viernes, 8 de noviembre de 2024

FIESTA DE LA DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN JUAN DE LETRÁN

09 de Noviembre


    La Archibasílica de San Juan de Letrán es la primera basílica de la cristiandad, mandada a construir por el emperador Constantino el Grande para servir como sede de los obispos de Roma.

    Su nombre oficial es Catedral Papal y Archibasílica Patriarcal Mayor y Arciprestal del Santísimo Salvador y de los Santos Juan Bautista y Evangelista en Letrán, pero es más conocida como la Archibasílica de San Juan de Letrán o simplemente la Basílica de Letrán. Su nombre corresponde, en primer lugar, a su dedicación inicial a Cristo Salvador, ocurrida en tiempos del emperador Constantino el Grande, con la intención de servir como sede del obispo de Roma, como ocurrió hasta el siglo XIV.

    Su ubicación, cercana al Monte Celio, correspondía a las antiguas tierras de una noble familia romana, conocida como los Laterani, castellanizado en Letrán. El antiguo palacio, ubicado debajo de la actual basílica, fue confiscado a Plautio Laterani, cónsul romano del siglo I, tras haber conspirado contra Nerón. Tras su condena a muerte, sus bienes pasaron a la Hacienda Imperial.

    A inicios del siglo III, las tierras y el palacio eran utilizadas por el emperador de Septimio Severo como cuartel para su guardia personal, formada por un grupo de caballeros de élite, que en las tierras de los Laterani construyeron un gran complejo militar conocido como el Castra Nova Equitum Singularium. Tras la construcción de la castra, o fortaleza, Septimio Severo decidió devolver parte de los bienes confiscados a Tito Sextio Laterani, descendiente de los antiguos dueños de dichas tierras.

    Posiblemente heredera de Tito Sextio Laterani, las tierras terminaron por el siglo IV en manos de Fausta, mujer del emperador Constantino. Tras la victoria milagrosa del emperador sobre Majencio en la Batalla del Puente Milvio, promulga el Edicto de Milán del año 313, en el cual el emperador reconoce la libertad de culto, cesando oficialmente las persecuciones cristianas. De vuelta a Roma, Constantino busca ofrecer un lugar para que los cristianos pudiesen practicar su Fe, así como su liturgia.

    La Castra Nova Equitum Singularium, había sido parte de la dote de Fausta, mujer de Constantino, junto a otras tierras de los Laterani, pero el emperador había decidido disolver el cuerpo de caballeros que conformaban la guardia imperial (debido a su lealtad a Majencio), y ordena la construcción de una iglesia para los cristianos, Fe a la que él mismo se había ya acercado.

    En el año 324, la construcción fue finalizada y pudo ser consagrada por el Papa Silvestre I, dedicándola al Santísimo Salvador. En el siglo IX, el Papa Sergio III decide dedicarla también a San Juan Bautista, mientras que en el siglo XII, el Papa Lucio II añadió a San Juan Evangelista a los patrones de la basílica, construyendo importantes capillas para cada uno.

    Durante siglos, la Basílica de Letrán fue la única sede del papado, siendo considerada hasta nuestros días como la verdadera catedral del obispo de Roma. Desde el siglo IV hasta el siglo XIV, la sede petrina de Letrán fue ininterrumpida, hasta que fue necesario el traslado de los papas a Aviñón. Junto a la basílica, permanecía un antiguo palacio que fue residencia de los papas hasta la edad media.

    Durante esos mil años, la Basílica de Letrán vivió una intensa historia, ya fuera por los cinco concilios ecuménicos que en ella se celebraron, como por los saqueos de Alarico y Genserico en el siglo V, los añadidos románicos, las vidrieras góticas, los frescos de Giotto, así como las reconstrucciones barrocas de Sixto V, que conllevaron la demolición de gran parte de su estructura original y posteriores añadidos.

    Cuando el papa Gregorio XI decide volver a Roma desde Aviñón, la Basílica de San Juan de Letrán se encontraba en pésimas condiciones, con lo que fue necesario trasladarse a la Colina Vaticana, donde se pretendía establecer una sede temporal hasta la renovación de Letrán. Sin embargo, las condiciones políticas del momento hicieron que los papas quisieran fortalecer su posición como sucesores del apóstol San Pedro, lo que les hizo permanecer en las cercanías de su antiguo enterramiento.

