sábado, 28 de octubre de 2023

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 29 de Octubre - San Mateo 22,34-40


    Libro del Exodo 22,20-26.

    Éstas son las normas que el Señor dio a Moisés: No maltratarás al extranjero ni lo oprimirás, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto.
    No harás daño a la viuda ni al huérfano.
    Si les haces daño y ellos me piden auxilio, yo escucharé su clamor.
    Entonces arderá mi ira, y yo los mataré a ustedes con la espada; sus mujeres quedará viudas, y sus hijos huérfanos.
    Si prestas dinero a un miembro de mi pueblo, al pobre que vive a tu lado, no te comportarás con él como un usurero, no le exigirás interés.
    Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes que se ponga el sol, porque ese es su único abrigo y el vestido de su cuerpo. De lo contrario, ¿con qué dormirá? Y si él me invoca, yo lo escucharé, porque soy compasivo.


Salmo 18(17),2-3a.3bc-4.47.51a-51b.


Yo te amo, Señor, mi fuerza,
Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador.

Eres mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoqué al Señor, que es digno de alabanza
y quedé a salvo de mis enemigos.

¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
¡Glorificado sea el Dios de mi salvación !
El concede grandes victorias a su rey
y trata con fidelidad a su Ungido


    Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 1,5c-10.

    Hermanos: Ya saben cómo procedimos cuando estuvimos allí al servicio de ustedes.
    Y ustedes, a su vez, imitaron nuestro ejemplo y el del Señor, recibiendo la Palabra en medio de muchas dificultades, con la alegría que da el Espíritu Santo.
    Así llegaron a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya.
    En efecto, de allí partió la Palabra del Señor, que no sólo resonó en Macedonia y Acaya: en todas partes se ha difundido la fe que ustedes tienen en Dios, de manera que no es necesario hablar de esto.
    Ellos mismos cuentan cómo ustedes me han recibido y cómo se convirtieron a Dios, abandonando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo, que vendrá desde el cielo: Jesús, a quien él resucitó y que nos libra de la ira venidera.


    Evangelio según San Mateo 22,34-40.


    Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley?".
    Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.
    Este es el más grande y el primer mandamiento.
    El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
    De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 29 de Octubre - «El grande y primer mandamiento»

 

San Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia Discurso: Octavo Discurso para la Novena de Navidad


«El grande y primer mandamiento» 

    Para poder amar mucho a Dios en el cielo, es necesario, en primer lugar, amarlo mucho en la tierra. El grado de nuestro amor a Dios, al final de nuestra vida, será la medida de nuestro amor de Dios durante la eternidad. ¿Queremos tener la certeza de no separarnos de este soberano Bien en la vida presente? Estrechémosle cada vez más por los vínculos de nuestro amor, diciéndole con la esposa del Cantar de los cantares: «Encontré al amor de mi alma: lo abracé y no lo solté»(3,4). ¿Cómo ha apresado la esposa sagrada a su amado? «Con el brazo de la caridad», responde Guillermo…; «es con el brazo de la caridad con lo que se apresa a Dios», afirma san Ambrosio.

    Dichoso aquel que podrá escribir con San Pablo: «Que los ricos posean sus riquezas, que los reyes posean sus reinos: pero para nosotros, ¡nuestra gloria, nuestra riqueza y nuestro reino, es Cristo!».

    Y con san Ignacio: «Dame sólo tu amor y tu gracia, eso me basta». Haz que te ame y que yo sea amado por Ti; no deseo ni desearé otra cosa.

SANTORAL - SAN NARCISO DE JERUSALÉN

29 de Octubre


    Conmemoración de san Narciso, obispo de Jerusalén, merecedor de alabanzas por su santidad, paciencia y fe. Acerca de cuándo debía celebrarse la Pascua cristiana, manifestó estar de acuerdo con el papa san Víctor, y que no había otro día que el domingo para celebrar el misterio de la Resurrección de Jesucristo. Descansó en el Señor a la edad de ciento dieciséis años.

    San Narciso nació hacia el año 100, y vivió, como veremos, unos 116 años. Además de ser obispo de Jerusalén, fue testigo privilegiado del gran cambio que se obró en la cristiandad de la Ciudad Santa, cuando, por la política de Adriano, se pasó de población judía a población gentil, de obispos de origen judío a obispos de origen gentil, al primero de los cuales, san Marcos de Jerusalén, hemos celebrado hace pocos días. Al igual que con éste, también con san Narciso nuestra fuente privilegiada es Eusebio de Cesarea, pero, sea por un especial gusto que Eusebio tuviera en las noticias de la vida de Narciso, sea que por su longevidad había mucho para contar, le dedica, además de los pequeños fragmentos en las listas cronológicas, una pequeña narración continuada, que transcribiré.

