martes, 3 de noviembre de 2020

EVANGELIO - 04 de Noviembre - San Lucas 14,25-33


    Carta de San Pablo a los Filipenses 2,12-18.

    Queridos míos, ustedes que siempre me han obedecido, trabajen por su salvación con temor y temblor, no solamente cuando estoy entre ustedes, sino mucho más ahora que estoy ausente.
    Porque Dios es el que produce en ustedes el querer y el hacer, conforme a su designio de amor.
    Procedan en todo sin murmuraciones ni discusiones: así serán irreprochables y puros, hijos de Dios sin mancha, en medio de una generación extraviada y pervertida, dentro de la cual ustedes brillan como haces de luz en el mundo, mostrándole la Palabra de Vida. De esa manera, el Día de Cristo yo podré gloriarme de no haber trabajado ni sufrido en vano.
    Y aunque mi sangre debiera derramarse como libación sobre el sacrificio y la ofrenda sagrada, que es la fe de ustedes, yo me siento dichoso y comparto su alegría.
    También ustedes siéntanse dichosos y alégrense conmigo.


Salmo 27(26),1.4.13-14.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?

Una sola cosa he pedido al Señor,
y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor
todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y contemplar su Templo.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.


    Evangelio según San Lucas 14,25-33.


    Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: "Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo.
    El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
    ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla?
   No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: 'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'.
    ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil?
    Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.
    De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 04 de Noviembre - «El que de entre vosotros no renuncie a sus bienes no puede ser discípulo mío»


Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897) carmelita descalza, doctora de la Iglesia Carta 197, del 17-09-1896

«El que de entre vosotros no renuncie a sus bienes no puede ser discípulo mío»

    Querida hermana: ¿Cómo puedes preguntarme si puedes tú amar a Dios como le amo yo...? Mis deseos de martirio no son nada, no son ellos los que me dan la confianza ilimitada que siento en mi corazón. A decir verdad, son las riquezas espirituales las que hacen injusto al hombre cuando se apoya en ellas con complacencia, creyendo que son algo grande... Yo sé muy bien que.. lo que le agrada a Dios en mi pobre alma es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia... Este es mi único tesoro. Hermana querida..., comprende que para amar a Jesús..., cuanto más débil se es, sin deseos ni virtudes, más cerca se está de las operaciones de este Amor consumidor y transformante... Con el solo deseo de ser víctima ya basta; pero es necesario aceptar ser siempre pobres y sin fuerzas, y eso es precisamente lo difícil, pues «al verdadero pobre de espíritu ¿quién lo encontrará? Hay que buscarle muy lejos», dijo el salmista... No dijo que hay que buscarlo entre las almas grandes, sino «muy lejos», es decir, en la bajeza, en la nada... Mantengámonos, pues, muy lejos de todo lo que brilla, amemos nuestra pequeñez, deseemos no sentir nada. Entonces seremos pobres de espíritu y Jesús irá a buscarnos, por lejos que nos encontremos, y nos transformará en llamas de amor... ¡Ay, cómo quisiera hacerte comprender lo que yo siento...! La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al amor... El temor ¿no conduce a la justicia...? Ya que sabemos el camino, corramos juntas. Sí, siento que Jesús quiere concedernos las mismas gracias a las dos, que quiere darnos gratuitamente su cielo.

SANTORAL - SAN CARLOS BORROMEO

04 de Noviembre


    Memoria de San Carlos Borromeo, obispo, que nombrado cardenal por su tío materno, el papa Pío IV, y elegido obispo de Milán, fue en esta sede un verdadero pastor fiel preocupado por las necesidades de la Iglesia de su tiempo. Para la formación del clero convocó sínodos y erigió seminarios, visitó muchas veces toda su diócesis con el fin de fomentar las costumbres cristianas y dio muchas normas para bien de los fieles. Pasó a la patria celeste en la fecha de ayer. San Carlos Borromeo, un santo que tomó muy en serio las palabras de Jesús; "Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que gasta su vida por Mí, la ganará".

    Era de familia muy rica. Su hermano mayor, a quien correspondía la mayor parte de la herencia, murió repentinamente al caer de un caballo. El consideró la muerte de su hermano como un aviso enviado por el cielo, para estar preparado porque el día menos pensado llega Dios por medio de la muerte a pedirnos cuentas. Renunció a sus riquezas y fue ordenado sacerdote y mas tarde Arzobispo de Milán. Aunque no faltan las acusaciones de que su elección fue por nepotismo (era sobrino del Papa), sus enormes frutos de santidad demuestran que fue una elección del Espíritu Santo.

