sábado, 10 de abril de 2021

EVANGELIO - 11 de Abril - San Juan 20,19-31


     Libro de los Hechos de los Apóstoles 4,32-35.

    La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos.
    Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima.
    Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades.


Salmo 118(117),2-4.16-18.22-24.

Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!
Que lo diga la familia de Aarón:
íes eterno su amor!
Que lo digan los que temen al Señor:
¡es eterno su amor!

La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.»
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.
El Señor me castigó duramente,
pero no me entregó a la muerte.

La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos.
Este es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él.


    Epístola I de San Juan 5,1-6.

    Queridos hermanos: El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él, la señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
    El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe.
    ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
    Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad.


    Evangelio según San Juan 20,19-31.

    Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
    Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
    Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
    Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
    Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
    Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
    Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
    Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
    Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos.    Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe".
    Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
    Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!".
    Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
    Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 11 de Abril - "El Testimonio de Tomás"


       San Pedro Crisólogo Sermón: Beneficios de la incredulidad de Tomás Serm. 84 : PL 52, 438

El Testimonio de Tomás

    ¿Por qué Tomás busca pruebas para su fe? A su amor, hermanos, le habría gustado que después de la resurrección del Señor la falta de fe no le dejara a nadie con duda. Pero Tomás no llevaba solo la incertidumbre de su corazón, sino la de todos los hombres. Y antes de predicar la resurrección a las naciones, busca, un buen obrero, sobre el que fundará un misterio que pide tanta fe.

    Y el Señor muestra a todos los Apóstoles esto que Tomás había pedido. Jesús viene y le enseña sus manos y su costado (Jn 20,19-20). En efecto, el que entra, cuando las puertas estaban cerradas, puede ser tomado por los discípulos, por un espíritu si no había podido mostrarles que no era otro sino él, siendo las heridas el signo de su Pasión. En seguida, se acerca a Tomás y le dice: “Trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino creyente. Que estas heridas que tu abres ahora, dejen fluir la fe por todo el universo, ellas que ya han vertido el agua del bautismo y la sangre del rescate” (Jn 19,34).

    Tomás responde: “Señor mío y Dios mío”. Que los incrédulos vengan y lo entiendan y, como dice el Señor, que no sean más incrédulos sino creyentes. Tomás manifiesta y proclama que lo que ve, no es solo un cuerpo humano, sino también que por la Pasión de su cuerpo de carne, Cristo es Dios y Señor. Es verdaderamente Dios quien sale vivo de la muerte y el que resucita de su herida.

DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA

Primer Domingo después de Pascua
Jesús en Vos Confío


    La Fiesta de la Divina Misericordia se celebra el primer Domingo después del Domingo de Pascua. Sor María Faustina, apóstol de la Divina Misericordia, forma parte del círculo de santos de la Iglesia más conocidos. A través de ella el Señor Jesús transmite al mundo el gran mensaje de la Divina Misericordia y presenta el modelo de la perfección cristiana basada sobre la confianza en Dios y la actitud de caridad hacia el prójimo.

    Una devoción especial se comenzó a esparcir por el mundo entero a partir del diario de una joven monja polaca en 1930. El mensaje no es nada nuevo, pero nos recuerda lo que la Iglesia siempre ha enseñado por medio de las Sagradas Escrituras y la tradición: que Dios es misericordioso y que perdona y que nosotros también debemos ser misericordiosos y debemos perdonar. Pero en la devoción a la Divina Misericordia este mensaje toma un enfoque poderoso que llama a las personas a un entendimiento más profundo sobre el Amor ilimitado de Dios y la disponibilidad de este Amor a todos especialmente a los más pecadores. El mensaje y la devoción a Jesús como la Divina Misericordia esta basada en los escritos de la Santa María Faustina Kowalska, una monja polaca sin educación básica que, en obediencia a su director espiritual, escribió un diario de alrededor de 600 páginas que relatan las revelaciones que ella recibió sobre la Misericordia de Dios. Aún antes de su muerte en 1938 se comenzó a esparcir la devoción a la Divina Misericordia.

