miércoles, 15 de julio de 2020

JULIO MES DEDICADO A LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

LETANIA A LA SANGRE DE CRISTO

    El mismo Papa que mandó inscribir en el Ritual de la Iglesia esta letanía nos mandaba también añadir, antes de la reserva del Santísimo Sacramento, la alabanza: ¡Bendita sea su preciosísima Sangre! ¿Por qué?... Esa Sangre por la que fuimos salvados merece una devoción especial. Además, es un reconocimiento agradecido al amor de Jesucristo, que no ahorró ningún sufrimiento a fin de ganarse el amor de nuestros corazones.
    Señor Jesucristo, que con tú Sangre limpias el pecado del mundo y nos mereces la salvación. ¡Sálvanos ahora y siempre!


    Oremos: Dios todopoderoso y eterno, que te aplacaste con la Sangre de tu Hijo Jesucristo, constituido Redentor del mundo. Al venerar esta Sangre Sagrada, líbranos de todo mal y danos la alegría del cielo. Amén

EVANGELIO - 17 de Julio - San Mateo 12,1-8


    Libro de Isaías 38,1-6.21-22.7-8.

    Ezequías cayó gravemente enfermo. El profeta Isaías, hijo de Amós, fue a verlo y le dijo: "Así habla el Señor: Ordena los asuntos de tu casa, porque vas a morir. Ya no vivirás más".
    Ezequías volvió su rostro hacia la pared y oró al Señor, diciendo: "¡Ah, Señor! Recuerda que yo he caminado delante de ti con fidelidad e integridad de corazón, y que hice lo que es bueno a tus ojos". Y Ezequías se deshizo en llanto.
    Entonces la palabra del Señor llegó a Isaías en estos términos: "Ve a decir a Ezequías: Así habla el Señor, el Dios de tu padre David: He oído tu súplica, he visto tus lágrimas. Yo añadiré otros quince años a tu vida; te libraré, a ti y a esta ciudad, de manos del rey de Asiria, y defenderé a esta ciudad".
    Luego dijo Isaías: "Traigan un emplasto de higos; aplíquenlo sobre la úlcera, y el rey sanará".
    Ezequías respondió: "¿Cuál es la señal de que podré subir a la Casa del Señor?".
    "Esta es la señal que te da el Señor para confirmar la palabra que ha pronunciado: En el reloj de sol de Ajaz, yo haré retroceder diez grados la sombra que ha descendido". Y el sol retrocedió en el reloj los diez grados que había descendido.


Libro de Isaías 38,10.11.12abcd.16.

Yo decía: En lo mejor de mis días
me tengo que ir:
he sido destinado a las puertas del Abismo
por el resto de mis años.

Yo decía: Ya no contemplaré al Señor
en la tierra de los vivientes;
no veré más a los hombres
entre los habitantes del mundo.

Arrancan mi morada y me la arrebatan,
como una carpa de pastores.
Como un tejedor, yo enrollaba mi vida,
pero él me corta de la trama:

Los que el Señor protege, vivirán,
y su espíritu animará todo lo que hay en ellos:
tú me restablecerás y me harás revivir.


    Evangelio según San Mateo 12,1-8.

    Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas.
    Al ver esto, los fariseos le dijeron: "Mira qué tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado".
    Pero él les respondió: "¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes?
    ¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta?
    Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo.
    Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes.
    Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 17 de Julio - «El Hijo del hombre es dueño del sábado»


Orígenes, presbítero Homilía: Dios trabaja siempre en este mundo Hom. sobre el Libro de los Números, n. 23 : SC 29

«El Hijo del hombre es dueño del sábado»

    No vemos que las palabras del Génesis: «el sábado Dios descansó de sus obras» se hayan cumplido en este séptimo día de la creación, ni tampoco se cumplan hoy. Vemos a Dios trabajando siempre. No hay sábado en el que Dios deje de trabajar, ningún día en el que «no salga su sol sobre buenos y malos y caiga la lluvia sobre justos e injustos», donde «no crezca la hierba sobre las montañas y las plantas estén al servicio de los hombres»…, donde no haga «nacer y morir».

    Así, el Señor responde a los que lo acusaban de trabajar y de curar en sábado: «mi Padre está trabajando ahora, y yo también trabajo» Mostraba así que, en este mundo, no hay sábado en que Dios deje de velar por el mundo y por el destino del género humano… En su sabiduría creadora no deja de ejercer sobre sus criaturas su providencia y su benevolencia «hasta el fin del mundo». Pues el verdadero sábado donde Dios descansará de todos sus trabajos, será el mundo futuro, cuando «dolor, tristeza y gemidos desaparecerán”, y Dios lo será «todo en todos».

SANTORAL - BEATA TERESA DE SAN AGUSTÍN Y COMPAÑERAS MÁRTIRES

17 de Julio


    En París, en Francia, beatas Teresa de San Agustín (María Magdalena Claudina) Lindoine y quince compañeras, vírgenes del Carmelo de Compiègne y mártires, que durante la Revolución Francesa se mantuvieron fieles a la observancia monástica, y ante el patíbulo renovaron las promesas bautismales y los votos religiosos. Sus nombes son: beatas María Ana Francisca de San Luis Brideau, María Ana de Jesús Crucificado Piedcourt, Carlota de la Resurrección (Ana María Magdalena) Thouret, Eufrasia de la Inmaculada Concepción (María Claudia Cipriana) Brard, Enriqueta de Jesús (María Gabriela) de Croissy, Teresa del Corazón de María (María Ana) Hanisset, Teresa de San Ignacio (María Gabriela) Trézelle, Julia Luisa de Jesús (Rosa) Chrétien de Neufville, María Enriqueta de la Providencia (Ana) Pelras, Constancia (María Genoveva) Meunier, María del Espíritu Santo (Angélica) Roussel, María de Santa Marta Dufour, Isabel Julia de San Francisco Vérolot, Catalina y Teresa Soiron. La reforma teresiana del Carmelo se aceptó en Francia en 1604. En 1641 la señora de Louvancourt fundó en dicho país el quincuagésimo tercer convento de la orden, en Compiégne, y aquella casa se distinguió, desde el primer momento, por su estricta observancia.

