sábado, 24 de julio de 2021

EVANGELIO - 25 de Julio - San Juan 6,1-15.


    Segundo Libro de los Reyes 4,42-44.

    Llegó un hombre de Baal Salisá, trayendo al hombre de Dios pan de los primeros frutos: veinte panes de cebada y grano recién cortado, en una alforja. Eliseo dijo: "Dáselo a la gente para que coman".
    Pero su servidor respondió: "¿Cómo voy a servir esto a cien personas?". "Dáselo a la gente para que coman, replicó él, porque así habla el Señor: Comerán y sobrará".
    El servidor se lo sirvió: todos comieron y sobró, conforme a la palabra del Señor.


Salmo 145(144),10-11.15-16.17-18.

Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.

Los ojos de todos esperan en ti,
y tú les das la comida a su tiempo;
abres tu mano y colmas de favores
a todos los vivientes.

El Señor es justo en todos sus caminos
y bondadoso en todas sus acciones;
El Señor está cerca de aquellos que lo invocan,
de aquellos que lo invocan de verdad.


    Carta de San Pablo a los Efesios 4,1-6.

    Hermanos: Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido.
    Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor.
    Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz.
    Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida.
    Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo.
    Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos.


    Evangelio según San Juan 6,1-15.

    Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades.
    Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos.
    Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
    Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
    Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?".
    El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
    Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan".
    Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?".
    Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres.
    Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
    Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada".
    Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
    Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo".
    Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 25 de Julio - «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?»


San Francisco de Sales Sermón (16-03-1622): Alimento de los pobres y humildes X, 300-303. 16 de marzo de 1622

«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?»

   «Subió Jesús a un monte... Levantando los ojos y contemplando la gran muchedumbre que venía a Él, dijo a Felipe: ¿dónde compraríamos pan para dar de comer a éstos?... aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces.» Jn 6, 3. 5. 9 Contemplemos esa muchedumbre que sigue al Maestro hasta el monte; con qué paz y serenidad de espíritu van tras Él. Ninguno murmura ni se queja, aunque parecía que iban a exhalar el último aliento por el desfallecimiento y el hambre... Cuando nos faltan los apoyos humanos, Dios los sustituye y cuida de nosotros con especial providencia. Esas pobres gentes que siguen al Señor fueron socorridas por el Señor solamente cuando ya iban a desfallecer de hambre. Jesús tuvo mucha compasión, pues por amor de Él se habían olvidado de sí mismas y ni siquiera habían llevado provisiones, excepto el pequeño Marcial, que tenía cinco panes de cebada y dos peces.

    Parece que el Salvador, enamorado del corazón de aquellas buenas gentes, se decía: no habéis tenido tiempo de pensar en vosotros, pero yo me encargaré de cuidaros. Y llamando a Felipe, le dijo: ¿Dónde podríamos encontrar comida para éstos?» y no preguntaba por no saber, sino para probarle. Nunca debemos pensar que Dios nos prueba para que caigamos, sino que prueba a sus servidores más amados para que demuestren su fidelidad y el amor que le tienen... Nuestro Señor probó a Felipe, y fue una buena ocasión, ya que había dado una respuesta llena de prudencia humana.

    Buena cosa es que, como Dios ama tanto la humildad, alguna vez nos pruebe, no para hacernos un mal, sino para enseñarnos por propia experiencia lo que somos, por eso permite que hagamos o digamos grandes locuras o cosas que nos dan materia para humillarnos.

SANTORAL - BEATO DARÍO ACOSTA ZURITA

25 de julio


    Nació el 13 de diciembre de 1908, en Naolinco, Veracruz. Fue bautizado en la iglesia parroquial de San Mateo Apóstol, el 23 de diciembre, con el nombre de Ángel Darío. El ambiente familiar era cristiano y sencillo y su infancia transcurrió tranquila. Recibió la primera Comunión a la edad de seis años y posteriormente el sacramento de la Confirmación.

    Desde niño conoció las limitaciones y los sacrificios, ya que en las revueltas armadas por la revolución su padre perdió el ganado que poseía y los medios económicos necesarios para el sostenimiento de su familia, enfermó de gravedad y al poco tiempo falleció. La joven viuda tuvo que hacer frente a la situación de extrema pobreza en que quedó. Darío la ayudó en el sostén de sus cuatro hermanos.

    Con el apoyo de su madre y la ayuda del señor cura Miguel Mesa, pudo ingresar en el seminario del obispo Guízar y Valencia; primero como alumno externo, y al poco tiempo, por su excelente aprovechamiento y óptima conducta, con la ayuda de una beca, como seminarista.

    Eran tiempos difíciles para la Iglesia por la revolución y las continuas luchas por el poder que asolaban el país, y Mons. Guízar decidió trasladar su seminario a la ciudad de México.

    Recibió la ordenación sacerdotal el 25 de abril de 1931, de manos de Mons. Guízar y Valencia y cantó su primera misa el día 24 de mayo, en la ciudad de Veracruz. Mons. Guízar lo nombró vicario cooperador de la parroquia de la Asunción, en la ciudad de Veracruz, donde se desempeñaba como párroco el señor canónigo Justino de la Mora. También estaban ahí de vicarios el p. Rafael Rosas y el p. Alberto Landa.

    Desde su llegada a Veracruz, fue notable para la gente su fervor y bondad, su preocupación por la catequesis infantil y dedicación al sacramento de la reconciliación.

    El vendaval de la persecución rugía con gran violencia, y el párroco llamó en varias ocasiones a sus vicarios para manifestarles la gravísima situación en que se encontraba la Iglesia y el peligro constante que corrían sus vidas, por el simple hecho de ser sacerdotes, dejándoles en absoluta libertad de ocultarse, si así lo consideraban; o de irse a sus casas, si así lo deseaban. La respuesta que obtuvo de los tres fue siempre: "Estamos dispuestos a arrostrar cualquier grave consecuencia por seguir en nuestros deberes sacerdotales". La disposición al martirio era manifiesta y constantemente renovada en aquellos días en que el perseguidor mostró todo su odio a Dios y a la Iglesia católica, al promulgar el decreto 197, Ley Tejeda, referente a la reducción de los sacerdotes en todo el Estado de Veracruz, para terminar con el "fanatismo del pueblo". De parte del gobernador, fue enviada a cada sacerdote una carta exigiéndoles el cumplimiento de esa ley. Al p. Darío le correspondió el número 759 y la recibió el 21 de julio.

