sábado, 4 de septiembre de 2021

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 5 de Septiembre - «Ábrete» (Mc 7,31-37)





Benedicto XVI
Extracto homilía (25-01-2007)

«Ábrete» (Mc 7,31-37)


La primera lección que sacamos de este episodio bíblico, recogido también en el rito del bautismo, es que, desde la perspectiva cristiana, lo primero es la escucha. Al respecto Jesús afirma de modo explícito: "Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica" (Lc 11, 28). Más aún, a Marta, preocupada por muchas cosas, le dice que "una sola cosa es necesaria" (Lc 10, 42). Y del contexto se deduce que esta única cosa es la escucha obediente de la Palabra. Por eso la escucha de la palabra de Dios es lo primero en nuestro compromiso ecuménico.

En efecto, no somos nosotros quienes hacemos u organizamos la unidad de la Iglesia. La Iglesia no se hace a sí misma y no vive de sí misma, sino de la palabra creadora que sale de la boca de Dios. Escuchar juntos la palabra de Dios; practicar la lectio divina de la Biblia, es decir, la lectura unida a la oración; dejarse sorprender por la novedad de la palabra de Dios, que nunca envejece y nunca se agota; superar nuestra sordera para escuchar las palabras que no coinciden con nuestros prejuicios y nuestras opiniones; escuchar y estudiar, en la comunión de los creyentes de todos los tiempos, todo lo que constituye un camino que es preciso recorrer para alcanzar la unidad en la fe, como respuesta a la escucha de la Palabra.

Quien se pone a la escucha de la palabra de Dios, luego puede y debe hablar y transmitirla a los demás, a los que nunca la han escuchado o a los que la han olvidado y ahogado bajo las espinas de las preocupaciones o de los engaños del mundo (cf. Mt 13, 22). Debemos preguntarnos: ¿no habrá sucedido que los cristianos nos hemos quedado demasiado mudos? ¿No nos falta la valentía para hablar y dar testimonio como hicieron los que fueron testigos de la curación del sordomudo en la Decápolis? Nuestro mundo necesita este testimonio; espera sobre todo el testimonio común de los cristianos.

Por eso, la escucha de Dios que habla implica también la escucha recíproca, el diálogo entre las Iglesias y las comunidades eclesiales. El diálogo sincero y leal constituye el instrumento imprescindible de la búsqueda de la unidad.

-PROPÓSITO DEL DÍA-



 

EVANGELIO DEL DÍA - 5 de Septiembre - San Marcos 7,31-37.



Libro de Isaías 35,4-7a.

Digan a los que están desalentados: "¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos!".
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales; la morada donde se recostaban los chacales será un paraje de caña y papiros.

Palabra de Dios.



Salmo 146(145),7.8-9a.9bc-10.

El Señor hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos.

Abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados,
el Señor ama a los justos
El Señor protege a los extranjeros

y sustenta al huérfano y a la viuda;
y entorpece el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión,
a lo largo de las generaciones.

¡Aleluya!



Epístola de Santiago 2,1-7.


Hermanos, ustedes que creen en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no hagan acepción de personas.
Supongamos que cuando están reunidos, entra un hombre con un anillo de oro y vestido elegantemente, y al mismo tiempo, entra otro pobremente vestido.
Si ustedes se fijan en el que está muy bien vestido y le dicen: "Siéntate aquí, en el lugar de honor", y al pobre le dicen: "Quédate allí, de pie", o bien: "Siéntate a mis pies", ¿no están haciendo acaso distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados?
Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman?
Y sin embargo, ¡ustedes desprecian al pobre! ¿No son acaso los ricos los que los oprimen a ustedes y los hacen comparecer ante los tribunales?
¿No son ellos los que blasfeman contra el Nombre tan hermoso que ha sido pronunciado sobre ustedes?

Palabra de Dios.



Evangelio según San Marcos 7,31-37.

Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.
Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Abrete".
Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".

Palabra del Señor.

SANTORAL DEL DÍA - 5 SETIEMBRE - SANTA MADRE TERESA DE CALCUTA

 


“De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”. De pequeña estatura, firme como una roca en su fe, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres. “Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mi para que seamos su amor y su compasión por los pobres”. Fue un alma llena de la luz de Cristo, inflamada de amor por Él y ardiendo con un único deseo: “saciar su sed de amor y de almas” .

