jueves, 31 de octubre de 2024

EVANGELIO - 01 de Noviembre - San Mateo 5,1-12a


    Apocalipsis 7,2-4.9-14.

    Yo, Juan, vi a otro Ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar:
"No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios".
    Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144. 000 pertenecientes a todas las tribus de Israel.
    Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente:
    "¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!".
    Y todos los Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Ancianos y de los cuatro Seres Vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: "¡Amén!    ¡Alabanza, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!
    Y uno de los Ancianos me preguntó: "¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?".
    Yo le respondí: "Tú lo sabes, señor". Y él me dijo: "Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero".

    Palabra de Dios.


Salmo 24(23),1-2.3-4ab.5-6.

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
porque El la fundó sobre los mares,
Él la afirmó sobre las corrientes del océano.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias
y puro el corazón;

él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su Salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.


    Epístola I de San Juan 3,1-3.

    Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre!
    Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente.
    Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a Él.
    Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
    Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él,
porque lo veremos tal cual es.
    El que tiene esta esperanza en Él, se purifica, así como Él es puro.

    Palabra de Dios.


    Evangelio según San Mateo 5,1-12a.

    Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él.
    Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
    Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron."

    Palabra del Señor.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 01 de Noviembre - "Un cristiano debe ser santo"


San Juan María Vianney (1786-1859) presbítero, párroco de Ars Ser santos o reprobados (Aimez Dieu, col. du Laurier, Le Laurier, 1982)


"Un cristiano debe ser santo"
           
    “Sean santos porque yo soy santo” (Lv 19,2), nos dice el Señor. ¿Por qué Dios nos dio un mandamiento semejante? Porque somos sus hijos y si el padre es santo, los hijos deben serlo también. Sólo los santos pueden esperar la felicidad de ir a gozar de la presencia de Dios, que es la santidad misma. Ser cristiano y vivir en el pecado es una contradicción monstruosa. Un cristiano debe ser santo.

    He aquí la verdad que la Iglesia no cesa de repetirnos. Para que se grabe en nuestro corazón, nos presenta un Dios infinitamente santo, santificando una multitud infinita a ver a Dios y a poseerlo. Pero únicamente tendrán esa felicidad si durante de santos. Estos santos parecen decirnos: “Recuerden cristianos, que están destinados sus vidas mortales han esbozado su imagen, su perfección y particularmente su santidad, sin la cual nadie puede ver a Dios”. Pero si la santidad de Dios parece más allá de nuestras fuerzas, consideremos esa multitud de criaturas bienaventuradas, de toda edad, sexo y condición. Ellas están sujetas a las mismas miserias que nosotros, sometidas a los mismos peligros, expuestas a los mismos pecados, atacadas por los mismos enemigos, rodeadas de los mismos obstáculos. Entonces, lo que ellas pudieron hacer, lo podemos también nosotros. No tenemos ninguna excusa para dispensarnos de trabajar para nuestra salvación, para devenir santos. (…)

    Concluyamos diciendo que si lo queremos, podemos ser santos, ya que el buen Dios no nos negaría su gracia para ayudarnos a devenirlo. Es nuestro Padre, nuestro Salvador, nuestro Amigo. Quiere con ardor vernos librados de los males de la vida. Nos llena de toda clase de bienes, después de habernos dado, ya en este mundo, inmensas consolaciones, gustando por anticipado algo de las consolaciones del cielo, que les deseo a todos. 

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

01 de Noviembre


  Solemnidad de Todos los Santos, la fiesta del cielo

    El día de Todos los Santos es una Solemnidad en la que la Iglesia celebra juntos la gloria y el honor de todos los Santos, que contemplan eternamente el rostro de Dios y se regocijan plenamente en esta visión. A nosotros, fieles, este día nos enseña a mirar a aquellos que ya poseen el legado de la gloria eterna.

    Algunos la llaman también "Pascua de Otoño", la importante solemnidad que hoy celebramos como miembros activos de una Iglesia que una vez más no se mira a sí misma, sino que mira y aspira el cielo. La santidad, en efecto, es un camino que todos estamos llamados a seguir, siguiendo el ejemplo de nuestros hermanos mayores que nos son propuestos como modelos porque han aceptado dejarse encontrar por Jesús, hacia quien han ido con confianza trayendo sus deseos, sus debilidades y también sus sufrimientos.

El significado de la solemnidad

    La memoria litúrgica dedica un día especial a todos aquellos que están unidos a Cristo en la gloria y que no sólo son indicados como arquetipos, sino también invocados como protectores de nuestras acciones. Los Santos son los hijos de Dios que han alcanzado la meta de la salvación y que viven en la eternidad esa condición de bienaventuranza bien expresada por Jesús en el discurso de la montaña narrado en el Evangelio (Mt 5, 1-12). Los Santos son también los que nos acompañan en el camino de la imitación de Jesús, que nos conduce a ser la piedra angular en la construcción del Reino de Dios.