    La Revolución Francesa estalló en 1789. A principios del año siguiente, las comunidades religiosas fueron suprimidas, excepto las que estaban dedicadas a la enseñanza o al cuidado de los enfermos. En agosto, se llevó a cabo la «visita» del convento de las carmelitas de Compiégne, cuyos bienes fueron confiscados y las religiosas, con vestimentas civiles, fueron expulsadas del lugar. Fuera del claustro, se dividieron en cuatro grupos al mando, respectivamente, de la superiora, la vice superiora, la maestra de novicias y una religiosa profesa. Los grupos se separaron y cada uno se hospedó en una casa diferente, cerca de la iglesia de San Antonio. En cuanto era posible en aquellas circunstancias, las religiosas observaron la regla y llevaron vida de comunidad. Los grupos estaban en contacto constante unos y otros, con la discreción necesaria para evitar que las sorprendiesen. A pesar de todas las precauciones, en junio de 1794 las autoridades hicieron una visita de inspección a las cuatro casas y detuvieron a todas las monjas bajo la acusación de que continuaban, ilegalmente, su vida de comunidad, lo cual constituía una conspiración contra la República. Con ellas fue arrestado Moulot de la Ménardiére por haberles prestado auxilio. Las religiosas fueron encarceladas en el antiguo convento de la Visitación de Compiégne. En el otro extremo del mismo edificio habían sido encarceladas, desde octubre del año anterior, las benedictinas inglesas de Cambrai. En 1795 se permitió que éstas regresaran a Inglaterra y se llevaran las ropas que las carmelitas habían usado en Compiégne. Por esa razón se conservan muchas reliquias (como las de Stanbrook, Darlington, Lanherne, Chichester, Culton, Nueva Subiaco y Nueva Gales del Sur) y además, los datos sobre ellas registrados en los archivos de la abadía de Stanbrook, que fueron de extraordinaria utilidad cuando se ofrecieron como testimonio en el proceso de beatificación de las carmelitas.

    En 1790 las monjas de Compiégne habían prestado el juramento cuya legitimidad se discutía tanto en aquella época, de defender la Constitución, la libertad y la igualdad. Pero, durante el período de prisión, la superiora mandó llamar al alcalde y todas las religiosas se retractaron ante el notario del juramento que habían prestado, pues tal práctica había sido condenada por el obispo de Soissons, entre otros. Tres semanas más tarde, las prisioneras fueron trasladadas, entre insultos y malos tratos, a la Conciergerie de París. Iban vestidas con el hábito religioso, porque habían dejado «a lavar» sus vestidos de civiles. Durante el breve tiempo que estuvieron encarceladas en la Conciergerie, observaron sus reglas en la medida de lo posible; recitaban el oficio divino a las horas prescritas y su conducta era una fuente de fortaleza para los otros prisioneros. Tres jueces se encargaron de juzgarlas. Fouquier-Tinville asumió la acusación pero no se designó defensor para las acusadas. Los cargos y pruebas que se adujeron contra ellas eran triviales o infundados, pero Fouquier- Tinville insistió sobre todo en el fanatismo de las religiosas. La hermana María Enriqueta se encaró con él y le preguntó qué entendía por ese término, El fiscal respondió: «Por ese término entiendo vuestras creencias infantiles y vuestro estúpido apego a las prácticas religiosas». La monja se volvió entonces hacia sus hermanas y les dijo: «Como veis, nos condenan por nuestra religión. Tendremos la felicidad de morir por Dios». Todas fueron condenadas a muerte, lo mismo que Moulot de la Ménardiére, por haberse «enemistado con el pueblo al conspirar contra la Constitución».

    Las carmelitas fueron transportadas en carretas a la «Place du Trone Renversé» (Plaza del Trono Derribado, actualmente Plaza de la Nación). El viaje duró más de una hora que las religiosas emplearon en cantar el «Miserere», la «Salve» y el «Te Deum» y en recitar las oraciones por los moribundos. Cada una de las víctimas, al subir al cadalso, cantaba el «Laudate Dominum omnes gentes», lo que impresionó profundamente a la multitud y a los guardias. Entre las dieciséis religiosas ejecutadas había diez profesas de coro, una novicia, tres hermanas legas y dos «torneras». La ejecución de la novicia, que era la más joven, fue la primera; a la superiora la guillotinaron al último. Los cuerpos de las mártires fueron arrojados en la fosa donde yacían los cadáveres de otras 1282 víctimas del Terror. El martirio tuvo lugar el 17 de julio de 1794.

