domingo, 16 de junio de 2024

SANTORAL - PROFETA ELÍAS

 17 de Junio


   Queridos hermanos y hermanas, en la historia religiosa del antiguo Israel, tuvieron gran relevancia los profetas con sus enseñanzas y su predicación. Entre ellos surge la figura de Elías, suscitado por Dios para llevar al pueblo a la conversión. Su nombre significa “el Señor es mi Dios” y de acuerdo con este nombre se desarrolla toda su vida, consagrada totalmente a provocar en el pueblo el reconocimiento del Señor como único Dios. De Elías el Eclesiástico dice”Después surgió como un fuego el profeta Elías, su palabra quemaba como una antorcha” (Eclo 48,1). Con esta llama Israel vuelve a encontrar su camino hacia Dios. En su ministerio, Elías reza: invoca al Señor para que devuelva a la vida al hijo de una viuda que le había hospedado (cfr 1Re 17,17-24), grita a Dios su cansancio y su angustia mientras huye por el desierto, buscado a muerte por la reina Jezabel (cfr 1Re 19,1-4), pero es sobre todo en el monte Carmelo donde se muestra todo su poder de intercesor, cuando ante todo Israel, reza al Señor para que se manifieste y convierta el corazón del pueblo. Es el episodio narrado en el capítulo 18 del Primer Libro de los Reyes, en el que hoy nos detendremos.
    
    Nos encontramos en el reino del Norte, en el siglo IX antes de Cristo, en tiempos del rey Ajab, en un momento en el que Israel se había creado una situación de abierto sincretismo. Junto al Señor, el pueblo adoraba a Baal, el ídolo tranquilizador del que se creía que venía el don de la lluvia, y al que por ello se atribuía el poder de dar fertilidad a los campos y vida a los hombres y a las bestias. Aún pretendiendo seguir al Señor, Dios invisible y misterioso, el pueblo buscaba seguridad también en un dios comprensible y previsible, del que creía poder obtener fecundidad y prosperidad a cambio de sacrificios. Israel estaba cediendo a la seducción de la idolatría, la continua tentación del creyente, figurándose poder “servir a dos señores” (cfr Mt 6,24; Lc 16,13), y de facilitar los caminos inescrutables de la fe en el Omnipotente poniendo su confianza también en un dios impotente hecho por hombres.

    Precisamente para desenmascarar la necedad engañosa de esta actitud, Elías hace reunir al pueblo de Israel en el monte Carmelo y le pone ante la necesidad de hacer una elección: “Si el Señor es Dios, seguidle; si es Baal, seguidle a él”(1Re 18, 21). Y el profeta, portador del amor de Dios, no deja sola a su gente ante esta elección, sino que la ayuda indicando el signo que revelará la verdad: tanto él como los profetas de Baal prepararán un sacrificio y rezaran, y el verdadero Dios se manifestará respondiendo con el fuego que consumirá la ofrenda. Comienza así la confrontación entre el profeta Elías y los seguidores de Baal, que en realidad es entre el Señor de Israel, Dios de salvación y de vida, y el ídolo mudo y sin consistencia, que no puede hacer nada, ni para bien ni para mal (cfr Jr 10,5). Y comienza también la confrontación entre dos formas completamente distintas de dirigirse a Dios y de rezar.

    Los profetas de Baal, de hecho, gritan, se agitan, bailan, saltan, entran en un estado de exaltación llegando a hacerse incisiones en el cuerpo, “con espadas y lanzas, hasta estar cubiertos de sangre”(1Re 18,28). Hacen recurso a sí mismos para interpelar a su dios, confiando en sus propias capacidades para provocar su respuesta. Se revela así la realidad engañosa del ídolo: éste está pensado por el hombre como algo de lo que se puede disponer, que se puede gestionar con las propias fuerzas, al que se puede acceder a partir de sí mismos y de la propia fuerza vital. La adoración del ídolo, en lugar de abrir el corazón humano a la Alteridad, a una relación liberadora que permita salir del espacio estrecho del propio egoísmo para acceder a dimensiones de amor y de don mutuo, encierra a la persona en el círculo exclusivo y desesperante de la búsqueda de sí misma. Y el engaño es tal que, adorando al ídolo, el hombre se ve obligado a acciones extremas, en el tentativo ilusorio de someterlo a su propia voluntad. Por ello los profetas de Baal llegan hasta hacerse daño, a infligirse heridas en el cuerpo, en un gesto dramáticamente irónico: para obtener una respuesta, un signo de vida de su dios, se cubren de sangre, recubriéndose simbólicamente de muerte.