    El día 25 de julio era la fecha establecida por el gobernador para que entrara en vigor la inicua ley. Era un día lluvioso, y en la parroquia de la Asunción todo transcurría normal. Las naves del templo estaban repletas de niños que habían llegado de todos los centros de catecismo, acompañados por sus catequistas. Había también un gran número de adultos, esperando recibir el sacramento de la reconciliación. Eran las 6.10 de la tarde, cuando varios hombres vestidos con gabardinas militares entraron simultáneamente por las tres puertas del templo, y sin previo aviso comenzaron a disparar contra los sacerdotes. El p. Landa fue gravemente herido, el p. Rosas se libró milagrosamente, al protegerse en el púlpito y el p. Darío, que acababa de salir del bautisterio, en donde había bautizado a un niño, cayó acribillado por las balas asesinas, alcanzando a exclamar: "¡Jesús!".

    Al escuchar los disparos, salió de la sacristía el señor cura De la Mora pidiendo que a él también lo mataran, pero los asesinos ya habían huido. El señor cura se acercó al p. Darío para darle los últimos auxilios.

    Algunos años después, en 1962, el Arzobispo de Veracruz, Dr. Manuel Pío López, mandó una Carta Pastoral a todos sus diocesanos, con motivo de la institución del proceso informativo sobre la fama de martirio del Padre Darío y él relató un milagro que ocurrió en su tumba:

    "Una religiosa del Asilo Veracruzano, deshecho el pulmón por tuberculosis en último grado, que llena de fe, se recostó en el sepulcro del Padre Darío, quedó sana instantáneamente".

    El 19 de marzo de 1994, fue cuando se inició la Introducción de la Causa de beatificación del Padre Darío.

    Sobre su tumba, trasladados sus restos mortales a la Parroquia de la Asunción, y precisamente cerca del lugar donde cayó mortalmente herido, se lee esta significativa inscripción, puesta por el pueblo cristiano, que confirma su gran martirio.

    Fue beatificado el 20 de noviembre de 2005 en el estadio Jalisco de Guadalajara junto con otros mártires laicos y sacerdotes.


Oremos

    Señor y Dios nuestro, que iluminaste el misterio de la cruz en la muerte gloriosa de tu mártir Darío Acosta Zurita, escucha nuestra súplica y haz que, fortalecidos por este sacrificio, nos unamos a Cristo fielmente y trabajemos en la Iglesia por la salvación de todos los hombres. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

viernes, 23 de julio de 2021

EVANGELIO - 24 de Julio - San Mateo 13,24-30.


        Libro del Exodo 24,3-8.

    Moisés fue a comunicar al pueblo todas las palabras y prescripciones del Señor, y el pueblo respondió a una sola voz: "Estamos decididos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho el Señor".
    Moisés consignó por escrito las palabras del Señor, y a la mañana siguiente, bien temprano, levantó un altar al pie de la montaña y erigió doce piedras en representación a las doce tribus de Israel.
    Después designó a un grupo de jóvenes israelitas, y ellos ofrecieron holocaustos e inmolaron terneros al Señor, en sacrificio de comunión.
    Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes, y derramó la otra mitad sobre el altar.
    Luego tomó el documento de la alianza y lo leyó delante del pueblo, el cual exclamó: "Estamos resueltos a poner en práctica y a obedecer todo lo que el Señor ha dicho".
    Entonces Moisés tomó la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: "Esta es la sangre de la alianza que ahora el Señor hace con ustedes, según lo establecido en estas cláusulas".


Salmo 50(49),1-2.5-6.14-15.

El Dios de los dioses, el Señor,
habla para convocar a la tierra
desde la salida del sol hasta el ocaso.
El Señor resplandece desde Sión,

que es el dechado de toda hermosura:
“Reúnanme a mis amigos,
a los que sellaron mi alianza con un sacrificio”.
¡Que el cielo proclame su justicia,

porque el Señor es el único Juez!
Ofrece al Señor un sacrificio de alabanza
y cumple tus votos al Altísimo;
invócame en los momentos de peligro:
yo te libraré, y tú me glorificarás”.


    Evangelio según San Mateo 13,24-30.

    Jesús propuso a la gente otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.
    Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña.
    Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'.
    El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'.
    'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo.
    Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 24 de Julio - “Dejadlos crecer juntos hasta la siega”

 

        Venerable Pio XII (1876-1958)papa 1939-1958Encíclica “El cuerpo Místico de Cristo”, 1943


“Dejadlos crecer juntos hasta la siega”

    Que nadie imagine que el Cuerpo de la Iglesia, teniendo el honor de llevar el nombre de Cristo, no se compone, desde el inicio de su peregrinar sobre la tierra, más que de miembros eminentes en santidad, o no está formado más que por el grupo de los que están predestinados por Dios a una felicidad eterna. En efecto, es necesario admitir que la infinita misericordia de nuestro Salvador no rechaza ahora que se dé un lugar en su Cuerpo místico a aquellos que, en otro tiempo, no rechazó que participaran en su banquete (cf Mt 9,11). Porque toda falta, aunque sea un pecado grave, de sí no da como resultado –como el cisma, la herejía o la apostasía- separar al hombre del Cuerpo de la Iglesia. La vida no desaparece de aquellos que, habiendo perdido por el pecado la caridad y la gracia santificante y, por consiguiente, llegan a ser incapaces de todo mérito sobrenatural; conservan, sin embargo, la fe y la esperanza cristianas y, a la luz de la gracia divina, bajo las inspiraciones interiores y el impulso del Santo Espíritu, son estimulados hacia un temor saludable y movidos por Dios a la oración y al arrepentimiento de sus faltas. Que todos, pues, tengan horror al pecado que ensucia a los miembros místicos del Redentor, pero que el pecador caído y que, por su obstinación, no se ha vuelto indigno de la comunión de los fieles, sea acogido con mucho amor, que nadie, con ferviente caridad, no vea en él más que un miembro enfermo de Jesucristo. Porque, tal como lo señala san Agustín, es mejor “ser curado en el Cuerpo de la Iglesia que ser arrancado de este Cuerpo como un miembro incurable”; “mientras el miembro está todavía ligado al cuerpo, no se puede desesperar de su salud; pero si es arrancado, ya no puede ni ser cuidado ni ser curado”.

SANTORAL - SAN FRANCISCO SOLANO

24 de Julio
Solamente para Argentina


    En Lima, ciudad del Perú, san Francisco Solano, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que para la salvación de las almas recorrió en todas direcciones América meridional, y enseñó, con su palabra y su testimonio, la novedad de la vida cristiana a los indios y a los mismos colonizadores españoles.

    San Francisco Solano, Misionero, nació en 1549, en Montilla, Andalucía, España. Su padre era alcalde de la ciudad, y el jovencito desde muy pequeño se caracterizó por su habilidad en poner paz entre los que se peleaban. Estudió con los Jesuitas, pero entró a la comunidad Franciscana porque le atraían mucho la pobreza y la vida tan sacrificada de los religiosos de San Francisco. Los primero años de sacerdocio los dedicó a predicar con gran provecho en el sur de España.. Es que rezaba mucho antes de cada predicación. Primer contagio. Llegó a Andalucía la peste del tifo negro y Francisco y su compañero Fray Buenaventura se dedicaron a atender a los enfermos más abandonados.

