sábado, 20 de abril de 2019

LITURGIA DE LAS HORAS - OFICIO DE LECTURA



TIEMPO PASCUAL 
DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
Comienza el Tiempo pascual

21 de abril

OFICIO DE LECTURA
Hoy, la celebración solemne de la Vigilia pascual reemplaza el Oficio de lectura.

Quienes no hayan participado en la celebración de la Vigilia pascual usarán, para el Oficio de lectura, al menos cuatro de las lecturas de la referida Vigilia pascual, con sus cantos y oraciones. Es muy conveniente elegir, de entre las lecturas de la Vigilia pascual, las que se proponen a continuación.

Este Oficio empieza directamente con las lecturas.

PRIMERA LECTURA
Del libro del Éxodo 14, 15-15, 1

HIJOS DE ISRAEL ENTRAN EN EL MAR COMO POR TIERRA FIRME

En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:

«¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Tú alza tu cayado y extiende tu mano sobre el mar y se abrirá en dos, de modo que los israelitas puedan atravesarlo como por tierra firme. Yo haré que el Faraón se empeñe en entrar detrás de vosotros y mostraré mi gloria derrotando al Faraón y a su ejército, a sus carros y jinetes; para que sepa Egipto que yo soy el Señor, cuando muestre mi gloria derrotando al Faraón con sus carros y jinetes.»

El ángel de Dios que caminaba delante de las huestes de Israel se levantó y pasó a su retaguardia; la columna de nubes que estaba delante de ellos se puso detrás, colocándose entre el campamento egipcio y el campamento israelí; la nube se oscureció y la noche quedó tenebrosa, de modo que los egipcios no pudieron acercarse a los hijos de Israel en toda la noche.

Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del este que secó el mar y las aguas se dividieron en dos. Los hijos de Israel entraron por el mar como por tierra firme, y las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución y entraron detrás de ellos por el mar, con los caballos del Faraón, sus carros y sus guerreros.

A la vigilia matutina, volvió Dios la mirada desde la columna de fuego y humo hacia el ejército egipcio y sembró en él el pánico. Hizo que las ruedas de los carros se trabasen unas con otras, de modo que sólo muy penosamente avanzaban. Los egipcios exclamaron entonces:

«Huyamos de Israel, porque el Señor combate por él contra Egipto.»

Pero Dios dijo a Moisés:

«Extiende tu mano sobre el mar, y las aguas se reunirán sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes.»

Y Moisés extendió su mano sobre el mar, y, al despuntar el día, el mar recobró su estado ordinario y los egipcios en fuga se vieron frente a las aguas, y así arrojó Dios a los egipcios en medio del mar, pues las aguas, al reunirse, cubrieron carros, jinetes y todo el ejército del Faraón que había entrado en el mar en seguimiento de Israel, y no escapó ni uno solo. Pero los hijos de Israel caminaban sobre tierra seca por en medio del mar. Las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda.

Aquel día libró Dios a Israel de los egipcios, cuyos cadáveres vio Israel en las orillas del mar. Israel vio la mano potente que mostró Dios contra Egipto, y el pueblo temió al Señor, y creyó en él y en Moisés su siervo. Entonces Moisés y los hijos de Israel entonaron este cántico al Señor:

Ant. Cantemos al Señor, sublime es su victoria.

Cántico Ex 15, 1-6. 13. 17-18

Cantemos al Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.

Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.

Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero,
su nombre es «Yahvé».

Los carros del Faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes;
las olas los cubrieron,
cayeron hasta el fondo como piedras.

Tu diestra, Señor, resplandece por su fuerza,
tu diestra, Señor, tritura al enemigo.

Guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado,
los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás.

Ant. Cantemos al Señor, sublime es su victoria.

ORACIÓN

Dios nuestro, que has iluminado los prodigios de los tiempos antiguos con la luz del nuevo Testamento, pues el mar Rojo fue imagen de la fuente bautismal y el pueblo liberado de la esclavitud fue imagen del pueblo cristiano; haz que todas las naciones, elevadas por la fe a la dignidad de pueblo elegido, sean regeneradas por la participación de tu Espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

SEGUNDA LECTURA
Del libro del profeta Ezequiel 36, 16-28

DERRAMARÉ SOBRE VOSOTROS UN AGUA PURA Y OS DARÉ UN CORAZÓN NUEVO

El Señor me dirigió la palabra y me dijo:

«Cuando la casa de Israel habitaba en su tierra, la contaminó con su conducta y con sus malas obras; como sangre inmunda fue su proceder ante mí. Entonces derramé mi cólera sobre ellos por la sangre que habían derramado en el país y por haberlo contaminado con sus ídolos. Los esparcí por las naciones y anduvieron dispersos por los países; según su proceder y sus malas obras los juzgué. Al llegar a las diversas naciones profanaron mi santo nombre, pues decían de ellos: "Éstos son el pueblo del Señor, han tenido que salir de su tierra." Entonces tuve consideración de mi nombre santo, profanado por la casa de Israel en las naciones adonde fue.

Por eso, di a la casa de Israel: Esto dice el Señor: No lo hago por vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, profanado por vosotros en las naciones adonde fuisteis. Mostraré la santidad de mi nombre ilustre profanado entre los gentiles, que vosotros profanasteis en medio de ellos; y sabrán los gentiles que yo soy el Señor, cuando manifieste mi santidad a la vista de ellos, por medio de vosotros.

Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios.»

Ant. Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.

Salmo 41, 2-3. 5bcd; 42, 3-4

Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;

tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿ cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?

Recuerdo cómo marchaba hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.

Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.

Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Señor, Dios mío.

Ant. Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.

ORACIÓN

Señor, Dios nuestro, fuerza inmutable y luz sin ocaso, mira con bondad a tu Iglesia, a quien has puesto como sacramento de salvación de la nueva alianza, y lleva a término, según tus designios, la obra de la redención humana: que todo el mundo vea y sienta cómo lo abatido se levanta y lo viejo se renueva, y cómo todo vuelve a su integridad primera por medio de Cristo, de quien todo procede. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

TERCERA LECTURA
De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-11

CRISTO, UNA VEZ RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS, YA NO MUERE

Hermanos: Cuantos en el bautismo fuimos sumergidos en Cristo Jesús fuimos sumergidos en su muerte. Por nuestro bautismo fuimos, pues, sepultados con él, para participar de su muerte; para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Pues, si hemos sido injertados vitalmente en Cristo por la imagen de su muerte, también lo estaremos por la imagen de su resurrección.