    Muy distinta es la actitud de oración de Elías. Él pide al pueblo que se acerque, implicándolo así en su acción y en su súplica. El objetivo del desafío dirigido por él a los profetas de Baal era el de volver a llevar a Dios al pueblo que se había extraviado siguiendo a los ídolos; por eso quiere que Israel se una a él, convirtiéndose en partícipe y protagonista de su oración y de cuanto está sucediendo. Después el profeta erige un altar, utilizando, como recita el texto, “doce piedras, conforme al número de los hijos de Jacob, a quien el Señor había dirigido su palabra, diciéndole: Te llamarás Israel” (v. 31). Esas piedras representan a todo Israel y son la memoria tangible de la historia de elección, de predilección y de salvación de que el pueblo ha sido objeto. El gesto litúrgico de Elías tiene una repercusión decisiva; el altar es el lugar sagrado que indica la presencia del Señor, pero esas piedras que lo componen representan al pueblo, que ahora, por mediación del profeta, está puesto simbólicamente ante Dios, se convierte en "altar", lugar de ofrenda y de sacrificio.

    Pero es necesario que el símbolo se convierta en realidad, que Israel reconozca al verdadero Dios y vuelva a encontrar su propia identidad de pueblo del Señor. Por ello Elías pide a Dios que se manifieste, y esas doce piedras que debían recordar a Israel su verdad sirven también para recordar al Señor su fidelidad, a la que el profeta apela en la oración. Las palabras de su invocación son densas en significado y en fe: “¡Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel! Que hoy se sepa que tú eres Dios en Israel, que yo soy tu servidor y que por orden tuya hice todas estas cosas. Respóndeme, Señor, respóndeme, para que este pueblo reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que eres tú el que les ha cambiado el corazón” (vv. 36-37; cfr Gen 32, 36-37). Elías se dirige al Señor llamándole Dios de los Padres, haciendo así memoria implícita de las promesas divinas y de la historia de elección y de alianza que unió indisolublemente al Señor y a su pueblo. La implicación de Dios en la historia de los hombres es tal, que su Nombre está ya inseparablemente unido al de los Patriarcas, y el profeta pronuncia ese Nombre santo para que Dios recuerde y se muestre fiel, pero también para que Israel se sienta llamado por su nombre y vuelva a encontrar su fidelidad. El título divino pronunciado por Elías parece de hecho un poco sorprendente. En lugar de usar la fórmula habitual, “Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”, utiliza un apelativo menos común: “Dios de Abraham, de Isaac y de Israel”. La sustitución del nombre “Jacob” con “Israel” evoca la lucha de Jacob en el vado del Yaboq, con el cambio de nombre al que el narrador hace una referencia explícita (cfr Gen 32,31) y del que hablé en una de las catequesis pasadas. Esta sustitución adquiere un significado más dentro de la invocación de Elías. El profeta está rezando por el pueblo del reino del Norte, que se llamaba precisamente Israel, distinto de Judá, que indicaba el reino del Sur. Y ahora, este pueblo, que parece haber olvidado su propio origen y su propia relación privilegiada con el Señor, se siente llamar por su nombre mientras se pronuncia el Nombre de Dios, Dios del Patriarca y Dios del pueblo: “Señor, Dios […] de Israel, que se sepa hoy que tu eres Dios en Israel”.

    El pueblo por el que reza Elías es puesto ante su propia verdad, y el profeta pide que también la verdad del Señor se manifieste y que Él intervenga para convertir a Israel, apartándolo del engaño de la idolatría y llevándolo así a la salvación. Su petición es que el pueblo finalmente sepa, conozca en plenitud quien es verdaderamente su Dios, y haga la elección decisiva de seguirle sólo a Él, el verdadero Dios. Porque sólo así Dios es reconocido por lo que es, Absoluto y Trascendente, sin la posibilidad de ponerle junto a otros dioses, que Le negarían como absoluto, relativizándole. Esta es la fe que hace de Israel el pueblo de Dios; es la fe proclamada en el bien conocido texto del Shema‘ Israel: “ Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas (Dt6,4-5). Al absoluto de Dios, el creyente debe responder con un amor absoluto, total, que comprometa toda su vida, sus fuerzas, su corazón. Y es precisamente para el corazón de su pueblo que el profeta con su oración está implorando conversión: “que este pueblo reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que eres tú el que les ha cambiado el corazón” (1Re 18,37). Elías, con su intercesión, pide a Dios lo que Dios mismo desea hacer, manifestarse en toda su misericordia, fiel a su propia realidad de Señor de la vida que perdona, convierte, transforma.