    Buenaventura se contagió y murió (y ahora es santo también) luego se contagió también Francisco y creyó que ya le había llegado la hora de partir para la eternidad, pero luego, de la manera más inesperada, quedó curado. El rey Felipe II pidió a los franciscanos que enviaran misioneros a Sudamérica y entonces sí fue enviado Francisco a extender la religión por estas tierras. Fue una gran alegría para su corazón. Cuando los marineros se desesperaban lo único que podía calmarlos era la intervención del Padre Francisco. Lograron que un barco los llevara a la ciudad de Lima. Fray Francisco Solano recorrió el continente americano durante 20 años predicando, especialmente a los indios.

    Pero su viaje más largo fue el que tuvo que hacer a pie, con incontables peligros y sufrimientos, desde Lima hasta Tucumán (Argentina) y hasta las pampas y el Chaco Paraguayo.- Más de 3,000 kilómetros y sin ninguna comodidad. Sólo confiando en Dios y movido por el deseo de salvar almas. Y le sucedió en aquel gran viaje misionero, que lograba aprender con extraordinaria facilidad los dialectos de aquellos indios a las dos semanas de estar con ellos. Y le entendían todos admirablemente sus sermones. Sus compañeros misioneros se admiraban grandemente de este prodigio y lo consideraban un verdadero milagro de Dios.

    Pero lo más admirable es que las tribus de indios, aun las más belicosas, y opuestas a los blancos, recibían los sermones del santo con una docilidad y un provecho que parecían increíbles. Un Jueves Santo estando el santo predicando en La Rioja (Argentina) llegó la voz de que se acercaban millares de indios salvajes a atacar la población. El peligro era sumamente grande, todos se dispusieron a la defensa, pero Fray Francisco salió con su crucifijo en la mano y se colocó frente a los guerreros atacantes y de tal manera les habló (logrando que lo entendieran muy bien en su propio idioma) que los aborígenes desistieron del ataque y poco después aceptaron ser evangelizados y bautizados en la religión católica. El Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía tocar muy bien el violín y la guitarra. Y en los sitios que visitaba divertía muy alegremente a sus oyentes con sus alegres canciones.

    Un día llegó a un convento donde los religiosos eran demasiado serios y recordando el espíritu de San Francisco de Asís que era vivir siempre interior y exteriormente alegres, se puso a cantarles y hasta a danzar tan jocosamente que aquellos frailes terminaron todos cantando, riendo y hasta bailando en honor del Señor Dios. San Francisco Solano misionó por más de 14 años por el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina, siempre a pie. Un día en el pueblo llamado San Miguel, estaban en un toreo, y el toro feroz se salió del corral y empezó a cornear sin compasión por las calles. Se le acercó a Fray Francisco y le lamía las manos y se dejaba llevar por él otra vez al corral. Por orden de sus superiores, los últimos años los pasó Fray Francisco en la ciudad de Lima predicando y convirtiendo pecadores.

    Entraba a las casas de juegos y hacía suspender aquellos vicios y llevaba a los jugadores a los templos. En los teatros, en plena función inmoral hacía suspender la representación y echaba un fogoso sermón desde el escenario, haciendo llorar y arrepentirse a muchos pecadores. En plena plaza predicaba al pueblo anunciando terribles castigos de Dios si seguían cometiendo tantos pecados y esto conseguía muchas conversiones. En mayo de 1610 empezó a sentirse muy débil. Los médicos que lo atendían se admiraban de su paciencia y santidad. El 14 de julio, una bandada de pajaritos entró cantando a su habitación y el Padre Francisco exclamó: "Que Dios sea glorificado", y expiró. Desde lejos las gentes vieron una rara iluminación en esa habitación durante toda la noche.

Oremos 

    Dios y Señor nuestro, que con tu amor hacia los hombres quisiste que San Francisco Solano anunciara a los pueblos la riqueza insondable que es Cristo, concédenos, por su intercesión, crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y vivir siempre según las enseñanzas del Evangelio, fructificando con toda clase de buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén

jueves, 22 de julio de 2021

EVANGELIO - 23 de Julio - San Mateo 13,18-23


       Libro del Éxodo 20,1-17.

    Dios pronunció estas palabras: "Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar en esclavitud.
    No tendrás otros dioses delante de mí.
    No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en las aguas.
    No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto, porque yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen; y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos.
    No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios, porque él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano.
    Acuérdate del día sábado para santificarlo.
    Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas; pero el séptimo es día de descanso en honor del Señor, tu Dios. En él no harán ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni el extranjero que reside en tus ciudades.
    Porque en seis días el Señor hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, pero el séptimo día descansó. Por eso el Señor bendijo el día sábado y lo declaró santo.
    Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da.
    No matarás.
    No cometerás adulterio.
    No robarás.
    No darás falso testimonio contra tu prójimo.
    No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni ninguna otra cosa que le pertenezca."


Salmo 19(18),8.9.10.11.

La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da sabiduría al simple.

Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos.

La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos.

Son más atrayentes que el oro,
que el oro más fino;
más dulces que la miel,
más que el jugo del panal.


    Evangelio según San Mateo 13,18-23.

    Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.
    Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.
    El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
    El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
    Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 23 de Julio - «… Da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno.»


San Padre Pío de Pietrelcina Carta: Dar fruto, liberados de las preocupaciones del mundo Epistolario 3, 579; CE 54

«… Da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno.» 

    Avanza con simplicidad en los caminos del Señor, y no te preocupes. Detesta tus defectos, sí, pero tranquilamente, sin agitación ni inquietud. Debemos tener paciencia para con ellos, y sacar provecho de ellos gracias a una santa humildad. Si te falta la paciencia, tus imperfecciones, en lugar de desaparecer, no harán más que crecer. Porque no hay nada que refuerce tanto nuestros defectos como la inquietud y la obsesión de liberarse de ellos.

    Cultiva tu viña de común acuerdo con Jesús. Tuya es la tarea de quitar las piedras y arrancar la cizaña. Pertenece a Jesús la tarea de sembrar, plantar, cultivar y regar. Pero incluso en tu trabajo, es también él quien obra. Porque sin Cristo, no podrías hacer nada.