    La superiora, beata Teresa (Magdalena Ledoine) tenía cuarenta y dos años y había sido novicia en Saint-Denis, bajo el gobierno de Luisa de Francia. El proceso de beatificación demostró que merecía el honor de los altares, aunque no hubiese alcanzado el martirio. Era una mujer vivaz, encantadora, bien educada e inteligente. La vice superiora, beata San Luis (María Ana Brideau), era muy diferente de la anterior, taciturna y meticulosa en la observancia de la regla y del orden. La beata Carlota (Ana María Thouret) no había pensado en entrar al convento, pero al cumplir veinte años, ocurrió en su vida algo que la hizo cambiar de idea e hizo los votos de carmelita al cabo de un noviciado largo y difícil. La beata Eufrasia (María Claudia Brard) era una religiosa muy vivaracha, cuyo temperamento extremoso la llevaba lo mismo a exagerar en la penitencia que a gastar bromas a los visitadores. Era muy dada a escribir cartas (su correspondencia con su primo La Ménardiére fue, en parte, la causa de la detención de las religiosas) y todavía se conservan algunas cartas suyas y de sus correspondientes. La beata Enriqueta (Gabriela De Croissy) era sobrina-nieta de Colbert. La beata Julia Luisa era viuda de Cristián de Neufville. Su esposo había muerto al cabo de algunos años de felicidad conyugal, y Julia había caído en un estado de gran postración. Cuando ingresó en el convento, no parecía que estuviese dispuesta a perseverar. Un dicho suyo puede aplicarse a muchas almas que sufren, aunque no sea el martirio por la fe: «Somos víctimas del estado de nuestra época y debemos sacrificarnos por qué nuestra época vuelva a Dios». La beata María Enriqueta (Anette Peleas) fue la que se enfrentó con el abogado de la acusación e hizo constar que la ejecución se debía a motivos religiosos. Las dos «torneras» se llamaban Catalina Y Teresa Soiron; la beata Teresa, que era muy hermosa, se había negado a aceptar el ofrecimiento de la princesa de Lamballe, quien le proponía que trabajase en el convento de las carmelitas de su ciudad natal. Sólo una de las víctimas tenía menos de treinta años. La más anciana tenía setenta y ocho. Las mártires fueron beatificadas en 1906. Fueron las primeras víctimas de la Revolución que alcanzaron el honor de los altares.

    Durante el proceso, el tribunal se trasladó dos veces a la abadía de Stanbrook, en el distrito de Worcester, donde las benedictinas inglesas de Cambrai se habían establecido en 1838. La obrita de V. Fierre en la colección Les Saints está muy bien escrita. Véase el libro de C. de Grandmaison (1906), y los artículos de H. Chérot en Etudes (1904 y 1905). La madre Josefina (Francisca Philippe), que había sido anteriormente superiora, abandonó la comunidad en la primavera de 1794. En 1823, fue nuevamente admitida en el Carmelo, y escribió un valioso relato, que fue publicado en 1836, después de su muerte.

Oremos

    Señor, Padre Santo, que elegiste a la Beata Teresa y a sus hermanas carmelitas para que, fortalecidas con la gracia de tu Espíritu Santo, llegaran desde la soledad del Carmelo hasta la palma del martirio; concédenos amarte con fidelidad, hasta llegar a la contemplación de tu gloria en eí cielo. Amén.

JULIO MES DEDICADO A LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

LETANIA A LA SANGRE DE CRISTO

    El mismo Papa que mandó inscribir en el Ritual de la Iglesia esta letanía nos mandaba también añadir, antes de la reserva del Santísimo Sacramento, la alabanza: ¡Bendita sea su preciosísima Sangre! ¿Por qué?... Esa Sangre por la que fuimos salvados merece una devoción especial. Además, es un reconocimiento agradecido al amor de Jesucristo, que no ahorró ningún sufrimiento a fin de ganarse el amor de nuestros corazones.
    Señor Jesucristo, que con tú Sangre limpias el pecado del mundo y nos mereces la salvación. ¡Sálvanos ahora y siempre!


    Oremos: Dios todopoderoso y eterno, que te aplacaste con la Sangre de tu Hijo Jesucristo, constituido Redentor del mundo. Al venerar esta Sangre Sagrada, líbranos de todo mal y danos la alegría del cielo. Amén

EVANGELIO - 16 de Julio - San Mateo 11,28-30


    Libro de Isaías 26,7-9.12.16-19.

    La senda del justo es recta, tú allanas el sendero del justo.
    Sí, en la senda trazada por tus juicios, esperamos en ti, Señor: tu Nombre y tu recuerdo son el deseo de nuestra alma.
    Mi alma te desea por la noche, y mi espíritu te busca de madrugada, porque cuando tus juicios se ejercen sobre la tierra, los habitantes del mundo aprenden la justicia.
    Señor, tú nos aseguras la paz, porque eres tú el que realiza por nosotros todo lo que nosotros hacemos.
    En medio de la angustia, Señor. acudimos a ti, clamamos en la opresión, cuando nos golpeaba tu castigo.
    Como la mujer embarazada, que está por dar a luz, se refuerce y da gritos de dolor, así éramos nosotros delante de ti, Señor.
    Hemos concebido, nos hemos retorcido, y no dimos a luz más que viento. ¡No hemos traído la salvación a la tierra, no le nacieron habitantes al mundo!
    Pero tus muertos revivirán, se levantarán sus cadáveres ¡Despierten y griten de alegría los que yacen en el polvo! Porque tu rocío es un rocío de luz, y la tierra dará vida a las Sombras.


Salmo 102(101),13-14ab.15.16-18.19-21.

Tú, Señor, reinas para siempre,
y tu Nombre permanece eternamente.
Tú te levantarás, te compadecerás de Sión,
porque ya es hora de tenerle piedad,
tus servidores sienten amor por esas piedras
y se compadecen de esas ruinas.

Las naciones temerán tu Nombre, Señor,
y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria:
cuando el Señor reedifique a Sión
y aparezca glorioso en medio de ella;
cuando acepte la oración del desvalido
y no desprecie su plegaria.