    El mensaje de Misericordia es que Dios nos Ama a todos no importa cuan grande sean nuestras faltas. Él quiere que reconozcamos que Su Misericordia es más grande que nuestros pecados, para que nos acerquemos a Él con confianza, para que recibamos su Misericordia y la dejemos derramar sobre otros. De tal manera de que todos participemos de Su Gozo. Es un mensaje que podemos recordar tan fácilmente

    Pide su Misericordia. Dios quiere que nos acerquemos a Él por medio de la oración constante, arrepentidos de nuestros pecados y pidiéndole que derrame Su Misericordia sobre nosotros y sobre el mundo entero.Sé misericordioso – Dios quiere que recibamos Su Misericordia y que por medio de nosotros se derrame sobre los demás Confía completamente en Jesús – Dios nos deja saber que las gracias de su Misericordia dependen de nuestra confianza. Mientras más confiemos en Jesús, más recibiremos.


La Devoción a la Divina Misericordia

    Tener devoción a la Divina Misericordia requiere de una total entrega a Dios como Misericordia. Es una decisión que comprende en confiar completamente en Él, en aceptar su Misericordia con acción de gracias y de ser misericordioso como Él es Misericordioso.

    Las prácticas devocionales propuestas en el diario de la Santa Faustina están en completo acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia y su raíz están firmemente en los Mensajes de los Evangelios de nuestro Señor Misericordioso. Estos propiamente comprendidos e implementados nos ayudan a crecer como genuinos seguidores de Cristo.


Nuestro Señor le habla estrictamente de esto a Santa Faustina

    Exijo de ti obras de Misericordia que deben surgir del amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. (Diario 742).

    Así como lo mandan los evangelios "Sean Misericordiosos así como su Padre en el Cielo es Misericordioso, "piden que seamos misericordiosos con nuestro prójimo "siempre y en todo lugar" parece imposible de cumplir pero el Señor asegura que es posible" Cuando un alma se acerca a Mí con confianza, la colmo con tal abundancia de gracias que ella no puede contenerlas en sí misma, sino que las irradia sobre otras almas. " (Diario 1074)


¿Cómo irradiamos la Misericordia de Dios a nuestro prójimo?

    Por medio de nuestras acciones, palabras y oraciones. "En estas tres formas" Él le dice a Sor Faustina " está contenida la plenitud de la misericordia" (Diario 742) Todos hemos sido llamados a practicar estas tres formas de misericordia, pero no todos somos llamados de la misma manera. Tenemos que preguntarle al Señor, quien comprende nuestras personalidades individuales y nuestra situación, que nos ayude a reconocer las diversas formas con que podemos poner en práctica Su Misericordia en nuestras vidas diarias.

    Pidiendo la Misericordia de nuestro Señor, confiando en su Misericordia, y viviendo como personas misericordiosas nos podemos asegurar que nunca escucharemos decir "Sus corazones están lejos de mí" sino más bien la hermosa promesa de " Bienaventurados los misericordiosos, ya que ellos obtendrán Misericordia".


Requisitos para celebrar la fiesta

    Para celebrar esta Fiesta, deberíamos de comenzar una Novena a la Divina Misericordia, la Novena incluye intenciones especiales para cada día y concluye con la recitación de la coronilla de la Divina Misericordia.

    Celebración de la fiesta el primer domingo después del Domingo de Pascua.

    Venir al Señor con un corazón humilde y contrito, arrepentirse de todo pecado.

    Confiar firmemente en la Divina Misericordia del Señor.

    Confesarse (con un sacerdote) en ese día si es posible, de otra manera siete días antes o después según aprobación de la Iglesia.

    Recibir la Sagrada Eucaristía el día de la Fiesta..

    Venerar la imagen de la Divina Misericordia.

    Ser misericordioso como Dios es misericordioso, practicar obras de misericordia, físicamente ayudando a otros o espiritualmente con oraciones de intercesión.

viernes, 9 de abril de 2021

EVANGELIO - 10 de Abril - San Marcos 16,9-15.


        Libro de los Hechos de los Apóstoles 4,13-21.

    Los miembros del Sanedrín estaban asombrados de la seguridad con que Pedro y Juan hablaban, a pesar de ser personas poco instruidas y sin cultura. Reconocieron que eran los que habían acompañado a Jesús, pero no podían replicarles nada, porque el hombre que había sido curado estaba de pie, al lado de ellos.
    Entonces les ordenaron salir del Sanedrín y comenzaron a deliberar, diciendo: "¿Qué haremos con estos hombres? Porque no podemos negar que han realizado un signo bien patente, que es notorio para todos los habitantes de Jerusalén.
    A fin de evitar que la cosa se divulgue más entre el pueblo, debemos amenazarlos, para que de ahora en adelante no hablen de ese Nombre".
    Los llamaron y les prohibieron terminantemente que dijeran una sola palabra o enseñaran en el nombre de Jesús.
    Pedro y Juan les respondieron: "Juzguen si está bien a los ojos del Señor que les obedezcamos a ustedes antes que a Dios.
    Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído".
    Después de amenazarlos nuevamente, los dejaron en libertad, ya que no sabían cómo castigarlos, por temor al pueblo que alababa a Dios al ver lo que había sucedido.