    En el siglo XVI, el saqueo de Roma obligó al Papa Pablo III a demoler el patriarcado y el baptisterio de la Basílica. Pío IV reconstruyó el techo destruido, y Sixto V construyó el Palacio Apostólico Lateranense (sede del Vicariato de Roma). La fachada actual de la Basílica, no fue finalizada hasta el siglo XVIII, cumpliéndose las obras según los planos de Alessandro Galilei.

    La Basílica de San Juan de Letrán, es aún un símbolo de Roma y de la sede pontifical. Por sus paredes corren más de mil quinientos años de historia de la cristiandad, reflejando en su edificio los cambios de la Iglesia, así como los acontecimientos más importantes del pontificado.

    San Agustín recomienda: "Cuando recordemos la Consagración de un templo, pensemos en aquello que dijo San Pablo: ‘Cada uno de nosotros somos un templo del Espíritu Santo’. Ojalá conservemos nuestra alma bella y limpia, como le agrada a Dios que sean sus templos santos. Así vivirá contento el Espíritu Santo en nuestra alma".

-FRASE DEL DÍA-

 


jueves, 7 de noviembre de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 08 de Noviembre - San Lucas 16,1-8


    Carta de San Pablo a los Filipenses 3,17-21.4,1.

    Sigan mi ejemplo, hermanos, y observen atentamente a los que siguen el ejemplo que yo les he dado.
    Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo.
    Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que los cubre de vergüenza, y no aprecian sino las cosas de la tierra.
    En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo.
    El transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio.
    Por eso, hermanos míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, ustedes que son mi alegría y mi corona, amados míos, perseveren firmemente en el Señor.


Salmo 122(121),1-2.3-4a.4b-5.

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la Casa del Señor!»
Nuestros pies ya están pisando
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén, que fuiste construida
como ciudad bien compacta y armoniosa.
Allí suben las tribus,
las tribus del Señor.

Porque allí está el trono de la justicia,
el trono de la casa de David.


    Evangelio según San Lucas 16,1-8.

    Jesús decía a sus discípulos: "Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes.
    Lo llamó y le dijo: '¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto'.
    El administrador pensó entonces: '¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza.
    ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!'.
    Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: '¿Cuánto debes a mi señor?'.
    'Veinte barriles de aceite', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez'.
    Después preguntó a otro: 'Y tú, ¿Cuánto debes?'. 'Cuatrocientos quintales de trigo', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y anota trescientos'.
    Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 08 de Noviembre - «Trabaja con tus manos para hacer el bien»


San Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), presbítero Obras: Santificar el trabajo. Es Cristo que pasa. Cap. 5.


«Trabaja con tus manos para hacer el bien» 

    Conviene no olvidar, por tanto, que esta dignidad del trabajo está fundada en el Amor. Por eso el hombre no debe limitarse a hacer cosas, a construir objetos. El trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor. Reconocemos a Dios no sólo en el espectáculo de la naturaleza, sino también en la experiencia de nuestra propia labor, de nuestro esfuerzo. El trabajo es así oración, acción de gracias, porque nos sabemos colocados por Dios en la tierra, amados por Él, herederos de sus promesas. Es justo que se nos diga: «Ora comáis, ora bebáis, o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios» (1Co 10,31).

    El trabajo profesional es también apostolado, ocasión de entrega a los demás hombres, para revelarles a Cristo y llevarles hacia Dios Padre, consecuencia de la caridad que el Espíritu Santo derrama en las almas. Entre las indicaciones, que San Pablo hace a los de Éfeso, sobre cómo debe manifestarse el cambio que ha supuesto en ellos su conversión… encontramos ésta: el que hurtaba, no hurte ya, antes bien trabaje, ocupándose con sus manos en alguna tarea honesta, para tener con qué ayudar a quien tiene necesidad. Los hombres tienen necesidad del pan de la tierra que sostenga sus vidas, y también del pan del cielo que ilumine y dé calor a sus corazones. Con vuestro trabajo mismo, con las iniciativas que se promuevan a partir de esa tarea, en vuestras conversaciones, en vuestro trato, podéis y debéis concretar ese precepto apostólico.

    Si trabajamos con este espíritu, nuestra vida, en medio de las limitaciones propias de la condición terrena, será un anticipo de la gloria del cielo, de esa comunidad con Dios y con los santos, en la que sólo reinará el amor, la entrega, la fidelidad, la amistad, la alegría. En vuestra ocupación profesional, ordinaria y corriente, encontraréis la materia —real, consistente, valiosa— para realizar toda la vida cristiana, para actualizar la gracia que nos viene de Cristo.