    Como obispo, su diócesis que reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria. Los atendía a todos. Su escudo llevaba una sola palabra: "Humilitas", humildad. El, siendo noble y riquísimo, vivía cerca del pueblo, privándose de lujos. Fue llamado con razón "padre de los pobres" Decía que un obispo demasiado cuidadoso de su salud no consigue llegar a ser santo y que a todo sacerdote y a todo apóstol deben sobrarle trabajos para hacer, en vez de tener tiempo de sobra para perder.

    Para con los necesitados era supremamente comprensivo. Para con sus colaboradores era muy amigable y atento, pero exigente. Y para consigo mismo era exigentísimo y severo. Fue el primer secretario de Estado del Vaticano (en el sentido moderno).

    Fue blanco de un vil atentado, mientras rezaba en su capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente al agresor. Fundó seminarios para formar sacerdotes bien preparados, y redactó para esos institutos unos reglamentos tan sabios, que muchos obispos los copiaron para organizar según ellos sus propios seminarios.

    Fue amigo de San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Félix de Cantalicio y San Andrés Avelino y de varios santos más.

    Murió joven y pobre, habiendo enriquecido enormemente a muchos con la gracia. ……murió diciendo: "Ya voy, Señor, ya voy". En Milán casi nadie durmió esa noche, ante la tremenda noticia de que su queridísimo Cardenal arzobispo, estaba agonizando.

Oremos

    Señor, Dios soberano del universo, todo misericordioso, escucha a este, tu fiel servidor, porque hoy acudo con total humildad, a rogarte que me ayudes a fortalecer mi fe en ti, y que permitas a San Carlos Borromeo, interceda por mí en el perdón de mis pecados, en el restablecimiento de mi cuerpo, afectado por esta enfermedad, que tanto me aqueja, y a la cual los médicos no le encuentran remedio. Amén.

lunes, 2 de noviembre de 2020

EVANGELIO - 03 de Noviembre - San Lucas 14,15-24


       Carta de San Pablo a los Filipenses 2,5-11.

    Hermanos: Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús.
    El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres.
    Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
    Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: "Jesucristo es el Señor".


Salmo 22(21),26b-27.28-30a.31-32.

Cumpliré mis votos delante de los fieles:
los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre!

Todos los confines de la tierra
se acordarán y volverán al Señor;
todas las familias de los pueblos
se postrarán en su presencia.

Porque sólo el Señor es rey
y él gobierna a las naciones.
Todos los que duermen en el sepulcro
Glorificarán su poder.

Hablarán del Señor a la generación futura,
anunciarán su justicia
a los que nacerán después,
porque esta es la obra del Señor.


    Evangelio según San Lucas 14,15-24.

    En aquel tiempo: Uno de los invitados le dijo: "¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!".
    Jesús le respondió: "Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente.
    A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los invitados: 'Vengan, todo está preparado'.
    Pero todos, sin excepción, empezaron a excusarse. El primero le dijo: 'Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes'.
    El segundo dijo: 'He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes'.
    Y un tercero respondió: 'Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir'.
    A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y este, irritado, le dijo: 'Recorre en seguida las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los paralíticos'.
    Volvió el sirviente y dijo: 'Señor, tus órdenes se han cumplido y aún sobra lugar'.
    El señor le respondió: 'Ve a los caminos y a lo largo de los cercos, e insiste a la gente para que entre, de manera que se llene mi casa.
    Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena'".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 03 de Noviembre - «¡Bienaventurado el que coma en el reino de Dios!»


        Baudoin de Ford, obispo Obras: Nutrirse de Cristo. El sacramento del altar, II, 3 ; PL 204, 691.

«¡Bienaventurado el que coma en el reino de Dios!» 

    Dice el salmista: «El pan da fuerzas al corazón del hombre y el vino le alegra el corazón» (Sal 103, 15). Para los que creen en él, Cristo es alimento y bebida, pan y vino. Es pan cuando nos da fuerza y firmeza, según lo que dice Pedro: «Tras un breve padecer, el mismo Dios de toda gracia que os ha llamado como cristianos a su eterna gloria os restablecerá, os afianzará, os robustecerá» (1P 5,10). Es bebida y vino cuando alegra, según dice el salmista: «Alegra el alma de tu siervo pues levanto mi alma hacia ti, Señor» (Sal 85,4).