Esta mensajera luminosa del amor de Dios nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, una ciudad situada en el cruce de la historia de los Balcanes. Era la menor de los hijos de Nikola y Drane Bojaxhiu, recibió en el bautismo el nombre de Gonxha Agnes, hizo su Primera Comunión a la edad de cinco años y medio y recibió la Confirmación en noviembre de 1916. Desde el día de su Primera Comunión, llevaba en su interior el amor por las almas. La repentina muerte de su padre, cuando Gonxha tenía unos ocho años de edad, dejó a la familia en una gran estrechez financiera. Drane crió a sus hijos con firmeza y amor, influyendo grandemente en el carácter y la vocación de si hija. En su formación religiosa, Gonxha fue asistida además por la vibrante Parroquia Jesuita del Sagrado Corazón, en la que ella estaba muy integrada.

Cuando tenía dieciocho años, animada por el deseo de hacerse misionera, Gonxha dejó su casa en septiembre de 1928 para ingresar en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María, conocido como Hermanas de Loreto, en Irlanda. Allí recibió el nombre de Hermana María Teresa (por Santa Teresa de Lisieux). En el mes de diciembre inició su viaje hacia India, llegando a Calcuta el 6 de enero de 1929. Después de profesar sus primeros votos en mayo de 1931, la Hermana Teresa fue destinada a la comunidad de Loreto Entally en Calcuta, donde enseñó en la Escuela para chicas St. Mary. El 24 de mayo de 1937, la Hermana Teresa hizo su profesión perpétua convirtiéndose entonces, como ella misma dijo, en “esposa de Jesús” para “toda la eternidad”. Desde ese momento se la llamó Madre Teresa. Continuó a enseñar en St. Mary convirtiéndose en directora del centro en 1944. Al ser una persona de profunda oración y de arraigado amor por sus hermanas religiosas y por sus estudiantes, los veinte años que Madre Teresa transcurrió en Loreto estuvieron impregnados de profunda alegría. Caracterizada por su caridad, altruismo y coraje, por su capacidad para el trabajo duro y por un talento natural de organizadora, vivió su consagración a Jesús entre sus compañeras con fidelidad y alegría.

El 10 de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su retiro anual, Madre Teresa recibió su “inspiración,” su “llamada dentro de la llamada”. Ese día, de una manera que nunca explicaría, la sed de amor y de almas se apoderó de su corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz de toda su vida. Durante las sucesivas semanas y meses, mediante locuciones interiores y visiones, Jesús le reveló el deseo de su corazón de encontrar “víctimas de amor” que “irradiasen a las almas su amor”. “Ven y sé mi luz”, Jesús le suplicó. “No puedo ir solo”. Le reveló su dolor por el olvido de los pobres, su pena por la ignorancia que tenían de Él y el deseo de ser amado por ellos. Le pidió a Madre Teresa que fundase una congregación religiosa, Misioneras de la Caridad, dedicadas al servicio de los más pobres entre los pobres. Pasaron casi dos años de pruebas y discernimiento antes de que Madre Teresa recibiese el permiso para comenzar. El 17 de agosto de 1948 se vistió por primera vez con el sari blanco orlado de azul y atravesó las puertas de su amado convento de Loreto para entrar en el mundo de los pobres.

Después de un breve curso con las Hermanas Médicas Misioneras en Patna, Madre Teresa volvió a Calcuta donde encontró alojamiento temporal con las Hermanitas de los Pobres. El 21 de diciembre va por vez primera a los barrios pobres. Visitó a las familias, lavó las heridas de algunos niños, se ocupó de un anciano enfermo que estaba extendido en la calle y cuidó a una mujer que se estaba muriendo de hambre y de tuberculosis. Comenzaba cada día entrando en comunión con Jesús en la Eucaristía y salía de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y servir a Jesús en “los no deseados, los no amados, aquellos de los que nadie se ocupaba”. Después de algunos meses comenzaron a unirse a ella, una a una, sus antiguas alumnas.