Salmo 118(117),1.14-15ab.15c.16-18.19-21.

¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
El Señor es mi fuerza y mi protección;
él fue mi salvación.
Un grito de alegría y de victoria
resuena en las carpas de los justos.

«La mano del Señor hace proezas,
La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.»
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.
El Señor me castigó duramente,

pero no me entregó a la muerte.
«Abran las puertas de la justicia
y entraré para dar gracias al Señor.»
«Esta es la puerta del Señor:
sólo los justos entran por ella.»
Yo te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.


    Evangelio según San Marcos 16,9-15.

    Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios.
    Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban.
    Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.
    Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado.
    Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron.
    En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado.
    Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 10 de Abril - "Testigos de la Resurrección"


San John Henry Newman (1801-1890) teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra PPS 1, 22 «Witnesses of the Resurrection»

Testigos de la Resurrección

    Era lógico esperar que nuestro Señor, una vez resucitado, se apareciera al mayor número posible de personas, y sobre todo, a los que lo habían crucificado. Y sin embargo, la historia nos muestra que hizo todo lo contrario, se manifestó tan sólo a algunos testigos escogidos, y especialmente a sus discípulos inmediatos. Es lo que el mismo san Pedro reconoce cuando declara: «Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección» (Hch 10,40-41). Esto, a primera vista, nos parece extraño. En efecto, estamos predispuestos a hacernos de la resurrección una idea bien diferente, a representárnosla como una manifestación esplendorosa y visible de la gloria de Cristo... Al imaginarla así, como un triunfo público, pensamos en la confusión y el terror que habría sobrecogido a los verdugos si Jesús se hubiese presentado vivo ante ellos. Pero, insistimos en ello, un razonamiento de esta categoría nos llevaría a concebir el Reino de Cristo como un reino de este mundo, lo cual no es justo. Esto sería representarnos a Cristo como si ya entonces hubiera venido a juzgar este mundo, lo cual no llegará hasta el último día... ¿Por qué se presentó tan sólo «a los testigos que él había designado»? Porque era el medio más eficaz de propagar la fe al mundo entero... ¿Cuál hubiera sido el fruto de una manifestación pública que se impone a todos? Este nuevo milagro hubiera dejado a la muchedumbre tal cual él la había encontrado, sin ningún cambio eficaz. Ya sus antiguos milagros no habían convencido a todo el mundo... ¿qué es lo que hubieran podido decir y sentir que fuera más que lo que habían sentido anteriormente, «aunque resucite un muerto»? (Lc 16,31)… Cristo se aparece para suscitar testigos de la resurrección, ministros de la palabra, los fundadores de su Iglesia. ¿Cómo hubiera podido llegar a serlo la muchedumbre, con su naturaleza tan cambiante?

SANTORAL - SAN EXEQUIEL PROFETA

10 de Abril


    Profeta (s. VII a. C) Ezequiel, hijo de Buzi, linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia junto con el rey Jeconías de Judá (597 a.C) e internado en Tel Abib, a orillas del río Cobar. Cinco años después, a los treinta de su edad (cfr.1,1), Dios lo llamó al cargo de Profeta, que ejerció entre los desterrados durante 22 años, es decir, hasta el año 520 a.C. A pesar de las calamidades del destierro, los cautivos no dejaban de abrigar falsas esperanzas, creyendo que el cautiverio terminaría pronto y que Dios no permitiría la destrucción de su templo y la Ciudad Santa (véase Jer. 7,4).

    Había, además, falsos profetas que engañaban al pueblo prometiéndole en un futuro cercano el retorno al país de sus padres. Tanto mayor fue el desengaño de los infelices cuándo llegó la noticia de la caída de Jerusalén. No pocos perdieron la fe y se entregaron a la desesperación. La misión del profeta Ezequiel consistió principalmente en combatir la idolatría, la corrupción de las malas costumbres, y las ideas erróneas acerca del pronto regreso a Jesuralén. Para consolarlos pinta el profeta, con los mas vivos y bellos colores, las esperanzas de la salud mesiánica.