Ya sabemos que nuestra antigua condición humana fue crucificada con Cristo, a fin de que la solidaridad general con el pecado fuese destruida y dejásemos de ser esclavos del pecado, pues el que muere queda libre de pecado.

Si verdaderamente hemos muerto con Cristo, tenemos fe de que también viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no tiene ya poder sobre él. Su muerte fue un morir al pecado de una vez para siempre, mas su vida es un vivir para Dios. Así también considerad vosotros que estáis muertos al pecado, pero que vivís para Dios en unión con Cristo Jesús.

Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.

Salmo 117, 1-2. 16ab. 17. 22-23

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.

No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.

CUARTA LECTURA
Lectura del evangelio según san Mateo 28, 1-10

HA RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS.
SABED QUE VA ANTES QUE VOSOTROS A GALILEA

Una vez pasado el sábado, estando ya para amanecer el primer día de la semana, vino María Magdalena, con la otra María, a ver el sepulcro. Y, de pronto, se produjo un gran terremoto: el ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó encima. Su semblante brillaba como el relámpago, y su vestidura era blanca como la nieve. Los guardias quedaron aterrados y como muertos. Y, dirigiéndose el ángel a las mujeres, les dijo:

«No tengáis miedo, vosotras; ya sé que venís en busca de Jesús, el que ha sido crucificado. No está aquí; ha resucitado como ya lo había anunciado. Venid a ver el sitio donde estaba puesto. Id en seguida a decir a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos. Sabed que va antes que vosotros a Galilea. Allí lo veréis. Esto es lo que tenía que deciros.»

Abandonaron en seguida el sepulcro y, llenas de miedo y de gran gozo a la vez, fueron corriendo a llevar la noticia a los discípulos. Y de improviso les salió Jesús al encuentro, saludándolas con estas palabras:

«Dios os salve.»

Ellas se llegaron a él, se abrazaron a sus pies y lo adoraron. Entonces, Jesús les dijo:

«No tengáis miedo. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me verán.»

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO.

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN

Dios nuestro, que en este día nos abriste las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte, concédenos a todos los que celebramos su gloriosa resurrección que, por la nueva vida que tu Espíritu nos comunica, lleguemos también nosotros a resucitar a la luz de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

LITURGIA DE LAS HORAS - LAUDES



TIEMPO PASCUAL 
DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
Comienza el Tiempo pascual

21 de abril

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)

V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

INVITATORIO

Ant. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Himno: ESTABA AL ALBA MARÍA

Estaba al alba María,
llamándole con sus lágrimas.

Vino la Gloria del Padre
y amaneció el primer día.
Envuelto en la blanca túnica
de su propia luz divina
-la sábana de la muerte
dejada en tumba vacía-,
Jesús, alzado, reinaba;
pero ella no lo veía.

Estaba al alba María,
la fiel esposa que aguarda.

Mueva el Espíritu al aura
en el jardín de la vida.
Las flores huelan la Pascua
de la carne sin mancilla,
y quede quieta la esposa
sin preguntas ni fatiga.
¡Ya está delante el esposo,
venido de la colina!

Estaba al alba María,
porque era la enamorada. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre. Aleluya.

SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre. Aleluya.

Ant. 2. Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor, nuestro Dios. Aleluya.

Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

Ant. Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor, nuestro Dios. Aleluya.

Ant. 3. Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.

Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.

LECTURA BREVE Hch 10, 40-43

Dios resucitó a Jesús al tercer día e hizo que se apareciese no a todo el pueblo, sino a nosotros, que somos los testigos elegidos de antemano por Dios. Nosotros hemos comido y bebido con él, después que Dios lo resucitó de entre los muertos. Y él nos mandó predicar al pueblo y atestiguar que ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos. De él hablan todos los profetas y aseguran que cuantos tengan fe en él recibirán por su nombre el perdón de sus pecados.

RESPONSORIO BREVE

En lugar del responsorio breve se dice la siguiente antífona:

Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Muy de madrugada, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, apenas salido el sol. Aleluya.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Muy de madrugada, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, apenas salido el sol. Aleluya.

PRECES

Oremos a Cristo, autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos, quien por su poder nos resucitará también a nosotros, y digámosle:

Cristo, vida nuestra, sálvanos.

Cristo, luz esplendorosa que brillas en las tinieblas, rey de la vida y salvador de los que han muerto,
concédenos vivir hoy en tu alabanza.

Señor Jesús, que anduviste los caminos de la pasión y de la cruz,
concédenos que, unidos a ti en el dolor y en la muerte, resucitemos también contigo.

Hijo del Padre, maestro y hermano nuestro, tú que has hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes,
enséñanos a ofrecer con alegría nuestro sacrificio de alabanza.

Rey de la gloria, esperamos anhelantes el día de tu manifestación gloriosa,
para poder contemplar tu rostro y ser semejantes a ti.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Dirijámonos ahora al Padre con las palabras que el Espíritu del Señor resucitado pone en nuestra boca:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Dios nuestro, que en este día nos abriste las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte, concédenos a todos los que celebramos su gloriosa resurrección que, por la nueva vida que tu Espíritu nos comunica, lleguemos también nosotros a resucitar a la luz de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

LITURGIA DE LAS HORAS - VÍSPERAS



TIEMPO PASCUAL 
DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
Comienza el Tiempo pascual

21 de abril

II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: AL FIN SERÁ LA PAZ Y LA CORONA

Al fin será la paz y la corona,
los vítores, las palmas sacudidas,
y un aleluya inmenso como el cielo
para cantar la gloria del Mesías.

Será el estrecho abrazo de los hombres,
sin muerte, sin pecado, sin envidia;
será el amor perfecto del encuentro,
será como quien llora de alegría.

Porque hoy remonta el vuelo el sepultado
y va por el sendero de la vida
a saciarse de gozo junto al Padre
y a preparar la mesa de familia.

Se fue, pero volvía, se mostraba,
lo abrazaban, hablaba, compartía;
y escondido la Iglesia lo contempla,
lo adora más presente todavía.

Hundimos en sus ojos la mirada,
y ya es nuestra la historia que principia,
nuestros son los laureles de su frente,
aunque un día le dimos las espinas.

Que el tiempo y el espacio limitados
sumisos al Espíritu se rindan,
y dejen paso a Cristo omnipotente,
a quien gozoso el mundo glorifica. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.

Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.

Ant. 2. Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.

Salmo 113 A - ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO; LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO.