El 7 de octubre de 1950 fue establecida oficialmente en la Archidiócesis de Calcuta la nueva congregación de las Misioneras de la Caridad. Al inicio de los años sesenta, Madre Teresa comenzó a enviar a sus Hermanas a otras partes de India. El Decreto de Alabanza, concedido por el Papa Pablo VI a la Congregación en febrero de 1965, animó a Madre Teresa a abrir una casa en Venezuela. Ésta fue seguida rápidamente por las fundaciones de Roma, Tanzania y, sucesivamente, en todos los continentes. Comenzando en 1980 y continuando durante la década de los años noventa, Madre Teresa abrió casas en casi todos los países comunistas, incluyendo la antigua Unión Soviética, Albania y Cuba.

Para mejor responder a las necesidades físicas y espirituales de los pobres, Madre Teresa fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad en 1963, en 1976 la rama contemplativa de las Hermanas, en 1979 los Hermanos Contemplativos y en 1984 los Padres Misioneros de la Caridad. Sin embargo, su inspiración no se limitò solamente a aquellos que sentían la vocación a la vida religiosa. Creó los Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes, personas de distintas creencias y nacionalidades con los cuales compartió su espíritu de oración, sencillez, sacrificio y su apostolado basado en humildes obras de amor. Este espíritu inspiró posteriormente a los Misioneros de la Caridad Laicos. En respuesta a las peticiones de muchos sacerdotes, Madre Teresa inició también en 1981 el Movimiento Sacerdotal Corpus Christi como un“pequeño camino de santidad” para aquellos sacerdotes que deseasen compartir su carisma y espíritu.

Durante estos años de rápido desarrollo, el mundo comenzó a fijarse en Madre Teresa y en la obra que ella había iniciado. Numerosos premios, comenzando por el Premio Indio Padmashri en 1962 y de modo mucho más notorio el Premio Nobel de la Paz en 1979, hicieron honra a su obra. Al mismo tiempo, los medios de comunicación comenzaron a seguir sus actividades con un interés cada vez mayor. Ella recibió, tanto los premios como la creciente atención “para gloria de Dios y en nombre de los pobres”.

Toda la vida y el trabajo de Madre Teresa fue un testimonio de la alegría de amar, de la grandeza y de la dignidad de cada persona humana, del valor de las cosas pequeñas hechas con fidelidad y amor, y del valor incomparable de la amistad con Dios. Pero, existía otro lado heroico de esta mujer que salió a la luz solo después de su muerte. Oculta a todas las miradas, oculta incluso a los más cercanos a ella, su vida interior estuvo marcada por la experiencia de un profundo, doloroso y constante sentimiento de separación de Dios, incluso de sentirse rechazada por Él, unido a un deseo cada vez mayor de su amor. Ella misma llamó“oscuridad” a su experiencia interior. La “dolorosa noche” de su alma, que comenzó más o menos cuando dio inicio a su trabajo con los pobres y continuó hasta el final de su vida, condujo a Madre Teresa a una siempre más profunda unión con Dios. Mediante la oscuridad, ella participó de la sed de Jesús (el doloroso y ardiente deseo de amor de Jesús) y compartió la desolación interior de los pobres.

Durante los últimos años de su vida, a pesar de los cada vez más graves problemas de salud, Madre Teresa continuó dirigiendo su Instituto y respondiendo a las necesidades de los pobres y de la Iglesia. En 1997 las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000 miembros y se habían establecido en 610 fundaciones en 123 países del mundo. En marzo de 1997, Madre Teresa bendijo a su recién elegida sucesora como Superiora General de las Misioneras de la Caridad, llevando a cabo sucesivamente un nuevo viaje al extranjero. Después de encontrarse por última vez con el Papa Juan Pablo II, volvió a Calcuta donde transcurrió las últimas semanas de su vida recibiendo a las personas que acudían a visitarla e instruyendo a sus Hermanas. El 5 de septiembre, la vida terrena de Madre Teresa llegó a su fin. El Gobierno de India le concedió el honor de celebrar un funeral de estado y su cuerpo fue enterrado en la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad. Su tumba se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y oración para gente de fe y de extracción social diversa (ricos y pobres indistintamente). Madre Teresa nos dejó el ejemplo de una fe sólida, de una esperanza invencible y de una caridad extraordinaria. Su respuesta a la llamada de Jesús, “Ven y sé mi luz”, hizo de ella una Misionera de la Caridad, una “madre para los pobres”, un símbolo de compasión para el mundo y un testigo viviente de la sed de amor de Dios.

