jueves, 14 de noviembre de 2024

EVANGELIO - 15 de Noviembre - San Lucas 17,26-37


    Epístola II de San Juan 1,4-9.

    Señora elegida: Me he alegrado muchísimo al encontrar a algunos hijos tuyos que viven en la verdad, según el mandamiento que hemos recibido del Padre.
    Y ahora te ruego: amémonos los unos a los otros. Con lo cual no te comunico un nuevo mandamiento, sino que el que tenemos desde el principio.
    El amor consiste en vivir de acuerdo con los mandamientos de Dios. Y el mandamiento que ustedes han aprendido desde el principio es que vivan en el amor.
    Porque han invadido el mundo muchos seductores que no confiesan a Jesucristo manifestado en la carne. ¡Ellos son el Seductor y el Anticristo!
     Ustedes estén alerta para no perder el fruto de sus trabajos, de manera que puedan recibir una perfecta retribución.
    Todo el que se aventura más allá de la doctrina de Cristo y no permanece en ella, no está unido a Dios. En cambio, el que permanece en su doctrina está unido al Padre y también al Hijo.


Salmo 119(118),1.2.10.11.17.18.

Felices los que van por un camino intachable,
los que siguen la ley del Señor,

Felices los que cumplen sus prescripciones
y lo buscan de todo corazón,

Yo te busco de todo corazón:
no permitas que me aparte de tus mandamientos.

Conservo tu palabra en mi corazón,
para no pecar contra ti.

Sé bueno con tu servidor,
para que yo viva y pueda cumplir tu palabra.

Abre mis ojos,
para que contemple las maravillas de tu ley.


    Evangelio según San Lucas 17,26-37.

    Jesús dijo a sus discípulos: "En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempos de Noé.
    La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos.
    Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía.
    Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos.
    Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre.
    En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, no baje a buscarlas. Igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás.
    Acuérdense de la mujer de Lot.
    El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará.
    Les aseguro que en esa noche, de dos hombres que estén comiendo juntos, uno será llevado y el otro dejado; de dos mujeres que estén moliendo juntas, una será llevada y la otra dejada".
    Entonces le preguntaron: «¿Dónde sucederá esto, Señor?»
    Jesús les respondió: "Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 15 de Noviembre - "Dios espera el tiempo de nuestra conversión"


     San Romano el Melódico (?-c. 560) compositor de himnos Himno de Noé


"Dios espera el tiempo de nuestra conversión"
    
    Cuando contemplo la amenaza sobre los culpables en tiempo de Noé, tiemblo, yo que también soy culpable de abominables pecados... A los hombres de entonces, el Creador los advirtió de la amenaza, porque esperaba el tiempo de su conversión. También para nosotros llegará la hora final, desconocida por nosotros e incluso por los ángeles (Mt 24,36). En este día, Cristo, el Señor desde todos los siglos, vendrá cabalgando sobre las nubes para juzgar a la tierra, tal como lo vio Daniel (7,13). Antes de que esta hora última no caiga sobre nosotros, supliquemos a Cristo clamándole: «Por el amor que tú nos tienes, salva a todos los hombres de la cólera, Redentor del universo»... 

    El Amigo de los hombres, viendo la maldad que reinaba en aquel entonces, dijo a Noé: ««He decidido acabar con toda carne (Gn 6,13), porque la tierra está llena de violencias por culpa de ellos. Tú eres el único justo que he visto en esta generación (Gn 7,1)... Hazte un arca de maderas resinosas...; como una matriz llevará las simientes de las especies futuras. La harás como una casa, a imagen de la Iglesia... En elle te cobijaré, a ti que con tanta fe me gritas: 'Por el amor que me tienes salva a todos los hombres de la cólera, Redentor del universo'.»