     Y esto es lo que sucede: “cayó el fuego del Señor: Abrasó el holocausto, la leña, las piedras y la tierra, y secó el agua de la zanja. Al ver esto, todo el pueblo cayó con el rostro en tierra y dijo: '¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!'” (vv. 38-39). El fuego este elemento a la vez necesario y terrible, ligado a las manifestaciones divinas de la zarza ardiente y del Sinaí, ahora sirve para mostrar el amor de Dios que responde a la oración y se revela a su pueblo. Baal, el dios mudo e impotente, no había respondido a las invocaciones de sus profetas; el Señor en cambio responde, y de forma irrevocable, no sólo quemando el holocausto, sino incluso secando toda el agua que había sido derramada en torno al altar. Israel ya no puede tener dudas; la misericordia divina ha salido al encuentro de su debilidad, de sus dudas, de su falta de fe. Ahora, Baal, el ídolo vano, está vencido, y el pueblo, que parecía perdido, ha encontrado el camino de la verdad y se ha reencontrado a sí mismo.

    Queridos hermanos y hermanas, ¿qué nos dice a nosotros esta historia del pasado? ¿Cuál es el presente de esta historia? Ante todo está en cuestión la prioridad del primer mandamiento; adorar sólo a Dios. Donde Dios desaparece, el hombre cae en la esclavitud de idolatrías, como han mostrado, en nuestro tiempo, los regímenes totalitarios, y como muestran también diversas formas de nihilismo, que hacen al hombre dependiente de ídolos, de idolatrías; le esclavizan. Segundo, el objetivo primario de la oración es la conversión: el fuego de Dios que transforma nuestro corazón y nos hace capaces de ver a Dios, y así, de vivir según Dios y de vivir para el otro. Y el tercer punto. Los Padres nos dicen que también esta historia de un profeta es profética, si – dicen – es sombra del futuro, del futuro Cristo; es un paso en el camino hacia Cristo. Y nos dicen que aquí vemos el verdadero fuego de Dios: el amor que guía al Señor hasta la cruz, hasta el don total de sí. La verdadera adoración de Dios, entonces, es darse a sí mismo a Dios y a los hombres, la verdadera adoración es el amor. Y la verdadera adoración de Dios no destruye, sino que renueva, transforma. Ciertamente, el fuego de Dios, el fuego del amor quema, transforma, purifica, pero precisamente así no destruye, sino que crea la verdad de nuestro ser, recrea nuestro corazón. Y así realmente vivos por la gracia del fuego del Espíritu Santo, del amor de Dios, somos adoradores en espíritu y en verdad. Gracias.


Oremos

    Tu has dado Señor al Santo Profeta Elías la gracia de vivir en tu presencia y tu lo has colmado del celo de tu gloria, concédenos por su intercesión que contemplando tu rostro lleguemos a ser testigos de tu amor. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén

-FRASE DEL DÍA-



 

viernes, 14 de junio de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 15 de Junio - San Mateo 5,33-37


   Primer Libro de los Reyes 19,19-21.

    En aquellos días: Elías partió de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él había doce yuntas de bueyes, y él iba con la última. Elías pasó cerca de él y le echó encima su manto.
    Eliseo dejó sus bueyes, corrió detrás de Elías y dijo: "Déjame besar a mi padre y a mi madre; luego te seguiré". Elías le respondió: "Sí, puedes ir. ¿Qué hice yo para impedírtelo?" Eliseo dio media vuelta, tomó la yunta de bueyes y los inmoló. Luego, con los arneses de los bueyes, asó la carne y se la dio a su gente para que comieran. Después partió, fue detrás de Elías y se puso a su servicio.


Salmo 16(15),1-2a.5.7-8.9-10.

Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor:
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!

Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré.

Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas
y todo mi ser descansa seguro:
porque no me entregarás a la Muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.


    Evangelio según San Mateo 5,33-37.

    Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor.
    Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios, ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey.
    No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.
    Cuando ustedes digan 'sí', que sea sí, y cuando digan 'no', que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 15 de Junio - «Sea vuestra palabra: sí, sí; no, no.»


