lunes, 22 de noviembre de 2021

SANTORAL DEL DÍA - 23 DE NOVIEMBRE - SAN CLEMENTE I



 

San Clemente I, papa y mártir, tercer sucesor del apóstol san Pedro, que rigió la Iglesia romana y escribió una espléndida carta a los corintios, para fortalecer entre ellos los vínculos de la paz y la concordia. Hoy se celebra el sepelio de su cuerpo en Roma. El tercer sucesor de san Pedro, probablemente san Clemente, fue contemporáneo de los santos Pedro y Pablo, según se cree. En efecto, San Ireneo escribía en la segunda mitad del siglo II: «Vio a los bienaventurados apóstoles y habló con ellos. La predicación de éstos vibraba aún en sus oídos y conservaba sus enseñanzas ante los ojos». Orígenes y otros autores le identifican con el Clemente a quien san Pablo llama su compañero de trabajos (Flp 4,3), pero se trata de una identificación muy dudosa. Ciertamente, no fue nuestro santo el Flavio Clemente condenado a muerte el año 95, como lo afirma Dión Casio (Hist. Rom. 67,14). Pero no es imposible que haya sido un liberto de la servidumbre del emperador, cuyos ascendientes fueron judíos. No poseemos ningún detalle sobre su vida, pero siguiendo los datos de Eusebio de Cesarea (Hist. eccl 3,15,34), su pontificado se extendió desde el año 92 hasta el 101.

Las «actas» del siglo IV, que son apócrifas, afirman que convirtió a una pareja de patricios, llamados Sisinio y Teodora, y a otros 423. Aquello le atrajo el odio del pueblo y el emperador Trajano le desterró a Crimea, donde tuvo que trabajar en las canteras. La fuente más próxima distaba diez kilómetros, pero Clemente descubrió, por inspiración del cielo otro manantial más próximo, donde pudieron beber los numerosos cristianos cautivos. El santo predicó en las canteras con tanto éxito que, al poco tiempo, había ya setenta y cinco iglesias. Entonces, fue arrojado al mar con un ancla colgada al cuello. Los ángeles le construyeron un sepulcro bajo las olas. Cada año, las aguas se abrían milagrosamente para dejar ver el sepulcro.

San Ireneo dice que «En la época de Clemente, estalló una importante sedición entre los hermanos de Corinto. La iglesia de Roma les envió una larga carta para restablecer la paz, renovar la fe y para anunciarles la tradición que había recibido recientemente de los apóstoles». Esa carta fue la que hizo famoso el nombre de Clemente I. En los primeros tiempos de la Iglesia, la carta de Clemente tenía casi tanta autoridad como los libros de la Sagrada Escritura y solía leerse junto con ellos en las iglesias. En el manuscrito de la Biblia (Codex Alexandrinus, siglo V) que Cirilo Lukaris, patriarca de Constantinopla, envió al rey Jacobo I de Inglaterra, había una copia de la carta de Clemente. Patricio Young, encargado de la biblioteca real de Inglaterra, la publicó en Oxford, en 1633.