SANTORAL - SANTA BRÍGIDA DE SUECIA

23 de Julio


   Santa Brígida, religiosa, nacida en Suecia, que contrajo matrimonio con el noble Ulfo, de quien tuvo ocho hijos, a todos los cuales educó piadosamente, y consiguió al mismo tiempo, con sus consejos y su ejemplo, que su esposo llevase una vida de piedad. Muerto éste, peregrinó a muchos santuarios y dejó varios escritos, en los que habla de la necesidad de reforma, tanto de la cabeza como de los miembros de la Iglesia. Puestos los fundamentos de la Orden del Santísimo Salvador, en Roma pasó finalmente de este mundo al cielo. Santa Brígida era hija de Birgerio, gobernador de Uppland, la principal provincia de Suecia. La madre de Brígida, Ingerborg, era hija del gobernador de Gotland oriental. Ingerborg murió hacia 1315 y dejó varios hijos. Brígida, que tenía entonces doce años aproximadamente, fue educada por una tía suya en Aspenás. A los tres años, había empezado a hablar con perfecta claridad, como si fuese una persona mayor, y su bondad y devoción fueron tan precoces como su lenguaje. Sin embargo, la santa confesaba que de joven había sido inclinada al orgullo y la presunción. A los siete años tuvo una visión de la Reina de los cielos. A los diez, a raíz de un sermón sobre la Pasión de Cristo que la impresionó mucho, soñó que veía al Señor clavado en la cruz y oyó estas palabras: «Mira en qué estado estoy, hija mía.» «¿Quién os ha hecho eso, Señor?», preguntó la niña. Y Cristo respondió: «Los que me desprecian y se burlan de mi amor». Esa visión dejó una huella imborrable en Brígida y, desde entonces, la Pasión del Señor se convirtió en el centro de su vida espiritual. Antes de cumplir catorce años, la joven contrajo matrimonio con Ulf Gudrnarsson, quien era cuatro años mayor que ella. Dios les concedió veintiocho años de felicidad matrimonial, Tuvieron cuatro hijos y cuatro hijas, una de las cuales es venerada con el nombre de santa Catalina de Suecia. Durante algunos años, Brígida llevó la vida de una señora feudal en las posesiones de su esposo en Ulfassa, con la única diferencia de que cultivaba la amistad de los hombres sabios y virtuosos.

    Hacia el año 1335, la santa fue llamada a la corte del joven rey Magno II para ser la principal dama de honor de la reina Blanca de Namur. Pronto comprendió Brígida que sus responsabilidades en la corte no se limitaban al estricto cumplimiento de su oficio. Magno era un hombre débil que se dejaba fácilmente arrastrar al vicio; Blanca tenía buena voluntad, pero era irreflexiva y amante del lujo. La santa hizo cuanto pudo por cultivar las cualidades de la reina y por rodear a ambos soberanos de buenas influencias. Pero, como sucede con frecuencia, aunque santa Brígida se ganó el cariño de los reyes, no consiguió mejorar su conducta, pues no la tomaban en serio. La santa empezó a disfrutar por entonces de las visiones que habían de hacerla famosa. Estas versaban sobre las más diversas materias, desde la necesidad de lavarse, hasta los términos del tratado de paz entre Francia e Inglaterra. «Si el rey de Inglaterra no firma la paz -decía- no tendrá éxito en ninguna de sus empresas y acabará por salir del reino y dejar a sus hijos en la tribulación y la angustia». Pero tales visiones no impresionaban gran cosa a los cortesanos suecos, quienes solían preguntar con cierta ironía: «¿Qué soñó Doña Brígida anoche?» Por otra parte, la santa tenía dificultades con su propia familia. Su hija mayor se había casado con un noble muy revoltoso, a quien Brígida llamaba «el Bandolero» y, hacia 1340, murió Gudmaro, su hijo menor. Por esa pérdida la santa hizo una peregrinación al santuario de San Olaf de Noruega, en Trondhjem. A su regreso, fortalecida por las oraciones, intentó con más ahínco que nunca volver al buen camino a sus soberanos. Como no lo lograse, les pidió permiso de ausentarse de la corte e hizo una peregrinación a Compostela con su esposo. A la vuelta del viaje, Ulf cayó gravemente enfermo en Arrás y recibió los últimos sacramentos, ya que la muerte parecía inminente. Pero santa Brígida, que oraba fervorosamente por el restablecimiento de su esposo, tuvo un sueño en el que san Dionisio le reveló que no moriría. A raíz de la curación de Ulf, ambos esposos prometieron consagrarse a Dios en la vida religiosa. Según parece, Ulf murió en 1344 en el monasterio cisterciense de Alvastra, antes de poner por obra su propósito. Santa Brígida se quedó en Alvastra cuatro años dedicada a la penitencia y completamente olvidada del mundo. Desde entonces, abandonó los vestidos preciosos: sólo usaba lino para el velo y vestía una burda túnica ceñida con una cuerda anudada. Las visiones y revelaciones se hicieron tan insistentes, que la santa se alarmó, temiendo ser víctima de las ilusiones del demonio o de su propia imaginación. Pero en una visión que se repitió tres veces, se le ordenó que se pusiese bajo la dirección del maestre Matías, un canónigo muy sabio y experimentado de Linköping, quien le declaró que sus visiones procedían de Dios.

    Desde entonces y hasta su muerte, santa Brígida comunicó todas sus visiones al prior de Alvastra, llamado Pedro, quien las consignó por escrito en latín. Ese período culminó con una visión en la que el Señor ordenó a la santa que fuese a la corte para amenazar al rey Magno con el juicio divino; así lo hizo Brígida, sin excluir de las amenazas a la reina y a los nobles. Magno se enmendó algún tiempo y dotó liberalmente el monasterio que la santa había fundado en Vadstena, impulsada por otra visión. En dicho monasterio había sesenta religiosas. En un edificio contiguo habitaban trece sacerdotes (en honor de los doce apóstoles y de San Pablo), cuatro diáconos (que representaban a los doctores de la Iglesia) y ocho hermanos legos. En conjunto había ochenta y cinco personas, que era el número de los discípulos del Señor. Santa Brígida redactó las constituciones; según se dice, se las dictó el Salvador en una visión. Pero ni Bonifacio IX en la bula de canonización, ni Martín V, que ratificó los privilegios de la abadía de Sión y confirmó la canonización, mencionan ese hecho y sólo hablan de la aprobación de la regla por la Santa Sede, sin hacer referencia a ninguna revelación privada. En la fundación de santa Brígida, lo mismo que en la orden de Fontevrault, los hombres estaban sujetos a la abadesa en lo temporal, pero en lo espiritual, las mujeres estaban sujetas al superior de los monjes. La razón de ello es que la orden había sido fundada principalmente para las mujeres y los hombres sólo eran admitidos en ella para asegurar los ministerios espirituales. Los conventos de hombres y mujeres estaban separados por una clausura inviolable; tanto unos como las otras, asistían a los oficios en la misma iglesia, pero las religiosas se hallaban en una galería superior, de suerte que ni siquiera podían verse unos a otros. La orden del Santísimo Salvador, que llegó a tener unos setenta conventos, actualmente es pequeña, pero continúa existiendo en distintas partes del mundo. El monasterio de Vadstena fue el principal centro literario de Suecia en el siglo XV. A raíz de una visión, santa Brígida escribió una carta muy enérgica a Clemente VI, urgiéndole a partir de Aviñón a Roma y establecer la paz entre Eduardo III de Inglaterra y Felipe IV de Francia. El Papa se negó a partir de Aviñón pero, en cambio envió a Hemming, obispo de Abö, a la corte del rey Felipe, aunque la misión no tuvo éxito. Entre tanto, el rey Magno, que apreciaba más las oraciones que los consejos de santa Brígida, trató de hacerla intervenir en una cruzada contra los paganos letones y estonios. En realidad se trataba de una expedición de pillaje. La santa no se dejó engañar y trató de disuadir al monarca. Con ello, perdió el favor de la corte, pero estaba compensada con el amor del pueblo, por cuyo bienestar se preocupaba sinceramente durante sus múltiples viajes por Suecia. Había todavía en el país muchos paganos, y santa Brígida ilustraba con milagros la predicación de sus capellanes.

