domingo, 3 de septiembre de 2023
EVANGELIO - 04 de Septiembre - San Lucas 4,16-30
No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza.
Salmo 96(95),1.3.4-5.11-12.13.
Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él.
Queremos decirles algo, fundados en la Palabra del Señor: los que vivamos, los que quedemos cuando venga el Señor, no precederemos a los que hayan muerto.
Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el mismo Señor descenderá del cielo. Entonces, primero resucitarán los que murieron en Cristo.
Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así permaneceremos con el Señor para siempre.
Consuélense mutuamente con estos pensamientos.
Salmo 96(95),1.3.4-5.11-12.13.
Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
Anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos.
Porque el Señor es grande
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Los dioses de los pueblos
no son más que apariencia,
pero el Señor hizo el cielo.
Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;
regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque.
Griten de gozo delante del Señor,
porque él viene a gobernar la tierra:
Él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad.
Evangelio según San Lucas 4,16-30.
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.
Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?".
Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún".
Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.
Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?".
Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún".
Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Palabra del Señor
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 4 de Septiembre - "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción"
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción"
Nuestro Salvador fue verdaderamente ungido, en su condición humana, ya que fue verdadero rey y verdadero sacerdote, las dos cosas a la vez, tal y como convenía a su excelsa condición. El salmo nos atestigua su condición de rey, cuando dice: “Yo mismo he establecido a mi rey en Sión, mi monte santo.” (Sal 2,6)Y el mismo Padre atestigua su condición de sacerdote, cuando dice: “Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.” (Sal 109,4)...El Salvador es, por lo tanto, rey y sacerdote según su humanidad, pero su unción no es material, sino espiritual. Entre los israelitas, los reyes y sacerdotes lo eran por una unción material de aceite; no que fuesen ambas cosas a la vez, sino que unos eran reyes y otros eran sacerdotes; sólo a Cristo pertenece la perfección y la plenitud en todo, él, que vino a dar plenitud a la ley.
Los israelitas, aunque no eran las dos cosas a la vez, eran, sin embargo, llamados cristos (ungidos), por la unción material del aceite que los constituía reyes o sacerdotes. Pero el Salvador, que es el verdadero Cristo, fue ungido por el Espíritu Santo, para que se cumpliera lo que de él estaba escrito: Por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros. (Sal 44,8) Su unción supera a la de sus compañeros, ungidos como él, porque es una unción de júbilo, lo cual significa el Espíritu Santo.
SANTORAL - SANTA ROSA VITERBO
04 de Septiembre
Gertrudis von le Fort ha escrito que la verdadera genialidad de la mujer se encuentra en lo religioso, y que el mundo profano no ha dado a la historia nombres comparables a Juana de Arco o a Catalina de Sena. Rosa de Viterbo se halla en la línea de lo genial en el mundo religioso. El barrio gótico de Viterbo es uno de los lugares más evocadores de la Edad Media. Cuando se habla de aquella época hay que evitar dos escollos: o considerarla como la edad ideal del cristianismo, a fijarse sólo en sus defectos, que los tuvo. Sin embargo, prevalecen los aspectos positivos. En ninguna otra edad de la historia se dejó sentir tan intensamente el influjo del cristianismo en la vida pública y privada, política y social, cultural y artística. Un verdadero y sentido universalismo unió a los pueblos bajo la dirección del Papa y del emperador. Todos tenían fe, y se sujetaban gustosos al magisterio de la Iglesia, no faltando, naturalmente, las excepciones. ¿Qué otro tiempo puede gloriarse de creaciones como las universidades, las catedrales, las cruzadas, la Suma de Santo Tomás y la Divina Comedia de Dante? Los héroes que se llevaban las simpatías de todos eran los santos. Santos del calibre de un Tomás de Aquino, de un Domingo, de un Francisco de Asís.
Rosa nació en Viterbo en 1235. Viterbo formaba parte entonces del patrimonio de San Pedro. En 1216 había muerto Inocencio III, a quien se ha llamado el Augusto del pontificado. Con él se llegó a la cúspide de la autoridad de la Iglesia sobre el mundo. Pero, a su muerte, el emperador Federico II estuvo en lucha constante con los papas Gregorio IX e Inocencio IV. De la lucha salieron debilitados los dos poderes, el imperial y el pontificio. Se acercaban días malos para la Iglesia.