San Clemente comienza por dar una explicación de que las dificultades por las que atraviesa la Iglesia en Roma (la persecución de Diocleciano) le habían impedido escribir antes. En seguida, recuerda a los corintios cuán edificante había sido su conducta cuando todos eran humildes, cuando deseaban más obedecer que mandar y estaban más prontos a dar que a recibir, cuando estaban satisfechos con los bienes que Dios les había concedido y escuchaban diligentemente su Palabra. En aquella época eran sinceros, inocentes, sabían perdonar las injurias, detestaban la sedición y el cisma. San Clemente se lamenta de que hubiesen olvidado el temor de Dios y cayesen en el orgullo, en la envidia y en las disensiones y los exhorta a deponer la soberbia y la ira, porque Cristo está con los que se humillan y no con los que se exaltan. El cetro de la majestad de Dios, Nuestro Señor Jesucristo, no se manifestó en el poder sino en la humillación. Clemente invita a los corintios a contemplar el orden del mundo, en el que todo obedece a la voluntad de Dios: los cielos, la tierra, el océano y los astros. Dado que estamos tan cerca de Dios y que Él conoce nuestros pensamientos más ocultos, no deberíamos hacer nada contrario a su voluntad y deberíamos honrar a nuestros superiores; las necesidades disciplinares han obligado a crear obispos y diáconos, a quienes se debe toda obediencia. Las disputas son inevitables y los justos serán siempre perseguidos. Pero señala que unos cuantos corintios están arruinando su iglesia. «Obedezca cada uno a sus superiores, según la jerarquía establecida por Dios. Que el fuerte no olvide al débil y que el débil respete al fuerte. Que el rico socorra al pobre y que el pobre bendiga a Dios, a quien debe el socorro del rico. Que el sabio manifieste su sabiduría, no en sus palabras, sino en sus obras. Los grandes no podrían subsistir sin los pequeños, ni los pequeños sin los grandes. En un cuerpo, la cabeza no puede nada sin los pies, ni los pies sin la cabeza. Los miembros menos importantes son útiles y necesarios al conjunto». En seguida, Clemente afirma que en la Iglesia los más pequeños serán los más grandes ante Dios, con tal de que cumplan con su deber. Termina con la petición de que le «envíen pronto de vuelta a sus dos mensajeros, en paz y alegría, para que nos anuncien cuanto antes que reinan ya entre nosotros la paz y concordia por la que tanto hemos orado y que tanto deseamos. Así podremos regocijarnos de vuestra paz». En la carta hay un pasaje muy conocido, que fue un primer paso hacia el primado romano: «Si algunos desobedecen las palabras que Él nos ha comunicado, sepan que cometen un pecado grave e incurren en un peligro muy serio. Pero nosotros seremos inocentes de ese pecado». La carta de Clemente es muy importante por sus hermosos pasajes, porque constituye una prueba del prestigio y autoridad de que gozaba la sede romana a fines del siglo I y porque está llena de alusiones históricas incidentales. Además, «constituye un modelo de carta pastoral ... , una homilía sobre la vida cristiana». Existen otros escritos, llamados «Pseudo-clementinos», que se atribuían antiguamente al Papa, pero que hace mucho que dejaron de considerarse como tal. Entre ellos se cuenta otra carta a los corintios, que estaba también incluida en el codex alejandrino de la Biblia.

Se venera a san Clemente como mártir, pero los autores más antiguos no mencionan su martirio, y no hay datos del todo fehacientes al respecto. No sabemos dónde murió. Tal vez durante su destierro en Crimea. Sin embargo, es muy poco probable que las reliquias que san Cirilo trasladó de Crimea a Roma, a fines del siglo IX, hayan sido realmente las de san Clemente. Dichas reliquias fueron depositadas bajo el altar de san Clemente, en la Vía Celia. Debajo de la iglesia y de la basílica que se construyó encima en el siglo IV, se conservan unas habitaciones de la época imperial. De Rossi pensaba que allí había vivido san Clemente I. En todo caso, no sabemos quién fue el Clemente que dio su nombre a esa iglesia que se llamaba originalmente «titulas Clementis». El nombre de san Clemente I figura en el canon I de la misa, y nuestro santo es uno de los llamados «Padres Apostólicos», es decir, de los que conocieron personalmente a los apóstoles o recibieron su influencia casi directa.


Oremos

Dios todopoderoso y eterno, que te muestras admirable en la gloria de tus santos, concédenos celebrar con alegría la fiesta de San Clemente, sacerdote y mártir de tu Hijo, que dio testimonio con su muerte de los misterios que celebraba y confirmó con el ejemplo lo que predicó con su palabra. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén

-FRASE DEL DÍA-



 

domingo, 21 de noviembre de 2021

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO DEL DÍA - 22 DE NOVIEMBRE - San Lucas 21,1-4.



