lunes, 18 de diciembre de 2023

GAUDETE ET EXSULTATE

CAPÍTULO SEGUNDO
DOS SUTILES ENEMIGOS DE LA SANTIDAD
El pelagianismo actual - Una voluntad sin humildad


    49. Los que responden a esta mentalidad pelagiana o semipelagiana, aunque hablen de la gracia de Dios con discursos edulcorados «en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico»[46]. Cuando algunos de ellos se dirigen a los débiles diciéndoles que todo se puede con la gracia de Dios, en el fondo suelen transmitir la idea de que todo se puede con la voluntad humana, como si ella fuera algo puro, perfecto, omnipotente, a lo que se añade la gracia. Se pretende ignorar que «no todos pueden todo»[47], y que en esta vida las fragilidades humanas no son sanadas completa y definitivamente por la gracia[48]. En cualquier caso, como enseñaba san Agustín, Dios te invita a hacer lo que puedas y a pedir lo que no puedas[49]; o bien a decirle al Señor humildemente: «Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras»[50].

[46] Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 94: AAS 105 (2013), 1059.

[47] Cf. S. Buenaventura, Las seis alas del Serafín 3, 8: «Non omnes omnia possunt». Cabe entenderlo en la línea del Catecismo de la Iglesia Católica, 1735.

[48] Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiae I-II, q.109, a.9, ad 1: «La gracia entraña cierta imperfección, en cuanto no sana perfectamente al hombre».

[49] Cf. La naturaleza y la gracia, XLIII, 50: PL 44, 271.

[50] Confesiones X, 29, 40: PL 32, 796.

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 19 de Diciembre - San Lucas 1,5-25


    Libro de los Jueces 13,2-7.24-25a.

    Había un hombre de Sorá, del clan de los danitas, que se llamaba Manóaj. Su mujer era estéril y no tenía hijos.
    El Ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo: «Tú eres estéril y no has tenido hijos, pero vas a concebir y a dar a luz un hijo.
    Ahora, deja de beber vino o cualquier bebida fermentada, y no comas nada impuro.
    Porque concebirás y darás a luz un hijo. La navaja nunca pasará por su cabeza, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno materno. El comenzará a salvar a Israel del poder de los filisteos».
    La mujer fue a decir a su marido: «Un hombre de Dios ha venido a verme. Su aspecto era tan imponente, que parecía un ángel de Dios. Yo no le pregunté de dónde era, ni él me dio a conocer su nombre.
    Pero me dijo: "Concebirás y darás a luz un hijo. En adelante, no bebas vino, ni comas nada impuro, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno de su madre hasta el día de su muerte".»
    La mujer dio a luz un hijo y lo llamó Sansón. El niño creció y el Señor lo bendijo.
    Y el espíritu del Señor comenzó a actuar sobre él.


Salmo 71(70),3-4a.5-6ab.16-17.

Sé para mí una roca protectora, Señor,
tú que decidiste venir siempre en mi ayuda,
porque tú eres mi Roca y mi fortaleza.
¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío!

Porque tú, Señor, eres mi esperanza
y mi seguridad desde mi juventud.
En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre;
desde el seno materno fuiste mi protector.

Vendré a celebrar las proezas del Señor,
evocaré tu justicia, que es sólo tuya.
Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud,
y hasta hoy he narrado tus maravillas.


    Evangelio según San Lucas 1,5-25.

    En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era descendiente de Aarón.
    Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor.
    Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada.
    Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios, le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso.
    Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso.
    Entonces se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso.
    Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo.
    Pero el Ángel le dijo: "No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan.
    El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor.  No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios.
    Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto".
    Pero Zacarías dijo al Ángel: "¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada".
    El Ángel le respondió: "Yo soy Gabriel , el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia.
    Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo".
    Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario.
    Cuando salió, no podía hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión en el Santuario. El se expresaba por señas, porque se había quedado mudo.
    Al cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su casa.
    Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y permaneció oculta durante cinco meses.
Ella pensaba: "Esto es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 19 DE DICIEMBRE - «Zacarías volvió a su casa; días después Isabel, su mujer, concibió»


        San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia Obras: Diatessaron, 1, 11-13.