Los padres de Rosa eran pobres y excelentes cristianos. Ya en su más tierna infancia todos se dieron cuenta de que Dios tenía grandes planes sobre ella. De verdad que es asombrosa la mezcla de lo natural y de lo sobrenatural en su vida. En vez de entregarse a los juegos propios de su edad, se pasaba largos ratos ante las imágenes de los santos, especialmente si eran imágenes de la Virgen Santísima. Impresionaba la atención con que oía a sus padres cuando hablaban de cosas de Dios. Desde muy pequeña sintió ansias de vivir en soledad, ansias que casi nunca se realizaron del todo. Y siempre fue una enamorada de la penitencia. Los viterbianos se avezaron a ver por sus calles a una niña, que iba siempre descalza y con los cabellos en desorden. Grandes eran sus austeridades en la comida, llegando a pasarse días enteros con un poco de pan. Pan que muchas veces iba a parar a la boca de los pobres, otra de sus santas debilidades. Corría tras los pobres y con cariño inmenso les ofrecía todo cuanto tenía. Si fuera de su casa era caritativa, es fácil imaginar el respeto y amor con que mimaba a sus padres.
En Viterbo había un convento de religiosas, llamado de San Damián. A sus puertas llamó nuestra heroína, pero inútilmente, porque era pobre y porque era niña. Entonces decide convertir su casa en un claustro. Allí se excedía santamente en las penitencias corporales, llegando a disciplinarse hasta perder el conocimiento. Los de su casa intentan apartarla del camino emprendido, pero es tanta la gracia humano-divina que se refleja en toda su persona, que convence a todos. Y las horas de oración se sucedían sin interrupción en su vida.
A los ocho años, víctima de sus penitencias, contrae una gravísima enfermedad, que dura quince meses. Fue milagrosamente curada por la Santísima Virgen, quien le mandó tomar el hábito de la Tercera Orden de San Francisco, hábito que recibió en la iglesia de Santa María. Aquel día empezó su vida de apóstol. Al salir de la iglesia predicó con tal fervor sobre la pasión de Nuestro Señor Jesucristo y los pecados de los hombres, que todos se volvieron compungidos a sus casas, mientras ella regresaba gustosa a su soledad. Día tras día toda la ciudad, atónita, oyó sus predicaciones. Difícilmente comprendemos hoy el ardor con que las multitudes medievales iban tras el predicador de la palabra de Dios, las conversiones, las públicas reconciliaciones que provocaba, por ejemplo, un San Antonio de Padua. Y si el predicador resultaba ser una niña de pocos años...
No faltaron las contradicciones ni las penas. Los partidarios de Federico II, enemigos de la Santa Sede, en seguida la hicieron objeto de sus ataques. Tras las mofas y las calumnias vino el destierro. Todo ello sirvió para demostrar el temple de aquella niña, quien, como los apóstoles en otro tiempo, dijo que no podía dejar de predicar la divina palabra. Y la Providencia se valió de la malicia de sus perseguidores para que la semilla de la verdad fructificara en otras partes. Con sus padres tuvo que salir de noche de Viterbo, mientras la nieve barría los caminos. Agotados por el cansancio y el sufrimiento, llegaron al día siguiente al pueblo de Soriano. Sin embargo, todos los sufrimientos físicos se desvanecieron ante el dolor de su alma por la disolución moral de aquellas gentes. Allí continúa predicando, y su predicación se convierte, al cabo de algunos meses, en abundantes conversiones. Acuden también a oírla hombres y mujeres de los pueblos vecinos. A sus oyentes un día les anunció la muerte de Federico II, ocurrida en Fiorentino de Puglia el 13 de diciembre de 1250. Al fin de su vida el emperador se reconcilió con la Iglesia.