    En 1349, a pesar de que la «muerte negra» hacía estragos en toda Europa, Brígida decidió ir a Roma con motivo del jubileo de 1350. Acompañada de su confesor, Pedro de Skeninge, y otros personajes, se embarcó en Stralsund, en medio de las lágrimas del pueblo, que no había de volver a verla. En efecto, la santa se estableció en Roma, donde se ocupó de los pobres de la ciudad, en espera de la vuelta del Pontífice a la Ciudad Eterna. Asistía diariamente a misa a las cinco de la mañana; se confesaba todos los días y comulgaba varias veces por semana. El brillo de su virtud contrastaba con la corrupción de costumbres que reinaba entonces en Roma: el robo y la violencia hacían estragos, el vicio era cosa normal, las iglesias estaban en ruinas y lo único que interesaba al pueblo era escapar de sus opresores. La austeridad de la santa, su devoción a los santuarios, su severidad consigo misma y su bondad con el prójimo, su entrega total al cuidado de los pobres y los enfermos le ganaron el cariño de todos aquéllos en quienes todavía quedaba algo de cristianismo. Santa Brígida atendía con particular esmero a sus compatriotas y cada día daba de comer a los peregrinos suecos en su casa, que estaba situada en las cercanías de San Lorenzo in Damaso. Pero su ministerio apostólico no se reducía a la práctica de las buenas obras ni a exhortar a los pobres y a los humildes. En cierta ocasión, fue al gran monasterio de Farfa para reprender al abad, «un hombre mundano que no se preocupaba absolutamente por las almas». Hay que decir que, probablemente, la reprensión de la santa no produjo efecto alguno. Más éxito tuvo su celo en la reforma de otro convento de Bolonia. Ahí se hallaba Brígida cuando fue a reunirse con ella su hija, santa Catalina, quien se quedó a su lado y fue su fiel colaboradora hasta el fin de la vida de Brígida. Dos de las iglesias romanas más relacionadas con nuestra santa son la de San Pablo Extramuros y la de San Francisco de Ripa. En la primera se conserva todavía el bellísimo crucifijo, obra de Cavallini, ante el que Brígida acostumbraba orar y que le respondió más de una vez; en la segunda iglesia se le apareció san Francisco y le dijo: «Ven a beber conmigo en mi celda». La santa interpretó aquellas palabras como una invitación para ir a Asís. Visitó la ciudad y, de ahí partió en peregrinación por los principales santuarios de Italia, durante dos años.

    Las profecías y revelaciones de santa Brígida se referían a las cuestiones más candentes de su época. Predijo, por ejemplo, que el papa y el emperador se reunirían amistosamente en Roma al poco tiempo (así lo hicieron el beato Urbano V y Carlos IV, en 1368). La profecía de que los partidos en que estaba dividida la Ciudad Eterna recibirían el castigo que merecían por sus crímenes, disminuyeron un tanto la popularidad de la santa y aun le atrajeron persecuciones. Por otra parte, ni siquiera el Papa escapaba a sus críticas. En una ocasión le llamó «asesino de almas, más injusto que Pilato y más cruel que Judas». Nada tiene de extraño que Brígida haya sido arrojada de su casa y aun haya tenido que ir, con su hija, a pedir limosna al convento de las Clarisas Pobres. El gozo que experimentó la santa con la llegada de Urbano V a Roma fue de corta duración, pues el Pontífice se retiró poco después a Viterbo, luego a Montesfiascone y aun se rumoró que se disponía a volver a Aviñón. Al regresar de una peregrinación a Amalfi, Brígida tuvo una visión en la que Nuestro Señor la envió a avisar al papa que se acercaba la hora de su muerte, a fin de que diese su aprobación a la regla del convento de Vadstena. Brígida había ya sometido la regla a la aprobación de Urbano V, en Roma, pero el Pontífice no había dado respuesta alguna. Así pues, se dirigió a Montefiascone montada en su mula blanca. Urbano aprobó, en general, la fundación y la regla de santa Brígida, que completó con la regla de san Agustín. Cuatro meses más tarde, murió el Pontífice. Santa Brígida escribió tres veces a su sucesor, Gregorio XI, que estaba en Aviñón, conminándole a trasladarse a Roma. Así lo hizo el Pontífice cuatro años después de la muerte de la santa.

    En 1371, a raíz de otra visión, Santa Brígida emprendió una peregrinación a los Santos Lugares, acompañada de su hija Catalina, de sus hijos Carlos y Bingerio, de Alfonso de Vadaterra y otros personajes. Ese fue el último de sus viajes. La expedición comenzó mal, ya que en Nápoles, Carlos se enamoró de la reina Juana I, cuya reputación era muy dudosa. Aunque la esposa de Carlos vivía aún en Suecia y el marido de Juana estaba en España, ésta quería contraer matrimonio con él y la perspectiva no desagradaba a Carlos. Su madre, horrorizada ante tal posibilidad, intensificó sus oraciones. Dios resolvió la dificultad del modo más inesperado y trágico, pues Carlos enfermó de una fiebre maligna y murió dos semanas después en brazos de su madre. Carlos y Catalina eran los hijos predilectos de la santa. Esta prosiguió su viaje a Palestina embargada por la más profunda pena. En Jaffa estuvo a punto de perecer ahogada durante un naufragio. Sin embargo durante la accidentada peregrinación la santa disfrutó de grandes consolaciones espirituales y de visiones sobre la vida del Señor. A su vuelta de Tierra Santa, en el otoño de 1372, se detuvo en Chipre, donde clamó contra la corrupción de la familia real y de los habitantes de Famagusta, quienes se habían burlado de ella cuando se dirigía a Palestina. Después pasó a Nápoles, donde el clero de la ciudad leyó desde el púlpito las profecías de santa Brígida, aunque no produjeron mayor efecto entre el pueblo. La comitiva llegó a Roma en marzo de 1373. Brígida, que estaba enferma desde hacía algún tiempo, empezó a debilitarse rápidamente, y falleció el 23 de julio de ese año, después de recibir los últimos sacramentos de manos de su fiel amigo, Pedro de Alvastra. Tenía entonces setenta y un años. Su cuerpo fue sepultado provisionalmente en la iglesia de San Lorenzo in Panisperna. Cuatro meses después, santa Catalina y Pedro de Alvastra condujeron triunfalmente las reliquias a Vadstena, pasando por Dalmacia, Austria, Polonia y el puerto de Danzig. Santa Brígida, cuyas reliquias reposan todavía en la abadía por ella fundada, fue canonizada en 1391 y es patrona de Suecia y de Europa.