    Todo lo que en nosotros es sólido, firme, alegre y gozoso para cumplir los mandamientos de Dios, soportar los males, actuar según la obediencia, defender la justicia, todo esto es fuerza que nos da este pan o gozo que nos produce este vino. ¡Dichosos aquellos cuyo actuar es sólido y gozoso! Y puesto que nadie lo puede por sí mismo, dichosos son los que desean ávidamente vivir según lo que es justo y honesto y ser en todas estas cosas fortificados y gozosos gracias a aquel que dice: «Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia» (Mt 5,6). Si desde ahora Cristo es pan y bebida para la fuerza y gozo de los justos ¿Cuánto más lo será en la vida futura cuando se dará sin medida a los justos?

SANTORAL - SAN MARTIN DE PORRES

03 de Noviembre


     San Martín de Porres, religioso de la Orden de Predicadores, hijo de un español y de una mujer de raza negra, quien, ya desde niño, a pesar de las limitaciones provenientes de su condición de hijo ilegítimo y mulato, aprendió la medicina que, después, siendo religioso, ejerció generosamente en Lima, ciudad del Perú, a favor de los pobres.

    Entregado al ayuno, a la penitencia y a la oración, vivió una existencia austera y humilde, pero irradiante de caridad. San Martín de Porres fue un mulato, nacido en Lima, capital del Perú, en 1579. Era hijo natural del caballero español Juan de Porres (o Porras según algunos) y de una india panameña libre, llamada Ana Velásquez. Martín heredó los rasgos y el color de la piel de su madre, lo cual vio don Juan de Porres como una humillación. Pero más tarde, tuvo el mérito de reconocer a Martín y a una hermana suya como hijos propios. A Martín lo dejó al cuidado de su madre, y el niño, que era despierto e inteligente, aprendió la profesión de barbero y adquirió conocimientos de medicina, mediante el trato con un cirujano. Durante algún tiempo, ejerció esta doble carrera, pero, sintiendo grandes deseos de perfección, pidió ser admitido como donado en el convento de los dominicos que había en Lima. Su misma madre apoyó la petición del santo y éste consiguió lo que deseaba cuando tenía unos quince años de edad.

    En el convento su vida de heroica virtud fue pronto conocida de muchos, y su humildad era tan ejemplar, que se alegraba de las injurias que recibía, incluso alguna vez de parte de otros religiosos dominicos, como uno que, enfermo e irritado, lo trató de perro mulato. Otra vez, cuando el convento estaba en situación económica muy apurada, Fray Martín espontáneamente se ofreció al P. Prior para ser vendido como esclavo, ya que era mulato, a fin de remediar la situación.

    Advirtiendo los superiores de Fray Martín su índole mansa y su mucha caridad, le confiaron, junto con otros oficios, el de enfermero, en una comunidad que solía contar con doscientos religiosos, sin tomar en consideración a los criados del convento ni a los religiosos de otras casas que, informados de la habilidad del hermano, acudían a curarse a Lima. Bastante trabajo tenía el joven hermano, pero no por eso limitaba su compasión a los de su orden, sino que atendía muchos enfermos pobres de la ciudad. El día 2 de junio de 1603, después de nueve años de servir a la orden como donado, le fue concedida la profesión religiosa y pronunció los votos de pobreza, obediencia y castidad.

    Juntaba a su abnegada vida una penitencia austerísima: se llagaba con disciplinas crueles o se maltrataba con dormir debajo de una escalera unas cuantas horas y con apenas comer lo indispensable. Añadía a esto un espíritu de oración y unión con Dios que lo asemejaba a otros grandes contemplativos. Se le vio repetidas veces en éxtasis y, alguna levantado en el aire muy cerca de un gran crucifijo que había en el convento.