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Venid y ved el lugar donde habían puesto al Señor. Aleluya.

Ant. 3. Dijo Jesús: «No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me verán.» Aleluya.

Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que les teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Dijo Jesús: «No temáis. Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me verán.» Aleluya.

LECTURA BREVE Hb 10, 12-14

Cristo, habiendo ofrecido un solo sacrificio en expiación de los pecados, está sentado para siempre a la diestra de Dios, y espera el tiempo que falta «hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies». Así, con una sola oblación, ha llevado para siempre a la perfección en la gloria a los que ha santificado.

RESPONSORIO BREVE

En lugar del responsorio breve se dice la siguiente antífona:

Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. La tarde de aquel mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se hallaban los discípulos, se presentó Jesús; y en presencia de todos exclamó: «La paz sea con vosotros.» Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. La tarde de aquel mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se hallaban los discípulos, se presentó Jesús; y en presencia de todos exclamó: «La paz sea con vosotros.» Aleluya.

PRECES

Oremos a Cristo, el Señor, que murió y resucitó por los hombres, y ahora intercede por nosotros, y digámosle:

Cristo, Rey victorioso, escucha nuestra oración.

Cristo, luz y salvación de todos los pueblos,
derrama el fuego del Espíritu Santo sobre los que has querido fueran testigos de tu resurrección en el mundo.

Que el pueblo de Israel te reconozca como el Mesías de su esperanza
y la tierra toda se llene del conocimiento de tu gloria.

Consérvanos, Señor, en la comunión de tu Iglesia
y haz que juntamente con todos nuestros hermanos obtengamos el premio y el descanso de nuestros trabajos.

Tú que has vencido a la muerte, nuestro enemigo, destruye en nosotros el poder del mal, tu enemigo,
para que vivamos siempre para ti, vencedor inmortal.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Cristo Salvador, tú que te hiciste obediente hasta la muerte y has sido elevado a la derecha del Padre,
recibe en tu reino glorioso a nuestros hermanos difuntos.

Unamos nuestra oración a la de Jesús, nuestro abogado ante el Padre, y digamos como él nos enseñó:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Dios nuestro, que en este día nos abriste las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte, concédenos a todos los que celebramos su gloriosa resurrección que, por la nueva vida que tu Espíritu nos comunica, lleguemos también nosotros a resucitar a la luz de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

LITURGIA DE LAS HORAS - COMPLETAS



COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno: EL CORAZÓN SE DILATA

El corazón se dilata
sin noche en tu santo cuerpo,
oh morada iluminada,
mansión de todo consuelo.

Por tu muerte sin pecado,
por tu descanso y tu premio,
en ti, Jesús, confiamos,
y te miramos sin miedo.

Como vigilia de amor
te ofrecemos nuestro sueño;
tú que eres el paraíso,
danos un puesto en tu reino. Amén.

SALMODIA

Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.

Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»

Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.

Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;

te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Aleluya, aleluya, aleluya.

LECTURA BREVE Ap 22, 4-5

Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

RESPONSORIO BREVE

En lugar del responsorio breve se dice la siguiente antífona:

Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz. Aleluya.

CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz. Aleluya.

ORACIÓN

OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

BENDICIÓN

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque Cristo,
a quien llevaste en tu seno, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

EVANGELIO - 21 de Abril - "San Juan 20,1-9"


    Evangelio según San Juan 20,1-9.
    
    El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
    Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
    Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
    Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
    Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
    Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
    Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
    Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 21 de Abril - "Ustedes resucitaron con Cristo, busquen las cosas de arriba"


     San Gregorio Nacianceno (330-390), obispo y doctor de la Iglesia Sermón 45 

«Ustedes resucitaron con Cristo, busquen las cosas de arriba» 

    Cristo resucitó de entre los muertos: levántense, ustedes también…día de resurrección, ¡feliz comienzo del mundo nuevo! Celebremos con alegría esta fiesta: ¡démonos un beso de paz! Ayer, estábamos inmolando al cordero,…Egipto lloraba sus primogénitos y el faraón, ese cruel tirano…Hemos sido liberados de nuestra servidumbre, y nadie puede impedirnos celebrar, en honor de nuestro Dios, la fiesta de nuestro Éxodo, y la celebración de nuestra Pascua « no con la vieja levadura…, pero con panes sin levadura: la rectitud y la verdad »…

    Ayer, estaba crucificado con Cristo; ahora soy glorificado con él. Ayer, estaba muerto con él; ahora, he vuelto a la vida con él. Ayer, estaba sepultado con Cristo; ahora, resucitó con él…Llevemos pues nuestras ofrendas al que sufrió y que resucitó por nosotros…; ofrezcámonos a nosotros mismos: son esos los bienes más queridos ante Dios y los más cercanos a él. A la imagen de Dios que está en nosotros, démosle el brillo que conviene a dicha imagen reconozcamos nuestra dignidad, honremos nuestro modelo. Comprendamos el poder de ese misterio y por qué Cristo murió. Hagámonos semejantes a Cristo, puesto que él se hizo semejante a nosotros; volvámonos Dios por medio de él, pues él se hizo hombre por nuestra causa.

    Él cargo lo peor para darnos lo mejor; se hizo pobre para enriquecernos por su pobreza; asumió la condición de esclavo para procurarnos la libertad; se rebajó para elevarnos; quiso conocer la prueba para permitirnos vencer; fue despreciado para glorificarnos; murió para salvarnos; subió al cielo para atraer hacia él los que yacían en el pecado. Demos todo, ofrezcámosle todo lo que somos al que se dio como rescate por nosotros. Conscientes del misterio de Pascua, no podemos hacer cosa mejor que ofrecernos a nosotros mismos volviéndonos por Cristo todo lo que él se volvió por nosotros.

REZAR EL REGINA COELI

Benedicto XIV estableció, en 1742, que durante el tiempo Pascual (desde la Resurrección del Señor hasta el día de Pentecostés) se sustituyera el rezo del Ángelus por la antífona "Regina Coeli"


    Regina Coeli (o Regina Cæli) es el nombre de una oración mariana y cristológica de la Iglesia católica en honor de la Virgen. Son las palabras latinas con que abre el himno pascual a la Santísima Virgen María que traducidas al español son “Reina del cielo”, es una composición litúrgica a manera de felicitación a María por la resurrección de su Hijo Jesucristo.



    El Regina Coeli sustituye el rezo del Ángelus durante el tiempo pascual. Litúrgicamente está prescrita en el Breviario Romano desde las completas del Sábado Santo hasta la hora nona del sábado posterior a Pentecostés.