La Comunión de los Santos

    En nuestra Profesión de Fe afirmamos que creemos en la Comunión de los Santos: con esto queremos decir tanto la vida como la contemplación eterna de Dios, que es la razón y el propósito de esta comunión, pero también queremos decir la comunión con las "cosas" santas. Si, en efecto, los bienes terrenales, en cuanto son limitados, dividen a las personas en el espacio y en el tiempo, las gracias, los dones que Dios hace son infinitos y de ellos todos pueden participar. Especialmente el don de la Eucaristía nos permite vivir ya ahora la anticipación de esa liturgia que el Señor celebra en el santuario celestial con todos los santos. La grandeza de la redención se mide por el fruto, es decir, por los que han sido redimidos y han madurado en la santidad. La Iglesia contempla en sus rostros su vocación, la condición de humanidad transfigurada en el camino hacia el Reino.

Orígenes e historia de la fiesta

    Esta fiesta de la esperanza, que nos recuerda el objetivo de nuestra vida, tiene raíces antiguas: en el siglo IV comienza a celebrarse la conmemoración de los mártires, común a varias Iglesias. Los primeros vestigios de esta celebración se encontraron en Antioquía el domingo siguiente a Pentecostés y San Juan Crisóstomo ya hablaba de ello. Entre los siglos VIII y IX, la fiesta comenzó a extenderse por toda Europa, y en Roma específicamente en el siglo IX: aquí el Papa Gregorio III (731-741) eligió como fecha del 1 de noviembre para coincidir con la consagración de una capilla en San Pedro dedicada a las reliquias "de los santos apóstoles y de todos los santos mártires y confesores, y de todos los justos perfeccionados que descansan en paz en todo el mundo". En la época de Carlomagno, esta fiesta ya era ampliamente conocida como la ocasión en que la Iglesia, que todavía peregrina y sufre en la Tierra, miraba al cielo, donde residen sus hermanos y hermanas más gloriosos.

-FRASE DEL DÍA-



 

miércoles, 30 de octubre de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 31 de Octubre - San Lucas 13,31-35


   Carta de San Pablo a los Efesios 6,10-20.

    Hermanos, fortalézcanse en el Señor con la fuerza de su poder.
    Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio.
    Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio.
    Por lo tanto, tomen la armadura de Dios, para que puedan resistir en el día malo y mantenerse firmes después de haber superado todos los obstáculos.
    Permanezcan de pie, ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza.
    Calcen sus pies con el celo para propagar la Buena Noticia de la paz.
    Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, con el que podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno.
    Tomen el casco de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.
    Eleven constantemente toda clase de oraciones y súplicas, animados por el Espíritu. Dedíquense con perseverancia incansable a interceder por todos los hermanos, y también por mí, a fin de que encuentre palabras adecuadas para anunciar resueltamente el misterio del Evangelio, del cual yo soy embajador en medio de mis cadenas ¡Así podré hablar libremente de él, como debo hacerlo!


Salmo 144(143),1.2.9-10.

Bendito sea el Señor, mi Roca,
el que adiestra mis brazos para el combate
y mis manos para la lucha.

El es mi bienhechor y mi fortaleza,
mi baluarte y mi libertador;
él es el escudo con que me resguardo,
y el que somete los pueblos a mis pies.

Dios mío, yo quiero cantarte un canto nuevo
y tocar para ti con el arpa de diez cuerdas,
porque tú das la victoria a los reyes
y libras a David, tu servidor.


    Evangelio según San Lucas 13,31-35.

    En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: "Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte".
    El les respondió: "Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado.
    Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.
    ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste!
    Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 31 de Octubre - “Dios quiere que todos los hombres se salven”


San Juan Casiano (c. 360-435) fundador de la Abadía de Marsella Conferencias VII, La protección de Dios (SC 54. Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958)


“Dios quiere que todos los hombres se salven” 
            
    Dios no creó al hombre para que se pierda sino para que viva eternamente, designio que permanece inmutable. Cuando ve brillar en nosotros el más pequeño destello de buena voluntad, o que él mismo lo hace surgir de la dura piedra de nuestro corazón, en su bondad, lo cuidará atentamente. Lo estimula, lo fortifica con su inspiración, “porque Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4).