    Dividese el libro en un prólogo, que relata el llamamiento del Profeta (cap. 1 a 3), y tres partes principales. La primera (cap. 4 a 24) comprende las profecías a cerca de la ruina de Jerusalén; la segunda (cap.25 a 32), el castigo de los pueblos enemigos de Judá; la tercera (cap. 33 a 48), la restauración. " es notable la última sección del profeta (40 a 48), en que nos describe en forma verdaderamente geométrica la restauración de Israel después del cautiverio: el Templo, la ciudad, sus arrabales y la tierra toda de Palestina repartida por igual entre las doce tribus " (Nácar-Colunga).

    Las profecías de Ezequiel descuellan por las riquezas de alegorías, imágenes, y acciones simbólicas, de tal manera, que San Jerónimo las llama " mar de la palabra divina" y " laberinto de los secretos de Dios". Fue una época dificultosa para el pueblo de Israel. En Jerusalén reina Joaquín, hijo del piadoso rey Josías que murió en la batalla de Megiddo (609 a. C.). En un primer momento, Joaquín intenta halagar al coloso babilónico, pero termina uniéndose en coalición con pequeñas potencias contra Nabucodonosor. Jeremías ya dio la voz de alerta, sugiriendo la sumisión, pero el orgullo de los elegidos la hizo imposible.

    En 598 los babilonios ponen cerco a Jerusalén y capitula Judá. Su precio es la deportación de gran parte de la población, entre ellos el rey Jeconías, hijo de Joaquín que murió durante el asedio. Con los deportados va también el joven Ezequiel que será el profeta del exilio. Dos etapas enmarcan su acción profética. La primera es antes de la destrucción de Jerusalén por los caldeos (598 a. C.) Aquí el hombre de Dios se encuentra con un pueblo ranciamente orgulloso y lleno de falso optimismo, fruto de la presunción. Es verdad que siglo y medio antes había permitido Dios la desaparición de Samaría, el Reino del Norte; pero Jerusalén es otra cosa; Yahwéh habita en ella.

    Pensaban que pasaría como en tiempos de Senaquerib, un siglo antes, cuando tuvo que abandonar el asedio por una intervención milagrosa; ahora Dios repetiría el prodigio. Ezequiel no piensa como ellos. Afirma y predica que Jerusalén será destruida con el Templo. Dice a todos que ha llegado la hora del castigo divino para el pueblo israelita pecador; sólo queda aceptar con compunción y humildad los designios punitivos de Yahwéh. A esta altura el profeta tiene una misión ingrata porque es un agorero de males futuros y próximos. La segunda se desarrolla una vez consumada la catástrofe. Ahora ha de levantar los ánimos oprimidos; debe dar esperanzas luminosas sobre un porvenir mejor. Creían sus compatriotas deportados que Dios se había excedido en el castigo, o que les había hecho cargar con los pecados de los antepasados.

    Ezequiel se preocupará de hacerles ver que Dios ha sido justo y que el castigo no tiene otra finalidad que la de purificarlos antes de pasar a una nueva etapa gloriosa nacional. Ezequiel empleando un estilo que no tiene nada que ver con el de los profetas preexilios Amós, Oseas, Isaías y Jeremías; no goza de su sencillez y frescor. Ezequiel pertenece a la clase sacerdotal, está cabalgando entre dos épocas y se aproxima a la literatura apocalíptica del judaísmo tardío.

    Fue la vida profética de Ezequiel un período de veinte años (593-573) de amplia actividad para salvar las esperanzas mesiánicas de sus compañeros de infortunio, al derrumbarse la monarquía israelita. Bien puede estar el secreto en copiar la fidelidad de Ezequiel. El Profeta Ezequiel, según tradición judía, murió mártir. La Iglesia celebra su conmemoración el 10 de abril.

Oremos

    San Ezequiel profeta, pídele a Dios que nunca se nos vayan a olvidar los males que nos pueden venir si desobedecemos las leyes del Señor y que siempre recordemos con gran provecho los inmensos bienes que vamos a conseguir si permanecemos fieles al amor de nuestro Dios y obedecemos sus divinos mandatos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén

ORACIÓN DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS POR LOS SACERDOTES

 


¡Oh Jesús!
Te ruego por tus fieles y fervorosos sacerdotes,
por tus sacerdotes tibios e infieles,
por tus sacerdotes que trabajan cerca o en lejanas misiones,
por tus sacerdotes que sufren tentación,
por tus sacerdotes que sufren soledad y desolación,
por tus jóvenes sacerdotes,
por tus sacerdotes ancianos,
por tus sacerdotes enfermos,
por tus sacerdotes agonizantes
por los que padecen en el purgatorio.