 

Libro de Daniel 1,1-6.8-20.

El tercer año del reinado de Joaquím, rey de Judá, llegó a Jerusalén Nabucodonosor, rey de Babilonia, y la sitió.
El Señor entregó en sus manos a Joaquím, rey de Judá, y una parte de los objetos de la Casa de Dios. Nabucodonosor los llevó al país de Senaar, y depositó los objetos en el tesoro de su dios.
El rey ordenó a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que seleccionara entre los israelitas de estirpe real o de familia noble, a algunos jóvenes sin ningún defecto físico, de buena presencia, versados en toda clase de sabiduría, dotados de conocimiento, inteligentes y aptos para servir en el palacio del rey, a fin de que se los instruyera en la literatura y en la lengua de los caldeos.
El rey les asignó para cada día una porción de sus propios manjares y del vino que él bebía. Ellos debían ser educados durante tres años, y al cabo de esos años se pondrían al servicio del rey.
Entre ellos se encontraban Daniel, Ananías, Misael y Azarias, que eran judíos.
Daniel estaba decidido a no contaminarse con los manjares del rey y con el vino que él bebía, y rogó al jefe de los eunucos que no lo obligara a contaminarse.
Dios hizo que él se ganara el afecto y la simpatía del jefe de los eunucos.
Pero este dijo a Daniel: "Yo temo a mi señor el rey, que les ha asignado la comida y la bebida; si él llega a ver el rostro de ustedes más demacrado que el de los jóvenes de su misma edad, ustedes harían peligrar mi cabeza delante del rey".
Daniel dijo al guardia a quien el jefe de los eunucos había confiado el cuidado de Daniel, Ananías, Misael y Azarías:
"Por favor, pon a prueba a tus servidores durante diez días; que nos den legumbres para comer y agua para beber; compara luego nuestros rostros con el de los jóvenes que comen los manjares del rey, y actúa con tus servidores conforme a lo que veas".
El aceptó la propuesta, y los puso a prueba durante diez días.
Al cabo de esos días, se vio que ellos tenían mejor semblante y estaban más rozagantes que todos los jóvenes que comían los manjares del rey.
Desde entonces, el guardia les retiró los manjares y el vino que debían tomar, y les dio legumbres.
Dios concedió a estos cuatro jóvenes ciencia e inteligencia en todo lo referente a la literatura y la sabiduría, y Daniel podía entender visiones y sueños de toda índole.
Al cabo de los días que el rey había fijado para que le fueran presentados los jóvenes, el jefe de los eunucos los llevó ante Nabucodonosor.
El rey conversó con ellos, y entre todos no se encontró ningún otro como Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Ellos permanecieron al servicio del rey, y en todo lo que el rey les preguntó sobre cuestiones de sabiduría y discernimiento, los encontró diez veces superiores a todos los magos y adivinos que había en todo su reino.



Libro de Daniel 3,52.53.54.55.56.

Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres.
Alabado y exaltado eternamente.
Bendito seas en el Templo de tu santa gloria.
Aclamado y glorificado eternamente por encima de todo.

Bendito seas en el trono de tu reino.
Aclamado por encima de todo y exaltado eternamente.
Bendito seas Tú, que sondeas los abismos
y te sientas sobre los querubines.

Alabado y exaltado eternamente por encima de todo.
Bendito seas en el firmamento del cielo.
Aclamado y glorificado eternamente.


Evangelio según San Lucas 21,1-4.

Levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo.
Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie.
Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir."