    “El Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños” (Mt 18,14). (…) Dios es veraz, no miente cuando asegura “Juro por mi vida –oráculo del Señor– que yo no deseo la muerte del malvado, sino que se convierta de su mala conducta y viva” (Ez 33,11). Su deseo es que no se pierda un solo pequeño y sería un enorme sacrilegio que pensemos, al contrario, que él no quiere la salvación de todos sino sólo de algunos. Si alguien se pierde, sería lo opuesto de lo que Dios quiere. Cada día exclama “¡Conviértanse, conviértanse de su conducta perversa! ¿Por qué quieren morir, casa de Israel?”  (Ez 33,11). De nuevo clama “¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste!” (Mt 23,37) y no cesa de clamar “¿Por qué ha defeccionado este pueblo y Jerusalén es una apostasía sin fin? Ellos se aferran a sus ilusiones, se niegan a volver. Endurecieron su rostro más que una roca, no quisieron convertirse” (cf. Jer 8,5. 5,3).

    La gracia de Cristo está siempre a nuestra disposición. Como  “él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4), los llama a todos, sin excepción  “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11,28).

SANTORAL - SAN WOLFGANGO DE RATISBONA

31 de Octubre


    En Ratisbona, en el territorio de Baviera, san Wolfgango, obispo, que, después de ser maestro de escuela y haber profesado como monje, fue elevado a la sede episcopal, desde donde reinstauró la disciplina del clero, y mientras visitaba la región de Pupping descansó en el Señor. San Wolfgang, que pertenecía a una familia suaba, nació hacia el año 930. Sus padres le enviaron muy joven a la abadía de Reichenau, en una isla del Lago de Constanza, que era entonces un floreciente centro del saber. Allí se hizo amigo de un joven de la nobleza, llamado Enrique, hermano de Poppón, el obispo de Wurzburg. Este último había fundado una escuela en su ciudad episcopal, y Enrique convenció a Wolfgang de que se trasladase con él a dicha escuela. La inteligencia de que dio muestras el joven suabo, despertó entre sus compañeros la admiración y la envidia. El año 956, Enrique fue elegido arzobispo de Tréveris. Se llevó a Wolfgang a su arquidiócesis y le nombró profesor en la escuela de su catedral. En Tréveris Wolfgang cayó bajo la influencia de un monje muy dinámico, llamado Romualdo, y secundó con gran entusiasmo los esfuerzos de Enrique por promover la religión en la arquidiócesis. Enrique murió el año 964. Wolfgang se hizo entonces benedictino en un monasterio de Einsiedeln, cuyo abad era un inglés llamado Gregorio. El abad cayó pronto en la cuenta de que las cualidades de Wolfgang eran todavía mayores que su fama y le nombró director de la escuela del monasterio. San Ulrico, obispo de Augsburgo, le confirió la ordenación sacerdotal. Ello despertó el celo misionero de Wolfgang, quien partió a evangelizar a los magiares de Panonia. La empresa no tuvo el éxito que merecía. Por entonces, el emperador Otón II se enteró de que el santo era una persona idónea para ocupar la sede de Regensburg (Ratisbona), que estaba vacante. Inmediatamente le mandó llamar a Frankfurt y le confirió el beneficio temporal, por más que Wolfgang le rogó que le dejase volver a su monasterio. La consagración episcopal tuvo lugar en Regensburg, en la Navidad del año 972.

    San Wolfgang no abandonó jamás el hábito monacal y en la práctica de su ministerio episcopal mantuvo las austeridades de la vida conventual. Lo primero que hizo, una vez que se estableció en su diócesis, fue emprender la reforma del clero y de los monasterios, especialmente de dos conventos de monjas poco edificantes. Una de las principales rentas de la sede procedía de la abadía de San Emmeram de Regensburg. Hasta entonces había dependido del obispo, y los resultados habían sido tan malos como en otros casos análogos. Wolfgang le devolvió la autonomía y confió su gobierno a Ramuoldo, a quien mandó llamar de Tréveris. El santo era incansable en la predicación, y su intenso espíritu de oración confería una eficacia especial a su palabra. Cumplió con gran fidelidad y vigilancia todas sus obligaciones episcopales durante los veintidós años que ocupó la sede. Se refieren varios milagros obrados por él y su generosidad con los pobres llegó a ser proverbial. En una ocasión en que escaseaba el vino, ciertos sacerdotes ignorantes empezaron a emplear agua en vez de vino en la misa; naturalmente, eso horrorizó al santo obispo, quien distribuyó el vino de su propia bodega por toda la diócesis.