Menos de dos años después de su muerte, a causa de lo extendido de la fama de santidad de Madre Teresa y de los favores que se le atribuían, el Papa Juan Pablo II permitió la apertura de su Causa de Canonización. El 20 de diciembre del 2002 el mismo Papa aprobó los decretos sobre la heroicidad de las virtudes sobre el milagro obtenido por intercesión de Madre Teresa y canonizada 13 años después por el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro el 04 de septiembre del 2016 dentro de la celebración del Jubileo de los voluntarios y operarios de la misericordia.

Oremos

Santa Teresa, tu que prometiste llevar, continuamente la luz del amor a toda la Tierra; reza por nosotros, para que también nosotros deseemos saciar la Sed de Jesús, amándole ardientemente; compartiendo Sus sufrimientos con alegría, y sirviéndole con todo el corazón en nuestros hermanos y hermanas, especialmente en aquellos no-amados y no-deseados. Amen.

-FRASE DEL DÍA-



 

SETIEMBRE, MES DE LA BIBLIA - "La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús"



El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría. Bastan algunos ejemplos: «Alégrate» es el saludo del ángel a María (Lc 1,28). La visita de María a Isabel hace que Juan salte de alegría en el seno de su madre (cf. Lc 1,41). En su canto María proclama: «Mi espíritu se estremece de alegría en Dios, mi salvador» (Lc 1,47). Cuando Jesús comienza su ministerio, Juan exclama: «Ésta es mi alegría, que ha llegado a su plenitud» (Jn 3,29). Jesús mismo «se llenó de alegría en el Espíritu Santo» (Lc 10,21). Su mensaje es fuente de gozo: «Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena» (Jn 15,11). Nuestra alegría cristiana bebe de la fuente de su corazón rebosante. Él promete a los discípulos: «Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría» (Jn 16,20). E insiste: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os podrá quitar vuestra alegría» (Jn 16,22). Después ellos, al verlo resucitado, «se alegraron» (Jn 20,20). El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que en la primera comunidad «tomaban el alimento con alegría» (2,46). Por donde los discípulos pasaban, había «una gran alegría» (8,8), y ellos, en medio de la persecución, «se llenaban de gozo» (13,52). Un eunuco, apenas bautizado, «siguió gozoso su camino» (8,39), y el carcelero «se alegró con toda su familia por haber creído en Dios» (16,34). ¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría?.

Papa Francisco
EVANGELII GAUDIUM,5 - 2013

viernes, 3 de septiembre de 2021

-PROPÓSITO DEL DÍA-



 

EVANGELIO DEL DÍA - 4 de Septiembre - San Lucas 6,1-5


Carta de San Pablo a los Colosenses 1,21-23.

Antes, a causa de sus pensamientos y sus malas obras, ustedes eran extraños y enemigos de Dios.
Pero ahora, él los ha reconciliado en el cuerpo carnal de su Hijo, entregándolo a la muerte, a fin de que ustedes pudieran presentarse delante de él como una ofrenda santa, inmaculada e irreprochable.
Para esto es necesario que ustedes permanezcan firmes y bien fundados en la fe, sin apartarse de la esperanza transmitida por la Buena Noticia que han oído y que fue predicada a todas las criaturas que están bajo el cielo y de la cual yo mismo, Pablo, fui constituido ministro.

Palabra de Dios.


Salmo 54(53),3-4.6.8.

Dios mío, sálvame por tu Nombre,
defiéndeme con tu poder.
Dios mío, escucha mi súplica,
presta atención a las palabras de mi boca.

Pero Dios es mi ayuda,
el Señor es mi verdadero sostén:
Te ofreceré un sacrificio voluntario,
daré gracias a tu Nombre, porque es bueno


Evangelio según San Lucas 6,1-5.

Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas entre las manos, las comían.
Algunos fariseos les dijeron: "¿Por qué ustedes hacen lo que no está permitido en sábado?".
Jesús les respondió: "¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y, tomando los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y dio de comer a sus compañeros?".
Después les dijo: "El hijo del hombre es dueño del sábado".