Quede esto escrito para el tiempo futuro
y un pueblo renovado alabe al Señor:
porque él se inclinó desde su alto Santuario
y miró a la tierra desde el cielo,
para escuchar el lamento de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.


    Evangelio según San Mateo 11,28-30.

    Jesús tomó la palabra y dijo: "Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
    Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
    Porque mi yugo es suave y mi carga liviana."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 16 de Julio - "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón"


       Santa Madre Beata Teresa de Calcuta El amor más grande: humildad y oración.

Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón

    Para ser santos necesitamos humildad y oración. Jesús nos enseñó el modo de orar y también nos dijo que aprendiéramos de Él a ser mansos y humildes de corazón. Pero no llegaremos a ser nada de eso a menos que conozcamos lo que es el silencio. La humildad y la oración se desarrollan de un oído, de una mente y de una lengua que han vivido en silencio con Dios, porque en el silencio del corazón es donde habla Él. Impongámonos realmente el trabajo de aprender la lección de la santidad de Jesús, cuyo corazón era manso y humilde. La primera lección de ese corazón es un examen de conciencia; el resto, el amor y el servicio, lo siguen inmediatamente. El examen no es un trabajo que hacemos solos, sino en compañía de Jesús. No debemos perder el tiempo dando inútiles miradas a nuestras miserias sino emplearlo en elevar nuestros corazones a Dios para dejar que su luz nos ilumine. Si la persona es humilde nada la perturbará, ni la alabanza ni la ignominia, porque se conoce, sabe quién es. Si la acusan no se desalentará; si alguien la llama santa no se pondrá sobre un pedestal. Si eres santo dale gracias a Dios; si eres pecador, no sigas siéndolo. Cristo nos dice que aspiremos muy alto, no para ser como Abraham o David ni ninguno de los santos, sino para ser como nuestro padre celestial.No me elegisteis vosotros a Mí, fui Yo quien os eligió a vosotros… (Juan 15, 16).

SANTORAL - NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

16 de Julio


Historia de la Devoción a Nuestra Señora del Monte Carmelo

    Según tradición carmelita, el día de Pentecostés, ciertos piadosos varones, que habían seguido la traza de vida de los Profetas Elías y Eliseo, abrazaron la fe cristiana, siendo ellos los primeros que levantaron un templo a la Virgen María en la cumbre del Monte Carmelo, en el lugar mismo desde donde Elías viera la nube, que figuraba la fecundidad de la Madre de Dios. Estos religiosos se llamaron Hermanos de Santa María del Monte Carmelo, y pasaron a Europa en el siglo XIII , con los Cruzados, aprobando su regla Inocencio IV en 1245, bajo el generalato de San Simón Stock.

    El 16 de julio de 1251, la Virgen María se apareció a ese su fervoroso servidor, y le entregó el hábito que había de ser su signo distintivo. Inocencio bendijo ese hábito y le otorgó varios privilegios, no sólo para los religiosos de la Orden, sino también para todos los Cofrades de Nuestra Señora del Monte Carmelo. Llevando éstos el escapulario, que es la reducción del que llevan los Carmelitas, participan de todos los méritos y oraciones de la Orden y pueden esperar de la Stma. Virgen verse pronto libres del Purgatorio, si hubieran sido fieles en observar las condiciones impuestas para su uso.

    En este día pidamos que se acreciente la devoción a María Santísima que es tan espléndida con sus devotos al prometer a los que lleven puesto su santo escapulario la eterna salvación y el alivio y reducción de las penas del Purgatorio. Vayamos a María, quien nos llama con su voz dulcísima de Madre.

    La Virgen María entrega el escapulario el 16 de julio de 1251. En el año 1246 nombraron a San Simón Stock general de la Orden Carmelita. Este comprendió que, sin una intervención de la Virgen, a la orden le quedaba poco tiempo. Simón recurrió a María poniendo la orden bajo su amparo, ya que ellos le pertenecían. En su oración la llamó "La flor del Carmelo" y la "Estrella del Mar" y le suplicó la protección para toda la comunidad.

    En respuesta a esta ferviente oración, el 16 de julio de 1251 se le aparece la Virgen a San Simón Stock y le da el escapulario para la orden con la siguiente promesa:

"Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: 
quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno"

    Aunque el escapulario fue dado a los Carmelitas, muchos laicos con el tiempo fueron sintiendo el llamado de vivir una vida más comprometida con la espiritualidad carmelita y así se comenzó la cofradía del escapulario, donde se agregaban muchos laicos por medio de la devoción a la Virgen y al uso del escapulario. La Iglesia ha extendido el privilegio del escapulario a los laicos.

Oremos

    ¡Oh Virgen Santísima Inmaculada, belleza y esplendor del Carmen! Vos, que miráis con ojos de particular bondad al que viste vuestro bendito Escapulario, miradme benignamente y cubridme con el manto de vuestra maternal protección. Fortaleced mi flaqueza con vuestro poder, iluminad las tinieblas de mi entendimiento con vuestra sabiduría, aumentad en mí la fe, la esperanza y la caridad. Adornad mi alma con tales gracias y virtudes que sea siempre amada de vuestro divino Hijo y de Vos. Asistidme en vida, consoladme cuando muera con vuestra amabilísima presencia, y presentadme a la augustísima Trinidad como hijo y siervo devoto vuestro, para alabaros eternamente y bendeciros en el Paraíso. Amén.

martes, 14 de julio de 2020

JULIO MES DEDICADO A LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

LETANIA A LA SANGRE DE CRISTO

    El mismo Papa que mandó inscribir en el Ritual de la Iglesia esta letanía nos mandaba también añadir, antes de la reserva del Santísimo Sacramento, la alabanza: ¡Bendita sea su preciosísima Sangre! ¿Por qué?... Esa Sangre por la que fuimos salvados merece una devoción especial. Además, es un reconocimiento agradecido al amor de Jesucristo, que no ahorró ningún sufrimiento a fin de ganarse el amor de nuestros corazones.
    Señor Jesucristo, que con tú Sangre limpias el pecado del mundo y nos mereces la salvación. ¡Sálvanos ahora y siempre!