    Uno de los aspectos más conocidos en la vida de Santa Brígida, es el de las múltiples visiones con que la favoreció el Señor, especialmente las que se refieren a los sufrimientos de la Pasión y a ciertos acontecimientos de su época. Por orden del Concilio de Basilea, el sabio Juan de Torquemada, quien fue más tarde cardenal, examinó el libro de las revelaciones de la santa y declaró que podía ser muy útil para la instrucción de los fieles; pero tal aprobación encontró muchos opositores. Por lo demás, la declaración de Torquemada significa únicamente que la doctrina del libro es ortodoxa y que las revelaciones no carecen de probabilidad histórica. El papa Benedicto XIV, entre otros, se refirió a las revelaciones de santa Brígida en los siguientes términos: «Aunque muchas de esas revelaciones han sido aprobadas, no se les debe el asentimiento de fe divina; el crédito que merecen es puramente humano, sujeto al juicio de la prudencia, que es la que debe dictarnos el grado de probabilidad de que gozan para que creamos píamente en ellas». Santa Brígida, con gran sencillez de corazón, sometió siempre sus revelaciones al juicio de las autoridades eclesiásticas y, lejos de gloriarse por gozar de gracias tan extraordinarias, que nunca había deseado, las aprovechó como una ocasión para manifestar su obediencia y crecer en amor y humildad. Si sus revelaciones la han hecho famosa, ello se debe en gran parte a la virtud heroica de la santa, consagrada por el juicio de la Iglesia. Vivir el espíritu de los misterios de nuestra religión vale más a los ojos de Dios que las visiones más extraordinarias y el conocimiento de las cosas ocultas. Quien posee la inteligencia de un ángel pero no tiene caridad es como un címbalo hueco. Santa Brígida supo reunir el lenguaje de los ángeles con la verdadera caridad. El libro de sus revelaciones fue publicado por primera vez en 1492 y ha sido traducido a muchos idiomas. Alban Butler hace notar con agudeza que si tuviésemos las revelaciones de la santa tal como ella las escribió, en vez de la traducción de Pedro de Alvastra, retocada en parte por Alfonso de Vadaterra, «estarían redactadas en forma más sencilla, con mayor frescura y tendrían mayores visos de veracidad».

Oremos

    Señor, Dios nuestro, que revelaste a Santa Brígida de Suecia profundos secretos celestiales en la meditación de los sufrimientos de tu Hijo, concédenos también a nosotros que, después de compartir los padecimientos de Cristo, rebosemos de gozo cuando se manifieste la gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén

miércoles, 21 de julio de 2021

EVANGELIO - 22 de Julio - San Juan 20,1-2.11-18


     Cantar de los Cantares 3,1-4a.

    Así habla la esposa: En mi lecho, durante la noche, busqué al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré!
    Me levantaré y recorreré la ciudad; por las calles y las plazas, buscaré al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré!
    Me encontraron los centinelas que hacen la ronda por la ciudad: "¿Han visto al amado de mi alma?".
    Apenas los había pasado, encontré al amado de mi alma.


Salmo 63(62),2.3-4.5-6.8-9.

Señor, tú eres mi Dios,
yo te busco ardientemente;
mi alma tiene sed de ti,
por ti suspira mi carne
como tierra sedienta, reseca y sin agua.

Sí, yo te contemplé en el Santuario
para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán.

Así te bendeciré mientras viva
y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada
como con un manjar delicioso,
y mi boca te alabará
con júbilo en los labios.

Veo que has sido mi ayuda
y soy feliz a la sombra de tus alas.
Mi alma está unida a ti,
tu mano me sostiene.


    Evangelio según San Juan 20,1-2.11-18.

    El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
    Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
    María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
    Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto".
    Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
    Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo".
    Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!".
    Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'".
    María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 22 de Julio - «He visto al Señor y me ha dicho» «No me toques, porque aún no he subido al Padre»


        Beato John Henry Newman Obras: Reterner a Cristo Sobre la Justificación, n°9, §8

«He visto al Señor y me ha dicho» «No me toques, porque aún no he subido al Padre»

    ¿Por qué el Señor no puede ser tocado antes de su ascensión, y cómo podrá ser tocado después? … No me toques, porque he aquí que, para vuestro bien, me apresuro de la tierra al cielo, de la carne y la sangre a la gloria, de un cuerpo humano a un cuerpo espiritual (1 Cor 15,44)… Asciendo, en cuerpo y alma, a mi Padre… Por lo tanto, yo estaré presente, aunque invisible: más realmente presente que ahora. Entonces me podrás tocar y coger – sin un abrazo visible, pero más real, a través de la fe y la devoción…

    «Tú me has visto, María, pero no has podido retenerme. Te me has acercado, lo suficiente como para besar mis pies y ser tocada por mi mano. Tú has dicho: ¡Oh, si yo supiera cómo guardarlo, retenerlo para siempre! Si pudiera tenerlo y nunca perderlo! (Job 23,3; Ct 5,6) Tu deseo hecho realidad: cuando yo me haya ido al cielo, no verás nada, pero lo tendrás todo. A mi deseada sombra te podrás sentar, y mi fruto será dulce a tu paladar (Canto 2:3). Me tendrás plena y enteramente. Estaré cerca de ti, en ti; entraré en tu corazón, plenamente Salvador, enteramente Cristo, en toda mi plenitud, Dios y el hombre, por la fuerza prodigiosa de mi cuerpo y mi sangre».