Palabra del Señor.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 4 de Septiembre - «¡El hijo del hombre es dueño del sábado!» (Lc 6,1-5)



Papa Francisco
Homilía, 19 de abril de 2013

«¡El hijo del hombre es dueño del sábado!» (Lc 6,1-5)

La Palabra de Jesús va al corazón porque es Palabra de amor, es palabra bella y lleva al amor, nos hace amar. Estos cortan el camino del amor: los ideólogos. Y también el de la belleza. Y se pusieron a discutir ásperamente entre ellos: "¿Cómo puede éste darnos de comer su carne?". ¡Todo un problema de intelecto! Y cuando entra la ideología en la Iglesia, cuando entra la ideología en la inteligencia del Evangelio, no se entiende nada.

Son los que caminan sólo por el camino del deber: es el moralismo de cuantos pretenden realizar del Evangelio sólo lo que entienden con la cabeza. No están en el camino de la conversión, esa conversión a la que nos invita Jesús: Y estos, por el camino del deber, cargan todo sobre las espaldas de los fieles. Los ideólogos falsifican el Evangelio. Toda interpretación ideológica, independientemente de donde venga –de una parte o de otra– es una falsificación del Evangelio.

SANTORAL DEL DÍA - 4 SETIEMBRE - SANTA ROSA VITERBO

 

Gertrudis von le Fort ha escrito que la verdadera genialidad de la mujer se encuentra en lo religioso, y que el mundo profano no ha dado a la historia nombres comparables a Juana de Arco o a Catalina de Sena. Rosa de Viterbo se halla en la línea de lo genial en el mundo religioso. El barrio gótico de Viterbo es uno de los lugares más evocadores de la Edad Media. Cuando se habla de aquella época hay que evitar dos escollos: o considerarla como la edad ideal del cristianismo, a fijarse sólo en sus defectos, que los tuvo. Sin embargo, prevalecen los aspectos positivos. En ninguna otra edad de la historia se dejó sentir tan intensamente el influjo del cristianismo en la vida pública y privada, política y social, cultural y artística. Un verdadero y sentido universalismo unió a los pueblos bajo la dirección del Papa y del emperador. Todos tenían fe, y se sujetaban gustosos al magisterio de la Iglesia, no faltando, naturalmente, las excepciones. ¿Qué otro tiempo puede gloriarse de creaciones como las universidades, las catedrales, las cruzadas, la Suma de Santo Tomás y la Divina Comedia de Dante? Los héroes que se llevaban las simpatías de todos eran los santos. Santos del calibre de un Tomás de Aquino, de un Domingo, de un Francisco de Asís.

Rosa nació en Viterbo en 1235. Viterbo formaba parte entonces del patrimonio de San Pedro. En 1216 había muerto Inocencio III, a quien se ha llamado el Augusto del pontificado. Con él se llegó a la cúspide de la autoridad de la Iglesia sobre el mundo. Pero, a su muerte, el emperador Federico II estuvo en lucha constante con los papas Gregorio IX e Inocencio IV. De la lucha salieron debilitados los dos poderes, el imperial y el pontificio. Se acercaban días malos para la Iglesia.

Los padres de Rosa eran pobres y excelentes cristianos. Ya en su más tierna infancia todos se dieron cuenta de que Dios tenía grandes planes sobre ella. De verdad que es asombrosa la mezcla de lo natural y de lo sobrenatural en su vida. En vez de entregarse a los juegos propios de su edad, se pasaba largos ratos ante las imágenes de los santos, especialmente si eran imágenes de la Virgen Santísima. Impresionaba la atención con que oía a sus padres cuando hablaban de cosas de Dios. Desde muy pequeña sintió ansias de vivir en soledad, ansias que casi nunca se realizaron del todo. Y siempre fue una enamorada de la penitencia. Los viterbianos se avezaron a ver por sus calles a una niña, que iba siempre descalza y con los cabellos en desorden. Grandes eran sus austeridades en la comida, llegando a pasarse días enteros con un poco de pan. Pan que muchas veces iba a parar a la boca de los pobres, otra de sus santas debilidades. Corría tras los pobres y con cariño inmenso les ofrecía todo cuanto tenía. Si fuera de su casa era caritativa, es fácil imaginar el respeto y amor con que mimaba a sus padres.

En Viterbo había un convento de religiosas, llamado de San Damián. A sus puertas llamó nuestra heroína, pero inútilmente, porque era pobre y porque era niña. Entonces decide convertir su casa en un claustro. Allí se excedía santamente en las penitencias corporales, llegando a disciplinarse hasta perder el conocimiento. Los de su casa intentan apartarla del camino emprendido, pero es tanta la gracia humano-divina que se refleja en toda su persona, que convence a todos. Y las horas de oración se sucedían sin interrupción en su vida.