    Pero antes de eso, algunos pocos datos que pueden ayudar a ubicarnos: san Narciso fue elegido obispo cuando ya era septagenario; su figura era respetada, y también, por qué no, también un poco envidiada. Así que no le faltaron pruebas, como la difamación que nos mencionará Eusebio, sin decirnos propiamente en qué consistió. Del relato de Eusebio surge que a causa de esa difamación se alejó algún tiempo del episcopado, sin embargo debemos tener presente que las causas pueden ser más complejas, y Eusebio escribe cien años más tarde de los hechos. Aclaro esto porque no se ve del todo bien por qué, pasando tres episcopados en medio (que plantean problemas de cronología aun no resueltos), Narciso reaparece como si nada hubiera pasado, y le restituyen su cargo. Allí se produce el acontecimiento que Eusebio, siguiendo sus fuentes, pone todo en manos directas de la Providencia: que va revelando a unos y a otros lo que quiere que ocurra, pero que, seguramente ocurrió de alguna manera un poco más compleja: san Alejandro viene de Capadocia a Jerusalén para visitar los lugares santos, y es elegido obispo de Jerusalén para ayudar a san Narciso, que era ya muy anciano: es el primer caso perfectamente registrado de un obispo coadjutor, algo tan común en las enormes diócesis de la actualidad.

    San Narciso tuvo fama de gran taumaturgo, de lo cual nos queda el milagro de la lámpara que nos contará Eusebio, también con él tenemos testimonio de que la Iglesia de Jerusalén, como la de Alejandría, adhiere a la celebración de la Pascua en domingo, a diferencia de las iglesias de Asia, que seguían celebrando la Pascua en la fecha judía, es decir, el 14 Nisán (los llamados «cuartodecimanos»). A cien años por delante, el relato de Eusebio es, como siempre, tan vivo, que nos deja con ganas de más:

    Muchos, pues, y diversos son los milagros que los ciudadanos de aquella iglesia recuerdan de Narciso, transmitidos por tradición de los hermanos que se han sucedido. Entre ellos refieren también el siguiente prodigio realizado por él: Dicen que una vez, durante la gran vigilia de Pascua, faltó el aceite a los diáconos, por lo cual se apoderó de toda la muchedumbre un gran desánimo. Narciso mandó entonces a los que preparaban las luces que sacasen agua y se la llevaran a él. Hecho esto, oró sobre el agua y con toda la sinceridad de su fe en el Señor ordenó echarla en las lámparas. Ejecutado que se hubo también esto, por un poder maravilloso y divino y contra todo razonamiento, la naturaleza del agua cambió su cualidad en la del aceite, y muchos de los hermanos que allí estaban conservaron largo tiempo, desde entonces hasta nuestros días, un poquito de aquel aceite como prueba del milagro de entonces.

    Muchas otras cosas dignas de mención se cuentan de la vida de este hombre, entre ellas también la siguiente. Unos pobres hombrecillos, incapaces de soportar el vigor de aquél y la constancia de su vida, temerosos de ser arrestados y sometidos a castigo, pues eran conscientes de sus delitos innumerables, tomaron la delantera y urdieron y esparcieron una calumnia terrible contra él. Luego, con el fin de asegurarse la confianza de los oyentes, confirmaban con juramento sus acusaciones: uno juraba porque el fuego le destruyese; otro porque una enfermedad funesta consumiera su cuerpo, y un tercero, porque sus ojos cegaran. Pero ni aun así, ni siquiera jurando, un solo fiel les prestó atención, por la templanza de Narciso, que de siempre brilló ante todos y por su conducta virtuosa en todo. Él, sin embargo, no pudiendo sobrellevar en modo alguno la maldad de estas calumnias, y por otra parte, estando desde hacía largo tiempo en busca de una vida filosófica, huyó de la muchedumbre entera de la iglesia y pasó muchos años oculto en regiones desiertas y recónditas. Pero el gran ojo de la justicia tampoco permaneció quieto ante tales desmanes, sino que a toda prisa se dio a la persecución de aquellos impíos con las mismas desgracias con que se habían ligado perjurando contra sí mismos, pues el primero, sin motivo ninguno, simplemente así, habiendo caído una chispita en la casa en que él moraba, la incendió por completo durante la noche, y pereció abrasado con toda su familia; el otro se vio de repente con el cuerpo, desde la planta de los pies hasta la cabeza, lleno de aquella enfermedad con que él mismo se castigó de antemano; y el tercero, así que vio el final de los primeros, temblando ante la ineludible justicia de Dios que lo ve todo, hizo confesión pública de lo que habían tramado en común los tres. En su arrepentimiento, se agotaba de tanto gemir y no cesaba de llorar, tanto que llegó a perder sus dos ojos. Tales fueron los castigos que sufrieron éstos por sus mentiras.

