sábado, 30 de diciembre de 2023
EVANGELIO - 31 de Diciembre - San Lucas 2,22-40.
"Señor, respondió Abrám, ¿para qué me darás algo, si yo sigo sin tener hijos, y el heredero de mi casa será Eliezer de Damasco?".
Después añadió: "Tú no me has dado un descendiente, y un servidor de mi casa será mi heredero".
Entonces el Señor le dirigió esta palabra: "No, ese no será tu heredero; tu heredero será alguien que nacerá de ti.
Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: "Mira hacia el cielo y si puedes, cuenta las estrellas". Y añadió: "Así será tu descendencia".
Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación.
Y ya no te llamarás más Abrám: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre de una multitud de naciones.
El Señor visitó a Sara como lo había dicho, y obró con ella conforme a su promesa.
En el momento anunciado por Dios, Sara concibió y dio un hijo a Abraham, que ya era anciano.
Cuando nació el niño que le dio Sara, Abraham le puso el nombre de Isaac.
canten al Señor con instrumentos musicales,
pregonen todas sus maravillas!
¡Gloríense en su santo Nombre,
alégrense los que buscan al Señor!
¡Recurran al Señor y a su poder,
busquen constantemente su rostro!
recuerden las maravillas que él obró,
sus portentos y los juicios de su boca!
Descendientes de Abraham, su servidor,
hijos de Jacob, su elegido:
El se acuerda eternamente de su alianza,
de la palabra que dio por mil generaciones,
del pacto que selló con Abraham,
del juramento que hizo a Isaac.
Carta a los Hebreos 11,8.11-12.17-19.
También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía.
Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar.
Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas, a aquel de quien se había anunciado: De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre.
Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.
Evangelio según San Lucas 2,22-40.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 31 de Diciembre - "El padre y la madre del niño se asombraban de lo que decían de él"

¿Qué puedo decir de este gran misterio? Veo un obrero, un pesebre, un niño, pañales, una virgen que da a luz privada de lo necesario para un parto, las marcas y el peso de la pobreza. ¿Vieron alguna vez la riqueza entre tantas penas? ¿Cómo el que era rico se hace pobre por nosotros (2 Cor 8,9) al punto que privado de cuna y cobijas está acostado en un duro comedero? (…) ¡Oh riqueza inmensa, bajo las apariencias de pobreza! Duerme en un pesebre y conmociona el universo. Envuelto en sus pañales, rompe las cadenas del pecado. No puede aún pronunciar una palabra e instruye a los magos para que vuelvan por otro camino. ¡El misterio supera a la palabra!
He aquí al neonato en pañales, acostado en un pesebre. También está María, virgen y madre. Y José, al que llaman su padre. Él ha esposado a María, pero el Espíritu Santo la ha cubierto con su sombra. Por eso José estaba angustiado, no sabiendo cómo llamar al niño. (…) En medio de esta ansiedad, un mensaje le fue llevado por un ángel “No temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo” (Mt 1,20). (…) ¿Por qué el Salvador nació de una virgen? Antiguamente, Eva, que era virgen, se dejó seducir y engendró la causa de nuestra muerte. María, habiendo recibido la Buena Noticia, dio a luz al Verbo hecho carne, que nos trae a la vida eterna.
FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS MARÍA Y JOSÉ
Encomiendo a María, "Reina de la familia", a todas las familias del mundo especialmente a las que atraviesan grandes dificultades, e invoco sobre ellas su protección materna. La Sagrada familia, modelo de fe y de fidelidad Meditación dominical de Su Santidad Juan Pablo II diciembre de 1997.