Y los pueblos de Vitorchiano, Orvieto, Acquapendente, Montefalcone y Corneto, oyeron, extrañados y al fin convencidos, la voz de aquella niña que atraía con su sola presencia, y que, si era preciso, confirmaba su predicación con milagros. Uno de los defectos que se achacan, con razón, a la Edad Media es la excesiva credulidad con que admitía los hechos extraordinarios. Hoy los biógrafos de nuestra Santa rechazan algunos de los milagros que se le atribuyeron, pero sin duda ninguna que hizo grandes milagros, porque de otro modo no se explica la polvareda espiritual que su paso levantó por todas partes. Su vida entera era un milagro.
A los dieciocho meses de haber salido de su pueblo natal pudo regresar a él, después de la muerte de Federico II. El pueblo entero salió a recibir a la mujer extraordinaria, contentos todos de recuperar aquel tesoro, que ahora apreciaban más después de haberlo perdido.
A pesar de sus triunfos apostólicos, su alma deseaba la soledad, para entregarse más decididamente a la oración y a la penitencia. Es la constante historia de todos los verdaderos apóstoles. San Bernardo había escrito poco tiempo antes que el apóstol debe ser concha y no simple canal.
Por segunda vez intenta entrar en un convento. Esta vez el monasterio lleva el bonito nombre de Santa María de las Rosas. Pero por segunda vez se le cierran las puertas del claustro. Dios no la destinaba a la vida religiosa.
Y por consejo de su confesor, Pedro de Capotosti, decide de nuevo convertir su casa en el claustro soñado; esta vez, sin embargo, tendrá que preocuparse de la santificación de otras almas. Algunas amigas suyas de Viterbo se unen a ella para guardar silencio, cantar salmos y oír sus exhortaciones espirituales. Ante la constante afluencia de nuevas jóvenes, el confesor de Rosa les compra un terreno cerca de Santa María de las Rosas. Allí floreció una comunidad que tomó la regla de la Orden Tercera de San Francisco.
De nuevo las humanas pequeñeces estorbaron la obra de Dios. Inocencio IV suprimió la obra, a indicación de las monjas de San Damián. El biógrafo de San Francisco de Asís, Tomás de Celano, dice que «cantando recibió la muerte». Un canto de alegría fue también la muerte de Rosa. Gastada prematuramente por las penitencias y el apostolado, se preparó para salir al encuentro del Esposo de las vírgenes. Al recibir el viático quedó largo rato en altísima contemplación. Cuando volvió en sí se le administró la extremaunción. Pidió perdón a Dios de todos sus pecados y se despidió de sus familiares con la exquisita caridad de siempre. Jesús, María, fueron sus últimas palabras. Tenía diecisiete años y diez meses. Puede fácilmente imaginarse el dolor de los viterbianos. ¡Había sido tan rápido su paso sobre la tierra! Su cuerpo, que despedía un perfume muy agradable, fue sepultado en Santa María.
Inocencio IV inició su proceso de canonización, pero la muerte le impidió terminarlo. Entonces nuestra Santa se aparece a Alejandro IV, que a la sazón se hallaba en Viterbo, y le indica que traslade su cuerpo a la iglesia de San Damián. Se organizó una magnífica procesión, presidida por el Papa, a quien acompañaban cuatro cardenales, para el traslado de sus reliquias a la iglesia aludida. Desde entonces el monasterio se llama de Santa Rosa.
Nicolás V ordenó al consejo de la villa de Viterbo que en la precesión de la Candelaria tres cirios de cera blanca recordaran a todos la luz de su apostolado, su amor a Dios y a los hombres, y su blancura virginal.
Calixto III la colocó en el catálogo de los santos. Desde su muerte, el lugar que guarda su cuerpo incorrupto ha sido centro de constantes peregrinaciones. En 1357 ocurrió en Viterbo un gran milagro. Quedó reducida a cenizas la capilla que guardaba sus reliquias, y se quemó la caja que las contenía; el cuerpo santo sólo cambió un poco de color.
Aunque su muerte ocurrió el día 6 de marzo de 1252, su fiesta se celebra el día 4 de septiembre, por ser el aniversario de la solemne traslación. De le representa recibiendo la sagrada comunión junto a un altar, y viendo en sueños los instrumentos de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo. ¿La lección de Rosa? Yo diría que es una lección de sobrenaturalismo. Nuestro siglo XX, escéptico ante lo extraordinario, y excesivamente enamorado de lo humano, conviene recuerde que Dios tiene marcada preferencia por servirse de instrumentos inadecuados para obtener sus victorias. Sobre todo deberían recordar frecuentemente la vida y la obra de Rosa de Viterbo todos los que se dedican al apostolado.