Pero sobre todo, te encomiendo a los sacerdotes
que me son más queridos,
al sacerdote que me bautizó,
al que me absolvió de mis pecados,
a los sacerdotes a cuyas Misas he asistido
y que me dieron tu Cuerpo y Sangre en la Sagrada Comunión,
a los sacerdotes que me enseñaron e instruyeron,
me alentaron y aconsejaron,
a todos los sacerdotes a quienes me liga
una deuda de gratitud, especialmente a...

¡Oh Jesús, guárdalos a todos junto a tu Corazón
y concédeles abundantes bendiciones
en el tiempo y en la eternidad! Amén.

jueves, 8 de abril de 2021

EVANGELIO - 09 de Abril - San Juan 21,1-14.


        Libro de los Hechos de los Apóstoles 4,1-12.

    Mientras los Apóstoles hablaban al pueblo, se presentaron ante ellos los sacerdotes, el jefe de los guardias del Templo y los saduceos, irritados de que predicaran y anunciaran al pueblo la resurrección de los muertos cumplida en la persona de Jesús.
    Estos detuvieron a los Apóstoles y los encarcelaron hasta el día siguiente, porque ya era tarde.
    Muchos de los que habían escuchado la Palabra abrazaron la fe, y así el número de creyentes, contando sólo los hombres, se elevó a unos cinco mil.
    Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes de los judíos, los ancianos y los escribas, con Anás, el Sumo Sacerdote, Caifás, Juan, Alejandro y todos los miembros de las familias de los sumos sacerdotes.
    Hicieron comparecer a los Apóstoles y los interrogaron: "¿Con qué poder o en nombre de quién ustedes hicieron eso?".
    Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: "Jefes del pueblo y ancianos, ya que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue curado, sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos.
    El es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular.
    Porque no existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos".


Salmo 118(117),1-2.4.22-24.25-27a.

¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!

Que lo digan los que temen al Señor:
¡es eterno su amor!
La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.

Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos.
Este es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él.

Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad.
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor:
el Señor es Dios, y él nos ilumina».


    Evangelio según San Juan 21,1-14.

    Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
    Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
    Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él.
    Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No".
    El les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". 
Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.
    El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua.
    Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
    Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan.
    Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar".
    Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
    Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor.
    Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
    Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 09 de Abril - “Simón Pedro... trajo a la orilla la red llena de peces grandes”


       San Pedro Crisólogo (c. 406-450) obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia Sermón 78; PL 52, 420

“Simón Pedro... trajo a la orilla la red llena de peces grandes”

    “El discípulo que Jesús amaba le dijo a Pedro: ¡Es el Señor!” Aquel que es amado será el primero en ver; el amor provee una visión más aguda de todas las cosas; aquel que ama siempre sentirá de modo más vivaz... ¿Qué dificultad convierte el espíritu de Pedro en un espíritu tardo, y le impide ser el primero en reconocer a Jesús, como antes lo había hecho? ¿Dónde está ese singular testimonio que le hacía gritar: “Tú eres Cristo, el hijo de Dios vivo”? (Mateo 16,16) ¿Dónde está? Pedro estaba en casa de Caifás, el gran sacerdote, donde había escuchado sin pena el cuchicheo de una sirvienta, pero tardó en reconocer a su Señor. “Cuando él escucho que era el Señor, se puso su túnica, porque no tenía nada puesto”. ¡Lo cual es muy extraño, hermanos!... Pedro entra sin vestimenta a la barca, ¡y se lanza completamente vestido al mar!... El culpable siempre mira hacia otro lado para ocultarse. De ese modo, como Adán, hoy Pedro desea cubrir su desnudez por su fallo; ambos, antes de pecar, no estaban vestidos más que con una desnudez santa. “Él se pone su túnica y se lanza al mar”. Esperaba que el mar lavara esa sórdida vestimenta que era la traición. Él se lanzó al mar porque quería ser el primero en regresar; él, a quien las más grandes responsabilidades habían sido confiadas (Mateo 16,18s). Se ciñó su túnica porque debía ceñirse al combate del martirio, según las palabras del Señor: “Alguien más te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras” (Juan 21,18)… Los otros vinieron con la barca, arrastrando su red llena de pescado. Con gran esfuerzo entre ellos llevan una Iglesia que fue arrojada a los vientos del mundo. La misma Iglesia que estos hombres llevan en la red del Evangelio con dirección a la luz del cielo, y a la que arrancaron de los abismos para conducirla más cerca del Señor.