    Oremos: Dios todopoderoso y eterno, que te aplacaste con la Sangre de tu Hijo Jesucristo, constituido Redentor del mundo. Al venerar esta Sangre Sagrada, líbranos de todo mal y danos la alegría del cielo. Amén

EVANGELIO - 15 de Julio - San Mateo 11,25-27


    Libro de Isaías 10,5-7.13-16.

    Así habla el Señor: "¡Ay de Asiria! Él es el bastón de mi ira y la vara de mi furor está en su mano.
    Yo lo envío contra una nación impía, lo mando contra un pueblo que provocó mi furor. para saquear los despojos y arrebatar el botín, y pisotearlo como al barro de las calles.
    Pero él no lo entiende así, no es eso lo que se propone: él no piensa más que en destruir y en barrer una nación tras otra."
    Porque él ha dicho: "Yo he obrado con la fuerza de mi mano, y con mi sabiduría, porque soy inteligente. He desplazado las fronteras de los pueblos y he saqueado sus reservas: como un héroe, he derribado a los que se sientan en tronos.
    Mi mano tomó como un nido las riquezas de los pueblos; como se juntan huevos abandonados, así he depredado toda la tierra, y no hubo nadie que batiera las alas o abriera el pico para piar".
    ¿Se gloría el hacha contra el leñador? ¿Se envanece la sierra contra el que la maneja? ¡Como si el bastón manejara al que lo empuña y el palo levantar al que no es un leño!
    Por eso el Señor de los ejércitos hará que la enfermedad consuma su vigor y dentro de su carne hará arder una fiebre, como el ardor del fuego.


Salmo 94(93),5-6.7-8.9-10.14-15.

Ellos pisotean a tu pueblo, Señor,
y oprimen a tu herencia;
matan a la viuda y al extranjero,
asesinan a los huérfanos;

Y exclaman: “El Señor no lo ve,
no se da cuenta el Dios de Jacob”.
¡Entiendan, los más necios del pueblo!
y ustedes, insensatos, ¿cuándo recapacitarán?

El que hizo el oído, ¿no va a escuchar?
El que formó los ojos, ¿será incapaz de ver?
¿Dejará de castigar el que educa a las naciones
y da a los hombres el conocimiento?

Porque el Señor no abandona a su pueblo
ni deja desamparada a su herencia:
la justicia volverá a los tribunales
y los rectos de corazón la seguirán.


    Evangelio según San Mateo 11,25-27.

    Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
    Sí, Padre, porque así lo has querido.
    Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 15 de Julio - "Se lo revelaste a los pequeños"


San Juan Crisóstomo (c. 345-407) presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia Sermones sobre el Evangelio de Mateo, n° 38, 1

"Se lo revelaste a los pequeños"

    "Te doy gracias, Padre: Te doy gracias, Padre -dice- porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes".¿Cómo? ¿Es que el Señor se alegra que se pierdan los sabios y prudentes y que no conozcan estas cosas? — ¡De ninguna manera! No. Es que el mejor camino de salvación era no forzar a los que le rechazaban y no querían aceptar su enseñanza. De este modo, ya que por el llamamiento no habían querido convertirse, sino que lo rechazaron y menospreciaron, por el hecho de sentirse reprobados vinieran a desear su salvación. De este modo también, los que le habían atendido vendrían a ser más fervorosos. Porque el habérseles a éstos revelado estas cosas era motivo de alegría; más el habérseles ocultado a los otros, no ya de alegría, sino de lágrimas. Y también éstas derramó el Señor cuando lloró sobre Jerusalén (Lc 19,41). No se alegra pues, por eso, sino porque lo que no conocieron los sabios, lo conocieron los pequeñuelos. Como cuando dice Pablo: Doy gracias a Dios, porque erais esclavos del pecado, pero obedecisteis de corazón a la forma de doctrina a que fuisteis entregados (Rom 6,17). Llama aquí el Señor sabios a los escribas y fariseos, y lo hace así para incitar el fervor de sus discípulos, al ponerles delante qué bienes se concedieron a los pescadores y perdieron todos aquellos sabios. Más, al llamarlos sabios, no habla el Señor de la verdadera sabiduría, que merece toda alabanza, sino de la que aquéllos se imaginaban poseer por su propia habilidad. De ahí que tampoco dijo: "Se les ha revelado a los necios", sino: a los pequeños, es decir, a los no fingidos, a los sencillos... Es una nueva lección que nos da para que nos apartemos de toda soberbia y sigamos la sencillez. La misma que Pablo nos reitera, con más energía, cuando escribe:"Si alguno entre vosotros cree ser sabio en este siglo, hágase necio para llegar a ser sabio (1 Cor 3,18.)"