Oremos
Oh Dios, que te dignaste admitir en el coro de tus santas vírgenes a la bienaventurada Rosa, concédenos por sus ruegos y merecimientos la gracia de expiar todas nuestras culpas y de gozar eternamente de la compañía de tu Majestad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
sábado, 2 de septiembre de 2023
SETIEMBRE, MES DE LA BIBLIA - "La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús"
Los libros del Antiguo Testamento habían preanunciado la alegría de la salvación, que se volvería desbordante en los tiempos mesiánicos. El profeta Isaías se dirige al Mesías esperado saludándolo con regocijo: «Tú multiplicaste la alegría, acrecentaste el gozo» (9,2). Y anima a los habitantes de Sión a recibirlo entre cantos: «¡Dad gritos de gozo y de júbilo!» (12,6). A quien ya lo ha visto en el horizonte, el profeta lo invita a convertirse en mensajero para los demás: «Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén» (40,9). La creación entera participa de esta alegría de la salvación: «¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra! ¡Prorrumpid, montes, en cantos de alegría! Porque el Señor ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido» (49,13).
Zacarías, viendo el día del Señor, invita a dar vítores al Rey que llega «pobre y montado en un borrico»: «¡Exulta sin freno, Sión, grita de alegría, Jerusalén, que viene a ti tu Rey, justo y victorioso!» (9,9).
Pero quizás la invitación más contagiosa sea la del profeta Sofonías, quien nos muestra al mismo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría que quiere comunicar a su pueblo ese gozo salvífico. Me llena de vida releer este texto: «Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo» (3,17).
Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios: «Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien […] No te prives de pasar un buen día» (Si 14,11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras!
Papa Francisco
EVANGELII GAUDIUM,4 - 2013
EVANGELIO DEL DÍA - 3 de Septiembre - San Mateo 16,21-27
¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir! ¡Me has forzado y has prevalecido! Soy motivo de risa todo el día, todos se burlan de mí.
Cada vez que hablo, es para gritar, para clamar: "Violencia, devastación!". Porque la palabra del Señor es para mí oprobio y afrenta todo el día.
Entonces dije: "No lo voy a mencionar, ni hablaré más en su Nombre". Pero había en mi corazón como un fuego abrasador, encerrado en mis huesos: me esforzaba por contenerlo, pero no podía.
Salmo 63(62),2.3-4.5-6.8-9.
Cada vez que hablo, es para gritar, para clamar: "Violencia, devastación!". Porque la palabra del Señor es para mí oprobio y afrenta todo el día.
Entonces dije: "No lo voy a mencionar, ni hablaré más en su Nombre". Pero había en mi corazón como un fuego abrasador, encerrado en mis huesos: me esforzaba por contenerlo, pero no podía.
Salmo 63(62),2.3-4.5-6.8-9.
Señor, tú eres mi Dios,
yo te busco ardientemente;
mi alma tiene sed de ti,
por ti suspira mi carne
como tierra sedienta, reseca y sin agua.
Sí, yo te contemplé en el Santuario
para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán.
Así te bendeciré mientras viva
y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada
como con un manjar delicioso,
y mi boca te alabará
con júbilo en los labios.
Veo que has sido mi ayuda
y soy feliz a la sombra de tus alas.
Mi alma está unida a ti,
tu mano me sostiene.
Carta de San Pablo a los Romanos 12,1-2.
yo te busco ardientemente;
mi alma tiene sed de ti,
por ti suspira mi carne
como tierra sedienta, reseca y sin agua.
Sí, yo te contemplé en el Santuario
para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán.
Así te bendeciré mientras viva
y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada
como con un manjar delicioso,
y mi boca te alabará
con júbilo en los labios.
Veo que has sido mi ayuda
y soy feliz a la sombra de tus alas.
Mi alma está unida a ti,
tu mano me sostiene.