SANTORAL - SAN SILVESTRE, PAPA
San Silvestre I, papa, que piadosamente rigió la Iglesia durante muchos años, período en el cual el emperador Constantino Augusto construyó basílicas venerables, y el Concilio de Nicea aclamó a Cristo como Hijo de Dios. En este día su cuerpo fue enterrado en Roma, en el cementerio de Priscila. Al papa Silvestre I, lo mismo que a su predecesor san Milcíades, se le recuerda más por los sucesos que tuvieron lugar durante su pontificado que por su vida y sus hechos. Vivió en una época de tan grande trascendencia histórica que, inevitablemente surgieron en torno suyo diversas leyendas y anécdotas sensacionales, como las que figuran en la obra «Vita beati Silvestri», pero sin valor como datos para los registros de la historia. En cambio, el Liber Pontificalis hace constar que era el hijo de un romano llamado Rufino, elegido papa a la muerte de san Milcíades, en 314, casi un año después de que el Edicto de Milán había garantizado la libertad para la Iglesia. En consecuencia, las leyendas más significativas sobre san Silvestre se fabricaron alrededor de sus relaciones con el emperador Constantino. En ellas se representa a Constantino como a un leproso que, al convertirse al cristianismo y al recibir el bautismo de manos del papa Silvestre, quedó curado. Como muestra de gratitud hacia el vicario de Cristo en la tierra, el emperador concedió numerosos derechos y privilegios al Papa y sus sucesores y dejó bajo el dominio de la Iglesia a las provincias de Italia. La historia de los «donativos de Constantino» («Donatio Constantini»), que se compuso y se utilizó para fines políticos y eclesiásticos durante la Edad Media, se ha reconocido desde hace mucho como una falsedad, incluyendo el bautismo de Constantino por san Silvestre, ya que en realidad Constantino era todavía catecúmeno cuando se hallaba en su lecho de muerte y fue entonces, dieciocho meses después de la muerte de San Silvestre, cuando un obispo arriano lo bautizó en Nicomedia. A los pocos meses de ocupar la silla de San Pedro, el Papa envió una delegación personal al sínodo convocado en Arles para tratar la disputa donatista. Los obispos reunidos en aquella asamblea formularon críticas por la ausencia del Pontífice que, en vez de presentarse en la reunión, permanecía en «el sitio donde los Apóstoles tienen su tribunal permanente». En junio del año 325, se reunió en la ciudad de Nicea, en Bitinia, el primer Concilio Ecuménico o general de la Iglesia, al que concurrieron unos 220 obispos, casi todos orientales. El papa Silvestre envió de Roma, como delegados, a dos sacerdotes. El Concilio presidido por un obispo de occidente, Osio de Córdoba, condenó las herejías de Arrio y con ello dio principio a una larga y devastadora lucha dentro de la Iglesia. No hay noticias precisas de que san Silvestre haya ratificado oficialmente la firma de sus delegados en las actas del Concilio.
Es probable que haya sido a san Silvestre y no a Milcíades a quien Constantino cedió el palacio de Letrán, donde el Papa estableció su cátedra e hizo de la basílica de Letrán la iglesia catedral de Roma. Durante el pontificado de san Silvestre, el emperador (que en el 330 trasladó su capital de Roma a Bizancio) hizo construir las primeras iglesias romanas, como la de San Pedro en el Vaticano, la de la Santa Cruz en el palacio sesoriano y la de San Lorenzo extramuros. El nombre de este Papa, junto con el de San Martín, ha quedado impuesto hasta ahora a la iglesia titular de un cardenal que, por aquel entonces, fue fundada cerca de los baños de Diocleciano, por un sacerdote llamado Equicio. San Silvestre construyó también otra iglesia en el cementerio de Priscila, sobre la Vía Salaria. En aquel mismo lugar fue enterrado en el año 335. Pero en el 761, el papa Pablo I trasladó sus reliquias a la iglesia de San Silvestre in Capite, que es ahora la iglesia nacional de los ingleses católicos en Roma. Desde el siglo XIII, se generalizó la celebración de la fiesta de este santo Pontífice en el Occidente el 31 de diciembre, y también se observa en el Oriente (el 2 de enero), la conmemoración de aquel primer Pontífice de Roma, después de que la Iglesia salió de las catacumbas.
En cuanto a la «Donatio Constantini», parece ser que, con fecha anterior a ese documento, circuló una historia de san Silvestre, inventada para edificación de los lectores piadosos de la segunda mitad del siglo quinto, donde figura, por ejemplo, el relato de una discusión teológica entre san Silvestre y doce doctores judíos. Hay indicios de que el Liber Pontificalis se documentó en el mencionado libro al hablar del Constitutum Silvestri. Pero también había otra versión de esta leyenda que incluía incidentes tales como la lucha contra un dragón y que modificaba radicalmente otros detalles. En el siglo IX, encontramos textos en los que estos elementos están fundidos con otros nuevos. Por otra parte, desde el siglo sexto comenzaron a aparecer las versiones griegas sobre ese mismo tema. Uno de estos textos griegos se ha conservado en cuarenta copias que ahora existen. También hubo traducciones de las actas de san Silvestre al sirio y al armenio, así como una homilía en verso, atribuida a Santiago de Sarug. En algunas de estas versiones orientales se presenta a san Silvestre como compañero de viaje de santa Elena, la madre de Constantino, por Palestina, y se afirma, además, que el Papa tomó parte en el descubrimiento de la verdadera Cruz. San Silvestre ocupó un lugar importantísimo en el movimiento intelectual medieval.
Socorre, Señor, a tu pueblo que se acoge a la intercesión del papa San Silvestre primero, para que, pasando esta vida bajo tu pastoreo, pueda alcanzar en la gloria la vida que no acaba. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén
viernes, 29 de diciembre de 2023
GAUDETE ET EXSULTATE
60. En orden a evitarlo, es sano recordar frecuentemente que existe una jerarquía de virtudes, que nos invita a buscar lo esencial. El primado lo tienen las virtudes teologales, que tienen a Dios como objeto y motivo. Y en el centro está la caridad. San Pablo dice que lo que cuenta de verdad es «la fe que actúa por el amor» (Ga 5,6). Estamos llamados a cuidar atentamente la caridad: «El que ama ha cumplido el resto de la ley […] por eso la plenitud de la ley es el amor» (Rm 13,8.10). «Porque toda la ley se cumple en una sola frase, que es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Ga 5,14).