SANTORAL - SAN BUENAVENTURA

15 de Julio


    Memoria de la inhumación de san Buenaventura, obispo de Albano, en Italia, y doctor de la Iglesia, celebérrimo por su doctrina, por la santidad de su vida y por las preclaras obras que realizó en favor de la Iglesia. Como ministro general rigió con gran prudencia la Orden de los Hermanos Menores, siendo siempre fiel al espíritu de san Francisco, y en sus numerosos escritos unió suma erudición y ardiente piedad. Cuando estaba prestando un gran servicio al II Concilio Ecuménico de Lyon, mereció pasar a la visión beatífica de Dios. Por lo que se refiere a sus primeros años, lo único que sabemos acerca de este ilustre hijo de san Francisco de Asís es que nació en Bagnorea, cerca de Viterbo, en Italia, en 1221, y que sus padres fueron Juan Fidanza y María Ritella. Después de tomar el hábito en la orden seráfica, estudió en la Universidad de París, bajo la dirección del maestro inglés Alejandro de Hales. Buenaventura, a quien la historia debía conocer con el nombre de «Doctor seráfico», enseñó teología y Sagrada Escritura en la Universidad de París, de 1248 a 1257. A su genio penetrante unía un juicio muy equilibrado, que le permitía ir al fondo de las cuestiones y dejar de lado todo lo superfluo para discernir todo lo esencial y poner al descubierto los sofismas de las opiniones erróneas. Nada tiene, pues, de extraño que el santo se haya distinguido en la filosofía y teología escolásticas. Buenaventura ofrecía todos los estudios a la gloria de Dios y a su propia santificación, sin confundir el fin con los medios y sin dejar que degenerara su trabajo en disipación y vana curiosidad. No contento con transformar el estudio en una prolongación de la plegaria, consagraba gran parte de su tiempo a la oración propiamente dicha, convencido de que ésa era la clave de la vida espiritual. Porque, como lo enseña san Pablo, sólo el Espíritu de Dios puede hacernos penetrar sus secretos designios y grabar sus palabras en nuestros corazones. Tan grande era la pureza e inocencia del santo, que su maestro, Alejandro de Hales, afirmaba que «parecía que no había pecado en Adán». El rostro de Buenaventura reflejaba el gozo, fruto de la paz en que su alma vivía. Como el mismo santo escribió, «el gozo espiritual es la mejor señal de que la gracia habita en un alma».

    El santo no veía en sí más que faltas e imperfecciones y, por humildad, se abstenía algunas veces de recibir la comunión, por más que su alma ansiaba unirse al objeto de su amor y acercarse a la fuente de la gracia. Pero un milagro de Dios permitió a san Buenaventura superar tales escrúpulos. Las actas de canonización lo narran así: «Desde hacía varios días no se atrevía a acercarse al banquete celestial. Pero, cierta vez en que asistía a la misa y meditaba sobre la Pasión del Señor, nuestro Salvador, para premiar su humildad y su amor, hizo que un ángel tomara de las manos del sacerdote una parte de la hostia consagrada y la depositara en su boca». A partir de entonces, Buenaventura comulgó sin ningún escrúpulo y encontró en la comunión una fuente de gozo y de gracias. San Buenaventura se preparó a recibir el sacerdocio con severos ayunos y largas horas de oración, pues su gran humildad le hacía acercarse con temor y temblor a esa altísima dignidad.

    Buenaventura se entregó con entusiasmo a la tarea de cooperar a la salvación de sus prójimos, como lo exigía la gracia del sacerdocio. La energía con que predicaba la palabra de Dios encendía los corazones de sus oyentes; cada una de sus palabras estaba dictada por un ardiente amor. Durante los años que pasó en París, compuso una de sus obras más conocidas, el «Comentario sobre las Sentencias de Pedro Lombardo», que constituye una verdadera suma de teología escolástica. El papa Sixto IV, refiriéndose a esa obra, dijo que «la manera como se expresa sobre la teología, indica que el Espíritu Santo hablaba por su boca». Los violentos ataques de algunos de los profesores de la Universidad de París contra los franciscanos perturbaron la paz de los años que Buenaventura pasó en esa ciudad. Tales ataques se debían, en gran parte, a la envidia que provocaban los éxitos pastorales y académicos de los hijos de san Francisco y a que la santa vida de los frailes resultaba un reproche constante a la mundana existencia de otros profesores. El jefe del partido que se oponía a los franciscanos era Guillermo de Saint Amour, quien atacó violentamente a san Buenaventura en una obra titulada «Los peligros de los últimos tiempos». Éste tuvo que suspender sus clases durante algún tiempo y contestó a los ataques con un tratado sobre la pobreza evangélica, con el título de «Sobre la pobreza de Cristo». El Papa Alejandro IV nombró a una comisión de cardenales para que examinasen el asunto en Anagni, con el resultado de que fue quemado públicamente el Libro de Guillermo de Saint Amour, fueron devueltas sus cátedras a los hijos de san Francisco y fue ordenado el silencio a sus enemigos. Un año más tarde, en 1257, san Buenaventura y santo Tomás de Aquino recibieron juntos el título de doctores.