    Se sabe que Fray Martín y santa Rosa de Lima, terciaria dominica, se conocieron y trataron algunas veces, aunque no se tienen detalles históricamente comprobados de sus entrevistas. Si es famoso el santo por sus virtudes, tal vez lo sea más por sus milagros y por la forma en que los hacía. Unas veces eran curaciones instantáneas, como la del novicio Fray Luis Gutiérrez, que se había cortado un dedo casi hasta desprendérselo; a los tres días tenía hinchados la mano y el brazo, por lo que acudió al hermano Martín, quien le puso unas hierbas machacadas en la herida. Al día siguiente, el dedo estaba unido de nuevo y el brazo enteramente sano. En cierta ocasión, el arzobispo Feliciano Vega, que iba a tomar posesión de la sede de México, enfermó de algo que parece haber sido pulmonía, y mandó llamar a Fray Martín. Al llegar éste a la presencia del prelado enfermo, se arrodilló, más él le dijo: «levántese y ponga su mano aquí, donde me duele». «¿Para qué quiere un príncipe la mano de un pobre mulato?», preguntó el santo. Sin embargo, durante un buen rato puso la mano donde lo indicó el enfermo y, poco después, el arzobispo estaba curado. Otras veces, a la curación añadía la prontitud con que acudía al enfermo, pues bastaba que éste tuviera deseo de que el santo llegara, para que éste se presentase a cualquier hora. Muchas veces, entraba por las puertas cerradas con llave, como pudo comprobarlo el maestro de novicios, quien personalmente guardaba la llave del noviciado, pues, habiendo estado Fray Martín atendiendo a un enfermo, salió del noviciado y volvió a entrar sin abrir las puertas. El asombrado maestro comprobó que estaban perfectamente cerradas. Alguien le preguntó:«¿Cómo ha podido entrar?» El santo respondió: «Yo tengo modo de entrar y salir».

    Enfermero al mismo tiempo que hortelano herbolario, cultivaba las plantas medicinales de que se valía para sus obras de caridad y también desempeñaba el oficio de distribuidor de las limosnas que algunas veces recogía, en cantidades asombrosas, parte para socorrer a sus propios hermanos en religión y parte para los menesterosos de toda clase que había en la ciudad. Su amabilidad se extendía hasta los animales; hay en su biografía escenas semejantes a las que se narran de san Francisco y de san Antonio de Padua. Por ejemplo, cuando después de disciplinarse, los mosquitos lo atormentaban con sus picaduras, y fue a que Juan Vázquez lo curase, éste le dijo: «Vámonos a nuestro convento, que allí no hay mosquitos». Y Fray Martín respondió: «¿Cómo hemos de merecer, si no damos de comer al hambriento?» «¡Pero hermano, estos son mosquitos y no gentes!» «Sin embargo, se les debe dar de comer, que son criaturas de Dios», respondió el humilde fraile. Es típico el caso de los ratones que infestaban la ropería y dañaban el vestuario. El remedio no fue ponerles trampas, sino decirles: «Hermanos, idos a la huerta, que allí hallaréis comida». Los ratones obedecieron puntualmente, y Fray Martín cuidaba de echarles los desperdicios de la comida. Y sí alguno volvía a la ropería, el santo lo tomaba por la cola y lo echaba a la huerta, diciendo: «Vete adonde no hagas mal».

    Sus conocimientos no eran pocos para su época y, cuando asistía a los enfermos, solía decirles: «Yo te curo y Dios te sana». A los sesenta años, después de haber pasado cuarenta y cinco en religión, Fray Martín se sintió enfermo y claramente dijo que de esa enfermedad moriría. La conmoción en Lima fue general y el mismo virrey, conde de Chinchón, se acercó al pobre lecho para besar la mano de aquél que se llamaba a sí mismo perro mulato. Mientras se le rezaba el Credo, Fray Martín, al oír las palabras «Et homo factus est», besando el crucifijo expiró plácidamente. Fue canonizado el 6 de mayo de 1962 por el Papa Juan XXIII, quien profesaba gran devoción por el santo.

Oremos

    Señor Nuestro Jesucristo, que dijiste "pedid y recibiréis", humildemente te suplicamos que, por la intercesión de San Martín de Porres, escuches nuestros ruegos. Renueva, te suplicamos, los milagros que por su intercesión durante su vida realizaste, y concédenos la gracia que te pedimos si es para bien de nuestra alma. Así sea.

domingo, 1 de noviembre de 2020

EVANGELIO - 02 de Noviembre - San Mateo 25,31-46


       Libro de la Sabiduría 3,1-9.