Palabra del Señor.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO -22 DE NOVIEMBRE - “Esta pobre viuda ha dado más que nadie” (Lc 21,1-4)



 

Beato Carlos de Foucauld 
Retiro de Nazaret, 11 noviembre 1897

“Esta pobre viuda ha dado más que nadie” (Lc 21,1-4)


Mi Señor Jesús, qué pronto se hará pobre quién amándoos de todo corazón, no pueda soportar ser más rico que su Bienamado... Mi Señor Jesús, qué pronto se hará pobre, quien pensando que todo lo que se hace a uno de estos pequeños, es a Vos a quien se hace (Mt 25,40.45), que todo lo que no se les hace, es a Vos a quien no se hace, aliviará todas las miserias a su alcance... Qué deprisa se hará pobre, quien reciba con fe vuestras palabras: «Si queréis ser perfectos, vended lo que tenéis, y dádselo a los pobres... Bienaventurados los pobres... Todo aquel que deje sus bienes por mi, recibirá aquí abajo, cien veces más y en el cielo la vida eterna...» (Mt 19,21.29; 5,3). Y tantas otras.

¡Dios mío, no sé si es posible a algunas almas veros pobres y seguir a gusto siendo ricas, verse mayores que su Maestro, que su Bienamado, no quererse parecer a Vos en todo lo que de ellas depende y sobre todo en vuestras humillaciones; yo creo que ellas os aman, Dios mío, y sin embargo creo que falta algo a su amor, y en todo caso yo no puedo concebir el amor sin una necesidad, una imperiosa necesidad de conformación, de semejanza, y sobre todo de compartir todas las penas, todas las dificultades, todas las durezas de la vida... Ser rico, a mi gusto, vivir tranquilamente de mis bienes, cuando Vos habéis sido pobre, machacado, viviendo penosamente de un trabajo rudo! Yo no puedo, Dios mío... Yo no puedo amar así.

«No conviene que el criado sea mayor que el Amo» (Jn 13,16), ni que la esposa sea rica, cuando el Esposo es pobre... a mí me resulta imposible entender el amor, sin la búsqueda de la semejanza... sin la necesidad de compartir todas las cruces...

SANTORAL DEL DÍA - 22 DE NOVIEMBRE - SANTA CECILIA



Santa Cecilia es una de las mártires de los primeros siglos más venerada por los cristianos. Se dice que el día de su matrimonio, mientras los músicos tocaban, ella cantaba a Dios en su corazón. Su fiesta se celebra el 22 de noviembre y es representada tocando un instrumento musical y cantando.

Las “actas” de la santa la presentan como integrante de una familia noble de Roma. Solía hacer penitencias y consagró su virginidad a Dios. Sin embargo, su padre la casó con un joven llamado Valeriano.

Cuando los recién casados se encontraban en la habitación, Cecilia le dijo a Valeriano: "Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio si me respetas, el ángel te amará como me ama a mí”.

El esposo le pidió que le mostrara al ángel y que haría lo que ella le pidiera por lo que Cecilia le dijo que si él creía en el Dios vivo y verdadero y recibía el bautismo, entonces vería al ángel. Valeriano fue a buscar al Obispo Urbano, quien lo instruyó en la fe y lo bautizó.

La Tradición señala que cuando el esposo regresó a ver a su amada, vio a un ángel de pie junto a Cecilia y el ser celestial puso una guirnalda de rosas y lirios sobre la cabeza de ambos. Más adelante, Valeriano y su hermano Tiburcio serían martirizados.

Cecilia fue llamada para que demostrara su fe en los dioses paganos, pero convirtió a sus detractores. El Papa Urbano la visitó en su casa y bautizó ahí a 400 personas. Posteriormente, la Santa fue llevada a juicio y condenada morir sofocada en el baño de su casa, pero a pesar de la gran cantidad de leña que pusieron los guardias en el horno, Cecilia no sufrió daño alguno.

Finalmente, la mandaron a decapitar y el verdugo descargó tres veces la espada sobre su cuello. Santa Cecilia pasó tres días agonizando y finalmente partió a la Casa del Padre. Esta historia es de fines del siglo V, pero no está del todo fundada en documentos.

