lunes, 15 de diciembre de 2025
EVANGELIO - 16 de Diciembre - San Mateo 21,28-32
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 16 de Diciembre - «Arrepentíos y creed»
SANTORAL - BEATA MARÍA DE LOS ÁNGELES FONTANELLA
En Turín, del Piamonte, beata María de los Ángeles (Mariana) Fontanella, virgen de la Orden de Carmelitas, que brilló por sus penitencias voluntarias y por la virtud de la obediencia.
Nació en Turín (Italia) el 7 de enero de 1661. Fue la última de los once hijos de los condes Juan y María. A los 14 años quedó huérfana de padre y, a disgusto de su madre, vistió el hábito en el Carmelo de su ciudad en 1675, cambiando su nombre de Mariana por el de María de los Ángeles. Hizo su profesión en diciembre de 1676. Ya antes de ingresar en el Carmelo manifestó una singular disposición para conservarse pura y virtuosa. A los 13 años era su contento pasar horas ante el Santísimo. Todas sus ansias eran de mortificarse privándose en la mesa de lo más apetitoso; por la noche se levantaba para hacer oración. Su humildad y mansedumbre eran la admiración de todos; su caridad en palabras y acciones era de santa. Socorría a los pobres dándoles cuanto tenía.
Su espíritu de mortificación está condensado en la súplica que continuamente dirigía al Señor: "O dadme mortificaciones o hacedme morir". Escogida de Dios para participar de la unión que transforma en él, fue probada con sensibles arideces y tentaciones infernales, sintiendo repugnancia en practicar el bien, atormentándola el estar en desgracia de Dios, sufriendo por parte del diablo representaciones deshonestas o contra la fe, etc. Hablaba de Dios con tanta suavidad y tiernas palabras que encendía a las almas en el mismo afecto. Los pecadores eran objeto de su caridad alcanzando con sus oraciones notables conversiones. Profesó una devoción singular al glorioso San José, en cuyo honor hizo erigir un nuevo convento de monjas en la ciudad de Moncalieri.
En 1702 fundó un nuevo Carmelo en Moncalien. Practicó la pobreza con cariño, usando el hábito más pobre, la celda más incómoda y el peor jergón. Por convicción se tenía por la más inútil de la comunidad, aunque cuatro veces la eligieron priora y también maestra de novicias. Las monjas quisieron elegirla priora por quinta vez, pero ella contestó: "Pueden empeñarse en hacerme priora; yo me empeñaré con mi Jesús a ver quien puede más". El mismo año la asaltó una fiebre devoradora y, conseguido el permiso para morir, miró al crucifijo y expiró dulcemente. Era el 16 de diciembre de 1717. Fue beatificada por el papa Pío IX el 25 de abril de 1865.
Señor, tú que te complaces en habitar en los limpios y sinceros de corazón; concédenos, por intercesión de la Beata María de los Ángeles, vivir siempre en gracia ante tus ojos, para que tengas en nosotros tu morada. Por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
domingo, 14 de diciembre de 2025
DERECHO CANÓNICO
El Derecho Canónico es el nombre del orden y disciplina, estructuras, normas y procedimientos de la Iglesia Católica. La Iglesia Católica tiene dos Códigos: uno para la Iglesia Latina y otro para la Iglesia Católica Oriental.
¿Qué es un Código? Un "código" es una recopilación de todas las leyes en un solo volumen, promulgado por un legislador. Un código intenta ser consistente, coherente y sistemático.
El legislador universal de la Iglesia Católica es el Papa; el idioma oficial del derecho canónico es el Latín. El Derecho Canónico es una herramienta para guiar a la Iglesia como una gran institución humana de diferentes culturas y lenguas. El Derecho Canónico informa a la comunidad sobre cómo comportarse ellos mismos y protege los derechos de los fieles.
Las leyes no son nuevas para la Iglesia. La gente del Antiguo Testamento estaba muy familiarizada con las leyes, la Tora representada por los primeros cinco libros del Antiguo testamento gobernaba muchas partes de sus vidas. Con el surgimiento del Cristianismo, el Nuevo Testamento se convirtió en una guía para las comunidades Cristianas. Además, algunas comunidades produjeron "manuales" que proporcionaban orientación para varios aspectos de la vida Cristiana. Los concilios, como el Concilio de Nicea, también aportaron algunas normas al sistema legislativo de la Iglesia. La primera acumulación de las leyes canónicas fueron principalmente colecciones privadas de leyes eclesiásticas de concilios y de Pontífices Romanos. En el siglo XII, un escolar de la Universidad de Bolonia llamado Gratian recopilo todos los documentos legales, la colección fue conocida como Concordia discordantium canonum, también conocido como Decretum. Por medio de esto, Gratian introdujo la jurisprudencia en el estudio canónico. El Decretum fue el la colección predominante canoníca de su tiempo, y se convertiría en la fundación de la tradición canoníca. Este texto también se convirtió rápidamente como el libro de uso en su sector. Ninguna colección de leyes lo remplazo que el Código de Derecho Canónico de 1917 fue publicado.
En el tiempo del Concilio Vaticano I, los líderes de la Iglesia decidieron que la ley necesitaba ser consolidada en un sistema codificado. El Cardenal Gasparri dirigió el proyecto y el Código del Derecho Canónico oficial fue promulgado en 1917 y estuvo en vigor hasta 1983.