    Retirado Narciso, y como nadie sabía dónde podía hallarse, los obispos que presidían las iglesias limítrofes resolvieron imponer las manos a un nuevo obispo. Díos se llamaba éste. Después de presidir no mucho tiempo, le sucedió Germanión, y a éste, Gordio, bajo el cual reapareció Narciso, de alguna parte, como un resucitado. Los hermanos le llamaron de nuevo para ocupar la presidencia. Todos le admiraban todavía más, por causa de su retiro, de su filosofía y, sobre todo, por la venganza que Dios había obrado en su favor. Como quiera que Narciso no estaba ya en condiciones de ejercer el ministerio por causa de su extrema vejez, la providencia de Dios llamó a Alejandro, que era obispo de otra iglesia, para ejercer las funciones episcopales junto con Narciso, conforme a una revelación que tuvo éste en sueños por la noche. Ocurrió, pues, que Alejandro, como obedeciendo a un oráculo, emprendió un viaje desde Capadocia, donde por primera vez fue investido del episcopado, a Jerusalén, por motivos de oración y de estudio de los lugares. La gente de allí le recibió con los mejores sentimientos y ya no le permitieron regresar a su país, conforme a otra revelación que también ellos habían tenido durante la noche y según una voz que se dejó oír clarísima a los más celosos de entre ellos, pues les indicaba que se adelantasen fuera de las puertas de la ciudad y recibiesen al obispo que Dios les había predestinado. Después de obrar así, con el común parecer de los obispos que regían las iglesias circundantes, obligaron a Alejandro a permanecer allí forzosamente.

    El mismo Alejandro, en carta privada a los antinoítas, que todavía hoy se conserva entre nosotros, menciona el episcopado de Narciso, compartido con él, cuando escribe textualmente al final de la carta: «Os saluda Narciso, el que rigió antes que yo la sede episcopal de aquí, y ahora, a sus ciento dieciséis años cumplidos, ocupa su lugar junto a mí en las oraciones y os exhorta, lo mismo que yo, a tener un mismo sentir».

Oremos

    Dios de misericordia, Tú que hiciste a San Narciso un ejemplo sobresaliente de amor divino y de la fe que vence al mundo, y lo agregaste al panel de los pastores santos. Concédenos, por su intercesión, que todos podamos perseverar en la fe y el amor y ser participes de tu gloria. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén 

-FRASE DEL DÍA-



 

viernes, 27 de octubre de 2023

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 28 de Octubre - San Lucas 6,12-19


    Carta de San Pablo a los Efesios 2,19-22.

    Hermanos: Ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.
    Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo.
    En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor.
    En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.


Salmo 19(18),2-3.4-5.

El cielo proclama la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos;
un día transmite al otro este mensaje

y las noches se van dando la noticia.
Sin hablar, sin pronunciar palabras,
sin que se escuche su voz,

resuena su eco por toda la tierra
y su lenguaje, hasta los confines del mundo.
Allí puso una carpa para el sol


    Evangelio según San Lucas 6,12-19.

    Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios.
    Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
    Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 28 de Octubre - “Eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles”


San Cirilo de Alejandría (380-444) obispo y doctor de la Iglesia Comentario sobre el evangelio de San Juan, 3,130 (trad. breviario 28 de octubre)


“Eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles”

    Nuestro Señor Jesucristo instituyó a aquellos que habían de ser guías y maestros de todo el mundo y “administradores de sus divinos misterios” (1Co 4,1), y les mandó que fueran como astros que iluminaran con su luz no sólo el país de los judíos, sino también a todos los países que hay bajo el sol, a todos los hombres que habitan la tierra entera. Es verdad lo que afirma la Escritura: “Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama” (He 5,4). (…)

    Si el Señor tenía la convicción de que había de enviar a sus discípulos como el Padre lo había enviado a él (Jn 20,21), era necesario que ellos, que habían de ser imitadores de uno y otro, supieran con qué finalidad el Padre había enviado al Hijo. Por esto, Cristo, exponiendo en diversas ocasiones las características de su propia misión, decía: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.” (Lc 5,32) Y también: “He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado”. (Jn 6,38) Porque “Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.” (Jn 3,17)

    De este modo, resume en pocas palabras la regla de conducta de los apóstoles, ya que, al afirmar que los envía como el Padre lo ha enviado a él, les da a entender que su misión consiste en invitar a los pecadores a que se arrepientan y curar a los enfermos de cuerpo y de alma, y que en el ejercicio de su ministerio no han de buscar su voluntad, sino la de aquel que los ha enviado, y que han de salvar al mundo con la doctrina que de él han recibido.

FIESTA DE SANTOS SIMÓN Y JUDAS, APÓSTOLES

28 de Octubre


    Fiesta de San Simón y San Judas, apóstoles, el primero llamado Cananeo o Zelotas, y el segundo, hijo de Santiago, llamado también Tadeo, el cual, en la última Cena preguntó al Señor acerca de su manifestación, recibiendo esta respuesta: «El que me ame, observará mi palabra, y el Padre mío le amará, y vendremos a él y haremos nuestra mansión en él». Al igual que nos pasa con los demás Apóstoles, no tenemos sobre Simón y Judas Tadeo más que noticias imprecisas. Es natural: la Iglesia de los primeros años aguardaba la llegada del Reino con tanta inminencia, que no se ocupó de guardar memoria de los más cotidiano e insignificante -el día a día- de quienes la hacían; así que, paradójicamente, conservó con extremada fidelidad doctrina, espiritualidad, predicación, fe, todo lo más difícil de conservar... porque todo ello debía perdurar hasta el Reino; pero esos detalles mínimos que nos hacen «palpable» a cualquier personaje, no se conservaron: ¿tenían esposa? ¿hijos? ¿cuántos? ¿dónde nacieron? ¿dónde y cómo vivían? ¿dónde predicaron? ¿cómo murieron?

    Pasadas una o dos generaciones la Iglesia tuvo que comprender que la promesa de Jesús de una vuelta inmediata no se medía en la escala del tiempo humano, y naturalmente se volvió más cuidadosa al detalle de la memoria cotidiana; pero los datos concretos de los principales «héroes humanos» de su propia historia, los Apóstoles y la Virgen, se habían perdido ya. Sin embargo la memoria popular no soporta vacíos: la memoria cotidiana de esos primeros años se comenzó a rellenar con datos recopilados aquí y allá. Muchos de esos datos seguramente se basan en un boca a boca cierto, sin embargo todos tienen algo en común: no pueden ser verificados ni falsificados, porque carecemos de fuentes externas para contrastarlos. No son pues -según el criterio que aplicamos a todo lo demás, y corresponde también aplicar al conocimiento histórico de la Iglesia- datos «históricos». Algunos autores tienen por costumbre confundir al pueblo cristiano enseñándole que todos esos datos son «tradición» de la Iglesia, y que por ello deben ser aceptados. No es verdad: la Tradición que debe ser admitida como revelación es la Tradición de la fe, es decir «aquello que los apóstoles creyeron y nos transmitieron en la vida de la Iglesia como parte del depósito de la fe, aunque no esté escrito en la Biblia». Es Tradición de la fe la Inmaculada Concepción, la Asunción de la Virgen, el culto de los santos, la economía sacramental de la salvación... es Tradición de la fe todo aquello que, siendo esencial a la identidad de la fe católica, no está explícito en la Biblia pero podemos saber, por testimonios indirectos, que formaba parte de las creencias de la generación apostólica. No es Tradición de la fe un montón de detalles simpáticos, anecdóticos y cotidianos sobre la primera Iglesia, que carecen de relevancia para la fe y cuya fuente histórica nos es desconocida.

    Dicho esto, y aunque sea una auténtica lástima no poder cubrir la curiosidad mínima de cualquier persona, lo que sabemos con certeza sobre los Doce en conjunto no llega a ocupar lo mínimo que sabemos sobre uno sólo de los cristianos de la siguiente generación.