    El elegido llevó a cabo su obra, inteligentemente..., y gritaba con fe a los hombres sin fe: «¡Daos prisa, salid de vuestro pecado, rechazad toda maldad, arrepentíos! Lavad con lágrimas la suciedad de vuestras almas, y a través de la fe, conciliaos con el poder de nuestro Dios...» Pero estos hijos de rebeldía no se convirtieron. Añadieron a su perversidad, su endurecimiento de corazón. Desde entonces Noé impetro a Dios con lágrimas: «En otro tiempo me hiciste salir del seno de mi madre; ¡sálvame ahora en esta arca caritativa! Porque voy a encerrarme en esta especie de tumba, pero cuando me llamarás, ¡saldré de ella por tu poder! Desde ahora voy a prefigurar en ella la resurrección de todos los hombres, cuando salvarás a tus justos del fuego, tal como me salvarás de las olas del mal arrancándome de en medio de los impíos, a mi que con fe te grito a ti, Juez compasivo: 'Por el amor que nos tienes, salva a todos los hombres de la cólera, Redentor del universo.'»   

SANTORAL - SAN ALBERTO MAGNO

 15 de Noviembre


   San Alberto, llamado «Magno», obispo y doctor de la Iglesia, que ingresó en la Orden de Predicadores en París, enseñó de palabra y en sus escritos las disciplinas filosóficas y divinas, y fue maestro de santo Tomás de Aquino, uniendo maravillosamente la sabiduría de los santos con la ciencias humanas y naturales. Después se vio obligado a aceptar la sede episcopal de Ratisbona, desde la cual se esforzó asiduamente en fortalecer la paz entre los pueblos, aunque al cabo de un año prefirió la pobreza de la Orden a toda clase de honores, y murió santamente en Colonia, en la Lotaringia Germánica.

    Fueron los propios contemporáneos de san Alberto quienes le dieron el título de «Magno». Por la profundidad y amplitud de sus conocimientos solían llamarle también «el Doctor Universal» y decían que «sus conocimientos en todos los campos son casi divinos, de suerte que merece que le llamemos la maravilla y el milagro de nuestra época». Aun el monje Roger Bacon le consideraba como «una autoridad» y calificaba sus obras de «fuentes originales». El hecho de haber sido el maestro de santo Tomás de Aquino contribuyó también a la fama de san Alberto; pero sus contemporáneos, lo mismo que la posteridad, le han juzgado como un hombre grande por sí mismo. Alberto era de origen suabo. Pertenecía a la familia Bollstädt; nació en el castillo de Lauingen, a orillas del Danubio, en 1206. Lo único que sabemos sobre su juventud, es que estudió en la Universidad de Padua. En 1222, el beato Jordán de Sajonia, segundo maestro general de la orden de Santo Domingo, escribía desde Padua a la beata Diana de Andelo, que estaba en Bolonia, anunciándole que había admitido en la orden a diez postulantes, «y dos de ellos son hijos de condes alemanes». Uno era Alberto. Un tío suyo, que vivía en Padua, había tratado de impedir que ingresase en la orden de Santo Domingo, pero la influencia del beato Jordán había sido más fuerte que la suya. Cuando el conde de Bollstädt se enteró de que su hijo vestía el hábito de los frailes mendicantes, se enfureció sobremanera y habló de sacarlo por la fuerza de la orden. Pero los superiores de Alberto le enviaron discretamente a otro convento, y la cosa paró ahí. Probablemente se trataba del convento de Colonia, ya que allí enseñaba Alberto en 1228. Más tarde, fue prefecto de estudios y profesor en Hildesheim, Friburgo de Brisgovia y Estrasburgo. Cuando volvió a Colonia, era ya famoso en toda la provincia alemana. Como París era entonces el centro intelectual de Europa occidental, Alberto pasó allí algunos años como maestro subordinado, hasta que obtuvo el grado de profesor. En 1248, los dominicos determinaron abrir una nueva Universidad («studia generalia») en Colonia y nombraron rector a san Alberto. Desde entonces hasta 1252, tuvo entre sus discípulos a un joven fraile llamado Tomás de Aquino.