     San Francisco de Sales Carta: Deja el juicio sólo a Dios A Santa Juana de Chantal. XIV, 114


«Sea vuestra palabra: sí, sí; no, no.» 

    Os ruego que nunca habléis mal del prójimo, ni digáis nada, por poco que sea, que pueda ofenderle. Pero no por eso hay que favorecer el mal, ni halagarle ni taparle, sino hablar directamente y francamente mal del mal. Y censurar, las cosas censurables, cuando el bien de aquel a quien nos dirigimos lo requiere. Porque en ello se glorifica a Dios.

    Y sobre todo, al censurar el vicio, salvar en lo posible a la persona viciosa; además, la bondad de Dios es tan grande, que en un momento el pecador puede impetrar su gracia. Y nadie puede asegurar que el que ayer era pecador y malo, lo siga siendo hoy.

    Cuando miramos las acciones del prójimo, veámoslas por su lado mejor, y si no podemos excusar ni la acción ni la intención del que quizá es bueno, suspendamos el juicio y procuremos quitarlo de nuestro interior, dejando el juicio a Dios.

    Cuando no podamos excusar el pecado, tengamos al menos compasión con quien lo comete, atribuyéndolo a la causa más disculpable, como ignorancia o enfermedad.

    La caridad teme enfrentarse con el mal y teme aún más el irlo a buscar. Cuando lo encuentra, se desvía de él, lo disimula y cierra los ojos para no verlo.

SANTORAL - SANTA MARÍA MICAELA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

15 de Junio


  Santa María Micaela del Santísimo Sacramento Desmaisières, virgen, fundadora de la Congregación de las Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, que, con tenaz empeño e inflamada en el deseo de ganar almas para Dios, consagró su vida a hacer volver al buen camino a las jóvenes descarriadas y a las meretrices, y falleció en Valencia, ciudad de España, el 24 de agosto.

    Virgen, fundadora, entregada hasta la muerte al amor divino. Nació en Madrid en 1809 y allí, al visitar el Hospital de San Juan de Dios, nació su vocación de consagrarse a la educación de la juventud inadaptada socialmente. El amor a Cristo en la eucaristía fue el alma de su obra. Fundó el Instituto de Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad. Tuvo como director espiritual a San Antonio María Claret. Murió en Valencia, al atender a los enfermos de cólera, el 24 de agosto de 1865. Fue canonizada en 1934.

La Transformación en el Espíritu Santo

     De los escritos de santa María Micaela. El día de Pentecostés sentí una luz interior y comprendí que era Dios tan grande, tan poderoso, tan bueno, tan amante, tan misericordioso, que resolví no servir más que a un Señor que todo lo reúne para llenar mi corazón. Yo no puedo querer más que lo que quieras de mí, Dios mío, para tu mayor gloria. No deseo nada, ni me siento apegada más que a Jesús sacramentado. Pensar que el Señor se quedó con nosotros me infunde un deseo de no separarme de él en la vida, si ser pudiera, y que todos le viesen y amen. Seamos locos de amor divino, y no hay qué temer. Yo no sé que haya en el mundo mayor dicha que servir a Dios y ser su esclava, pero servirle amando las cruces como él hizo, y lo demás es nada, llevado por su amor.

     Dichosos nuestros pecados, que dan a un Dios motivo para que ejerza tanta virtud, como resalta en Dios con el pecador. Éste es tanto más desgraciado cuanto no conoce el valor tan grande de esta alma suya por la que el Señor derramó toda su sangre. ¿Y dudaremos nosotros arrostrar todos los trabajos del mundo por imitar en esto a Jesucristo? ¿Y se nos hará penoso y cuesta arriba dar la vida, crédito, fortuna y cuanto poseemos sobre la tierra, por salvar una que tanto le costó al Señor, toda su sangre sacratísima y divina? Yo sé que ni el viaje, ni el frío, ni el mal camino, lluvias, jaquecas, gastos, todo, me parece nada si se salva una, sí, una. Por un pecado que lleguemos a evitar, somos felices y le amaremos en pago.

Oremos

    Oh Dios, que amas a los hombres y concedes a todos tu perdón, suscita en nosotros un espíritu de generosidad y de amor que, alimentado y fortalecido por la eucaristía, a imitación de Santa María Micaela, nos impulse a encontrarte en los más pobres y en los más necesitados de tu protección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén

-FRASE DEL DÍA-



 

jueves, 13 de junio de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 14 de Junio - San Mateo 5,27-32


    Primer Libro de los Reyes 19,9.11-16.