«Zacarías volvió a su casa; días después Isabel, su mujer, concibió» 

    El ángel le dijo: «Tu ruego ha sido escuchado por Dios». Si Zacarías creía que su ruego sería escuchado, oraba bien; si no lo creía, oraba mal. Su oración estaba a punto de ser escuchada y, sin embargo, dudó. Es del todo correcto que en este momento la misma palabra se alejara de él. Antes oraba para llegar a tener un hijo; en el momento en que su petición fue escuchada, cambió y dijo: «¿Cómo estaré seguro de esto?» Porque su boca dudó de su oración, perdió el uso de la palabra… Mientras Zacarías creyó, hablaba; después que dejó de creer, se quedó mudo. Mientras Zacarías creyó, hablaba: «Tenía fe y por eso hablé» (Sl 115,10). Porque menospreció la palabra del ángel, esta misma palabra se le convirtió en tormento a fin de que, con su silencio honrara la palabra que menospreció.

    Era conveniente que se quedara muda la boca que dijo: «¿Cómo estaré seguro de esto?», para que aprendiera que el milagro era posible. La lengua que estaba desatada fue atada para que aprendiera que Aquel que había atado la lengua podía desatar la suya. Así pues, fue la experiencia la que instruyó a aquel que no había aceptado la enseñanza de la fe… Aprendió que aquel que había cerrado una boca abierta podía abrir un seno cerrado.

SANTORAL - SAN URBANO V

19 de Diciembre


    En Aviñón, de la Provenza, beato Urbano V, papa, que siendo monje fue elevado a la cátedra de Pedro y se preocupó por el retorno de la Sede Apostólica a la Urbe y por restituir la unidad a la Iglesia. Guillermo de Grimoard nació en Grisac del Languedoc, en 1310. Su padre era un noble del lugar y su madre era hermana de san Eleazar de Sabran. Después de estudiar en las Universidades de Montpellier y Toulouse, Guillermo ingresó en la orden de San Benito, donde fue ordenado sacerdote. En seguida, volvió a sus antiguas Universidades y luego pasó a las de París y Aviñón a sacar el grado de doctor. Allí enseñó algún tiempo. En 1352, fue nombrado abad de San Germán de Auxerre. En aquella época, los Papas residían en Aviñón. Durante los siguientes diez años, el abad Guillermo sirvió en varias misiones diplomáticas a Inocencio VI, el cual en 1361, le nombró abad de San Víctor de Marsella y le envió a Nápoles como legado ante la reina Juana. Allí se hallaba Guillermo, cuando se enteró de que Inocencio había muerto y de que él había sido elegido para sucederle. Inmediatamente regresó a Aviñón, donde fue consagrado y coronado. Tomó el nombre de Urbano porque «todos los Pontífices de ese nombre habían sido santos». Urbano V fue el mejor de los papas de Aviñón; sin embargo, como la mayoría de ellos, fue demasiado «nacionalista» para velar perfectamente por la Iglesia universal, y le fue imposible desarraigar los abusos que pululaban a su alrededor.

    La gran empresa de su pontificado fue su intento de establecer nuevamente en Roma la sede pontificia; pero fracasó. En efecto, en 1366, haciendo caso omiso de la oposición del rey de Francia y de los cardenales franceses, anunció al emperador que estaba decidido a trasladarse a Roma. En abril del año siguiente, partió para allá. En Carneto salieron a recibirle muchos personajes eclesiásticos y seculares, una embajada romana que le entregó las llaves de Sant'Angelo, y el beato Juan Colombini y los jesuatos (orden extinguida, no confundir con los jesuitas, posteriores), con palmas en las manos e himnos en los labios. Cuatro semanas más tarde, entró Urbano V en Roma, donde ningún Papa había estado desde hacía más de cincuenta años. Al ver la ciudad, el Pontífice no pudo contener las lágrimas. Las grandes basílicas, incluso la de San Juan de Letrán y las de San Pedro y San Pablo, estaban casi en ruinas. Urbano V se dedicó inmediatamente a repararlas y a hacer habitables las residencias pontificias. También tomó rápidamente medidas para restablecer la disciplina entre el clero y el fervor entre el pueblo. En breve tiempo, se dio trabajo a todo el mundo y comenzó a repartirse alimentos a los pobres.