    En aquella época, la filosofía comprendía las principales ramas del saber humano accesibles a la razón natural: la lógica, la metafísica, las matemáticas, la ética y las ciencias naturales. Entre los escritos de san Alberto, que forman una colección de treinta y ocho volúmenes in-quarto, hay obras sobre todas esas materias, por no decir nada de los sermones y de los tratados bíblicos y teológicos. La figura de san Alberto y la de Roger Bacon se destacan en el campo de las ciencias naturales, cuya finalidad, según dice el santo, consiste en «investigar las causas que operan en la naturaleza». Algunos autores llegan incluso a decir que san Alberto contribuyó aún más que Bacon al desarrollo de la ciencia. En efecto, fue una autoridad en física, geografía, astronomía, mineralogía, alquimia (es decir, química) y biología, por lo cual nada tiene de sorprendente que la leyenda le haya atribuido poderes mágicos. En sus tratados de botánica y fisiología animal, su capacidad de observación le permitió disipar leyendas como la del águila, la cual, según Plinio, envolvía sus huevos en una piel de zorra y los ponía a incubar al sol. También han sido muy alabadas las observaciones geográficas del santo, ya que hizo mapas de las principales cadenas montañosas de Europa, explicó la influencia de la latitud sobre el clima y, en su excelente descripción física de la tierra, demostró por un argumento muy complicado que era redonda. Pero el principal mérito científico de san Alberto no reside en esto, sino en que, al caer en la cuenta de la autonomía de la filosofía y del uso que se podía hacer de la filosofía aristotélica para ordenar la teología, reescribió, por decirlo así, las obras del filósofo para hacerlas aceptables a los ojos de los críticos cristianos. Por otra parte, aplicó el método y los principios aristotélicos al estudio de la teología, por lo que fue el iniciador del sistema escolástico, que su discípulo Tomás de Aquino había de perfeccionar. Así pues, fue san Alberto el principal creador del «sistema predilecto de la Iglesia». El reunió y seleccionó los materiales, echó los fundamentos y santo Tomás construyó el edificio.

    San Alberto escribió durante sus largos años de enseñanza y no dejó de hacerlo cuando se dedicó a otras actividades. Como rector del «Studium» de Colonia, se distinguió por su talento práctico, de suerte que de todas partes le llamaban a arreglar las dificultades administrativas y de otro orden. En 1254, fue nombrado provincial en Alemania. Dos años más tarde, con su alto cargo asistió al capítulo general de la orden en París, donde se prohibió a los dominicos que aceptasen que en las universidades se les diese el título de «maestro» o «doctor» o cualquier otro tratamiento que no fuera el de su propio nombre. Para entonces, ya se llamaba a san Alberto «el doctor universal», y el prestigio de que gozaba había provocado la envidia de los profesores laicos contra los dominicos. En vista de esa dificultad, que había costado a santo Tomás y a san Buenaventura un retraso en la obtención del doctorado, san Alberto fue a Italia a defender a las órdenes mendicantes contra los ataques de que eran objeto en París y otras ciudades. Guillermo de Saint-Amour se había hecho eco de dichos ataques en su panfleto «Sobre los peligros de la época actual». Durante su estancia en Roma, san Alberto desempeñó el cargo de maestro del sacro palacio, es decir, de teólogo y canonista personal del Papa. Por entonces, predicó en las diversas iglesias de la ciudad. En 1260, la Santa Sede le ordenó aceptar el gobierno de la sede de Regensburgo, la cual, según se le informó, era «un caos, tanto en lo espiritual como en lo material». San Alberto fue obispo de Regensburgo menos de dos años, pues el papa Urbano IV aceptó su renuncia, pero en ese breve período hizo mucho por remediar los problemas de su diócesis. Desgraciadamente, los intereses creados y la persistencia de ciertos abusos no permitieron al santo terminar la obra comenzada. Para gran gozo del maestro general de los dominicos, Humberto de Romanos, que había tratado en vano de impedir que Alejandro le consagrase obispo, san Alberto volvió al «Studium» de Colonia. Pero al año siguiente, el santo recibió la orden de colaborar en la predicación de la Cruzada en Alemania con el franciscano Bertoldo de Ratisbona. Una vez terminada esa tarea, san Alberto volvió a Colonia, donde pudo dedicarse a escribir y enseñar hasta 1274, cuando se le mandó asistir al Concilio Ecuménico de Lyon. En vísperas de partir, se enteró de la muerte de su querido discípulo, santo Tomás de Aquino (según se dice, lo supo por revelación divina). A pesar de esta impresión y de su avanzada edad, san Alberto tomó parte muy activa en el Concilio, ya que, junto con el beato Pedro de Tarentaise (luego Inocencio V) y Guillermo de Moerbeke, trabajó ardientemente por la reunión de los griegos, apoyando con toda su influencia la causa de la paz y de la reconciliación.