SANTORAL - SAN LORENZO DE IRLANDA

09 de Abril


    San Lorenzo, arzobispo, nació en Irlanda hacia el año 1128, de la familia O’Toole que era dueña de uno de los más importantes castillos de esa época. Cuando el niño nació, su padre dispuso pedirle a un conde enemigo que quisiera ser padrino del recién nacido. El otro aceptó y desde entonces estos dos condes, se hicieron amigos y no luchó más el uno contra el otro. Cuando el niño tenía diez años, al jovencito le agradó inmensamente la vida del monasterio y le pidió a su padre que lo dejara quedarse a vivir allí, porque en vez de la vida de guerras y batallas, a él le agradaba la vida de lectura, oración y meditación.

    Lorenzo llegó a ser un excelente monje en ese monasterio. Su comportamiento en la vida religiosa fue verdaderamente ejemplar. Dedicadísimo a los trabajos del campo y brillante en los estudios. Fervoroso en la oración y exacto en la obediencia. Fue ordenado sacerdote y al morir el superior del monasterio los monjes eligieron por unanimidad a Lorenzo como nuevo superior. Por aquellos tiempos hubo una tremenda escasez de alimentos en Irlanda por causa de las malas cosechas y las gentes hambrientas recorrían pueblos y veredas robando y saqueando cuanto encontraban.

    El abad Lorenzo salió al encuentro de los revoltosos, con una cruz en alto y pidiendo que en vez de dedicarse a robar se dedicaran a pedir a Dios que les ayudara. Las gentes le hicieron caso y se calmaron y él, sacando todas las provisiones de su inmenso monasterio las repartió entre el pueblo hambriento. La caridad del santo hizo prodigios en aquella situación tan angustiada. En el año 1161 falleció el arzobispo de Dublín (capital de Irlanda) y clero y pueblo estuvieron de acuerdo en que el más digno para ese cargo era el abad Lorenzo. Tuvo que aceptar. Lo primero que hizo fue tratar de que los templos fueran lo más bellos y bien presentados posibles.

    Luego se esforzó porque cada sacerdote se esmerara en cumplir lo mejor que le fuera posible sus deberes sacerdotales. Y enseguida se dedicó a repartir limosnas con gran generosidad. En el año 1170 los ejércitos de Inglaterra invadieron a Irlanda llenando el país de muertes, de crueldad y de desolación. Los invasores saquearon los templos católicos, los conventos y llenaron de horrores todo el país. El arzobispo Lorenzo hizo todo lo que pudo para tratar de detener tanta maldad y salvar la vida y los bienes de los perseguidos. Se presentó al propio jefe de los invasores a pedirle que devolviera los bienes a la Iglesia y que detuviera el pillaje y el saqueo.

    El otro por única respuesta le dio una carcajada de desprecio. Pero pocos días después murió repentinamente. El sucesor tuvo temor y les hizo mucho más caso a las palabras y recomendaciones del santo. Estando en Londres de rodillas rezando en la tumba de Santo Tomás Becket (un obispo inglés que murió por defender la religión) un fanático le asestó terribilísima pedrada en la cabeza. Gravemente herido mandó traer un poco de agua. La bendijo e hizo que se la echaran en la herida de la cabeza, y apenas el agua llegó a la herida, cesó la hemorragia y obtuvo la curación.

    El Papa Alejandro III nombró a Lorenzo como su delegado especial para toda Irlanda, y él, deseoso de conseguir la paz para su país se fue otra vez en busca del rey de Inglaterra a suplicarle que no tratara mal a sus paisanos. El rey no lo quiso atender y se fue para Normandía. Y hasta allá lo siguió el santo, para tratar de convencerlo, pero a causa del terribilísimo frío y del agotamiento producido por tantos trabajos, murió allí en Normandía en 1180 al llegar a un convento.