Oración del Regina Cæli (latín)

V/. Regina cæli, lætare; alleluia.

R/. Quia quem meruisti portare; alleluia.

V/. Resurrexit sicut dixit; alleluia.

R/. Ora pro nobis Deum; alleluia.

V/. Gaude et lætare, Virgo Maria; alleluia.

R/. Quia surrexit Dominus vere; alleluia.


Oremus

    Deus, qui per resurrectionem Filii tui Domini nostri Iesu Christi mundum lætificare dignatus es, præsta, quæsumus, ut per eius Genetricem Virginem Mariam perpetuæ capiamus gaudia vitæ. Per eundem Christum Dominum nostrum. Amen.

RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR

    La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles.



    El Domingo de Resurrección o Vigilia Pascual es el día en que incluso la iglesia más pobre se reviste de sus mejores ornamentos, es la cima del año litúrgico. Es el aniversario del triunfo de Cristo. Es la feliz conclusión del drama de la Pasión y la alegría inmensa que sigue al dolor. Y un dolor y gozo que se funden pues se refieren en la historia al acontecimiento más importante de la humanidad: la redención y liberación del pecado de la humanidad por el Hijo de Dios.

    Nos dice San Pablo: "Aquel que ha resucitado a Jesucristo devolverá asimismo la vida a nuestros cuerpos mortales". No se puede comprender ni explicar la grandeza de las Pascuas cristianas sin evocar la Pascua Judía, que Israel festejaba, y que los judíos festejan todavía, como lo festejaron los hebreos hace tres mil años, la víspera de su partida de Egipto, por orden de Moisés. El mismo Jesús celebró la Pascua todos los años durante su vida terrena, según el ritual en vigor entre el pueblo de Dios, hasta el último año de su vida, en cuya Pascua tuvo efecto la cena y la institución de la Eucaristía.

    Cristo, al celebrar la Pascua en la Cena, dio a la conmemoración tradicional de la liberación del pueblo judío un sentido nuevo y mucho más amplio. No es a un pueblo, una nación aislada a quien Él libera sino al mundo entero, al que prepara para el Reino de los Cielos. Las pascuas cristianas -llenas de profundas simbologías- celebran la protección que Cristo no ha cesado ni cesará de dispensar a la Iglesia hasta que Él abra las puertas de la Jerusalén celestial. La fiesta de Pascua es, ante todo la representación del acontecimiento clave de la humanidad, la Resurrección de Jesús después de su muerte consentida por Él para el rescate y la rehabilitación del hombre caído. Este acontecimiento es un hecho histórico innegable. Además de que todos los evangelistas lo han referido, San Pablo lo confirma como el historiador que se apoya, no solamente en pruebas, sino en testimonios.

    Pascua es victoria, es el hombre llamado a su dignidad más grande. ¿Cómo no alegrarse por la victoria de Aquel que tan injustamente fue condenado a la pasión más terrible y a la muerte en la cruz?, ¿por la victoria de Aquel que anteriormente fue flagelado, abofeteado, ensuciado con salivazos, con tanta inhumana crueldad?

    Este es el día de la esperanza universal, el día en que en torno al resucitado, se unen y se asocian todos los sufrimientos humanos, las desilusiones, las humillaciones, las cruces, la dignidad humana violada, la vida humana no respetada.

    La Resurrección nos descubre nuestra vocación cristiana y nuestra misión: acercarla a todos los hombres. El hombre no puede perder jamás la esperanza en la victoria del bien sobre el mal. ¿Creo en la Resurrección?, ¿la proclamo?; ¿creo en mi vocación y misión cristiana?, ¿la vivo?; ¿creo en la resurrección futura?, ¿me alienta en esta vida?, son preguntas que cabe preguntarse.

    El mensaje redentor de la Pascua no es otra cosa que la purificación total del hombre, la liberación de sus egoísmos, de su sensualidad, de sus complejos; purificación que , aunque implica una fase de limpieza y saneamiento interior, sin embargo se realiza de manera positiva con dones de plenitud, como es la iluminación del Espíritu , la vitalización del ser por una vida nueva, que desborda gozo y paz -suma de todos los bienes mesiánicos-, en una palabra, la presencia del Señor resucitado. San Pablo lo expresó con incontenible emoción en este texto : "Si habéis resucitado con Cristo vuestra vida, entonces os manifestaréis gloriosos con Él" (Col. 3 1-4).

CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA DEI VERBUM SOBRE LA DIVINA REVELACIÓN

CAPÍTULO IV
EL ANTIGUO TESTAMENTO

La historia de la salvación consignada
en los libros del Antiguo Testamento


    14. Dios amantísimo, buscando y preparando solícitamente la salvación de todo el género humano, con singular favor se eligió un pueblo, a quien confió sus promesas. Hecho, pues, el pacto con Abraham y con el pueblo de Israel por medio de Moisés, de tal forma se reveló con palabras y con obras a su pueblo elegido como el único Dios verdadero y vivo, que Israel experimentó cuáles eran los caminos de Dios con los hombres, y, hablando el mismo Dios por los Profetas, los entendió más hondamente y con más claridad de día en día, y los difundió ampliamente entre las gentes.

    La economía, pues, de la salvación preanunciada, narrada y explicada por los autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne: "Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza, fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos firmes en la esperanza" (Rom. 15,4).

viernes, 19 de abril de 2019

CON MARÍA JUNTO A LA CRUZ

María nos acompaña en el dolor, en el sufrimiento. 
Acudamos siempre a Ella

«Si un día el dolor llama a tu puerta no se la cierres ni se la atranques: ábresela de par en par, siéntalo en el sitial del huésped escogido, y sobre todo no grites ni te lamentes, porque tus gritos impedirían oír sus palabras, y el dolor siempre tiene algo que decirnos, siempre trae consigo un mensaje y una revelación» 
(Salvaneschi, Consolación)



Una capacidad inmensa de sufrir

    ¿Qué revelación, qué mensaje es ése que nos trae el dolor? En la respuesta a tal pregunta quizá se halle la clave para abrir la puerta de la felicidad posible en este mundo, en el que, tarde o temprano, todos andamos inmersos en algún dolor. Dolor y felicidad aparentan ser de imposible conciliación. Sin embargo, quizás del dolor pueda nacer la alegría y de la alegría el dolor, y vivir ambos juntos, nutriéndose mutuamente. Acaso no sepan o no puedan vivir -en este mundo- solos. Sin duda quien más sabe de este misterioso asunto es María Santísima, porque nadie como Ella ha seguido tan de cerca los pasos de su Hijo, Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre, que hace veinte siglos empapó con su Sangre la tierra nuestra.