SANTORAL - BEATO JUAN DUNS SCOTO

08 de Noviembre


    Nació en la ciudad de Duns (Escocia), en torno al año 1265. Su familia estaba muy vinculada con los hijos de San Francisco de Asís, los cuales, imitando a los primeros predicadores del Evangelio, habían llegado a Escocia desde los albores de la Orden. Hacia el año 1280 Juan Duns Escoto fue acogido en la Orden de los Frailes Menores por su tío paterno, fray Elías Duns, que era el vicario de la Vicaría de Escocia, que acababa de fundarse. Poseía una inteligencia viva y aguda. Recibió la ordenación sacerdotal el 17 de marzo de 1291. Fue enviado a París para completar sus estudios. Dadas sus eximias virtudes sacerdotales, le fue encomendado el ministerio de confesor, tarea entonces de gran prestigio. Obtuvo los grados académicos en la Universidad de París y comenzó su enseñanza universitaria, que prosiguió en Cambridge, Oxford y Colonia. Fiel a la enseñanza de San Francisco, que en su Regla (Rb 12) prescribe a sus frailes que sean plenamente obedientes al Vicario de Cristo y a su Iglesia, rehusó firmar el libelo de Felipe IV, rey de Francia, contra el Papa Bonifacio VIII. Por ese motivo fue expulsado de París. Sin embargo, al año siguiente pudo volver y reanudar la enseñanza filosófica y teológica. Después fue enviado a Colonia. El 8 de noviembre de 1308 murió repentinamente; en ese tiempo estaba dedicado a la vida regular y a la predicación de la fe católica.

    Centraba en Jesucristo todos sus pensamientos y afectos, y tuvo un profundo y sincero amor a la Iglesia. Utilizó sabiamente las dotes recibidas de Dios desde su nacimiento, y fijó los ojos de la mente y los latidos de su corazón en las profundidades de las verdades divinas; se elevó muy alto en la contemplación y en el amor a Dios.

    Juan Duns Escoto sobresalió entre los grandes maestros de la doctrina escolástica por el excepcional papel que desempeñó en la filosofía y en la teología; brilló especialmente como defensor de la Inmaculada Concepción y eximio defensor de la suprema autoridad del Romano Pontífice. Además, con su doctrina y sus ejemplos de vida cristiana, gastada enteramente en buscar la gloria de Dios, ha atraído a muchos fieles, a lo largo de los siglos, al seguimiento del divino Maestro y a caminar más expeditamente por el camino de la perfección cristiana.

    Su vida estuvo rodeada por la fama de virtudes y sabiduría, que fue aumentando y consolidándose después de su muerte, tanto en Colonia como en otras ciudades. Aunque su fama de santidad se difundió, enriquecida por testimonios de culto, inmediatamente después de su muerte, y no ha disminuido, sin embargo la Providencia ha dispuesto que fuese en nuestros tiempos cuando se llevara a término el proceso de su glorificación, mediante el reconocimiento del culto que se le ha tributado desde tiempo inmemorial y de sus virtudes heroicas que refulgen en la Iglesia santa.

    El sábado 20 de marzo de 1993, en la basílica de San Pedro, el papa Juan Pablo II, durante la celebración de las primeras vísperas del IV domingo de cuaresma, declaró solemnemente el reconocimiento del culto del beato Juan Duns Escoto, que ya había sido oficialmente reconocido el 6 de julio de 1991.

Oremos

    Oh Padre, fuente de toda sabiduría, que en el Beato Juan Duns Escoto, defensor de la Virgen Inmaculada, nos has dado un maestro de vida y de enseñanza, haz que, iluminados por su ejemplo y alimentados por su doctrina, permanezcamos unidos fielmente a Cristo. Que vive y reina contigo.

-FRASE DEL DÍA-



 

miércoles, 6 de noviembre de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 07 de Noviembre - San Lucas 15,1-10


    Carta de San Pablo a los Filipenses 3,3-8a.

    Porque los verdaderos circuncisos somos nosotros, los que ofrecemos un culto inspirado en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, en lugar de poner nuestra confianza en la carne, aunque yo también tengo motivos para poner mi confianza en ella.
    Si alguien cree que puede confiar en la carne, yo puedo hacerlo con mayor razón; circuncidado al octavo día; de la raza de Israel y de la tribu de Benjamín; hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, un fariseo; por el ardor de mi celo, perseguidor de la Iglesia; y en lo que se refiere a la justicia que procede de la Ley, de una conducta irreprochable.
    Pero todo lo que hasta ahora consideraba una ganancia, lo tengo por pérdida, a causa de Cristo.
    Más aún, todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo.