    Durante algún tiempo, san Wolfgang abandonó el gobierno de su diócesis y se retiró a la soledad; pero unos cazadores descubrieron su retiro y le obligaron a volver a Regensburg. Como quiera que fuese, la vocación monacal del santo no le impidió cumplir con sus obligaciones seculares, ya que asistió a varias dietas imperiales y acompañó al emperador en una campaña a Francia. San Wolfgang cedió una parte de Bohemia, que pertenecía a su diócesis, para que se fundase una nueva, cuya sede se estableció en Praga. El duque Enrique de Baviera tenía gran veneración por el santo y le confió la educación de su hijo Enrique, quien fue más tarde emperador y santo canonizado. En el curso de un viaje por el Danubio, rumbo a Austria, San Wolfgang cayó enfermo y falleció en la pequeña población de Puppingen, no lejos de Linz. Fue canonizado en 1052. Su fiesta se celebra en muchas diócesis de Europa Central y en las casas de los canónigos regulares de Letrán, ya que San Wolfgang restableció entre su clero la vida canonical.

Oremos

    Dios todopoderoso y eterno, que nos concede celebrar los méritos de todos los santos en una misma solemnidad, te rogamos que, por las súplicas de tan numerosos intercesores , nos concedas en abundancia los dones que te pedimos . Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo . Amen

-FRASE DEL DÍA-



 

martes, 29 de octubre de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 30 de Octubre - San Lucas 13,22-30


    Carta de San Pablo a los Efesios 6,1-9.

    Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor porque esto es lo justo, ya que el primer mandamiento que contiene una promesa es este: Honra a tu padre y a tu madre, para que seas feliz y tengas una larga vida en la tierra.
    Padres, no irriten a sus hijos; al contrario, edúquenlos, corrigiéndolos y aconsejándolos, según el espíritu del Señor.
    Esclavos, obedezcan a sus patrones con temor y respeto, sin ninguna clase de doblez, como si sirvieran a Cristo; no con una obediencia fingida que trata de agradar a los hombres, sino como servidores de Cristo, cumpliendo de todo corazón la voluntad de Dios.
    Sirvan a sus dueños de buena gana, como si se tratara del Señor y no de los hombres, teniendo en cuenta que el Señor retribuirá a cada uno el bien que haya hecho, sea un esclavo o un hombre libre.
    Y ustedes, patrones, compórtense de la misma manera con sus servidores y dejen a un lado las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos, que lo es también de ustedes, está en el cielo, y no hace acepción de personas.


Salmo 145(144),10-11.12-13ab.13cd-14.

Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.

Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre.

El Señor es fiel en todas sus palabras
y bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que caen
y endereza a los que están encorvados.


    Evangelio según San Lucas 13,22-30.

    Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.
    Una persona le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?". El respondió: "Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.
    En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: 'Señor, ábrenos'. Y él les responderá: 'No sé de dónde son ustedes'.
    Entonces comenzarán a decir: 'Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas'.
    Pero él les dirá: 'No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!'.
    Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera.
    Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.
    Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 30 de Octubre - "Traten de entrar por la puerta estrecha"


San Teodoro el Estudita (759-826) monje en Constantinopla Las grandes Catequesis, 82 (Les Grandes Catéchèses, col. Spiritualité Orientale 79, Bellefontaine, 2002)


"Traten de entrar por la puerta estrecha" 
            
    Atravesando  día tras día el tiempo de la vida presente, salven sus vidas (cf. Lc 21,19) con la virtud, anticipen el Reino de los Cielos y reúnan los inconcebibles bienes que nos reservan las promesas.

    Recto y estrecho es el camino de Dios (cf. Mt 7,14), pero grandes y espaciosos los lugares de reposo que se ofrecerán a todos. Las tentaciones del demonio se suceden e incendian la morada espiritual en ustedes, pero el rocío del Espíritu Santo apaga esos incendios y mantiene lista el Agua que surge en Vida eterna (cf. Jn 4,14). (…) Vamos, hijos míos, desde ahora soportemos valientemente este pequeño número de días. Esos días nos son dados para luchar, tenemos que ceñirnos con la corona de justicia (cf. 2Tm 4,8).

    Les pido que a las aflicciones presentes opongamos un corazón ligero (cf. 2 Cor 4,17). Ellas nada son, y como un sueño o una sombra, pasan pronto. Que ninguna nos haga temblar ni claudicar, sino que con ardor renovado pongamos a la obra los mandamientos del Señor. No se dejen entristecer por un ultraje, desviar por una injuria, perder por un reproche, abatir por una irritación, apesadumbrar por un desprecio. Bajemos los ojos, elevemos nuestra alma, seamos buenos unos con otros, indulgentes, perseverantes, pacientes. (…)

    Ustedes, enseñados por Dios, aprendieron todo eso. ¡Hagan lo que agrada a Dios (cf. Jn 8,29) y soporten con coraje los días presentes, hijos míos!