    Allí, entró en la gruta y pasó la noche. Entonces le fue dirigida la palabra del Señor.
    El Señor le dijo: "Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor". Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto.
    Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave.
    Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta. Entonces le llegó una voz, que decía: "¿Qué haces aquí, Elías?".
    El respondió: "Me consumo de celo por el Señor, el Dios de los ejércitos, porque los israelitas abandonaron tu alianza, derribaron tus altares y mataron a tus profetas con la espada. He quedado yo solo y tratan de quitarme la vida".
    El Señor le dijo: "Vuelve por el mismo camino, hacia el desierto de Damasco. Cuando llegues, ungirás a Jazael como rey de Arám.
    A Jehú, hijo de Nimsí, lo ungirás rey de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, lo ungirás profeta en lugar de ti."


Salmo 27(26),7-8a.8b-9abc.13-14.

¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!
Mi corazón sabe que dijiste:
“Busquen mi rostro”

no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor

en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.


    Evangelio según San Mateo 5,27-32.

    Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio.
    Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
    Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.
    Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.
    También se dijo: El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio.
    Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 14 de Junio - «Si tu mano derecha te es ocasión de pecar, córtala y arrójala de ti»


Orígenes Sobre la Carta a los Romanos: También vosotros habéis resucitado juntamente con él Lib. 4, 7: PG 14, 985-986

«Si tu mano derecha te es ocasión de pecar, córtala y arrójala de ti» 

    Indaguemos todavía cómo es que siendo muchas las prerrogativas de Cristo —de él se dice que es la sabiduría, la virtud, la justicia, la palabra, la verdad, la vida—, el Apóstol haga especialísima mención de la resurrección de Cristo como apoyo de nuestra fe. Pues en otro sitio dice el Apóstol que Dios nos ha resucitado con Cristo y nos ha sentado en el cielo con él.

   Lo que quiere decirnos es esto: Si creéis que Cristo ha resucitado de entre los muertos, creed que también vosotros habéis resucitado juntamente con él; y si creéis que en el cielo está sentado a la derecha del Padre, creeos también vosotros mismos colocados no ya en la tierra, sino en los cielos; y si creéis que habéis muerto con Cristo, creed que viviréis juntamente con él; y si creéis que Cristo murió al pecado y vive para Dios, estad también vosotros muertos al pecado y vivid para Dios. Esto es lo que con autoridad apostólica atestigua diciendo: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra; pues el que esto hace, con su misma conducta confiesa creer en el que resucitó a nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos, y a éste sí que la fe se le cuenta en su haber.

    Pues resulta imposible que quien retenga en sí aunque sea sólo una mínima dosis de injusticia, la justicia se le cuente en su haber, aun cuando crea en el que resucitó al Señor Jesús de entre los muertos. Pues la injusticia nada puede tener en común con la justicia, como tampoco la luz con las tinieblas, la vida con la muerte. Así pues, a los que creyendo en Cristo no se despojan del hombre viejo, con sus obras injustas, la fe no se les puede contar en su haber.

    De igual modo podemos decir, que como al injusto no se le puede contar la justicia en su haber, lo mismo ocurre con el impío, mientras no se despoje de la inveterada costumbre del vicio y se revista del hombre nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador, hasta llegar a conocerlo. Por eso, hablando del Señor Jesús, añade: Que fue entregado –dice– por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación. Con lo cual quiere darnos a entender que hemos de detestar y rechazar todo aquello por lo que Cristo fue entregado.

    Y si estamos convencidos de que fue entregado por nuestros pecados, ¿cómo no considerar como enemigo y contrario todo pecado, teniendo en cuenta que fue el pecado el que entregó a Cristo a la muerte? Ya que si en lo sucesivo mantenemos cualquier tipo de comunión o amistad con el pecado, estaríamos diciendo que nos importa un bledo la muerte de Cristo, aliándonos y secundando lo que él combatió y venció.

    Y si estoy convencido de esto, ¿cómo es que amo lo que a Cristo le llevó a la muerte? Si estoy convencido de que Cristo resucitó para la justificación, ¿cómo puedo complacerme en la injusticia? Así pues, Cristo justifica solamente a quienes, a ejemplo de su resurrección, inician una vida nueva y deponen los antiguos hábitos de la injusticia y de la iniquidad, que son los causantes de su muerte.