Salmo 105(104),2-3.4-5.6-7.

Canten al Señor con instrumentos musicales,
pregonen todas sus maravillas!
¡Gloríense en su santo Nombre,
alégrense los que buscan al Señor!

¡Recurran al Señor y a su poder,
busquen constantemente su rostro!
recuerden las maravillas que él obró,
sus portentos y los juicios de su boca!

Descendientes de Abraham, su servidor,
hijos de Jacob, su elegido:
el Señor es nuestro Dios,
en toda la tierra rigen sus decretos.


    Evangelio según San Lucas 15,1-10.

    Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
    Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".
    Jesús les dijo entonces esta parábola: "Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?
    Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido".
    Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse".
    Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?
    Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido".
    Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 07 de Noviembre - "Con nuestra oración, corramos a la búsqueda de la oveja perdida"


San Carlos de Foucauld (1858-1916) ermitaño y misionero en el Sahara Meditaciones sobre el Evangelio (Écrits spirituels de Charles de Foucauld, ermite au Sahara, apôtre des touaregs, J. de Gigord, 1964)


"Con nuestra oración, corramos a la búsqueda de la oveja perdida"
           
    Nuestro Señor vino para buscar lo que estaba perdido… Deja algunas ovejas que están en el corral para correr detrás de la que se había perdido…Hagamos como él. Ya que nuestras oraciones son una fuerza, con la certeza de obtener lo que pedimos, corramos. Por nuestras oraciones, corramos a la búsqueda de pecadores y hagamos por ellos la obra por la que nuestro Divino Esposo vino sobre la tierra…

    Si no estamos dedicados a la vida apostólica, mucho debemos rezar por la conversión de los pecadores. La oración es casi el único medio potente, extendido, que tenemos para hacerles un bien y ayudar a nuestro Esposo en su trabajo de salvar a sus Hijos, sacar de un peligro mortal a los que ama apasionadamente, ya que nos ha pedido en su Testamento de amar como él mismo ama… Si estamos dedicados al apostolado, nuestro apostolado sólo dará fruto si rezamos por los que queremos convertir, ya que nuestro Señor da al que demanda, abre a quien llama… Para que Dios ponga buenas palabras sobre nuestros labios, buenas inspiraciones en nuestros corazones y buena voluntad en aquellos a quienes nos dirigimos, es necesaria la gracia de Dios. Para recibirla hay que pedirla… Así, cualquiera sea nuestro género de vida, recemos mucho, mucho, por la conversión de los pecadores. Es especialmente por ellos que Nuestro Señor trabaja, sufre, reza…

    Recemos cada día con toda nuestra alma por la salvación y la santificación de esos hijos perdidos pero muy amados de Nuestro Señor, para que no perezcan, sino que sean felices. Recemos cada día por ellos, largamente y con toda nuestra alma, para que el Corazón de Nuestro Señor sea consolado por su conversión y alegrado por su salvación…

SANTORAL - MARÍA, MEDIANERA DE TODAS LAS GRACIAS

07 de Noviembre


     María nos lleva a Cristo. Con esto queremos decir que la Madre de Jesús ilumina nuestro camino para llegar a su Hijo o, lo que es lo mismo, que gracias a ella conocemos mejor a nuestro hermano e Hijo de Dios llamado también Emmanuel. Hay cristianos que sostienen que Jesús es el único Mediador entre el hombre y Dios. Sin embargo, podemos decir que Jesucristo es el mediador “Principal” pero que su Madre, que nos lleva, precisamente, a Él, ha de ser, por así decirlo, la medianera “Secundaria”. Hoy celebramos, precisa y muy especialmente a María, Madre de Dios. Por eso puede resultar algo extraño que siendo la Madre del Creador no pueda ser, a su vez, medianera ante Quien todo lo ha hecho. Eso sería como sostener que nada pudiera decir la Virgen Inmaculada a su Hijo y, a través de su Hijo, a Dios mismo. Simplemente dicho, eso no puede ser y otra es la verdad.

    Hay tantos casos, a lo largo de la historia de la cristiandad, en los que María ha intervenido directamente, pues se le ha pedido a través de la oración o la piadosa aclamación, en la resolución de situaciones muy difíciles para las personas que así actuaban, que resulta, de todo punto, insostenible, que la Madre de Dios no sea Mediadora y como tal la tratemos.