    Probablemente, la última aparición que hizo en público tuvo lugar tres años más tarde, cuando el obispo de París, Esteban Tempier, y otros personajes, atacaron violentamente ciertos escritos de santo Tomás. San Alberto partió apresuradamente a París para defender la doctrina de su difunto discípulo, que coincidía en muchos puntos con la suya, y propuso a la Universidad que le diese la oportunidad de responder personalmente a los ataques; pero ni aun así consiguió evitar que se condenasen en París ciertos puntos. En 1278, cuando dictaba una clase, le falló súbitamente la memoria. Según la leyenda, que no se basa en testimonios suficientemente sólidos, el santo contó a sus oyentes que, cuando era joven en la vida religiosa, el desaliento le había hecho pensar en volver al mundo, pero la Santísima Virgen se le apareció en sueños y le prometió que, si perseveraba, ella le alcanzaría la gracia necesaria para llevar a cabo sus estudios. También le vaticinó que, en su ancianidad, volvería nuevamente a desfallecer su inteligencia y que ésa sería la señal de que su muerte estaba próxima. Como quiera que fuese, san Alberto perdió casi enteramente la memoria y la agudeza de entendimiento. Dos años después, murió apaciblemente, sin que hubiese padecido antes enfermedad alguna, cuando se hallaba sentado conversando con sus hermanos en Colonia. Era el 15 de noviembre de 1280.

    Alguien ha dicho: «Aunque en las obras de Alberto hay frecuentes indicios de que llevaba una vida de gran santidad, los hay también de que, en cuanto empuñaba la pluma, perdía ese olvido de sí mismo que caracteriza a Santo Tomás. Para sentirnos frente a un candidato a la canonización, es preciso esperar a que Alberto deje la pluma y exprese con lágrimas lo más íntimo de su pensamiento». Este acceso gradual a las alturas de la santidad, refleja la lentitud con que san Alberto llegó a la gloria de los altares. En efecto, no fue beatificado sino hasta 1622, y aunque se le veneraba ya mucho, especialmente en Alemania, la canonización se hizo esperar todavía. En 1872 y en 1927, los obispos alemanes pidieron a la Santa Sede su canonización, pero al parecer, fracasaron. Finalmente, el 16 de diciembre de 1931, Pío XI, en una carta decretal, proclamó a Alberto Magno Doctor de la Iglesia, lo que equivalía a la canonización e imponía a toda la Iglesia de Occidente la obligación de celebrar su fiesta. San Alberto, según dijo el Sumo Pontífice, «poseyó en el más alto grado cl don raro y divino del espíritu científico ... Es exactamente el tipo de santo que puede inspirar a nuestra época, que busca con tantas ansias la paz y tiene tanta esperanza en sus descubrimientos científicos». San Alberto es el patrono de los estudiantes de ciencias naturales.

Oremos

    Señor, tú que has hecho insigne al obispo San Alberto Magno, porque supo conciliar de modo admirable la ciencia divina con la sabiduría humana, concédenos a nosotros aceptar de tal forma su magisterio que, por medio del progreso de las ciencias, lleguemos a conocerte y a amarte mejor. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

-FRASE DEL DÍA-



 

miércoles, 13 de noviembre de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 14 de Noviembre - San Lucas 17,20-25


   Carta de San Pablo a Filemón 1,7-20.