En marzo de 2014, el Papa Francisco se refirió a los mártires de los primeros tiempos cristianos, como Santa Cecilia, y dijo que “llevaban siempre con ellos el Evangelio: ellos llevaban el Evangelio; ella, Cecilia llevaba el Evangelio. Porque es precisamente nuestro primer alimento, es la Palabra de Jesús, lo que nutre nuestra fe”.

En Trastévere, Roma, se edificó la Basílica de Santa Cecilia en el siglo V. Allí actualmente se encuentra la famosa estatua de tamaño natural y del escultor Maderna, que muestra a la Santa como si estuviera dormida, recostada del lado derecho.

Oremos

Señor y Dios nuestro, tu escogiste para ti desde sus más tiernos años a Santa Cecilia. Ella amó a Dios, a su familia, a sus semejantes, hasta entregar todos sus bienes a los pobres. Desde su imagen nos señala una ruta. Es un faro luminoso en los acantilados del mundo. Se nos muestra joven, hermosa, rica y sana. Exhibe valentía, carácter, robustez del alma… hasta entregar su vida. Queremos aprender de ella esa fe y esa valentía para vivir nuestro cristianismo sin claudicar. Lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
 

-FRASE DEL DÍA-



 

sábado, 20 de noviembre de 2021

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO DEL DÍA - 21 DE NOVIEMBRE - San Juan 18,33b-37.



 

Libro de Daniel 7,13-14.

Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él.
Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.

Palabra de Dios.


Salmo 93(92),1abc.1d-2.5.

¡Reina el Señor, revestido de majestad!
El Señor se ha revestido,
se ha ceñido de poder.

¡no se moverá jamás!
Tu trono está firme desde siempre,
tú existes desde la eternidad.

Tus testimonios, Señor, son dignos de fe,
la santidad embellece tu Casa
a lo largo de los tiempos.


Apocalipsis 1,5-8.


Y de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los reyes de la tierra. El nos amó y nos purificó de nuestros pecados, por medio de su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre. ¡A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén.
El vendrá entre las nubes y todos lo verán, aún aquellos que lo habían traspasado. Por él se golpearán el pecho todas las razas de la tierra. Sí, así será. Amén.
Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que vendrá, el Todopoderoso.

Palabra de Dios.


Evangelio según San Juan 18,33b-37.

Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?".
Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?".
Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?".
Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí".
Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".

Palabra del Señor.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO -21 DE NOVIEMBRE - "Mi reino no es de este mundo” (Jn 18,33b-37)



 

Santa Teresa de Ávila 
Camino de Perfección, cap. 22

"Mi reino no es de este mundo” (Jn 18,33b-37)


Rey sois, Dios mío, sin fin, que no es reino prestado el que tenéis. Cuando en el Credo se dice: “Vuestro reino no tiene fin”, casi siempre me es particular regalo. Aláboos, Señor, y bendígoos para siempre; en fin, vuestro reino durará para siempre. Pues nunca Vos, Señor, permitáis se tenga por bueno que quien fuere a hablar con Vos, sea sólo con la boca... Sí, que no hemos de llegar a hablar a un príncipe con el descuido que a un labrador, o como con una pobre como nosotras, que como quiera que nos hablaren va bien.

Razón es que, ya que por la humildad de este Rey, si como grosera no sé hablar con él, no por eso me deja de oír, ni me deja de llegar a sí, ni me echan fuera sus guardas; porque saben bien los ángeles que están allí la condición de su rey, que gusta más de esta grosería de un pastorcito humilde, que ve que si más supiera más dijera, que de los muy sabios y letrados, por elegantes razonamientos que hagan, si no van con humildad.