A los ocho años, víctima de sus penitencias, contrae una gravísima enfermedad, que dura quince meses. Fue milagrosamente curada por la Santísima Virgen, quien le mandó tomar el hábito de la Tercera Orden de San Francisco, hábito que recibió en la iglesia de Santa María. Aquel día empezó su vida de apóstol. Al salir de la iglesia predicó con tal fervor sobre la pasión de Nuestro Señor Jesucristo y los pecados de los hombres, que todos se volvieron compungidos a sus casas, mientras ella regresaba gustosa a su soledad. Día tras día toda la ciudad, atónita, oyó sus predicaciones. Difícilmente comprendemos hoy el ardor con que las multitudes medievales iban tras el predicador de la palabra de Dios, las conversiones, las públicas reconciliaciones que provocaba, por ejemplo, un San Antonio de Padua. Y si el predicador resultaba ser una niña de pocos años...

No faltaron las contradicciones ni las penas. Los partidarios de Federico II, enemigos de la Santa Sede, en seguida la hicieron objeto de sus ataques. Tras las mofas y las calumnias vino el destierro. Todo ello sirvió para demostrar el temple de aquella niña, quien, como los apóstoles en otro tiempo, dijo que no podía dejar de predicar la divina palabra. Y la Providencia se valió de la malicia de sus perseguidores para que la semilla de la verdad fructificara en otras partes. Con sus padres tuvo que salir de noche de Viterbo, mientras la nieve barría los caminos. Agotados por el cansancio y el sufrimiento, llegaron al día siguiente al pueblo de Soriano. Sin embargo, todos los sufrimientos físicos se desvanecieron ante el dolor de su alma por la disolución moral de aquellas gentes. Allí continúa predicando, y su predicación se convierte, al cabo de algunos meses, en abundantes conversiones. Acuden también a oírla hombres y mujeres de los pueblos vecinos. A sus oyentes un día les anunció la muerte de Federico II, ocurrida en Fiorentino de Puglia el 13 de diciembre de 1250. Al fin de su vida el emperador se reconcilió con la Iglesia.

Y los pueblos de Vitorchiano, Orvieto, Acquapendente, Montefalcone y Corneto, oyeron, extrañados y al fin convencidos, la voz de aquella niña que atraía con su sola presencia, y que, si era preciso, confirmaba su predicación con milagros. Uno de los defectos que se achacan, con razón, a la Edad Media es la excesiva credulidad con que admitía los hechos extraordinarios. Hoy los biógrafos de nuestra Santa rechazan algunos de los milagros que se le atribuyeron, pero sin duda ninguna que hizo grandes milagros, porque de otro modo no se explica la polvareda espiritual que su paso levantó por todas partes. Su vida entera era un milagro.

A los dieciocho meses de haber salido de su pueblo natal pudo regresar a él, después de la muerte de Federico II. El pueblo entero salió a recibir a la mujer extraordinaria, contentos todos de recuperar aquel tesoro, que ahora apreciaban más después de haberlo perdido.

A pesar de sus triunfos apostólicos, su alma deseaba la soledad, para entregarse más decididamente a la oración y a la penitencia. Es la constante historia de todos los verdaderos apóstoles. San Bernardo había escrito poco tiempo antes que el apóstol debe ser concha y no simple canal.

Por segunda vez intenta entrar en un convento. Esta vez el monasterio lleva el bonito nombre de Santa María de las Rosas. Pero por segunda vez se le cierran las puertas del claustro. Dios no la destinaba a la vida religiosa.

Y por consejo de su confesor, Pedro de Capotosti, decide de nuevo convertir su casa en el claustro soñado; esta vez, sin embargo, tendrá que preocuparse de la santificación de otras almas. Algunas amigas suyas de Viterbo se unen a ella para guardar silencio, cantar salmos y oír sus exhortaciones espirituales. Ante la constante afluencia de nuevas jóvenes, el confesor de Rosa les compra un terreno cerca de Santa María de las Rosas. Allí floreció una comunidad que tomó la regla de la Orden Tercera de San Francisco.