    Las almas de los justos están en las manos de Dios, y no los afectará ningún tormento.
    A los ojos de los insensatos parecían muertos; su partida de este mundo fue considerada una desgracia y su alejamiento de nosotros, una completa destrucción; pero ellos están en paz.
    A los ojos de los hombres, ellos fueron castigados, pero su esperanza estaba colmada de inmortalidad.
    Por una leve corrección, recibirán grandes beneficios, porque Dios los puso a prueba y los encontró dignos de él.
    Los probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto.
    Por eso brillarán cuando Dios los visite, y se extenderán como chispas por los rastrojos.
    Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor será su rey para siempre.
    Los que confían en él comprenderán la verdad y los que le son fieles permanecerán junto a él en el amor. Porque la gracia y la misericordia son para sus elegidos.


Salmo 27(26),1.4.7.8.9.13-14.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?

Una sola cosa he pedido al Señor,
y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor
todos los días de mi vida,

para gozar de la dulzura del Señor
y contemplar su Templo.
¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!

Mi corazón sabe que dijiste:
“Busquen mi rostro”.
Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí.

No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda;
no me dejes ni me abandones,
mi Dios y mi salvador.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.


    Carta de San Pablo a los Romanos 6,3-9.


    Hermanos: ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte?
    Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.
    Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección.
    Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado.
    Porque el que está muerto, no debe nada al pecado.
    Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él.
    Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él.


    Evangelio según San Mateo 25,31-46.

    Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.
    Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
    Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.
    Los justos le responderán: 'Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.
    Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.
    Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.
    Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.
    Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.
    Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 02 de Noviembre - «Venid, benditos de mi Padre, y recibid la herencia del reino»


       San Cesáreo de Arlés Sermón: Presencia de Cristo en el pobre 26,5: SC 243, 89ss

«Venid, benditos de mi Padre, y recibid la herencia del reino» 

    Cristo, la misericordia celestial, viene cada día a la puerta de tu casa: no sólo espiritualmente a la puerta de tu alma, sino materialmente a la puerta de tu casa. Porque, cada vez que un pobre se acerca a tu casa, sin duda alguna se acerca Cristo en él, porque él dijo: «Cada vez que lo habéis hecho a uno de estos pequeños, me lo hacíais a mí.» (Mt 25,40) No endurezcas el corazón, da un poco de dinero a Cristo del que esperar heredar el reino. Da un trozo de pan a aquel de quien esperar te dé la vida. Acoge al pobre en tu casa para que él te reciba en el paraíso. Dale alguna limosna a quien te puede dar la vida eterna.

    ¡Qué audacia querer reinar en el cielo con aquel a quien tú negaste tu limosna en este mundo! Si lo recibe durante el viaje terreno, él te acogerá en la felicidad eterna. Si tú lo desprecias aquí en tu patria de la tierra, él retirará su mirada sobre ti en la gloria. Un salmo dice: «cuando te alzas, desprecias su imagen.» (Sal 73,20) Si despreciamos en esta vida a aquellos que son imagen de Dios (Gn 1,26) hemos de temer ser rechazados en la eternidad. ¡Tened, pues, misericordia en esta vida!... Gracias a vuestra generosidad, escucharéis aquella palabra feliz: «Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del reino.» (Mt 25,34)

CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS

 02 de Noviembre

Las tres Iglesias

    Se llama Iglesia a la asociación de los que creen en Jesucristo. La Iglesia se divide en tres grupos. Iglesia triunfante: los que ya se salvaron y están en el cielo (los que festejamos ayer). Iglesia militante: los que estamos en la tierra luchando por hacer el bien y evitar el mal. Iglesia sufriente: los que están en el purgatorio purificándose de sus pecados, de las manchas que afean su alma.

    El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por el Papa Juan Pablo II en 1992, es un texto de máxima autoridad para todos los católicos del mundo y dice cinco cosas acerca del Purgatorio:

    1ª. Los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma (1030).

    2ª. La Iglesia llama Purgatorio a esa purificación, y ha hablado de ella en el Concilio de Florencia y en el Concilio de Trento. La Iglesia para hablar de que será como un fuego purificador, se basa en aquella frase de San Pablo que dice: "La obra de cada uno quedará al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho se probarán en el fuego". (1Cor. 3, 14).

    3ª. La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2º. de los Macabeos en la Santa Biblia dice: "Mandó Juan Macabeo a ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados" (2Mac. 12, 46).

    4ª. La Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos (Cuenta San Agustín que su madre Santa Mónica lo único que les pidió al morir fue esto: "No se olviden de ofrecer oraciones por mi alma").

    5ª. San Gregorio Magno afirma: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso".