Oremos

    Señor, tú que colocaste a San Lorenzo de Irlanda en el número de los santos pastores y lo hiciste brillar por el ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados en el amor y merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén

miércoles, 7 de abril de 2021

EVANGELIO - 08 de Abril - San Lucas 24,35-48.


        Libro de los Hechos de los Apóstoles 3,11-26.

    Como el paralítico que había sido curado no soltaba a Pedro y a Juan, todo el pueblo, lleno de asombro, corrió hacia ellos, que estaban en el pórtico de Salomón.
    Al ver esto, Pedro dijo al pueblo: "Israelitas, ¿de qué se asombran? ¿Por qué nos miran así, como si fuera por nuestro poder o por nuestra santidad, que hemos hecho caminar a este hombre?
    El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús, a quien ustedes entregaron, renegando de él delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerlo en libertad.
    Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como una gracia la liberación de un homicida, mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.
    Por haber creído en su Nombre, ese mismo Nombre ha devuelto la fuerza al que ustedes ven y conocen. Esta fe que proviene de él, es la que lo ha curado completamente, como ustedes pueden comprobar.
    Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes obraron por ignorancia, lo mismo que sus jefes.
    Pero así, Dios cumplió lo que había anunciado por medio de todos los profetas: que su Mesías debía padecer.
    Por lo tanto, hagan penitencia y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados."
    Así el Señor les concederá el tiempo del consuelo y enviará a Jesús, el Mesías destinado para ustedes.
    El debe permanecer en el cielo hasta el momento de la restauración universal, que Dios anunció antiguamente por medio de sus santos profetas.
    Moisés, en efecto, dijo: El Señor Dios suscitará para ustedes, de entre sus hermanos, un profeta semejante a mí, y ustedes obedecerán a todo lo que él les diga.
    El que no escuche a ese profeta será excluido del pueblo.
    Y todos los profetas que han hablado a partir de Samuel, anunciaron también estos días.
    Ustedes son los herederos de los profetas y de la Alianza que Dios hizo con sus antepasados, cuando dijo a Abraham: En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra.
    Ante todo para ustedes Dios resucitó a su Servidor, y lo envió para bendecirlos y para que cada uno se aparte de sus iniquidades".


Salmo 8,2a.5.6-7.8-9.

¡Señor, nuestro Dios,
¿Qué es el hombre para que pienses en él,
el ser humano para que lo cuides?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,

lo coronaste de gloria y esplendor;
le diste dominio sobre la obra de tus manos.
Todo lo pusiste bajo sus pies.
Todos los rebaños y ganados,

y hasta los animales salvajes;
las aves del cielo, los peces del mar
y cuanto surca los senderos de las aguas.


    Evangelio según San Lucas 24,35-48.

    Los discípulos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
    Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".
    Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?
    Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo".
    Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
    Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?".
    Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos.
    Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos".
    Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.
    Ustedes son testigos de todo esto."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 08 de Abril - «Palpadme y daos cuenta»


        San Antonio de Padua franciscano, doctor de la Iglesia Sermones para el domingo y fiestas de los santos

«Palpadme y daos cuenta»

    «Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona». Creo yo que hay cuatro razones por las que el Señor enseña a los apóstoles su costado, sus manos y sus pies. Primeramente par dar pruebas de que, verdaderamente, había resucitado y así quitar de nosotros toda duda. En segundo lugar para que «la paloma», es decir, la Iglesia o el alma fiel, ponga su nido en sus llagas, como «en las grietas de la roca» (Ct 2,14), y encuentre en ellas protección contra el gavilán que la acecha. En tercer lugar para dejar impresas en nuestros corazones, como unas insignias, las marcas de la Pasión. En cuarto lugar para prevenirnos y pedirnos que tengamos compasión de él y no le traspasemos de nuevo con los clavos de nuestros pecados. Nos enseña sus manos y sus pies: «Ved, dice, las manos que os hicieron y formaron (cf Sl 118,73); mirad como las han traspasado los clavos. Mirad mi corazón del que habéis nacido vosotros los fieles, vosotros mi Iglesia, igual que Eva que nació del costado de Adán; mirad: la lanza lo ha abierto para que se os abra la puerta del paraíso que el querubín de fuego tenía cerrada. La sangre que ha brotado de mi costado ha alejado a este ángel, ha desafilado su espada; el agua ha apagado el fuego (cf Jn 19,34)… Escuchad con atención, recoged estas palabras, y la paz estaré con vosotros."