    Si nos situamos en los ojos de la Madre, en su mirar nos haremos cargo del misterio. Pero antes debemos sortear un escollo: la tendencia a pensar que Jesús y María eran insensibles; que a ellos no les dolía tanto como a nosotros lo que nos hace sufrir: ¡como Jesucristo es Dios y santísima su Madre...!

    Santo Tomás de Aquino asegura que «Cristo estaba dotado de un cuerpo perfectisimamente complexionado, puesto que había sido formado milagrosamente por obra del Espíritu Santo, y las cosas hechas por milagro son más perfectas que las demás [recuerdo del espléndido vino de las bodas de Caná]. Por ello poseyó una sensibilidad exquisita en el tacto, de cuya percepción se sigue el dolor. También en su alma con sus facultades inferiores, percibió eficacísimamente todas las causas de tristeza». A esta consideración se añade que Cristo tomó voluntariamente dolores proporcionados a la grandeza del fruto que de ellos se había de seguir. Y así -concluye Tomás- «el dolor de Cristo fue el mayor de todos los dolores».

    Los corazones de Jesús y de María eran de carne, como la nuestra. Sentían y amaban a nuestro modo, aunque sin las mixturas extrañas de la concupiscencia desquiciada. El Corazón de Jesús y el Corazón de María fueron sumamente aptos para sufrir de veras. Sin duda, les herían el corazón un sin número de eventos grandes y pequeños que menudeaban en torno suyo. El ámbito en el que vivieron tantos años aquí en la tierra, no era, ciertamente, un paraíso. «¿De Nazaret puede salir algo bueno?», se decía. La sensibilidad exquisita de María, su finísimo tacto espiritual, debió de ser para Ella fuente de continuo e íntimo dolor, aunque oculto bajo su sonrisa habitual.

    Tendía a discurrir, a sopesar las cosas, a ponderarlas en el corazón, poniendo en juego sus excelentes facultades a la luz de la fe. Ciertamente, lo más grave que existe es la realidad del pecado; es un peso que apelmaza, que gravita sobre toda criatura humana que pisa este mundo, excepción hecha de Jesús y María. A pesar de ello, con un poco de fe y un poco de amor (que quisiera ser muy grande) a Jesucristo, sufrimos cuando vemos que se le maltrata, en ocasiones de un modo blasfemo. Nos duele ver cómo se maltrata el sacerdocio, el matrimonio, la familia, las leyes de Dios. Cuanto más santa es una persona, tanto más sufre en este mundo tan mimado por Dios y tan maltratado por los hombres. ¡Cuánto sufriría el Corazón de María en su andar terreno! Asomarse a su hondura causa un dulce vértigo. Es el más ancho y hondo que cabe. ¿Qué será contemplarlo lleno de dolor?

    Siendo Madre de Dios hubo de alcanzar un extremo de amor inimaginable. Cuántas veces exclamaba:«¡Hijo mío!», siendo su hijo, Dios; y Ella, una mujer. Debió estar dotada de sensibilidad única. Bien sabemos que por encima de su amor, sólo se encuentra el humano de Cristo y el divino de Dios, Uno y Trino. Una madre ama tanto más a su hijo cuanto más perfecto es (bueno, simpático, guapo, cariñoso, alegre...), aunque los pequeñitos, feos y adustos llenen también un corazón materno (cada hijo tiene su encanto, su bondad patente a los ojos de la madre). Pero el Hijo de Santa María era rigurosamente perfecto: perfecto Dios y perfecto Hombre; reúne en sí toda perfección humana y toda perfección divina; es la Persona infinitamente amable. Toda la capacidad de amar que poseía la Virgen, toda entera estaba como en pie, en acto, en juego, hasta donde ya no se podía más.

    No es posible imaginar -por su inmensidad- la magnitud del dolor de María junto a la Cruz. Su Hijo moría con el mayor dolor posible, con la más cruel de las muertes; siendo la Inocencia carga sobre sí los pecados de la entera humanidad. Con la más pura santidad, el Verbo humanado asume -en expresión de Juan Pablo II- “el rostro del pecado”.

    Al presentarnos a la Madre Dolorosa junto a la Cruz, Juan manifiesta que María se implica, con su entrega sin reservas, en los sufrimientos de su Hijo en aquella hora suprema.

    Cuando es de amor el dolor, tan grande es el dolor como el amor. Si la Virgen es la Llena de Gracia, llena de Amor, junto a la Cruz, es también la Llena de dolor. Sufre, a su manera, todo lo que su Hijo sufre. Sufre más que si padeciera mil muertes; muchísimo más que si fuera Ella la que estuviera enclavada. Estaba, como afirma León XIII, «muriendo con El en su corazón, atravesada por la espada del dolor».

    Romanos Pontífices han llamado a María Corredentora, aseguran que «juntamente con su Hijo paciente y muriente, padeció y casi murió». Abdicó de los derechos maternos e inmoló a su Hijo, en cuanto de Ella dependía, por la salvación de los hombres. Justamente se dice que redimió al género humano juntamente con Cristo. «Stabat Mater..., estaba junto a la cruz de Jesús su Madre». Y ha de escuchar: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?». ¿Qué podía hacer Ella? Fundirse con el amor redentor de su Hijo, ofrecer al Padre el dolor inmenso -la espada afilada- que traspasaba su Corazón puro. No se rebela, no protesta, calla. Con su silencio proclama del modo más elocuente que, por amor a nosotros, ofrece -del todo identificada con la Voluntad del Padre- a Cristo Jesús. En lo que de Ella depende, lo entrega, lo sacrifica; aplica su entera voluntad al gran acontecimiento.

    ¿Por qué aceptó María aquella tortura? ¿Qué le amordaza, qué le mantiene en silencio? La respuesta es: «movida por un inmenso amor a nosotros, ofreció Ella misma a su Hijo a la divina justicia para recibirnos como hijos». El porqué del inmenso dolor de María es este: nosotros. Por nosotros muere Jesús y por nosotros sufre María. Engendró a Dios y le dio a luz con gozo inmenso, pero sufrió el parto más doloroso en el Calvario para -en comunión con su Hijo- hacernos hijos de Dios e hijos suyos.

    «Tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna». De modo análogo podemos decir: tanto nos amó María, que nos dio a su unigénito Hijo, para que los demás podamos participar en su eterna gloria.