Carta de San Pablo a los Romanos 12,1-2.
Por lo tanto, hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer.
No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Evangelio según San Mateo 16,21-27.
No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Evangelio según San Mateo 16,21-27.
Desde aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá".
Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres".
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.
Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá".
Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres".
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.
Palabra del Señor
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 3 de Septiembre - “El que quiera venir detrás de mi, que cargue con su cruz”
(SC 143. Œuvres spirituelles, Cerf, 1968), trad. sc©evangelizo.org
Gertrudis rezaba, apenada por una persona que había proferido palabras de impaciencia preguntando por qué Dios le había enviado pruebas que no estaban hechas para ella. Entonces el Señor dijo a Gertrudis: “Pregúntale cuáles son las pruebas hechas para ella. Ya que es imposible entrar en el reino de los cielos sin pruebas, que elija las que son hechas para ella y que cuando llegarán, guarde la paciencia”. Estas palabras del Señor le hicieron comprender que la forma más peligrosa de impaciencia es imaginar poder ser paciente en otras ocasiones, pero considerarlo cosa imposible con lo que Dios ahora nos envía. Al contrario, debemos estar seguros que lo mejor es precisamente lo que Dios envía y si nos falta la paciencia para soportarlo, tomarlo como un aporte para la humildad. El Señor agregó con ternura amorosa: “¿Qué te parece esto, en lo que te concierne? ¿No te envío pruebas que no son hechas para ti?” Gertrudis dijo: “Para nada, mi Dios. Confieso y confesaré hasta mi último soplo que tanto en el cuerpo como en el alma, en la prosperidad o la adversidad, me ha gobernado de una forma tan constantemente perfecta como no es posible esperar de ninguna sabiduría, en ningún tiempo, desde el comienzo hasta el fin. Sólo de Usted, mi Dios, infinitamente manso, única Sabiduría increada, desplegada de un cabo del mundo al otro, rigiendo todas las cosas con fuerza y mansedumbre” (cf. Sab 8,1).
“El que quiera venir detrás de mi, que cargue con su cruz”
Gertrudis rezaba, apenada por una persona que había proferido palabras de impaciencia preguntando por qué Dios le había enviado pruebas que no estaban hechas para ella. Entonces el Señor dijo a Gertrudis: “Pregúntale cuáles son las pruebas hechas para ella. Ya que es imposible entrar en el reino de los cielos sin pruebas, que elija las que son hechas para ella y que cuando llegarán, guarde la paciencia”. Estas palabras del Señor le hicieron comprender que la forma más peligrosa de impaciencia es imaginar poder ser paciente en otras ocasiones, pero considerarlo cosa imposible con lo que Dios ahora nos envía. Al contrario, debemos estar seguros que lo mejor es precisamente lo que Dios envía y si nos falta la paciencia para soportarlo, tomarlo como un aporte para la humildad. El Señor agregó con ternura amorosa: “¿Qué te parece esto, en lo que te concierne? ¿No te envío pruebas que no son hechas para ti?” Gertrudis dijo: “Para nada, mi Dios. Confieso y confesaré hasta mi último soplo que tanto en el cuerpo como en el alma, en la prosperidad o la adversidad, me ha gobernado de una forma tan constantemente perfecta como no es posible esperar de ninguna sabiduría, en ningún tiempo, desde el comienzo hasta el fin. Sólo de Usted, mi Dios, infinitamente manso, única Sabiduría increada, desplegada de un cabo del mundo al otro, rigiendo todas las cosas con fuerza y mansedumbre” (cf. Sab 8,1).
SANTORAL - SAN GREGORIO MAGNO
03 Septiembre
El Papa Gregorio I, con más justicia llamado "Magno", fue el primer Pontífice que fue monje y ascendió a la silla apostólica cuando Italia se hallaba en una condición deplorable como consecuencia de las luchas entre los ostrogodos y el emperador Justiniano, que terminaron con la derrota y muerte de Totila, en el año 562. Aunque San Gregorio cumplía fiel y honrosamente sus funciones como prefecto, desde hacía tiempo se sentía llamado a una vocación superior, hasta que por fin resolvió apartarse del mundo y consagrarse al servicio de Dios, siendo ordenado séptimo diácono de la Iglesia Romana y enviado como embajador ante la corte bizantina. A principios del año 586, tras volver a Roma, se convirtió en abad del monasterio de San Andrés.