SANTORAL - SAN ELISEO PROFETA

14 de Junio


    Eliseo ("Dios es mi salvación") es una figura dominante del siglo IX antes de Cristo. Conocemos el nombre de su padre, Safat, originario de Abel Meholah, al sur de Bewt-Shan, y sabemos que su familia era acomodada (1 Re 19, 16-19). El Carmelo desde siempre consideró a este discípulo de San Elías, de quien heredó su doble espíritu, como su segundo padre espiritual.


    Dios le elige directa y especialmente (1 Re 19,16) para que vaya en seguimiento de Elías (1 Re 19,l9ss), al cual sucederá después de la misteriosa desaparición de éste, heredando su espíritu en la medida establecida por la Ley para los primogénitos: el doble que los otros herederos [2 Re 2,1-15]. Su condición de "hombre de Dios" se revela principalmente en los prodigios de todo género con que está entretejida su vida. Los obra por si mismo, para personas particulares y para comunidades enteras.

    Vivió hacia 850-800, sucesor de san Elías, al que supera ciertamente por el número y lo llamativo de sus milagros, pero no por su personalidad y su influencia religiosa. Así, Elías es mencionado en el Nuevo Testamento, significativamente, 30 veces; Eliseo sólo una vez (Lc 4,27).

    Su historia, casi legendaria y a veces plagiada de la de Elías, fue recogida en 1 y 2 Re (1 Re 19, 19-21,2 Re, 13-8, 15,9,1-15,13, 14,-21). Con la unción de Yehú provocó la caída de la dinastía de Ajab. Gozaba de gran estimación entre los reyes Yosafat (2 Re 3,12) y Yoás (2 Re 13,14-19). Parece que incluso sus propios huesos obraban milagros (2 Re 13,20s).

    Eliseo aparece en la Biblia cuando Elías es arrebatado y su carisma pasa a Eliseo (2 Re 1), y concluye con el milagro que tuvo lugar con el cadáver del profeta ya enterrado (2Re 13,21). La mayoría de las narraciones, que semejan hermosas "florecillas", muestran a Eliseo rodeado de unos grupos que reciben el nombre de "discípulos (o hijos) de los profetas".

¿Los carmelitas sucesores de "los hijos de los Profetas"?

    Esta es una cuestión ya superada, pero quizá sea bueno recordar aquí quiénes eran estos "hijos de los Profetas" a los que muchos autores de dentro y fuera de la Orden señalaron durante siglos como predecesores de los actuales carmelitas, que tienen su verdadero origen a finales del siglo XII. San Eliseo era el Maestro y Padre de todos estos grupos, a quien acudían y obedecían: 2 Re 4,38;6, 1-2,12-21...

    Quizá no nos equivoquemos si consideráramos a esas confraternidades de profetas como los últimos portadores de una fe en Yahvé, pura y sin mezcla; ni tampoco nos equivoquemos, si estimamos en alto grado su importancia en orden a la pervivencia de la fe en Yahvé, y en especial para el sello característico que tendrá en adelante. En último término, éste es el punto del que partió aquella inaudita radicación de la fe yahvista y del derecho divino que nos encontramos en los profetas más tardíos.

    Los sorprendentes descubrimientos en las grutas situadas al noroeste del mar Muerto, no solamente nos proporcionan noticia de un establecimiento de esenios de estricta observancia, un siglo antes y un siglo después del nacimiento de Cristo, sino que nos proporcionan también una visión exacta de las ordenanzas rigurosas de su vida comunitaria dirigida autoritativamente (todo ello gracias al documento llamado "Reglas de la secta"), muestran bajo nueva luz los relatos referentes a las fraternidades de profetas de la época de Eliseo. Hasta la última reforma litúrgica, obra del Vaticano II, celebrábamos su fiesta el 14 de junio. Ahora la celebramos, juntamente con la de N.P.S. Elías, el 20 de julio.

Mensaje de San Eliseo a los católicos

  • Que estemos dispuestos a dejarlo todo por seguir la llamada.
  • Que procuremos encarnar el doble espíritu: oración y apostolado.
  • Que seamos fieles a nuestro Maestro.
  • Que procuremos el bien de todos nuestros hermanos.

Oremos 

    Omnipotente y sempiterno Dios, que te manifiestas admirablemente en la elección de los profetas; concédenos, te suplicamos, que, como el espíritu de Elías lo duplicaste en Eliseo, de esta manera asimismo te dignes duplicar en nosotros la gracia del Espíritu Santo, a fin de que podamos efectuar obras virtuosas. Amén.

-FRASE DEL DÍA-