    La Virgen Madre une a la Pasión de Cristo -enseña la Teología- su Compasión: a la Sangre de su Hijo, une sus lágrimas de Madre. Ella también merece, satisface, sacrifica y redime, de modo subordinado y dependiente, pero real. Aunque el mérito de María sea diverso -de congruo, precisa el Papa Pío X- al mérito de Jesús, nos ha merecido lo mismo que nos ha merecido Cristo: no sólo la aplicación o distribución de las gracias, sino las mismas gracias, por la supereminente santidad que poseía y por la tan perfecta compasión que sufrió en la cumbre del Calvario. Lo inmenso de su caridad, la dignidad de sus actos satisfactorios, la magnitud de su dolor, nos revela toda la excelencia de su satisfacción. A quien objetase que a una satisfacción por sí misma suficiente, más aún, de infinito valor -como es la de Cristo-, no se puede añadir otra satisfacción, se respondería que la satisfacción de María no se suma a la de Cristo para aumentar el valor infinito de ésta, sino sólo para que se cumpla la ordenación divina, que lo ha dispuesto así libremente para la Redención del género humano.

    No ha de sorprender que se llame a la Virgen, Corredentora; no debe temerse el uso de palabra tan expresiva y justa. En rigor, aunque de modo mucho más modesto, todos somos llamados a ser corredentores. San Pablo manifiesta a los Colosenses que él se goza en sus padecimientos (in passionibus) por ellos, ya que así cumple en su carne lo que falta (ea quae desunt) a los padecimientos de Cristo, por su Cuerpo que es la Iglesia.

    Participar en la Redención, cooperar en la santificación del mundo, llevar a Dios todas las cosas, salvar almas para la eternidad: no hay tarea más urgente y superior. Más aún, tal como están las cosas, ¿cabe otra tarea? Para los ojos de fe la respuesta es clara. El verdadero horizonte del cristiano es la obra de la Redención. Cualquier otra finalidad última supondría un voluntario, triste e infinito estrechamiento del horizonte personal.


El valor de una lágrima


    Centremos ahora nuestra atención en el modo sublime de corredimir que tiene la Madre de Dios junto a la Cruz. Su rostro bellísimo está bañado en lágrimas. Cada una de éstas posee un valor incalculable, que vale la pena ponderar hasta donde nos sea permitido en tan breve espacio y con tan limitada inteligencia. Es sólo un apunte, para que cada quien vaya completando en su meditación el tratado.

    Si la maldad del pecado es siempre infinita, por serlo la dignidad de Dios ofendido, también ha de ser en cierto modo infinita una lágrima derramada por amor al gran Amor crucificado. Es lógico que sea así - por pequeña que sea la criatura -, si es Dios quien la otorga y Dios quien la recibe.

    Qué bueno, qué, grande, qué humilde es Dios que -hecho Hombre- se clava en una Cruz para que sus criaturas podamos llorar por El, y limpiar con su Sangre y nuestras lágrimas, nuestras ofensas. ¡La criatura compadece a su Creador!. Humildad de Dios y humilde llanto de la criatura. Quien primero y mejor lo ha hecho es María Santísima. Y «si vale más una lágrima derramada en memoria de la Pasión de Cristo que hacer una peregrinación a Jerusalén y ayunar durante un año a pan y agua» (san Agustín), ¿qué no valdrán las riquísimas lágrimas de María junto a la Cruz?

    Cuando las lágrimas del dolor son mansas, serenas, discretas, mesuradas, entonces siempre son bellas: abrigan la convicción verdadera de que no todo ha de caer al fin en la nada; vibra en ellas la esperanza; son invocación, súplica al Todopoderoso, atento siempre al dolor humano, y más aún al de una madre; son aguas limpias que purifican el alma que escucha el eco de la palabra de Cristo: «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados».

    Cuando es de amor el dolor -o la alegría- de una lágrima, resulta la más preciosa perla del sentimiento. Y si es divino el amor del que surge, entonces una lágrima sola supera la dimensión temporal, la condición efímera de los acontecimientos y las cosas, y toca ya, con el vértice del alma que la destila, la eternidad. En ella se adensa -con el dolor o la alegría- el Amor.

    Así son las lágrimas de la Madre de Dios. ¡Bendito aquel suelo, o aquel pañuelo que supo acogerlas! Bendita aquella tierra en la que quizá se fundieron la Sangre de Dios y las lágrimas de su Madre. ¡Quién pudiera besarla! Pero ahora mismo, aquí mismo, podemos también nosotros derramar una lágrima en memoria de la Pasión de Cristo: una lágrima grande, oculta en el corazón, semejante a las de la Virgen Madre.

    Nosotros tenemos motivos análogos para llorar, y otros. Porque la causa de aquel llanto -por el dolor de Jesús- son nuestros pecados. Es preciso aprender a llorar en nuestros adentros, ante la Cruz. Dante aseguraba que una lacrimetta, una lagrimilla basta para salvar un alma. El Crisóstomo afirma que «un suspiro que exhales, una lágrima que derrames, El lo arrebata al instante para tener un pretexto de salvarte». Es aquel punto de contrición que puede dar a un alma la salvación por toda la eternidad.

    Llorar, con esas lágrimas que destila el alma cuando hay amor y hubo ofensas, es dignidad del hombre y debilidad de Dios. Cualquier impureza que en el alma se pose, si se sabe rodear de una lágrima, se transforma en perla, cuyo valor se cifra en la densidad y transparencia del amor.

    Ojalá no pase un día sin derramar siquiera una lágrima en memoria de la Pasión de Cristo. Es el camino de la resurrección gloriosa.

SÁBADO SANTO

Jesús está sepultado
Es un día de reflexión y silencio




    "Durante el Sábado santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en oración y ayuno su resurrección (Circ 73).

    Es el día del silencio: la comunidad cristiana vela junto al sepulcro.Callan las campanas y los instrumentos. Se ensaya el aleluya, pero en voz baja. Es día para profundizar. Para contemplar. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío.

    La Cruz sigue entronizada desde ayer. Central, iluminada, con un paño rojo, con un laurel de victoria. Dios ha muerto. Ha querido vencer con su propio dolor el mal de la humanidad.

    Es el día de la ausencia. El Esposo nos ha sido arrebatado. Día de dolor, de reposo, de esperanza, de soledad. El mismo Cristo está callado. Él, que es el Verbo, la Palabra, está callado. Después de su último grito de la cruz "¿por qué me has abandonado"?- ahora él calla en el sepulcro. Descansa: "consummatum est", "todo se ha cumplido".