Así que, no porque El sea bueno, hemos de ser nosotros descomedidos. Siquiera para agradecerle el mal olor que sufre en consentir cabe sí una como yo, es bien que procuremos conocer su limpieza y quién es. Es verdad que se entiende luego en llegando, como con los señores de acá, que con que nos digan quién fue su padre y los cuentos que tiene de renta y el dictado, no hay más que saber...Sí, llegaos a pensar y entender, en llegando, con quién vais a hablar o con quién estáis hablando. En mil vidas de las nuestras no acabaremos de entender cómo merece ser tratado este Señor, que los ángeles tiemblan delante de él. Todo lo manda, todo lo puede, su querer es obrar. Pues razón será, hijas, que procuremos deleitarnos en estas grandezas que tiene nuestro esposo y que entendamos con quién estamos casadas, qué vida hemos de tener.

SANTORAL DEL DÍA - 21 DE NOVIEMBRE - SOLEMNIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY UNIVERSAL




La celebración de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, cierra el Año Litúrgico en el que se ha meditado sobre todo el misterio de su vida, su predicación y el anuncio del Reino de Dios. Durante el anuncio del Reino, Jesús nos muestra lo que éste significa para nosotros como Salvación, Revelación y Reconciliación ante la mentira mortal del pecado que existe en el mundo. Jesús responde a Pilatos cuando le pregunta si en verdad Él es el Rey de los judíos: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí" (Jn 18, 36). Jesús no es el Rey de un mundo de miedo, mentira y pecado, Él es el Rey del Reino de Dios que trae y al que nos conduce.

Cristo Rey anuncia la Verdad y esa Verdad es la luz que ilumina el camino amoroso que Él ha trazado, con su Vía Crucis, hacia el Reino de Dios. "Si, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz."(Jn 18, 37) Jesús nos revela su misión reconciliadora de anunciar la verdad ante el engaño del pecado. Así como el demonio tentó a Eva con engaños y mentiras para que fuera desterrada, ahora Dios mismo se hace hombre y devuelve a la humanidad la posibilidad de regresar al Reino, cuando cual cordero se sacrifica amorosamente en la cruz.

Esta fiesta celebra a Cristo como el Rey bondadoso y sencillo que como pastor guía a su Iglesia peregrina hacia el Reino Celestial y le otorga la comunión con este Reino para que pueda transformar el mundo en el cual peregrina.

La posibilidad de alcanzar el Reino de Dios fue establecida por Jesucristo, al dejarnos el Espíritu Santo que nos concede las gracias necesarias para lograr la Santidad y transformar el mundo en el amor. Ésa es la misión que le dejo Jesús a la Iglesia al establecer su Reino.

Se puede pensar que solo se llegará al Reino de Dios luego de pasar por la muerte pero la verdad es que el Reino ya está instalado en el mundo a través de la Iglesia que peregrina al Reino Celestial. Justamente con la obra de Jesucristo, las dos realidades de la Iglesia -peregrina y celestial- se enlazan de manera definitiva, y así se fortalece el peregrinaje con la oración de los peregrinos y la gracia que reciben por medio de los sacramentos. "Todo el que es de la verdad escucha mi voz."(Jn 18, 37) Todos los que se encuentran con el Señor, escuchan su llamado a la Santidad y emprenden ese camino se convierten en miembros del Reino de Dios.

"Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tu me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos si están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. ...No te pido que los retires del mundo, sino que los guarde del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad." (Jn 17, 9-11.15-17)

Ésta es la oración que recita Jesús antes de ser entregado y manifiesta su deseo de que el Padre nos guarde y proteja. En esta oración llena de amor hacia nosotros, Jesús pide al Padre para que lleguemos a la vida divina por la cual se ha sacrificado: "Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros." Y pide que a pesar de estar en el mundo vivamos bajo la luz de la verdad de la Palabra de Dios. Así Jesucristo es el Rey y el Pastor del Reino de Dios, que sacándonos de las tinieblas, nos guía y cuida en nuestro camino hacia la comunión plena con Dios Amor.



Oremos

Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, rey del universo, haz que toda creatura, libertada de toda esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

-FRASE DEL DÍA-