    De San Gregorio se narran dos hechos interesantes. El primero, que él ofreció 30 misas por el alma de un difunto, y después el muerto se le apareció en sueños a darle las gracias porque por esas misas había logrado salir del purgatorio. Y el segundo, que un día estando celebrando la Misa, elevó San Gregorio la Santa Hostia y se quedó con ella en lo alto por mucho tiempo. Sus ayudantes le preguntaron después por qué se había quedado tanto tiempo con la hostia elevada en sus manos, y les respondió: "Es que vi que mientras ofrecía la Santa Hostia a Dios, descansaban las benditas almas del purgatorio". Desde tiempos de San Gregorio (año 600) se ha popularizado mucho en la Iglesia Católica la costumbre de ofrecer misas por el descanso de las benditas almas.

    La respuesta de San Agustín: a este gran Santo le preguntó uno: "¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya muerto?", y él le respondió: "Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos. Porque el evangelio dice que la medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa medida se empleará para darle a él".

    ¿Vamos a rezar más por los difuntos? ¿Vamos a ofrecer por ellos misas, comuniones, ayudas a los pobres y otras buenas obras? Los muertos nunca jamás vienen a espantar a nadie, pero sí rezan y obtienen favores a favor de los que rezan por ellos.

ORACIÓN POR NUESTROS SERES QUERIDOS

    Oh buen Jesús, que durante toda tu vida te compadeciste de los dolores ajenos, mira con misericordia las almas de nuestros seres queridos que están en el Purgatorio. Oh Jesús, que amaste a los tuyos con gran predilección, escucha la súplica que te hacemos, y por tu misericordia concede a aquellos que Tú te has llevado de nuestro hogar el gozar del eterno descanso en el seno de tu infinito amor.  Concédeles, Señor, el descanso eterno y que les ilumine tu luz perpetua. Que las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

sábado, 31 de octubre de 2020

EVANGELIO - 01 de Noviembre - San Mateo 5,1-12a


        Apocalipsis 7,2-4.9-14.

    Yo, Juan, vi a otro Ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar: "No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios".
    Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144. 000 pertenecientes a todas las tribus de Israel.
    Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente: "¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!".
    Y todos los Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Ancianos y de los cuatro Seres Vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: "¡Amén! ¡Alabanza, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!
    Y uno de los Ancianos me preguntó: "¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?".
    Yo le respondí: "Tú lo sabes, señor". Y él me dijo: "Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero".


Salmo 24(23),1-2.3-4ab.5-6.

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
porque El la fundó sobre los mares,
Él la afirmó sobre las corrientes del océano.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias
y puro el corazón;

él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su Salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.


    Epístola I de San Juan 3,1-3.

    Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre!
    Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente.
    Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a Él.
    Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
    Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es.
    El que tiene esta esperanza en Él, se purifica, así como Él es puro.


    Evangelio según San Mateo 5,1-12a.

    Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.
    Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
    Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 01 de Noviembre - «Bienaventurados los pobres en el espíritu»


       Isaac de Stella Sermón: ¿Quieres ser feliz?  Sermón 1, para la fiesta de Todos los Santos

«Bienaventurados los pobres en el espíritu» 

    Todos los hombres, sin excepción, desean la felicidad, la dicha. Pero referente a ella tienen ideas muy distintas; para uno está en la voluptuosidad de los sentidos y la suavidad de la vida; para otro, en la virtud; para otro, en el conocimiento de la verdad. Por eso, el que enseña a todos los hombres, comienza por enderezar a los que se extravían, dirige a los que se encuentran en camino, y acoge a los que llaman a su puerta... Aquel que es «El Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6) endereza, dirige, acoge y comienza por esta palabra: «Dichosos los pobres en el espíritu».

    La falsa sabiduría de este mundo, que es auténtica locura (1C 3,19), pronuncia sin comprender lo que afirma; declara dichosa «la raza extranjera, cuya diestra jura en falso, cuya boca dice falsedades» porque «sus silos están repletos, sus rebaños se multiplican y sus bueyes vienen cargados» (Sal 143, 7-13). Pero todas sus riquezas son inseguras, su paz no es paz (Jr 6,14), su gozo, estúpido. Por el contrario, la Sabiduría de Dios, el Hijo por naturaleza, la mano derecha del Padre, la boca que dice la verdad, proclama que son dichosos los pobres, destinados a ser reyes, reyes del Reino eterno. Parece decir: «Buscáis la dicha, y no está donde la buscáis, corréis, pero fuera del camino. Aquí tenéis el camino que conduce a la felicidad: la pobreza voluntaria por mi causa, éste es el camino. El Reino de los cielos en mí, ésta es la dicha. Corréis mucho pero mal, cuanto más rápidos vais, más os alejáis del término...»