Durante el siglo XX, la Iglesia y el mundo había pasado por muchos cambios y crecimiento. En Enero 25, de 1959 el Papa Juan XIII convoco el concilio Vaticano II y anuncio la intención de hacer una revisión al Código de 1917. En algunas áreas el Código estaba pasado de fecha, y muchas cosas habían sido promulgado después de que había sido completado, entonces el conjunto de leyes necesitaba ser consolidada y revisada. Una comisión empezó el trabajo en el nuevo Código después de que se terminara el concilio en Noviembre 20, 1965. Los documentos del Vaticano II fueron integrales a la revisión del Código y son necesarios para interpretación del condigo de 1983. El santo Papa Juan Pablo II promulgó el revisado Código del Derecho Canónico el 25 de enero de 1983. Este es el mismo Código que se utiliza hasta la fecha.
El código esta dividido en siete libros:
- Las Normas Generales,
- El Pueblo de Dios,
- La Función de Enseñar de la Iglesia,
- La Función de Santificar de la Iglesia,
- Los Bienes Temporales de la Iglesia,
- Las Sanciones en la iglesia,
- y Los Procesos.
El Código de Cánones de las Iglesias Orientales fue promulgado por san Juan Pablo II el 18 de Octubre de 1990 para todas las Iglesias Católicas Orientales.
sábado, 13 de diciembre de 2025
EVANGELIO - 14 de Diciembre - San Mateo 11,2-11
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 14 de Diciembre - «¿Eres tú el que ha de venir?»
SANTORAL - SAN JUAN DE LA CRUZ
Nació en Fontiveros (España) hacia el año 1542. Transcurrido un tiempo de vida carmelitana, a partir del año 1568 fue el primero entre sus hermanos de religión que se dedicó a la reforma de su Orden, persuadido por santa Teresa de Avila; esta reforma le costó innumerables sufrimientos y dificultades. El año 1591 murió en Úbeda, ilustre por su santidad y doctrina, como lo atestiguan las obras espirituales por él escritas.
La vocación religiosa y la llamada al Carmelo fueron claras en la vida de San Juan – en ese siglo Juan de Yepes Álvarez, hijo de una pareja pobre de la vieja Castilla, cerca de Ávila – ya al final de su formación. Tenía dieciocho años y salía del Colegio de los Jesuitas de Medina del Campo, donde había estudiado ciencias humanas, retórica y lenguas clásicas: era el 1563. Enseguida se dio el encuentro con Teresa de Jesús que cambio la vida de ambos. Juan la conoció de sacerdote y enseguida fue involucrado y fascinado por su plan de reforma del Carmelo, también en la rama masculina de la Orden. Trabajaron juntos compartiendo ideales y propuestas y juntos inauguraron la primera casa de Carmelitas Descalzos, en 1568 en Duruelo, en la provincia de Ávila. Fue en esa ocasión que, formando junto a otros la primera comunidad masculina reformada, San Juan adoptó el nuevo nombre, “de la Cruz”, con el cual será enseguida conocido universalmente. Hacia finales de 1572, por pedido de Santa Teresa, Juan de la Cruz se hizo confesor y vicario del monasterio de la Encarnación de Ávila, donde la Santa era priora. Pero no todo fue fácil: la adhesión a la reforma implicó al Santo la encarcelación por diversos meses a causa de acusaciones injustas. Logró escapar de modo intrépido, gracias a la ayuda de Santa Teresa, después de haber recuperado las fuerzas inició un largo camino de encargos, hasta la muerte después de una larga enfermedad y enormes sufrimientos. San Juan se despidió de sus hermanos mientras recitaba el Oficio matutino en un convento cerca de Jaén, entre el 13 y 14 de diciembre de 1591. Sus últimas palabras fueron: “Hoy voy a cantar el Oficio en el cielo”. Sus restos fueron trasladados a Segovia. San Juan de la Cruz fue beatificado por el Papa Clemente X en 1675 y canonizado por el Papa Benedicto XIII en 1726.
San Juan de la Cruz tuvo una vida muy dura, aceptó persecuciones y sufrimientos sea en su actividad reformadora sea en el periodo de encarcelación, y sin embargo fue justamente en los momentos más difíciles que dio a la luz sus obras más bellas. Benedicto XVI ha hablado como de “uno de los más importantes poetas líricos de la literatura española” indicando la finalidad de su vasta y profunda doctrina al “describir un camino seguro para alcanzar la santidad, el estado de perfección a la cual Dios nos llama a todos nosotros”. Este camino, el Santo español lo imaginaba como el subir a una montaña a lo largo del cual el hombre debe afrontar con valentía y paciencia una “purificación” profunda de los sentidos y del espíritu. No se trata de simples privaciones físicas de las cosas o de su uso; lo que hace el alma pura y libre, en cambio, es eliminar toda dependencia desordenada de las cosas y poner todo en Dios como centro y fin de la vida. El gran místico y teólogo español afirmaba que si el alma quiere el Todo (Dios), debe empeñarse en dejar todo y querer ser nada. Una de sus frases más celebres al respecto es: “Para venir a lo que no eres, has de ir por donde no eres. Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada. Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada”. Naturalmente para San Juan no se trataba tanto de renunciar a algo, sino de amar a Alguien.
Glorioso Padre nuestro San Juan de la Cruz, a quien el Señor quiso destinar para compartir con la Santa Madre Teresa los trabajos de la insigne Reforma de la Orden del Carmelo, hasta poblar a España de monasterios de descalzos que hicieron célebre vuestro nombre, y venerada vuestra memoria: yo os felicito porque os cupo tan gran dicha, así como por la felicidad de que gozáis en el cielo, en justo premio de tantas y tan grandes virtudes; y os pido, Santo Padre mío, me alcancéis de Dios un gran amor a la Sacratísima Virgen María, que fue el principal distintivo de vuestra gloriosa vida, para que, sirviéndola aquí en la tierra, pueda gozar de ella con Vos en el Cielo. Amén.