    Pero este silencio se puede llamar plenitud de la palabra. El anonadamiento, es elocuente. "Fulget crucis mysterium": "resplandece el misterio de la Cruz."

    El Sábado es el día en que experimentamos el vacío. Si la fe, ungida de esperanza, no viera el horizonte último de esta realidad, caeríamos en el desaliento: "nosotros esperábamos... ", decían los discípulos de Emaús.

    Es un día de meditación y silencio. Algo parecido a la escena que nos describe el libro de Job, cuando los amigos que fueron a visitarlo, al ver su estado, se quedaron mudos, atónitos ante su inmenso dolor: "se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande" (Job. 2, 13).

    Eso sí, no es un día vacío en el que "no pasa nada". Ni un duplicado del Viernes. La gran lección es ésta: Cristo está en el sepulcro, ha bajado al lugar de los muertos, a lo más profundo a donde puede bajar una persona. Y junto a Él, como su Madre María, está la Iglesia, la esposa. Callada, como él.

    El Sábado está en el corazón mismo del Triduo Pascual. Entre la muerte del Viernes y la resurrección del Domingo nos detenemos en el sepulcro. Un día puente, pero con personalidad. Son tres aspectos - no tanto momentos cronológicos - de un mismo y único misterio, el misterio de la Pascua de Jesús: muerto, sepultado, resucitado: "...se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo...se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, es decir conociese el estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en la cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres, que establece en la paz al universo entero".



La Vigilia Pascual



    El sábado santo es un día de oración junto a la tumba esperando la resurrección. Es día de reflexión y silencio. Es la preparación para la celebración de la Vigilia Pascual.
    Por la noche se lleva a cabo la celebración de la Vigilia Pascual.      Dicha celebración tiene tres partes importantes que terminan con la Liturgia Eucarística:

1. Celebración del fuego nuevo.
2. Liturgia de la Palabra.
3. Liturgia Bautismal.

    Era costumbre, durante los primeros siglos de la Iglesia, bautizar por la noche del Sábado Santo, a los que querían ser cristianos. Ellos se preparaban durante los cuarenta días de Cuaresma y acompañados por sus padrinos, ese día se presentaban para recibir el Bautismo.

    También, ese día los que hacían penitencia pública por sus faltas y pecados eran admitidos como miembros de la asamblea.
    Actualmente, la Vigilia Pascual conserva ese sentido y nos permite renovar nuestras promesas bautismales y acercarnos a la Iglesia con un espíritu renovado.


Celebración del fuego nuevo

    Al iniciar la celebración, el sacerdote apaga todas las luces de la Iglesia, enciende un fuego nuevo y con el que prende el cirio pascual, que representa a Jesús. Sobre el cirio, marca el año y las letras griegas "Alfa" y "Omega", que significan que Jesús es el principio y el fin del tiempo y que este año le pertenece.

    El sacerdote llevará a cabo la bendición del fuego. Luego de la procesión, en la que se van encendiendo las velas y las luces de la Iglesia, el sacerdote canta el Pregón Pascual.

    El Pregón Pascual es un poema muy antiguo (escrito alrededor del año 300) que proclama a Jesús como el fuego nuevo.


Liturgia de la Palabra

    Después de la Celebración del fuego nuevo, se sigue con la lectura de la Palabra de Dios. Se acostumbra leer siete lecturas, empezando con la Creación hasta llegar a la Resurrección.

    Una las lecturas más importantes es la del libro del Éxodo, en la que se relata el paso por el Mar Rojo, cómo Dios salvó a los israelitas de las tropas egipcias que los perseguían. Se recuerda que esta noche Dios nos salva por Jesús.



Liturgia Bautismal

    Suelen haber bautizos este día, pero aunque no los haya, se bendice la Pila bautismal o un recipiente que la represente y se recita la Letanía de los Santos. Esta letanía nos recuerda la comunión de intercesión que existe entre toda la familia de Dios. Las letanías nos permiten unirnos a la oración de toda la Iglesia en la tierra y la Iglesia triunfante, de los ángeles y santos del Cielo.

    El agua bendita es el símbolo que nos recuerda nuestro Bautismo. Es un símbolo que nos recuerda que con el agua del bautismo pasamos a formar parte de la familia de Dios.

    A todos los que ya estamos bautizados, esta liturgia nos invita a renovar nuestras promesas y compromisos bautismales: renunciar a Satanás, a sus seducciones y a sus obras. También, de confirmar nuestra entrega a Jesucristo. Hay quienes acostumbran este día encender sus velas del bautismo y llevar un cirio pascual a la iglesia o agua bendita, para tener en sus hogares.

LITURGIA DE LAS HORAS - OFICIO DE LECTURA



TIEMPO DE CUARESMA
TRIDUO PASCUAL - SÁBADO SANTO
Del Propio.

20 de abril

OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros murió, y por nosotros fue sepultado, venid, adorémosle.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: LA PALABRA DE DIOS CRUCIFICADA

La Palabra de Dios crucificada
es testigo fiel de su elocuencia,
es palabra de amor y, en su existencia,
en la vida y la muerte fue probada.

Por dar fe de su amor, nos dio su vida;
por dar fe de la vida, fue exaltada
sobre toda palabra pronunciada;
por el Padre a los hombres ofrecida.

La Palabra de Dios ya fue cumplida.
El silencio de Dios está a la espera
del amor de los hombres, Y él quisiera
que esa Palabra fuera recibida,
y en comunión de amor por siempre fuera
plenitud de su don que a todos diera. Amén.

SALMODIA

Ant 1. En paz me acuesto y duermo tranquilo.

Salmo 4 - ACCIÓN DE GRACIAS.

Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración.

Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,
amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque.

Temblad y no pequéis, reflexionad
en el silencio de vuestro lecho;
ofreced sacrificios legítimos
y confiad en el Señor.

Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?»

Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría
que si abundara en trigo y en vino.

En paz me acuesto y en seguida me duermo,
porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. En paz me acuesto y duermo tranquilo.

Ant 2. Mi carne descansa serena.

Salmo 15 - CRISTO Y SUS MIEMBROS ESPERAN LA RESURRECCIÓN.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.

Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.

El Señor es mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano:
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Mi carne descansa serena.

Ant 3. Levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.

Salmo 23 - ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
El la fundó sobre los mares,
El la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.