    Por mi parte, yo he experimentado una gran alegría y me he sentido reconfortado por tu amor, viendo cómo tú, querido hermano aliviabas las necesidades de los santos.
    Por eso, aunque tengo absoluta libertad en Cristo para ordenarte lo que debes hacer, prefiero suplicarte en nombre del amor, Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero a causa de Cristo Jesús, te suplico en favor de mi hijo Onésimo, al que engendré en la prisión.
    Antes, él no te presto ninguna utilidad, pero ahora te será muy útil, como lo es para mí.
    Te lo envío como si fuera yo mismo.
    Con gusto lo hubiera retenido a mi lado, para que me sirviera en tu nombre mientras estoy prisionero a causa del Evangelio.
    Pero no he querido realizar nada sin tu consentimiento, para que el beneficio que me haces no sea forzado, sino voluntario.
    Tal vez, él se apartó de ti por un instante, a fin de que lo recuperes para siempre, no ya como un esclavo, sino como algo mucho mejor, como un hermano querido. Si es tan querido para mí, cuánto más lo será para ti, que estás unido a él por lazos humanos y en el Señor.
    Por eso, si me consideras un amigo, recíbelo como a mi mismo.
    Y si él te ha hecho algún daño o te debe algo, anótalo a mi cuenta.
    Lo pagaré yo, Pablo que firmo esta carta de mi puño y letra. No quiero recordarte que tú también eres mi deudor, y la deuda eres tú mismo.
    Sí, hermano, préstame ese servicio por amor al Señor y tranquiliza mi corazón en Cristo.


Salmo 146(145),7.8-9a.9bc-10.

El Señor hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos.

Abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados,
el Señor ama a los justos
y entorpece el camino de los malvados.

El Señor protege a los extranjeros
y sustenta al huérfano y a la viuda;
el Señor ama a los justos
El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión,

a lo largo de las generaciones.
¡Aleluya!


    Evangelio según San Lucas 17,20-25.

    Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: 'Está aquí' o 'Está allí'. Porque el Reino de Dios está entre ustedes".
    Jesús dijo después a sus discípulos: "Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán.
    Les dirán: 'Está aquí' o 'Está allí', pero no corran a buscarlo.
    Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día.
    Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 14 de Noviembre - «Como el rayo relampaguea de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del Hombre en su día»


      San Francisco de Sales, obispo Sermón: Dios reina también en la aflicción. Sermón. IX, 287.


«Como el rayo relampaguea de un extremo a otro del cielo, 
así será el Hijo del Hombre en su día» 

    ¿Cómo es posible, me decís, que el Señor esté conmigo y me veo rodeado de toda clase de aflicciones…; que el Señor sea el Dios de la paz y estoy en guerra y en turbación…?
    ¡Cómo se engañan los hombres y el mundo si creen que donde está el Señor no puede haber penas y aflicciones, sino que solamente abunda la consolación!
    Esto no es así, al contrario, en la aflicción y en la tribulación es cuando Dios está más cerca de nosotros, pues es entonces cuando tenemos más necesidad de su protección y su socorro.
    Nuestro Señor se lo quiso enseñar así a sus Apóstoles mediante una señal cierta: que la paz se asegura mediante llagas y sufrimientos. Como diciendo: ¿Qué os pasa? Bien veo, Apóstoles míos, que estáis temerosos y con miedo. Habéis tenido motivos de temor hace unos días cuando me visteis azotado (o mejor, lo oísteis decir, pues todos me abandonasteis excepto uno que me fue fiel). Supisteis que fui golpeado, coronado de espinas y colgado de la cruz.
    Pero ahora ya no tenéis que temer; que la paz esté en vuestro corazón, pues Yo he salido victorioso, derribando a todos mis adversarios.
    No tengáis miedo, Yo he hecho las paces entre mi Padre celestial y los hombres y en el Sacrificio que he ofrecido a la Bondad divina, se ha cumplido esta santa reconciliación.
    Yo soy pobre, nada tengo. Sabéis que mi grandeza consiste, no en la posesión de bienes terrenales, que en toda mi vida no los tuve. Mi riqueza es la paz y ése es el legado que os hago.
    Lo que Yo doy a los que me son más queridos es la paz.