SANTORAL - SANTA MARÍA MAGDALENA

22 de Julio


    Memoria de Santa María Magdalena, que, liberada por el Señor de siete demonios, se convirtió en su discípula, siguiéndole hasta el monte Calvario, y en la mañana de Pascua mereció ser la primera en ver al Salvador retornado de la muerte y llevar a los otros discípulos el anuncio de la resurrección. Catequesis, historia y leyenda se entremezclan en este personaje de María Magdalena, e incluso quien nunca ha oído hablar del Evangelio, ha escuchado su nombre. Aunque es un personaje relevante dentro de los evangelios, si alguien pretendiera trazar hoy una semblanza de la Magdalena, no podría dar la espalda a las muchas leyendas, porque son ellas las que más han configurado la lectura del personaje, comenzando por las dificultades para definir a quién estamos verdaderamente celebrando, o, dicho de otro modo: cuántas María Magdalena hay. Hay tres personajes a los que le caben rasgos de la que celebramos hoy como María Magdalena:

    En Lucas 7,37-50 se habla de una «pecadora pública» que unge a Jesús con perfume, lava sus pies con lágrimas y los seca con sus cabellos. Es, me atrevería a decir, una de las parábolas del perdón más conmovedoras de cuantas trae San Lucas, si es que es posible establecer un «ranking». De esta pecadora no se dice el nombre en ningún momento, y la escena no está localizada sino «en casa de un fariseo», sin que se especifique de ninguna manera dónde ocurre; es verdad que la última localización fue la ciudad de Naín, pero entre esa escena y la de la pecadora parece haber pasado tiempo, el suficiente para que Jesús utilice la resurrección de un muerto como signo del reino en la respuesta a los mensajeros de Juan.

    En el mismo Lucas, 8,2, se menciona por primera vez a María Magdalena -a la que se supone conocida- como una mujer de la que Jesús hizo salir siete demonios. «Magdalena» la identifica como del poblado de Magdala, actual Mejdal, una aldea en la costa del Mar de Galilea, no mencionada en otras partes de la Biblia. Forma parte también del grupo de mujeres (en número indeterminado, aunque identifica a tres) que anuncia a los apóstoles y discípulos la resurrección (Lc 24,10). Esta misma María Magdalena aparece mencionada en los otros tres evangelios: en Mateo 27-28 también como testigo de la muerte y resurrección, junto con otras mujeres; lo mismo en Marcos 15-16; también en Juan aparece asociada al anuncio de la resurrección, pero con la importante variación de que es la única que está allí, no entre otras mujeres, además de que sostiene el impactante diálogo con Jesús resucitado, a quien confunde con el jardinero (Jn 20,1-18).

    María (aunque nunca llamada Magdalena) es también el nombre de una de las hermanas de Lázaro, de quien la otra es Marta. Es la hermana «contemplativa», a tenor de la escena de Lucas 10,38-42 (si es que estas dos hermanas son las mismas Marta y María hermanas de Lázaro, que es lo que se considera habitualmente). Está María, en Juan 12,3, unge los pies de Jesús y los seca con sus cabellos. Esta escena se considera normalmente la misma que la llamada «unción en Betania» (Mt 26,6-13; Mc 14,3-9), aunque debe tenerse presente que en la escena tal como la cuentan los sinópticos la mujer que unge a Jesús no se supone conocida.

    Con estos tres referentes la tradición interpretativa ha hecho distintas combinaciones:en las iglesias orientales (incluyendo la católica), no se considera que las tres sean la misma, sino que en la fecha de hoy se celebra a María «la del jarrón de alabastro», es decir, la anónima primera de la lista, a la que eventualmente se identifica, pero no siempre, con María Magdalena, mientras que «María de Betania» (es decir, la hermana de Lázaro y Marta) se celebra en otras fechas (4 de octubre los ortodoxos, 22 de octubre los armenios); también el nuevo Martirologio Romano distingue a esta María de Betania de las otras dos (es decir, la Magdalena y la anónima) y la celebra el 29 de julio, junto con Lázaro y Marta, fecha en la que antes celebrábamos sólo a Marta. En Occidente, san Gregorio Magno identificó a las tres mujeres en una sola, y ésa es la tradición que ha primado durante siglos entre nosotros. Sin embargo no todos los Padres estuvieron de acuerdo con eso, san Agustín y san Jerónimo, por ejemplo, no indican que se trate de la misma mujer; sin embargo san Agustín opina (en «La concordancia de los Evangelios», cap 2) que María de Betania y la pecadora anónima de Lucas 7 sí son la misma mujer.

    En la actualidad es preferible admitir -desde el punto de vista del relato bíblico- que se trata de tres personas distintas: a dos de ellas las celebramos en el santoral, y una tercera queda sin celebración: a María de Betania, como ya he dicho, el 29 de julio, y a María de Magdala, hoy. Claramente el elogio del Martirologio Romano de hoy explicita no más que lo que puede atribuirse a María la de Magdala: de ella el Señor expulsó siete demonios, y fue la que anunció la resurrección a los apóstoles y discípulos. La anónima pecadora pública de Lucas 7 -que bien puede ser un personaje parabólico- ha quedado sin entrada en el Martirologio actual.

    Debe tenerse presente, de todos modos, que la iconografía y la leyenda no tienen distinguidos a los personajes, y por tanto presentarán a una con los rasgos de la otra. Así, lo primero que «sabemos» sobre la Magdalena es que era prostituta. La verdad es que de ninguna de todas estas mujeres mencionadas se dice que haya sido prostituta, pero si a alguna le cabe el mote es a la anónima «pecadora pública» de Lucas 7, más que a la Magdalena; siempre teniendo en cuenta que la prostitución no es el único pecado público posible, podría haber estado casada con un publicano, por ejemplo, o ser rea de cualquier otro pecado público...

    La «leyenda áurea» se hace eco de una tradición medieval completamente espuria, pero que sin embargo la encontraremos reflejada en la literatura y en el cine hasta la actualidad: María Magdalena habría sido la prometida de Juan; cuando éste sigue a Jesús, ella, «...despechada al verse abandonada por su prometido, se entregó a todos los vicios. Pero, como no convenía que la vocación de san Juan fuese la ocasión de la condenación de María Magdalena, Nuestro Señor la movió misericordiosamente a la penitencia. Y, dado que María Magdalena había hecho de la carne su mayor deleite, Cristo le concedió sobre todos los dones el don del amor a Dios, que es el mayor deleite espiritual» (Leyenda áurea, fragmento citado en Butler).

    La alegoría, prolífico método de interpretación bíblica que consigue armonizar todo con todo, fue ampliamente utilizada para poder compaginar los tres personajes en uno solo, así, para san Gregorio Magno (y para otros autores): «¿Qué se entiende por siete demonios, sino todos los vicios? Pues como en siete días se presenta todo el tiempo, así el número siete representa la universalidad. María tuvo siete demonios, porque había cometido toda clase de pecados.» (Homilía sobre los evangelios, 33, citada en Catena Aurea a Lc 8,3), con lo cual, como se ve, se termina pudiendo convertir una endemoniada en una pecadora pública...