En el año 590, una terrible epidemia arrebató la vida al Papa Pelagio y el pueblo escogió a Gregorio como nuevo Pontífice. Desde el momento que asumió el cargo de Papa, se impuso el doble deber de catequizar y cumplir con la disciplina; prohibió el cobro injusto de primas por entierros en iglesias, por ordenaciones o por conferir el palio y no permitió a los diáconos dirigir la parte cantada de la misa a menos que fueran escogidos por sus voces más que por su carácter. También destacó como predicador escogiendo temas del Evangelio del día y, hasta nosotros ha llegado algunas de sus homilías, llenas de elocuencia y sentido común, terminadas con una enseñanza moral que podía adaptarse a cada caso. Fue un excelente administrador de la Sede Pontificia pues todos los súbditos estaban contentos con lo que les tocaba en la distribución de bienes y aún entraba dinero a la tesorería.
De toda su labor religiosa en occidente, la conversión de Inglaterra y el éxito que coronó sus esfuerzos encaminados hacia esta dirección fue para él, el mayor triunfo de su vida. Se le reconoce a San Gregorio la compilación del Antiphonario, la revisión y reestructuración del sistema de música sacra, la fundación de la famosa Schola Cantorum de Roma y la composición de varios himnos muy conocidos. Pero su verdadera obra se proyecta en otras direcciones. Se le venera como el cuarto Doctor de la Iglesia Latina, por haber dado una clara expresión a ciertas doctrinas religiosas que aún no habían sido bien definidas y quizá su mayor labor fue el fortalecimiento de la Sede.
Maestro Espiritual
De su tarea de consolador y maestro de espiritualidad hallamos una excelente ilustración en las Homilías sobre el Evangelio o sobre Ezequiel, pronunciadas en Roma en 590-593, cuando todo parecía derrumbarse. En Moralia llevó a cabo una exégesis del libro bíblico de Job. Presenta a Job como figura del Redentor; en su mujer ve simbolizada la vida carnal, y en sus amigos, a los herejes, orientando siempre la interpretación hacia las lecciones morales y teológicas.
Los Diálogos, escritos entre los años 593 y 594, fueron probablemente su obra más difundida. Habiéndose retirado por algún tiempo, cansado de las preocupaciones y responsabilidades de su cargo, a un lugar apartado, Gregorio expresa al diácono Pedro su disgusto por no haber podido dedicarse a la vida ascética, con la que tantos hombres pudieron alcanzar la perfección. Accediendo a los ruegos de Pedro, pasa luego a mostrar con ejemplos concretos la verdad de tal aserto, describiendo la vida y enumerando los milagros de santos italianos, tal como los aprendió de testimonios seguros o de su personal experiencia. La forma dialogada, usada ya desde antiguo en obras de este género, por ejemplo por Sulpicio Severo, constituye para el autor un simple medio para dar vivacidad a la narración y facilitar las transiciones; la forma intencionadamente simple y clara favoreció la grandísima difusión de la obra, pronto traducida a diversas lenguas y celebrada por escritores contemporáneos y posteriores.
Si la actividad política del papa Gregorio Magno tuvo una importancia excepcional para el equilibrio político-religioso de la Europa medieval, su obra literaria constituyó hasta el siglo XII una incomparable fuente de meditación y de luz espiritual para todo el Occidente. A él se le atribuye también la compilación del Antifonario gregoriano, gran colección de cantos de la Iglesia romana.
Oremos
Señor Dios, que cuidas a tu pueblo con ternura y lo gobiernas con amor, te pedimos que, por intercesión del papa San Gregorio Magno, concedas el espíritu de sabiduría a quienes has establecido como maestros y pastores de la Iglesia, para que así el progreso de los fieles constituya el gozo eterno de sus pastores. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
viernes, 1 de septiembre de 2023
SETIEMBRE, MES DE LA BIBLIA - "La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús"
"Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido!"
Papa Francisco
EVANGELII GAUDIUM - 2013
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