EVANGELIO - 30 de Diciembre - San Lucas 2,36-40
Salmo 96(95),7-8a.8b-9.10.
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 30 de Diciembre - "La incomparable belleza de una vida escondida en Dios"

[Nuestro Señor] –“Después de Mi presentación y de Mi fuga a Egipto, me retiré a Nazaret… Ahí pasé los años de Mi infancia y Mi juventud, hasta los treinta años… Es por ustedes, por amor, que he estado ahí… ¿Qué vida llevé?
Llevé esta vida para instruirlos. Durante esos treinta años no he cesado de instruirlos, no con palabras sino con Mi silencio y ejemplo. ¿Qué les enseño? Les enseño primero que pueden hacer bien a los hombres, mucho bien, un bien infinito, un bien divino, sin palabras, sin sermones ni ruido. Sólo con el silencio y dando un buen ejemplo… ¿Qué ejemplo? De la misericordia, de los deberes hacia Dios amorosamente cumplidos, de la bondad hacia todos los hombres, la ternura hacia los que nos rodean, los deberes domésticos santamente realizados. De la pobreza, trabajo, abyección, recogimiento, retiro. De la oscuridad de una vida escondida en Dios, con una vida de oración, penitencia, perdida en el abismo de Dios. Les enseño a vivir del trabajo de sus manos para no estar a cargo de nadie y tener para dar a los pobres. Considero que ese género de vida posee una incomparable belleza …, la de imitarme.
Todos los que quieren ser perfectos, deben vivir pobremente, imitando fielmente mi pobreza de Nazaret… Mucho he predicado la humildad en Nazaret, pasando treinta años en oscuros quehaceres, permaneciendo desconocido, Yo, la luz del mundo. Viviendo la obediencia , sumiso durante treinta años a Mis padres, sin duda santos, pero humanos. ¡Yo, que soy Dios!
SANTORAL - BEATO JUAN MARÍA BOCCARDO, presbítero y fundador
Nació el 20 de noviembre de 1848 y falleció en Pancalieri el 30 de diciembre de 1913. Fue sacerdote, y además además un prolífico escritor, cuyas obras ocupan 44 volúmenes. Lo siguiente es un fragmento de la homilía que SS. Juan Pablo II pronunció en la misa de beatificación, en la Plaza Vittorio Veneto de Turín, el 24 de mayo de 1998. El texto completo puede leerse, en castellano, aquí:
Don Giovanni Maria Boccardo fue un hombre de profunda espiritualidad y, a la vez, un apóstol dinámico, promotor de la vida religiosa y del laicado, siempre atento a discernir los signos de los tiempos. Escuchando, en la oración, la palabra de Dios, maduró una fe vivísima y profunda. Escribió: «Sí, Dios mío, lo que quieres tú, lo quiero también yo».
Y ¿qué decir de su infatigable celo en favor de los más pobres? Supo acercarse a todas las miserias humanas con el espíritu de san Cayetano de Thiene, espíritu que infundió en la congregación femenina que fundó para el cuidado de los ancianos y los enfermos, y para la educación de la juventud. Hizo suya la invitación evangélica: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia» (Mt 6, 33).
Como el santo cura de Ars, del que era devoto, indicó a sus parroquianos, con su palabra y sobre todo con su ejemplo, el camino del cielo. El día de su ingreso en Pancalieri como párroco, dijo a los fieles: «Vengo aquí, queridos hermanos, para vivir como uno de vosotros, como vuestro padre, vuestro hermano y vuestro amigo, y para compartir con vosotros las alegrías y las penas de la vida (...). Vengo como servidor de todos, y cada uno podrá disponer de mí, y yo me consideraré siempre dichoso y feliz de poderos servir, buscando sólo hacer el bien a todos».
Se declaraba siempre hijo devoto de la Virgen, y a ella recurría con constante confianza. A una persona que le preguntó: «¿Es tan difícil ganar el Paraíso?», le respondió: «Sé devoto de María, que es su .puerta., y entrarás». Su ejemplo sigue vivo en la memoria de la gente, que a partir de hoy puede invocarlo como intercesor en el cielo.
Muriò el 30 de Diciembre de 1913, y beatificado por Juan Pablo II el 24 de Mayo de 1998, durante la celebraciòn del V Domingo de Pascua en su visita apostòlica a Turín.
Oremos
Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, te doy gracias y bendigo tu corazón por el gran regalo del evangelio y por haber llamado al beato Juan María Boccardo a predicarla como párroco al servicio de la Iglesia. Por intercesión de tu siervo fiel, haz que todos lo acojan, lo lean y lo escuchen con fe viva, según el Espíritu Santo, y que todos los fieles, siguiendo su ejemplo, lo difundan con el mismo amor con que Tú, Señor, lo predicaste. Jesús, Maestro bueno, glorifica en tu Iglesia a este sacerdote, que gastó su vida por tu gloria y por la salvación de los hombres, y por su intercesión, concédeme la gracia que ahora te pido... Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida. ten piedad de nosotros. Amén