VIGÉSIMO NOVENO DÍA: CASTIDAD DE SAN JOSÉ
Castidad de San José
Si el José de la antigua ley dio el ejemplo de una severa castidad, la de San José fue más noble y más perfecta todavía: qué pureza debía reinar en el corazón y en los sentidos de aquel quien el Altísimo confió la Virgen inmaculada, el lirio de Israel, y cuánto la presencia de Jesús, que tantas veces reposó en sus brazos, debió ornar el corazón de José, ese santuario interior donde reinaba solo el santo amor. Salomón dijo: Aquel que ama la pureza tendrá al Rey por amigo. La pureza de José atrajo bajo su techo a la reina de las Vírgenes, y en sus brazos, sobre su pecho, al Rey de reyes, aquel que las vírgenes siguen en el cielo. San José es el patrón especial de las almas que aman la celeste pureza; es el modelo de los fieles que desean llevar a la santa comunión un alma pura y bella, ornada, como era la suya, con los lirios de la inocencia, con las rosas de la caridad y las violetas de la humildad. Tómenlo por modelo, niños cristianos que se preparan para el gran acto de vida, la primera comunión: récenle; van a recibir en su corazón a ese mismo Jesús que llevaba en los brazos. De alguna amanera van a darle el beso de alianza ese niño que acariciaba tan respetuosamente; recen bien a San José, para que les obtenga la pureza de consciencia, la guarda de los sentidos exteriores, el espíritu de oración y el ardiente amor que hacen de la primera comunión a la vida eterna.
Oración
¡Salve, esposo inmaculado de Maria! Te saludo, fiel guardián de Jesús. Te saludo padre y jefe de la sagrada familia. Te suplico, por las gracias con que se coronaron tus virtudes, nos obtengas una castidad inviolable y una gran pureza d consciencia en nuestras comuniones.
San José, hombre según el Corazón de Dios, ruega por nosotros.
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