    De María Magdalena sólo sabemos que había estado endemoniada y Jesús le practicó exorcismo, escena que no se nos cuenta; el hecho, claro, no tiene nada de especial: Jesús practicó, según leemos en los evangelios, muchos exorcismos, e incluso en algún caso echó muchos demonios al mismo tiempo (ver el caso de «Legión», en Mc 5, uno de los más curiosos exorcismos de Jesús); si preferimos una interpretación más «naturalista», hablar de que «expulsó de ella siete demonios» supone que era víctima de una enfermedad muy grave. En todo caso su papel en los evangelios no está centrado en su época anterior al discipulado -como en la tradición posterior, que desplaza el centro de interés hacia su estado de pecado o de prostitución, en la versión identificada tradicional, claro-, sino en el especial papel que cumple como discípula: anunciar la resurrección. Es verdad que en los tres sinópticos esa función no es exclusiva de ella, pero de ella puede decirse, al menos, que es identificada fehacientemente: -Mateo 28.1: «Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro.» -Marcos 16,1: «Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle.» (bien es verdad que, como veremos, Marcos conoce una tradición ligada de manera exclusiva a la Magdalena -Lucas 24,1.10: «El primer día de la semana, muy de mañana, fueron [las mujeres] al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. [...] Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas.».

    Juan, en cambio, se ciñe a una tradición que tiene a María Magdalena como centro de la escena: «El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro.» (20,1). No es todavía ésta la escena en la que Jesús dialoga con ella, sino que ella anuncia a los discípulos la tumba vacía (no todavía la resurrección), Juan 20,2; luego Pedro y Juan verifican ese anuncio y comprenden que se trata de la resurrección (20,9), y recién después se produce la aparición de Jesús resucitado a María Magdalena (Jn 20,11ss). Como se ve, el orden de la información sigue un cuidadoso plan catequético: evidencia de la tumba vacía (signo); penetración espiritual en la resurrección (significado), de la mano de los apóstoles; búsqueda del Señor, revelación (por parte de Jesús), reconocimiento (por parte de María). Estas etapas no pueden mezclarse, ni están dispuestas al azar. San Marcos también conoce la tradición de la aparición exclusiva a María Magdalena, y la consigna en 16,9 («Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios.») pero no elabora la escena con la profundidad catequística y el detalle con que lo hace Juan.

    Cabría preguntarse por qué María Magdalena tiene tanta importancia en el evangelio de San Juan. Quizás fue un personaje prominente de la comunidad que rodeó al surgimiento de ese evangelio. De hecho alguna tradición (pero hay que tomar esas tradiciones siempre con pinzas) asegura que fue a vivir a Éfeso con Juan y la Virgen, siempre dando por supuesto, como ocurre con todas las tradiciones de los siglos II y III, que el autor del evangelio de Juan es el mismo que el apóstol Juan y que el Discípulo Amado y que por lo tanto la Virgen fue a vivir como «madre donada en la cruz» del apóstol Juan. Aunque no puedan tomarse estas tradiciones como recuerdos exactos de hechos históricos, posiblemente la localización en Éfeso ayude a entender al especial vinculación de María Magdalena y el evangelio Joánico, una de cuyas etapas tuvo, según afirman los estudiosos, su centro en la ciudad de Éfeso. Según la tradición oriental, allí habría muerto la santa.

    La escena del reconocimiento del resucitado, protagonizada por María Magdalena y que sólo detalla extensamente Juan, es especialmente bella, difícil resistirse a leerla una vez más: «Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: "Mujer, ¿por qué lloras?" Ella les respondió: "Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto." Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?" Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré." 
Jesús le dice: "María." Ella se vuelve y le dice en hebreo: "Rabbuní" - que quiere decir: "Maestro" -. Dícele Jesús: "No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios." Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.» (20,11-18) El «no me toques» es una de las frases que más tinta ha hecho correr en los comentarios, desde interpretaciones literarias, a alegóricas y moralizantes; el sentido literal más obvio parece que es el que expresa san Juan Crisóstomo: «Esta mujer quería tratar todavía al Señor como antes de su pasión, y preocupada con el gozo no comprendía el admirable cambio operado en la humanidad de Jesús resucitado»; sin embargo, algún otro sentido menos obvio debe esconder la escena, puesto que, ni siquiera en el contexto del evangelio de Juan, se niega a los discípulos que lo puedan tocar resucitado, e incluso Jesús invita a Tomás a que lo haga para verificar su identidad . He aventurado en algunas ocasiones la hipótesis de lectura (pero debe tomarse exclusivamente como eso, como una hipótesis de lectura que debe ser desarrollada con cuidado, para no imponerle a Juan sentidos que no haya pretendido), que el «no me toques» puede relacionarse tipológicamente con el «ni lo toquéis» que agrega la mujer del Génesis al mandato de Dios (Gn 3,3). Podría tratarse de una inversión irónica: así como con el «ni lo toquéis» la mujer se distancia de la captación profunda del mandato divino y convierte al fruto en un objeto tabú, así en esta escena es el propio Dios quien «agrega» el «no toques», hasta que se consume la totalidad del camino de salvación abierto en Génesis. Vuelvo a repetir que no hay en esto más que la indicación de una hipótesis de lectura, sugerida además por la ubicación de las dos escenas en un huerto. María Magdalena se constituiría así en una de las «contrafiguras» (antitypoi) de Eva.

    Para finalizar, aunque no merezca el más mínimo crédito, no puede dejar de mencionarse la tradición que hace a María Magdalena (junto con Marta y Lázaro, supuesta la identificación de la que hablaba al inicio) evangelizadora del sur de la Galia (Provenza), donde pasó los últimos treinta años de su vida, y donde habría finalmente muerto, no sin antes ser trasladada milagrosamente desde la caverna de Sainte Baume, donde vivía, a la capilla de San Maximino para recibir los últimos sacramentos. En palabras de Butler: «La primera mención del viaje de María Magdalena a la Provenza data del siglo XI, a propósito de las pretendidas reliquias de la santa que se hallaban en la abadía de Vézelay, en Borgoña. Pero la leyenda no tomó su forma definitiva sino hasta el siglo XIII, en la Provenza. A partir de 1279, empezó a afirmarse que las reliquias de Santa María Magdalena se hallaban en Vézelay, en el convento dominicano de Saint-Maximin. Todavía en la actualidad es muy popular la peregrinación a dicho convento y a La Sainte Baume. Pero las investigaciones modernas, especialmente las que llevó a cabo Mons. Duchesne, han demostrado que no se pueden considerar como auténticos ni las reliquias, ni el viaje de los amigos del Señor a Marsella. Así pues, a pesar de los clamores de la tradición local francesa, hay que confesar que se trata de una fábula.» (Butler-Guinea, tomo III, pág. 170).

Oremos

    Señor, Dios nuestro, Cristo, tu unigénito, confió, antes que a nadie, a María Magdalena la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual; concédenos a nosotros, por la intercesión y el ejemplo de aquella cuya fiesta celebramos, anunciar siempre a Cristo resucitado y verle un día glorioso en el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.