SANTORAL - SAN NICOLÁS TAVELIC Y COMPAÑEROS MÁRTIRES

14 de Noviembre


    Martirologio Romano: En Jerusalén, santos Nicolás Tavelic, Deodato Aribert, Esteban de Cúneo y Pedro de Narbone, presbíteros de la Orden de los Hermanos Menores y mártires, que por predicar libremente en la plaza pública la religión cristiana a los sarracenos y confesar constantemente a Cristo como Hijo de Dios, fueron quemados vivos († 1391). Nicolás Tavelic (1340-1391) es el primer croata canonizado. Su figura se destaca grandemente en el ambiente de su tiempo. Nació hacia 1340 en la ciudad dálmata de Sebenic. Siendo adolescente entró en la Orden de Hermanos Menores y ya sacerdote fue enviado como misionero a Bosnia, donde se prodigó por cerca de 12 años por la conversión de los Bogomiles, patarenos balcánicos, junto con Deodato de Rodez. Hacia 1384 ambos se dirigieron a Palestina, donde se juntaron con otros dos cohermanos, Pedro de Narbona y Esteban de Cuneo. Todos cuatro entregaron su vida como mártires de Cristo.

    Nicolás y los tres cohermanos, permanecieron en Jerusalén en el convento de San Salvador, en estudio y oración. Después de larga meditación, Nicolás proyectó una empresa audaz. La empresa estaba en el espíritu de San Francisco, movido por el Espíritu Santo, por el celo de la fe y por el deseo del martirio. Se trataba de anunciar públicamente en Jerusalén ante los musulmanes principales la doctrina de Cristo.

    Deodato († 1391) nació en una ciudad francesa que en los textos originales latinos de la mayor parte de los autores es llamada “Ruticinium”, identificada con la actual ciudad de Rodez, sede episcopal. Todavía joven se hizo hermano menor y fue ordenado sacerdote en la Provincia franciscana de Aquitania.

    En los años 1372‑1373, el vicario general Padre Bartolomé de la Verna había hecho un llamamiento para conseguir religiosos para una particular expedición misionera a Bosnia. Una bula de Gregorio XI del 22 de junio presentaba en aquel momento buenas perspectivas para el progreso en la verdadera fe de aquellas zonas devastadas por la herejía de los Bogomiles, una secta hereje de fuerte tinte maniqueo, que a los errores dogmáticos unía en sus principales representantes una rígida austeridad de vida.

    A Deodato de Rodez lo encontramos en este campo de actividad, en compañía de Nicolás Tavelic. Fue a Bosnia para responder al deseo del Vicario general y del Papa Gregorio XI, en las mismas circunstancias en que fue Nicolás de Tavelic. De este encuentro entre los dos santos nace una fraternal e íntima amistad, que los sostiene por doce largos años en medio de dificultades y fatigas comparables a las de los grandes misioneros de la Iglesia. Una relación pormenorizada, la “Sibenicensis” describe esta venturosa expedición apostólica de Bosnia junto con la relación de su martirio.

    Hacia 1384 ambos se trasladaron a Palestina, donde encontraron otros dos cohermanos: Pedro de Narbona y Esteban de Cuneo, con quienes compartieron las actividades apostólicas y la palma del martirio.

    Pedro de Narbona, de la provincia de los Hermanos Menores de Provenza, por varios años adhirió a la reforma surgida para una mejor observancia de la regla de San Francisco, reforma iniciada en 1368 en Umbría por el Beato Paoluccio Trinci. En poco tiempo se difundió en la Umbría, las Marcas, tanto que en 1373 contaba con una decena de eremitorios. Era un movimiento de fervor que tendía a renovar la forma primitiva de la vida franciscana, especialmente en el ideal de la pobreza y en el ejercicio de la piedad. Que Pedro de Narbona haya llegado de Francia meridional a los eremitorios umbros, es indicio del fervor religioso de su espíritu y esto proyecta una luz singular sobre toda su vida precedente a su permanencia en Jerusalén.