    Al año siguiente, el Pontífice se entrevistó con el emperador Carlos IV. La Iglesia y el imperio se aliaron nuevamente, y Carlos entró en Roma, conduciendo por la brida la mula en que iba montado el Pontífice. Un año más tarde, llegó a Roma el emperador de Oriente, Juan V Paleólogo, deseoso de acabar con el cisma y de conseguir la ayuda del Papa contra los turcos. Urbano V le recibió en la escalinata de San Pedro, pero no pudo prestarle ayuda, pues bastante tenía con defender su propia posición. En efecto, el Pontífice no había logrado vencer a los condottieri, Perugia se había rebelado, Francia estaba en guerra con Inglaterra, los franceses de la corte pontificia estaban muy descontentos, y la salud del Papa comenzaba a fallar. Urbano V decidió regresar a Francia. Los romanos le suplicaron que se quedase; Petrarca se hizo el portavoz de Italia para rogarle que no partiese; santa Brígida de Suecia montó en su mula blanca y fue desde Montefiascone a profetizarle que, si salía de Roma, moriría muy pronto. Todo fue en vano. En junio de 1370, Urbano V declaró ante los romanos que partía por el bien de la Iglesia y para ir a ayudar a Francia. El 5 de diciembre, «triste, enfermo y muy conmovido», se embarcó en Carneto. Dios le llamó a Sí el 19 de diciembre. Petrarca escribió: «Urbano habría sido uno de los hombres más gloriosos, si hubiese puesto su lecho de muerte ante el altar de San Pedro y se hubiese acostado en él con buena conciencia, poniendo a Dios por testigo de que si salía de allí no era por culpa suya, sino de quienes se habían empeñado en esa fuga vergonzosa». Pero los cristianos perdonaron al Papa esa debilidad. Un cronista de Mainz resume así la opinión de sus contemporáneos: «Fue una lumbrera del mundo y un camino de verdad; amó la justicia, huyó de la maldad y temió a Dios».

    Urbano V se vio libre de los vicios de su época y trabajó mucho por la reforma del clero, empezando por su propia corte, en la que la venalidad era cosa notoria. Mantuvo a muchos estudiantes pobres y fomentó el saber ayudando a varias universidades, como la de Oxford, y procurando la fundación de otras nuevas, como las de Cracovia y Viena. El santo confió a los dominicos de Toulouse la custodia de las reliquias de Santo Tomás, y escribió a la Universidad de dicha ciudad: «Deseamos y mandamos que sigáis la doctrina del bienaventurado Tomás, que es verdadera y católica, y que la promováis todo lo posible». Los peregrinos empezaron a acudir al sepulcro de Urbano V, en la abadía de San Víctor de Marsella. El Papa Gregorio XI prometió al rey de Dinamarca, quien había pedido la canonización de Urbano V, que la causa sería introducida. Aunque la época era muy turbulenta, el pueblo cristiano prosiguió tributando culto al siervo de Dios. Pío IX confirmó el culto del beato Urbano en 1870. Su nombre figura en el calendario romano y en el de varias diócesis de Francia.

Oremos

    Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que San Urbano V, Papa, presidiera a todo tu pueblo y lo iluminara con su ejemplo y sus palabras, por su intercesión protege a los pastores de la Iglesia, a sus rebaños y hazlos perseverar por el camino de la salvación eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén

-FRASE DEL DÍA-



 

domingo, 17 de diciembre de 2023

GAUDETE ET EXSULTATE

CAPÍTULO SEGUNDO
DOS SUTILES ENEMIGOS DE LA SANTIDAD
El pelagianismo actual


  48. Porque el poder que los gnósticos atribuían a la inteligencia, algunos comenzaron a atribuírselo a la voluntad humana, al esfuerzo personal. Así surgieron los pelagianos y los semipelagianos. Ya no era la inteligencia lo que ocupaba el lugar del misterio y de la gracia, sino la voluntad. Se olvidaba que «todo depende no del querer o del correr, sino de la misericordia de Dios» (Rm 9,16) y que «él nos amó primero» (1 Jn 4,19).


-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 18 de Diciembre - San Mateo 1,18-24.


    Libro de Jeremías 23,5-8.

    Llegarán los días -oráculo del Señor- en que suscitaré para David un germen justo; él reinará como rey y será prudente, practicará la justicia y el derecho en el país.
    En sus días, Judá estará a salvo e Israel habitará seguro. Y se lo llamará con este nombre: "El Señor es nuestra justicia".
    Por eso, llegarán los días -oráculo del Señor- en que ya no se dirá: "Por la vida del Señor que hizo subir a los israelitas del país de Egipto", sino más bien: "por la vida del Señor que hizo subir a los descendientes de la casa de Israel, y los hizo llegar del país del Norte y de todos los países adonde los había expulsado, para que habiten en su propio suelo".


Salmo 72(71),1-2.12-13.18-19.

Concede, Señor, tu justicia al rey
y tu rectitud al descendiente de reyes,
para que gobierne a tu pueblo con justicia
y a tus pobres con rectitud.

Porque él librará al pobre que suplica
y al humilde que está desamparado.
Tendrá compasión del débil y del pobre,
y salvará la vida de los indigentes.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
pues sólo él hace maravillas.
Sea bendito eternamente su Nombre glorioso
y que su gloria llene toda la tierra.
¡Amén! ¡Amén!