De nuevo las humanas pequeñeces estorbaron la obra de Dios. Inocencio IV suprimió la obra, a indicación de las monjas de San Damián. El biógrafo de San Francisco de Asís, Tomás de Celano, dice que «cantando recibió la muerte». Un canto de alegría fue también la muerte de Rosa. Gastada prematuramente por las penitencias y el apostolado, se preparó para salir al encuentro del Esposo de las vírgenes. Al recibir el viático quedó largo rato en altísima contemplación. Cuando volvió en sí se le administró la extremaunción. Pidió perdón a Dios de todos sus pecados y se despidió de sus familiares con la exquisita caridad de siempre. Jesús, María, fueron sus últimas palabras. Tenía diecisiete años y diez meses. Puede fácilmente imaginarse el dolor de los viterbianos. ¡Había sido tan rápido su paso sobre la tierra! Su cuerpo, que despedía un perfume muy agradable, fue sepultado en Santa María.

Inocencio IV inició su proceso de canonización, pero la muerte le impidió terminarlo. Entonces nuestra Santa se aparece a Alejandro IV, que a la sazón se hallaba en Viterbo, y le indica que traslade su cuerpo a la iglesia de San Damián. Se organizó una magnífica procesión, presidida por el Papa, a quien acompañaban cuatro cardenales, para el traslado de sus reliquias a la iglesia aludida. Desde entonces el monasterio se llama de Santa Rosa.

Nicolás V ordenó al consejo de la villa de Viterbo que en la precesión de la Candelaria tres cirios de cera blanca recordaran a todos la luz de su apostolado, su amor a Dios y a los hombres, y su blancura virginal.

Calixto III la colocó en el catálogo de los santos. Desde su muerte, el lugar que guarda su cuerpo incorrupto ha sido centro de constantes peregrinaciones. En 1357 ocurrió en Viterbo un gran milagro. Quedó reducida a cenizas la capilla que guardaba sus reliquias, y se quemó la caja que las contenía; el cuerpo santo sólo cambió un poco de color.

Aunque su muerte ocurrió el día 6 de marzo de 1252, su fiesta se celebra el día 4 de septiembre, por ser el aniversario de la solemne traslación. De le representa recibiendo la sagrada comunión junto a un altar, y viendo en sueños los instrumentos de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo. ¿La lección de Rosa? Yo diría que es una lección de sobrenaturalismo. Nuestro siglo XX, escéptico ante lo extraordinario, y excesivamente enamorado de lo humano, conviene recuerde que Dios tiene marcada preferencia por servirse de instrumentos inadecuados para obtener sus victorias. Sobre todo deberían recordar frecuentemente la vida y la obra de Rosa de Viterbo todos los que se dedican al apostolado.

Oremos

Oh Dios, que te dignaste admitir en el coro de tus santas vírgenes a la bienaventurada Rosa, concédenos por sus ruegos y merecimientos la gracia de expiar todas nuestras culpas y de gozar eternamente de la compañía de tu Majestad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

-FRASE DEL DÍA-



 

SETIEMBRE, MES DE LA BIBLIA - "La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús"



 Los libros del Antiguo Testamento habían preanunciado la alegría de la salvación, que se volvería desbordante en los tiempos mesiánicos. El profeta Isaías se dirige al Mesías esperado saludándolo con regocijo: «Tú multiplicaste la alegría, acrecentaste el gozo» (9,2). Y anima a los habitantes de Sión a recibirlo entre cantos: «¡Dad gritos de gozo y de júbilo!» (12,6). A quien ya lo ha visto en el horizonte, el profeta lo invita a convertirse en mensajero para los demás: «Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén» (40,9). La creación entera participa de esta alegría de la salvación: «¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra! ¡Prorrumpid, montes, en cantos de alegría! Porque el Señor ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido» (49,13).

Zacarías, viendo el día del Señor, invita a dar vítores al Rey que llega «pobre y montado en un borrico»: «¡Exulta sin freno, Sión, grita de alegría, Jerusalén, que viene a ti tu Rey, justo y victorioso!» (9,9).

Pero quizás la invitación más contagiosa sea la del profeta Sofonías, quien nos muestra al mismo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría que quiere comunicar a su pueblo ese gozo salvífico. Me llena de vida releer este texto: «Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo» (3,17).

Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios: «Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien […] No te prives de pasar un buen día» (Si 14,11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras!

Papa Francisco
EVANGELII GAUDIUM,4 - 2013