    Esteban nació en Cuneo en el Piamonte y se hizo Hermano Menor en Génova, en la provincia religiosa de la Liguria. Durante ocho años trabajó activamente en Córcega, como miembro de la vicaría franciscana corsa. Podemos decir que de este modo hizo un buen noviciado apostólico. Pasó luego como misionero a Tierra Santa, donde el 14 de noviembre de 1391 selló con el martirio la predicación evangélica. Junto con los tres compañeros, quería demostrar que el islamismo no es la verdadera religión. Cristo Hombre‑Dios, no Mahoma, era el enviado de Dios para salvar a la humanidad.

    El 11 de noviembre de 1391 después de intensa preparación los cuatro misioneros realizaron su proyecto. Salieron juntos del convento llevando cada uno un papel o pliego escrito en latín y en árabe. Se dirigieron a la mezquita, pero mientras querían entrar fueron impedidos. Interrogados por los musulmanes qué querían, respondieron: “Queremos hablar con el Cadi para decirle cosas muy útiles y saludables para sus almas”. Les respondieron: “La casa del cadi no es aquí, vengan con nosotros y se la mostraremos”.

    Cuando llegaron a su presencia, abrieron los papeles y los leyeron, explicándoselos y presentando con firmeza sus propias razones. Dijeron: “Señor cadi y todos ustedes aquí presentes, les pedimos que escuchen nuestras palabras y pongan mucha atención a las mismas, porque todo lo que les vamos a decir es muy provechoso para ustedes, es verdadero, justo, libre de todo engaño y muy útil para el alma de todos aquellos que quieran ponerlo en práctica”. Luego hicieron una prolongada relación que ilustraba la verdad del mensaje evangélico de Cristo, el único en quien está la salvación y demostraron la falsedad de ley de Mahoma. Se reunió una enorme turba de mahometanos, primero asombrados, luego irritados, finalmente hostiles. Nunca se habían oído ante una turba de musulmanes semejantes afirmaciones contra el Corán y contra el islamismo. Al oír este discurso pronunciado con fervor de espíritu por los cuatro Hermanos, el Cadí y todos los presentes se airaron grandemente. Comenzaron a llegar innumerables musulmanes.

    El Cadi entonces dirigió la palabra a los cuatro religiosos en estos términos: “¿Esto lo han dicho ustedes en pleno conocimiento y libertad, o en un momento de exaltación fanática, sin el control de la razón como tontos o locos? ¿Han sido enviados a hacer esto por el Papa de ustedes, o por algún rey cristiano?”. A tal pregunta los religiosos respondieron: “Nosotros hemos venido aquí enviados por Dios. Por tanto si ustedes no creen en Jesucristo y no se bautizan, no tendrán la vida eterna”. Fueron condenados a muerte y el 14 de noviembre de 1391 fueron asesinados, despedazados y quemados. Los canonizó, el 21 de junio de 1970, el papa Pablo VI, quien en su homilía explicó la peculiaridad del martirio de estos santos.


Oremos
 
    Oh Dios, tú glorificaste a tu humilde siervo franciscano  San Nicolás Tavelic y a sus compañeros con el celo por difundir la fe y por la palma del martirio. Concédenos, te rogamos, con su ejemplo e intercesión, que nos apresuremos en el camino de tus mandamientos, para que merezcamos recibir la recompensa de la vida eterna.  Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén. 

-FRASE DEL DÍA-



 

martes, 12 de noviembre de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 13 de Noviembre - San Lucas 17,11-19

 

   Carta de San Pablo a Tito 3,1-7.