    No temamos, hermanos. Somos pobres; escuchemos al Pobre recomendar a los pobres la pobreza. Podemos creerle pues lo ha experimentado. Nació pobre, vivió pobre, murió pobre. No quiso enriquecerse; sí, aceptó morir. Creamos, pues a la Verdad que nos indica el camino hacia la vida. Es arduo pero corto; la dicha es eterna. El camino es estrecho, pero conduce a la vida (Mt 7,14).

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

01 de Noviembre

    Solemnidad de Todos los Santos, la fiesta del cielo

    El día de Todos los Santos es una Solemnidad en la que la Iglesia celebra juntos la gloria y el honor de todos los Santos, que contemplan eternamente el rostro de Dios y se regocijan plenamente en esta visión. A nosotros, fieles, este día nos enseña a mirar a aquellos que ya poseen el legado de la gloria eterna.

    Algunos la llaman también "Pascua de Otoño", la importante solemnidad que hoy celebramos como miembros activos de una Iglesia que una vez más no se mira a sí misma, sino que mira y aspira el cielo. La santidad, en efecto, es un camino que todos estamos llamados a seguir, siguiendo el ejemplo de nuestros hermanos mayores que nos son propuestos como modelos porque han aceptado dejarse encontrar por Jesús, hacia quien han ido con confianza trayendo sus deseos, sus debilidades y también sus sufrimientos.

El significado de la solemnidad

    La memoria litúrgica dedica un día especial a todos aquellos que están unidos a Cristo en la gloria y que no sólo son indicados como arquetipos, sino también invocados como protectores de nuestras acciones. Los Santos son los hijos de Dios que han alcanzado la meta de la salvación y que viven en la eternidad esa condición de bienaventuranza bien expresada por Jesús en el discurso de la montaña narrado en el Evangelio (Mt 5, 1-12). Los Santos son también los que nos acompañan en el camino de la imitación de Jesús, que nos conduce a ser la piedra angular en la construcción del Reino de Dios.

La Comunión de los Santos

    En nuestra Profesión de Fe afirmamos que creemos en la Comunión de los Santos: con esto queremos decir tanto la vida como la contemplación eterna de Dios, que es la razón y el propósito de esta comunión, pero también queremos decir la comunión con las "cosas" santas. Si, en efecto, los bienes terrenales, en cuanto son limitados, dividen a las personas en el espacio y en el tiempo, las gracias, los dones que Dios hace son infinitos y de ellos todos pueden participar. Especialmente el don de la Eucaristía nos permite vivir ya ahora la anticipación de esa liturgia que el Señor celebra en el santuario celestial con todos los santos. La grandeza de la redención se mide por el fruto, es decir, por los que han sido redimidos y han madurado en la santidad. La Iglesia contempla en sus rostros su vocación, la condición de humanidad transfigurada en el camino hacia el Reino.

Orígenes e historia de la fiesta

    Esta fiesta de la esperanza, que nos recuerda el objetivo de nuestra vida, tiene raíces antiguas: en el siglo IV comienza a celebrarse la conmemoración de los mártires, común a varias Iglesias. Los primeros vestigios de esta celebración se encontraron en Antioquía el domingo siguiente a Pentecostés y San Juan Crisóstomo ya hablaba de ello. Entre los siglos VIII y IX, la fiesta comenzó a extenderse por toda Europa, y en Roma específicamente en el siglo IX: aquí el Papa Gregorio III (731-741) eligió como fecha del 1 de noviembre para coincidir con la consagración de una capilla en San Pedro dedicada a las reliquias "de los santos apóstoles y de todos los santos mártires y confesores, y de todos los justos perfeccionados que descansan en paz en todo el mundo". En la época de Carlomagno, esta fiesta ya era ampliamente conocida como la ocasión en que la Iglesia, que todavía peregrina y sufre en la Tierra, miraba al cielo, donde residen sus hermanos y hermanas más gloriosos.

    Roberta Barbi – Ciudad del Vaticano