Simón el «zelote»


    De lo poco que conocemos de los apóstoles, casi nada más que su nombre es lo que sabemos de Simón, llamado por Mateo y Marcos «el cananeo», mientras que por Lucas/Hechos, «el zelote». Puede ser que con ese apodo se refiere a los «zelotes» (que podría traducirse como «llenos de celo»), un grupo radical dentro de los tantos que conformaban el polifacético judaísmo de la época; estos zelotes se oponían a la dominación romana, y al sincretismo cultural que ello traía aparejado. Se comprende que Jesús -que hablaba de una inminente instauración del Reino de Dios- atrajera la atención de estas corrientes. Aunque algunos autores afirman que los zelotes, como grupo de resistencia, nacieron algunas décadas después, así que este adjetivo indicaría más bien el hecho de que era un celoso cumplidor de la Ley, que más que un problema con la dominación romana, lo tenía con los judíos de mentalidad más relajada. No parece claro qué podía atraer de Jesús, que comía con publicanos y pecadores, a alguien que mereciera el apodo de «legalista celoso»; sin embargo, el mismo Jesús que comía con publicanos y pecadores dijo que no caería ni una «iod» de la Ley. Sin duda que Jesús se supo atraer a todas las sensibilidades, a un recaudador de impuestos como Leví y a un celoso cumplidor como Simón, y a cada uno le enseñó, y le exigió -y le exige- renunciar a sus criterios exclusivistas para abrazar los criterios de inclusividad del Reino.

    El apelativo «cananeo» podría corresponder al gentilicio de «nacido en Caná» (aldea que conocemos por las bodas narradas por Juan), sin embargo podría ser también -y en general la crítica actual toma este partido- la forma aramea original (qan'ana) del nombre «zelote», que es griego y que, por tanto, no es la forma original del apelativo.

    Por lo demás a Simón a no se le atribuye ninguna anécdota dentro de los evangelios; es uno de los Doce, y sólo lo podemos imaginar actuando como coro, ya que cuanto se habla de Simón en el NT se refiere a Simón Pedro. No sabemos, por tanto, tampoco cómo continuó el curso de su vida ni cómo murió, más allá de la suposición general de que los Doce sufrieron la misma suerte martirial que el Maestro.

    A partir de esta falta de datos, la imaginación ha hecho el resto, y lo ha hecho así: -Puesto que se dice de él que es «de Santiago», algunos lo identifican como «hermano de Santiago» y no -como es más natural- como «hijo de [algún] Santiago», por lo tanto deducen que tiene que ser el Simón que es pariente de Jesús, según Mt 13,55 (y paralelos). Como al Santiago pariente del Señor la tradición posterior lo ha identificado (también sin demasiada base) con uno de los Santiago Apóstol (el llamado menor), entonces Simón resultaría ser, según cuenta Hegesipo en el siglo II, el sucesor de Santiago el Menor como obispo de Jerusalén, hasta el 107, cuando sufrió el martirio en Pella.
-También se lo ha identificado con Natanael de Caná y ¡con el maestresala de las Bodas de Caná!, apoyadas estas identificaciones en la solidísima base del supuesto gentilicio «cananeo».
-en Armenia se lo identifica como apóstol de los armenios, y habría sufrido allí el martirio.
-San Fortunato de Poitiers transmite que evangelizó Persia con Judas Tadeo, y sufrió allí el martirio y fue enterrado, aunque otras tradiciones sitúan la tumba en el Cáucaso...

    Los atributos del apóstol en la iconografía son variables: hasta el siglo XIII, pero retomado en el XVI, suele estar representado con un rollo o libro, sin símbolos de martirio, mientras que en los siglos intermedios a los mencionados aparece con distintos atributos martiriales, acorde con las mil leyendas sobre su muerte (serrado en dos, decapitado, etc).

Judas Tadeo
    
    En cuanto a Judas Tadeo, poco más de lo mismo: le cupo la escasa suerte de llamarse con un nombre precioso en la tradición bíblica («el judío», que es lo que significa Judas), pero lamentablemente infamante para los cristianos, por el otro Judas, el traidor; con una mano en el corazón, por mucha devoción que se le tenga a Judas Tadeo, ¿quién le pondría a su hijo de nombre Judas?