    Querido hermano: Recuerda a todos que respeten a los gobernantes y a las autoridades, que les obedezcan y estén siempre dispuestos para cualquier obra buena.
    Que no injurien a nadie y sean amantes de la paz, que sean benévolos y demuestren una gran humildad con todos los hombres.
    Porque también nosotros antes éramos insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de los malos deseos y de toda clase de placeres, y vivíamos en la maldad y la envidia, siendo objeto de odio y odiándonos los unos a los otros.
     Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres, no por las obras de justicia que habíamos realizado, sino solamente por su misericordia, él nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo.
    Y derramó abundantemente ese Espíritu sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador, a fin de que, justificados por su gracia, seamos en esperanza herederos de la Vida eterna.


Salmo 23(22),1-3a.3b-4.5.6.

El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal,
porque Tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.

Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.


    Evangelio según San Lucas 17,11-19.

    Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea.
    Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!".
    Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados.
    Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
    Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿Dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?".
    Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 13 DE NOVIEMBRE - «¡No ha vuelto más que este extranjero!»


    San Bernardo, abad y doctor de la Iglesia Sermón: Muchos oran pero no sabe dar gracias. Sermones diversos, nº 27.


«¡No ha vuelto más que este extranjero!» 

    En nuestros días se ve a mucha gente que ora, pero, desgraciadamente, no hay muchos que se den cuenta de lo que deben a Dios y le den gracias… «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve ¿dónde están?» Creo que os acordáis que es con estas palabras que el Señor se lamentaba de la ingratitud de los otros nueve leprosos. Leemos que bien sabían «orar, suplicar, pedir» porque levantaron la voz para exclamar: «Jesús, hijo de David, ten compasión de nosotros». Pero les faltó una cuarta cosa que es la que reclama san Pablo: «la acción de gracias» (1Tm 2, 1), porque no regresaron y no dieron gracias a Dios.

    También vemos en nuestros días que hay un cierto número de personas que piden a Dios con insistencia lo que les hace falta, pero tan sólo un número reducido de entre ellos parece reconocer los beneficios recibidos. No hay nada malo en pedir con insistencia, pero lo que hace que Dios no nos escuche es porque se da cuenta que nos falta agradecimiento. Al fin y al cabo es quizás un acto de su clemencia el no dar a los ingratos lo que piden, para que no sean juzgados con más rigor a causa de su ingratitud… Es pues a causa de su misericordia que Dios, a veces, retiene su misericordia…

    Podéis bien ver cómo todos los que son curados de la lepra del mundo, quiero decir de desórdenes evidentes, no se aprovechan de su curación. En efecto, muchos están secretamente afectados de una úlcera peor que la lepra, tanto más peligrosa porque es más interior. Es por esta razón que el Salvador del mundo pregunta donde están los otros nueve leprosos, porque los pecadores se alejan de la salvación. Por eso Dios preguntó al primer hombre después de su pecado: «¿Dónde estás?» (Gn 3,9).

    Dichoso este leproso samaritano que reconoció que «no tenía nada que no lo hubiera recibido» (1Co 4,7). Él «guardó hasta el último día el encargo que se le había confiado» (2Tm 1,12) y regresó donde estaba el Señor para darle gracias. Dichoso aquel que, a cada don de la gracia, vuelve hacia aquél en quien se encuentra la plenitud de toda gracia, porque si somos agradecidos con él por todo lo que hemos recibido, preparamos en nosotros mismos un lugar para la gracia… más abundantemente. En efecto, sólo nuestro desagradecimiento puede parar nuestro progreso en el camino de nuestra conversión…

    Dichoso, pues, el que se mira como un extranjero, y sabe dar abundantemente las gracias incluso por los más pequeños beneficios recibidos, teniendo en cuenta que todo lo que se da a un extranjero y a un desconocido es un don puramente gratuito. Por el contrario, que desdichados y miserables somos cuando, después de habernos mostrado timoratos, humildes y devotos olvidamos seguidamente cuán gratuito es lo que hemos recibido…

    Os ruego, pues, hermanos, mantengámonos cada vez más humildes bajo la poderosa mano de Dios (1P 5,6)… Mantengámonos con gran devoción en la acción de gracias y nos concederá la única gracia que puede salvar nuestras almas. Seamos agradecidos, no sólo de palabra o con la punta de los labios, sino por las obras y en verdad.