    Evangelio según San Mateo 1,18-24.

    Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
    José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
    Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
    Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
    Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".
    Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 18 DE DICIEMBRE - "La esperanza de la gracia"


San Carlos de Foucauld (1858-1916) ermitaño y misionero en el Sahara Sobre el Evangelio (Œuvre spirituelle, anthologie, Seuil, 1958)


"La esperanza de la gracia"

    “El Ángel del Señor se apareció en sueños a José” (Mt 2,19). Esperemos, esperemos… El Señor no nos dejará en la oscuridad, ya que necesitamos la luz… Podemos estar en la oscuridad, podemos estar mucho tiempo, y a veces dolorosamente. Entonces la oscuridad puede ser útil a nuestras almas y en esa oscuridad usted nos cuidará y conducirá con su mano, sin que lo sintamos. Cuando nuestras almas necesiten la luz, usted la dará siempre…

    Pudo, mi Dios, conducir a san José por otros medios distintos a las apariciones. Me parece que ha sido para rendir evidente a nuestros ojos, desde las primeras páginas del Evangelio, la verdad de la esperanza que tenemos en su gracia (que usted nos otorga para conducirnos a la gloria). Desde la apertura del Nuevo Testamento, nos muestra los ángeles y las estrellas que se levan a su llamado, para guiar a los hombres. Es como un relámpago que ilumina un momento la noche de la tierra y hace ver, ante nuestros ojos sorprendidos, su manera de conducir las almas. Es una velo que se levanta un instante y nos deja ver algo de su eterna e infinitamente bondadosa Providencia.

SANTORAL - SANTO PABLO NGUYEN Y CATEQUISTAS MÁRTIRES

18 de Diciembre


    En la colina de Go-Voi, en Tonkin, santos Pablo Nguyen Van My, Pedro Truong Van Duong y Pedro Vu Van Truat, mártires, los cuales, siendo catequistas y manteniéndose firmes en la fe, en tiempo del emperador Minh Mang fueron estrangulados. A los tres santos que fueron martirizados el 18 de diciembre de 1838 en Co-Voi, Vietnam, les llevó al martirio las argucias de una mujer, llamada Yen, que creía que denunciando a los dirigentes cristianos de su pueblo podría obtener el indulto para su marido, encarcelado bajo la acusación de pertenecer a una banda de maleantes. Simuló querer convertirse al cristianismo y así pudo saber quiénes eran los catequistas de la comunidad cristiana de Bau-No, y al no estar el misionero, san Juan Carlos Cornay, los denunció a ellos. Arrestados y conducidos ante el mandarín, se negaron a decir dónde estaba el misionero, que era lo que más quería el mandarín, pero se les exigió también que pisotearan la cruz en señal de apostasía. Los confesores de la fe se negaron y persistieron en su negativa pese a los golpes y azotes que acompañaron los tremendos interrogatorios a los que fueron sometidos. Condenados por fin a muerte, los tres la recibieron con entereza y generosidad evangélicas. Fueron beatificados en el 1900 y canonizados el 19 de junio de 1988 por el papa Juan Pablo II.

    Pablo Nguyen Van My nació en Ke-Non en 1798. Decidido a ser catequista, hace los estudios en su pueblo y en Ké-Vinh. Fue nombrado colaborador del P. Marette, a cuyo lado trabajó apostolicamente entre 1817 y 1836. Ese año pasó a la compañía de san Juan Carlos Cornay, hasta su detención.

    Pedro Truong Van Duong nació en Ke-So en 1808 en el seno de una familia cristiana. A los 9 años es acogido en la misión de Yentap, y pasa luego como ayudante de varios sacerdotes hasta que en 1824 obtiene el diploma de catequista, siendo enviado a Bau-No con el P. Marette. Arrestado y bárbaramente azotado, se mantuvo firme y desde la cárcel escribió una carta en la que manifestó su alegría de padecer por Cristo.

    Pedro Vu Van Truat había nacido en Ké-Thiec en 1816 y se preparaba para ser catequista cuando fue arrestado con sus dos compañeros de martirio. Como perseveraba firme en la fe pese a los azotes y malos tratos, san Juan Carlos Cornay le mandó a la cárcel el diploma de catequista. Lo sacaban para el suplicio cuando un mandarín le dijo que por qué se dejaba matar siendo tan joven, que era una cosa estúpida, a lo que el mártir respondió que no era estúpido dar esta vida terrena a cambio de la eterna.

-FRASE DEL DÍA-