    Sobre lo primero dicho o, lo que es lo mismo, sobre el rechazo de considerar a María Mediadora, escribió Grignion de Montfort (en su “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen”, c. II, a. I, § I) que hay “Doctores que no conocen a la Madre de Dios, sino de una manera especulativa, árida, estéril e indiferente; que temen abusar de la devoción a la Santísima Virgen, hacer injuria a Nuestro Señor honrando demasiado a su santísima Madre.
Si hablan de la devoción a María, no es tanto para recomendarla como para reprobar las exageraciones”

    Tal reprobación no puede ser más que ejemplo palmario de no comprender la muy especial función espiritual que cumple la Madre de Dios en la historia de la salvación preparada por Dios Padre Todopoderoso.

    Es bien cierto que el apóstol de los gentiles, en su Primera Epístola a Timoteo (2,5) dice que “uno es Dios y uno también el mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” pero eso no ha de querer decir que la Maternidad divina de la que participa la Virgen María, y lo que eso supone de especial unión con la Santísima Trinidad no tenga nada que ver con la mujer que manifestó su “sí” a Dios. Por eso decimos en el Santo Rosario

    Dios te salve, María, Hija de Dios Padre, llena eres de gracia…
    Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo, llena eres de gracia…
    Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo, llena eres de gracia…


    Y por eso mismo, sabemos y compartimos la verdad según la cual María se mantiene como vínculo de unión entre Dios y los hombres y de aquí que la tengamos, también, como Mediadora… de todas las gracias.

    María, pues, es Mediadora también para el Magisterio de la Iglesia católica que responde, como suele suceder, a lo que es creencia fundamental del pueblo de Dios.

    Pero, para los que crean que en realidad esto no es más que una elucubración en beneficio de la Madre que tanto amamos los católicos, lo bien cierto es que también existen razones teológicas que apoyan que María sea considerada como Mediadora. Así, por ejemplo, las siguientes:

a. Es comprensible que María, que con su fiat hizo posible la mismísima Encarnación a partir de la cual nació el Hijo de Dios, Fuente de todas las gracias, pueda participar en el distribuir de las mismas.

b. El papel que le corresponde a María de Corredentora y de Madre espiritual de toda la humanidad ha de tener relación directa y posible con el hecho de que interceda en bien de sus hijos.

c. No poco importante es que siendo María Madre de la Iglesia y, sabiendo que la gracia se comunica por la Esposa de Cristo, no es nada extraño sostener que la gracia que, del cielo, se vierte en los hijos de Dios, pase por sus manos.

    Vemos, por tanto, que no hay nada descabellado en el hecho de considerar a María, aquella joven judía que dijo sí a Dios, como Mediadora de todas las gracias. Es más, no es que no haya nada descabellado sino que otra cosa no puede ser verdad.

    Pero es que, además, en el tiempo que vivió en la tierra, los siguientes hechos adelantan y, a su vez, confirman, el papel que aquí defendemos:

1. Se santifica, a través de ella, el llamado Precursor del Mesías, Juan el Bautista.

2. Por ella los discípulos de su hijo Jesús confirman, por primera vez, su fe en el episodio de las bodas de Caná.

3. Por ella, el discípulo muy amado por Cristo, y que luego cuidaría a la Madre en su propia casa, Juan, el Zebedeo, confirmó su fe en el mismísimo Calvario.

4. Sosteniendo, María, la fe entonces vacilante de los apóstoles y demás discípulos hasta que el Espíritu Santo descendió sobre ellos en Pentecostés.

    En fin… seguramente mucho más se podría decir acerca del papel de Mediadora que cumplió y cumple la Virgen Inmaculada en la historia de la salvación del ser humano.

    Y terminamos con algo que dice, seguramente, todo, acerca de la mediación de María, Mediadora de todas las gracias. Es de esperar que lo digamos muchas veces al cabo del día y, más aún, a lo largo de una vida, más o menos larga. Y es esto: “Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte; amén.

Oremos

    ¡Oh María!, Santísima e Inmaculada Madre de Dios, me presento ante ti, que eres Mediadora de toda gracia, tu que eres la más bella de las rosas. Recibe mis súplicas, Santísima Madre de Dios, para que obtengamos la gracia de hacer que toda nuestra vida, todo lo que deseemos, todo lo que hagamos sea para alabar, y servir en todo a Nuestro Señor. Madre reina de nuestros corazones, ten piedad de nosotros que somos pecadores, ayúdanos a limpiar nuestras almas de la mancha del pecado, para que un día podamos resucitar con Cristo y gozar de la gloria de Dios Padre en el cielo, por los siglos de los siglos. Amén

-FRASE DEL DÍA-