V. Defiende mi causa y rescátame.
R. Con tu promesa dame vida.

PRIMERA LECTURA

Del libro de las Lamentaciones 5, 1-22

PLEGARIA POR LA LIBERACIÓN DEL PUEBLO

¡Acuérdate, Señor, de lo que nos ha sobrevenido, mira y ve nuestro oprobio! Nuestra heredad ha pasado a extranjeros, nuestras casas a extraños. Hemos quedado como huérfanos sin padre, y nuestras madres son como viudas. A precio de plata bebemos nuestra agua, nuestra leña, la adquirimos por dinero. Andamos oprimidos con el yugo a nuestro cuello; estamos agotados, no se nos da respiro. Hacia Egipto tendemos nuestra mano, hacia Asur en busca de pan.

Nuestros padres pecaron, ya no existen; y nosotros cargamos con sus culpas. Esclavos nos dominan, nadie nos libra de su mano. A riesgo de la vida logramos nuestro pan, afrontando la espada del desierto. Nuestra piel abrasa como un horno, a causa del ardor del hambre. Han violado a las mujeres en Sión, a las vírgenes en las ciudades de Judá. Colgados fueron por sus manos los príncipes; la faz de los ancianos no ha sido respetada. Han arrastrado la muela los muchachos, bajo la carga de leña se han doblado los niños. Los ancianos han dejado de acudir a la puerta, los jóvenes han dejado sus cantares.

Ha cesado la alegría de nuestro corazón, en duelo se ha trocado nuestra danza. Ha caído la corona de nuestra cabeza. ¡Ay de nosotros, que hemos pecado! Por eso nuestro corazón desfallece, por eso se nublan nuestros ojos: Por el monte Sión, que está desolado, ¡las raposas merodean en él!

Mas tú, Señor, por siempre permaneces; ¡tu trono de generación en generación! ¿Por qué has de olvidarnos para siempre? ¿Por qué toda la vida abandonarnos? Haz que volvamos a ti, Señor, y volveremos. Renueva nuestros días como antaño, si es que no nos has desechado totalmente, irritado contra nosotros sin medida.

RESPONSORIO Cf. Mt 27, 66. 60. 62

R. Después de sepultar al Señor, hicieron rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro y lo sellaron. * Y pusieron guardias para custodiarlo.
V. Los jefes de los sacerdotes se presentaron ante Pilato, y le pidieron que diese orden de vigilar el sepulcro.
R. y pusieron guardias para custodiarlo.

SEGUNDA LECTURA

De una antigua Homilía sobre el santo y grandioso Sábado
(PG 43, 439. 451. 462-463)

EL DESCENSO DEL SEÑOR A LA REGIÓN DE LOS MUERTOS

¿Qué es lo que pasa? Un gran silencio se cierne hoy sobre la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey está durmiendo; la tierra está temerosa Y no se atreve a moverse, porque el Dios hecho hombre se ha dormido Y ha despertado a los que dormían desde hace siglos. El Dios hecho hombre ha muerto y ha puesto en movimiento a la región de los muertos.

En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como a la oveja perdida. Quiere visitar a los que yacen sumergidos en las tinieblas y en las sombras de la muerte; Dios y su Hijo van a liberar de los dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a Eva, que está cautiva con él.

El Señor hace su entrada donde están ellos, llevando en sus manos el arma victoriosa de la cruz. Al verlo, Adán, nuestro primer padre, golpeándose el pecho de estupor, exclama, dirigiéndose a todos: «Mi Señor está con todos vosotros.» Y responde Cristo a Adán: «y con tu espíritu.» Y, tomándolo de la mano, lo levanta, diciéndole: «Despierta, tú que duermes, Y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo.

Yo soy tu Dios, que por ti me hice hijo tuyo, por ti y por todos estos que habían de nacer de ti; digo, ahora, y ordeno a todos los que estaban en cadenas: "Salid", y a los que estaban en tinieblas: "Sed iluminados", Y a los que estaban adormilados: "Levantaos."

Yo te lo mando: Despierta, tú que duermes; porque yo no te he creado para que estuvieras preso en la región de los muertos. Levántate de entre los muertos; yo soy la vida de los que han muerto. Levántate, obra de mis manos; levántate, mi efigie, tú que has sido creado a imagen mía. Levántate, salgamos de aquí; porque tú en mí y yo en ti somos una sola cosa.

Por ti, yo, tu Dios, me he hecho hijo tuyo; por ti, siendo Señor, asumí tu misma apariencia de esclavo; por ti, yo, que estoy por encima de los cielos, vine a la tierra, y aun bajo tierra; por ti, hombre, vine a ser como hombre sin fuerzas, abandonado entre los muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto paradisíaco, fui entregado a los judíos en un huerto y sepultado en un huerto.

Mira los salivazos de mi rostro, que recibí, por ti, para restituirte el primitivo aliento de vida que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas de mis mejillas, que soporté para reformar a imagen mía tu aspecto deteriorado. Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte de la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente sujetas con clavos en el árbol de la cruz, por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol prohibido.

Me dormí en la cruz, y la lanza penetró en mi costado, por ti, de cuyo costado salió Eva, mientras dormías allá en el paraíso. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te sacará del sueño de la muerte. Mi lanza ha reprimido la espada de fuego que se alzaba contra ti.

Levántate, vayámonos de aquí. El enemigo te hizo salir del paraíso; yo, en cambio, te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celestial. Te prohibí comer del simbólico árbol de la vida; mas he aquí que yo, que soy la vida, estoy unido a ti. Puse a los ángeles a tu servicio, para que te guardaran; ahora hago que te adoren en calidad de Dios.

Tienes preparado un trono de querubines, están dispuestos los mensajeros, construido el tálamo, preparado el banquete, adornados los eternos tabernáculos y mansiones, a tu disposición el tesoro de todos los bienes, y preparado desde toda la eternidad el reino de los cielos.»

RESPONSORIO 

R. ¡Se fue nuestro Pastor, la fuente de agua viva! A su paso el sol se oscureció. Hoy fue por él capturado el que tenía cautivo al primer hombre. * Hoy nuestro Salvador rompió las puertas y cerrojos de la muerte.
V. Demolió las prisiones del abismo y destrozó el poder del enemigo.
R. Hoy nuestro Salvador rompió las puertas y cerrojos de la muerte.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios todopoderoso, cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del sepulcro, te pedimos que concedas a todos tus fieles, sepultados con Cristo por el bautismo, resucitar también con él a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.