    Tadeo (Thaddaios) es un apelativo, cuyo significado quedó incierto para nosotros; algunos lo hacen significar «de pecho amplio», es decir, «magnánimo». A este Judas se le atribuye una única intervención individual en el Evangelio, en Juan 14,22: «Le dice Judas -no el Iscariote-: 'Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?' "Lo que mereció de Jesús esa hermosa respuesta: "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.»

    A Judas Tadeo se le atribuye una epístola muy breve -apenas 25 versículos- del NT, la llamada, precisamente, Epístola de San Judas, última del grupo de las siete «católicas» (es decir, sin destinatario conocido, y por tanto universales). La epístola depende estrechamente del libro apócrifo de Henoc, y a su vez es citada casi literalmente por Pedro ; es sin duda una epístola-puente en un problema que acució a la primera iglesia: ¿por qué Jesús, que dijo que volvía enseguida, se retrasa? El hecho de que subyaga precisamente esta pregunta, junto a otros datos de crítica interna del texto hacen casi seguro afirmar hoy que la epístola es escasísimamente probable que provenga de mano directa de uno de los apóstoles.

    Las tradiciones posteriores hacen de Tadeo el evangelizador de Mesopotamia o de Libia, y sufrido el martirio, su cuerpo estaría, junto con Simón Zelote, en Persia, según la tradición ya mencionada de Fortunato de Poitiers. En la iconografía tradicional se lo representa con una alabarda o lanza, dato que proviene de algunas leyendas sobre su martirio. Debe señalarse que no todos los autores están de acuerdo con que Judas «no el Iscariote» y Judas «Tadeo» sean la misma persona, en cuyo caso lo poco que afirmábamos antes, se reduce a mucho menos. Es el patrono de las «causas perdidas», dentro de las cuales se encuentran los intentos por conocerlo históricamente un poco mejor...

Oremos

    ¡Santo Apóstol San Judas, fiel siervo y amigo de Jesús!, la Iglesia te honra e invoca universalmente, como el patrón de los casos difíciles y desesperados. Te imploro hagas uso del privilegio especial que se te ha concedido, de socorrer pronto y visiblemente cuando casi se ha perdido toda esperanza. Ven en mi ayuda en esta gran necesidad, para que pueda recibir consuelo y socorro del cielo en todas mis necesidades, tribulaciones y sufrimientos, particularmente... (haga aquí su petición), y para que pueda alabar a Dios contigo y con todos los elegidos por siempre. Te doy las gracias glorioso San Judas, y prometo nunca olvidarme de este gran favor, honrarte siempre como mi patrono especial y poderoso y, con agradecimiento hacer todo lo que pueda para fomentar tu devoción. Amén.

-FRASE DEL DÍA-



 

jueves, 26 de octubre de 2023

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



EVANGELIO DEL DÍA - 27 DE OCTUBRE - San Lucas 12,54-59.


    Carta de San Pablo a los Romanos 7,18-25a.

    Porque sé que nada bueno hay en mí, es decir, en mi carne. En efecto, el deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo.
    Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.
    Pero cuando hago lo que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que reside en mí.
    De esa manera, vengo a descubrir esta ley: queriendo hacer el bien, se me presenta el mal.
    Porque de acuerdo con el hombre interior, me complazco en la Ley de Dios, pero observo que hay en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón y me ata a la ley del pecado que está en mis miembros.
    ¡Ay de mí! ¿Quién podrá librarme de este cuerpo que me lleva a la muerte?
    ¡Gracias a Dios, por Jesucristo, nuestro Señor! En una palabra, con mi razón sirvo a la Ley de Dios, pero con mi carne sirvo a la ley del pecado.

    Palabra de Dios


Salmo 119(118),66.68.76.77.93.94.

Enséñame la discreción y la sabiduría,
porque confío en tus mandamientos.
Tú eres bueno y haces el bien:
enséñame tus mandamientos.

Que tu misericordia me consuele,
de acuerdo con la promesa que me hiciste.
Que llegue hasta mí tu compasión, y viviré,
porque tu ley es toda mi alegría.

Nunca me olvidaré de tus preceptos:
por medio de ellos, me has dado la vida.
Sálvame, porque yo te pertenezco
y busco tus preceptos.


    Evangelio según San Lucas 12,54-59.

    Jesús dijo a la multitud: "Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede.
    Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede.
    ¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?
    ¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo?
    Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel.
    Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo."

    Palabra del Señor