    San Buenaventura escribió un tratado «Sobre la vida de perfección», destinado a la beata Isabel, hermana de san Luis de Francia y a las Clarisas Pobres del convento de Longchamps. Otras de sus principales obras místicas son el «Soliloquio» y el tratado «Sobre el triple camino». Es conmovedor el amor que respira cada una de las palabras de san Buenaventura. Gerson, el erudito y devoto canciller de la Universidad de París, escribe a propósito de sus obras: «A mi modo de ver, entre todos los doctores católicos, Eustaquio (porque así podemos traducir el nombre de Buenaventura) es el que más ilustra la inteligencia y enciende al mismo tiempo el corazón. En particular, el Breviloquium y el Itinerarium mentis in Deum están compuestos con tanto arte, fuerza y concisión, que ningún otro escrito puede aventajarlos». Y en otro libro, comenta: «Me parece que las obras de Buenaventura son las más aptas para la instrucción de los fieles, por su solidez, ortodoxia y espíritu de devoción. Buenaventura se guarda cuanto puede de los vanos adornos y no trata de cuestiones de lógica o física ajenas a la materia. No existe doctrina más sublime, más divina y más religiosa que la suya». Estas palabras se aplican sobre todo, a los tratados espirituales que reproducen sus meditaciones frecuentes sobre las delicias del cielo y sus esfuerzos por despertar en los cristianos el mismo deseo de la gloria que a él le animaba. Como dice en su escrito, «Dios, todos los espíritus gloriosos y toda la familia del Rey Celestial nos esperan y desean que vayamos a reunirnos con ellos. ¡Es imposible que no se anhele ser admitido en tan dulce compañía! Pero quien en este valle de lágrimas no haya tratado de vivir con el deseo del cielo, elevándose constantemente sobre las cosas visibles, tendrá vergüenza al comparecer a la presencia de la corte celestial». Según el santo, la perfección cristiana, más que en el heroísmo de la vida religiosa, consiste en hacer bien las acciones más ordinarias. He aquí sus propias palabras: «La perfección del cristiano consiste en hacer perfectamente las cosas ordinarias. La fidelidad en las cosas pequeñas es una virtud heroica». En efecto, tal fidelidad constituye una constante crucifixión del amor propio, un sacrificio total de la libertad, del tiempo y de los afectos y, por ello mismo, establece el reino de la gracia en el alma.

    En 1257, Buenaventura fue elegido superior general de los Frailes Menores. No había cumplido aún los treinta y seis años y la Orden estaba desgarrada por la división entre los que predicaban una severidad inflexible y los que pedían que se mitigase la regla original; naturalmente, entre esos dos extremos, se situaban todas las otras interpretaciones. Los más rigoristas, a los que se conocía con el nombre de «los espirituales», habían caído en el error y en la desobediencia, con lo cual habían dado armas a los enemigos de la orden en la Universidad de París. El joven superior general escribió una carta a todos los provinciales para exigirles la perfecta observancia de la regla y la reforma de los relajados, pero sin caer en los excesos de los espirituales. El primero de los cinco capítulos generales que presidió san Buenaventura, se reunió en Narbona en 1260. Ahí presentó una serie de declaraciones de las reglas que fueron adoptadas y ejercieron gran influencia sobre la vida de la Orden, pero no lograron aplacar a los rigoristas. A instancias de los miembros del capítulo, san Buenaventura empezó a escribir la vida de san Francisco de Asís. La manera como llevó a cabo esa tarea, muestra que estaba empapado de las virtudes del santo sobre el cual escribía. Santo Tomás de Aquino, que fue a visitar un día a Buenaventura cuando éste se ocupaba de escribir la biografía del «Pobrecito de Asís», le encontró en su celda sumido en la contemplación. En vez de interrumpirle, santo Tomás se retiró, diciendo: «Dejemos a un santo trabajar por otro santo». La vida escrita por san Buenaventura, titulada «La Leyenda Mayor», es una obra de gran importancia acerca de la vida de san Francisco, aunque el autor manifiesta en ella cierta tendencia a forzar la verdad histórica para emplearla como testimonio contra los que pedían la mitigación de la regla. San Buenaventura gobernó la orden de San Francisco durante diecisiete años y se le llama, con razón, el segundo fundador.

    En 1265, el papa Clemente IV trató de nombrar a san Buenaventura arzobispo de York, a la muerte de Godofredo de Ludham, pero el santo consiguió disuadir de ello al Pontífice. Sin embargo, al año siguiente, el beato Gregorio X le nombró cardenal obispo de Albano, le ordenó aceptar el cargo por obediencia y le llamó inmediatamente a Roma. Los legados pontificios le esperaban con el capelo y las otras insignias de su dignidad; según se cuenta, fueron a su encuentro hasta cerca de Florencia y le hallaron en el convento franciscano de Mugello, lavando los platos. Cómo Buenaventura tenía la manos sucias, rogó a los legados que colgasen el capelo en la rama de un árbol y que se paseasen un poco por el huerto hasta que terminase su tarea. Sólo entonces san Buenaventura tomó el capelo y fue a presentar a los legados los honores debidos.

    Gregorio X encomendó a san Buenaventura la preparación de los temas que se iban a tratar en el Concilio ecuménico de Lyon, acerca de la unión con los griegos ortodoxos, pues el emperador Miguel Paleólogo había propuesto la unión a Clemente IV. Los más distinguidos teólogos de la Iglesia asistieron a dicho Concilio. Como se sabe, santo Tomás de Aquino murió cuando se dirigía a él. San Buenaventura fue, sin duda, el personaje más notable de la asamblea. Llegó a Lyon con el Papa, varios meses antes de la apertura del Concilio. Entre la segunda y la tercera sesión reunió el capítulo general de su orden y renunció al cargo de superior general. Cuando llegaron los delegados griegos, el santo inició las conversaciones con ellos y la unión con Roma se llevó a cabo. En acción de gracias, el Papa cantó la misa el día de la fiesta de San Pedro y San Pablo. La epístola, el evangelio y el credo, se cantaron en latín y en griego y san Buenaventura predicó en la ceremonia. El Seráfico Doctor murió durante las celebraciones, la noche del 14 al 15 de julio. Ello le ahorró la pena de ver a Constantinopla rechazar la unión por la que tanto había trabajado. Pedro de Tarantaise, el dominico que ciñó más tarde la tiara pontificia con el nombre de Inocencio V, predicó el panegírico de san Buenaventura y dijo en él: «Cuantos conocieron a Buenaventura le respetaron y le amaron. Bastaba simplemente con oírle predicar para sentirse movido a tomarle por consejero, porque era un hombre afable, cortés, humilde, cariñoso, compasivo, prudente, casto y adornado de todas las virtudes».

