos que sirven de marco para las visiones y profecías, han de tomarse en sentido literal e histórico, o si se trata sólo de tradiciones legendarias y creaciones de la fantasía del hagiógrafo, "que, bajo forma y apariencia de relato histórico o de visión profética, nos hubiera transmitido, inspirado por Dios, sus concepciones sobre la intervención de Dios en el gobierno de los imperios y el advenimiento de su Reino" (Prado). San Jerónimo aboga por el sentido literal e histórico, con algunas reservas respecto a los dos últimos capítulos, y su ejemplo han seguido, con pocas excepciones, todos los exégetas católicos, de modo que las dificultades que se oponen al carácter histórico de los relatos daniélicos, han de solucionarse en el campo de la historia y de la arqueología bíblicas, así como muchas de sus profecías iluminan los datos de la historia profana y se aclaran recíprocamente a la luz de otros vaticinios de ambos Testamento.

    También contra la autenticidad del libro de Daniel se han levantado voces que pretenden atribuirlo en su totalidad o al menos en algunos capítulos, a un autor más reciente. Felizmente, existen no pocos argumentos en favor de la autenticidad, especialmente el testimonio de Ezequiel (14, 14 ss.; 28, 3), del primer Libro de los Macabeos (1, 57) y del mismo Jesús, quién habla del profeta Daniel (Mateo, 24, 15), citando un pasaje de su libro (Daniel 9, 27). Poseemos, además, una referencia en el historiador judío Flavio Josefo, quién nos dice que el Sumo Sacerdote Jadúa mostró las profecía de Daniel a Alejandro Magno, lo que significa que éste libro debe ser anterior a la época del gran conquistador del Siglo IV, es decir, que no puede atribuirse al período de los Macabeos, como sostienen aquellos críticos. Lo mismo se deduce de la incorporación del libro de Daniel en la versión griega de los Setenta, la cual se hizo en el siglo III o II a. C.

    No obstante los problemas históricos planteados en éste libro divino, su profecías fueron de amplia y profunda influencia, particularmente durante las persecuciones en el tiempo de los Macabeos. "en los relatos y revelaciones de Daniel el pueblo de Jehobá poseía un documento auténtico que le prometía claramente la liberación final y gracias al Mesías" (Fillon). En ellas se encontraron los judíos perseguidos por el tirano Antíoco Epífanes el mejor consuelo y la seguridad de que, como dice el mismo Fillon, " los reinos paganos, por más poderosos que fuesen no conseguirían destruirlo", y que, pasado el tiempo de los gentiles, vendrá el reino de Dios que el Profeta anuncia en términos tan magníficos (cfr. 2, 44; 7, 1 a 3 ss.; 9, 24 ss.). Para nosotros, los cristianos, no es menor la importancia de libro de Daniel, siendo, como es, un libro de consoladora esperanza y una llave de inapreciable valor para el Apocalipsis de San Juan. Un estudio detenido y reverente de las profecías de Daniel, nos proporcionan no solamente claros conceptos acerca de los acontecimientos del fin, sino también la fortaleza para mantenernos fieles hasta el día en que se cumpla nuestra "bienaventurada esperanza" (Tit. 2, 13 ).

    Como bien notan Nacar Columga, hablando de los misterios que aún rodean el libro de Daniel: "son estas dificultades de las que dice Pío XII en su encíclica Divino Afflante Spiritu, que no han sido resueltas todavía y esperan su solución de la asidua y mancomunada labor de los estudiosos."

    La encíclica Divino Afflante Spiritu, en efecto, orienta con respecto a casos, como el presente en que los intérpretes no han llegado a ponerse de acuerdo. Señala ante todo, Pío XII la humilde convicción de que lo que unos no entendieron puede estar reservado a que lo aclaren otros ( como Dios indica a Daniel en 12, 9 ).Y luego estimula a los estudiosos para que, con el debido espíritu de oración y respeto que corresponde a las palabras de Dios, acometen una y otra vez decididamente el estudio de esas cuestiones, utilizando cada vez los nuevos elementos de que pueda disponerse, y sin temer las críticas, a cuyo efecto el Pontífice no vacila llamar odioso el modo de pensar, según el cual " todo lo que es nuevo es por eso mismo rechazable, o por lo menos sospechoso. Porque deben tener sobre todo ante los ojos que ... entre las muchas cosas que se proponen en los Libros Sagrados, legales, históricos, sapienciales y proféticos, sólo muy pocas cosas hay cuyo sentido haya sido declarado por la autoridad de la Iglesia, y no son muchas más aquellas en las que sea unánime la sentencia de los Santos Padres. Quedan, pues, muchas otras, y gravísimas, en cuya discusión y explicación se puede y debe ejercer libremente la agudeza e ingenio de los intérpretes católicos" (Pío XII Encíclica Divino Afflante Spiritu, septiembre de 1943).

    Deduciendo, pues, la profunda enseñanza de la encíclica pontificia, vemos que esa gran humildad que ha de guiarnos en el estudio de la Palabra de Dios, no consiste en abandonar su investigación, so pretexto de incapacidad, pues esto equivaldría a guardar la mina improductiva (Lucas, 19, 20 ss.), y desentenderse " como los días de Noé y de Lot" (Lucas, 17, 26 ss.) de las divinas enseñanzas, que tanto en profecía como en doctrina nos han sido dadas bondadosamente para que " hallemos en ella la vida", es decir, para que, aun cuando no hallásemos las mismas cosas que buscamos, hallemos sin embargo otras que Dios quiera mostrarnos, de no menor utilidad para nuestra alma y la del prójimo. Es conocido el caso de un célebre y talentoso pensador inglés que, encargado por una secta anticristiana de estudiar la religión de Cristo para atacarla, halló en la Biblia lo contrario de lo que buscaba, es decir, halló la luz que lo llevó a Cristo, lo mismo que en otro tiempo sucediera al gran apologista San Justino, después de recorrer vanamente, en busca de la sabiduría, todas las escuelas de la filosofía griega. Mucho de eso mismo nos sucede a todos siempre que nos dedicamos a espigar en el campo divinamente fecundo de la Sagrada Escritura, haciendo a nuestro Padre del cielo el soberano homenaje de prestar atención a lo que Él ha hablado.

    Como un pequeño índice para facilitar el estudio sobre la persona de Daniel, un autor presenta el siguiente: cautivo en Babilonia (cap. 1) su fidelidad (1, 6 al 16). Explica los sueños del rey (cap. 2 a 4), y la inscripción del muro (5, 17). Ministro de Darío (6 ); desobedece al decreto idolátrico (6, 10); librado de los leones (6, 21). grandes visiones (cap. 7 a 12). oración (9, 3). Promesas de retorno (9, 20; 10, 10; 12, 13).

Otro sumario por materias podría ser éste

1- Introducción: la historia personal de Daniel desde la conquista de Jerusalén hasta el segundo año de Nabucodonosor (1, 21).

2- La visión de Nabucodonosor y sus efectos (2, 1 a 4, 34).

3- La historia personal de Daniel durante los reinados de Baltasar y de Darío (5, 1 a 6, 28).

4- Las visiones de Daniel (7, 1 a 12, 13).

5- La historia de Susana (13, 1-64).

6- Beel y el dragón (13, 65 a 14, 42).

    Daniel, anunciando acontecimientos por la mayor parte venturosos, mereció la benevolencia de todos los hombres.

    " Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos del pueblo de Dios y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los Apóstoles y Profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios por el Espíritu. " Ef. 2, 19-22

Oremos

    Santo Profeta Daniel, que siempre tuviste la confianza puesta en Dios, y nunca dejaste de decir la verdad, aunque eso costara perder la vida, sometido a duras pruebas, te mantuviste fiel. Intercede por nosotros ante el Señor para que llevemos su palabra de verdad a todo el mundo, que no tengamos miedo de actuar como Él nos pide, que su gracia nos sostenga en las persecuciones e injusticias, que no temamos al mal que le puedan hacer a nuestro cuerpo pero que nada pueda hacer a nuestras almas. Y entonces confiados en este gran amor mantengamos la paz, la serenidad, la mansedumbre y la humildad, parados sobre la roca que es Jesús. Amén

-FRASE DEL DÍA-



 

viernes, 19 de julio de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 20 de Julio - San Mateo 12,14-21


    Libro de Miqueas 2,1-5.

    ¡Ay de los que proyectan iniquidades y traman el mal durante la noche! Al despuntar el día, lo realizan, porque tienen el poder en su mano.
     Codician campos y los arrebatan, casas, y se apoderan de ellas; oprimen al dueño y a su casa, al propietario y a su herencia.
    Por eso, así habla el Señor: Yo proyecto contra esta gente una desgracia tal que ustedes no podrán apartar el cuello, ni andar con la cabeza erguida, porque será un tiempo de desgracia.
    Aquel día, se proferirá contra ustedes una sátira y se entonará esta lamentación: "Hemos sido completamente devastados; ¡se transfiere a otros la parte de mi pueblo! ¿Cómo me la quita a mí y reparte nuestros campos al que nos lleva cautivos?".
    Por eso, no tendrás a nadie que arroje la cuerda para medirte un lote, en la asamblea del Señor.


Salmo 9(9B),1-2.3-4.7-8.14.

¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te ocultas en los momentos de peligro?
El pobre se consume por la soberbia del malvado
y queda envuelto en las intrigas tramadas contra él.

Porque el malvado se jacta de su ambición,
el codicioso blasfema y menosprecia al Señor;
el impío exclama en el colmo de su arrogancia:
“No hay ningún Dios que me pida cuenta”.

Esto es lo único que piensa.
Su boca está llena de maldiciones,
de engaños y de violencias;
detrás de sus palabras hay malicia y opresión;

se pone al acecho en los poblados
y mata al inocente en lugares ocultos.
Sus ojos espían a los débiles;
Pero tú lo estás viendo:

tú consideras los trabajos y el dolor,
para tomarlos en tus propias manos.
El débil se encomienda a ti;
tú eres el protector del huérfano.


    Evangelio según San Mateo 12,14-21.

    En seguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él.
    Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos.
    Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías: Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones.
    No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas.
    No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre.

    Palabra del Señor