    Se cuenta que, como superior general, fue un día a visitar el convento de Foligno. Cierto frailecillo tenía muchas ganas de hablar con él, pero era demasiado humilde y tímido para atreverse. Pero, en cuanto partió san Buenaventura, el frailecillo cayó en la cuenta de la oportunidad que había perdido y echó a correr tras él y le rogó que le escuchase un instante. El santo accedió inmediatamente y tuvo una larga conversación con él, a la vera del camino. Cuando el frailecillo partió de vuelta al convento, lleno de consuelo, san Buenaventura observó ciertas muestras de impaciencia entre los miembros de su comitiva y les dijo sonriendo: «Hermanos míos, perdonadme, pero tenía que cumplir con mi deber, porque soy a la vez superior y siervo y ese frailecillo es, a la vez, mi hermano y mi amo. La regla nos dice: `Los superiores deben recibir a los hermanos con caridad y bondad y portarse con ellos como si fuesen sus siervos, porque los superiores, son, en verdad, los siervos de todos los hermanos'. Así pues, como superior y siervo, estaba yo obligado a ponerme a la disposición de ese frailecillo, que es mi amo, y a tratar de ayudarle lo mejor posible en sus necesidades». Tal era el espíritu con que el santo gobernaba su orden. Cuando se le había confiado el cargo de superior general, pronunció estas palabras: «Conozco perfectamente mi incapacidad, pero también sé cuán duro es dar coces contra el aguijón. Así pues, a pesar de mi poca inteligencia, de mi falta de experiencia en los negocios y de la repugnancia que siento por el cargo, no quiero seguir opuesto al deseo de mi familia religiosa y a la orden del Sumo Pontífice, porque temo oponerme con ello a la voluntad de Dios. Por consiguiente, tomaré sobre mis débiles hombros esa carga pesada, demasiado pesada para mí. Confío en que el cielo me ayudará y cuento con la ayuda que todos vosotros podéis prestarme». Estas dos citas revelan la sencillez, la humildad y la caridad que caracterizaban a san Buenaventura. Y, aunque no hubiese pertenecido a la orden seráfica, habría merecido el título de «Doctor Seráfico» por las virtudes angélicas que realzaban su saber. Fue canonizado en 1482 y declarado Doctor de la Iglesia en 1588.

    No existe ninguna biografía propiamente dicha que date de la época del santo, pero en las crónicas de la Orden Franciscana y en otras fuentes antiguas se encuentran numerosos datos sobre él. En la monumental edición Quaracchi de las obras del Doctor Seráfico se han reunido los datos más importantes, tomados, por ejemplo, de Salimbene, Bernardo de Besse, Angelo Clareno, la Crónica de los XXIV Generales, etc. (vol. X). El texto del proceso de canonización que se llevó a cabo en Lyon en 1479-1480, se halla en Miscellanea Francescana di storia, di lettere, di arti, vols. XVII y XVIII (1916 y 1917); pero dicho documento sólo trata prácticamente de los milagros. La canonización, como se sabe, tuvo lugar en 1482, en tiempos de Sixto IV. Entre las numerosas biografías modernas, la más exacta parece ser la de L. Lemmens en la versión italiana publicada en Milán en 1921. Para esa versión el autor revisó el texto original que había publicado en alemán en 1909, y lo modificó mucho, siguiendo el consejo de los críticos, particularmente de los del Archivum Franciscanum Historicum (vol. III, pp. 344-348). La biografía italiana de D. M. Sparacio (1921) exagera un poco el punto de vista de los franciscanos conventuales y adolece de cierto espíritu polémico. La biografía francesa de Leonardo de Carvalho e Castro (1923), aunque admirablemente presentada, minimiza la actividad de san Buenaventura en París y su oposición a los maestros de la orden de Santo Domingo. El Breviloquium de San Buenaventura, constituye un comiso resumen de sus teorías. En el Oficio de lecturas se utilizan algunos fragmentos de san Buenaventura a lo largo del año: del prólogo al Breviloquio, del Opúsculo sobre el itinerario de la mente hacia Dios,de El árbol de la vida.

    Dentro de las Catequesis que SS Benedicto XVI dedicó a los Padres, Doctores y grandes teólogos de la Iglesia, tres del año 2010 las centró en san Buenaventura, que introdujo con estas palabras: «Os confieso que, al proponeros este tema, siento cierta nostalgia, porque pienso en los trabajos de investigación que, como joven estudioso, realicé precisamente sobre este autor, especialmente importante para mí. Su conocimiento incidió notablemente en mi formación.» Son las del 3 de marzo, 10 de marzo y 17 de marzo. Algunas obras pueden ser leídas en línea, y también puede accederse en El Testigo Fiel a la bellísima oración de san Buenaventura «Traspasa, dulcísimo Señor Jesús...» (en castellano y en el original latino), que tantas veces la Iglesia ha recomendado para meditar en la Eucaristía.

Oremos

    Dios todopoderoso, al celebrar hoy la festividad del obispo San Buenaventura, te pedimos nos concedas saber aprovechar sus preclaras enseñanzas e imitar su ardiente amor hacia ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén